Hagamos
un poco de claridad sobre el dilema actual en la escogencia de presidentes.
Tenemos dos opciones. Una comunista y una capitalista. Entendamos cómo funciona
la confrontación entre las dos ideas.
Primero,
el capitalismo. Se basa en la propiedad privada. Cuando es exagerado, cerrero y
materialista, conforma una pequeña clase social extremadamente rica. Con todas sus necesidades humanas satisfechas. Y,
con el poder económico, domina a una gran masa pública empobrecida y llena de
necesidades. Es una injusticia. El deseo de la masa pobre de eliminar sus
necesidades insatisfechas los estimula a trabajar cada vez más como forma de
lograr la comodidad mínima indispensable para su felicidad. Y se hacen esclavos
de la clase dominante.
Por el
contrario el comunismo es aquella donde toda la riqueza de la comunidad se
reparte por igual y por lo tanto, supuestamente, no existen ricos ni pobres.
Solo hay un solo rico, el Estado, porque lo posee todo. Pero en este ambiente
no hay motivación ni espíritu de competitividad para la superación individual
de lograr cada día más satisfacción. Y por supuesto los más astutos buscarán
gobernar.
Para
aprovecharse de la gran riqueza comunal. Para sobrevivir cómodamente sin tener
que esforzarse por producir ni trabajar. Y nuevamente surgirá una burocracia
dominante que es llamada, engañados, la dictadura justa del proletariado. Una
élite privilegiada que nuevamente dominara a la gran masa pública. Y las burocracias
comunistas son más tiránicas que las capitalistas. Como ya dijimos que sucede también en el capitalismo. Pero en
este caso con pobreza y en el otro con riqueza.
Por
supuesto sin estímulo para esforzarse en ser productiva. Porque todo aquel que
lo sea sólo disfrutará una pequeña parte de su sudor. El resto se repartirá a
muchos otros que, ante esa facilidad, nunca más querrán empeñarse en producir.
Entonces no es posible alcanzar un punto ideal porque es simplemente utópico e
irrealizable, por la debilidad y deficiencia innata del ser humano y de las
sociedades.
Pero
existe un punto de equilibrio entre los dos extremos del capitalismo y del
comunismo. Y ese es el que hemos dado en llamar el espíritu social. El
socialismo. Punto de equilibrio extremadamente sensible que tiende con
frecuencia al desbalance. Por ello las fluctuaciones que hemos visto
históricamente entre los pueblos luchando por mantenerse lo más estables
posibles. Pero ni aun así este punto es el ideal. Es necesario que existe una
pequeña tendencia hacia el capitalismo para que el crecimiento económico
conduzca a la mejor felicidad posible de los grupos humanos.
Es
aquel que tiende ligeramente hacia el capitalismo para que siempre exista un
motivo de estímulo por lograr más satisfacción, cada día bajo el principio del perfeccionamiento y el
mejoramiento constante
El
camino para lograr esa realización es la democracia social. Es la forma más
civilizada de gobierno y de convivencia humana.
Ya que el otro lado, el de la dictadura,
cualquiera de las dos que sea, la del capitalismo burgués exagerado o la del
proletariado, es el que no funciona
cuando es imposible un entendimiento entre las dos ideologías. Y se supone que
cada día hacemos esfuerzos por entendernos mejor entre nosotros como seres
inteligentes.
Estas
ideas son las que nos han conducido a la conclusión de que siempre es mejor un
moderado capitalismo, por la vía de la democracia, con sentido social. La que
es la menos propensa a evitar la explotación humana. Así no sea totalmente
exenta de serlo. Como mínimo da mayor oportunidad al individuo de establecer su propio destino. Es decir
la que ofrece mayor libertad así esta no sea total pero es la menos
peor.
No
como el lado contrario. El comunismo que es de un esquema tan cerrado que las
individualidades desaparecen completamente.
Y así
la democracia capitalista este muy lejos de ser la forma ideal de gobierno.
Pero resulta ser la menos imperfecta.
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