AERONAUTAS Y CRONISTAS

domingo, 7 de julio de 2013

LA ODISEA DEL DC3




LA ODISEA DEL DC-3
POR JOSEPH STOCKER

Como resultado del incidente, el aeroplano obtuvo el sobrenombre de la «Criba Voladora.' La cosa ocurrió en China durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los aviones japoneses sorprendieron a un avión DC-3 en tierra y lo acribillaron a tiros de ametralladora. Los campesinos que ayudaron a repararlo tuvieron que emparchar, con trozos de lona, más de mil agujeros.
Luego despegó con destino a la India llevando a 61 refugiados, aunque era un avión que, incluso estando en perfectas condiciones, sólo debería transportar a 21 pasajeros y a tres tripulantes.
En la última etapa de su viaje se desencadenó una furiosa tempestad tropical. La lluvia despegó los parches, y al pasar el viento por los huecos producía toda clase de silbidos, que se tornaban cada vez más ruidosos e infernales.
Por dos horas, avanzó el avión pesadamente por cielos hostiles, hasta que al fin aterrizó. Y cuando el extenuado piloto cayó al suelo desfallecido, el mayor de la base se acercó y le dijo: ¿Qué necesidad había de anunciar por radio su llegada? Lo podíamos oír a 80 kilómetros de distancia.

Para los pilotos veteranos que están familiarizados con el DC-3 y conocen sus cualidades incomparables, este incidente no tiene nada de extraordinario. Desde hace mucho tiempo conceptúan al “Albatros”-—uno de los sobrenombres del DC-3—como uno de los aeroplanos más confiables y de mayor duración. Se diría que se niega a retirarse.

Hace más de dos decenios—el año 1936, para ser exactos—que nació el DC-3. Su aparición revolucionó el transporte aéreo, pues resultó ser el aparato más eficiente y económico.


A continuación vinieron los Martin; los Convair, los DC-4, 6 y 7. Los Constellations y SuperConstellations, los Stratocruisers y los Viscounts de turbohélice. Y, no hace mucho, los primeros transportes de reacción. En una industria como la aviación, que adelanta y evoluciona cada día, lo normal sería que desde hace tiempo el DC-3 se hubiera anticuado y desaparecido. Para juzgar tal anomalía no hay más que considerar cuántos automóviles del año 1936 se hallan en servicio en la actualidad.

Pero el hecho es que el viejo aeroplano continúa en la brega. De los 10.926 aviones DC-3 fabricados por la Douglas Aircraft Co, hay todavía en servicio, en todo el mundo, unos 4.500. Treinta y cuatro compañías con servicios regulares, establecidas en los Estados Unidos, y 113 en el extranjero, continúan utilizándolos. Además, hay varios centenares de empresas que efectúan vuelos irregulares de transporte, como también otros muchos en poder de particulares y en las fuerzas aéreas de varios países.

Cada día, los albatros efectúan vuelos por las regiones civilizadas o sobre las selvas y desiertos de ambos hemisferios, llevando de cargamento desde carbón hasta ganado, y desde pescado hasta flores, sin mencionar, por supuesto, a los pasajeros. Y en Rusia, donde se alega que se ha inventado casi todo, el avión que más se utiliza en vuelos comerciales es el Ilyushin LI-2, que es la versión soviética del DC-3.

Sus hazañas realizadas al servicio de los Estados Unidos — donde fue creado — constituyen un capítulo aparte en la historia de la aviación. Durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que ya entonces podía considerarse anticuado, su participación fue valiosa e infatigable, y hasta puede calificarse de heroica. Aun en esos momentos desesperados, a comienzos de la guerra en Corea, transportó muchas toneladas de abastecimientos que fueron de vital importancia para el exiguo número de combatientes que defendían sus posiciones contra el ataque comunista. Y durante los años de paz, los Estados Unidos ingresaron en la era efectiva de la aviación gracias al concurso del DC-3. Asimismo, contribuyó considerablemente a la reducción de tarifas de carga y pasajeros, y fue el aeroplano en el cual realizó su primer vuelo el mayor número de personas.

No se peca de exageración al calificarlo de indestructible. Basta rememorar aquella vez en que un avión de pasajeros DC-3 fue cogido en una violenta corriente de descenso mientras cruzaba Arizona. Al tocar tierra, vieron con asombro que había perdido en pleno vuelo tres metros de una ala (su envergadura era de 29 metros). A pesar de todo, el piloto había aterrizado con todos los pasajeros ilesos, y sin que el aparato sufriera nuevos daños.

