AERONAUTAS Y CRONISTAS

viernes, 1 de junio de 2018

34. ENTRE LEONES Y RATONES


Un hecho reciente.

34. La confirmación. Después de estos acontecimientos, la Base Aérea de Tres Esquinas ha prestado grandes beneficios  a la seguridad nacional y al orden público regional.

Todo debido a la inmensa dedicación y el esfuerzo que ha puesto ya bastantes años después de nuestra volátil estadía. Sus integrantes, habiendo reunido más sacrificios que los que pusimos en nuestros momentáneos esfuerzos, han dado continuidad al empeño profesional de aumentar el bien para la nación y el de su abnegado pueblo.

El lamentable suceso que más ilustró la importancia de haber impulsado la trasformación del GASUR al CACOM, esfuerzo que los demás continuaron, en especial sus moradores permanentes, fue el desastre  en abril de 2017. Un potente deslave destruyó gran parte de la ciudad de Mocoa. Cinco días después del suceso, el reciente Comando Aéreo de Combate 6, CACOM 6, reportaba valiosos resultados en auxilio.

Desde el primer momento se empeñó en ayudar, aprovechando la privilegiada ubicación sobre la confluencia del río Caquetá y el Orteguaza a 170 kilómetros al oriente del suceso. Al instante desplazó toda la capacidad aérea al sencillo aeropuerto de Villagarzón, a 6 kilómetros al sur de Mocoa, desde donde ejecutó operaciones aéreas diurnas y nocturnas.


Vista aérea del desastre en Mocoa

Empleó su capacidad de búsqueda y recuperación en combate por vía aérea, para salvar a las víctimas de la avalancha y evacuación de damnificados. Puso al servicio aeronaves medicalizadas y personal paramédico en configuración de ambulancia militar. A los 8 días de operación contabilizan 62 pacientes llevados a centros hospitalarios de Bogotá, Neiva y Popayán.

Por razones humanitaria y para poner al abrigo de familiares, de instituciones de ayuda social o particulares, habían evacuado 603 personas a diversas ciudades y los cascos urbanos más próximos del sur del país.

La FAC había transportado por vía aérea y con despliegue rápido, bajo la coordinación del CACOM 6, 277 mil libras de equipos y suministros. En especial, lo de más urgente necesidad como el material médico y alimentos.
Efectuó periódicos sobrevuelos sobre las cuencas hidrográficas de los ríos desbordados para evaluar la factibilidad y la amenaza de repetición de otra tragedia. Para ello se acompañó de personal de meteorólogos, geólogos, hidrólogos, ambientalistas y expertos en desastres.

Llevó al lugar de la tragedia casi todos los socorristas, tanto militares como civiles, Cruz Roja, Defensa Civil, médicos, enfermeros, rescatistas, Policía para organizar la ciudadanía y prevención de delitos. Tropas para protección de los damnificados y apoyo a las fuerzas de auxilio.

Para ello el Comandante del CACOM 6 creó y se ubicó de continuo en el lugar con el Centro Improvisado de Crisis, CIC, para hacer la mejor coordinación con la demás autoridades nacionales que apoyaron la emergencia.

En esta tarea empeñó de continuo 11 aeronaves tales como dos aviones Hércules con capacidad de llevar 30 toneladas por vuelo, cargas voluminosas, como tanques para agua, ropas, frazadas hospitalarias, vehículos de rescate y equipos diversos. 3 aviones Casa 295 y 3 Casa 212. Helicópteros, incluido un Black Hawk ambulancia de alta tecnología llevado desde la Base Área de Rionegro en Antioquia.

Rescatando vidas en Mocoa

Es un despliegue rápido que, en profundidad nacional, demanda tripulaciones con su logística, alojamientos, alimentación, apoyo técnico y combustibles para las aeronaves. Coordinación operacional para empleo óptimo y organización de la maniobra para que se ejecute en orden y confiabilidad, sin correr el riesgo de un accidente.

Es mucho el beneficio que se logra con unidades militares ubicadas en regiones aparatadas. Donde la ayuda que prestan es altamente valiosa, aprovechado su estratégica avanzada en los sectores de colonización, aislados y fronterizos. Que demandan mucha presencia estatal desconcentrada de la parte central de la nación.

Lo que ratifica y justifica el esfuerzo nacional que se ha logrado en el cambio de las ideas y con una misión que, en su tiempo parecía demasiado extraña a los escépticos: La creación de un CACOM en el sur del país.

Hecho que se concretó unos pocos años después de estos eventos, cuando ya no hacíamos parte de su planta de personal.

Solo tratamos  de invertir la concepción general, que se tenía de la realidad, para empezar a implantar una idea casi que utópica y fantasmagórica. Como si hubiésemos sido, o como algunos burlones nos veían, los alquimistas influenciados de brujerías por descubrir la piedra filosofal. O, como mínimo, obstinados templarios por resguardar un perdido Santo Grial.

Epílogo

A los pocos días del combate de Las Delicias fuimos relevados del mando por tiempo y misión cumplida del objetivo institucional. El de iniciar la transformación de un remoto GASUR en un CACOM. En cuanto a la meta personal. El demostrar la contrapuesta visión del conflicto interno de baja intensidad, entre la capital centralizada y la provincia descentralizada. Y la necesidad de armonizarla. Entre los altos mandos analíticos y los subalternos prácticos. Entre los teóricos y los realistas. Es decir:

“Entre Leones y Ratones”

Pos Data. La Fuerza Aérea Colombiana merece el reconocimiento de ser una fuerza militar transformadora e innovadora de la tradicional y conservadora doctrina militar colombiana.
La que mantenía concentradas la mayoría de sus fuerzas en el centro de la nación, en una actitud pasiva defensiva y, más bien, tímida. Por eso ha adoptado la política del despliegue de unidades avanzadas y desconcentración del centro del país.

Ha dispuesto de una mentalidad de modernización de la cultura militar nacional que tanta falta nos ha hecho. Evolución que, de haberse emprendido antes de que la misma FAC existiera, es bastante factible que no hubiésemos sufrido las vergonzosas humillaciones de pérdida de la soberanía por parte de las naciones agresivas e invasoras de nuestra integridad territorial.
Como fue el caso del doloroso y más notorio, a nivel mundial, del arrebato del istmo de Panamá.

En ese cambio está la creación de unidades aéreas de frontera durante el último tercio del siglo XX. Logros debidos al gran esfuerzo de su recurso humano. Que, partiendo de casi que ridículas y vetustas instalaciones, ha logrado conformar unas potentes unidades militares para la estabilidad y la seguridad nacional.

