AERONAUTAS Y CRONISTAS

viernes, 10 de febrero de 2017

LAS PARADOJAS

LO QUE EL GENERAL NO CONTÓ

LA PARADOJICA AMISTAD

Con el General Alvaro Valencia Tobar tuvimos alguna proximidad. En una ocasión, siendo Teniente estudiante en el Instituto Militar Aeronáutico, fuimos invitados a una charla ideológica con el ya retirado General, en la Escuela de Suboficiales de la FAC en Madrid, Cundinamarca. En ellas se aproximó a ciertas discrepancias que tenía como militar con las políticas nacionales de ese momento.

Como no me gustó que no fuese directo y totalmente franco en su posición ideológica y estando yo imbuido de cierto espiritual rebelde con la institución por otros motivos, pedí la palabra para requerirle que dijese de manera clara si pensaba que se debía dar un golpe de estado militar. Eso le impactó mucho. De manera controlada dio una respuesta evasiva y se aplacó la tensa situación que causo mi intervención en el recinto.

Con el tiempo, él vivía en el lindante barrio Santana en Bogotá y yo en el Cantón Norte en los apartamentos fiscales. Por casualidad nos encontramos en el cajero automático de Davivienda que había en el supermercado Olímpica, próximo a la portería.

En la primera ocasión que nos encontramos y, siendo de una memoria prodigiosa, me reconoció recordándome el pasado evento pero sin rencor.  Como simple pilatuna de estudiante demasiado crítico

Admirando su nivel intelectual y lúcida inteligencia, reflejado en su capacidad para escribir, aproveché para iniciar una conversación. La misma que él aceptó, cuando le conté mi gusto por los asuntos históricos sobre los que él escribía y en los cuales era un experto. Por eso, a veces, conversábamos.

Él ya estaba jubilado y yo era aún un oficial activo de mayor grado. Tratábamos diversos asuntos sin ya las prevenciones del joven y atrevido militar del pasado. El mayor grado me había dado prudencia ante un experto superior en su condición de respetable veterano.

EL LIBRO

Estando yo ya también retirado del servicio, en el 2009, me resolví leer uno de sus últimos libros, quizás el último, publicado en ese mismo año, de varios que ha escrito.
En su relato pude darme cuenta que había dejado trunca una parte de sus recuerdos que me había comentado. En una oportunidad tratamos sobre las grandes paradojas que afronta el militar entre lo profesional, lo político y lo personal.



Algo me decía que a su libro le faltaba una segunda parte. La del final. La que me había narrado de palabra pero, tal vez, con inducido propósito intencional.
En los diálogos me había dado unas pautas, con diplomacia de mensaje subliminal, sin referirse directamente al tema pero si permitiendo dilucidar sus ideas periféricas. Como él sabía hacerlo con inteligente sutileza. Eran varias cosas.

EL INICIO DE ANORÍ

La primera paradoja de Anorí. Se inició cuando los restos de la cuadrillas de Fabio Vásquez Castaño logró huir de la persecución que le hizo Valencia, siendo Coronel comandante en la brigada de Bucaramanga, donde se produjo la muerte de Camilo. El aguerrido militar los había hecho pasar, en huida, el rio Magdalena hacia el noreste de Antioquia por los municipios de Segovia, Remedios y la Serranía de Simití.

Por ser otra jurisdicción, Valencia, no pudo continuar su persecución ya que la brigada colindante no se prestó. Una retrograda decisión, la de no adelantar una acción de cierre y tenaza. Le perecía inconcebible ya que eran compañeros de lucha contra el terrorismo y deber de su mutua misión.

Eso le permitió a los perseguidos unos años sin ofensiva efectiva. Durante ese tiempo la cuadrilla logró recuperarse hasta juntar una fuerza combatiente de unos 300 hombres. Eso obligó a iniciar la famosa Operación Trinitario. Periodísticamente llamada, y por eso más conocida, como Operación Anorí.

En ella salió derrotado nuevamente y casi totalmente esa cuadrilla. Su completo aniquilamiento no fue posible por una inaceptable intervención política que se contara más adelante.

Tal derrota quiso cobrársela, años después, el grupo criminal del ELN con el atentado que le hizo, siendo General comandante del Ejército, para asesinarlo. Lo que, afortunadamente, no logró.

Incomprensible que la brutalidad criminal convierta en rencor personal lo que se supone que es una diferencia institucional y social. Pero esas con las cosa arbitrarias a las que se expone el militar por darle estabilidad a la nación. Lo contó en el libro más sin decir que, para él, había sido otra de las paradojas de su vida.

