AERONAUTAS Y CRONISTAS

lunes, 20 de enero de 2020

EXPERIENCIAS DE LOS TURISTAS EN SAN ANDRÉS


Félix Antelo.
Viva Air

Usuarios del transporte aéreo

Carta abierta.

El domingo 27 de octubre de 2019 tomamos el vuelo de las 11:30 de la mañana de Río Negro a San Andrés en la empresa Viva Air, con mi señora madre, con el fin de pasar una semana de veraneo. Fue un magnífico vuelo.

Al llegar al aeropuerto Rojas Pinilla, decidimos desabordar de últimos. Mi progenitora, con casi un siglo de edad, camina despacio y entorpece la salida rápida, que tanto gusta a los pasajeros de las aerolíneas.



Algo que también le interesa a la empresa para evitar demoras pudiendo reducir al mínimo el tiempo en tierra de la aeronave. Forma como se evitan costos operacionales, según lo enseña la Cátedra de Ingeniería Aeronáutica.

Saliendo de la aeronave, por la puerta delantera, tuvimos el grato encuentro del Comandante del avión. Un compañero de estudios universitarios, el Capitán Pedro Juan Múnera.

Fue un corto saludo, por los mismos motivos mencionados. Pero sin dejar pasar su amabilidad y gran caballerosidad, que lo caracterizan como un auténtico hombre del aire.
Continuamos nuestro recorrido por el túnel de abordaje acompañando a mi señora madre adelante, caminando un poco lento y mi esposa ayudándola.

A la mitad del mismo comenzamos a escuchar, detrás de nosotros, una fuerte voz femenina. Vociferaba en tono altanero, acosador y abusivo. Nos exigía que aligeráramos la marcha.

Ante tal circunstancia, mi señora se devolvió para pedirle en tono bajo y muy moderado, en actitud cordial y casi que suplicante, que tuviese un poco de paciencia en vista de que era una señora de bastante edad.

La petición, en lugar de ser motivo de una prudente consideración y, contrastando totalmente con la actitud del Comandante del avión, lo que hizo fue arreciar sus atrevimientos. En la forma más burda, tosca y ramplona. Elevo más la voz y la actitud agresiva.



Asimilándose, completamente, a los arrieros de mulas, que fustigan a las recuas, cuando disminuyen la marcha por caminos de montaña.

Debido a tal ofensa, me vi obligado a intervenir para pedirle, también, que por favor no nos apremiara y que tuviese un poco de prudencia. Pero nada de eso le ameritó y continuó su gritería.

Motivo con el cual nos hizo enfurecer. De tal manera, que pensamos que si le poníamos en evidencia que éramos educados, caballerosos y cultos militares, profesión sobre la cual mucha gente supone qué somos arbitrarios, abusivos y torvos y que, sin embargo, no actuábamos de esa manera, cambiaría de actitud. Tal vez que pensara que somos los no los hemos dejado caer en las garras de la atrazada nación comunista que los quieren dominar. Una idea fantástica e ilusa con esta clase de personas, pero una alternativa de ultima oportunidad. 

Entonces recurrió a la amenaza personal diciendo que llamaría a la Policía para una supuesta intimidación. Tal vez creyendo que esa institución se utiliza a manera de verdugo para dar látigo a esclavos insumisos. Al mejor estilo colonial. Quizás es su rezago mental que le ha quedado del tiempo de la conquista. O su frustración genética de sus ancestros de otro continente menos civilizado. Razón por la cual se le enquistó en incontenible rencor social.

Observamos que justo, en ese momento, un joven Policía había ingresado, detrás de ella, al túnel en la dirección que llevábamos. Nos pareció muy apropiado y le dijimos que nos gustaría mucho que lo hiciera. Que precisamente ya se aproximaba el que, para ella, era su supuesto buen Policía salvador.

No notó que por su comportamiento ya le habíamos hecho señas al joven uniformado pidiéndole que se aproximara para que mediara en el asunto. Y que por eso su amenaza no nos amedrentaba. Que, por el contrario, nos sería de mucha utilidad, lo cual le sorprendió. Esperamos que de esa forma suspendieran sus abusos.

Entonces nos dijo que le importaba cualquier cosa, por no decir una vulgaridad, quienes éramos ni lo que pidiéramos ni los motivos qué presentáramos.

