AERONAUTAS Y CRONISTAS

viernes, 7 de abril de 2017

EL ABUELO DE LA FAMILIA

EL ABUELO DE UNA FAMILIA DE BLACK HAWKS.



BLACK HAWKS

Tengo el rostro raído por el tiempo y la guerra, mis cicatrices cuentan una a una la historia de mi vida. Soy veterano si, pero aún me quedan fuerzas para luchar. Mi nombre es FAC 4101.

Nuestra misión en Colombia comenzó aquella tarde del 14 de julio de 1988, cuando en el compartimiento de carga de un avión norteamericano C-5 Galaxy llegamos a Palanquero los primeros cinco UH-60 de la Fuerza Aérea Colombiana. Veníamos estrechos e indefensos con las palas atadas hacia atrás, en un ambiente silencioso y húmedo que poco a poco nos ahogaba. En aquel lugar el tiempo trascurrió inerte, hasta que el lacónico sonido de un motor eléctrico abrió con suma pesadez la gran compuerta que horas atrás se había cerrado en Stratford, Connecticut, Estados Unidos.

El reloj empezó a girar cuando ya en realidad nos encontrábamos en medio de un conflicto armado; Íbamos y veníamos por entre la agreste geografía colombiana; volábamos por la alta Guajira, el lejano Amazonas, Ipiales y Acandí en Antioquia; las balas del fuego enemigo  rozaban nuestra piel; algunas de ellas calentaron nuestras latas atravesándolas de lado a lado; ciertos impactos eran insignificantes y nos permitían continuar con la misión; otros en cambio,  eran de  tal gravedad que nos obligaban a aterrizar de inmediato para determinar la magnitud de los daños. 

En tres ocasiones me enviaron a tierra por causa del fuego enemigo, la primera de estas, la que fue mi bautizo de fuego siendo solo un novato en cuestiones de guerra, con ínfimas 469 horas de vuelo y acabando de cumplir mi primer año de vida. Fue un 27 de julio de 1989 mientras terminaba una misión de asalto aéreo cerca de Montería en la que el enemigo me brindó una calurosa bienvenida.
Aún recuerdo el terrorífico grito de los soldados que llevaba abordo y el impactar de las balas atravesando mi fuselaje. Bastó una bala, la que perforó mi motor izquierdo para que una fumarada pintara de negro el azul del cielo, se escuchó el sonido del motor fuera y en la cabina el color rojo adornaba los instrumentos con señales de peligro.

El piloto intentó hacer un sobrepaso pero ya caíamos en la selva a unas pocas millas del territorio enemigo, mi cuerpo golpeaba entre los árboles y los troncos que se iban quebrando me atravesaban como puñales. Todo sucedió rápidamente, el ensordecedor golpetear de mis palas contra los árboles, los gritos de dolor de los soldados que llevaba abordo y el aullar de la selva al interrumpir su densa calma. Mi cabeza permaneció aturdida entre los ramales y al intentar moverme mi cuerpo no respondía más, estaba parcialmente destruido.

Luego de un rato los soldados que quedaron heridos se alejaban afanosamente de mí, buscaban un refugio temiendo que explotara en mil pedazos. Permanecimos ocultos en la vegetación a la espera de nuestro rescate. Unas horas mas tarde un helicóptero evacuó los heridos, levantó su vuelo y mientras se alejaba, note en él un gesto de amargura, como si se despidiese de un muerto.


EN MEDIO DE LA SELVA

Impávido, me acompañaba la muerte y una selva que sé hacia más espesa con la caída de la noche.  La luz del alma se me iba apagando lentamente, el sonido de miles de animales se alborotaba, tal como lo hacia el tambor del caníbal al buscar su presa. El tiempo se olvidó de mí y cruzo de largo. Pasó el primer día y aun permanecía tendido en aquel lugar. Escuchaba el ruido de las ametralladoras y los gritos de furia que detrás de la jungla escondían las fauces del enemigo. Intentaba respirar, pero el húmedo olor del inculto bosque se mezclaba con el de mi sangre y mi miedo.

