AERONAUTAS Y CRONISTAS

miércoles, 3 de julio de 2019

EL PRESIDENTE QUE NO ME GUSTÓ


EL PRESIDENTE QUE NO ME GUSTÓ
El diploma

A pesar de nuestras inconformidades con la forma de ejercer la autoridad, los dogmas de la disciplina militar, además de desacuerdos con el pénsum académico y la calidad pedagógica, en la Escuela Militar de Aviación, como ya lo hemos contado en otra crónica, llegó el momento de la graduación para el mes de diciembre de 1976.

Es una ceremonia muy vistosa. Se le da mucho realce en el campo militar. De tal manera que el invitado principal siempre es el señor Presidente de la República. Es quien hace entrega de los diplomas a los graduados a los futuros profesionales militares. Razón por la cual siempre hace una gira a las tres escuelas de formación de las Fuerzas Militares y a la escuela de la Policía Nacional.

Para todos los que se gradúan y sus familias, este es un reconocimiento y un gran honor. Cuando supimos que el presidente que nos haría ese reconocimiento era el Alfonso López Miquelsen, no consideramos el acto tan maravilloso.

Aunque estábamos muy jóvenes, habíamos tenido conocimiento, por tradición verbal familiar con los abuelos, de que su padre, Alfonso Lopez Pumarejo,  en su primer periodo (34-38), era un liberal puro Los viejos querían adoctrinarnos para que fuésemos de los de la línea del Liberalismo puro y no la de su segundo periodo donde comenzaban a simpatizar con la línea comunista. Los que, años después, se llamaron Liberales Limpios y los otros Liberales Sucios. O también llamados Liberales Legales y Liberales Comunes. O simplemente Legales y Comunes. Conducta que, después, terminó llevando al parido liberal a dejarse infiltrar de ideas comunistas y a simpatizar con esa ideología extranjera importada. Que más tarde se introdujo al Movimiento Revolucionario Liberal de su hijo López M. El MRL de donde surgieron los dirigentes guerrilleros de otros grupos terroristas. Tema que aclaráramos más adelante.  Volvamos al tiempo anterior.

Se supone que como para la época de López P. la ideología comunista era la de moda en muchas partes del mundo y como el Partido Liberal, era menos fuerte que el Partido Conservador, necesitaba alianzas. La única posible era la de los Comunistas. Que ya había abordado y conquistado los movimientos obreros y el sindicalismo. Empezando su demostración hecha con la Huelga de las Bananeras (1928). Alianza que también les era necesaria a los comunistas que aspiraba dominar al Partido Liberal, por ser objetivo dictado desde Moscú en su aspiración de contagiar y conquistar el mundo.

Y para los años 1946 al 1953, aunque en forma indirecta, también el partido liberal había respaldado la insurgencia de las guerrillas de los Llanos Orientales. Que aspiraban derrocar la hegemonía conservadora materializada con Ospina Perez y Laureano Gómez. Aunque en forma muy sutil y periférica para no comprometerse demasiado. De tal manera que al partido liberal le quedara fácil salirse de algún problema grave o de confrontación beligerante con el gobierno conservador de Mariano Ospina Perez. Quien había desbancado la hegemonía liberal que gobernó entre 1930 a 1946. E iniciaba una nueva hegemonía conservadora.

Lopez M. siendo hijo de Lopez P. estaba familiarizado con el mundo de la política. Sus ventajas y desventajas. Además de su deseo de mandar. Pues ha sido tradición familiar de apellido, de elites privilegiadas y delfines cachacos, el ejercer el gobierno por delegación o casi sucesión. Por eso resultó involucrado Lopez M. en dudosas actuaciones en el caso de la aprehensión y expropiación a los alemanes realizadas en la década de 1940 con motivo de la segunda guerra mundial. Durante del gobierno del liberal Eduardo Santos. Donde López M. actuó en el famoso caso de la “Trilladora Tolima”. Además las extrañas actuaciones que lo vinculaba con la muerte del reconocido boxeador “Mamatoco”.