De acuerdo con los hechos, parece que no hay elemento en la naturaleza que le impida volar. Las fuerzas aéreas abandonaron uno sobre un glaciar de Islandia, pues la nieve casi lo había sepultado por completo. Unos jóvenes islandeses que dirigían una pequeña compañía de aviación lo compraron en 1.600 dólares como chatarra. Cuando llegó la primavera, descubrieron que la nieve al endurecerse se había contraído, y lo había dejado bien cubierto.

Se hallaba en tan buenas condiciones como si hubiera permanecido en un hangar. Todo lo que hicieron fue improvisar con tractores una pista de aterrizaje sobre la nieve, encaramarse en la cabina, calentar los motores y despegar. De acuerdo con los informes que tiene la Fuerza Aérea, este avión continúa prestando servicio.

No debemos olvidarnos de esa vez en que un avión japonés Cero arremetió contra un Albatros cuando volaba en Burma a unos cuantos metros de altura. El Cero se vino abajo; pero el DC-3, a pesar de haber perdido casi todo el timón de dirección, regresó a la base. A esto se debe que sea el único avión de transporte que posea el reconocimiento oficial de haber derribado un aeroplano enemigo.
  
Otro DC-3 sirvió de techo de un restaurante a la vera de un camino en Sudáfrica. El dueño lo había adquirido con tal fin como material excedente de guerra. Estuvo allí como 12 años, hasta que cierta compañía lo compró, lo hizo reparar y lo puso en servicio.

Pero sea como sea, un aeroplano no puede durar eternamente, o, por lo menos, es lo que piensa la Junta de Aeronáutica Civil del gobierno de los Estados Unidos. Por esa razón, poco después de la guerra mundial quedaría derogada la licencia de vuelo comercial a los DC-3. A pesar de esto, el Albatros, por un motivo u otro, ha persistido en su empeño de continuar, y, lo que es más, sin percances. Se ha prorrogado tres veces la fecha de su retiro.
Finalmente, el año 1951, la Junta, en un gesto de diplomacia sagaz, declaró que el Albatros continuaría prestando servicios por tiempo «indefinido.» Y subrayando este triunfo, las Fuerzas Aéreas le otorgaron, poco después, un diploma por sus Servicios Excepcionales, el cual proclamaba que el DC-3 era «el mejor avión que se había construido.»

El Albatros debe su existencia a una carta. Una breve nota de dos párrafos escrita en 1932 por Jack Frye, que era entonces el vicepresidente de la Transcontinental & Western Airlines, a Donald Douglas, en Santa Mónica, California. ¿Le interesaría a Douglas diseñar un transporte aéreo con capacidad para 12 pasajeros? A pesar de hallarse embargado de trabajo en la construcción de aviones militares, principalmente, Douglas decidió intentarlo. El resultado fue el DC-1 (las iniciales de Douglas Commercial).

El DC-1 fue todo un éxito. Voló de Winslow, Arizona, hasta Albuquerque, Nuevo México, propulsado por un solo motor, y estableció 19 records mundiales. Sin embargo, únicamente se construyó el avión prototipo, pues durante la etapa experimental Douglas había decidido perfeccionarlo y agrandarlo, y el producto fue el DC-2, una nave de 14 pasajeros.

Al igual que su antecesor, el DC-2 dio excelentes resultados. La compañía Douglas fabricó 138 de esos modelos, y hubiera continuado la producción, de no haber sido por la American Airlines que solicitó algunas mejoras en los aparatos. Lo que esta empresa de transporte aéreo quería era un avión de pasajeros que fuera más grande y más lujoso. Y así fue como nació el DC-3, un aeroplano de 21 asientos. "Nada más afortunado que ese número 21,» declara un dirigente de la Douglas, «se diría que fue la cifra mágica que nos trajo la suerte.»

Seguro y Fácil de Volar Este avión, que estaba propulsado por dos motores Wright Cyclone de 900 HP. Brindaba mayor seguridad y era de manejo más fácil que cualquier otro avión de transporte en existencia, y tenía, además, un tercio más de capacidad de carga. Su velocidad de viaje era de 300 kilómetros por hora, y podía alcanzar 340 con toda facilidad. En casos en que otros aparatos tenían que volar a través de una tempestad, el DC-3 la sorteaba pasando por encima. La cabina estaba provista de dos juegos separados e independientes de instrumentos, por si acaso uno de ellos fallara. Y lo mejor de todo era que tenía a «George». El novísimo piloto automático ideado por la compañía Sperry Gyroscope.

El Albatros presentaba, sin embargo, una peculiaridad que preocupaba a los pilotos. Las alas de este nuevo aparato mostraban una ligera tendencia, pero claramente perceptible, a oscilar durante el vuelo.
Su aprensión desapareció al descubrir que los ingenieros de la Douglas habían ideado esa característica con el objeto de aliviar la tensión estructural de las alas. Esto quedó comprobado cierta vez que uno de los primeros DC-3 ingresó en lo que parecía ser un simple conglomerado de nubes. Encerrado dentro de una corriente de aire descendente tan fuerte que se rompieron los pernos que sujetaban al piso los asientos de los pasajeros. A pesar de esto, al examinar más tarde el aparato no se halló ninguna falla estructural.
Es un hecho que este distintivo en la tensión de las alas constituye una de las principales razones de su extraordinaria durabilidad.

