AERONAUTAS Y CRONISTAS

lunes, 25 de noviembre de 2013

CRÓNICAS DE UN CURA PAISA. CAPÍTULO 10


CRÓNICAS DE UN CURA PAISA

POR EL PADRE ANTONIO MARÍA PALACIO VÉLEZ

CAPÍTULO 10

EL INDIO JUAN.

El 13 de junio 1948 llegamos al río Sábalo. Sus terrenos pertenecen a la jurisdicción de Dabeiba. El día 14 llegamos al Tambo del indio Juan Caruya que vivía no lejos del río Tuburidó. Juan era un indio acomodado pues tenía una cementera de plátano maíz yuca y un poco de caña dulce, además de gallinas, cerdos, patos y tiseos que de noche dormían debajo del tambo. En el segundo piso del tambo tenía un fogón de tres piedras y un gran tronco llamado el madrino que le serbia de asiento al pie del fogón donde ingresaba una punta. De noche le cubrían la punta candente con ceniza y rescoldo para conservar el fuego hasta el otro día. En el piso se almacenaban racimos de plátano y maíz porque él salón también servía de troja. Para él día siguiente de la correría nos dio un almud de maíz para de la india nos hiciera unas arepas para qué lleváramos de fiambre.

El día 15 amanecí con fiebre. El indio se fue a cazar y antes de salir le encargó a la india que me cuidara y le entregó un manojito de ramas para qué me hiciera una bebida para la fiebre. Poco después que se fueron los cazadores me tomé la bebida que me hizo la india y una hora más tarde ya estaba sin fiebre y completamente bueno.

LA MESETA DEL TESORO

Después de la cena se pusieron a conversar sobre grandes tesoros y Belisario dijo que por allí cerca al río Tuburidó había un gran tesoro en un lugar donde se encontraba una mata de Guadua, una palma de Milpesos y un árbol de caucho. Le pregunté al indio si eso era cierto y me respondió que sí, que él sabía dónde estaba. Le ofrecí pagarle por llevarme al lugar donde estaba el tesoro y por cinco pesos se comprometió a ello.

LA BÚSQUEDA.

Durante cuatro días de recorrido no habíamos encontrado ninguna mata de Guadua así que era muy significativo que se pudiera sospechar que pudiera ser cierto lo relatado con el tesoro, si se encontraba esa mata.

Al final del día 16 llegamos al río Tuburidó que en ese lugar era muy caudaloso. Mientras los indios cortaban palos de Balso para hacer la balsa, yo aproveche para rezar mi breviario. Como ese día ya se nos hizo tarde construimos un cobertizo con hojas de Murrapo al pie de un árbol muy grande. Pasamos la noche sin novedad.

El día 17 marchamos por una cuchilla arriba. Así es como una hora que estábamos subiendo cuando a pie de boca apareció un llano y en el estaba la mata de Guadua. Le pregunté al indio: ¿aquí es? Si, me respondió el indio.

El llano está hecho a tal nivel que parece como cortado, por la mano del hombre, en el declive de la montaña. Forma un triángulo equilátero de 100 m de lado. Su vértice libre está hacia el lado del río. El lado opuesto está hacia la montaña. Las otras dos caras están formadas por dos arroyos de poco caudal. El área es de una media cuadra de tierra (media manzana urbana rectangular que se enmarca dentro de 4 calles de 80 metros de largo cada una).
Cerca al vértice que da hacia el río y a unos 25 m está la mata de Guadua. Es un surco recto de unos 25 m de largo de Guadua Rayada. Es decir sus troncos tienen listas a lo largo alternadas entre verde y amarillo. Esta mata tiene no menos entre 3 a 4 siglos de existencia a juzgar por las cepas muertas de la Guadua, que se han secado, teniendo en cuenta que la Guadua tiene una vida bastante larga contando desde que nace hasta que se seca de puro vieja.

 
PIEDRA DE MOLER

Como a unos 20 m del surco de Guadua y hacia la parte de arriba del llano estaba, medio tapada por el capote, la mano y la piedra de moler en que molían los indios. Árboles hasta de dos abarcaduras habían nacido en el propio Llano. Después de recorrer el llano en todas las direcciones quede convencido que este tenía que ser el lugar de la leyenda y del tesoro. Le dije al indio: compadre. ¿Dónde es que está enterrado el tesoro? El sólo sacudió la cabeza y me respondió: Perdió cabeza compadre. Perdió cabeza. Y de esta respuesta no hubo modo de sacarlo a pesar de mi insistencia pues siempre repetía lo mismo.

EL SECRETO

Los indios, sobre todo los caciques, eran muy ricos en oro pero cuando llegó la conquista, ellos para librar su riqueza de la rapacidad de los españoles, los enterraban en lugares que ellos saben y que se transmiten, por tradición, de padres a hijos y de generación en generación. A ningún otro particular le revelan donde están enterrados sus tesoros. Ni por medio de recompensas ni amenazas ni por torturas ni aún por la misma muerte. Así se explica el por qué el indio siempre contestaba: perdió cabeza compadre. Lo que se puede interpretar como: no quiero decir o no puedo decir. Total que nada se pudo hacer.

En una hoja de papel hice un mapa más o menos exacto donde se encuentra aquel Llano. Después de haber estado varias horas en el lugar regresamos aquel día al tambo del indio Juan a quien, a pesar de todo, le pague lo prometido.

Quiero dejar constancia que quede muy agradecido de la generosa hospitalidad y de la atención que nos brindó aquel indio a mí y a mis compañeros que Dios les ha de pagar.

Cinco días gastamos de regreso para salir de aquella selva y llegar hasta Nutibara.