AERONAUTAS Y CRONISTAS

jueves, 27 de marzo de 2014

VOLANDO CON EL CORAZON

VOLANDO CON EL CORAZÓN

Para mediados de la década de 1990 me encontraba como comandante de la base aérea de Tres Esquinas en la confluencia del río Orteguaza con el río Caquetá. Debido a la distancia del resto del país y el aislamiento, ya que esta unidad militar se encuentra en medio de la selva, era necesario improvisar con cierto ingenio soluciones a situaciones imprevistas para las cuales no se disponía de los recursos necesarios ni facilidad para conseguirlos con la oportunidad que las circunstancias lo requerían.

Una de las tareas rutinarias consistía en que los días sábados se sacrificaba una o dos reses para el abastecimiento del personal de la unidad bajó un cobertizo sencillo de techo de lámina de zinc al que solíamos llamar "El Matadero". En esta labor se desempeñaba cual matarife y carnicero empírico, pero de muy buena voluntad, uno de los empleados al cual llamamos amistosamente "Pistolero". Por su actitud colaboradora y siempre dispuesta a servir era muy apreciado dentro la comunidad.

Observaba esa labor, como a las nueve de la mañana, se me aproximó el empleado encargado de manejar la finca de ganado de propiedad de la unidad, llamada “La Remonta”, para informarme que uno de los dos toros reproductores, que eran unos bonitos ejemplares de raza pura adquiridos en el Fondo Ganadero del Caquetá, había muerto a pesar de las muchas medidas que había tomado cuando días antes comenzó a mostrar síntomas de enfermedad. El empleado se encontraba preocupado porque pensaba que se le acusaría de alguna culpa, ya fuera por acción o por omisión, en la muerte del valioso ejemplar.

Traté de indagar algún motivo ya que me comenzó a causar una cierta intriga la muerte sin ninguna explicación aparente. El empleado contó que no había visto que tuviese fiebre ni ninguna lesión o cualquier otro síntoma del mal funcionamiento orgánico. Sólo que el día anterior había observado que el toro se mostraba agitado en la respiración y había vomitado parte de la materia digerida siendo de un color oscuro anormal que parecían ser sangre.

Se me ocurrió que sería conveniente tomar alguna acción más a fondo para investigar las causas. No sólo para evitar muertes posteriores de ganado sino tener algún motivo que explicar en caso de que se requiriera por parte de los superiores. Para eso era necesario efectuar una necropsia para hacer una inspección interna. Como la persona más hábil para estos procedimientos era el mismo matarife, le pedí que tan pronto terminará sus tareas de carnicero se fuera al potrero e hiciera una disección completa del cadáver del animal. Lo abriría en dos partes teniendo cuidado de no dañar los órganos internos. Y aunque este empleado no tenía ninguna educación en biología le sugerí que observara con cuidado el estado de todos los órganos para ver si encontraba algo diferente a lo que él habitualmente veía en el despresamiento de las reses para el consumo interno. Yo también quera ver el estado de los órganos.

Pensé que dicha acción podía ser más que ridícula puesto que nuestra preparación era muy poca para intentar algún diagnóstico forense. Yo solamente recordaba cosas muy elementales de las lecciones sobre anatomía y biología que había aprendido durante el bachillerato. Entonces se me vino a la cabeza que quien más podía saber al respecto era el Teniente médico principal que prestaba servicios en nuestro hospital militar. Así que también le solicité que nos ayudara en dicha tarea y me dieran su opinión.

La reacción de este profesional fue de inmediato rechazo a la orden que le daba. Argumentó que él era un profesional de la medicina humana y que no tenía no sólo ningún conocimiento sino que no estaba en condiciones de dar una opinión sobre campos que eran propios de la veterinaria. Se me hizo de inmediato evidente que le habían asaltado los celos profesionales y algo de xenofobia entre dos ramos de la ciencia. Que aún que con alguna similitud en lo científico parecían disputar el prestigio en cada una de sus áreas. Se me hizo tan inapropiado su comportamiento que aún que tuvo intención de recurrir al uso de la autoridad decidí que lo mejor era no llevarlo al campo profesional para evitar que se afirmará más en su rabiosa actitud.

