AERONAUTAS Y CRONISTAS

jueves, 10 de mayo de 2018

28. ENTRE LEONES Y RATONES



28. El informe del comisionado. Los resultados los evidenció claramente José Noé Ríos en apartes de su libro: "Liberación en el Caguán". “El General Harold Bedoya sostenían que la Operación Conquista 2 en 1996 había sido un golpe definitivo contra el narcotráfico. El Coronel Roldán, comandante en Cartagena del Chairá, me hace un detallado análisis. Las cifras que da son escalofriantes. En Remolinos la población se ha disminuido de 4.900 habitantes a 69 en 9 meses. El despoblamiento se debe a la operación. En Remolinos no se repetirá la situación de años anteriores porque la operación redujo de manera considerable el mercado de la coca. El medio y el bajo Caguán, ya no representan la situación crítica de otras épocas.

Lo malo radica en que la población, que quedó en la región, está en pésimas condiciones. El área más afectada ha sido el casco urbano el cual ha perdido vigencia como centro de actividades económicas y comerciales. Demuestra claramente que la misión militar ha sido cumplida. La disminución de la actividad coquera es del 80%.
La inquietud es si Remolinos del Caguán ha dejado de ser un área estratégica y de seguridad del narcoterrorismo o todo el Caguán. El hecho es que la operación Conquista 2 fue un contundente éxito, aunque a un gran costo social. Como decía uno de los 69 moradores que permaneció en el casco urbano: Se acabó la coca pero se acabó el pueblo".

Se observa que la población tiene buen conocimiento de la guerrilla. Se percibe una gran familiaridad pero no es connivencia voluntaria sino la realidad de la región. Ellos están y tienen que convivir. Sería injusto decir que es un pueblo guerrillero. La llegada del Ejército se siente beneficiosa para la región. Les gusta más la legalidad que proviene de las instituciones, que la exigencia basada en las armas.

Aunque sufren de una fuerte influencia guerrillera, que hace proselitismo y busca consolidar espacios. Informé a la presidencia el 11/mayo/1997 así: "Toda la jurisdicción de Cartagena del Chairá presenta una sensible disminución en la actividad del narcotráfico, debido a la Operación Conquista 2, que con la Brigada 12, hicimos desde Tres Esquinas con el control del ingreso de precursores químicos.

La guerrilla tenía mucha desconfianza. Algunos pensaban que por encima de la voluntad de los civiles estaba el poder de los militares. La operación los dejó en una situación muy difícil. Se han producido desplazamientos. Los precios se han encarecido. Los ingresos fueron seriamente afectados y ya no tienen forma de pagar la nómina”.

Repetimos la historia. Estábamos en plena ejecución. Faltaba la etapa de consolidación, aunque ya los resaltos fuesen satisfactorios, cuando surgió algo imprevisto.

Los narcoterroristas, ya casi que por desespero, sacaron a relucir otra arma, que no tenía antecedentes en la historia militar del país. El uso en gran escala de la población civil como escudo y recurso de lucha.

Unos 25 años antes, una operación similar se había efectuado en el mismo lugar, y se logró el control temporal de la región. Más con los años se fue olvidando y las cosas regresaron a su condición inicial. Ahora estábamos recobrando, otra vez, lo que se dejó perder. Todo por no tener planes duraderos, estratégicos y a largo plazo. Los que debía mantener en ejecución el EMC.
En esa oportunidad no se dieron las masivas “marchas campesinas” usadas a manera de escudo de protección y como distractor de nuestra operación Conquista 2 y la operación Conquista 1, en el Guaviare.

El impacto sobre el prestigio bandolero.
Los efectos sociales. Las operaciones hicieron que los terroristas perdieran mucho prestigio, acatamiento e influencia dentro la población del Caquetá. Habitantes que tenía que protegerlos, darles mimetismo y auxiliarlos. Ya fuese por amenaza o por simpatía. Porque hasta aprecio les llegaron a tener dentro de la mentalidad colectiva regional, debido a la ausencia casi total de autoridad legal. 
Con las operaciones se les deterioró su penetración sicosocial y antisocial, en las comunidades urbanas y pobladores que aún viven en una etapa de colonización territorial. Incluso los alcaldes municipales debían consultarles las decisiones que les eran propias de su cargos. Las tenían que supeditar a los pareceres de los ilegales, los bandoleros.

Los reclamos. Los pobladores comenzaron a reclamarles su inefectividad en protegerlos de las acciones del gobierno nacional. Hasta los acusaron de falta de valor contra las Fuerzas Armadas. Especialmente contra los militares. Eran valientes solo con los habitantes desprotegidos e indefenso contra sus exigencias y atropellos. Además contra su capacidad para atemorizar, con suficiente fuerza, a los líderes políticos y comunitarios, para que controlaran ideológicamente al pueblo en favor de sus intenciones insurgentes. Las de hacerse al poder político local, regional y, finalmente, nacional.

Lo que después condujo al secuestro y asesinato del senador Turbay. Después a la masacre de su familia en una carretera al norte del departamento. El asesinato del gobernador González y tres alcaldes del municipio de Solano. Siendo estos los más notorios, pues fueron muchos los líderes comunales, a si fuesen caciques populistas, los que fueron sus víctimas.