Fue tanta la furia provocada que pensamos que sí también recurríamos a la ofensa personal, quizás moderara su comportamiento. Fue así como, sin usar palabras vulgares, pero sí conceptos muy fuertes, le pusimos en evidencia su calidad primitiva, salvaje y de mala procedencia. Que hacía quedar pésimamente a la compañía y a la población local.

Que se creía con derecho a cualquier tipo de agresión simplemente por portar el uniforme que distingue a la empresa que le ha dado una oportunidad laboral. Que tanta falta les hace a los habitantes de la isla. Uniforme que, supuestamente, se debe portar con gallardía y dignidad. Porque, de lo contrario, arruina completamente el prestigio empresarial, comercial y aeronáutico de la compañía.

Además de que, por ser una nativa isleña, también desacredita a todos sus coterráneos. A los que tanto aprecio les tenemos los colombianos continentales mientras que ellos nos desprecian. Hasta el punto de que pagamos, con mucho agrado, el impuesto de visita a la isla. Como si se tratara de otra república diferente a la colombiana. Pero que todos sabemos que están necesitados de nuestro apoyo y solidaridad.



Pues la productividad local no les permite para bastarse por sí mismos y ser autosuficientes. Y les es de mucha utilidad no sólo la contribución fiscal sino de la presencia del turismo. El que los visita para apoyar, pagando los servicios recreacionales. Para que puedan tener un mejor nivel de vida y suficiente actividad económica.

Fue tan evidente lo acertado de nuestra posición que, aun siendo el agente de la policía también isleño y cuando ya ella no nos veía, nos extendió la mano ofreciendo apretar la nuestra, en solidaridad y respaldo a nuestro comportamiento y la integridad demostrada.

El propósito de este informe no es para pedir una retaliación laboral contra esa burda empleada de tan pésimo gusto, qué arruina, desde el primer segundo, la estadía a los viajeros a la isla. Y lo que el Capitán Múnera y su tripulación demostraron durante el vuelo.
Nuestro propósito es que estos empleados sean mejor escogidos y entrenados. Que comprendan que ellos son la imagen de la compañía ante el público y de la Isla. Que por lo tanto deben disponer de un mínimo criterio de calidad, bajo la cultura del perfeccionamiento continuo.

Que tengan sentido de pertenencia. No es posible que una empleada de tan baja calaña derrumbe todos los esfuerzos de los altos directivos institucionales por crear el prestigio empresarial. Que es extremadamente difícil de ganar y fácilmente destruible en un instante.

Quizás pensando de que los pasajeros nunca se quejarán de sus osadías. Ya sea ante la compañía, los consumidores del servicio o, en forma abierta, con el público en general. Ni que tendrán el talante y la entereza para evidenciar sus groserías. Que creen que los turistas son gente fácilmente apabullable y humillable porque se asustan tanto como para doblegarles el coraje.



Es muy claro que dejamos en evidencia que nos pareció excelente el servicio en un 98%. Y que el 2% faltante final destruyó todo lo anterior. Lo ganado con mucho empeño empresarial. Desde la compra del tiquete hasta el último momento de abandonar la puerta del avión en el destino.

También es verdad que una empresa no puede lograr formación mental, social y corporativa con un corto curso de entrenamiento a personas semihumanas. Y más cuando el material oriundo disponible para tales menesteres trae grandes falencias de origen local en virtudes. Y en méritos familiares, particulares y espirituales.

De todas formas, se podrá ganar bastante si se despliega un esfuerzo para mejorar la calidad de quién es la cara de la compañía ante la clientela.

Porque tenemos la firme convicción de que el servicio aéreo de bajo costo no implica un trato desprovisto de la más mínima cordialidad, educación, comprensión y prudencia para con los usuarios, colombianos y extranjeros.

Cordialmente: Iván González.    Cédula: 14.997.005

UNA DOCTRINA DE VUELO


UNA DOCTRINA DE VUELO

Nuestro concepto sobre la actitud a tomar por el tripulante que no esta al mando del avión en relación con las decisiones que para el desarrollo del vuelo están siendo ejecutadas por el piloto al mando de una aeronave.

Este concepto tiene el propósito de contribuir a la ampliación de las ideas que permitan establecer una doctrina sobre la mencionada condición.