Tenemos la complacencia de decir que en varios de esos proyectos también aportamos nuestro esfuerzo haciendo múltiples vuelos de apoyo a esas incipientes bases aéreas. 

En esos propósitos compartimos inquietudes con muchos compañeros entregados con empeño al cumplimiento abnegado de su ideal profesional. Misiones en las cuales algunos de ellos perdieron la vida mientras que nosotros tuvimos la suerte de sobrevivir para contar.

Porque ante la irremediable falta de equipo aéreo moderno, hasta usamos muchos de los anticuados aviones de trasporte incautados durante la persecución de la mariguana, que era llevada a los EE UU desde la costa norte colombiana.
Los mismos que eran sacados de los cementerios de aeronaves desechadas en esa nación, por su antigüedad, por  expilotos militares de la guerra de Viet Nam. Que se exponían a esos peligroso vuelos por la física necesidad de su adicción.

También, en la mayoría, incómodas estadías, pero no tediosas porque todo estaba por hacer, a las que fuimos destinados en comisiones temporales o como personal de planta permanente. Para construir, antes que solo preservar, porque teníamos que partir de la nada.

Como fue el caso en el archipiélago de San Andrés donde iniciamos durmiendo en el espacio de una estrecha oficina facilitado por el Bienestar Familiar, aledaña al aeropuerto Rojas Pinilla. Pero que por ello ahora podemos recordar con satisfacción que participamos en su fundación y desarrollo.

Entre esas unidades de expansión de la Fuerza Aérea están los Comandos Aéreos de Combate en San Andrés. En Marandúa. En Barranquilla. En Tres Esquinas. Y sugiriendo la creación del Comando Aéreo de Combate en Cali.

Después, y cuando ya estábamos por fuera del servicio activo y por tanto no intervenimos, la FAC creó el Comando Aéreo en Leticia. Todo porque su lema es el de:


SIC ITUR AD ASTRA
(Así se llega a las alturas)



33. ENTRE LEONES Y RATONES


33. Cambio de tema. Las circunstancias desfavorables del prestigio institucional, surgido con motivo del combate de Las Delicias, nos habían facilitado la salida de ese escabroso tema de oficinas. Aunque también estábamos dando satisfacción a nuestro deseo de combatir sin ataduras procedimentales injustificadas. Como las existentes en el EMC. Y demostrar que estábamos no sólo necesitados de más autonomía operacional sino también poder actuar con toda la fuerza que demandaban las circunstancias reales y no tan teóricas.

Sin olvidar que uno de los motivos por los cuales asumimos el cargo fue para evidenciar nuestros disgustos con la forma como se manejaban, a nivel central, las batallas acontecidas en la periferia nacional.
Apreciaciones que, con frecuencia, estaban alejadas de la realidad local donde se da la confrontación. Deseábamos, con fervor, dar cabida plena al empeño que habíamos puesto por ser más la cabeza del ratón que combatía con arrojo en la primera línea, que la cola del león, que solo espanta moscas en la retaguardia. El que no era temible a nadie en esos lugares.

Otros cambios. Luego las cosas comenzaron a cambiar. Los tradicionalismos centralistas se fueron lentamente revaluando. Los academistas retóricos, que usan el excesivo conocimiento de la ciencia militar para evadir la capacidad de acción institucional, estaban quedando en entredicho. Así fuese por temor de cometer un error que truncase su carrera, que los paralizaba en los momentos cruciales del combate. 

El hecho fue que no pasó mucho tiempo como para que ese mismo oficial que negó el bombardeo y que exponía profundos razonamientos catedráticos, no actuara con contundencia en otra situación real y por ello fuera despedido. Se confirmaron nuestras dudas sobre su idoneidad para ejecutar cuando dictaban sus lúcidos análisis tecnológicos y científicos.

Entre mente y músculo. La amplia brecha entre lo académico y lo real comenzó a cerrarse. En la contundencia militar es inapropiada la presencia de aquellos que se esfuerzan demasiado en los estudios para sacar los primeros puestos. Pero solo para recibir los elogiosos y exorbitantes reconocimientos. Que cuando se llega el momento de la verdad son totalmente incompetentes en la ejecución, donde, supuestamente, son los que mejor aplicarán las altas calificaciones estudiantiles.
No son capaces de hacer funcionar lo aprendido, evidenciando que solo estudiaron para obtener los ascensos, que les dan réditos personales, y no para elevar la eficacia institucional, que es lo trascendental.

La maratón profesional. De esa manera, la misma institución, con sus acumulados estímulos profesionales en los primeros puestos y nada para los demás, que también logran méritos, propicia esa forma de pensar. Y peor aún, cuando se cree que para quienes no se enfrascan en  competir con métodos poco ecuánimes o antiéticos por el prestigio y las fama, son los que deben ser destinados para los frentes de combate a manera de castigo o demérito.

En la misma forma como los ayudantes de Bolívar le recomendaban mandar al General Maza a las misiones más difíciles para deshacerse de un compañero que los incomodaba con su comportamiento que les dejaba en evidencia sus debilidades para combatir. Y como este lo sabía, solía reportar el cumplimiento de las órdenes con sus lacónicos partes llenos de ironía burlona para todos: Misión toda cumplida. Sin prisioneros. Maza aún vive.

Es necesario reconocer los esfuerzos de quienes se empeñan en capacitarse para ser lo más idóneos profesionalmente para el bien institucional. Pero sin degradar a los que no lo hacen, por evitar la vanidad pero son incompetentes. No por incapacidad y por lo cual se les suele ver como los menos competentes y que por eso son los predestinados a las operaciones que los demás esquivan. Porque habiendo en esas personas prudentes valores bastante útiles no los emplean en los cargos con menores riesgos por una franca lucha por los cargos no peligrosos.  Por ello no solo se dan ínfulas de destrezas imaginarias y coraje militar, pero con la mente puesta en el interés individual antes que en lo fundamental.

Se requiere la competencia por ser propiciadora de la superación. Sin que sea una fiera carrera de vanidades y orgullos que deprecia los verdaderos méritos y valores militares. Muchos, con celos profesionales, aprovechan ese prestigio para lograr puestos cómodos y privilegios. Y, eso sin estar exentos de tráfico de influencias.
Donde los riesgos de combate o de no lograr la promoción profesional, sean los mínimos. Cuando supuestamente los más capacitados deberían ser los que más involucrados deberían estar en la lucha. Actitud que se ha convertido en una poderosa cultura, que en lugar de favorecer a la institución militar la perjudica.