Posteriormente, para 1960, fue el político que más se opuso al pensamiento del Frente Nacional. Pacto con el cual los dos partidos, mayoritarios y tradicionales, conservadores y liberales, habían acordado una fórmula de alternarse la presidencia con el fin de acabar con la brutal y muy sanguinaria “Violencia Política”.

La que causó miles de muertes y muchos sufrimientos. Así como el atraso económico y social a toda la nación. Si este pacto no se hubiese hecho habría continuado la denominada “Época del Terror” o “El Tiempo Malo”. Cuando, casi todo el pueblo colombiano, especialmente en el campo, divididos entre liberales y conservadores, se armaron para atacarse mutuamente y despedazarse sin ninguna consideración humana.

Pero López M. no aceptó el pacto del Frente Nacional porque, para él, violaba la constitución y por eso creo su propio movimiento, como disidencia del Partido Liberal. Denominándolo “Movimiento Revolucionario Liberal”, MRL. Sus pensamientos y actitudes rebeldes, en parte aprendidas de su padre, con influencias comunistas, derivaron en euforia bastante revolucionaria, con nivel de beligerancia casi que armada y violenta.

Como esta tendencia no progresó en sus filas, en parte por el miedo colectivo de regresar al Tiempo Malo, entonces algunos de sus seguidores decidieron apartarse de su movimiento. Ellos fueron los líderes que, posteriormente, crearon el peligroso y muy terrorista movimiento “Ejército de Liberación Nacional”, ELN, surgido del MRL. Este movimiento fue adoctrinado por el comunismo de línea rusa, europaoriental y cubana. Llamada “Línea Moscú”. Grupo que aún existe.

Otros disidentes del MRL crearon el grupo denominado “Ejército Popular de Liberación”, EPL. Que aunque no tuvo un impacto de nivel nacional, en cuanto a su capacidad de exaltar el pensamiento colectivo nacional, si causó mucho daño y crímenes. Especialmente en las regiones del departamento de Córdoba, norte de Antioquia, Urabá y otras áreas de menor influencia nacional. Adoctrinados por el comunismo Chino. Denominada Línea Maoísta.
Éste grupo posteriormente se acogió a una amnistía y cesó todos sus actuaciones criminales.

Los del ELN si continuaron en su accionar delictivo. Después, algunos de ellos se unieron con otros exaltados revolucionarios de las FARC, para crear el también muy peligroso movimiento criminan, el M 19. Este último grupo se asoció a la línea política del partido Anapo. Fundado por el Expresidente General Gustavo Rojas Pinilla.

Otro antecedente de Lopez M. fue la fraudulenta campaña con la que llegó a la presidencia. Era bien sabido que había lanzado su candidatura en la convención liberal nacional de su partido, realizada en Medellín. Este acto llevado a cabo, en forma poco tradicional, en una capital de provincia y no en la nacional, tenía dos propósitos. Conquistar el máximo posible del electorado liberal en el departamento de Antioquia.

Que aunque este departamento no ha sido tradicionalmente mayoritario en liberales, pues sus costumbres han sido más de ideología conservadora. Región muy influenciada por el gran poder de adoctrinamiento que ejercía la Iglesia católica, como las homilías y las cartas pastorales de Monseñor Builes, obispo de Santa Bárbara, con las que ejerció mucho impacto en la beligerancia ideológica contra la ideología liberal. Influencia que desde hacía muchos años se venía promoviendo. Pues en esa beligerancia fue donde surgió el famoso caudillo liberal Rafael Uribe Uribe. Protagonista de primer orden en la impactante Guerra de los Mil días. Entre los últimos años del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Sin embargo, el propósito de Lopez M. con su convención paisa, no era el objetivo principal. Ya era bien sabida la capacidad de las mafias del narcotráfico. Por su descomunal nivel económico dentro de la población local y que estaban expandiendo su influencia a nivel nacional. Su jefe de campaña, Ernesto Samper, conferenció con los poderosos mafiosos para que contribuyeran a la financiación de la costosa campaña.