Existen dos situaciones de "Alerta Progresiva" AP, extremas sobre el desarrollo de un vuelo que son contraproducentes, para la seguridad, cuando se presentan diferencias conceptuales entre los dos pilotos que podrían derivar en errores fatales.

La primera es por omisión debida a un alto respeto a la autoridad, temor a las represalias, bastante consideración a la diferencia en la experiencia profesional y, en nuestro caso institucional, a la antigüedad y el rango.

Esto factores pueden llegar a ser tan fuertes que se convierte dogmas culturales que impiden, con frecuencia, formular al comandante de la aeronave, la advertencias necesarias para la seguridad del vuelo.

Porque puede molestarlo en el campo personal o profesional. Pero que de todas formas podrían ocasionar errores fatales.

La otra condición extrema consiste en el desconocimiento total, por parte del segundo al mando, de la autoridad del piloto comandante.

En forma abierta que lo llevaría actúa sobre los mandos del avión sin previo acuerdo ni consentimiento de su superior.



Esta situación propicia que pueda presentarse una confrontación verbal y acalorada entre los pilotos o, incluso, el forcejeo físico sobre los comandos del avión.

Situación también totalmente contraproducente para la seguridad del vuelo.

La institución debería oficializar, dictando doctrinas, sobre estas dos condiciones. Por la evidente inconveniencia de ambos casos.

Porque la falta de criterios al respecto es el comienzo propiciador de un error. Con el primero se permitiría la comisión de deficiencias y la imposibilidad de corregirlas por omisión

En el segundo caso por el desconocimiento de un nivel de jerarquía por acción.

En caso de que no se quiera afrontar desde esos dos puntos de vista por lo exagerado, como mínimo, se debería, dictar doctrina sobre la actitud y el comportamiento de los pilotos para condiciones intermedias, entre estos dos casos extremos. Que podrían ser de tres niveles así:

Primero. Una sugerencia moderada cuando el riesgo sea poco probable. Es una recomendación de tipo cordial que se mantiene dentro de los parámetros de la administración de recursos de cabina. Donde el piloto está dispuesta a recibir constantemente este tipo de recomendaciones.

Es lo que se hace ordinariamente. No demanda una permeabilidad y receptividad especial
 Pues es la actitud espontánea y natural que se espera dentro de un equipo que se colabora mutuamente.

El copiloto también debe haber sido orientado previamente sobre la necesidad de contribuir a la seguridad del vuelo con sus opiniones dentro de un ambiente de cordialidad. Estas situaciones no requieren de ningún tipo de reportes y análisis posterior al vuelo.



Segundo. Si la condición de inseguridad lo llegara a ameritar, las advertencias deben ser reiterativas y más exigentes, debido a la condición de peligro.

De todas maneras debe hacerse evitando una discusión que haga perder el tiempo necesario para la decisión.

En este caso la situación justifica un reporte de riesgo operacional, que debe ser analizado por un comité de seguridad. Quien decidirá sobre el nivel de riesgo presentado y, así mismo, decidirá sobre lo acertado por cada uno de los pilotos.

Tanto en la recomendación del copiloto como por la decisión tomada por el piloto con propósitos meramente preventivos.

Estos antecedentes deberán formar parte del historial profesional y con el tiempo servirán de ayuda para tomar futuras determinaciones. En casos de que sea necesario con respecto al desempeño profesional de cada uno.

Tercero. Si el peligro llegar a ser inminente, cualquier miembro de la tripulación estaría en la obligación de hacer una demanda impositiva al piloto al mando para alejar la posibilidad de un accidente fatal.

Es indispensable ser reportado para que se tome alguna acción correctiva inevitable por parte de los encargados de la seguridad del vuelo dentro de la estructura empresarial.

Los pilotos deben ser conscientes de que algún día su tripulación puede llegar a actuar de esta manera con él y por lo tanto disponer de una razonable flexibilidad.

Que así lacere sus conceptos personales de autoridad, es necesario que lo admita, por el bien general de la preservación de la seguridad del vuelo.

Si lo considera necesario, después, puede reportar lo sucedido con el fin de analizar si también pudo existir un desconocimiento de autoridad innecesario.

Como puede verse, una omisión completa o una confrontación y disputa física sobre los comandos del avión, no están dentro de estas tres posibilidades. Pues sería la última situación a la que se tendría que recurrir por una condición de inminente fatalidad.

