AERONAUTAS Y CRONISTAS

viernes, 4 de septiembre de 2020

FUNDAMENTOS DEL OFICIAL NAVAL

 

“BOLETÍN PROFESIONAL”

ENERO DE 1991

Nota: - “La Armada Nacional ARC y la Fuerza Aérea Colombiana FAC, son dos fuerzas militares fundamentadas, especialmente, en el uso de sofisticadas máquinas y de personal altamente capacitado en conocimientos técnicos. Debido a esa  característica común, también se asemejan, en algunos aspectos, en la problemática. Dentro de los cuales está la idoneidad del recurso humano.

Por ello compartimos este artículo que, a pesar de los años, no ha perdido vigencia. Nos da luces sobre la importancia de establecer el perfil para la formación del hombre y su preparación académica. Tanto en capacidad de gestión y liderazgo, como en ciencias exactas.

Boletín editado en la Escuela Naval de Cadetes ARC.

Las Notas son nuestros comentarios”-  

 

EDITORIAL

Siendo nuestra Armada una Institución relativamente joven, que ha logrado  quemar etapas de progreso, analizando, acogiendo y adaptando experiencias de otras Amadas, con resultados altamente satisfactorios, se considera conveniente que hagamos un análisis retrospectivo. Así podremos determinar si algunas de estas circunstancias, que han afectado, en las dos últimas décadas, a la Armada de los Estados Unidos, también han afectado o están afectando a nuestra Institución. Para sacar conclusiones que nos puedan ser útiles.

La primera lección que nos provee la experiencia de la armada de los Estados Unidos es que todo exceso es malo. En un momento dado se trató de lograr un perfil del oficial con base en una alta calificación técnico-científica. Con un profundo desprecio por otras cualidades necesarias en el oficial. En especial la adecuada formación humanística absolutamente necesaria en quien tiene la difícil tarea de ser un “Líder”.

Los criterios de selección pusieron excesivo énfasis, el 80%, en las destrezas matemáticas en la prueba de aptitud. Mientras que en las habilidades en otros campos, especialmente el de las ciencias sociales y humanísticas, tenían un peso relativamente intrascendente, 20%. Similar orientación recibieron los programas académicos habiendo desaparecido del curriculum aquellas materias que podrían contribuir al desarrollo de las cualidades inherentes a un “conductor de hombres”, en el amplio sentido de la palabra.

Actualmente el péndulo se ha movido en otra dirección y surgen pugnas en la búsqueda de un adecuado equilibrio cualitativo y cuantitativo en estas dos características primordiales en la formación del oficial. Aparentemente estas pugnas no han sido resueltas aún y se denuncian acciones tendientes a obviar instrucciones del Secretario de la Marina USA, con disposiciones de carácter local.

Mientras tanto en el colegio de Guerra Naval la catedral denominada “Fundamentos de Obligación moral”. Cátedra basada en las experiencias de los oficiales de insignia como prisioneros de guerra, por largos años, durante el conflicto de Vietnam. Busca llenar, así sea parcialmente, el pasivo en la formación del oficial dejado por la una obsesión en la educación técnico-científica. Doctrina inducida por gobiernos y militares de alto rango en épocas anteriores.

¿En qué sitio se detendrá el péndulo? Es difícil predecirlo. Teniéndose en cuenta que sobre el problema gravitan circunstancias especiales que van desde una fuerte presión de la demanda por oficiales tecnócratas hasta el alto sentido de culpabilidad generado a nivel nacional por el síndrome de “Vietnam”, el cual ha afectado seriamente a la sociedad americana.

Si bien el acelerado ritmo de desarrollo en el campo técnico y científico, presente y latente en las unidades navales modernas, exige en el militar una muy sólida preparación profesional en esta área, nuestra Armada debe estar en condiciones de identificar correctamente sus necesidades reales (Nota: Desarrollar el perfil de necesidades y de soluciones) en cada faceta del complejo patrón que deben conformar la personalidad del oficial naval, alrededor de los siguientes criterios:

Primero. El oficial naval, cualquiera que sea su orientación técnica, es ante todo un “Directivo”. Cargo profesional que debe inculcarse desde el primer momento en la escuela de formación a través de un agresivo programa con énfasis en ciencias humanísticas y sociales. Con amplio espectro de materias tales como el Don de Mando, relaciones humanas, psicología militar, historia general y naval, literatura, oratoria, derecho, reglamento y doctrinas, etc.

Asimismo, durante el periodo de formación, debe darse al cadete la oportunidad de ejercer la práctica de la autoridad bajo la supervisión y guía de oficiales, psicólogos y especialistas que pueden detectar y corregir aspectos débiles. e  imbuir al joven de las cualidades inherentes a un Jefe.