El DC-3 tuvo gran acogida desde el principio. Tanto en los Estados Unidos como en otros países, las compañías de aviación, una tras otra, lo fueron adquiriendo. Su aparición no pudo haber sido más oportuna. En esos momentos se cernía el fracaso sobre la aviación comercial. Los aeroplanos de transporte de ese entonces eran lentos, caros y no se podía confiar en ellos. Los horarios de viajes no pasaban de ser un chiste, y el gran número de accidentes alejaba el público.
Gracias al DC-3 renació la confianza del público y se incrementaron las ganancias de las compañías.

Al comienzo, Don Douglas pensó que sólo podría vender unos 50 albatros. Luego, cuando los presidentes de compañías de aviación comenzaron a formar cola ante la puerta de su oficina, modificó sus cálculos y decidió que debería elevar la cifra a 500. Ponía en duda la posibilidad de que se pudieran vender más.

Lo que no pasó por su mente es que habría Una segunda guerra mundial. Cuando estalló la gran conflagración, los Aliados necesitaban desesperadamente de transportes aéreos. Los fabricantes ya estaban produciendo aparatos de cuatro motores; pero era sólo un comienzo. El DC-3, por su parte, se hallaba en pleno servicio; hacía tiempo que se habían eliminado sus defectos. Así, pues, las líneas de montaje comenzaron a producir sin interrupción aviones DC-3, que pintaban de color verde pardusco, —su vestimenta para tiempos de guerra— y volaban a los campos de batalla.

El DC-3, muy ufano en su uniforme militar, y provisto de sus característicos asientos de tipo «cubo», era designado indistintamente con los nombres de «Tres», el «Viejo Ventrudo», el Doug, el C-47 (su designación en la Fuerza Aérea), el R 4D (su nombre en la Marina) y el Dakota (en Inglaterra). Años después, un famoso general llamado Eisenhower lo calificó de otro modo. Declaró que había sido una de las armas más valiosas durante la guerra.

No puede haber nada más exacto. Condujo tropas y aprovisionamientos a todos los campos de batalla, de donde retornaba cargado de heridos. Volvió a establecer la línea vital de comunicaciones en China, para lo cual tenía que trasponer la cordillera del Himalaya, hostigado por el tiempo más endiablado que puede haber en nuestro planeta. Dejó caer paracaidistas detrás de las líneas enemigas, y haló planeadores cargados de tropas. Pese a los ataques del enemigo, continuó en la brega.

Un albatros estableció un record al despegar en Burma con 74 personas a bordo, incluyendo a Jimmy Doolittle en su viaje de regreso después del bombardeo de Tokio. Habían estado volando sólo unos cuantos minutos cuando Doolittle le dijo al piloto: «Si llego a imaginarme que eras lo suficiente loco para intentar volar esta cosa con tanta gente a bordo, me hubiera regresado a pie.»

Es posible que el albatros más intrépido fuera el de uno que formaba parte del Cuerpo Nacional de Aviación de la China. Los bombarderos japoneses lo divisaron en tierra y le destrozaron un ala. El piloto envió un radiograma a Hong Kong pidiendo una de repuesto; pero sólo tenían el ala de un DC-2, la cual es tres metros más corta y diseñada para soportar una carga de varios cientos menos de kilogramos que la de un DC-3. «Conforme,» dijo el piloto, «envíenla cuanto antes.»

El ala llegó y se montó en el DC-3. Sin ninguna simetría ni equilibrio de líneas, su apariencia contradecía Todos los principios de la aeronáutica; pero cuando el piloto lo puso en marcha, el avión despegó y voló perfectamente. En esta oportunidad, el apelativo se impuso por sí solo. Lo comenzaron a llamar el DC-2 1/2.

Las exigencias de la guerra obligaron a los pilotos a someter al DC-3 a tales pruebas que de enterarse sus fabricantes de lo que sucedía con seguridad se hubiesen quedado haciendo cruces. El avión había sido diseñado para transportar un máximo de carga de 11,300 kilogramos; pero no siempre se podían respetar tales normas y limitaciones. Por ejemplo, los 27 aviones DC-3 que cruzaron el Atlántico meridional, en 1942, con destino al Himalaya, despegaron acarreando 16,000 kilogramos de carga cada uno.

Los Albatros han volado por todas partes, y han acometido mil empresas. Provistos de flotadores, han hecho hasta de anfibios.

