AERONAUTAS Y CRONISTAS

martes, 3 de septiembre de 2019

RUSIA TAL COMO YO LA HE VISTO


RUSIA TAL COMO YO LA HE VISTO

En 1920, 3 años después de la sangrienta revolución comunista rusa liderada por Lenin, George Wells visitó la nación. Estas fueron las impresiones, de su larga crónica, que he resumido, sobre el cambio de gobierno, de ideología política y de resultados.

En la ciudad de Petrogrado es donde más observa el impresionante derrumbe de la sociedad rusa. Monumentos y palacios están mudos y vacíos. Ya no queda nada de la pasada gloria. Casi todo está absorbido por la lucha contra el hambre. Hoy, todas las tiendas han dejado de existir. La población decrece cada día. La mayor parte los habitantes mueren de inanición. Pocos tienen ya dos trajes o más de una muda de ropa interior, además de gastada y remendada.

Las tiendas tienen el aspecto de restos de náufragos. La pintura se ha cuarteado. Los cristales, de los que fueron escaparates, están rotos o quebrados. Llenos de grafitis y míseros restos de mercancías sin valor. Los grandes bazares orientales están igualmente cerrados.

Es desesperada la lucha de las autoridades para mantener el control sobre la distribución de los artículos esenciales para la vida. E impedir que los especuladores hagan subir, a alturas vertiginosas, los precios de la poca comida que queda. La gente camina siempre de prisa. Como queriendo huir de sí mismos.

Los tranvías funcionan solo hasta las 6 de la tarde. Es el único medio de transporte. En las horas pico de movimiento callejero, la gente se pega a los carros para subir y se amontonan dónde quepan. Cuando termina la jornada laboral, grande racimos humanos se cuelgan de ellos, de dónde se pueda. La calzada está sin reparar desde hace tres o cuatro años. Los pisos de madera desaparecieron. Han sido arrancados para encender fuego.

Un paseo en auto es una terrible aventura. Los carros, que han sobrevivido a la tormenta, utilizan el petróleo bruto. Cuando arrancan lanzan una  espesa nube de humo azulado y con un ruido de ametralladoras en acción. Las casas de madera han sido demolidas para suministrar combustible en el frío invierno.

Todo el mundo tiene aspecto de miseria. Cada cual parece condenado a llevar un bulto. La gente está mal vestida. Desfilan a toda prisa, dando la impresión de que la población entera huyera. Muchos han vuelto a la vía campesina. Otros se han ido al extranjero. La mortalidad es de 81 por mil. La población está profundamente deprimida.

Los bultos que cargan los transeúntes son de raciones de víveres distribuidos con parsimonia por la administración pública. O son mercancías destinadas al mercado negro para poder conseguir lo que el gobierno no les suministra. Casi todas las cosas escasean como resultado del hundimiento general de la organización social.

La circulación monetaria está en plena crisis. Las ciudades luchan contra él acaparamiento, el mercantilismo del hambre, la lucha feroz por la posesión de comestibles y el control total de la disponibilidad. Sin el razonamiento, la producción agrícola es casi imposible de controlar.

La población indisciplinada se abandonó a la comodidad de no trabajar esperando la caridad. La carencia es cruel. Todo comercio es calificado de especulación de un capitalismo injusto. La venta de alimentos se practica de manera pintoresca en las esquinas de las calles. Muchos negocios clandestinos tienen que suplir la insuficiencia de las raciones oficiales.

Todas las estaciones del tren tienen una multitud de campesinos que esperan el paso de las máquinas para vender sus productos de manera informal. Ellos son los únicos que tienen aspecto de bien alimentados. Son los más prósperos porque se suplen de su propia producción. Pero no tienen la necesaria comercialización.

Mientras se mantenga el gobierno comunista no se introducirá ningún cambio, porque esa situación le conviene para poder dominar y controlar a la población.