Para ello se reunió en secreto en el Hotel Intercontinental de Medellín con los cabecillas de las familias que sobresalían dentro de la sociedad élite antioqueña. Éstos a su vez tenían interés que llegase a la presidencia un personaje que mostrara, al menos, las más ligeras inclinaciones a favorecer sus exuberantes negocios. Puesto que ya se daban cuenta que su riqueza dependía en gran parte la influencia que consiguieran en las políticas del gobierno central de la nación.

Por esa razón su presidente de campaña, Ernesto Samper, recibió, quizás, las primeras y más grandes contribuciones de los capos del narcotráfico. Años después esta figura la repitió en la ciudad de Cali con los hermanos Rodríguez Orejuela. Ya para la campaña de la aspiración presidencial del mismo Ernesto Samper. Quien tenía adelantados algunos contactos con ellos en España donde fue embajador.
Entonces, para el año de nuestra graduación, diciembre de 1976, todos estos actos eran antecedentes del presidente López M.

Pero como no era posible ser evidente, todo lo debíamos callar. A menos de sufrir una grave retaliación. O perder los muchos esfuerzos hechos para llegar a esa distinción. La de ser un oficial de la Fuerza Aérea. Y por ello recibimos el diploma sin ninguna demostración de rechazo pero tampoco de euforia y satisfacción.
Después del acto nos sentíamos más encartados con el documento que propiamente complacidos. También nos entraban dudas de si debíamos perderlo o destruirlo. Pues, al fin y al cabo también debíamos aceptar que no era una graduación como cualquier otra sino que era un acto inevitablemente especial.

Entonces decidimos salir para el aeropuerto con el documento en la mano. Pues pensamos regalárselo a la familia como un reconociendo al esfuerzo que habían hecho en favor de nuestra preparación académica y cultural. O por si tuviesen algún interés de tipo particular o de satisfacción. Porque de histórico no era nada.

Ya dentro del avión, un Electra tetramotor de la empresa SAM, lo pusimos en el bolsillo del asiento que teníamos al frente. Terminado el vuelo, en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, olvidamos que habíamos dejado el mencionado pergamino en ese lugar y no volvimos a saber más de él ni lo recordamos.

Saltando unos siete años después, para rematar la historia del diploma, no desempeñábamos en una dependencia del Comando Aéreo de Transporte Militar. Un día nuestro superior nos preguntó si teníamos el diploma de graduación de oficiales. Nos extrañó pues normalmente ese documento no se utilizaba para nada. Creímos que nos lo iba pedir para alguna diligencia oficial. Le contestamos que creíamos que si lo teníamos pero que no estábamos seguros. Pero que si lo necesitaba lo buscaríamos.

Entonces nos dijo que una persona había llamado para decir que tenía en su poder nuestro diploma y que lo podíamos ir a reclamar. Parece que era un empleado de la compañía SAM del servicio de limpieza de aeronaves. En su rutina lo había encontrado y lo guardó. Así acordamos que iríamos a recibirlo pero la verdad era que teníamos poco interés y, nuevamente, olvidamos el asunto. No hicimos la diligencia. De ahí en adelante se perdió el documento. Al fin y al cabo no era indispensable para desempeñarnos como militares.

Regresando a lo acontecido. Después de la graduación, a los pocos meses, el 14 de septiembre de 1977 se presentó un fuerte Paro Cívico Nacional en protesta por las medidas antipopulares del gobierno de López M. En esa jornada, durante la cual murieron unos pocos civiles y bastantes trabajadores fueron heridos dentro de las refriegas contra la fuerza pública. Todos entre ellos mismos por su forma indiscriminada de lanzar piedras y sin ningún orden ni plan preestablecido. Fue necesario que López M. impusiera el toque de queda.