Insignia de Almirante. Internet.

El Almirante Comandante General. Después de la visita del señor General del Ejército, comandante General, con quien aconteció el asunto de los Mirage, este se retiró del cargo y fue remplazado el señor Almirante más antiguo del país. Como parte de su familiarización con su nueva responsabilidad también nos visitó en Tres Esquinas para recibir la información directamente del lugar de los hechos. Lo acompañó el comandante de la FAC. El mismo que nos había visitado cuando inauguramos la planta de tratamiento de aguas. Se les dio todo un recuento de los hechos y quedaron enterados de lo acontecido y de nuestras circunstancias. Tanto en recursos para combatir como los para vivir.

No supimos si la idea del cambio de las órdenes sobre el uso de los bombarderos fue transferida en el relevo del mando pero quedamos, por lo menos, con la satisfacción de haberlo informado al Comandante anterior. El hecho es que, años después, con motivo de las negociaciones en La Habana, esa facultad fue nuevamente truncada. Porque fue la presidencia, la máxima autoridad nacional en el empleo del poder aéreo, quien suspendió el uso de tan vital capacidad de combate.   

Conclusiones.
Tratábamos de controlar la parte emocional, que en estos casos es más peligrosa que la racional. Sin dejarnos llevar por la sensibilidad porque debíamos concentrarnos con lo operativo. Cuando se dan instrucciones sabiendo que pueden costar vidas o evitar rescates posteriores, se siente una combinación de sensaciones que se deben moderar. 

Primero, es la emoción y la euforia de la adrenalina que fluye con muchos deseos y empeño por colaborar. Y segundo. Al mismo tiempo hay mucha tristeza debido a la adversidad, al darse cuenta que no podíamos hacer lo que queríamos hacer, sintiendo física impotencia.

De esta experiencia, tanto nosotros como el país, aprendimos lo que debíamos mejorar en el campo militar. Actualmente somos más fuertes. Tenemos más equipo para el combate nocturno, mayor capacidad de reacción y de sorpresa, y estamos mejor preparados.

Confirmamos que conocíamos mucha teoría analítica pero nunca la habíamos verificación con la realidad. Las doctrinas suele ser muy generales y las simulaciones, por más reales que sean, nunca se aproximan a la verdad. En esas situaciones pudimos ver cómo funcionaban nuestros criterios y eran útiles en la vida práctica en un momento específico.

El caso de las Delicias solo fue un evento intermedio de muchos reveses anteriores y de otros posteriores. Por mencionar solo unos pocos, como los de Girasoles, Patascoy, Puerres, la Hormiga, Orito, El Billar, La Carpa, Dagua, Miraflores, Mitú y demás. Recordemos que una patrulla completa de nuestros hombres fue masacrada en el Cauca durante los diálogos en Cuba. Sin posibilidad de apoyarla con fuego aéreo por la orden de no bombardear al enemigo. Quien sí tenía toda la libertad de actuar a pesar de haberse acordado el cese al fuego.

Eso no significa que hayamos sido vencidos en la guerra sino que las cosas, aun siendo buenas, deben mejorar. Son oportunidades para ganar en lugar de perder. Y para ello no se puede evaluar ignorando que se hizo mucho y lo mejor posible, sin concentrarnos en solo valorar lo poco imposible de hacer.

Aprendimos que se debe tener en cuenta la parte emocional del ser humano para así tomar las decisiones de mayor conveniencia. Y que quienes juzgan  los hechos deben ser expertos y conocedores de tales circunstancias. Los mismos hechos que, hasta para los profesionales de las armas, les resultan difíciles de comprender y analizar.

Bastante más para quienes no los han experimentado y solo tienen referencias didácticas y dialécticas en discusiones bizantinas de contexto. O teorías filosóficas en las academias del derecho y las leyes. En especial en los tribunales judiciales a quienes también se les nota claras empatías más por la ilegalidad que por la legalidad procedente de los adoctrinamientos universitarios en su vida de estudiantes.

En estos acontecimientos, lo vivencial es siempre lejano a lo ideal. Vivirlos y sentirlos por experiencia propia es diferente a escucharlos y calificarlos, por referencia ajena.

La justicia. Si los sucesos militares han de juzgarse, quienes mejor los pueden sopesar son aquellos quienes los vivieron y los contaron. Aunque no son los más apropiados en cuanto la equidad para valorarlos, por ser parte interesada. Pero sí son quienes más se pueden aproximar a la verdad.

Por acción u omisión, por exceso o por defecto, con o sin intención, por quitar o agregar, por exagerar o reducir y por intereses patrióticos, también los tribunales militares pueden ser subjetivos y los actores, no son los aptos  para sentenciarlos objetivamente, pero sí para esclarecerlos.

La justicia ordinaria es experta en procesar hechos de diversa índole. Sin embargo, las victorias y las derrotas militares, son de tal complejidad que requieren especialización en el tema. Los tribunales regulares podrán juzgar por lo que saben y se les cuenta, más nunca por lo vivido. Por ello ha existido la justicia militar desde su mas antiguo origen de la profesión de las armas.

Es evidente que el sistema de justicia ordinaria carece de la multitud de oportunidades vivenciales, así tenga los intelectuales, para acertar en sus conclusiones. Aunque ilustrada en el campo académico no lo es tanto en la experiencia operacional. De tal forma que no resultan ser tan poco los más aptos para disculpar o inculpar.

Quienes juzgan esos hechos, no sólo debe ser imparciales sino, también, idóneos y especializados en calificar hechos históricos. Esas dos circunstancias anteriores son la razón por la cual las naciones han creado la Justicia Castrense, mal llamada Justicia Penal Militar.

Ella tiene las mayores luces para ver con acierto, ya que sus magistrados están próximos a los campos de batalla, palpan las circunstancias que rodean los acontecimientos y han visto tanto el gozo de las victorias como el dolor de las derrotas.
Tienen amplia experiencia adquirida durante un largo actuar profesional, ponderando el comportamiento de los hombres en armas o durante prolongadas vidas en estrados judiciales, calificando combates.