Los incidentes y choques de algunos inconformes con la fuerza pública van en aumento. Y son amplificados por la prensa oficial que las transforma en insurrección. Cuando apenas son ligeras protestas. Porque no pueden hacer exigencias mayores a menos de que se expongan a la represión violenta.

Todas las clases sociales están en profunda indigencia. La producción industrial se derrumba. En ninguna parte se encuentra objetos manufacturados nuevos. Como los domésticos de uso corriente.

Las medicinas faltan. Las ligeras indisposiciones degeneran fácilmente en enfermedades graves. Las personas parecen estar con una salud precaria. Si alguien cae realmente enfermo ya su situación se hace siniestra. En los hospitales todo falta y está en condiciones deplorable. Sólo se hacen intervenciones quirúrgicas una vez a la semana. Los demás días los enfermos deben esperar.

El arte, la literatura, la ciencia y todos los refinamientos, que nosotros entendemos por civilización,  se encuentran comprometidos. Toda la investigación ha caído en un desastre completo. No queda nadie que quiera comprar libros o cuadros.

La nueva organización social se dedica, entonces, a combatir el robo, el asesinato y la anarquía más espantosa. Los intelectuales se vieron condenados a las peores privaciones y hundidos en la más negra miseria. Quienes protestan o critican el régimen, son condenados a prisión o enviados al destierro a la remota Siberia.

Los supervivientes del mundo científico, como el psicólogo Pavlov, premio Nobel, nos hacía preguntas sobre el progreso de la ciencia en el mundo exterior de Rusia. No tenía ningún contacto con sus colegas de otras naciones. Es un bloqueo intelectual completo.

El instrumental para investigar es todo de fabricación anticuada. Incluso nos han preguntado si les podríamos enviar literatura científica. Y víveres. Porque  a pesar de todo, para ellos,  después del alimento, lo principal es el saber.

Lenin nos impresionó con tantas concepciones erróneas sobre la psicología del trabajador occidental. Sostiene la obstinada y absurda tesis de que lo que pasa en Rusia es la revolución social tal como la profetizó Marx. Sus escritos se limitan a recoger las ideas, y las frases estereotipadas del marxismo doctrinario. Repetidas mecánicamente con ciega y fanática obsesión.

Sin análisis de contexto por falta de comprensión racional ni lógico. El único lenguaje que pueden usar los comunistas, para confundir y adoctrinar a sus adeptos de poca ilustración. El comunismo es la espina dorsal de Rusia. Pero desprovista de vértebras flexibles que no se pueden curvar sino mediante la adulación y la deferencia con Moscú.

Las iglesias están abiertas y bajo sus puertas hay una gran cantidad de mendigos que acuden a la caridad de los fieles. En el famoso santuario de la virgen de Iberia, muchas campesinas besan las piedras del umbral a falta de algo más sagrado. Además, en la pared de enfrente, grabado en un panel de yeso,  los primeros revolucionarios de Moscú, escribieron, “La Religión es el Opio al Pueblo”.
La tolerancia religiosa sólo admite al ateísmo y no a las otras convicciones. No sé toleran sentimientos religiosos de ningún otro punto de vista.

Los protocolos para una entrevista con Lenin fueron fastidiosos. El Kremlin está bien cerrado y es de difícil acceso. Hay un sinfín de formalidades donde los centinelas toman exageradas precauciones. Lo cual se comprende debido a una dictadura.

Lenin, en 1918, consideraba la revolución social como un fin en sí misma. Después  cuando las cosas no resultaron tan ventajosas, cambio el concepto. Que sus resultados dependen de los trabajadores del mundo occidental. Los que deberían unirse a ellos para eliminar el capitalismo. De esa forma invoca muchas excusas por el retraso, en dar al país que domina, un orden social nuevo y mejor.

Los marxistas se ponen furiosos cuando preguntamos si todo se estaba haciendo como debería hacerse y del modo más inteligente posible. Se incomodan porque Lenin les había prometido el paraíso en la tierra, cuando se hubiesen desembarazado de la que, para ellos es la tiranía de las leyes.