Al amanecer del segundo día era un ser agonizante, sentía la boca áspera, el cuerpo entumido y mi sangre se secaba bajo el sol, los insectos se acercaban atraídos por el hedor de la muerte. Balbuceaba mi ultimo perdón y mi último “¿por qué?”.

De repente sentí una fuerte ráfaga de viento que sacudía los árboles y levantaba la tierra, levante con suma pesadez la mirada y vi que en medio de las tinieblas un helicóptero UH-60 Black Hawk (FAC 4104) hacía vuelo estacionario sobre mí. Descendieron dos hombres que me engancharon a una eslinga y me levantaron entre los árboles hasta un sitio más seguro, en el cual pudieran desarmarme en partes. A pocos metros de la que pudo haber sido mi tumba, los hombres que vinieron a mi rescate removían la transmisión bajo el fuego del enemigo. Algunas veces se ocultaban detrás para evitar el hostigamiento. Al finalizar esa misma tarde me izaron en dos helicópteros para llevarme a casa, el FAC 4103 y el FAC 4104 que en ese entonces eran volados por quienes hoy son el Señor BG. José Vicente Urueña (FAC 4103) y el Señor CR. Raúl Torrado (FAC 4104). Tres años después, regrese a Colombia en un largo vuelo desde los Estados Unidos. Cruzando por Centroamérica.

Gracias a nuestra maniobrabilidad y silencioso volar, nuestras primeras misiones entre muchas otras, consistieron en la evacuación de heridos desde el corazón propio de la guerra y los asaltos aéreos en el propio patio de armas de los campamentos enemigos.

De los 10 que llegaron conmigo se ha ido al cielo uno, mi buen hermano el FAC 4102, lo vi la ultima vez al despedirse en el Batallón Vargas de Granada Meta, fue el 11 de diciembre de 1991 justo en los últimos días de la operación de casa verde, ese día la angustia de sus ojos me insinuó que algo no andaba bien, uno de sus sistemas tenia graves fallas y debía volar de regreso hasta la base aérea de Melgar. Esa misma tarde, luego de un esfuerzo descomunal para cruzar la cordillera, pocos minutos antes de llegar a casa su ánimo no respondió más, levanto los ojos al cielo con rictus de perdón, cabeceo con furia y se despidió del hombre precipitándose a tierra. Termino su vida en un perpetuo giro sobre las ardientes tierras tolimenses.



EN RECUPERACION

En el año de 1994 llegaron los 4 jóvenes UH-60 “Lima”. Traían consigo nuevos motores y ciertos sistemas más evolucionados.  El 10 de noviembre de 1995 dejaron atrás el transporte militar para vestirse con armaduras, espada y sable, su carácter cambió, dejaron de ser dóciles como son los helicópteros de transporte, para convertirse en una estirpe de feroces guerreros, arrogantes, de mirada agria y temeraria que respiraban adrenalina y escupían fuego. Se sabe que en varias ocasiones continuaron la lucha, incluso estando heridos. Desde ese entonces fueron bautizaron como “Arpías”, EN SIMILITUD A LA FEROZ águila llanera.  
 
En 1992 nos atrevimos a retar el reino de las tinieblas y la oscuridad, se dio inicio a las operaciones con visores nocturnos convirtiendo la noche en nuestra aliada estratégica. El enemigo nos dejó de ver y hasta el sobrenombre de “la bruja” se nos puso, pues como ésta, resurgía de la nada y sin que sus victimas la vieren, atacaba en silencio, para luego desvanecerse entre la noche, le temían a mi sombra y al aullido del Arpía, que según ellos, merodea en la noche como si fuera el alma de la muerte.     