Es quien puede saber, con mayor acierto, La veracidad o la deformación de la realidad. Estando, pues, en medio de las dos partes, la más o menos interesada y la más o menos ilustrada, es la alternativa menos mala y por ello la mejor para juzgar la guerra. No será la ideal ni la perfección absoluta, porque la perfección completa, dentro el ser humano es una utopía inexistente. Pero es siempre lo mejor que podemos alcanzar.

Es la única forma de cerrar la diferencia entre el ser y el deber ser o entre lo real y lo ideal. Ya que nos es imposible lograr, en el mundo terrenal la pulcritud celestial, estamos obligados a juzgar dentro de las posibilidades más perfectas, que nuestra mente nos pueda dar. Y esa aproximación es la que nos ofrece una potente Justicia Castrense, con doctrinas y dogmas, amplia y claramente establecidos. Y con mucho conocimiento de los acontecimientos militares y del entorno que los condicionan y los influyen.


Avión militar carguero. Austero transporte funerario para los héroes.

El sacrifico de las tropas, en la batalla de las Delicias, fue una valiosa lección de entrega, sacrificio y lealtad patriótica, que nos condujo a reflexionar sobre la guerra que hemos librado por tantos años. De tal forma que la sangre de sus soldados fertilizó las doctrinas militares futuras, donde han germinado los éxitos que en el presente estamos cosechando. Así sean más tardíos que oportunos de lo que deben ser.
Su sacrificio no fue inútil ni estéril. Es fecundo y por ello, en lugar de condenas y descalificaciones, merecen nuestros honores y recompensas. Para esos valientes un: “Dios se los pague”. Aunque ellos suelen contestar en su coloquial y sencillo lenguaje, cuando reciben esa esperanza: “Él si paga, aunque se demora mucho”.
Aspiramos a que esta simple crónica sea solo una muy pequeña parte de la inmensa deuda que con ellos tenemos.



Tumba para el Capitán heroico.

Acostumbramos pensar que lo militar es la causa cuando realmente es el efecto. Quien más anhela no tener que combatir es el soldado, ya que es quien más sufre los dolores de la guerra.
En las democracias, el soldado, está supeditado a las circunstancias sociales y a los designios políticos. El militar es consciente que le obliga corregir con dolor, en los arrasados campos de la guerra, lo que sus líderes civiles no han sabido sembrar con amor, en los fértiles campos de la paz.

Por tanto, el militar merece especial consideración, como el del fuero de la Justicia Castrense, que lo juzgue con acierto. Donde la primera intención no sea la de presumir la culpa sino la inocencia, como ordena el máximo mandato, la Constitución. 

No hagamos inculpaciones para condenar sino conclusiones para mejorar. La mejor justicia es la que corrige en lugar de degradar. Incluso para disolver el rencor que produce el dar tanto por la nación y recibir de ella improperio. No la vengadora sino la reparadora. La que es constructora en lugar de destructora.

Tres Esquinas. Inexpugnable.
Lo que vino luego. De lo que aconteció después nos lo da la crónica de Orlando Restrepo con el título de “Tres esquinas, inexpugnable”. Publicada en la prensa nacional, que trascribimos.

“La gigantesca carpa verde oliva parece un hangar para aviones. Emerge, desafiante, desde un costado de la pista de aterrizaje. Fuera de ella, antenas parabólicas y otras estructuras metálicas miran al cielo y escudriñan cada movimiento que se produce en los miles de kilómetros de las selvas y llanuras del sur de Colombia.

“La descomunal instalación, que esconde en su interior equipos de inteligencia y tecnología de punta en comunicaciones. Fue levantada en menos de dos meses por asesores estadounidenses en Tres Esquinas (Caquetá). Una antigua base aérea construida durante la guerra contra Perú, situada a una hora y 20 minutos de Bogotá, por avión, y en medio de 77.000 hectáreas de cultivos de hoja de coca.

Su estratégica posición, cerca de las zonas de producción cocalera más importante del país (Putumayo, Caquetá y noroccidente del Amazonas), pesó para que el gobierno de EE UU concentrara sus esfuerzos en convertir a Tres Esquinas en la fortaleza antinarcóticos más grande de Colombia.
La mayor parte de la ayuda estadounidense, 1.300 millones de dólares aprobados por la Cámara de Representantes del Congreso de ese país, será destinada a esta base. Una fortaleza abanderada de la nueva batalla contra el cultivo, producción y comercio de coca.


De arriba a abajo. Selva. Pista. Casas. Hospital y río.

En Tres Esquinas, bajo la carpa, oficiales de las FF MM de Colombia coordinan desde ella, la más grande fuerza élite del país: 8.000 hombres de la FUTACAL y el recientemente creado Batallón contra el narcotráfico del Ejército, apoyados por miembros de las otras fuerzas y de la Policía Nacional.

Selva pantanosa alrededor de la carpa, en una actividad febril. Militares de la FAC, el Ejército, la Infantería de Marina y la Policía Antinarcóticos acarrean sacos de arena y forman una trinchera cercana a la malla periférica. Para ellos, esto es solo seguridad preventiva.
Uno de los uniformados que ayudan a levantar la trinchera es el soldado Martínez, un bogotano de 21 años que llegó el miércoles a la Base. El no cree en un ataque de la guerrilla. Con toda esta selva sería suicida que la guerrilla intentara un asalto. No saldrían vivos, dice con vehemencia.

En apariencia, la afirmación del militar es cierta. Tres Esquinas, una guarnición de 1.500 hectáreas, es casi inaccesible. Sobre la margen izquierda del río Orteguaza, en el que confluye el río Caquetá, la Base está resguardada por espesa selva, ríos, pantanos y soporta siete meses de lluvia ininterrumpida cada año.

Es un aislamiento aparente, porque los aviones no tienen limitaciones de tiempo ni de condiciones atmosféricas. Pueden llegar las 24 horas del día desde cualquier punto del país, sostiene el Coronel Mario Alberto Rodríguez, comandante del Grupo Aéreo del Sur, unidad que existió hasta hace dos años”.

La seguridad también se ha fortalecido. En las instalaciones construidas por EE UU, la base cuenta con equipos técnicos para recibir imágenes satelitales y para interceptar señales de radioteléfono en los departamentos de Caquetá, Putumayo y Amazonas.

Los equipos son manejados conjuntamente por militares colombianos y asesores estadounidenses. También controla las estaciones de radar de Tres Esquinas, Marandúa, Araracuara y Mecana.