Otra justificación de Lenin es que la revolución rusa es sólo el comienzo de una era de experiencias ilimitadas. Únicamente para destruir el capitalismo. Por eso no ha salido tan bien. Entonces emprendió la tarea de ensayar métodos sucesivos hasta que descubriera la mejor solución final. Pero sin importar el sufrimiento generado durante el proceso.

Para ello las ciudades deberían ser mucho más pequeñas. Totalmente diferentes a las actuales. Así eso implicara su muerte y su completa sustitución. La mayoría de las ciudades se disgregarían y terminarían por desaparecer. Que Rusia necesita reconstruir todo y hacer algo enteramente nuevo.

Es decir, la nación debería ser primordialmente rural y agrícola. De mínima concentración urbana. Como si fuese innecesaria la reunión de esfuerzos para desarrollar complejos procesos industriales, académicos y comerciales. Decía que esa transformación era una consecuencia necesaria para implantar la teoría del colectivismo.

Lenin, como todo buen marxista, se burla de los  utopistas. Pero terminó siendo víctima de su propio utopía.
Dice que la producción agrícola no se debe únicamente a los campesinos. Aunque basa el progreso en ellos. Por eso está intentando nuevas explotaciones agrícolas y que los resultados que ha tenido dan mucha esperanza. Que se extenderá a todas las provincias. Los campesinos tradicionales, que para el comunismo son propietarios egoístas e ignorantes, no sabrán nada de eso hasta que llegue su turno de expropiación.

Lenin tiene una conciencia ilimitada en todo lo que hace. Dice que los que vuelvan dentro de 10 años se darán cuenta de lo que han realizado con éxito. Pero no se dan cuenta de que no era necesario derribar completamente el sistema social y económico existente para que su nuevo sistema pudiera comenzar a funcionar.

Como si todo lo construido por la humanidad, durante muchos siglos, hubiese  sido un extenso error, que el descubrió y él tiene que ser su salvador. Por eso adoptó los dogmas marxistas de la lucha de clases y la supresión total del capitalismo, como preludio esencial e inevitable para llegar a la dictadura del proletariado. Incluida la justificada confrontación violenta.

Porque el capitalismo moderno es incurablemente rapaz y refractario a todo perfeccionamiento. Porque el capitalismo impide toda administración de los recursos nacionales con vistas al interés general. Por ello, periódicamente, traerá de nuevo la guerra al mundo. Las guerras son debidas a la organización capitalista de la sociedad. No existen las guerras por motivos nacionalistas.

Está obsesionado con la idea de que el capitalismo pretende impresionar la mentalidad rusa ofreciéndole ayuda económica para reconocer su gobierno. Ayudarlos contra la agresión del Japón construyendo una base naval americana en la costa rusa del Pacifico. Todos estos proyectos sólo son con intención de crear una lucha ideológica,  y económica por los mejores trozos de los recursos naturales del planeta.

LA HECATOMBE MILITAR


LA HECATOMBE MILITAR

Conscientes del gran peligro que se corre cuando se tiene una fuerza militar conformada por muchos hombres y dotados de armas de alta potencia, nuestras FF AA, en forma espontánea, fueron creando sus propios reglamentos de disciplina y penal militar.

Desde los primeros días del nacimiento de la República.
Por ello han sido una de las instituciones más avanzadas en el campo disciplinario y ético dentro de la gran estructura laboral de funcionarios del Estado.

Con el general presidente Rafael Reyes, en la primera década del siglo XX, las FF AA  avanzaron mucho en la moral profesional comenzando a estructurar una sólida doctrina y cultura militar. De tal manera que la mayoría de las instituciones del gobierno quedaron atrás en tales aspectos.