Innumerables anécdotas de guerra y de paz acompañan nuestro diario volar, como lo fueron, el aterrizaje a 16.000 pies de altura en el Nevado del Huila,  demostraciones aéreas exaltando nuestro poder aéreo, vuelo hasta a la isla de San Andrés con tanques auxiliares,  incontables misiones de búsqueda y rescate, otras combatiendo incendios forestales lanzando agua; considerables misiones de asalto aéreo y de ataques estratégicos, apoyo a países hermanos, misiones titánicas como el cambio de la transmisión, que es el corazón de maquina del FAC 4110  en plena zona de orden público (Guérima, Vichada), en donde los técnicos de mantenimiento tuvieron que combinar las herramientas con el fusil y convertir el compartimiento hidráulico en un centro de observación adelantado, emplazando una ametralladora M-60 para repeler el ataque.



Finalmente, al terminar con este corto relato y hacer un recuerdo somero de las etapas que han marcado nuestro estilo de vida en estas primeras 50.000 mil horas de vuelo, no me queda otra cosa que recordarles a las nuevas generaciones sobre el respeto y aprecio que hemos ganado de los hombres que día a día nos acompañaron en la ardua faena de esta guerra. Junto a ellos hemos conocido la mano del piloto agresivo, como la del calmado también; hemos sido instructores, alumnos, técnicos y combatientes, adquirimos el espíritu del colombiano inteligente y del campesino aguerrido.



EN PLENA ACCION

Sobre nosotros se derramó la sangre de cientos de hombres heridos y se escucharon los últimos suspiros del soldado muerto. Nosotros los viejos “Alfa” continuaremos luchando como lo hemos venido haciendo, veteranos, pero firmes y siempre con el alma altiva de valor. Hasta contemplar el Omega de nuestra existencia.

Mayor Ricardo Torres S.


LA RESPIRACION

ICARO:

Me preguntas el ¿por qué a los pilotos de combate se les oye por el sistema de comunicaciones como si hablaran entre un tarro?

Ellos siempre tienen que usar la máscara de oxigeno. Es una norma y doctrina constante por diversas razones. Y dentro de la mascara esta el micrófono o está superpuesto a la garganta del piloto sostenido con una correilla alrededor de su cuello. Como cuando si el medico nos pone el estetoscopio para captar los sonidos del corazón. Pero en este caso es la voz. A eso se debe que se escuche la comunicación muy nasal, como ablando dentro de un frasco o en tono grave por estar próximo a las cuerdas vocales. Por eso también se oye la respiración.

Los motivos para usar la mascara a baja altura, es porque los aviones pueden subir muy rápido donde ellos necesitarán oxígeno. Si no tienen la máscara puesta, es factible que por controlar el avión o por las fuerzas de gravedad y otros motivos, no puedan ponérsela a tiempo.

La presurización de los aviones de combate, si es que tienen, no es tan rápida como para hacer las compensaciones necesarias y porque por fuertes razones de seguridad no pueden ser aeronaves altamente presurizadas.

También porque la lucidez mental se sostiene mejor si usan oxígeno. Los virajes son muy fuertes debido las altas velocidades que generan fuerzas centrifugas. Y los ascensos causan las fuerzas “G” que se contrapone a la fuerza de gravedad. Fácilmente hacen que el cuerpo pese 5 o 6 veces su peso normal. Ambas tienden a dejar desabastecido de sangre el cerebro. Si la poca sangre que le llega esta rica en oxigeno, la perdida de reflejos y de lucidez mental es menor. Para evitar que la sangre se escurra a los pies, reduciendo la irrigación al cerebro, que les nubla primero la visión, después los reflejos y luego la razón, ellos usan unas bolsas de aire comprimido en los muslos y sobre el estómago. Son iguales pero de mayor tamaño y fuerza que la bolsa de aire que nos pone el medico en el brazo para medir la presión arterial.

Esas vejigas no solo estrangulan las piernas para que la sangre no se baje a los pies sino que la hace retornar a la cabeza, ya que el corazón no lo logra rápidamente. Es el mismo efecto que se ve cuando apretamos en la parte baja el tubo de crema dental para que el contenido salga por arriba. Y en el estómago evita que se descuelgue todo el contenido del abdomen que se inflaría como si fuese un embarazo momentáneo. De suceder arrastraría todo el contenido del pecho (el mediastino).