El radar

¿Otro Vietnam? Pero el aislamiento geográfico de la base podría ser contraproducente. En opinión de un estadounidense experto en movimientos contrainsurgentes durante la guerra en Centroamérica, Tres Esquinas puede considerarse la Dien Bien Phu colombiano.
El experto se refiera a una base militar francesa, situada en lo profundo de la selva indochina, y tomada por las fuerzas norvietnamitas en 1953, durante la guerra de Vietnam. Su aislamiento fue su perdición.

Todo es posible, pero estamos alerta las 24 horas del día. Tenemos facilidad de movilización y un sistema de detección de aeronaves y de grupos de personas en la selva. Tampoco descuidamos los centinelas en los alrededores, agrega el coronel Rodríguez.

Pista actual

El oficial señala la pista de aterrizaje, de 2.060 metros de longitud, que está en el lado opuesto a la margen del río Orteguaza. La pista es el eje en torno al cual fueron construidas las instalaciones: hangares, sedes administrativas, alojamientos, casinos y centros de reentrenamiento para oficiales, suboficiales y soldados. Al igual que un pequeño barrio, Mandalay, para 60 familias que trabajan en la guarnición. El pequeño pueblo tiene una escuela, iglesia, un hospital de segundo nivel y tiendas comunales.

En la Base permanecen un promedio de 15 aeronaves, entre helicópteros Bell 212 y Hughes 500 y aviones Caraván y Gavilán, que realizan vuelos de seguridad día y noche. Cerca de la pista, como un pequeño cultivo de hongos verdes, se levantan las tiendas de campaña de los soldados del batallón contra el narcotráfico del Ejército. Desde hace unos meses construyen trincheras y defensas antiaéreas, saben que permanecerán allí por mucho tiempo y quieren estar preparados.

Estamos rodeados de 2.500 terroristas del bloque sur de las FARC, son ocho frentes, que tienen el monopolio del comercio de la coca y nosotros venimos a acabar con eso, asegura el general Mario Montoya Uribe, actual comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta.
Él y sus 8.000 hombres tendrán la tarea de utilizar los recursos estadounidenses y mostrar resultados contra el narcotráfico, a corto plazo, en una zona donde está más del 55 por ciento de los cultivos de hoja de coca de Colombia. Estos cultivos producen anualmente 517 toneladas y con ellas la guerrilla se gana aproximadamente 1.800 millones de dólares.

Son casi las 5 de la tarde. Grupos de 20 soldados pasan trotando por las calles de barro rojo que unen las distintas instalaciones de la Base. Revisan sus armas y el oficial señala, entonces, una leyenda escrita sobre madera en uno de los cambuches de los soldados: “Dios concede la victoria a la constancia”.

Las modernas obras  actuales.

32. ENTRE LEONES Y RATONES


32. El método. Teníamos que participar en algo, de lo que habíamos descubierto, a los soldados para que percibieran, de una forma realmente creíble, la amenaza. Aunque algunos de nuestros asesores, en especial el Mayor Comandante de la FUTACAL, estaban en desacuerdo de dejar en evidencia ante la tropa sobre esa peligrosa fuga de información. Creía que podría interpretarse como una grave debilidad de nuestro sistema de defensa y, por ello, pérdida de moral de combate de los soldados.

Decidimos correr el riesgo. Iríamos personalmente ante los soldados, sin hacer mucho alarde de autoridad ni amenazas atemorizantes. Más bien con humilde actitud de reconocimiento de falta de fortaleza en cuanto a la posible infiltración. Pero demostrando nuestra determinación a combatir en un ataque. Y no seriamos para hacerles un cuento sino para mostrarles completamente el documento que demostraba, sin ninguna duda, lo que no les podíamos trasmitir de palabra.

Pero también confianza al hacerles ver con crudeza y claridad la realidad. La que era tan peligrosa para nosotros, por ser los altos mandos del lugar, como para ellos como subalternos. Dudábamos pero confiamos que ante las lealtades y dedicaciones que habíamos visto en los simples trabajos en logística, como el de la búsqueda del agua para solucionar sus graves necesidades básicas, podría tomar el asunto por la vía positiva antes que la negativa. Era ambiguo para nosotros, hasta ese momento, la teoría de lograr entusiasmo en la actitud combativa por la vía de la logística. Luego nos dimos cuenta que el interés por las necesidades de la tropa tiene tanta, o hasta más importancia sicología en los ejércitos, como el entrenamiento en el empleo de las armas y las maniobras. Ellos estaban agradecidos por habernos interesado tanto en su calidad de vida.

Asumimos que era igual a las dudas que nos asaltaron en la noche de Las Delicias. Sorpresivamente ingresamos al patio central de la casona del cuartel solo acompañados de un oficial ayudante y el mayor comandante de la infantería de aviación. Mandamos reunir a todos los soldados disponibles de ese cuerpo de soldados no profesionales. Les explicamos el motivo de importancia de esa visita intempestiva. Por supuesto que se interesaron en la comedia, pues no solo era motivo de inquietud sino hasta de distracción. Como siempre.

Por esos días habíamos estado sometidos a mucha tensión aumentada con las especulaciones sobre la desmesurada demostración de fuerza del enemigo y, por supuesto, del  peligro que corríamos todos. Algo poco corriente sería un agradable rato de distracción para ellos olvidar sus preocupaciones. Y quien mejor que el comandante para lograrlo. O hacia el ridículo suplicandoles una entrega absoluta, porque podía estar muerto de miedo, o les enseñaría algo interesante. 

Para magnificar sus temores y la importancia de su lealtad y el deber que teníamos todos, les narramos como habían podido infiltrar nuestra seguridad y secreto hasta lograr tanto detalle. Lo demostraba la minucia de la información recopilada. En la medida en que lenta, pero progresivamente les dejábamos clara la importancia de todos y la de ellos en una situación de ataque. Observábamos las caras y los comportamientos.

Algunos cabizbajos, escudriñaban la cartulina con incredulidad y  trataban de ocultar sus temores. Otros comenzaron a mirarnos directamente a la cara sin interesarse por el plano extendido ante ellos pues conocían bien y en forma real todo lo que estaba en él. Hacían lo mismo que nosotros. Buscaban en nuestra actitud si lo que les estábamos revelando era debido a miedo o excesiva confianza.

El lenguaje subliminal. Después de un rato de exposición y adoctrinamiento, dejando entrever que era inevitable que estuviésemos infiltrados, surgió lo que menos esperábamos y lo menos previsto. Algunos soldados comenzaron a mirar con mucha sutileza a un soldado que permanecía totalmente inmóvil. Notó que era observado con miradas rápidas y frecuentes por sus compañeros y no soportó más la presión sicológico colectiva.