EL SACRIFICADO AMIGO CAMILO

La otra. Aconteció con la persecución del ELN en Santander. En ella se cruzaron y aproximaron los interese nacionales y los profesionales con los personales o hasta familiares. Situación muy comprometedora. Por eso creo que él no me declaró directamente los hechos, pero si los dejó entrever a manera de confianza amistosa y basada en la pulcritud de la reserva profesional que me advirtió. Pero solo, según él, hasta el momento de cuando fuese debido.



Se trata de la muy próxima y fraternal amistad que el General tenía con el sacerdote Camilo Torres. Nacida de la relación que, como médico de familia, tenía el padre de Camilo con el padre del General. En una ocasión el médico le salvó a vida a Valencia siendo niño. Años después, Alvaro y Camilo se encontraron en la ESAP. Siendo profesores de esa institución, continuaron y fortalecieron sus relaciones de jóvenes y compartieron similitud de ideólogas sociales. Todo esto también lo dijo en su libro sin agregarle los sentimientos personales por los que pasó.

Fue mucho el dolor moral que le causó, al aun Coronel, la muerte de su amigo por acción de las tropas que él comandaba. Todo debido al engaño venenoso que le hizo al prelado el sanguinario terrorista Fabio Vásquez Castaño, del brutal ELN, abusando de la ingenuidad clerical.

Ideas que dejó muy claras en el ya mencionado libro “Mis Adversarios Guerrilleros” (tercera edición de mayo del 2009 de Editorial planeta, paginas 166, 182, 184 y otras). El sacerdote fue sacrificado por puros celos guerrilleros. El sacerdote le podía arrebatar el mando de comandante de cuadrilla por su mayor destreza intelectual y cualidades personales y morales para dirigir el grupo. Posición que cuidaba a cualquier precio.

Las circunstancias hicieron que fuera el Coronel Valencia, precisamente su amigo de infancia, quien comandara las tropas que dieron de baja al sacerdote el 15 de febrero de 1966. Algo que hirió profundamente el alma de militar. Nunca pensó que dos amigos se pudiesen confrontar hasta esa situación tan dolorosa. Contrasentido inexplicable.

EL GESTO DE HUMANIDAD

Para cumplir la orden de dar sepultura a los enemigos sacrificados en combate, como un gesto humanitario, en el mismo lugar del hecho, así lo ordenó. Dejó constancia muy clara del lugar de la sepultura. Lo hizo con el debido secreto para que sus restos mortales no fuesen usados a manera de icono y símbolo heroico por parte de los compinches.

En ese momento se hizo el propósito de rescatar, después, las cenizas de su familiar amigo y, luego, contrincante ideológico. Pasados los 3 años, cuando se podía hacer una exhumación, los llevaría a un lugar más digno. No solo por la jerarquía del eclesiástico, que había sido revestido del sacerdocio, sino también por su sacrificio y, sobretodo, por su estimación.

Durante los siguientes 5 años que él permaneció en la brigada de Bucaramanga, construyó un mausoleo militar para sus subalternos caídos en combate. En ese lugar, reservó un sarcófago para destinación específica del comandante.

Pasado el tiempo reglamentario, exhumó los restos del sacerdote del campo donde los había enterrado y los hizo llevar, en secreto, a la cripta construida por él en la brigada.

Los detalles los cuenta el General bien claro en su libro. Lo recuento para poder hacer comparación con lo adicional que me referenció.

Lo que escribió el General en su libro fue parcial. Le faltó decir que ese acto humanitario lo hizo porque no solo era un deber cristiano sino también privado y por ello justificado. Una contradicción que por razones de no exponer su ética profesional a críticas malintencionadas debía mantener en secreto un sentimiento humanitario particular. Fue su íntima paradoja.

EL FINAL DE ANORÍ Y EL POLÍTICO

Mas paradoja. De lo que aconteció en la Operación Anorí contra el ELN, donde ese grupo bandolero fue casi que totalmente derrotado militarmente, y de donde, luego, salieron las cenizas que le permitieron resurgir, política y delictivamente en el departamento de Arauca.

Victoria que se frustró por la condescendencia irracional y la intervención antipatriótica de Alfonso López M. siendo presidente.

López ordenó suspender las operaciones contra los restos ya casi que diezmados de esa cuadrilla. Además de ordenar al Ejército entregarle ayudas logísticas consistentes en uniformes, botas, alimentos y medicinas.

Todo porque creyó erradamente que con esos actos de misericordia lograría doblegar la voluntad de sublevación de ese grupo insurgente que había sido creado por varios de sus partidarios cuando, en los años de 1960, él era el líder el mencionado Movimiento Revolucionario Liberal. El MRL.