Él consideraba un atrevimiento de mi parte y dejé el asunto más bien casi que en el campo personal. Le di las gracias y le dije que no era necesario entonces que colaborara en esa actividad y que podía estar tranquilo. Mas, sin embargo, que cuando lo mandara llamar debería ir a donde yo me encontraba no para que cumpliera con la actividad que le había ordenado sino simplemente para que escuchara la conclusión a la que llegaríamos a pesar de nuestros mínimos y primitivos conocimientos en el tema. Así fuese para tener que aceptar que no habíamos logrado nada pero que con humildad lo admitiría.



Así se hizo. Y aproximadamente a las 11:30 de la mañana se me comunicó por medio del sistema de radio comunicaciones que no solo el cadáver estaba a mi disposición, como lo había ordenado, sino que también se había encontrado la causa de su muerte. Se me hizo muy extraño que el administrador de la finca y el carnicero ya tuviesen un diagnóstico tan definido como para atreverse a dar una causa específica. Pedí que no se me dijera puesto que yo esperaba llegar por mis propios medios a una conclusión la cual esperaba confrontar con la de ellos.

Observando todos los órganos del mediastino y él intestino sólo pude ver que había una ligera presencia de sangre necrotizada en el diafragma, que también impregnaba las paredes de la cavidad torácica. También en la cavidad intestinal aunque en menor cantidad. Deduje, entonces, que el animal había sufrido una hemorragia interna pero no sabía el motivo. Pregunté al matarife si había observado algún golpe, musculatura macerada o alguna perforación en la piel que indicara que de pronto hubiese recibido un disparo de arma. Eso podría ser posible debido a la presencia de Insurgentes en el área que según nuestras pesquisas de inteligencia indicaban que en ocasiones se aproximaban bastante al perímetro de la unidad. Las respuestas fueron totalmente negativas.

Al administrador de la finca le pregunté si acaso se había presentado alguna pelea entre los toros o alguno de ellos había sufrido una caída o se había rodado en los potreros recibiendo también respuestas negativas. Otra alternativa podría ser que hubiese sido atacado con puñal o que uno de los soldados de guardia hubiese tenido un accidente con el arma impactando el animal pero ninguno de estos incidentes fue ni estaba reportado en las novedades de guardia. Ni el administrador no había escuchado ninguna detonación de arma por eso días ya que vivía en la casa de la finca.

El caso era bastante extraño para mí. Sólo se me ocurría que hubiese sufrido alguna aneurisma arterial pero no tenía forma de comprobar tales dudas. No tuve más alternativa que confesar mi incapacidad a los presentes y mandé llamar al médico como le había advertido. En ese momento el administrador me dijo que mirara con más cuidado todos los órganos que de pronto podía encontrar alguna anormalidad. Y acogiendo su sugerencia comencé a observar la disección desde el cuello hacia abajo pasando por el corazón. Pude ver que aunque había pedido que no se interviniera ninguno de los órganos éste había sido abierto pero como las dos partes estaban juntas no había visto que este fue cortado de arriba abajo en dos partes. Que separándolas se podía ver la cavidad interna del ventrículo izquierdo. Sospeché que por alguna razón no se había tenido en cuenta mi determinación de no intervenir ningún órgano. También capté que el pericardio mostraba una pequeña llaga que era totalmente anormal.

Entonces aproximándome al órgano también apareció otra laceración en la pared interna del ventrículo coincidente con la externa y otras menor en el lado opuesto a la antes mencionada. Supuse que el animal tenía que haber sido lanceado con un instrumento cortopunzantes demasiado delgado como para qué penetrara la piel por el costado hacia el corazón sin que pudiese ser detectada una herida externa. Buscamos más esa lesión pero fue imposible.

Entonces supuse en forma muy anormal, especulativa y demasiado imaginaria que el corazón había sido infectado por algún organismo que lo había perforado y así se lo hice saber a los dos empleados. Pero yo no podía asegurarlo porque eso estaba por fuera de mis conocimientos. Entonces, un poco sonriente, el matarife se me aproximó y me dijo que él tenía ese organismo en la mano mostrándome un delgado alambre de metal dulce, del que se usa para amarrar, de aproximadamente 20 cm de longitud y algo oxidado.