El último año de escuela es esencial. Al Guardia Marina, Alférez o Pilotín se le entrega la daga, símbolo del mando. Con ella adquiere el joven un compromiso como Comandante. Compromiso que lo acompañará prácticamente toda su vida profesional. Y que será cada vez más demandante en la medida en que se escale posiciones dentro del escalafón.

El novicio líder debe tener conciencia de su condición de aprendiz de este difícil arte y de mantener latente, en sus actuaciones, la necesidad de perfeccionar su disposición para conducir hombres. Aprovechando, al máximo, sus cualidades innatas y compensando con mucho estudio sus puntos débiles.

Durante este periodo, la supervisión de sus superiores debe estrecharse aún más con el objetivo de determinar claramente si el alumno se hace merecedor del título de Director, que se le otorgará en el momento en que se le entregue la espada que lo acredita como oficial.

Nota: -“Deficiencia que vimos, desde nuestra posición como cadetes, en el comportamiento de los alféreces por una falta de conocimiento y habilidad innata para conducir sus subalternos y ejercer la autoridad. También como sus superiores instructores habían sido incapaces, por desconocimiento, de enseñarles el arte de mandar. Razón por la cual tenían que dejar que aprendieran empíricamente mandando a los cadetes de primer año. Cometiendo más errores que aciertos bajo su desconocimiento. Hasta, incluso, del nivel de llegar a ser retrógrados.

Porque para calificar bien de alférez, como fuese, no sólo tenían que demostrar más capacidad de imposición que de convicción. Más con autoridad moral dando ejemplo de rectitud, ecuanimidad, lógica y justicia. Y de esa forma arbitraria ganar méritos para su graduación.

Por lo cual su desempeño era más para ganar méritos en vista más de un interés personal que institucional. Y ese espíritu por surgir, a cualquier costo, aún de sus compañeros, fue luego detectable en el resto de su vida profesional. Incluso habiendo alcanzado altos grados y cargos.

De esa forma la profesión se convertía más en una competencia. Donde la persona se siente irremediablemente acosada a confrontar permanentemente donde solo  gana y sobrevive el más fuerte. En astucia, intriga, lambonería o apariencia fingida, que en méritos personales o profesionales reales, siendo esto último lo fundamental para la Fuerza Aérea Colombiana”-

No son ajenos a nuestras instituciones casos en los cuales excelentes alumnos académicos, en ingeniería y en ciencias navales, carecen de condiciones como conductores de hombres. Es este momento propicio para determinar si su condición de oficial sería benéfica desde el punto de vista institucional. O si, por el contrario, sus ejecutorias como superior, con jerarquía y mando sólo traería como consecuencia problemas con sus subalternos. Que se reflejarían en casos de indisciplina, desmoralización, malos tratos. Y, eventualmente, accidentes o daños en el material, derivados de su incapacidad de lograr la colaboración irrestricta de sus subalternos. ¡Ésta en juego desde irreparables vidas hasta costosos equipos!

Segundo. No puede negarse de plano la necesidad que tiene la institución de contar con oficiales cada vez más capaces en las áreas netamente técnicas. El acelerado avance científico y tecnológico ha traído como evidente consecuencia un cambio radical en la estructura académica de la formación y capacitación del oficial. Es necesario, en general, que el oficial cuente con una base científico técnica para desempeñar adecuadamente las funciones inherentes a su cargo y especialidad.

Sin embargo, la experiencia lo ha demostrado, no necesariamente todos los oficiales han de buscar los más altos niveles en este campo. En tal sentido se han orientado recientes disposiciones del mando naval, en relación con los cursos de complementación profesional. Permitiéndose, de esta manera, un manejo más racional del recurso más importante, el humano. A la vez que sin limitar el tránsito por el escalafón naval militar de oficiales. Independiente a nivel de capacitación técnica de cada individuo. Y que permita utilizar cualidades y capacidades especiales de cada uno de los oficiales en los diferentes campos. De acuerdo con los requerimientos institucionales.

Oficiales con condiciones naturales sobresalientes para trabajo de alto contenido técnico-científico, podrán hacer tránsito hacia el cuerpo administrativo, con el fin de aprovechar al máximo estas cualidades. No se descarta, sin embargo, que si además demuestran condiciones como líderes escalen normalmente el escalafón de mando. Las disposiciones que regulan este esquema se sintetizan en la circular 02331/Dinem (Mayo/1988) y en la “Cartilla de Información General Sobre Cursos de Complementación Profesional” publicada por la Escuela Naval.