Hasta que a finales del siglo XX se presentó en el congreso un reglamento disciplinario genérico para todas los funcionarios del gobierno. Su principal promotor fue el  congresista Samuel Moreno Rojas, en ese momento. El después afamado alcalde de Bogotá por su corrupción en el manejo presupuestal cobrando coimas por contratos.

Sabiendo que ya las FF AA  disponían de un bastante, perfeccionado y funcional Reglamento Disciplinario, ellas consultaron si el recién nacido reglamento anulaba el histórico y tradicional de las FF AA. Y si se deberían comenzar a aplicarlo.

La pregunta era por el preocupante temor que se vislumbraba en las diferencias entre los dos reglamentos. Pues la nueva iniciativa era extremadamente débil y tolerante para ejercer dominio y control de unas FF AA. Se tenía la incertidumbre de si la anulación del viejo y eficaz reglamento militar, logrado por la vía de la necesaria severidad, produjese relajamientos de dos aspectos tan importantes como son la disciplina y la justicia penal militar. La respuesta determinó que el nuevo reglamento anulaba y se sobreponía a las viejas normas militares.

No fue necesario esperar mucho tiempo para comenzar a tener evidencias del daño causado con el desmembramiento doctrinario y para mostrar las debilidades.

Los primeros indicios fueron la forma como, lo no planeado pero sí real, algunas unidades se fueron aliando con grupos de autodefensas, paramilitares y delincuentes para combatir las poderosas mafias criminales del narcotráfico y a los insurgentes. Como lo fue la guerra entre los mafiosos de Cali contra los de Medellín.

La de los dos clanes mafiosos contra los subversivos y las autodefensas, que extorsionaban. Y la de las mismas FF AA  contra todos. Se aliaron hasta con el diablo con tal de lograr control de la situación. La mayoría a título particular de algunos militares y policías. Otros pocos a nombre oficial, porque veían que a nivel institucional las FF AA  estaban perdiendo a la guerra.  Pero en una forma tan eficaz, pero ilegal, qué hasta los mismos insurgentes comenzaron a temer.

Cómo fue el caso de la condición principal que pusieron las FARC al gobierno, en los diálogos del Caguán. La de desmantelar primero dichas organizaciones paramilitares para acogerse al perdón que el gobierno les ofrecía. Porque sabían que ese mismo beneficio no lo obtendrían de los grupos contrainsurgentes, organizados por particulares.

Posteriormente, para acabar de agravar la situación. Un ministro de defensa civil, abogado pero no diestro en milicias, Camilo Ospina, eliminó la justicia penal militar pasándola a la jurisdicción civil. Erradamente creyó que de esa manera controlaría tales desmanes.

Y como si eso fuera poco, en el proceso de descuadernamiento de los dogmas, que deben regir a las fuerzas armadas, se le ocurrió agregar, al mismo ministro, una resolución del 17 de noviembre de 2005, que otorgaba beneficios económicos, laborales y profesionales extras a las tropas, de estímulo al combate, por el incremento de resultados operacionales.

Se empeoró el daño hecho y comenzó a surgir la hecatombe. En poco tiempo aparecieron los famosos y temidos “Falsos Positivos”. Que cuando ya habían alcanzado un número increíble de víctimas inocentes, se calcula más de cuatro mil, surgió la protesta social y las consabidas acusaciones.

Tanto con pérdida descomunal del prestigio de la institución militar, que ha sido  muy respetada y apreciada por el pueblo colombiano por años. Como las demandas penales y las indemnizaciones económicas contra el Estado.

Los dirigentes y líderes sociales, que promovieron esa intromisión de la política en los asuntos militares, no sabían cómo se rige la vida castrense. Y aunque se les hizo la debida advertencia, de todas formas, se atrevieron a demoler los pilares fundamentales del poder militar.

Tal ignorancia política, sobre la cultura militar, nos ha llevado a la actual y vergonzosa situación. Donde una fuerza militar ha sido vencida y diezmada más en lo político y por los jueces ignorantes de lo que es un cuartel y la lucha judicial, que en el combate con las armas. Y han puesto en contra de las tropas a todo el pensamiento colectivo nacional.