Absurdas situación para el político, que fuese precisamente el dirigente social, quien había creado las bases ideológicas del grupo insurgente, también fuese el mandatario de las tropas que perseguían a ese grupo rebelde.  La paradoja de López.

Tal vez, conservando en sus pensamientos tal realidad, se dejó convencer por otro viejo colega en el MRL de que, por ese superfluo medio y errada clemencia, obtendría un acuerdo político para finalizar el conflicto. Pero fue un fatal error. Deuda pública que el pueblo colombiano no le cobró ni él ingenuo político fue capaz de pagar por dignidad.

Todo eso lo veía el militar al tiempo que tenía que callarlo y acatar lo que se le ordenase aunque fuese igualmente absurdo.

Por la obediencia debida y la subordinación del poder militar al poder civil, debió aceptar tal infamia. Les dio el auxilio a sus enemigos aun a costa de sus convicciones. No importaba que con ello se ignorase el descomunal esfuerzo que habían hecho las tropas para salvar al país de tan criminal flagelo.

Sapo que debió tragar para evitar un mal mayor, como el que yo le pregunté en la descrita conferencia para alumnos en el municipio de Madrid, en caso de no habérselo tolerado el obediente militar.

Reacción militar peligrosa que el presidente intuía. Por ello le guardaba recelos al General, que terminaron, luego, con la destitución del militar de su alto rango y cargo pasándolo a las Filas de las Reservas. Insuperable encrucijada.

El político solo tuvo el coraje de admitirle, en privado y en un momento inapropiado, por ser un evento social para que no pudiese darle contrarespuesta, su error diciéndole que no lo volvería a cometer.

Le aseguró que no intervendría más en los asuntos íntimos de las operaciones militares. Pero López no fue capaz de aceptar que su equivocación había sido pública y de mucho impacto nacional como máximo, pero mezquino, dirigente social. Por eso no era con el General con quien debía reivindicarse sino con el pueblo.

Absurdas situaciones para ambos aunque vistas desde distintos puntos. 

OTRA MÁS

En sus consideraciones con el caído sacerdote es donde se junta lo profesional con lo personal. Que sin dejar de seguir los dogmas militares en el cumplimiento del deber se dan, también, satisfacciones a cosas particulares.
No es ni siquiera necesario que se haga con premeditación lo primero, lo oficial y legal, para que se dé cumplimiento a lo segundo.

En la profesión las necesidades públicas, irremediablemente, se equiparan por si mismas con las necesidades íntimas sin inducirlas. Al contrario, son inevitables. Lo segundo es simplemente consecuencia, no calculada ni prevista, de lo primero. El militar no puede dejar de ser parte del pueblo cuando cumple con su deber. Por eso, él mismo, resulta beneficiado o perjudicado, con los efectos periféricos y colaterales, sin que sea su intención primordial y personal, cuando cumple su misión.

Mucho menos es el deseo de usar la fuerza legal para venganzas personales escudándose en la legitimidad. El General nunca abrigó, ni remotamente, dichas inclinaciones ni bajos deseos. El también fue una víctima de la ambivalente vida colombiana llena de estigmas tan dolorosos y cruentos, como lo fue Camilo. Lo demuestra lo acontecido cuarenta años más tarde.

EL DESEO DEL HERMANO

El hermano del sacerdote, afectado por grave enfermedad, creyó que los restos se quedarían en el olvido en un lugar montañoso y remoto. Le pidió que le revelara en donde los había dejado para hacer lo que ya el General había hecho y su hermano no lo sabía. Quería ponerlos en un sarcófago más apropiado que las soledades de una selva inhóspita.

Sintiendo Valencia que ya había dado cumplimiento a un deber más que humanitario, le reveló al hermano su secreto y le entregó los restos. Enterado el hermano de lo que ya se había hecho decidió dejarlos, inicialmente, en el mausoleo mientras encontraba su propio sitio secreto para que no fuesen profanados por inescrupuloso admiradores.

Luego, dispuso de ellos en un lugar que el General no supo con certeza, pero si tenía razones para sospechar. Cuando el hermano los hizo llevar a otra parte, sin revelarle a donde, solo insinuó su destino. Con la muerte de los dos quedó en secreto ese destino. Aunque es factible que sea donde, ya por segunda mano, también lo dejó entrever en la charla el veterano General.
Lo raro fue que lo que tanto cuidó, después, no supo cuál fue su descanso.