Nos interrumpió para dar su opinión. Inicialmente algo moderado en sus palabras fue exponiendo su apreciación general. Después pasó a resaltar que el peligro era mayor para los comandantes que para la tropa. Para ello se centraba en mostrar cómo nuestras oficinas y hasta la casa era una de los dibujos más notorios. Con identificación propia. Mientras las demás simplemente no tenían tanta importancia porque no incluía el grado  ni el cargo de quienes las ocupaban. Por la fluida capacidad de expresión, buena destreza en la palabra y uso de términos poco corrientes, evidenciaba que era un soldado analítico. Que había sido capacitado algo más de lo que era habitual en la tropa.

Un traidor. Con ello parecía que pretendía ganar confianza positiva dentro de sus compañeros, a favor de sus argumentos, y negativo para con nosotros. Y hasta posiblemente atemorizarnos. También, que estaba disgustado porque habíamos capturado esa vital información y la habíamos mostrado a toda la tropa a manera de estímulo para el combate. O como si se hubiese perdido un valioso tiempo y los esfuerzos en recopilarla. Lo que era tan importante que quien la perdió no la habían sabido resguardar. Hasta algunas veces acompañaba su discurso con manotazos reflejos y cierto aire de disgusto.

Lo dejamos que progresara en esa dirección. Ya los demás no lo observaban por lo interesante de su tema sino porque descubrieron que sus ocultas dudas sobre su compañero eran reales. Las que los habían inducido a observarlo con detenimiento y no se habían atrevido a delatar, porque tal vez antes había logrado atemorizarlos si lo denunciaban. Pero era el momento de no callar más. Por eso las miradas pasaban rápidamente de él a nosotros como esperando que reaccionáramos al momento. Como eso no sucedía y permanecíamos impávidos, sospecharon que no nos inquietaba su rabieta. Que, tal vez, estábamos aprovechando para que se autodescubriese lo más posible, que era nuestra real pretensión de la visita. Y que, en ese caso, era prudente dejar para después las consecuencias de lo acontecido y así  ganamos más confianza en ellos.

En un momento, cuando sus ideas se le agotaron y ya comenzaba a ser repetitivo, fue el momento de interpelarlo porque empezó a ser aburrido. Tampoco le estaba favoreciendo su forma de hablar. Aunque se cuidaba de no usar términos y conceptos aprendidos literal y mecánicamente, en tediosa cátedra propia de adoctrinamiento insurgente. Era evidente que incluía la verborrea de guerrillerada raza.

Entonces dijimos unas cuantas palabras de conclusiones y de nuestra mejor disposición para ayudarlos y dirigirlos con la mejor destreza si llegase a ser innecesario un combate defensivo de toda la Base Aérea. Que les reforzaríamos la dotación de armamento. Pero lo más importante era que debían deshacerse de las dudas que había propalado el General Rumor.
Dentro de la cual estaba el desconsolante comentario de que les suspenderíamos su licenciamiento próximo aduciendo la indispensable necesidad de defender la Base con ellos, como tropas ya entrenadas y veteranas.

Que otras tropas habían sido alistadas en las demás bases de la FAC para ser llevadas rápidamente por vía aérea si lo necesitáramos. Eso sólo era parcialmente cierto. Pero les impactó tanto que se relajaron completamente y hasta expresiones de agradecimiento demostraron por nuevamente ser considerados con sus preocupaciones y necesidades. Habíamos ganado total confianza y, por supuesto, descubierto la vía de la fuga de la información y al desleal traidor.

Las consecuencias. Después supimos que ese enemigo ya había conquistado a algunos miedosos que fueron neutralizados por la mayoría de sus mismos compañeros. El sacado del anonimato se vio tan supervisado que captó que su situación podía serle peligrosa. Por ello decidió desertar unos pocos días después.
Lo que no calculó era que el ir a buscar acogida y protección con sus compinches, era lo más fatal que pudo hacer  por haberse dejado poner en evidencia. lo mismo que los otros casos anteriores y a contados sobre asuntos logísticos y de seguridad. Desafortunadamente muchos de los guerrilleros rasos ingenuos y por ello amenazables o embaucables, creen que en la cultura insurgente existe la lealtad completa, sin darse cuenta que es al contrario.
Si quieren atemorizar o cobrarse una venganza, por algo ínfimo, como el comerse una panela sin permiso, la solidaridad no existe. La brutalidad es su único y exclusivo método de lograr adhesión. Método que llega al fusilamiento por simple gusto y como doctrina regular de ejercer la autoridad brutal.

A pesar de que tratamos de hacerle un detallado seguimiento de inteligencia, su existencia fue, en adelante, totalmente desconocida para nosotros. Como si hubiese pasado al similar hermetismo que se da en el sepulcral silencio de los difuntos.
     

Insignias de General.

Los visitantes. Con motivo del suceso, llegó a Tres Esquinas toda una constelación de Barras, Estrellas y Soles, a averiguar por lo que había acontecido. Casi todos del Ejército pues, parece que la desgracia de esa unidad les hizo caer en cuenta que Las Delicias existía y su historia. Tal vez recordaron lo que habíamos sugerido y que, el comandante del batallón de La Tagua, que dependía de ellos, había solicitado, replegar ese destacamento demasiado avanzado hacia las fauces del enemigo. Lo que también había sido negado desde Bogotá, como él mismo nos lo confirmó.

Por supuesto que esa sugerencia era contraria a nuestra idea de que las FF MM deberían ser de desconcentración. Pero una la retirada planificada, cuando un caso específico lo indique de apropiado, es una demostración de acertada táctica de combate. En lo militar no todo es absoluto y siempre fluctúa entre lo garantizado y lo indefinido. En eso se basa lo que el General Mosquera solía recordar: La castrametación. O cuando Bolívar combatió a los centralistas de Nariño. Siendo él ferviente seguidor de esa doctrina. Pero que le era indispensable para que Camilo Torres le volviese a dar otro Ejército para liberar a Venezuela y luego a la Nueva Granada. Y las tres cosas las logró.

Extrañamente no se dirigían a La Tagua, donde está aposentando ese batallón subalterno del Ejército, responsable de esa destruida unidad militar, para pedir razones. Llegaban a Tres Esquinas, quienes no teníamos bajo nuestra responsabilidad dicha Base. Además de que estábamos totalmente por fuera de la línea de mando del Ejército.