Que sólo depende de situaciones muy particulares que requieren un análisis individual y que, por lo tanto, no podría establecerse dentro de las doctrinas generales que al respecto dicte una autoridad.



Tampoco formarían parte de los programas de capacitación para pilotos. De esta manera se estaría considerando que la situación es casi que absolutamente improbable de suceder.
Debido al alto profesionalismo y el entrenamiento recibido por todas las tripulaciones de vuelo.

En caso de que se llegase a presentar, el copiloto estaría en condición de un libre albedrío para actuar por su propia cuenta.

Es conveniente dejar en claro, en forma abierta y como criterio institucional, que cualquier informe y discusión sobre estos temas no deben ser considerados como motivo de vergüenza por parte de los miembros de cabina.

Ni debe ser utilizado como un demérito profesional por parte de un subalterno de vuelo. O  por motivos menores que no contribuyan a la seguridad operacional.

Consideramos que el solo hecho de discutir estos temas, en forma clara y cordial, ya es un avance  en las alternativas de mejoramiento institucional para el perfeccionamiento de las operaciones aéreas.



Que en tiempos pasados nos han causado considerables pérdidas de vidas y equipos qué fueron evitables por medio de una cordial e inteligente y discusión.
Pero que en el entorno no favorecía porque, de antemano, eran calificados como áreas vedadas a la naturaleza y al carácter militar de nuestra organización.

Intentar hablar sobre estos temas era un irrespeto a la autoridad que no admitían ningún tipo de objeción.

Estos conceptos se han hecho muy evidentes en distintos desastres aéreos. Como fue el caso de la pérdida del avión C 130 que acuatizo en el Atlántico procedente de Europa, cerca de las Islas Bermudas.

El del accidente del vuelo del Avianca 052 en Nueva York el 25 de enero de 1990. Donde no se tuvo en cuenta el concepto de la "Intervención Progresiva" IA, debida.
Que en el caso de haberse aplicado, de seguro, lo habría evitado. Hechos muy evidentes en la investigación judicial y en la técnica que fueron contados 20 años después con mucha claridad.

La intervención progresiva es un tema doctrinario poco estudiado y menos normatizado. Y, por ello, considerado como un tabú o una ciencia oculta.

Parece que la única dependencia que lo abordó en 1997 fue cuándo el Inspector de la institución, una persona intelectualmente inquieta e innovadora en el campo de la calidad militar y del vuelo, pidió opiniones al respecto.

Al anterior criterio fue respondido en los siguientes términos:

"Sinceramente no existe en la Fuerza Aérea un piloto comandante que haga caso omiso a las advertencias de su tripulación cuando ha ocurrido en algún error de apreciación o decisión.

No obstante se considera que tal extremo, como usted también lo considera, que es muy improbable el intento del piloto, que no está al mando de la aeronave, que recurra a suplantar y sólo cuando es casi inminente el accidente.

En general, consideramos que sus propuestas coinciden con nuestro propósito de fortalecer al máximo la comunicación de la tripulación.

A pesar de la aparente discrepancia, en la parte relacionada con la disputa del comando del avión, por el solo compromiso del piloto para escuchar, en forma permeable, las recomendaciones de su tripulación, lo podemos considerar como un significativo avance en el campo de la prevención".

Respuesta en la que estamos de acuerdo. Puesto que las dos situaciones extremas es poco factible que se den por exceso o por defecto. Por acción o por omisión exageradas.



En lo que diferimos es en qué es necesario dictar norma y doctrina al respecto para que sea una referencial conceptual en la actitud y el comportamiento en las comunicaciones y en el empleo de los recursos humanos de cabina.

Esto es apenas una parte del concepto más amplio, denominado en la aviación civil, como Administración de Recursos de Cabina, CRM.

domingo, 19 de enero de 2020

DON WILLYS


DON WILLYS


El Padre Gonzalo Puerta, sacerdote formador y pedagogo del seminario de Jericó durante 50 años, fue el propietario de este vehículo Willys. La crónica que presentamos a continuación es contada por quien fue su propietario. Se refiere a la forma como lo adquirió.


Durante cincuenta años fuimos compañeros

Nos dice el Sacerdote: Que sea esta la oportunidad para contar los antecedentes del carro que cumplió el 20 de julio de este año de 2017, 50 años en mi poder. Es un vehículo modelo 53 por lo cual tiene 64 años de historia al momento de este recuento. Inició desde cuando Don Willys perteneció a la Curia y, después, al padre Eduardo Sierra.

