AERONAUTAS Y CRONISTAS

jueves, 21 de noviembre de 2013

CRÓNICAS DE UN CURA PAISA. CAPÍTULO 6


 

CRÓNICAS DE UN CURA PAISA

POR EL PADRE ANTONIO MARÍA PALACIO VÉLEZ

CAPÍTULO 6

ESPANTANDO DEMONIOS.

Mirando hacia el occidente se me empequeñece la vista mirando aquella infinita extensión de selvas y selvas. Sólo a muchas leguas de distancia se veían, en medio del corazón de la selva una hacienda con pastos y ganados, era que allí estaba la mina de Dabaibe. Esa hacienda surtía de ganados a los trabajadores de la mina. Después de eso no se veía sino el color verde cubierta de selvas y selvas que se extendía más allá de donde los ojos, auxiliados por poderosos lentes, se podían escrutar. Entonces me dispuse a hacer un exorcismo para expulsar a los posibles millones y millones de demonios que estaban dispuestos a hacer el mal en aquellas soledades.

Ya de regreso fuimos a dormir a la tolda de Tapartó. El día 18 continuamos la marcha y, las 10 pasamos por la tolda del Cóndor. Después avanzamos hasta Quebradabonita donde habíamos dejado las bestias. Allí dormimos esa noche y el día 19 llegamos a Jardín muy fatigados y con magulladuras y rasguños en el cuerpo, pero satisfechos por haber logrado ser los primeros que subimos al San Fernando.

A la escuela de minas de Medellín llevé una piedra de un kilo de peso de la cumbre el San Fernando para analizarla y el resultado fue que tenía un alto contenido de hierro.

LA CAVERNA DE PUEBLO RICO

En 2 diciembre 1934 fui trasladado a la población de Pueblorico que queda próxima al municipio de Tarso y a la población de Buenosaires. Me habían dicho que un poco más abajo de esa población había una caverna que parecía que en parte había sido hecha por indígenas en tiempos inmemoriales. Como tengo espíritu curioso y me gusta conocer las cosas personalmente me propuse ir a examinarla.

Entonces invité a mi hermano Nicolás, que vivía en Concordia, para que el 10 enero 1935 estuviera en Pueblorico para que hiciéramos la excursión. Partimos y fuimos a Buenosaires y allí se nos unieron dos compañeros. Nos pusimos a buscar la caverna y le encontramos en una falda, un poco más abajo del cementerio como se nos había dicho. En el declive de la falda donde había una cementera de yuca se abría una gran puerta formada por tres enormes piedras, todas verticales sobre ellas la otra horizontal que hacía de cornisa. La puerta medía unos 3 m de ancha por 4 de altura. Sus lados eran perfectamente paralelos.

Entramos en una especie de zaguán en un poco más ancho que la puerta y cuyo techo de piedra tenía una altura de 5 m. Como el interior está oscuro, encendimos linternas. Pero en ese instante una verdadera avalancha de murciélagos asustados por la luz de los intrusos se nos vino encima buscando salida. Lanzando chillidos y revoloteando nos daban en la cara con sus alas negras. Repuestos de la sorpresa y con los murciélagos ya calmados, seguimos avanzando por ese zaguán. Como a los 10 m llegamos a una pared como de unos 4 m de ancho por 10 de altura.

En el frente y al nivel del suelo en esa pared de roca, se abrían dos túneles y una grieta. A la izquierda y un poco más abajo del nivel del piso estaba uno de los túneles pero tenía la entrada obstruida y sólo se descubría la parte superior. Por allí era imposible entrar.

En el centro de la roca y unos 25 cm más arriba del nivel del piso estaba el otro túnel cuya entrada estaba completamente descubierta, redonda y estaba labrada en la roca viva con unos 50 cm de diámetro. Enfocamos la luz de una linterna y no le vimos fondo. Aunque estaba estrecho vimos que por allí podíamos entrar aunque arrastrandonos. Entré el primero alumbrando con una linterna y los compañeros atrás me siguieron.

El túnel era recto, estaba labrado a cincel y semejaba el interior de un cañón de artillería. Avanzamos por el cómo unos 25 m. allí no pudimos pasar porque en ese sitio la roca era más floja, había cedido y obstruido el túnel, razón por la cual obligó a retroceder arrastrándonos hacia atrás ya que el túnel no daba espacio para voltearnos.