Esa cavidad aloja importantes componentes del cuerpo que asimilándolos a los componentes del avión serían los pulmones (el filtro de aire), el corazón (la bomba hidráulica) y las vías respiratorias (el sistema de ventilación). Si eso no se previene su desubicación genera malos funcionamientos. Todo eso sucede automáticamente de tal forma que el piloto está sometido a muchos efectos neumáticos, mecánicos y térmicos, que inciden sobre su fisiología. 

Su vocalización también es dificultosa cuando es en el momento de altas gravedades. Ellos apretan la boca fuerte para que no se les caiga la mandíbula. Situación que los obliga a vocalizar con la boca cerrada hablando entre los dientes. Si dejaran abrir la boca la pronunciación sería tan dificultosa que no sería entendible. Además el chaleco antigravedad les oprime la cintura para evitar que los órganos internos del pecho y el estómago se descuelguen afectándose las funciones fisiológicas. Las que son fundamentales tales como el ritmo cardíaco, la respiración y las estomacales. Eso también afecta al pronunciación.

La cabeza también tiende a caer y deben sostenerla en alto para que no se caiga sobre el pecho. Eso obliga a poner un poco de rigidez en el cuello deformando Igualmente las cuerdas vocales, que se descuelgan un poco deformando la voz.

La máscara no solo es necesaria solo para suministrar oxígeno al piloto sino para evitar que descienda el nivel de dióxido de carbono en la sangre, que genera nauseas, mareos y vómito. Cuando eso sucede la persona tiende a hiperventilar y eso agrava el problema. La mascara lo evita dejando un remanente dentro de ella que es rico en dióxido de carbono. El mismo que se inspira nuevamente con el oxigeno suplementario que aporta el sistema. La máscara también elimina el monóxido de carbono, que es altamente tóxico, que se pueda filtrar desde el motor o las armas cuando se presentan daños.

Es la razón por la cual el tubo de la mascara es bastante grueso, resistente y corrugado, para dar cabida a ese remanente de bióxido de carbono y dar confiabilidad de que no se romperá, así sea algo incomodo. De producirse fugas de oxígeno, no solo degradan su función principal sino que causan incendios (como sucedió en la estación espacial). El tubo hace la misma función que la pequeña y ligera bolsa que tienen las mascara de oxigeno para pasajeros, que solo son de uso ocasional, momentáneo y de fácil manipulación. Por eso, cuando nos mareamos por hiperventilación, es efectivo respirar dentro de una bolsa de papel por un momento.   

Al baja altura se pueden quitar la máscara por un rato si no preveen que la necesitarán y para descansar un poco. Ella se ajusta apretada sobre la cara para dar hermetismo y cansa algo. Pero la mayoría nunca se la quitan. Necesitan mantener las manos sobre los comandos, porque el piloto de combate es un piloto solitario. No tiene mucho a quien cederle los mandos. Los pilotos de combate automáticos no son habituales.

Usar la máscara a bajas alturas no significa que estén respirando siempre oxigeno. El sistema hace una mezcla automática de aire ambiente con el oxígeno puro del sistema, que esta precalibrada. A baja altura es pobre y cuando asciende, se enriquece. A 12 mil pies es casi del 100% y a 18 mil, no solo es oxigeno puro sino que se lo suministra a presión al piloto. Asunto debido a razones de asimilación por un concepto medico de fisióloga de vuelo que se denomina como “Presiones Parciales”, que es otro tema.

Por lo que hay que aprender a respirar de esa forma y es ligeramente incomodo. Eso es para garantizar la asimilación. Normalmente aspiramos el aire a la presión natural de la atmósfera. Cuando se le sumista al piloto aire a mayor presión, con tan solo que el piloto abra las vías respiratorias, el aire se introduce a los pulmones sin ningún esfuerzo de inspiración. Al contrario se le inflan solos. Y para expirar ese aire el piloto debe hacer un esfuerzo adicional al que está acostumbrado en la vida corriente. Si el vuelo es prolongado, se causa fatiga respiratoria. Que es parte del estrés que debe soportar el piloto de combate. 