Le dije que eso no podía ser puesto que no había ninguna posibilidad de que fuese el causante y menos sin una lesión externa. Ambos me dijeron que cuando ellos llegaron al corazón también observaron la misma yagocidad que yo había captado y que sin ninguna precaución habían abierto el corazón de un solo tajo para mirar cómo estaba por dentro. En ese momento sintió que el filo del cuchillo rosó contra algo sólido que parecía ser metálico. Encontraron clavado y atravesando el ventrículo de lado a lado, apoyándose en ambas paredes de la cavidad, él mencionado alambre. Aunque eso era imposible para mí yo debía dar credibilidad a lo que ellos me decían.


CORAZÓN ABIERTO
Entonces, antes de que llegase el médico que por alguna razón parecía tardarse más de lo previsto, decidí que tenía, de cualquier manera, que encontrar la forma como este objeto extraño había llegado al mencionado órgano. La única alternativa, sin causar lesiones externas era que hubiese sido ingerido. Pero también seguía siendo muy improbable que llegase al corazón. Debía haber seguido la vía digestiva donde debió haber causado daños intestinales o haber sido arrojado por el mismo proceso. Más viendo la sangre hemorrágica pudimos ver entonces que en el diafragma también había otro orificio más grande que el del corazón y éste a su vez coincidía con otro mayor en la pared del estómago.

A través de esta última se podía haber la materia vegetal digestiva masticada e impregnada de mucha sangre. Nos quedó claro que el alambre había sido tragado mientras el animal pastaba en los potreros los que se encontraban contaminados de basuras que habían sido arrojadas desde hacía muchos años. El alambre, entonces, se había incrustado en la pared del estómago y por la compresión, la había perforado llegando al diafragma. El cual también fue abierto debido a los movimientos cíclicos de la respiración. De esa forma avanzó al corazón que con sus palpitaciones hizo que el filoso elemento fuese perforando la pared muscular. En esta acción debieron contribuir mucho los espasmos que sufría el animal cuando vomitaba tratando de arrojar la sangre y el elemento.

Las perforaciones produjeron una vía de desangre que partiendo desde el mismo corazón llegaba al sistema digestivo desangrando al animal y ocasionando los vómitos.

Para ese instante llegó el médico al cual le recomendé, que tal como le había dicho, no hiciera ningún diagnóstico ni observación al respecto pero que se limitara a escuchar lo que le iba explicar. Le dije que tanto el matarife como el vaquero, con su poca educación y sus primarios conocimientos habían encontrado con facilidad la causa de la muerte del animal. Motivo que le había parecido un despropósito cuando le solicité su colaboración. En forma un poco sarcástica le pedí que siguiera dedicando a sus refinados conocimientos de medicina humana para el bien de todos los habitantes de la unidad militar y que no tuviese ninguna preocupación. En adelante no se le pediría un favor por fuera de las exclusivas funciones profesionales que él tenía a su cargo. Las mismas razones por las cuales había argumentado no tener el deber de participar en lo solicitado.

El profesional se encontraba bastante incómodo pero como ya le había hecho la advertencia de limitarse a apreciar, le dije que se retirara para nosotros terminar el procedimiento de disponer del cadáver. Que era suficiente con su asistencia. Así lo hizo en silencio y con notoria evidencia de encontrarse bastante avergonzado. Había sido herido su orgullo y su megalomanía injustificada. Para mí fue más que suficiente la sanción moral antes que la reglamentaria por haber desconocido mi autoridad en público para darse ínfulas de superioridad y errada firmeza de carácter ante un superior. También sabía que el oficial, que quizás pensaba que sería más profesional en su área científica si negaba el acatamiento de sus deberes militares, se estaba exponiendo a la descalificación social.

Los muchos asistentes que se encontraban en el matadero cuando yo le pedí el favor, se enteraron de su negativa desprestigiando y poniendo en ridículo mi autoridad por el momento. En cambio, en este momento, yo estaba haciéndole esas apreciaciones sólo delante de los dos empleados a los cuales, premeditadamente, no les di la orden de que dejasen en secreto y sin comentar a nadie las ideas que yo le acababa de poner en evidencia al médico. Pero como también había estimulado el orgullo personal de ellos prestigiándolos delante de una persona con demasiada ilustración academia, les sería imposible el no comentarlo. Para mí era claro que por esa falta de precaución todos los habitantes de la base aérea se enterarían del percance.