El origen es muy sencillo. La única carretera que existía en la región era la de Jericó hasta Puenteiglesias, en la rivera izquierda del río Cauca. Era un puente que no resistía los vehículos pesados porque era de piso de madera. Solo podían pasar los pequeños.

Todo el material para la construcción de la catedral y del seminario menor, que en ese momento se iniciaba (1954), venia de Medellín por ferrocarril y se descargaba en la margen derecha del río. Había que pasarlo al otro lado, por el viejo puente colgante, llamado “Puente Iglesias”. Nombre que le pusieron los moradores porque las torres se les parecían a las de una iglesia. Fue construido muchos años antes por el ingeniero José María Villa. El mismo que construyó el antiguo puente de Santa Fe de Antioquia. En la otra rivera, el material lo esperaba una volqueta de la Diócesis para subirlo a Jericó.

Por eso se necesitó de un carro liviano para tirar de un remolque por el puente sobre el río. Entonces el carro lo compraron con el fin de movilizar los materiales. Con él se transportaron todos los adobes, cemento,  hierro y muchas otras cosas.

Ese trabajo le duró poco tiempo porque en ese momento se estaba construyendo el nuevo puente metálico que actualmente existe. Por este motivo, cuando el puente nuevo estuvo en servicio, la volqueta pudo pasar. Trajeron a Don Willys a Jericó y lo guardaron en una pieza del antiguo Seminario Mayor. Yo llegué al seminario en 1954 para hacer el primer año de bachillerato. Veía el carro guardado pero como muchacho no le prestaba atención.

Para esa época el Señor “Uvita”, llamado familiarmente así y que no recuerdo su nombre, era el conductor de la Diócesis para transportar al señor obispo a las distintas parroquias. También conducía la volqueta. En algunas ocasiones sacaba a Don Willys para calentarlo y moverlo por la cancha que había enfrente de donde se guardaba. En otras salía a la calle para movilizar al Padre Eduardo Sierra C, cariñosamente llamado, por sus amigos de más confianza, como “Serruchito”.

El Padre vivía en su casa al frente del seminario. Esto era debido a que tenía dificultades para caminar como consecuencia de su considerable edad. Era un Sacerdote anciano e inválido y por eso permanecía sentado en una silla de ruedas. Al padre le gustaba que lo sacaran al pueblo o que lo llevaran de paseo a la vereda Playas.

En cualquier momento, en una fecha que no recuerdo, Monseñor Jaramillo, Obispo de Jericó, le propuso al Padre Sierra que le diera un potrerito que el Sacerdote poseía al frente del seminario. Era un lote pequeño con el fin de guardar una vaca para el servicio del seminario.

El sacerdote se lo cedió con mucho gusto. Pero, a su vez, le pidió al Señor Obispo, que le diera el carro que tenía guardado en el seminario para poderse mover. Que era el mismo Don Willys que le prestaba la diócesis para sus salidas. Entonces Monseñor Jaramillo le dio el carro, pero no le hicieron los papeles de traspaso de la propiedad.

Estando en los últimos años del seminario, en quinto y sexto año de bachillerato, como se llamaba en esa época, me hice muy amigo del padre. Me asignaron para que fuese a su casa para ayudarle con la santa misa, la que él celebraba ya sentado debido a su ancianidad y limitaciones físicas. Luego le regaba las matas de su jardín y se las mantenía organizadas. También le cuidabas un pájaro grande que cantaba bonito. Por estos detalles el padre me cogió aprecio.

Terminé los estudios secundarios y debí salir para Santa Rosa de Osos, donde cursé el primer año de filosofía. En 1962 fuimos trasladados a Medellín para completar los estudios de filosofía y teología. En julio de 1966, después de haber terminado los estudios, y ordenados como diáconos (éramos 5), Monseñor Augusto Trujillo Arango, Obispo de la Diócesis, nos asignó al Seminario menor de Jericó donde nos desempeñamos como profesores durante un semestre. Al llegar al seminario de inmediato me dirigí a la casa del padre Sierra para saludarlo, todavía estaba allí, sentado en su silla de ruedas.
Repentinamente me dijo: Hágame el favor y abra esa cómoda que está al frente y saque un cajoncito. Cuando lo hice me preguntó que había en él. Encontré un llavero y se lo entregué.