Al lado derecho estaba la grieta que parecía hecha a causa de una enorme presión rajándola en un corte recto en dos paredes paralelas dejando un pasillo de 45 cm de ancho por 10 de altura. Este pasillo avanzaba guardando la distancia de las paredes de roca en un trayecto de unos 10 m. Al cabo de los cuales se abría una grieta transversal en el piso, de una pared a otra, de unos 20 cm de ancha. A partir de esta grieta el pasillo doblaba en ángulo recto a la derecha pero ampliando el espacio a metro y medio.

 
TUNEL

Éste segundo pasillo adelantaba otros 10 m y terminaba en un salón de 4 m de ancho. El techo era también una plancha de piedra. A la luz de las linternas examinamos el salón pero estaba completamente vacío. Ni un objeto ni una descripción y nada.

A la derecha de este salón se abría otra grieta de unos 45 cm de ancha y bastante altura. Pero no pudimos ingresar por ella porque una laja de piedra se había desprendido de la altura y obstruyó el paso. Por los resquicios que dejaba la piedra desprendida pudimos observar que el pasillo se internaba.

Dos horas estuvimos en aquella caverna. Nos metimos hasta donde nos pudimos internar y la observamos con todo detenimiento pero como ya dije antes no encontramos nada.

A mí se me hace que aquella caverna fue hecha por una generación indígena. Lo prueba la puerta que es un rectángulo perfectamente hecho. Esta portada se asemeja a la de una iglesia. Lo prueba también el túnel labrado en la roca por donde penetramos 25 m. y él túnel recto y redondo como un cañón conservando su diámetro en toda su longitud. En todo caso exploramos aquella caverna que es bastante curiosa.

SEGUNDA ESCALADA DEL SAN FERNANDO.

En una licencia que se le haya concedido en el mes de junio de 1941 fui a Concordia y me encontré con dos amigos, Antonio Jesús Uribe y Horacio Muñoz, quienes desde Jardín me invitaban a una nueva expedición al San Fernando.

Acepté la invitación ya que ellos habían sido los compañeros en la expedición de enero de 1934. Convenimos que el 2 agosto 1941 nos veríamos en Andes para de allí salir hacia el San Fernando.

Mi hermano Jesús Antonio a quien también le gustan estas andanzas y quien había subido conmigo al farallón del Citará se ofreció acompañarlos y mi padre Jesús María Palacio quien tenía 71 años se ofreció también.

El 2 agosto nos reunimos en Andes Jesús María Palacio, mi papá, mi hermano Jesús Antonio, Antonio Jesús Uribe, Otilio Velázquez, Horacio Muñoz y el que esto escribe. Contando además dos peones y así completamos ocho personas. Nos proveimos de una buena carpa y provisiones para 15 días.

3 agosto salimos de Andes y llegamos a Quebradabonita. Primera jornada de la anterior excursión. Era necesario parar allí porque estaba a la entrada de la selva y de allí en adelante empezaba la serranía. El hecho es que ya se había abierto un camino de bestia por parte de la mina de Dabaibe para poder entrar con economía los alimentos y las herramientas. Este camino llegaba hasta la cordillera de San Nazario.

El 6 agosto subimos al San Fernando y allí sobre la roca en forma de bandera armamos la carpa exactamente en el mismo lugar donde siete años antes lo habíamos hecho, en junio de 1934. Porque en ese lugar había caído un rayo que abrió un cráter en la roca. Quizás ese mismo rayo estaba destinado para volvernos polvo en esa espantosa tempestad que nos sorprendió en esa montaña en 1934. Pero que seguramente por intervención de la virgen Divina lo detuvo para que no nos hiciera daño y volviéramos después.

Recorrimos toda la cima del cerro de norte a sur y en ninguna parte encontramos señales de que alguien hubiese subido después de nuestro primer acto ascensional.

Al día siguiente fuimos al promontorio donde siete años antes habíamos plantado una cruz y el pie de ella habíamos dejado una botella con una boleta dentro. Allí estaba la cruz pero no vimos la botella porque el musgo la había cubierto. Escarbamos y a 20 cm de profundidad encontramos la botella que conservaba la boleta perfectamente legible a pesar del tiempo y la humedad. Hice un nuevo relato, la firmamos y junto con la boleta anterior la pusimos de nuevo en la botella. Después de bien tapada y lacrada la dejamos de nuevo al pie la Cruz.