Por lo menos en una ocasión un albatros hizo las veces de bombardero. Unos pilotos de la Fuerza Aérea, cansados de servir de blancos a la artillería japonesa, cuando volaban sobre el Himalaya, cargaron una noche sus aviones con bombas preparadas en bidones de gasolina y de carburo, y llevaron consigo algo de licor para reconfortarse. Así preparados, volaron sobre un campo de aterrizaje japonés en Burma, arrojaron las bombas improvisadas, dispararon con fusiles y ametralladoras por las ventanillas de la cabina y regresaron muy satisfechos a la base. Poco después fueron sometidos a consejo de guerra por haber usado sin autorización material del gobierno; pero nunca se arrepintieron de lo hecho.

Cuando terminó la guerra, estaban en boga los aeroplanos de cuatro motores. La Douglas construyó en 1946 el último DC-3, para una compañía de aviación brasileña, y juzgó que ya era tiempo de suspender su producción.
Los hechos, sin embargo, demostraron que otra vez se habían equivocado en sus apreciaciones, pues los DC-3 que existían al final de la contienda, en lugar de ser convertidos en chatarra, fueron adquiridos por millares a precios de material excedente, y continuaron volando. Varias aerovías de servicio local adquirieron un gran número e iniciaron el transporte aéreo en las regiones rurales de los Estados Unidos, donde continúan prestando servicios.

Esto se debe, en parte, al hecho de que el albatros puede despegar y aterrizar en pistas cortas, fangosas, lisas, blandas, disparejas, enmalladas, embalastradas, con pendientes exageradas, con baches, inundadas y hasta con curva. Como quiera que en muchas regiones remotas de América, Asia y África no existen campos de aviación apropiados, los DC-3 son hoy día, y continuarán siéndolo por muchos años más, los aviones por excelencia.

De cuando en cuando se habla de construir un avión de dos motores que substituya al DC-3; pero todo se queda en palabras, mientras tanto, el albatros sigue volando. «Es posible destrozar uno; pero no se puede desgastarlo con el uso, dijo un piloto. Por supuesto, existen también causas económicas. La mayoría de los DC-3 que existen ahora en servicio fueron obtenidos por unos cuantos miles de dólares, como material excedente de guerra, y, a la fecha, su valor en los libros de contabilidad se ha reducido a cero. El substituirlos resultaría costoso. En general, una compañía o persona que posea algunos de estos aviones no va a invertir una considerable suma de dinero en la adquisición de aparatos nuevos para deshacerse de los DC-3 que prestan servicios altamente satisfactorios.

La Douglas ha compilado una serie de cifras muy interesantes con respecto al DC-3. Según los cálculos más aproximados, en los cuales se excluyen las operaciones militares, han volado como 87,000.000.000 de pasajeros-millas y unos 75 millones de horas. Han conducido a 400 millones de pasajeros, o sea una cantidad comparable a la población de la India. Los DC-3 todavía constituyen el 35 por ciento de los aviones de transporte del mundo, y efectúan otras muchas tareas que incluyen desde experimentos de radar hasta el rociamiento de substanciás químicas para combatir las plaga» en las plantaciones.

No hace mucho, la Douglas obtuvo la historia de un viejo Albatros típico que pertenecía una compañía local del medio oeste. Descubrió que el avión había volado más de 50.000 horas y 7 millones de millas. Para juzgar lo extraordinario que es esto, debe tomarse en cuenta que un automóvil que ha recorrido 150.000 millas es considerado un vejestorio.

¿Cuándo desaparecerá el DC-3? Como quiera que las predicciones efectuadas por los técnicos de la Douglas, como también por los pilotos, han resultado erradas varias veces, ya no se atreven a intentarlo. Sin embargo, hay quien vaticina que el DC-3 posiblemente continúe volando después que muchos de sus pilotos y pasajeros ya hayan muerto.

Después de todo, ya han sobrevivido durante la mitad de la historia de la aviación, lo cual es motivo de hondas añoranzas entre los pilotos y pasajeros, como lo muestra el siguiente incidente ocurrido hace poco.
Un DC-3 militar aterrizó en un aeropuerto de Chicago y avanzó hasta su punto de estacionamiento. El piloto apagó el motor. Luego, en vez de bajar de la cabina, permaneció sentado, mirando como en sueños a través de una de las ventanillas laterales.
«Bien,» exclamó el copiloto, ¿vamos a dejar el avión o no?. En lugar de responder, el piloto señaló a una valla cercana.
«¿Ves ese punto?", inquirió. «Ahí es donde vi el primer DC-3. Era entonces sólo un niño, y me quedé maravillado del tamaño del avión. Me parece que ha transcurrido toda una vida desde entonces.»