Para esa fecha no desempeñábamos como oficiales en el Cuerpo de Infantería de Aviación. A pesar de que éramos de la especialidad de pilotaje. Por eso teníamos muy pocos conocimientos en cuanto al manejo y administración de la infantería. La necesidad institucional, por mejorar la infantería de aviación en la Fuerza Aérea, hizo que nos ordenaran a varios pilotos trabajar en esa especialidad. La Fuerza Aérea pidió una comisión de oficiales del arma de infantería del Ejército Nacional para que mejorara el entrenamiento de las tropas y capacitara a los oficiales, que no éramos competentes en el arte.

Las circunstancias hicieron que, aun siendo novatos y bastante empíricos, nos ordenaran actuar como si fuésemos militares veteranos en esas lides. Incluso no solo como oficiales de infantería corriente sino que, en forma muy rápida, nos dieron instrucciones sobre algunas técnicas de Policía Militar. Así, tan precariamente capacitados, nos asignaron todo el municipio de Fontibón para controlar el orden público durante la gigantesca manifestación.

AGITADORES

El municipio ya había dado muestras de ser un bastión de grupos insurgentes. Población adoctrinada en asuntos comunistas revolucionarios violentos y era el foco más exaltado de las protestas en toda la ciudad capital. Nuestro área específica, dentro de un amplia sectorización de toda la ciudad, era una franja urbana comprendida entre la avenida 26, o avenida El Dorado, y el parque central del municipio. Con un ancho aproximado de seis cuadras a cada lado de la vía central. La que conduce del parque a la autopista del aeropuerto.

Llevábamos varios turnos de patrullaje de este sector cuando se dieron las multitudinarias manifestaciones del 14 de septiembre. Las que llenaron de gente toda la franja del tramo de la vía férrea entre la Estación Fontibón hasta el sector denominado “los moteles”. Que es la salida para el municipio de Mosquera.

Por supuesto que nuestra novatada, junto a nuestra inexperiencia y ante la magnitud de este fenómeno social, nos sentimos bastante abrumados. Pero pudimos mantener la calma.
Aunque hubo momentos en que la exaltación de la masa humana parecía casi que a punto de arrasarnos. Muy próximos a tener que ordenar abrir fuego. Y sabíamos que, desafortunadamente, era contra personas desarmadas, pero que nos tenían acorralados. Y que faltaba muy poco para que pereciese nuestra integridad personal. Afortunadamente no sucedió tal hecho. Ya para las horas de la tarde los núcleos humanos se fueron disolviendo.

MULTITUD

Casi a la medianoche, fuimos relevados y pudimos pasar a un descanso. Que fue de pocas horas. No había amanecido cuando, en forma brusca, nos llamaron nuevamente a regresar a las filas porque había sucedido algo grave e inesperado.

En otro sector, aledaño al nuestro, dos oficiales compañeros, terminando las horas de la tarde, hacían un recorrido por una de las calles de su área asignada. Cuando, repentinamente, desde una terraza alta les hicieron unos disparos que, afortunadamente, no causaron daño a ninguno de nuestros soldados. Pero sus tropas, por puro reflejo instintivo defensivo, abrieron fuego contra el sector de donde provenían los disparos. Ellos ingresaron por un callejón bastante peligroso, por lo cerrado y por la poca iluminación que disponía, para tratar de apresar a los atacantes.

Estando en esa maniobra, algunos habitantes salieron a protestar airadamente porque la acción defensiva de las tropas, según ellos, había causado la muerte a una niña y herido a dos personas. Uno de los heridos era la mamá de la joven y otra persona más. La situación se puso muy grave. Era casi seguro que podría, nuevamente, reagruparse la multitud con el fin de ir contra ellos a cobrar lo que consideraban una actitud de violencia exagerada.
Una agresión contra una manifestación que, para ellos, era pacífica. Menos mal que los agresivos agitadores no aparecieron. Ya estaba bastante agotados de lanzar ofensivas consignas y epítetos contra el gobierno y nosotros, las Fuerzas Armadas. La mayoría del público se había retirado y no lograron reunir suficiente población para tal propósito.

