AERONAUTAS Y CRONISTAS

martes, 4 de febrero de 2014

40 DIAS EN EL VAUPES. PARTE 19



40 DÍAS EN EL VAUPÉS
 1950
PARTE 19
•         LOS PADRES EMPIEZAN A ROMPER LA TIERRA. Esta mañana estuvimos visitando una chagra a 5 km de distancia que habían iniciado los padres. Me proponía estudiar la posibilidad de que por ahí se hiciera la carretera Mitú Montfort, pero era casi imposible así fuera sólo para qué pasara Jeep, ya que ahí varios garapés aunque de poca profundidad. Estaban tratando de hacer una calzada de 12 m y un puente de tres, con maderas incorruptibles pero no es fácil. También estaba tratando de ver si se podía sembrar algunas plantas alimenticias y pasto para ganado, con el fin de traer animales de leche, carne y bestias de transporte.

•         LA VEGETACIÓN Y PRODUCCIÓN. Mucho he pensado en este que han dado en llamar “el infierno verde”, que en realidad lo es. En efecto, es tan escasa la capa vegetal, formada de las hojas de los árboles solamente, que por todas partes, cavando un foso, se da con la eterna roca. (Comentario. Solo en algunos lugares porque en la mayoría es la eterna arcilla). En muchos lugares ni siquiera hay vegetación. Para lo que sí sirve esta tierra es para la producción de resinas.

•         LA SIRINGA. El llamado “hevea" que produce la resina o goma, más excelente entre las gomas de otras partes, la llaman aquí "siringa". El conjunto de árboles lo llaman "siringales" y la extracción misma la llaman, "siringa". La leche del caucho la llaman "látex". Una gran riqueza que se podrá triplicar cuando nuestros indios empiecen a sembrar y explotar por su cuenta, ayudados por los gobiernos y por los padres. Se produce igualmente la "balata". Un caucho de menor calidad pero se produce en proporciones enormes, especialmente en el pasado cuando se exportaba a Londres para fabricar miles de objetos. Se produce también el “chicle”, sacado de una tercera variedad del caucho. Hay una cuarta resina: el “caraño”, para mil aplicaciones en medicina. Una quinta resina, “el incienso”, de un perfume agradable, aún antes de quemarlo. En fin, “la brea vegetal”, sacada del árbol llamado “breo”.

•         LAS MADERAS. La palmera llamada "Piasaba" de una fibra de color café claro, sumamente fina con la cual fabrican las espías o cables de las embarcaciones y se exportan rollos para escobas, cepillos y otros objetos. Esta fibra tiene la propiedad de ser incorruptible. Las maderas me parecieron muy raquíticas. Por eso no se pueden establecer aserríos de madera manera comercial. Hay maderas finísimas pero delgadas relativamente, por lo cual no son explotables. No hay minas de ninguna clase en explotación.
 
FIBRA DE PIASABA
•         LEYENDA SOBRE LA VIRGEN. Una monja me contó la historia de esta manera. “Hacía muchos años que una señora llamada María vivía dentro de los indios. Había tenido numerosa descendencia con la cual me puede informar sobre la leyenda. La anciana María había traído, sin que se sepa de dónde, una joven muy linda que les enseñaba cosas muy grandes sobre Dios, el cielo y el infierno. Les advertía que debían vivir según la ley natural para no condenarse. Que les mandaría en un tiempo determinado, padres y hermanas. (Se interpretaba como sacerdotes y monjas). La gente iba en peregrinación a la maloca de la anciana María a cantar alrededor de una cruz, que la niña hermosa le ordenó clavar en mitad de la maloca. Les enseñó un canto para la ceremonia”.

•         OTRA VERSIÓN. La tataranieta de la señora Maria me narró de esta otra: “La anciana María había parecido entre los Desanos en el Garapé Basai, que desemboca en rio Macú. Hace entre 90 y 100 años, trayendo una joven de extraordinaria belleza que se llamaba también María. No se sabía a qué tribu pertenecían, tanto la anciana como la niña.
 MUJER DESANA
La anciana cuidaba mucho de la niña y guardaba agua en un ánfora de cristal. En esa agua ungía los ojos de la niña la cual se quedaba dormida y soñaba. Cuando despertaba cantaba y luego enseñaba que existía un Dios, que Dios tenía madre, que era sin pecado. Les hablaba del cielo y del infierno, los obligaba cumplir la ley natural so pena de caer en el infierno. Les anunció que, pasado un tiempo, vendrían misioneros y misioneras, a enseñarles que hay un Dios. A llevarlos a todos al cielo. Describía a los Padres y Hermanas con su vestido sin distintivos. Todos estos anuncios los hacía junto a una Cruz que todavía existe entre las malezas de la vieja maloca. Cruz hecha de corazón, madera muy fina. Todas las tributen venían de lejanas tierras a conocer y escuchar a la anciana María y a la hermosa niña.
En las malocas establecieron desde entonces fiestas en honor de la hermosa niña. La niña señalaba los meses para la celebración y los días que debía durar la fiesta la cual todos traían flores para ofrecerlas, al tiempo que debían bailar en rededor de la cruz adornada con hojas. Entre los Desanos hay nietos y tataranietos de la anciana. 
Escuchando el canto que les enseñó la niña, me pregunto: ¿serán ecos de los antiguos signos que cantarían los jesuitas en la región que ellos evangelizaban para el año de 1879, cuando fueron arrojados ignominiosamente por los gobiernos liberales? Lástima que cuando "la virgen" vivió con la anciana María, ésta era tierra colombiana, que por fuerza del destino pasó a ser brasilera.