Pero no por un abuso de autoridad apabullándolo delante de un público, como él se atrevió y lo hizo conmigo, sino por boca de otros a los cuales yo no los induje a tal, más si era evidente e inevitable que lo divulgaran. Como así lo fue posteriormente, viéndose al mencionado oficial en actitud bastante afligida. Nunca se imaginó que fuese a ser víctima de sus propios actos.

Tomamos fotografías debido a lo extraordinario del suceso y envié copias de ellas al rector de la Universidad Nacional, que en ese tiempo era Antanas Mocuss, con una nota promisoria donde le enteraba del asunto y con el fin de que fuese usada como lección en su facultad de veterinaria. No supe si así se hizo pues no recibí respuesta de dicho envío.

Lo que sí no nos queda duda es que el médico en lugar de aportar en este caso un poco de su sabiduría, recibió una contundente lección de subordinación, moral profesional y buena actitud con la comunidad. Resultado más que suficiente, resarcidora y justificable para habernos aventado en una acción que tenía mucha factibilidad de fracasar por ser de campos muy lejos de nuestro saber. El oficial medico continuó en el servicio a la institución aportando sus idoneidades profesionales con mucho éxito militar y médico.

En esas circunstancias era necesario recurrir a cualquier procedimiento con el fin de encontrar solución a los problemas corrientes y cotidianos a pesar de nuestra falta de idoneidad para cometerlos, pero que la situación nos obligaba de manera inevitable. No importaba que fuesen del campo veterinario, medico, de vuelo o militar. Aunque pudiésemos volar aviones teníamos que poner a volar la imaginación.


martes, 25 de marzo de 2014

SUR PARTE 30 Y 31



PARTE 30
BUSCANDO TRABAJO - GESTIONES PARA LOS VETERANOS - LOS RÁPIDOS ASCENSOS.

•         Se presentó a la policía a pedir un puesto de oficial. Le ofrecieron como Sargento y pidió 24 horas para resolver. Esa misma tarde recibió una carta de su madre diciéndole que todos los días lo aguardaba. Con el dorso de la mano se limpia las lágrimas que no pudo contener. Escribió a su madre diciéndole que los peruanos tenían mejor ejército de Colombia y que eran más diestros en la selva, pero que habían perdido la lucha. Colombia la había ganado entre Olaya Herrera y Alfonso Araujo, presidente y ministro de obras públicas con las vías de comunicación.
Con la carretera entre Neiva y Florencia, la navegación por el Orteguaza y el Caquetá organizadas, la carretera La Tagua Puerto Leguízamo y la navegación del Putumayo. Los peruanos no continuaron la guerra no por falta de Ejército, sino por la falta de vías de comunicación. Colombia se puso en la situación de poder llevar hasta 2.000 hombres semanales. Nosotros a tres días de la frontera y ellos a 20 días de viaje. Cuando el Perú tenga vis de comunicación, volverá a hacer la guerra, que solo se definirá con las armas. Pueda ser que para entonces, Colombia, tenga un Ejército democrático y no una organización de oficiales autócratas, para dominar sobre un hacinamiento de parias, que no otra cosa son los soldados colombianos.

•         Regresó a la policía y aceptó el puesto de Sargento, pero pidió el lugar más distante posible y, ojalá, donde haya peligro. Le ofrecieron Santander del Norte, allí estaban en estado de sitio y había una semirebelión contra el gobierno y aceptó.
Comentario: la primera violencia política entre liberales y conservadores. La segunda fue en los años 50 entre conservadores y liberales. Así es como suele clasificarse, porque más antes hubo otras dentro de las cuales está la famosa “guerra de los mil días”)

•         Comentario. Era el tiempo de la primera violencia política partidista. La de Olaya Herrera con el gobierno liberal y los conservadores en la oposición. Después vendría la segunda con Mariano Ospina y Laureano Gómez en el gobierno conservador y los liberales en la oposición. Mas tarde, la tercera con Rojas Pinilla porque los reductos liberales del Llano se sintieron insatisfechos con la amnistía. Los del Tolima fueron adoctrinados con ideologías comunistas subversivas y el gobierno militar era opuesto a esas ideas. Las posteriores ya no serían políticas sino insurgentes. Y después las delincuenciales actuales. Fin del comentario.