Se notaba que algunos tenían la presunción de encontrar algo en que hubiésemos fallado para descubrir un culpable en quien descargar las consecuencias y desviar la atención de las causas periféricas y contribuyentes. Las que pudiesen llegar a estar próximas a alcanzar a las órbitas al centro de Vía Láctea. Por ello, les era importante encontrar las que dirigieran las responsabilidades hacia afuera del centro de la galaxia.

Los mismos que nos obstaculizaban son sus dudas, falta de decisión y leguleyadas, a quienes estábamos en la periferia del cosmos nacional y donde realizábamos las verdaderas operaciones de combate. Éramos los cometas errantes pero atrapados por la poderosa fuerza gravitacional de mil soles. Seguía latente la doctrina del EMC que habíamos conocido.

Los altos mandos y las autoridades de control. En esos mismos vuelos comenzaron a llegar, con los muchos altos mandos militares, autoridades de supervisión interna, que estaban interesadas conocer, de primera mano, tanto lo que había acontecido como lo que estábamos haciendo. Los atendimos a todos en la mejor forma. En especial a las autoridades civiles de control del estado y otras personalidades, a quienes les dimos la información preliminar. Con ella nos debían adelantar las investigaciones de tipo penal, disciplinario y administrativo, por todo cuanto presumían que no habíamos actuado con la debida suficiencia, prontitud o acierto. O hasta también un factible exceso.

No prevalecía el principio de la buena fe y menos el de la presunción de la inocencia. Y eso que ya teníamos nueva Constitución Nacional. La prioridad era la vieja tradición de pensar, de antemano, que siempre las cosas están mal hechas. Evaluadas por quienes casi nada saben del asunto y observan los toros desde la barrera. Si mucho desde el burladero. La idea era la de encontrar alguna deficiencia en el apoyo que dimos. Ya fuese por defecto o por error en nuestras decisiones y procedimientos. No importaba que esa deficiencia fuese consecuencia de órdenes dadas por ellos mismos. De esa forma buscaban un San Benito en quien direccionar las culpas para reducir la posibilidad de que alguien descubriera que gran parte del error había sido el producto de sus mismas actuaciones.

Esos organismos de control estaban más concentrados en lo que faltaba por hacer, así fuese en lo que no podíamos hacer por insuperable deficiencia de recursos, que en lo mucho que habíamos logrado con los pocos medios disponibles.

Después de eso terminó la parte bélica. Se inició la batalla más difícil para un soldado, la jurídica. La tropa teme más al enemigo interno que al externo. El último puede acabar con su vida en un instante. El otro le ocasiona una agonía eterna. Aunque la institución militar solía dar respaldo a sus hombres en lo militar, en cuanto a lo judicial ignoraba demasiado a sus subalternos. Todo cuanto fuese relacionado con las investigaciones administrativas o penales se hacía bastante la desentendida. Dejaba que el involucrado se defendiese, a título personal, ante los entes investigadores y de control cuando se traba de la procuraduría, la contraloría, la fiscalía y demás. Hasta permitía que la justicia penal militar fuese relevada o suplantada por la jurisdicción ordinaria. Además de dejar que el afectado costeara, de su propio pecunio, que normalmente es solo el salario, los gastos de defensa.

No importaba que lo que debía investigarse fuese producto de su desempeño profesional como causa y razón del servicio. Y cumpliendo su deber y órdenes. Eran dos enemigos. Las balas y los tribunales.

Los tribunales

El General Comandante General. Después de esa avalancha de lumbreras cósmicas, que nos azotaban con sus coletazos de destellos fugaces, días después, con los ánimos y las emociones más apaciguadas y de último, llegó el astro que más alumbra: El Comandante General de las FF MM.
La máxima antigüedad y autoridad militar en la nación. Era el personaje más importante que nos visitaba. Después del Ministro de la Defensa, cuando fue a inaugurar la planta de tratamiento de aguas, un cargo político. El Comandante General, en el fin de  año anterior, había estado, momentáneamente, en la unidad llevando una delicada cortesía de regalos navideños para la tropa.  

Afortunadamente, era una persona permeable y sin prevención. Como no se hizo o, hasta, ordenó que no se anunciar su visita, como es el protocolo militar. Por ello no teníamos previstos ni le hicimos los obligados honores ceremoniales que ordenan los reglamentos. Llegó como una persona corriente sin preaviso. Personaje comprensivo y sin esa actitud precalculada y perseguidora de los rangos inferiores que acostumbran demostrar sus altos poderes a los subalternos para afincar su autoridad, por vanidad o para deslumbrar favorablemente a sus superiores.

Nos impresionó con su actitud amable, receptiva, deseosa de saber sinceramente y sin ningún prejuicio preelaborado, la realidad de nuestras circunstancias en la primera línea de batalla. Con el deseo de aportar para solucionar y apoyar, en lugar de hostilizar y de acusar. Con un pensamiento proactivo, permeable, racional, comprensivo y contribuidor. Sin deseos de persecución ni recriminación. Facetas propias de un buen líder que acompaña a quienes sufren los apremios más directos de la confrontación.

Los que le antecedieron. Los anteriores mandos también habían llegado expresando, de antemano, sus intenciones en ese mismo sentido. Pero era evidente que esas explicaciones no pedidas ni necesarias para con un subalterno, eran postizas y solo debidas a la gravedad de lo acontecido. Preferíamos el silencioso lenguaje actitudinal pero convincente del Comandante General, al del poco creíble de los demás mandos locuaces por ceremonialismo. 

Nunca antes se habían interesado por la realidad que se vivía en esa región del país, a pesar de haberla puesto en evidencia con nuestra sugerencia de replegar la Base de Las Delicias. Las solicitudes fracasadas de apoyo de combate con eficaces bombardeos y la ambigua respuesta a nuestra solicitud de retiro del puesto de infantería de aviación del municipio de Solano. Además de la mencionada reducción del equipo aéreo que apoyaba a la FUTACAL.

Estaban inquietos. No por la amenaza real sino por las críticas que surgían como relámpagos en los medios de comunicación. Las mismas que eran la comidilla de la eficacia institucional en la capacidad de combate y en el control de la amenaza pública armada de los grupos terroristas fortalecidos en esa área de la nación.
Se interesaban más por complacer y evitar las críticas de la prensa y los medios noticiosos, que a las doctrinas y los análisis militares.

