AERONAUTAS Y CRONISTAS

domingo, 10 de noviembre de 2013

CONCORDIA. FRENESI Y GUERRA. CAPITULO 21


CONCORDIA. FRENESÍ Y GUERRA

CAPITULO 21

CONCORDIA Y LOS OCHOA.

En 1982 la ciudadanía de Concordia recibió a la familia Ochoa de Salgar. Nietos de Abelardo Ochoa de origen envigadeño. Había recibido la Cruz de Boyacá por sus servicios prestados desinteresadamente al suroeste antioqueño. La fiesta fue en la finca Santa Mónica.

Fabio Ochoa era un profundo conocedor de animales caballares en América del Sur. Llegaron dos helicópteros con paseantes. De la finca salió una elegante y fantástica cabalgata encabezada por el párroco Manuel Herrera. Las bestias habían sido traídas en carros especiales la víspera. Al entrar la cabalgata a la plaza de Concordia hubo voladores, campanas al vuelo y un espectáculo como de las mil y una noches provocado por el paso, trote y el relinchar de los caballos. Con él policromo atuendo de jinetes y Amazonas.

CONCORDIA Y PABLO

Una tarde aparecieron en Concordia Pablo Escobar Gaviria y su primo Gustavo, también en helicópteros, acompañados del representante Jairo Ortega Ramírez. Habían comprado la emisora radio suroeste de Concordia y por medio de ella saludaron a la comunidad. Prometieron hacer obras de infraestructura y dejaron un cheque por valor de $1,500,000 para un plan de vivienda popular. Me presentaron a don Pablo, hombre joven, cordial, descomplicado, con aire de campesino malicioso.

CARRERA DE CABALLOS.

El 29 septiembre 83 se dio una carrera de caballos entre Bolombolo y Concordia, 25 km. Un caballo proveniente de Titiribí y una yegua de los lados de Pereira. El primero lo patrocinaba el Zorro, Arturo Vargaz, de Concordia. La yegua estaba financiada por la nueva clase emergente, Javier Barnés, propietario de la principal bomba de gasolina de Bolombolo donde arrimaron a tanquear 145 carros que provenían de distintas partes. Incluido Risaralda y el Valle del Cauca.

Mujeres bien vigiladas y elegantemente vestidas, traían unas jaulas con 100 millones de pesos. Era una sublime locura. Ganó el caballo el cual murió a los dos meses en Titiribí. Las apuestas ascendieron a 50 millones de pesos. En la plaza de Concordia no cabían los carros ni tampoco una persona más en los establecimientos públicos. En uno de ellos había un juego de dominó muy rápido y uno de los jugadores en ese momento perdía $700,000. La clase emergente de Fredonia invitaba al juego de gallos. Los bolivianos compraban a todo el mundo.

Aún caballero de Medellín lo habían traído en silla de ruedas. Una de sus amantes le daba el trago por cucharadas. Había recibido tres tiros en la cabeza por una banda rival de narcotraficantes y el hombre tenía más de 30 establecimientos en Colombia. Una salgareños hermosísima abrazaba a un hombre y le daba agradecimientos por el último regalo que le había hecho, una cocina integral. Hablaba de un horno en frío y otras extravagancias de la electrónica.

Uno de los hombres fuertes de la clase emergente decía que su especialidad era el lavado de dólares. Otro hablaba que su organización tenía más liquidez que Bavaria y Colteger juntos. Era tal la fuerza del dólar que los políticos, las aduanas, los militares y los gobernantes cerraban el pico. En el bar de la hacienda unos 10 jóvenes, elegantemente vestidos, ofrecían en unas bolsitas de plástico la cocaína pura y el bazuco. Esto sucedía en la finca Paysandú donde en el sótano de la casa se llegó a tener a 200 kilos de ese divino polvo.

Ésa noche se hicieron negocios de propiedad raíz y de ganado por más de 400 millones de pesos. A las cinco de la mañana volaba un helicóptero entre Cerro Bravo y Cerro Tuza, que había partido de Concordia, con una mujer espigada, misteriosa, de anteojos y vestidos lujosísimos. Se dirigía Pereira. La víspera, con sus acompañantes, perdió 50 millones de pesos.

EL TERREMOTO POLÍTICO

En agosto del 83 se presentó un terremoto político en Concordia porque logré apoderarme de la administración municipal. Esto no gustó a la clase elitista ni a los finqueros ni mucho menos a Ernesto Garcés Soto, cafetero y jefe del partido conservador. Había que conservatizar a Concordia.

El hombre planificó desde sus oficinas en Medellín algo maquiavélico y napoleónico. En tres meses se trajo a 2.750 ciudadanos de los municipios del Valle de Aburrá a inscribir sus cédulas. Era gente buena, ingenua y también mucho lumpen. A las elecciones llegaron 1.600 a un costo de 8 millones. Los asalariados de sus 40 fincas fueron amenazados con la expulsión si no votaban por el movimiento nacional. La emisora Radio Suroeste, que me había combatido durante 11 años en forma abierta, cruel e injustamente, se fue con la reconquista liberal para complicar más las cosas.

El día de las elecciones desfilaron para todas las veredas de Concordia unos 120 automotores de todas las especies. Mi equipo político sólo tenía seis carros. A las nueve de la mañana la relación de fuerzas era de un voto mío por seis contrarios. Durante el día esta diferencia fue disminuyendo y a las cuatro de la tarde, cuando fue al cierre, la relación era de cinco a seis. Si ésta se prolonga una hora más habríase presentado un empate. En 20 años, mi equipo ganó todas las elecciones. Toda lucha tiene su costo y según Kafka, la lucha envejece. Gasté $250,000 para impedir mi crucifixión política. Radio Suroeste gastó 2 millones y medio y el grupo liberal más de 1 millón. El conservatismo 11 millones.

LA CABALGATA

A los dos meses de las elecciones hubo una hermosa cabalgata que llegó de Salgar. Eran 135 cabalgaduras encabezadas por César Posada Vélez y su esposa Adela. A las dos de la tarde llegaron a la plaza de Concordia y le dieron varias vueltas. Allí se encontraron con otra que provenía de Titiribí. Salgar le rendía un homenaje a su hermana mayor y Titiribí a su hija predilecta. Hermoso espectáculo de civilización y cultura.

José Ignacio González Escobar