Esa fue la razón por la cual nos llamaron nuevamente al amanecer para que relevar a las tropas que habían pasado por esta situación de tanta tención sicológico. Y, lamentablemente, con consecuencias físicas graves para las tres personas.
Aunque quedaba la duda que los heridos y la niña fallecida hubiera sido por parte de la reacción de las tropas. Algunos detalles sutiles indicaban que era muy factible que los terroristas, adoctrinados por la violenta ideología comunista, hubiesen ejecutado tal acción. Con el fin de convertirlos en héroes y mártires para mantener el espíritu revolucionario del pueblo contra el gobierno de turno.

Sin haber recuperado las suficientes fuerzas y tomado el necesario descanso, acudimos a relevar a nuestros compañeros. Desde ese amanecer hasta las horas de la tarde, estuvimos en constante patrullaje y control del orden público.

Puesto que las honras fúnebres reunieron, nuevamente, una gran cantidad de gente. La que, después de los servicios religiosos, se dirigió al cementerio para la exhumación. Allí fueron arengados familiares y muchos acompañantes por los agitadores exaltando, otra vez, los ánimos. Con el inconveniente que, cuando la procesión regresara del campo santo, pasarían por nuestro sector. El punto más crítico era en la carrilera y alrededor de la Estación Fontibón.

Allí se encontraba apostada una de nuestras escuadras, al mando de un suboficial con el grado de Cabo. Que no era precisamente el más veterano porque apenas disponía de su primer grado. Ante tal debilidad y la magnitud de la amenaza, le dimos las mejores instrucciones posibles de cómo comportarse.

 DESTRUCCIÓN

Consistían en que mantuviese, como primera medida, la mayor calma. Segundo, que no retrocediera. Por nada entrara en retirada y, mucho menos, en desbandada, si fuese agredido. Que, en forma secuencial, ordenase las formaciones propias de cuerpos de Policía Militar para control de multitudes. Tales como la línea de frente. En cuña. Diagonales, por la izquierda o la derecha, según lo demandara la situación y fuera lo más favorable.

Si eso no resultaba efectivo, ordenara calar bayonetas demostrando la determinación de adelantar una carga propia de infantería ligera. Todo sería ordenado según puntos de referencia acordados para establecer las distancias del objetivo y según la velocidad de la carga opuesta. Debido al perfil de la amenaza y como fuerza militar, tuvimos que pensar en un combate contra un enemigo armado con intención letal. No nos era dado actuar como organización policial pues de eso no teníamos ni idea de cómo se manejaba. Aunque sabíamos que eran nuestros propios compatriotas. Pero que era factible que no tuviésemos ninguna otra oportunidad. Pues era evidente que habían sido mentalmente adoctrinados y fanatizados en los principios de las revoluciones comunistas, cuyos dogmas son los de la violencia irracional.

Luego, si todo era infructuoso, ordenara rodilla en tierra. Apuntar y por último, después de todas estas demostraciones de voluntad en defenderse, desgraciadamente, ordenar disparar. Pero antes de este último paso tan letal, y ya por fuera de procedimiento estándar, habíamos acordado que el comandante de la escuadra efectuara un único disparo al aire. Que sus hombres no accionaran las armas sino solo y únicamente por orden, de viva voz, del comandante de la escuadra.

Teníamos que tener la confianza que había adoctrinado a sus hombres lo suficiente como para que solo actuaran bajo su orden y no bajo efecto de la emoción y el miedo contenido. Para algo nos debía servir la serenidad que nos habían enseñado en la instrucción de vuelo como pilotos en casos d máxima exigencia.