•         Las calles de Bogotá estaban llenas de soldados evacuados del sur, enfermos y macilentos. Muchos no tenían con qué marchar a sus casas ni con que pagar la comida en la ciudad. Se fue hasta donde don Luis Cano, director de “El Espectador" y senador de la República. Le recibió amablemente. Le pintó la terrible situación de los soldados evacuados y le pidió que hiciera algo por ellos. El periodista le dijo: “Los van a condecorar. "Uno de Tropa" le explicó que no se suplía nada con la condecoración, si mañana amanecían muertos en un quicio, por inanición, pero bien condecorados”. El periodista le prometo ayudarlos. "Uno de Tropa" dijo: “Sí, ustedes siempre prometen. Adiós, don Luis Cano”.


CASETA DE VUELO EN PALANQUERO

•         El “Unirismo” estaba en su auge y su jefe, Jorge Eliecer Gaitán, había demostrado siempre un gran interés por las clases proletarias. Uno de tropa sugirió que se metieran todos los evacuados en esta agrupación para conseguir el apoyo necesario, aun violentamente. Ideó un proyecto de ley en favor de los soldados de la campaña. Lo redactó y se lo llevó al representante Diego Luis Córdova. Pretendía con esa ley que todos los evacuados de las operaciones de la guerra del sur se les ocupara obligatoriamente de acuerdo sus capacidades. Pretendía únicamente que los soldados tuvieran prelación por haber prestado sus servicios en el frente. Pero como con don Luis Cano, Luis Córdoba tampoco hizo nada.

•         Días después, en la esquina llamada “Arranca Plumas" de Bogotá, encontró al Mayor Reyes Archila conversando con Emilio Murillo. Por asociación se acordó de la manceba del Mayor Reyes Archila, la "pan del soldado". La que el mayor tuvo en el frente, donde la vestía con uniforme militar colombiano. La misma que los despidió en la Tagua cuando se embarcaron para la evacuación.

•         A la conversación también se agregó el Teniente Greiffeinstein. Le extrañó ver a Greiffeinstein de Teniente. Lo había conocido de Subteniente en El Encanto y supuso que el ascenso tan rápido serían los valiosos servicios que había prestado en el frente. En El Encanto duró varios días, enfermo y sin comer nada. El Capitán Fernández, comandante de esa guarnición, sinceramente preocupado al ver que Subteniente no comía, lo hizo evacuar. Después se supo que la enfermedad de su cliente era miedo y que mientras simulaba no comer, les pagaba a unos Soldados de la compañía para que le llevaran comida a escondida. Hoy es Teniente y pronto será Capitán y no es difícil que llegue a General, este aprovechado.



PARTE 31

LOS DESAMPARADOS. LA LUCHA PARTIDISTA. EL DESENGAÑO.

•         Se encontró también al Sargento Trinidad de León, quien estuvo en la campaña del Putumayo y estaba evacuado. León estaba triste. "Uno de Tropa" le preguntó qué le pasaba. Le explico que lo dieron de baja faltando 11 días para cumplir 15 años de servicio en el Ejército y tener derecho a la pensión de retiro. Ahora no lo dan de alta en ningún cuartel para completar los 15 años y pensionarse, a pesar de que ha ofrecido prestar gratuitamente los 15 días de servicio que le faltan. "Uno de Tropa" le comentó que debía haber una razón muy grave en su contra para que se hiciera eso con él. Si no, es una nueva injusticia y una gran ingratitud.

 

FIRMA DEL PROTOCOLO DE PAZ EN RIO DE JANEIRO
•         El Capitán Ángel tiene un alias: "El Pote", y una señal particular: La oreja derecha incompleta. Se la arrancó de un mordisco el mal humorado Mayor, Manuel A. Sarmiento en una riña. El Mayor Sarmiento es un oficial de caballería que no aprendido a montar a caballo sino muchos años después pero que tiene muy buena dentadura.

