AERONAUTAS Y CRONISTAS

domingo, 16 de junio de 2019

INTRODUCCIÓN RELATOS


INTRODUCCIÓN A RELATOS

Las intimas relaciones entre los diversos hechos profesionales, entre ellos mismos y con nuestra vida particular y de nuestra más profunda mentalidad, nos han hecho ver la necesidad de dar constancia de ellos. Hemos estado aplazando esa decisión porque de no hacerlo será casi que imposible comprender las razones de nuestros comportamientos. Que con frecuencia parecían anacrónicos, descabellados y hasta irracionales.

Porque no se encuentra relación ni justificación alguna para que dejáramos que esos hechos acontecieran espontáneamente. Y/o hasta los propiciáramos sin que nadie lo supiese. En el primer caso, porque ellos solos progresaban en la dirección que queríamos. En la segunda, porque podíamos direccionar o provocar para que avanzaran al fin que buscábamos.

Al ser plasmados en estas crónicas y sabidos por los actores que en ellas participaron, ya muchos comprenderán la razón de lo que, para esos actores, era nuestra extraña actitud, bastante enigmática en su momento. Mas, para nosotros perfectamente clara. Dejándolos, incluso, pensar, tanto antes como ahora, que lo contado es producto de actitud mitómana.

Aunque quienes los presenciaron podrán decir, con total fundamento, si lo acontecido fue real, cuanta relación tienen con la realidad o si lo contado es, en parte imaginación o novela. O, incluso, ambas cosas y en qué proporción.

Dejamos al libre albedrío lo que se quiera pensar o decir al respecto de lo narrado. Pues, al fin y al cabo, uno de los fundamentos más dogmáticos de nuestra profesión es la cuidar, con toda determinación, la sagrada libertad de pensar, expresar y actuar de los ciudadanos. Con tanto celo que hasta los que desacuerden o estén en contra podrán negar, pero sin lograr desmentir. Y hasta calumniar haciendo mal uso de esa misma libertad. Será la conciencia colectiva y social, la llamada Voz del Pueblo, quien diga quien tiene toda o la mayoría razón. Ya que ella es el perfecto, acertado e infalible juez humano.

Narraciones sin ser historia. Como no somos historiadores ni pretendemos serlo, no buscamos ni tenemos la obligación de convertir los testimonios en un referencial fiel de los sucesos. Por ello, aunque los hechos son reales, las apreciaciones son puramente personales. Así tenga o parezca lo real, tener mucha relación con lo contado.

Hay que aceptar que algunos de estos sucesos fueron ideados y ejecutados para nivelar los efectos adversos contra nosotros por diversas razones. Que no es necesario buscar los fundamentos del porqué ni que pretendían. Pues serán ellos, los mismos sucesos, quienes aclaren por qué actuaban a su manera.

Contra ellos actuamos usando el criterio de iguales y proporcionales efectos en la compensación. Sin que ellos se percataran de que estaban pagando su imprudencia o agresión injustificada. Aunque si nos daban satisfacción completa a la deuda contraída con nosotros. Provocando que ellos se hiciesen víctimas de sus propias invenciones y descalificaciones.

Razón por la cual les era raro y poco común que les soportásemos su hostilidad. Atropello que hacían de manera burlona. Y respondíamos haciendo demostración de inmensa tolerancia, humildad y alarde de gran debilidad de carácter o falta de autoestima. Hasta el punto que nosotros mismo nos reímos, con ellos, de sus fabricados burlas en contra nuestra.

Así ellos creían que aceptábamos y confirmábamos. Los hacíamos sentir con derecho y estimulados a continuar en su altanero comportamiento para profundizaran en los deméritos. Y que éramos tontos por aceptar y que no guardaríamos ningún sentimiento. Aunque, realmente, estábamos era buscando eliminar las prevenciones. Como se dice en los cuarteles “bajar la guardia”, a manera de retirada táctica. Dando la impresión de falta de fortaleza y debilidad ante la amenaza. Cuando, lo pensado, era para llevarlos al momento y la posición de oportunidad más favorables.

La mayoría de ellos no actuaron con plena claridad de lo inapropiado de sus actos ni con intencionalidad ni premeditación y menos por perversión. Muchos solo actuaron por el instinto natural inconsciente del matoneo, la competencia o los celos propios de la naturaleza humana entre las personas. Pero que, por ello, no dejan de ser actos reales ni hostilidad sicológica.

Que en el campo  militar llega, algunas veces, a ser física. De considerable abuso retrogrado en el uso de la autoridad, la jerarquía y la posición dominante con los subalternos. O el de algunos compañeros que se consideran con el derecho de convertirse en dominantes altaneros de sus colegas. Y menos que, por todo eso, se atenúen o deshagan o desjustifiquen las culpas. Dándonos el derecho, posterior y legítimo, de ser resarcido.  Porque sin tener justificación era injustificado e imposible responder.

Creemos que nadie ni nosotros podemos explicar ni comprender como funcionan muchas cosas en la vida íntima, secreta y paralela de algunas personas. Personas, como nosotros, que hemos estado en condiciones, inexplicablemente, privilegiadas por haber vivido situaciones poco corrientes en el cotidiano transcurrir de la mayoría. Circunstancias que no surgen de la simple casualidad sino de la correlación inevitable del principio causa/efecto. Por no haber sido actores ofensivos sino defensivos. No haber sido la acción sino la reacción.