EL OTRO DESEO

La nación necesitaba que las cosas no terminasen de esa manera. Pero el remate también involucraría al General.

Pasado el tiempo, para 1974, el General llegó a ser el Comandante del Ejército.  Con el fin de extinguir el grupo de Fabio Vásquez, que se había logrado salvar de su operación en Santander, donde ya se dijo que murió Camilo, se inició y ejecutó la militarmente denominada Operación Trinitario u Operación Anorí. El objetivo oficial era acabar con esa cuadrilla de bandoleros.

Aunque otro deseo interno y secundario del militar era que Fabio Vásquez pagase las descomunales infamias cometidas, además de la social, contra el sacerdote y contra él.

Las que produjeron, así no lo hubiese premeditado el criminal, el que los dos amigos apreciados se enfrentaran hasta causar la muerte de uno de los dos. Un desenlace fatal que no se ameritaba desde ningún punto de vista.

La persecución en Anorí fue implacable. Fabio vio como sus dos hermanos, Antonio y Manuel, que también eran terroristas de su misma pandilla, fueron dados de baja junto con casi todos sus compinches en unos pocos días.

Fue tal el pánico y la desesperación que el bandido previó que ese mismo fin seria el suyo y decidió salvar el pellejo cometiendo el más alto grado de traición con sus camaradas. De lo contrario lo alcanzaría la igual suerte que le causó a Camilo.

                                                Fabio a la derecha.

No tuvo más salida que incurrir en la traición. La que él mismo castigaba en su pandilla con la muerte. La deslealtad la cobraba con el fusilamiento. La gobernando por la vía del terror y el pánico colectivo.

No pagó con su muerte física pero si con su muerte espiritual, mental y psicológica.

Se escapó para Cuba llevándose un cuantioso y ensangrentado botín, para pagar su acogida y protección al mayor patrocinador del terrorismo en Latinoamérica, Fidel Castro. Fidel lo había entrenado, apoyado y designado para ser el comandante del movimiento guerrillero años atrás. Cosas pendientes debió contar Fidel antes de momificarse.

No se conoce con claridad todo el fin del terrorista, similar al de los restos de Camilo. Fidel le dio protección para que no se sepa el real estado del bandido. 

Pero se filtró, con alta confiabilidad, que el delincuente perdió la razón ante el remordimiento de tantos crímenes cometidos. Los mismos que luego le perdonó, pero espiritualmente mas no eclesiásticamente, el también bandolero Cura Pérez. Triste final para cualquier ser humano. De quien tampoco se sabe dónde fueron a parar sus cenizas.

De todas formas el objetivo nacional se cumplió. Y, además, las pasadas ofensas al honorable militar se resarcieron en la misma forma absurda como el descerebrado pandillero las había provocado.

El delincuente fue víctima de su propia esquizofrenia depravada de ignorante inmoral. Un ser extremadamente homosexual vanidoso, ególatra, megalómano y autólatra que solía autodenominarse con el alias de Helios. Él mismo fue su propia víctima sin que mediara intervención directa del militar. Sin embargo, fue consecuencia de la presión que le infringió con la operación Trinitario, sin que fuese ese su propósito íntimo. Situación por fuera de la lógica para el militar.

Además de que el ELN no pudo constituirse en una alternativa social para el pueblo colombiano. Razón por la cual están pidiendo diálogos porque su sanguinario pasado, que ha sido totalmente perdido porque no ha logrado nada. Han sido actos sin gloria ni razón.


 LA ÚLTIMA

Por sus convicciones políticas y su actuación en la cátedra de sociología, que el sacerdote implantó en sus clases, Camilo fue destituido diplomáticamente sugiriéndole que pidiese su separación del clero, por parte de monseñor Concha, máximo superior de la iglesia católica en ese momento en Colombia.

Así lo hizo el sacerdote para no afectar su iglesia y se dedicó a la acción proselitista política con bastante éxito en la plaza pública.

Su principal teoría era que la violencia se debía combatir con acción social buscando una solución compartida entre pueblo y gobierno, donde ambos pondrían sus esfuerzos. Algo muy próximo a los principios de la Teología de la Liberación que buscaba que las dolencias del pueblo se superan reuniendo los esfuerzos de una autoridad civil más humanista y menos materialista. Y una iglesia más socializante y menos teórica en ideas celestiales.
Pero esos criterios lo llevaron a su trágico final.

El General se aproximaba en mucho al amigo porque pensaba que como militar sus esfuerzos no debían ser únicamente de tipo bélico. Que era necesario llegar más al alma del adversario armado que a su destrucción física.Un militar más civilizado que humanizaba la guerra.