Entonces me dijo, estas son las llaves de mi carro. Me las devolvió diciéndome que, cuando yo tuviese tiempo, lo sacara a pasear por la plaza del pueblo o a la vereda Playas. Y cuando quisiera salir en él podía hacerlo sin tener que pedirle permiso. Que lo podía manejar pero con la condición de que no se lo entregara a ninguna otra persona.

Quedé sorprendido y nervioso porque no sabía conducir carros y no podía decirle que no estaba en condición de hacerle ese favor. Se lo comenté al conductor del Señor Obispo, en ese momento era el Señor Carlos Alberto Villa. Lo había conocido en el seminario menor. Me tranquilizó diciéndome que estuviese despreocupado por eso, que como yo sabía manejar moto me quedaba fácil aprender a manejar el carro. Podíamos practicar en la cancha del seminario y, después de unas clases, me sacó a la calle. Así le perdí el miedo y aprendí fácilmente el manejo de Don Willys.

Empecé a llevar al Padre por el pueblo y algunas veces fuimos a Playas. Él se sentía muy contento con esas salidas. Como yo veía que le gustaba, entonces lo hacía con la mayor frecuencia posible para que el anciano sacerdote se sintiera bien.

Llegó el fin del año lectivo. Éramos cinco los diáconos que estábamos en el seminario y fuimos llamados a la ordenación sacerdotal. Pasé donde el padre Sierra para entregarle las llaves del carro, darle los agradecimientos y despedirme.

Al año siguiente, el señor obispo me asignó, ya ordenado como sacerdote, para ir al Preseminario Juan XXIIl que tenía la Diócesis en las afueras del corregimiento de Tapartó, en el municipio de Andes. Ese fue mi primer nombramiento.


En camino a Tapartó

Cuando llegué allí, el Rector del Preseminario, que quedaba en las afueras del pueblo, era el Padre Nabor Suárez A. Hoy Monseñor Nabor. Cualquier día me dijo: Ya que usted es amigo del Padre Sierra propóngale que nos facilite ese carrito para el Preseminario.

En Tapartó solo había un recorrido de servicio público por las mañanas y no había más en el día. A veces se presentaba un imprevisto de mercado o un enfermo y necesitábamos de un transporte.

Sugerí que se lo dijéramos a Monseñor Trujillo Arango, porque era quien tenía más autoridad para pedir el carro. Así lo hicimos. El Padre Sierra le dijo al señor Obispo: Si lo ha de manejar el Padre Puerta, se lo pueden llevar. Si es para otra persona, no. Así se acordó.
El carro fue enviado Medellín donde le hicieron un mantenimiento general y quedó en buen estado.     

                 
                                                                                                                          

El señor Carlos Alberto Villa, llegó con el carro al Preseminario, el 20 de julio de 1967. Fue toda una fiesta la llegada, ya le teníamos el garaje listo. Al día siguiente o sea el 21, teníamos programado un paseo a una finca de Valparaíso y por eso hasta el 22 no pudimos disfrutar del carro.
El 21 de Octubre de 1967 murió el Padre Eduardo Sierra, dueño del Carro. Monseñor Nabor Suarez me pidió que asistiera con Don Willys al entierro en un gesto de agradecimiento con el Padre Sierra por habernos facilitado tan grande favor.

Para finales de 1972, el Obispo, Monseñor Juan Eliseo Mojica, decidió cerrar el Preseminario. A mí me nombró para el seminario de Jericó como secretario. Llegué al nuevo servicio en 1973 y la primera semana fui donde el tesorero de la diócesis para hacerle entrega del carro. Le di las llaves y le manifesté que el carro se encontraba en muy buena condiciones y que podía disponer de él.

El padre tesorero no me recibió las llaves diciéndome que las guardara mientras el hablaba con la Junta Económica de la Diócesis. Que lo cuidara ya que había estado durante tanto tiempo bajo mi responsabilidad. También podía disponer de él en espera de la reunión de la Junta Económica para ver qué se decidía hacer con el carro.

Me preguntó si yo estaría interesado en el carro. Le contesté que yo no tenía posibilidad de comprarlo. Que podía estar tranquilo para lo que quisieran hacer, ya que no disponía de dinero para comprar un carro.