Ese único disparo al aire, como no teníamos medios técnicos de comunicación, era para alertarnos pidiendo refuerzo, pues estábamos a unas cuadras de distancia. Donde habíamos instalado el puesto de mando de nuestro sector y manteníamos contacto con las demás escuadras bajo nuestra responsabilidad. El disparo era un aviso de situación muy crítica para que acudiésemos, por distintas direcciones, a reforzarlo haciendo un movimiento envolvente. De esa forma tratar de disuadir las intenciones de choque de la multitud. Por supuesto que sabíamos, sin haberlo mencionado, que una serie de disparos ya indicaba que había tenido que ordenar abrir fuego indiscriminado por ser un asunto de supervivencia.

Exactamente como habíamos dado las instrucciones, el Cabo, cuando vio regresar a la gente en forma altanera y con intenciones de arrollarlo físicamente, aunque no era evidente que estuviesen dotados de armas de alto poder, pero podrían tener ocultas algunas armas de fuego, ligeras de tipo defensa personal, y que algunos habían tomado piedras y palos, comenzó la secuencia establecida.
Para su fortuna y la nuestra, tan sólo debió llegar al paso donde ordenó calar bayonetas. Lo hizo con tal energía y determinación que las tropas obedecieron en forma precisa y rápida, haciendo una demostración muy clara de su disposición al combate.

Eso hizo que la multitud, inmediatamente, rompiera la masa desviándose por las calles laterales donde se encontraba la escuadra. Más en actitud de huida y hasta de casi estampida. Disolviéndose la gritería y las demostraciones de agresión.
Los hombres de su escuadra se mantuvieron firmes y esperaron que se fuese disolviendo, como así aconteció. No necesitaron hacer ninguna demostración adicional y la gente no regresó para un nuevo intento de ataque.

Después fuimos a darle nuestro respaldo y relevarlo de su posición, que nunca abandonó. Un suboficial de baja graduación, con unos pocos hombres reclutas, pues no eran tropas veteranas, pero muy conscientes y confiados en su comandante, fueron capaces de dominar la situación. Sin necesidad de llegar al acción de fuego letal. Solo a puro efecto psicológico.

Demostrando disciplina, precisión, obediencia y espíritu solidario. Actuando como una máquina de combate perfectamente funcional y poderosa. Con unificación de esfuerzos, casi que de falange romana. Aunque solo eran dos escuadras reforzadas. Doce hombres cada una. Habían pasado por una situación extremadamente comprometedora poniendo a prueba su resistencia mental y física.

Regresando al factor político. Posteriormente a los hechos de Fontibón, el Ejército Nacional acorraló y tenía casi diezmado al ELN en la serranía de San Lucas, la promocionada operación Anorí. Estando ya casi a punto de dar de baja al pequeño reducto, que logró sobrevivir después de perder a los jefes importantes, hermanos del máximo cabecilla Fabio Vásquez Castaño, fue informado el presidente López M. de la situación. Entonces, le ordenó al comandante del Ejército que no los rematara. Que él lograría la entrega bajo un acuerdo político para evitar el derramamiento de sangre.

El Ejército Nacional, por su sensibilidad cristiana, de consideración humana y la obediencia plena a su superior jerárquico, no sólo se condolió de los ya casi vencidos, sino que hasta aceptó las muchas muertes de sus heroicos soldados. Los  que habían dado la vida persiguiendo a estos criminales cuadrilleros.
Acató la orden dada por el Presidente López M. Quien no sólo suspendió la ofensiva sino que ordenó, al mismo Ejército, suministrarles alimentos, medicinas y vestuario. Exigencias que hizo el grupo bandolero al mandatario político como demostración, supuestamente, de buena voluntad para entrar en negociaciones.

El comandante del Ejército sabía perfectamente que ese sería otro de los muchos engaños que acostumbran los terroristas, adoctrinados en la ideología comunista de usar todas las armas de lucha. Y tácticas de combate y estrategias de confrontación. Pues nunca han cumplido ningún acuerdo.
Así aconteció. Cuando el presidente fue a iniciar las conversaciones estos ya se habían escapado del difícil cerco. Aprovechando la tregua que él les había concedido. Concesión que les dio debido a las simpatías mutuas del pasado cuando, como él lo sabía, muchos de los cabecillas del ELN habían surgido de su MRL. De esa forma la agonía eterna continuó.