•         "Uno de Tropa" pensaban fundar la “Asociación de Veteranos del Putumayo", cuando se le llegó el momento de partir para Santander. Lo nombraron alcalde en varios municipios santandereanos en forma sucesiva. Aquella tierra altiva y fecunda se debatía en una lucha sangrienta por cuestiones políticas, que los curas y los "caciques" azuzaban a su amaño.
Comentario: la primera violencia política.
Los agricultores aparecían asesinados con las manos atadas sobre el azadón y en actitud de dar el último a beso la tierra que trabajaban. Otros iban a los presidios porque habían cambiado el azadón por el trabuco. Buscaban recobrar libertades pérdidas o adquirir nuevos derechos necesarios. Incluido el matar a los mismos trabajadores que debían ser sus compañeros de lucha por el bien común. Aquello era el caos.

•         Un día, "Uno de Tropa" se sentía marcado y paseaba cabizbajo por la plaza de Cucutilla, por la injusticia. Veía aquellos agricultores obreros y pequeños comerciantes que iban a la muerte a solicitud del cura y del rico. Sentía lástima por esos hombres, en vez de volver su brazo armado contra los explotadores y sacrificadores que los apoyaban. Pensaba en el partido conservador que había dejado a Colombia en la miseria y al pueblo en la esclavitud. En el partido liberal, que a pesar de contener en sus doctrinas ideas de liberación económica y principios indiscutibles de libertad individual y colectiva, se había convertido en un poder contraproducente. Desorientado por las roscas capitalistas que como "La Apen" lo han traicionado en su esencia y terminó amargamente.

PILOTOS COLOMBIANOS Y ALEMANES CONDECORADOS DESPUES DEL CONFLICTO EN EMAVI

•         Este país no tenía salvación y se fue hasta el cuartel de la policía. Allí, colgadas en la pared, estaban las armas para guardar el orden, en nombre de la Trinidad dominadora de nuestra patria: los curas, los ricos y los extranjeros. Entre aquellas armas había una afilada hoz con la que alguien había decapitado a su enemigo. Agarró la hoz y la lanzó violentamente al suelo del patio del cuartel, que también era suelo colombiano. La hoz quedó cómo un signo de interrogación sobre aquella tierra de todos, pero usufructuada por unos pocos. De repente volvió en sí: convulsivamente apretaba en su mano una carabina de dos cañones que eran como dos ojos oscuros. Como si quisieran vigilar hasta el último de los confines de la patria. Miro al patio: Allí estaba aun tendía la afilada hoz, como un signo de interrogación sobre la tierra de todos.

Comentario: el Sargento "Uno de Tropa", oriundo de Andes Antioquia, completó el tiempo de servicio y se jubiló. Afectado por sus recuerdos de mal tratos, además del terrorismo político bipartidista, decidió dar uso a sus notas de guerra y publicar el libro “SUR”.
El Sargento Tobon es mencionado en el libro "Concordia, años de frenesí y de guerra" escrito por el médico Jose Ignacio Gonzalez quien lo conoció en Bolombolo.


Ha sido tradición que en las FF AA se use el mal trato para lograr obediencia argumentando ser un medio de entrenamiento. Lo cual no es cierto puesto que la exigencia del adiestramiento para la lucha no tiene por qué ser ofensiva ni desproporcionada con la naturaleza humana ni la necesidad de llegar a extremos agresivos. Menos como medio de satisfacer rencillas personales entre superiores, compañeros y subalternos. Por eso, este libro es una magnifica herramienta para hacer una autoevaluacion y una sana crítica interna militar que conduzca al mejoramiento continuo de las FF AA. La rudeza material o psicológica no es sinónimo de valentía ni patriotismo. Menos como medio de adoctrinamiento y superación, así se requiera aumentar las condiciones físicas del combatiente

Fin del libro.
Impreso en la Editorial Salesiana de Medellín.
24 de noviembre 1965. (35 años después del conflicto)
Patrimonio cultural de Antioquia.



lunes, 24 de marzo de 2014

SUR PARTE 28 Y 29



PARTE 28


EVACUACIÓN. EL PADRE VILLA. LAS MONTAÑAS.