Una persona que tenía interés en adquirirlo era el señor Fidel Castaño. Tenía una tienda y cada que yo pasaba por el frente me decía que le pitara para salir a ver el carro porque lo apreciaba mucho. Que él era primer opcionado para comprarlo en el caso de que yo no quisiera continuar con él. 

Don Fidel Castaño me decía, cuando me veía: No se le olvide que soy la persona con más derecho para tener ese carro. Porque yo fui quien lo saqué de la agencia pagando $1.500 por él, lo traje de Medellín a Jericó y durante algún tiempo yo lo manejé. Quisiera tenerlo personalmente.


Saliendo a un viaje de Tapartó

El Rector del seminario, que era el Padre Rigoberto Gómez. Algún día me dijo: salgo para la Curia a una reunión de la Junta Económica y en la agenda figura el tema de decidir sobre el carro. El mismo que había traído el Padre Puerta de Tapartó.

Me preguntó si yo estaba interesado en comprar el carro. Le expliqué que no estaba interesado porque no disponía del dinero y se me complicaba la forma de pago en caso de tomarlo.

Cuando el Padre Rigoberto regresó de la reunión me dice: En la reunión se habló mucho del carro y se acordó que se le dieran todas las facilidades de pago para que usted se quedara con él. Porque llevaba seis años manejándolo, que lo mantenía y lo había traído bien. Por eso era el primero en tener el derecho de ser el propietario.

El padre tesorero Manuel Vargas me llamó y me dijo que lo llevara donde el señor Carlos Villa. Don Carlos era una persona reconocida por lo honorable, muy honesta y un mecánico excelente en Jericó. Persona a quien todos le tenían plena confianza. Debía pedirle el favor de hacerle el avalúo.  El señor Villa me dio, por escrito, el valor del carro, que fue de $45.000 en letras o $30.000 de contado.

Cuando le presenté el avalúo al Padre Vargas me preguntó: ¿Usted se quiere quedar con el carro? Le doy todas las facilidades para que lo pague. Me puede ir abonando lo que pueda sin mediar ningún afán. Todos los padres de la Junta Económica estuvieron de acuerdo que usted debía tenerlo. Le contesté que no tenía capacidad de comprar el carro porque no me daba el sueldo ni disponía del dinero suficiente.

Yo tenía $7.000 ahorrados en la cooperativa de ahorros llamada “Cooperativa Monseñor Augusto Trujillo Arango” en Ciudad Bolívar. Consulté con la gerente, Señora Marina Correa, y ella me respondió que sobre esos ahorros me podían prestar $20.000. Mi familia me quiso ayudar con $10.000. Le acepté los $20,000 a la cooperativa para poder comprarlo de contado. Así junté los $30,000 que valía Don Willys.

Le pagué al Padre Tesorero quien se asombró por la forma cómo había logrado reunir tan rápido el dinero. Dispongo del recibo que me dio el Padre Manuel Vargas por los $30.000 que me costó el carro.


El pago

Se hicieron las vueltas de traspaso. Eso significa que soy el segundo dueño después de la Curia. Al Padre Eduardo Sierra simplemente se lo entregaron de palabra pero no le hicieron cambio de propietario.

Estaba matriculado en Itagüí. Como era dispendioso para los trámites anuales le cambié de distrito para Ciudad Bolívar. Allí me quedaba fácil hacer las diligencias. Por eso, en este momento, está registrado en Ciudad Bolívar. Su primera placa fue A4-4413. Ahora es KCC 588 de Ciudad Bolívar.
La primera revisión técnica mecánica fue difícil porque no pasó. No teníamos experiencia y lo rechazaron dos veces. Para la segunda pasó sin ningún impedimento. Para el tercer año tocó llevarlo a Bolombolo y también pasó sin objeción. El carro está en buen estado de mantenimiento.

Antes, la batería se descargaba con frecuencia. Debíamos prenderlo empujado o con la manivela, que aún conservo. El sistema eléctrico, que anteriormente era de 6 Voltios, se le cambió a 12 Voltios. Así tiene mejor respuesta en el arranque. Las luces son más potentes. La batería dura más.

Es un vehículo de estructura sólida, liviano, todo terreno, con tracción en las cuatro ruedas para caminos malos y no ha sufrido ningún daño ni choques. 

En una ocasión fuimos hasta el Chocó donde cruzamos el río Atrato en un ferry en Istmina. Hemos recorrido todos los pueblos de la diócesis. Durante las vacaciones siempre salgo en él.