Quizás sintió lástima porque su conciencia le acusaba de que si el ELN estaba en posición de agresión armada, era debido al adoctrinamiento y a la orientación ideológica que les había dado en su movimiento político MRL. O algo de residual simpatía sentía por ellos. A pesar de estar en contra de su gobierno. No lo sabremos porque no fue capaz de aclararlo en su libro “Palabras Pendientes”. Pero los hechos son más que motivo razonable para llegar a esas deducciones.

Nada consiguió el ingenuo mandatario. El pequeño reducto, que se escapó, fue a parar a una rica región petrolera y ganadera como lo es el departamento de Arauca. Región donde se recuperó y reanudó. Donde aún no termina la acción terrorista y criminal. Causando inmensos daños económicos a la infraestructura petrolera, a la productividad ganadera y al progreso nacional. Todo por una ingenuidad política basada en su culpa. El error político del pasado de un presidente que no supo valorar ni los sacrificios de sus tropas ni la confiabilidad de sus partidarios ni el más alto nivel del interés nacional.

En Fontibón siempre pensábamos que estábamos protegiendo la autoridad de un presidente que, él mismo, era uno de los que habían incitado los sentimientos de altanería, desobediencia y desacato a las autoridades legítimas con sus ideologías revolucionarias. Un líder que había adoctrinado a sus seguidores para desconocer el buen Pacto del Frente Nacional. Acuerdo que solo buscaba la pacificación y la tranquilidad del país.

Siendo, tanto él mismo, víctima de su propio invento y el causante del Paro Nacional, éramos los militares los que teníamos que enfrentar la situación. Nuevamente  éramos las víctimas de la pobre destreza para gobernar políticamente y dirigir la guerra. Que aunque disentíamos de su autoridad moral para exigirnos mantener el orden social, no teníamos otra alternativa que apoyarlo. Porque así había sido la voluntad de la mayoría del pueblo cuando lo escogió para Presidente. Sabíamos que el mismo pueblo se había equivocado, como años después se volvió a equivocar con Belisario Betancur, Andrés Pastrana y Juan Manuel Santos. Presidentes que creyeron erradamente que la guerra se gana con inútiles diálogos y concesiones indulgentes que son se merece un enemigo bárbaro y letal. Pero a las Fuerza Armadas le toca escoger entre dos males, el menos peor. Ese es su duro y doloroso destino.

Entonces tuvimos razón cuando pensamos que no era, ni seria, ninguna  distinción, personal ni tampoco profesional, recibir el diploma de graduación que nos entregaba el Señor Lopez M.

Por esa razón no extrañamos ni extrañaremos en nada nuestro diploma. Mejor los hechos y las verdades reales. Antes que las vanidades que se pueden colgar en la pared pero sin capacidad de acción y ejecución. Que, es muy probable, que sea hasta sin méritos para lucirlas.


Pos Data: En Colombia aun estamos en los tiempos donde el buen gobernante no es quien alcanza los máximos aciertos sino el que consigue los mínimos desaciertos. Y los mandatarios que creen que la mejor manera de lograr ese fin es no hacer nada, para no errar. Siendo ese el mayor error.
Eso por la pésima cultura sobre el manejo de conflictos bélicos de baja intensidad de los mandatarios políticos. O por su ignorancia en técnicas de negociación. Razón por la cual muchos miembros de las Fuerzas Armadas han llegado a creer que la misma insurgencia tiene apoyo político de alto nivel y gubernamental. Ya sea por razones de simpatía ideológica, temor de ser descubiertos sus errores doctrinarios o hasta miedo de ser víctimas de sus mismos seguidores que se les descarriaron por su pésimo liderazgo.
Pero que, finalmente, quien ha terminado sostenido a la nación han sido sus Fuerzas Armadas, ante la incapacidad política de mantener estable el país durante doscientos años de continuo conflicto irracional.