La mayoría de los hechos han estado, por fuera de nuestra la voluntad. Han actuado como si fuese un sino inevitable que no hemos podido esquivar y que nos ha sido impuesta por la circunstancias. Aunque, de todas formas, no creemos en la predestinación puesto que siempre hemos pensado que los actos siempre tienen sus motivos de acontecer y sus respectivas consecuencias. Lo que llamaríamos, el destino natural. Si ese acto se puede evitar, el destino es definible o modificable. Y como el futuro, en su mayoría, es previsible o direccionable, la predestinación no existe. Ellos son, simplemente, el resultado de lo que en el presente hacemos. Todos moldeamos nuestro propio futuro.

Es más, cuando nos hemos opuesto con vehemencia al deseo de compañeros, en especial, subalternos, por caridad cristiana y sensibilidad humana a que las cosa no sean como algunos colegas intentan que sean, hemos corrido riesgos tan altos como los mismos que corrieron los actores de los sucesos y que son motivo de estos recuentos. En escasas oportunidades nos ha sido admitida una ligera desviación del fin que sus motivadores pretendían, pero nunca suprimirlas completamente. El resto hemos tenido que dejar que sigan su curso insuperable.

Compañeros que, debido a un trato considerado con sus necesidades y sufrimientos, después de haber sido muy injustamente tratados y atropellados, crearon una estima por nosotros que, podríamos decir, nos llegaron reverenciar como a un rey o prácticamente, a adorar como a Dios. Sentimientos que aún perduran después de los años. Dispuestos a complacernos o demostrar su cariño en todo, según nos lo han dicho y demostrado en varias ocasiones. Todo lo contrario al descomunal y, algunas veces letal odio que las tropas también sienten y hacen cuando las abusan. Y que no es necesario especificar.

No podremos entrar en los detalles, lo cual dejará un gran margen de incertidumbres y nubosidades, que son inevitables. De todas formas serán suficientes para que los que han sabido de estos acontecimientos podrán usar la narración para correlacionar con sus propias evidencias. Así no puedan lograr toda la claridad para aceptarlas como verdades completas.

Nosotros solo aportamos los sucesos generales y dejamos a los demás, lo que puedan agregar en favor o en contra. Sabemos que de esa forma se suscitan otras interpretaciones favorables, diferentes o contrarias. Las que no nos limitarán para plasmar los testimonios tal como los hemos vivido.

Evitamos, conscientemente, mencionar nombres propios porque el objetivo no es personalizar, que es algo mezquino y de forma, sino que iremos al fondo donde está el valor que le permite a los demás el repetir o evitar los hechos a futuro como cada cual quiera. Claro que para los acuciosos, que quieran investigar, pueden usar la información para, por su cuenta, particularizar. Pero eso es tarea de otros que está por fuera de nuestra intención.    

Teníamos planeado hacerlo más tarde. Un suceso repentino nos ha inducido a hacerlo desde ya por partes. Falleció un hermano, en forma fulminante. Nos era muy apreciado, aunque nos causó disgustos y reproches por su díscola actitud y su intransigente forma de actuar. Sus extravagancias nos merecían rechazo pero, le teníamos gran consideración. Lo veíamos víctima de las circunstancias de su propia vida. Por eso tratamos de ayudarlo en sus proyectos y estudios.

El hecho nos hizo recapacitar en anticipar estas evidencias porque no tenemos la vida asegurada para postergar el recuento de las “Palabras Pendientes”, como lo dijo Alfonso López M.

Parece que algunas personas estamos rodeadas de un sínodo insuperable que pareciese condenar a la desgracia han quienes han querido ser impropiamente contradictores. Como si una poderosa fuerza, más que simplemente terrenal, llevara a la desgracia a quienes nos han tratado de imponer una injusta voluntad. Superioridad que no podemos esquivar porque ella actúa por su propia cuenta sin que necesitemos incitarla o pedirle que esté a nuestro favor. Ni siquiera estimulada para que actúe. Esto nos parece fantástico. Pero los hechos nos han conducido a pensar de esa forma, pues son  demasiados. Están por fuera la simple casualidad, la lógica o de la posibilidad de ser provocados.

Ha sido nuestro destino y no nos ponemos en su contra, porque ya son hechos cumplidos sin posibilidad de retorno ni reparación ni modificación. Rebasan las posibilidades de lo que acontece a la mayoría de persona naturales, porque de extraordinario no tenemos nada. Solo podemos ver, ahora, lo que nos aconteció en el pasado sin que en ese tiempo nos diéramos cuenta. en su momento, no los veíamos como aventuras. Era lo cotidiano y normal. Con los años y el reposo de la vida tranquila es donde los hemos descubierto. Porque ni siquiera son hechos revelados por otros medios o personas, sino sacados de la única y simple experiencia personal.

En la mayoría de los casos hemos optado por las lecciones que recibimos de maestros sabios que nos enseñaron que en la vida siempre hay una segunda oportunidad. Que, por eso, nunca debe expresarse, de inmediato, todo cuanto al instante se piensa. Porque permite dejar al descubierto lo que debe ser el íntimo y el motivante en el futuro.

Por ello fuimos gustosos lectores, como se nos aconsejó, de famosas obras novelescas. Dentro de las cuales, se nos dijo, podíamos encontrar muchas de las necesarias normas de vida que debíamos practicar si queríamos sobrevivir dentro de la agresiva selva social. Lo que se podría revelar, pero después de acontecido, donde se hace verdad el sabio refrán popular: De las aguas mansas líbrame Señor.

Las crónicas se irán contando progresivamente en la medida en que sean escritas.