Despidiendo al amigo con saludo militar

La idea de bautizarlo Don Willys fue de los niños alumnos del seminario como una forma de distinción, respeto y gratitud con un fiel amigo que les prestó muchos servicios. En una de las fotos, en el Preseminario, se puede ver como uno de los alumnos parece saludarlo militarmente. Por eso ya muchos lo identifican con ese nombre. En nuestras conversaciones, cuando viajamos, me parece que me dice que él me quiere llevar al cementerio.

En julio de 2019, como estaba próximo a vencerse mi permiso de conducción sin más renovaciones, según la ley, decidí cumplir mi promesa de regalarle el carro a mi hermano Jaime, quien vive en Ciudad Bolívar.

El día domingo 07 de Julio hice el último viaje en el carro para entregarlo. Como presto los servicios de capellanía en el poblado de Caucaviejo, los fines de semana, hicimos el recorrido de esa localidad a la orilla del río Cauca en proximidades del corregimiento de Puente Iglesias hasta Ciudad Bolívar en el suroeste de Antioquia. Población que está sobre la vía que conduce de Medellín a Quibdó.


De regreso a las calles de Jericó

Cuando le dije que le entregaba el carro quedó tan sorprendido que no sabía que decir. Pero todos en la familia estábamos complacidos. Días después lo exhibieron en un desfile en el pueblo de carros antiguos. Así que Don Willys siguió en muy buenas manos, para complacencia mía y de la familia. Así inicia una nueva etapa de su vida.    



 
Características. “Yipao” es la máxima carga que estos vehículos son capaces de transportar al mismo tiempo en un solo viaje.

“Yip” es adaptación fonética españolizada de las dos primeras letras GP de su clasificación en inglés del Willys, General Proposit GP o Uso General. Que luego se escribió en inglés como Jeep. Fue diseñado para uso militar cuando la segunda guerra mundial. Después del conflicto se vendió al publico como sobrantes de guerra. Fue tan acogido en el campo comercial que se decidió seguirlo produciendo. Así se hizo conocido en muchas partes del mundo compitiendo con sus homólogos como el Land Rovert británico y el Volkswagen alemán.  

Es tipo “todo terreno”. Con tracción en las cuatro ruedas y palanca de doble y baja velocidad pero alto torque en ejes para terrenos fangosos y blandos. Función en la cual es increíble porque su suspensión es indestructible y poderosa. De muelles de ballesta y alto rango de recorrido para tolerar terrenos muy irregulares. Como se necesitaron en la guerra. las tropas solían equiparlos con herramientas adicionales tales como palas, hacha o cajas con cadenas para las ruedas cuando se viajaba sobre nieve o arena blanda. Y fundas laterales portafusiles. o los de correo militar con alforjas o maletas laterales para transportar encomiendas o víveres. 

Con 64 años y sigue tan juvenil como cuando salió de la agencia. No ha sido reparado el motor ni ha tenido cambios. Excepto que se le agregó el soporte lateral de la rueda de repuesto para dar mejor comodidad de abordaje por la compuerta trasera. Antes la tenía atrás sobre un chasis abisagrado. Aun el parabrisas es abatible. La cabina es de cubierta blanda, de imitación lona, que por deterioro se le ha renovado varias veces.

Incluso el instrumental, la manivela de arranque, la bomba de gasolina, con su característico vaso de vidrio y el filtro de aire del carburador tipo húmedo con aceite y lavable, son originales. Tal como fueron diseñados para operar en el desierto donde no se tenía facilidad para conseguir el filtro de repuesto y se saturaba con frecuencia debido a que se contaminaba rápido con la arena del desierto. o la nieve en las planicies rusas.

Nunca ha tenido las canastillas para los bidones de gasolina o agua adicional. Ni el soporte de la pala ni el de la antena de radio ni el punto de anclaje para armamento, ni las luces tácticas, porque este es una versión civil del original modelo militar.

Solo se le hizo cambio del voltaje del sistema eléctrico pasando de 6v. a 12v. para mejor respuesta en el arranque, confiabilidad, alumbrado y aditamentos adicionales.


La partida de Cauca Viejo para el ultimo viaje de viejos amigos

LA HISTORIA DE DON WILLYS.

DESFILE DE SILLETEROS 15 08 2022