En resumen, se considera que la Armada Colombiana identifica, en forma sensata y oportuna, los peligros implícitos en la toma de decisiones extremas. Sin miramiento otros aspectos esenciales en la estructura profesional del oficial. Es de primordial importancia enfatizar en el desarrollo de sus condiciones como conductor de hombres. Buscando un adecuado equilibrio con otros requerimientos, especialmente, en la capacitación profesional. El Jefe de Operaciones Navales de los Estados Unidos aconseja a los cadetes en Annapolis con la siguiente máxima: “Conozca su trabajo. Conozca sus subordinados. Conózcase usted mismo”.

Tal vez un ordenamiento más ajustado de este consejo a nuestros propósitos, sea: “Conoces usted mismo. Conozca sus subordinados. Conozca su trabajo”. Entendiéndose claramente que las dos primeras sentencias hacen referencia a la condición del oficial como Comandante, que hemos preferido denominar como “Conductor de Hombres”. Y la última hace referencia a su nivel de capacitación académica. Nota: -“70%- 30%. Hombre/máquina”-.

Otro aspecto fundamental de la estructura del perfil profesional del oficial es su formación moral. Aspecto que demanda cada vez más atención en la medida que nuestra sociedad, en general, sufre grave deterioro en este campo.

Esta situación presenta retos cada día más grandes para una institución que tiene el deber de preservar los más altos valores éticos y morales, en un mundo convulsionado por cambios radicales en las actitudes y costumbres sociales y morales. Con nefastas consecuencias que van desde el derrumbamiento del núcleo familiar con un alto índice de divorcios, separaciones, conflictos familiares, uniones de hecho o ilegales, drogadicción y el tenebroso narcotráfico. Además de la mal llamada “revolución sexual”.

Con sus mortales secuelas, la inversión de valores. En donde el bandolero y el delincuente común, cebado en el delito, se presenta con imagen de guerrillero con aureola de héroe épico.

Donde los medios de comunicación masiva hacen presencia permanente en los hogares con un elevado contenido de violencia, sea ésta real o ficticia. O hacen apología de prácticas amorales, dando la apariencia de que éstas son normales en la vida real. Bien se dice que el impresionante desarrollo de las comunicaciones ha convertido el mundo en una pequeña aldea, a la que puede aplicársele el refrán popular: “pueblo chiquito, infierno grande”.

Este preocupante marco de vivencia afecta gravemente la capacidad del niño y del joven de discernir entre lo que es “moral” o “inmoral”. O de decidir qué es “bueno” o “malo”. Un analista americano conceptuaba preocupado: Es aparente que el código de vida de la juventud moderna gira alrededor de la máxima: “Fast cars. Fast women. Fast cash” (carros rápidos, mujeres rápidas, o mejor dicho: fáciles, dinero rápido).

No importa que si en su loca persecución se pierden el honor, dignidad, el buen nombre, la libertad y, en muchas instancias, la vida.

Nota: - “Los oficiales subalternos ante la dificultad de la pésima calidad del personal de tropa y ante la exigencia de sus superiores por obtener resultados, suelen consolarse diciendo: “Es que no se puede conseguir más con lo que da la tierrita”. Precisamente uno de los motivos por los cuales se dieron situaciones que terminaron en el grave error de los llamados “falsos positivos”-

En general, puede decirse que, con la excepción de contadas vetas, la cantera de donde nuestros institutos de formación extraen su recurso humano, presenta un perfil ético y moral muy bajo. Inducido casi imperceptiblemente por las circunstancias anteriores referidas, de las cuales sólo se ha mencionado una mínima parte.

Por lo tanto, el reto es portentoso: Debemos reconstruir en el joven cadete y futuro oficial, las bases de una sólida formación ética y moral. Infundiéndole la práctica de un estricto código de honor que garantice su capacidad para resistir los embates de una sociedad cada día más en crisis. Inclusive, a riesgo de que se nos tilde de retrógrados. Pero con el convencimiento de que, a la larga, lo que ha sido tradicionalmente moral, bueno correcto, es lo trascendental.

En este contexto, debemos tener claridad de propósitos en nuestra misión. Es necesario FORMAR a nuestros cadetes MORAL, MENTAL Y FÍSICAMENTE e imbuirlos en los más altos ideales del DEBER, HONOR Y LEALTAD, a fin de entregar a la institución, graduados de una dedicación absoluta a la carrera naval. Con un potencial adecuado para su futuro desarrollo, en mente y carácter, para asumir las más altas responsabilidades de comando, ciudadanía y gobierno.

Como conclusión final debemos manifestar que el perfil de la personalidad del oficial naval es de gran complejidad. Su formación requiere de un cuidadoso balance y la búsqueda de soluciones de compromiso. Teniendo especial cuidado en no caer en excesos que conduzcan a estigmatismos que pueden ser altamente perjudiciales para la institución.