El sistema de respiración incorpora también el de comunicación. La respiración se escucha porque los sistemas de comunicación de combate se activan de tres formas habituales: cuando se oprime el botón de trasmisión. Cuando se tiene en activación automática con la voz y cuando es permanente. En este ultimo, si las comunicaciones son de doble sentido y de doble canal (uno de trasmisión y otro de recepción), que son usadas en algunas comunicaciones militares. Las que llaman comunicaciones calientes, que los aviones comerciales también están comenzando a usar.

Por esa razón no solo se escucha la respiración sino que otros hablan simultáneamente sin interferir, porque no hay que esperar que terminen de hablar para poder emitir. También ruidos de motores y los diálogos de control de transito aéreo. Ruidos, posiblemente cuando el micrófono golpea contra algo, la visera del casco o cualquier otro movimiento imprevisto.

Bueno hay muchos motivos relacionados con la fisiología de vuelo que corresponde tratar a los médicos de la especialidad de Medicina de Aviación. Ellos son los que establecen los parámetros de uso de máscaras, presurización y ventilación de cabina, calefacción, refrigeración, humedad, protectores de ultravioleta, equilibrio, razonamiento, orientación, visión, chalecos antigravedad, trajes presurizados, como los de los astronautas, y otras cosa mas. Hasta los asuntos dentales y estomacales.

Por tantas cosas algunos han afirmado que para ser piloto de combate se requiere ser un poco o medio loco. No muchos están dispuestos a pasar por todas estas novedades. No parece racional montase en una vestía briosa de miles de caballos de potencia. Subir a grades alturas como un cohete, lo que es peligroso porque todo cuanto sube siempre baja. Moverse a velocidades pasmosas. Cambiar del clima ardiente del trópico a las gélidas temperaturas de la alta atmósfera en solo pocos minutos. Andar metido en la punta de un tubo de aluminio afilado como un lápiz, delante de una turbina que empuja más que la patada de un burro y termina atrás en una tronera, donde ruge un huracán de fuego volcánico cual diabólico soplete.

Debe ser aficionado a Soportar sacudidas y vueltas como un energúmeno. Saber que en los interiores de esa máquina se aloja una gran cantidad de combustible altamente inflamable y mucho poder calorífico. Tener sus pendido en su perchas externos bombas y misiles de alta potencia explosiva Y para acabar de ajustar, andar persiguiendo enemigos exponiéndose a que si es impactado todo eso termine en una bola de fuego donde del piloto, si mucho, sobrevivirá su placa de acero inoxidable que carga la cuello, cual escapulario para postrimera identificación. En ella están grabadas sus referencias personales y el nombre de su amada.
Es físicamente el límite entre lo racional y lo emocional. Equilibrio con tendencias a ser inestable. Razón por la cual la sicología de vuelo lo vigila con detalle y frecuencia.

Todas estas cosas tienen muchos detalles para compartir en tertulias aeronáuticas. Asuntos técnicos que son interesantes, atractivos y suscitan deseos de saber de tema tan apasionante.

Los aficionados a la aviación, con frecuencia saben mucho sobre la profesión. Son entusiastas autodidactas que lo hacen bien. Eso indica lo estimulante que es el volar, conquistar el aire y los espacios abiertos del firmamento. De esa forma el vuelo es adrenalina, pasión y hasta misticismo. Por eso me complace contestar tu pregunta. De la voz gangosa de los pilotos. No es tanto aguaje sino la condiciones de su entorno.

Desde el aire apreciamos lo terrenal, lo marítimo, lo cósmico y lo espiritual. Es un mundo romántico y se requiere ser ascetas contemplativos del vuelo y el aire para poderlo comprender en toda su dimensión. Todo al mismo tiempo.