El diálogo. El General Harold Bedoya nos propuso un diálogo cordial y eso nos abrió las puertas para intentar poner en evidencia lo que tanto nos inquietaba y teníamos reprimido. Llegó directo a la oficina. Después de una corta introducción de lo acontecido le explicamos los hechos. Escuchó con atención sin dar ninguna apreciación ni valoración.

Nos dijo que deseaba dar una caminata por la Base Aérea para crearse una idea de cómo era. En ocasión anterior había estado en la Base pero solo unos cortos minutos porque estaba en gira por la región llevando un mensaje de navidad para los soldados, y por eso no la conocía.

Con su moderada calma y serena actitud, que contrastó con las de los anteriores, nos dio confianza para dialogar con la tranquilidad de ser más un apoyo que otra preocupación adicional a las tantas que habíamos tenido y que nos habían traído. Aunque parecía tener en su mente problemas graves que debían ser los habituales de su pesado cargo.

Por eso lo invitamos a tomar un refresco caminando la corta distancia desde la oficina donde estábamos al casino de oficiales. Podía ver las instalaciones. Además de lograr un ambiente más relajado, por fuera del acartonado y la fría atmósfera de los despachos militares.

El casino está sobre el sereno y majestuoso río Orteguaza. Su terraza posterior brinda una bonita vista sobre el cauce y donde se ve la selva densa que cubre la otra orilla. Notamos que le había gustado la vista porque se quedó en silencio contemplando la densa naturaleza. Nos preguntó que si esa era ya la jungla virgen del Amazonas, como para captar de cerca al ambiente en que vivíamos y la situación más real de nuestro entorno. Estaba impresionado por su proximidad y la forma de cómo rodea todo el complejo militar en un abrazo de indomable gigante natural.

Los supersónicos. Mientras tomábamos el refresco, contemplando la abrumadora jungla, nos informaron que una escuadrilla de aviones Mirage había salido de la Base Aérea de Palanquero, ubicada en la Dorada, Caldas. Procedían a hacer una pasada baja sobre Tres Esquinas en un acto de solidaridad y demostración de fuerza para levantarnos la moral.

Pensamos que había sido, quizás, iniciativa del Comando de la FAC en esos momentos difíciles que nos había dejado el combate de las Delicias. Era factible que fuese para ratificar lo que nos había dicho cuando nos comunicó el nombramiento para esa Base Aérea, de contar con su respaldo y apoyo. O que, conocedor de la visita del Comandante General, quiso que se enterara del fuerte respaldo con que contábamos de parte del alto mando de la FAC. Todo era probable pero la diferencia estaba en que nunca, por esa unidad fronteriza, hacían presencia aviones supersónicos, que son la máxima expresión de poder aéreo en la nación.

Era una situación, para nosotros en Tres Esquinas, inusual y extraordinaria. Claro que para el personal de la unidad también fue motivante e impactante. Se dieron cuenta que el risueño proyecto de un CACOM era más serio y determinante que lo que les había parecido cuando se lo informamos.

Recordamos la falta que se nos había hecho esos aviones cuando nuestros hombres habían destruido los laboratorios de Remolinos. Y de cómo se nos había obstaculizado para negarnos el apoyo aéreo de bombardeo, que de seguro habría disuadido el ataque a Las Delicias.

La oportunidad. Se nos ocurrió que era la oportunidad especial para poner en evidencia las limitaciones que teníamos para combatir con efectividad. Las debidas a los complejos procedimientos para obtener una autorización de apoyo de bombardeo cuando era necesario.

Para que no se asustara, con la retumbante sorpresa que produce el fuerte ruido de las turbinas, le hicimos saber el inmediato sobrevuelo bajo de los aviones. Algo incrédulo nos pidió que le ratificáramos esa información. Entonces le explicamos cómo los aviones, que estaban próximos, en poco tiempo pasarían en formación de escuadrilla de alta velocidad sobre la Base en un acto de acompañamiento. Así fue. Aún estábamos hablando cuando aparecieron sorpresivamente los aviones en vuelo bajo sobre la selva, casi rozando sobre las copas de los árboles del otro lado del río, dirigiéndose directo hacia nosotros. Pasaron raudos a poca altura con un gran rugido de turbinas, impactando con su impresionante velocidad y demostración de fuerza.

Como la provocada por uno solo de ellos, y estos eran dos, durante el discurso de Timochenco en la ceremonia de firma del acuerdo del gobierno con las FARC en Cartagena. Algo similar a las demostraciones aéreas en la Feria Aeronáutica en Medellín.


Mirage

Después del paso de los aviones, le explicamos que en muchas ocasiones valiosas se requerían la toma de decisiones inmediatas para hacer uso de la potente capacidad de fuego de los aviones lo cual no siempre era fácil. El procedimiento no se podía demorar porque consumían mucho combustible que necesitaban para el regreso al centro del país después de un ataque. Y nosotros estábamos casi en la frontera.

Lo que no sabía. El General nos preguntó que si nosotros lo hacíamos cuando los motivos lo ameritaban. Por la pregunta nos dimos cuenta que no estaba enterado que era él la única persona que tenía la potestad para ordenar o autorizar un bombardeo. Vimos que debíamos explicarle, con respetuosa diplomacia, sobre esa orden.

Además de que las solicitudes se debían procesar a través del Centro de Operaciones FAC lo que complicaba el trámite. Era difícil que una persona ocupada pudiera atender asuntos tan ocasionales, alejados del teatro de las operaciones y sin el debido conocimiento de circunstancias que surgían en forma repentina. No se podían evaluar asuntos propios tales como la oportunidad, la sorpresa y la flexibilidad, principios fundamentales de la guerra. Se quedó meditando un momento el asunto para, luego, añadir que había que revaluar esa situación.

Le dijimos, usando la cordial confianza infundida, lo que en Bogotá sus subalternos no hacían. Porque según ellos eso era evidenciar una falencia o, como mínimo, una incomodidad para el comandante. Pensaban que serían vistos como un irrespeto a su autoridad. Anacronismo que riñe con todas las teorías del manejo de un conflicto y la eficacia demandadas por las circunstancias sobre el uso del poder militar.

Por eso siempre hemos pensado que el conflicto interno colombiano tiene muchas complejidades que lo prolongan sin razón. Las graves deficiencias de gobierno para el desarrollo nacional. Falta de liderazgo político sobre orden público y seguridad nacional. Desconocimiento del adecuado empleo del poder político/militar. Y desaprovechamiento de la eficacia, la moral y patriotismo con capacidad de combate de las FF AA.