AERONAUTAS Y CRONISTAS

lunes, 3 de marzo de 2014

SUR PARTE 6 Y 7



SUR
PARTE 06
•         Durante la marcha encontraron al Coronel Gálviz. El Sargento lo miró y el Coronel le preguntó por qué andaba descalzo y le hizo dar un par de guayos. "Uno de Tropa" meditó: a este Coronel Rubén Gálviz lo quieren los soldados y le obedecen. Se fija en las necesidades de la tropa para remediarlas, luego es generoso. Un hombre macho con un corazón bondadoso de un adolescente. El grita a ratos, dijo un soldado, pero es bueno como el pan.
•         Los soldados eran fuertes casi todos morenos, altos y sagaces. Tenían la amplitud y la claridad de los hombres de aquella tierra caucana, paraíso de trabajo y de luz. En la selva, sus brazos robustos destrozaban los troncos añosos y las lianas débiles, con igual empuje. Le enseñaron a "Uno de Tropa” a conocer las culebras. Se complacen en torear a los reptiles encerrándolos en una pequeña jaula. La velocidad de uno de estos animales para enviar el mordisco es como la de un caucho estirado tensamente y soltado de repente de una de sus puntas.
•         Conoció "la podrido" que convierten una llaga a quien muerde. La "24" que debe su nombre a que mata en el curso de un día a quien le inyecta su veneno. Está víbora es tan grande como un lápiz. Le hicieron una broma con un bejuquito inofensivo pero que levantaba vetas rojas y una voraz rasquiña sobre la piel.
•         El almuerzo: sopa de arroz con papas y gusanos. Alverjas cocidas y un poco de aguamiel. Pregunté: ¿siempre hay y gusanos en la sopa? Siempre, contestó uno. Los víveres los traen de muy lejos y las tropas escalonadas en el camino se quedan con lo mejor. No nos llegan sino sobras. También hay quienes hacen negocio en el interior, sobre nuestras hambres y nuestro abandono. También pasaron a la comida: sopa como la del almuerzo. "Uno de Tropa" esperó que se hiciera oscuro, para no ver los repulsivos animalitos de su alimento y cuando lo fue, se comió aquel menjurje con la voracidad que da un hambre de dos días.
•         Le preguntaban mil cosas a la vez. Todos querían saber que sucedía en el interior. ¿Que dicen de nosotros? ¿Es verdad que nos envían cigarrillos y cerveza? Uno de tropas contestaba a todo esto diciendo ¿luego no lo habéis recibido? No hemos recibido nada, contestaron varios. "Uno de Tropa" meditó en la inutilidad de aquellas fiestas fastuosas que hacían en todas las capitales y en los donativos de las empresas industriales para ayudar a las tropas. Pero aquellos soldados no tenían ni cigarrillos y se alimentaban con víveres engusanados.


ENTRENAMIENTOS




PARTE 07
LOS PECES PELIGROSOS Y PERDIDO EN EL MONTE
•         El sábado fue un bello día. Hubo baño para todo el personal y "Uno de Tropa", como todos, fue a él. Se sacaba pellejos de la espalda tostada por el sol. Se quiso bañar desnudo, con una grata sensación de salvajismo, pero no lo dejaron. Fue por "el carnero" un pescadito de tamaño pequeñísimo que penetra por los conductos y destroza el organismo interiormente. Después está "el temblón", es eléctrico que priva con sus descargas a un hombre fuerte. También "la raya" de cola ponzoñosos y arponada que produce una llaga incurable. El "puño" que arranca de un solo envión cuanto abarca del cuerpo que muerde con su boca. "El machete", un pez largo que tiene la forma de este artefacto y los dientes como hojas. El "micuro", que clava sus aletas puntiagudas sobre los cuerpos extraños que encuentra a su paso. "El migraña" (piraña) que se alimenta de cadáveres de animales y de hombres con su dentadura de perro. El " bufeo" de gran tamaño, que pesa decenas de arrobas. Su hembra tiene senos y órganos sexuales como la mujer. El “boa" o culebra de agua. Permanece la selva hasta adquirir enorme desarrollo y que luego se embarca hasta el río en una de estas periódicas inundaciones. Se traga un hombre como un simple bocado y llega tener hasta 25 m de longitud. Un coletazo suyo en el agua, suena como un cañonazo lejano.

 FLOTILLA FAC EN PUERTO BOY

•         El día domingo, "Uno de Tropa", se cuadró ante su capitán y le pidió permiso para ir a misa pero éste se lo negó diciendo que el alma es una energía para sostener y que para ello no necesita padrenuestros, sino de cuidar el cuerpo que es el motor orgánico que la produce. Pero le dieron permiso para ir de cacería. Penetró en la selva siguiendo una vereda trazada por los caucheros legendarios y crueles. Lo hizo con el recogimiento de quien penetra en el templo de un dios misterioso. Al principio sintió una sensación de frescura en medio de los árboles coposos que se entrelazan con lianas sin dejar pasar la luz del sol. Pero luego empezó a sudar copiosamente.
•         Aquella selva pantanosa y entibiada por un sol ardoroso que no alcanza a secar, levanta miasmas de muerte, en su constante fermentación. Produce sobre el que penetra en ella una sensación de temperatura sofocante que hace difícil hasta la respiración. Aquí no hay sino cerdos salvajes, le explicó un colono, que rara vez se encuentran, porque casi todos los animales son destruidos en el invierno por las inundaciones en la selva. Resolvieron regresar. Se habían separado del camino y ahora les tocaba abrir paso con el machete. "Uno de Tropa" le dio el fusil al colono y se puso destruir lianas para abrir un paso. El colono dijo: “Por ahí no es el camino. Yo no lo sigo más”. Entonces "Uno de Tropa" a poco pensó que se habría equivocado y quiso volver sobre sus pasos, pero ya no se acordaba por donde había venido.
•         Pensó en el final de "La Vorágine", el famoso libro: "se los tragó la selva”. Me perdí. Sus ojos desorbitados miraban a todas partes sin localizar ningún camino. El miedo le daba energía y de un solo tajo cortaba gruesos bejucos que habría necesitado tres, de otro hombre. Luego se cansó físicamente. “Si me encuentro un tigre o una boa, me mato con ellos pero no cambio el camino”, pensó. Felizmente no encontró a ninguno de los dos y por el camino de una danta (especie de mulo salvaje que debe su existencia a que es medio anfibio) logró salir a la "trocha de la muerte", como llamaban a la que había entre la Tagua y Puerto Legüízamo. Resultó haber salido 3 km más arriba de la guarnición y que sólo se había perdido durante cinco horas, encontrando la salida por casualidad, pues no había tenido en cuenta ni siquiera el sol para orientarse.
•         En la noche, se volvió tema general la pérdida de "Uno de Tropa" en la selva y salieron a relucir todas las anécdotas. Los tres trabajadores de la carretera que entraron de cacería cerca de la Tagua, fueron recordados. Duraron perdidos 16 días. Al cabo de ese tiempo, salieron dos a Puerto Leguízamo, demacrados, sangrantes y casi locos. En Monclar estaba de servicio un soldado. Necesitó una varita para el toldillo y salió a cortarla en el límite de la selva. Se demoró tres días para regresar y pudo hacerlo porque los golpes de una hacha de un colono que descuajaba selva, y lo condujo al cuartel. El Teniente Moreno Córdoba, un oficial valiente, querido de las tropas, que se perdió con una comisión en la selva colombiana, durante varios días. Comiendo frutas silvestres de árboles, se sostenían.