Saludos.

LA ELECTRICIDAD EN URRAO

LA ELECTRICIDAD EN URRAO

La primera planta eléctrica a la cual llamábamos “La Planta Vieja” estaba instalada en un sitio que se llama “Balboa”. Es un lugar que también llaman “Las Chorreras” porque el agua que bajaba para la planta eléctrica también se usaba para el pueblo. Esa agua caía en cascadas donde la gente acostumbraba irse a bañar de paseo. El agua proviene del río Urrao que baja de las montañas al oriente del pueblo.

Antiguamente el agua no llegada a las casas sino a una fuente que estaba en el centro del parque. La gente debía ir a diario hasta ella con recientes y cargar a hasta sus casas. La tubería que se usaba para llevar el agua al pueblo era de madera. No existían los tubos de barro cocido y menos los metálicos actuales La hizo un carpintero muy habilidoso que fue famoso porque se le acusó y condenó en Medellín por haber cometido una masacre en un sitio llamado La Aguacatala, sobre el casino que conduce de Medellín a Envigado. Este sistema duro muchos años y era motivo de admiración porque no tenía fugas.

Como la maquinaria de la nueva planta era una novedad, la gente iba a verla funcionar. Incluso era costumbre jugar haciendo una larga cadena de personas Cogidas de la mano y que terminaba en unas barras que al tocarlas pasaba la corriente a lo largo de toda la fila. Eso solo lo hacia la persona más guapa. La gente se divertía con ese novedoso fenómeno que se usaba a manera de recocha.



Con la anterior planta, el pueblo y las casas sólo podían tener unos cuantos bombillos. Cuando vieron que la planta vieja se encontraba en malas condiciones decidieron construir la planta nueva. Para eso escogieron el talud contiguo al aeropuerto. Inicialmente sólo tenía un generador que es el que actualmente todavía existe. Con el tiempo pusieron otro más grande y moderno.

Después, con la planta nueva ya se pudieron instalar estufas, mejorar la iluminación, conectar planchas eléctricas, neveras u otras facilidades.
El lugar se convirtió en un paseo de todo el pueblo. La gente también iba a bailar, a jugar, a conversar o contar chistes. Se iba tanto en el día de caminada, como por la noche a armar parranda. Se armaban grupos completos para esta distracción. Al lugar dejaban entrar y nadie arrimaba a las máquinas porque les daba miedo. En ese tiempo se podía andar en la oscuridad sin ningún riesgo y por eso nos quedábamos hasta la medianoche.




La planta actual es la misma de esa época y nos llama la atención que aun la tenga el municipio en funcionamiento después de tantos años. Vende energía a la red de interconexión nacional.

jueves, 6 de abril de 2017

EL DIABLO EN LA PESEBRERA

EL DIABLO EN LA PESEBRERA. (Narración de Luis Fdo. González)

Una noche, por el año 1964, como a las 8, ya viviendo en el pueblo, fui, como de costumbre, a llevar la mula Guardia de mi papá a la pesebrera de Tocayo Vélez. Esto yo lo hacía rutinariamente cuando mi papa llegaba de la finca al pueblo todos los días después de que la desensillaba y le dábamos panela y maíz.



Cuando llegué a la pesebrera de Tocayo, estaba muy oscuro y la puerta estaba cerrada por dentro. Entonces llamé a Tocayo para que me abriera, porque él dormía en una piececita donde estaba la picapasto al pie de la puerta. Nadie me contestaba, posiblemente estaba borracho, que era lo más frecuente en él.

Con un poco de susto, me asomé por debajo de la puerta para ver si me podía deslizar hacia adentro, pero cuando me asomé, vi, como a 20 metros, la cara del diablo al fondo de la pesebrera. Era enorme, como de 2 metros de altura y estaba perfectamente trazada con unas líneas de luces amarillas, parecidas a las luces de navidad. Su cara era un poco gorda y medio redondeada y el contorno de sus ojos terminaba puntiagudo hacia los lados y las comisuras un poco hacia arriba, pero vacíos.