40 DIAS EN EL VAUPES. PARTE 18



40 DÍAS EN EL VAUPÉS
1950
PARTE 18
•         LA CREACIÓN DEL HOMBRE. Hace muchísimos años que Dios subió por el Río Negro y entró por el Vaupés, con una gran canoa llena de peces y aves. Cuando llegó a la isla de que dista unos 150 km de las bocas, arrimó a una gran piedra en la cual se ven aún las señales. En seguida arrojó los peces que llevaba y con su gran poder los trasformó hombres y así aparecieron las tribus. Antes de dispersarlos el Dios colocó, a cierta distancia, una escopeta diciéndoles que el primero que la cogiera quedaría más cerca de los blancos mientras que los otros tendrían que va avanzar más arriba. Todos corrieron. Uno de los Desanos llegó primero y la cogió. Entonces los Desanos se establecieron abajo de la isla de Jacaré, cerca de los blancos y los otros en el Rio Negro hasta las bocas del río Curicuriarí.

•         LOS MACUES RAPTAN UNA BLANCA. El relato que vamos a hacer no es leyenda sin un hecho histórico, ocurrió en tierras actualmente brasileñas. Lo hizo en lengua Geral (yeral) doña Luciana Wenceslao de Cándido, hecha prisionera por los Macues con un hijo pequeño y vertida al portugués por el padre José Leao en 1942. Sacerdote salesiano. Contó: “En 1927, cuando yo estaba en compañía de mi esposo Feliciano Cándido y otros parientes que trabajábamos en la extracción de balatas (caucho) en el Río Maya, afluente del Caburí, fuimos asaltados por los indios salvajes Macues.


SANGRADO DEL CAUCHO
El primero que cayó víctima de las flechas envenenadas fue mi sobrino Cándido de Oliveira, quien habiéndose arrastrado unos 200 m de distancia fue ultimado a garrotazos. Yo hui despavorida detrás de mi marido y de mis parientes llevando conmigo a mi hijito de dos años, Franquelino y sosteniendo con mis manos a otros de cinco. Con los Macues persiguiéndonos de cerca disparando sus flechas envenenadas, clavaron una de ellas en pleno pecho de mi hijito de cinco años. Este quedó muerto inmediatamente sin lanzar un grito. Cuando empecé a llorar y gritar de dolor y desesperación, los indios me alcanzaron y me hicieron prisionera junto con mi otro hijito.
Me obligaron a andar durante seis días en la selva hasta las cabeceras del río Maya. Después de este largo viaje, que me dejó extenuada, llegamos hasta las propias habitaciones de los Macues. No constaban de grandes malocas comunes como es costumbre entre los indios, sino de casi un centenar de casas chicas independientes unas de otras, cubiertas con hojas. Los ranchos formaban un cuadrilátero, dejando en medio una ancha plaza de 100 m por 200, poco más o menos. Grande fue mi asombro al encontrar allí tanta gente, pues había unos 300 hombres, sin contar las mujeres y los niños. Eran hombres de amplias espaldas, complexión fuerte robusta, de una altura media de 1.65 m.
El color de los Macues, si se compara con las otras tribus, es más claro, quizás porque ellos viven en la sombra del bosque y no expuestos a los rayos calcinantes del sol tropical. Los hombres se rapan los cabellos, dejando apenas una porción en forma circular que pintan de color rojo, extraído de la planta Urucú. No usan traje algunos de los hombres ni las mujeres, comprobando con esto que yacen en máximo grado del salvajismo. Pude darme cuenta de que hay otras poblaciones indígenas más populosos aunque la primera, en las selvas colindantes entre Venezuela y el Brasil. No existe la poligamia entre estos Macues. La prole es muy numerosa y muchos de edad avanzada, prueba que es una raza resistente.
 POBLADO INDIGENA
A pesar de mi convivencia de tres meses entre ellos, no me fue posible distinguir jefe alguno en la tribu. Parece que no existe porque la autoridad que se reconoce es la del padre de familia del lugar. A los primeros rayos de la aurora todos se levantan y salen al baño en el río cercano. No toman mingo (bebida india) sino agua sola. Los hombres, no bien clarea el día, después de pintarse de manera fantástica, salen todos a la casa de pacas, micos, dantas y otros animales, alimento principal de estos salvajes. No bien llegan a la casa, hecha en una gran olla los animales cogidos con piel, pelos y huesos. Durante largo tiempo los cocinan hasta que es reducido a un caldo espeso, casi sólido, que el jefe de familia reparte entre los miembros de su propio hogar. Los Macues no cultivan la mandioca sino sólo maíz y las habichuelas.
Entre ellos se respeta sobremanera la propiedad hasta tal punto que los ladrones los fustigan hasta de muerte. Pero es otro precio si se trata de los bienes de los blancos civilizados, tenidos por los Macues como enemigos implacables a quienes robar, maltratar y hasta asesinar no es ningún pecado, sino patriotismo. Sin embargo, aunque yo pertenezco a la raza blanca, no me maltrataron ni a mi hijo Franquelino, menos negaron alimento que nos dieron en abundancia.
Un día, aprovechando la feliz ocasión de que todos los hombres habían salido de cacería y las mujeres a sus chagras, me volé del poblado indígena, dirigiéndome apresuradamente hacia el oeste, llegando sin aliento y enflaquecida por el terror, después de una semana de viaje por el maya al Caburí, donde encontré aún a Gregorio Olava, uno de los que vivían con nosotros, el cual no había huido, y nos recibió con gran cariño a mí y mi hijo.
Gregorio nos procuró canoa para seguir nuestro viaje en busca de los seres queridos del hogar y la familia, quienes a mi llegada quedaron fuera de sí por la alegría de mi regreso”.