•         Cuando "Uno de Tropa" se sintió más sano, tomó una canoa y se fue Putumayo arriba, hasta la chacra de su antiguo amigo el indio Julio. Encontró al colono Castillo. Este le conto: “El indio amigo suyo murió. Se acordó de usted. Le dejo saludes”. Era como si hubiera perdido un miembro de la familia. Aquel indio de espíritu libre, que una vez huyó de los misioneros de Sibundoy que le azotaban y le hacían trabajar de balde. El colono le dijo que el indio había muerto de tifo. Sin remedios, sin médico y abandonado. Después le regaló a "Uno de Tropa" tomates y lechugas de los que éste había sembrado antes de marchar a El Encanto.



•         "Uno de Tropa" pensó hay que irse. Esto se acabó, se decía tristemente. Al fin le firmaron su certificado de evacuación. El certificado era encomiástico. Por los reconocimientos que le hacían se sintió pagado con creces de sus sufrimientos durante 11 meses de campaña. En una volqueta recorrieron en 35 minutos la carretera entre Puerto Leguízamo y la Tagua. Una carretera tan buena como las del interior. En esto se había convertido la antigua “Trocha de la Muerte".



•         En la Tagua el Mayor Reyes los embarcó acompañado de “Pan del Soldado" su manceba. Eran unos 150. Los registraba minuciosamente, como a rateros de oficio, para darles la orden de embarque. Estaban hacinados como cerdos en un chiquero. No había por donde moverse pero ellos llevaban el corazón pleno de la alegría del retorno a sus hogares. No les importaba aquellas últimas penalidades.



MONUMENTO DE LA FUERZA AEREA COLOMBIANA EN TARAPACÁ



•         Por la tarde llegaron a Potosí. En esta guarnición colombiana no los dejaron desembarcar por miedo a que robaran en ella. Tuvieron que atracar en la orilla opuesta. Enfermos de fiebre durmieron a la intemperie viendo, al frente, los dormitorios casi vacíos de la pequeña guarnición colombiana, como espejismos. En las tropas hay de todo, pero con una vigilancia bien organizada, los evacuados hubieran podido dormir allí.



•         Ellos no sintieron el sufrimiento físico pero si el moral. Creían que después de arriesgar su vida por la paz, en aquella campaña, los recibirían en todas partes con gratitud, con los brazos abiertos. Y resultaba que los trataban como ladrones o leprosos. Así pagaban sus dolores por ellos.



•         Pernoctaron cerca de Tres Esquinas en el rio Orteguaza. En “La Primavera” se quedaron los soldados más enfermos. A "Uno de Tropa" le ordenaron quedarse, pero tenía tantas ganas de salir de aquel ambiente que rogó que le harán continuar su viaje y el médico accedió.



•         “Parece muy enfermo Sargento”, le dijo el Teniente Gutiérrez en La Primavera. “Cuidado se muere”. El padre Villa que escuchó la conversación, añadió: “Piense en su alma y en la religión. Confiese Sargento”. Este replicó: “La religión, es respetable y necesaria para el orden. En la humanidad plebeya, no es sino un freno para los ignorantes. A los que solo les basta la ley natural”. El padre le preguntó: ¿No cree en Dios”. "Uno de Tropa", contestó: “Si. Para mi es el sol, la nube, el río. Esta naturaleza castiga a quien la viole. Es el único castigo drástico del pecado”. El padre le dijo: “Bueno. Usted no estuvo en campaña sino en un curso de filosofía”. El Sargento contestó: “No he visto un libro filosofía pero la he aprendido en la vida”.



•         El padre Villa, peludo como un Saulo y con un cuerpo de gladiador romano, le hizo un gesto agresivo y el Sargento se retiró indiferente. Se acordaba que cuando él era niño, el padre Villa le había dado un puñetazo, en Andes, Antioquia, a "Parte Brujas" Olivera, por tener pretensiones de anticatólico y por leer a Vargas Vila.