Son los altos precios qué debe pagar una nación cuando sus dirigentes no están a la altura ni tienen la formación que se requiere para la profesión castrense.
Será muy difícil y largo reponerse de tan grabé desastre.

Pero, finalmente, quién paga todos los platos rotos es el pueblo con la pérdida de moral y espíritu de combate de las valerosas tropas que deben defenderlo.

También que, en esos errores, está el pueblo quien aporta a sus hijos para el indispensable servicio militar, paga el sostenimiento de las tropas, pone a sus demás hijos de víctimas y elige a los dirigentes públicos. Escogidos por el pueblo con sus votos y con su Sagrada Fe en los principios democráticos. Pero víctima de su propio invento.

Pierde por todas partes. Y a los políticos que destruyen a la organización militar nadie les cobra sus graves y maquiavélicos errores. Por eso es mejor que se cumpla el sabio y viejo refrán popular que dice: zapatero a tus zapatos.

Cuando la política ingresa por la puerta del Batallón, la milicia sale disparada por la ventana como bala de cañón.

UN LIBERTADOR RUGIDO DE MOTORES Y DE HÉLICES


UN LIBERTADOR RUGIDO DE MOTORES Y DE HÉLICES

Si hay algo qué ilustra el poder aéreo y la determinación de un pueblo para vivir en libertad y democracia, es el puente aéreo de Berlín. Claramente contado por el periodista político Willy Brand. Quién después fue canciller alemán.

Justo lo que no vieron muchos países sobre el descomunal peligro comunista. Que entre nosotros está más que suficientemente lustrado con los descalabros de Cuba y Venezuela. Qué esos dos ejemplos nos sirvan para nunca imitar. Cómo lo han querido los ignorantes izquierdistas colombianos.

Para entender hasta dónde llega el atrevimiento del comunismo para someter a los pueblos por el camino de la decadencia, es crucial no olvidar la historia de Berlín en 1948.

Las cuatro naciones aliadas, vencedoras de Alemania, habían tomado la decisión de repartirse la ciudad de Berlín en 4 sectores.
La ciudad había quedado inmersa dentro del territorio conquistado por los rusos y por ello suponían que les correspondía adueñarse de toda la ciudad capital.

Pero Stalin había aceptado la partición de la ciudad porque no podía negar el inmenso apoyo qué, en material militar, había recibido de los otros tres aliados occidentales.

Después de un corto tiempo y mientras se perfeccionaban las negociaciones políticas, los norteamericanos, ingleses y franceses decidieron unificar sus tres porciones de la ciudad para facilitar el progreso y la restauración por los daños causados durante la Guerra.

Lo cual fue mal visto por los rusos, que no sólo querían tomarse toda la ciudad, sino imponer en ella el modo de vida comunista.

Era un paso más de la intención soviética de propagar a todo el mundo el comunismo. Como ya lo había propuesto Lenin a finales de la década de 1910.

Ideología que había demostrado ya su invalidez. Puesto que Stalin dependió de la ayuda capitalista para atacar a Hitler. Auxilio en equipo militar que suplicaba con insistencia. Además de presionar para que fuesen los otros tres aliados occidentales quiénes  atacaran de primero a Alemania. Para el, después, encontrar un enemigo debilitado en el frente oriental y lograr con facilidad los mejores beneficios de la guerra.

La intención de Stalin era impulsar la socialización de Alemania y que no fuera reconstruida con un sistema democrático de gobierno. Por eso se oponía resueltamente a la rehabilitación económica de Alemania.

Intención que comenzó a frustrarse con la opuesta resolución de los alemanes. Demostrada en la derrota de los comunistas en las elecciones alemanas de 1946.
Por eso querían que en la Alemania occidental pudieran germinar el estado militarista y fascista para el comunismo hacerse al poder.