Por eso promulgaba la teoría de la Acción Cívico Militar. Antes que echar balas se debían a hacer primero esfuerzos de aliviar las penurias de las gentes. Las que por física necesidad se veían irremediablemente impelidos a tomar las armas.

Sus ideas lo pusieron bastante en contra de sus superiores que traían una viaja tradición de solo usar la fuerza para someter antes que de convencer.

Cuando ya había alcanzado alto rango militar, su opositor ya era la clase política que miraba todo cuanto fuese de interés y sensibilidad social como peligroso comunismo. El mismo que era inaceptable porque fomentaba revoluciones, alzamientos y choque armados en muchas partes del mundo. Se le consideraba como la única solución salvadora.

Esos racionamientos, que hasta lo aproximaban a ideologías revolucionarias, según la clase dominante, como la del MRL de López y violentas, como la del ELN del cura Pérez (quien a pesar de ello atentó contra su vida), lo llevaron a tener que finalizar su carrera militar de manera traumática.

De esa forma no afectaba las filas de su institución militar. De no aceptarlo podría caer en una supuesta medicina nacional que sería más dolorosa que la enfermedad.

Así pudo sobrevivir un poco más que su amigo. Pero a costa de no lograr que se produjera el cambio suficiente de mentalidad deseada para la nación. Principio en el que concordaban los protagonistas en el fondo, mas no en la forma. En el qué. Mas no en el cómo.

Retirado se dedicó a promulgar sus ideas, como el prelado. No por medio de la academia y la tribuna pública. Usó la prensa y sus libros en los que era un maestro.

La paradoja es que ambos terminaron de manera agreste por lo que, de muy buena intención, buscaban. Pero los dos dejaron, a su manera, valores que han cambio las viejas creencias que, después, han ido germinado en nuevos horizontes. Tanto en la iglesia como en la milicia. Y, por supuesta, en la nación.

Se cumplió el sagrado designio de que para que una nueva planta nazca es necesario que otra tenga que morir para legar sus semillas.  

POS DATA:

Parece ser que el libro fue escrito por el General para contar la historia de un descarriado y desadaptado grupo terrorista, totalmente desorientado por un alocado fanatismo. Por eso dedicó más espacio del acostumbrado en sus últimos capítulos.

También lo inconveniente que es, para una nación, el que sus líderes políticos no tengan claro el límite entre lo político y lo militar. Desacierto muy frecuente en nuestra trágica historia nacional.

Su libro lo inició con las otras crónicas sobre los bandoleros con los cuales el General combatió con acierto, tanto militar como socialmente. Ideas en gran parte aprendidas durante su experiencia en la Guerra de Corea. Y lo terminó con su lucha contra el ELN.

Por respeto a los protagonistas, el General, el Cura, el hermano, además de sus demás ancestros familiares y la forma vaporosa como me la contó, no me es factible in siquiera aproximar el descanso de Camilo.

Además tengo la firme convicción que eso no es importante pues es un asunto de forma y no de fondo para los intereses nacionales. Si realmente fue un personaje trascendente en la ideología social nacional, lo importante serían sus ideas mas no su lugar de reposo. Es mejor que no se perturbe la paz eterna de sus personajes. Solo me es debido completar la historia, que en el libro no terminó el General.

El militar no quiso contar en su libro más de lo que tenía por seguro y puso en la incertidumbre el resto de los sucesos. En especial el de sus secundarios efectos sobre él, más no como propósitos personales.

De todas maneras dejó constancia de un claro ejemplo de cómo los militares dan digna sepultura hasta sus mismos contrincantes guardándoles el debido respeto. Y que la vida militar no es simplemente una tragedia de disparos sino también del alma.

Es decir, el General no escribía todo lo que sabía pero si lo expresaba de palabra para que pudiese conocerse cuando ya no causase efectos indeseados. Que fuesen referencia histórica por interés nacional. Como fue el motivo primordial de todos los libros que escribió.

Por ello doy, con este relato, satisfacción al deseo de complementar el libro, al que fui atado por simple casualidad por parte de un buen amigo.

Después de su muerte, acontecida hace poco, me siento libre y dejo cumplida la reserva debida mientras él viviera. Yo interpreté su confianza como su interés por que alguien lo descubriera, cuando no tuviese ninguna aplicación práctica para sus adversarios y menos para su conciencia. Aunque si para la nación.

Además de una casi que irracional vida por la que pasan los hombres que se dedican a la milicia, y hasta a los pastores de la iglesia, sin poder evitarlo.

Las paradojas de la vida colombiana.