La expresión de su boca era levemente sonriente, como burlona. Con labios gruesos y en total quietud. Algo así como un buda. El corazón me dio un vuelco y quise salir corriendo. Sin embargo, me quedé mirándolo y pensé que era una sugestión mía, que eso no podía ser cierto, aunque no muy convencido del todo.

Entonces pensé que no podía volver a la casa y decirle a mi papá que no había podido dejar la mula porque el diablo estaba en la pesebrera, seguramente me daría una pela por mentiroso.

Entre los dos miedos, y llenándome de valor, resolví arrastrarme por debajo de la puerta con la sensación de indefensión que ello produce. Pero sin dejar de mirar el rostro del diablo. Cuando estuve adentro, me sentí aún más indefenso. Busqué, casi a tientas, la tranca de la puerta y la abrí con gran alivio.


A toda prisa entré la mula, la metí en la primera celda junto a la puerta, le quité la jáquima, puse la tranca de la celda y salí a la calle. Luego amarré la puerta con una cuerda que colgaba de unas argollas y salí corriendo como alma que lleva el diablo. Cuando llegue a la primera esquina volteé a mirar hacia la pesebrera y vi la puerta abierta. Con mucho susto me devolví a amarrar otra vez la puerta y volví a salir corriendo. Cuando llegué a la esquina miré nuevamente hacia atrás y la puerta seguía abierta. Mi papá me había encomendado mucho que dejara todo bien cerrado porque esa mula era muy arisca y se podía volar fácilmente.


Regresé, por tercera vez, a amarrar la puerta, la aseguré bien y, nuevamente, a correr se dijo. En esta ocasión la puerta quedó cerrada y salí volado para la casa.
Al otro día, cuando llegue de la escuela, mi papá me dijo: Mijo, usted dejó abierta la puerta de la pesebrera anoche y la mula se voló. Fíjese bien la próxima vez y vaya por ella a la Manguita, la finca del tío Francisco José, que allá debe estar. Yo le dije, no papá, seguro que yo cerré bien la puerta, No me discuta, dijo, es que usted es muy elevado y no se fija bien en lo que hace.

Finalmente fui hasta la finca del tío y encontré la mula Guardia que le traje a mi papá. Realmente si se había salido a pesar de que yo le puse tranca a la celda y amarré la puerta de la pesebrera por fuera. Como que el diablo se la abrió para mortificarme aún más. 

EL DERRUMBE

EL DERRUMBE DEL PEDRERO. (Narración de Luis Fdo. González)

El señor Alberto Restrepo, comerciante y hacendado, de familia muy tradicional de Concordia, me dijo una vez en el pueblo que él quería ir a la finca del Pedrero. Hacía muchos años no iba desde cuando era un niño. Le dije que con mucho gusto, que iba mandar traer una bestias ensilladas para que fuéramos.
Me contó que quería volver a ese sitio porque unos de sus ancestros habían perecido en el derrumbe de El Pedrero.



Le comenté que yo había oído la historia de un derrumbe muy grande sucedido hacía muchos años. Que debajo de una piedra muy grande, casi como del tamaño de una pieza, que hay junto a la actual casita de paja y cancel, en esa parte de la finca que llamábamos El Balsal, había quedado sepultada la casa que había cuando se vino el derrumbe.

El señor Restrepo me dijo que sí. Además se decía que el dueño de la finca era muy avaro. Una mañana pasó una viejita por la finca, cuando estaban ordeñando las vacas y pidió qué le dieran un poco de leche y se la negaron.

Que entonces la viejita les dijo que por hambrientos iba a ver un derrumbe que les iba a tapar la casa.




Efectivamente ese mismo día, que era un domingo, se vino un derrumbe que arrasó con todo y que no se salvó sino el abuelo de Alberto. En ese entonces él era un niño y lo habían mandado al pueblo a traer el mercado.