Pero la unificación de las tres zonas de Berlín, adjudicadas a las potencias occidentales, se oponía a esa meta soviética.

Entonces los rusos comenzaron a tomar medidas de sometimiento impidiendo el tráfico de pasajeros y toda clase de suministros del occidente al sector oriental soviético de la ciudad. Querían sitiar por hambre, cerrando las vías férreas y fluviales. Sólo quedaba disponible los 3 corredores aéreos. Por donde se abastecían las pequeñas tropas americanas destacadas en el Berlín occidental, por parte de los tres aliados democráticos.

Entonces estas tres potencias decidieron utilizar los tres corredores aéreos de tan sólo 30 km de ancho. No sólo para abastecer a sus tropas sino a toda la población del sector de Berlín occidental.
Dos millones de habitantes de Berlín oeste se veían amenazados a capitular por la penuria. Nadie sabía durante cuánto tiempo y hasta qué punto podría ser aprovisionada la población por vía aérea.

Fue así como el 26 de junio fueron puestos en acción, para empezar, 32 bimotores DC 3 en vuelo hacia Berlín llevando medicamentos, alimentos y correos. Tan sólo 4 semanas más tarde, los aparatos americanos y británicos transportaban un promedio de 1.500 toneladas diarias. Una verdadera proeza. Pero aún insuficiente para asegurar la existencia de la población. El pueblo, por su parte, hacía toda clase de sacrificios para ayudar a la resistencia contra la invasión comunista.

Los comandantes occidentales estaban visiblemente presionados. Pues esperaban escuchar quejas y lamentos. En vez de ello recibieron respaldo y gratitud por parte de la población berlinesa. Algo completamente distinto a lo pensado.

La eficacia del puente aéreo sobrepasó las mayores esperanzas. La organización de la operación, las proezas de los aviadores y del personal de tierra, como la exacta cooperación de las 9 bases aéreas militares de Alemania occidental, combinadas con los aeropuertos civiles dentro de Berlín, lindaba con lo fantástico.

En septiembre y en un solo día, fueron llevadas por aire a Berlín unas 7.000 toneladas. Y el 16 de abril, del siguiente año, se llegó, incluso, a 1.400 aviones aterrizando.
Lo cual significaba un avión cada 63 segundos. O sea, en un solo día, 8 mil toneladas.

Los obreros qué descargaban los aviones, trabajaban 10 y 12 horas diarias. Ininterrumpidamente, lograban descargar 10 toneladas en cinco o seis minutos.

Los comunistas sostuvieron el bloqueo casi durante un año completo. En el cual se movilizaron por aire más de dos millones de toneladas.
Los berlineses no podrían haber mantenido su terreno sin la existencia del puente aéreo.

La mayoría de las familias se sentían contentas cuando podían mantener un poco caliente alguna habitación de su casa. Donde se cocinaba y al mismo tiempo se albergaban durante la fría noche para ahorrar combustible.

La electricidad sólo funcionaba 4 horas al día en dos períodos de 2 horas. En las largas noches de invierno, la familia se sentaban en la cocina, a la luz de una vela, hambrientos y tiritando de frío. Se abrigaban lo más que podían. No para salir de la casa, sino para lograr dormir.

Una fábrica tras otra se iban cerrando. Las pequeñas industrias no tenían otro remedio que atemperar su horario al de la corriente eléctrica, así fuese en la madrugada. Los empleados se trasladaban a pie o en bicicleta Pues estaba restringido el tranvía los autobuses y el metro.

Pero lograron sobrevivir gracias a un esperanzador rugido de motores y de hélices. Que llegaba desde el cielo de Berlín y que prometía vivir en libertad.

A esas penurias es a las que nos quiere llevar la izquierda en Colombia. Y contra las que, cada día y noche, nuestra Fuerza Aérea lucha para liberarnos de la esclavitud y el sufrimiento que trae el comunismo. Ya disfrazado de socialismo.

La historia no ha cambiado. Se repite.
Coronel Iván González.