•         Ya en el último día de viaje, divisaron desde la lancha, una pequeña cordillera lejana que se dibujaba azulada sobre el horizonte. Después de meses de no ver una elevación del terreno, aquella cordillera para ellos era como la visión de la tierra prometida. Llegaron a Venecia. El puerto había mejorado. Se encontró a sus paisanos Hernán Restrepo, Renato Franco y Aníbal, a quienes les dijo que debían estar agradecidos de que no se le enviara más hacia el frente de guerra, porque entre más lejos del país más se sufre.


PARTE 29


LOS PELIGROSOS. AL HOSPITAL. EL RETIRO.


•         Llegaron a Florencia. Al fin un pueblo con ruido, música y mujeres. En esta maravilla social, les advirtió el alcalde de aquella época, julio de 1934, que habían llegado gran cantidad de maleantes, individuos peligrosos en todos los sentidos y les ordenaba estar alertas. El pago que faltaba por servir a la patria en aquella campaña. Oficialmente los declaraban estafadores y maleantes porque nadie más llegaban a esta ciudad en gran cantidad sino todos los evacuados de la guerra. Ya no los necesitaban.



•         Salieron por la carretera que Florencia había de conducirlos a Neiva. Llevaba mucho tiempo sin montar en automóvil. "Uno de Tropa" recordó su antiguo viaje hacia el sur, montado en una mula enjalmada y comparado con el medio como ahora lo hacía. Cómo habían acortado las distancias en tan poco tiempo. Florencia estaba a dos días de Bogotá por locomoción. En uno de los vagones le causó mucha risa encontrar una carta de un Teniente Cuéllar de guarnición en Florencia, en la que hablaba a su familia del embrujo de la selva y otras horribles cosas por el estilo. Se rio porque había visto el Teniente en esa ciudad tomando fresco en un café de la plaza nada selvática de Florencia.



•         En Bogotá se presentó ministerio de Guerra. Un empleado ante su aspecto de enfermo le dijo que se presentará al departamento de higiene. Le dieron una orden escrita para presentarse al hospital de San José. Una hermana del hospital lo recibió con una sonrisa. Le preguntó por la profesión y éste contestó militar. La monja exclamó ¡ah militar! y su sonrisa se hizo más acogedora. Lo destinó al pabellón de los oficiales muy aseado y casi lujoso. Otra hermana de la caridad, con sonrisa de muchos amigos le preguntó: ¿Oficial? Y "Uno de Tropa" le contestó: Sargento. La hermana que le estaba limpiando con suavidad un brazo para inyectarlo, cuando supo que su paciente no era oficial, la sonrisa de sus labios, tomó el aspecto de profesional. Sus manos que antes eran de ceda, ahora parecían de acero. Debió punzar varias veces el brazo sin encontrarle la vena. Al otro día tuvo que tener el brazo en cabestrillo. Estaba hinchado y le dolía.



•         Las hermanas no se acostumbraron a que se les hubiera colado un soldado entre el pabellón de los jefes. A los 20 días ya estaba bien. Se levantó a tomar el sol en un corredor. Allí concurrían también los oficiales. Estos no le dirigían la palabra. A él tampoco le importaba, pero se veía claramente que aquello era discriminación. Como la que tuvieron cuando le desconocieron los resultados de su examen de ingreso, que lo calificaba para ser oficial pero lo pusieron en el rango de suboficial. Después se iba a un pabellón lejano a saludar a sus compañeros los soldados y suboficiales enfermos. Estaban casi ascinados. A las horas de la comida la traían en un recipiente enorme y a no ser que no pudieran comer por enfermos, se tenían que levantar a poner su escudilla en fila como en el cuartel. Comparó esto con las alcobas lujosas de los oficiales y sintió que su garganta se le deshacía de angustia.



 

TROPAS COLOMBIANAS QUE RECUPERARON LA PEDRERA



•         Aliviado se presentó al Coronel Ahumada del ministerio. Le entregó al Coronel el certificada de evacuación. Después lo felicitó y le dijo: “Escoja la guarnición que usted quiera. Se la doy”. Una tropa contestó: “Gracias, mi Coronel, sólo quiero me retiro. No soy profesional de la milicia”. Y se lo concedieron. Así salió a la calle. No tenía dinero, pero otra vez era un hombre libre. Respiró como quien descansa de un gran peso. Descubrió que el patriotismo es un peso del que se puede descansar.