Los sublevados no esperaban llegar a esa caída de prestigio. Algo inaceptable por ellos, que decían ser valeroso contra el Estado y a la hora de la verdad estaban siendo incapaces de demostrarlo. Lo que causaba una profunda herida al orgullo de esas personas ignorantes que tenían la certeza, así la ocultaran, de que su único mérito para el prestigio social y la autoridad, era la fuerza usando las armas. Porque de valores morales, sociales y menos intelectuales, sabían que no tenían ninguno.

Como eran conscientes perfectamente de esa falencia, trataban de enmascarar arreciando la amenaza psicológica, que llevaban fácilmente a la física. Incluida la de la pérdida de la vida si no eran simplemente acatados y mucho más si eran rechazados.
Para cualquier particular, el mostrar el más mínimo síntoma de debilidad en respaldarlos, era motivo suficiente de ejecución. Para ellos eso es traición así no sea miembro de su movimiento terrorista ni simpatizante o militante de su ideología política.
Un dantesco mundo del terror para los pobres e indefensos colonos donde lo que reinaba era la dictadura criminal. El mismo régimen Stalinistas a la colombiana.

El compromiso. Los cocaleros, cosecheros y comercializadores mafiosos les pagaban los impuestos revolucionarios que cobraban con hombres armados y llamaban, descaradamente, contribuciones voluntarias. Como el gramaje, el uso de pistas, la circulación fluvial, la vigilancia y otros. Y al momento de responder no estaban dando los resueltos esperados y por ello eran descalificados por las comunidades.
Tenían que demostrar lo contrario para no dejar decaer más la respetabilidad y recuperar la que bastante habían perdido. Con todos esos motivos debieron idear acciones de espectacularidad e impacto para lograr ese objetivo.

Planearon y ejecutaron las famosas y multitudinarias “marchas campesinas”, para invadir la ciudad capital del departamento, Florencia. Con ellas buscaban detener la Operación Conquista 2. Manifestaciones que no les dieron los suficientes resultados esperados y al contrario fue demostración de otro fracaso rotundo. En lugar de ser positivo se devolvió en su contra. Reforzó lo que se sospechaba y comentaba en los mentideros informales, cuán débiles eran a la hora de la verdad.

Operación de orden público.
El cambio de frente. La Operación Conquista 2 debió ser cambiada, rápidamente, de un plan militar previsto contra un enemigo armado, a una operación imprevista e improvisada, de contención de la población civil y desarmada, que surgió del área. En los asuntos militares es corriente que se planifique mucho y se termina improvisando. Y quien triunfa es aquel que muta rápidamente con acierto.

Aunque ya dijimos los reparos que teníamos con respeto a la Operación Conquista 2, en este caso esos errores de planeamiento fueron fortaleza y pudimos sacar ventaja a la adversidad con la errada ubicación del puesto de mando. 
Nos sonó la flauta por casualidad. Un golpe de suerte que no habíamos previsto pero nos fue positivo. Es muy improbable que eso suceda pero aconteció, el error se convirtió en fortaleza.

El repliegue rápido. Fue bastante favorable que el puesto de mando estuviese en el corazón del fenómeno. Salió de Tres Esquinas rápidamente para situarse nuevamente en sus dependencias del comando de la Brigada 12, dentro del casco urbano de Florencia. Les pusimos el avión a su disposición que en vuelos de solo 20 minutos los regresó de donde habían llegado. Un repliegue efectivo. Además resultó útil estar cerca de la Florencia para atender algo imprevisto: “Las Marchas Campesinas”.

Nuestro viejo transporte aéreo cumplió con fidelidad otra misión de su muy larga historia de éxitos. No importaba su antigüedad porque funcionaba aún como si estuviese recién salido de la línea de ensamblaje, a pesar de que eso había sido, quizás, antes o durante la segunda guerra mundial.

El problema ya no era hacer contención de una amenaza proveniente desde el Guaviare sino el de una multitud conformada con miles de habitantes ribereños de las cuencas de los ríos Yarí, Caguán, Guayas, Sunsiya, Peneya, Caquetá, Pescado, Bodoquero, y los del Orteguaza, con sus afluentes. Marchaban en protesta hacia Florencia por la operación Conquista 2.

Las marchas campesinas. La Operación Conquistas 2 causó tanto impacto que los bandoleros se vieron acosados por el pueblo y no pudiendo soportar las demandas de los coqueros. Los acusaban de no defenderlos de la acción oficial. Habían incumplido el deber. Ya que la vía armada no les había dado resultado, recurrieron a la presión social y la revuelta pública.
El método, las marchas forzadas de más de 45 mil campesinos amenazando con llegar a Florencia para protestar, lo que infaliblemente terminaría en el saqueo de la ciudad. Por eso la premura del comando de la Brigada en salir de GASUR y regresar a sus instalaciones de comando original.

Las marchas tuvieron que hacerlas amenazando porque realmente el campesino no es enemigo del orden y la ley. Lo hace por miedo y no por convicción. Solo eran pocos con la creencia en la ideología comunista y en que la violencia  es la adecuada para lograr las reivindicaciones sociales y la solución para mejorar su calidad de vida.

Para solventar la situación, los narcoterroristas adoctrinaron y, primordialmente, atemorizaron a los colonos exigiéndoles dejar sus parcelas y desplazarse en manifestación pública hacia Florencia. En una semana llegó, a los alrededores y las entradas a la capital del departamento, una masa humana compuesta por hombres, mujeres y niños, con actitud agresiva.
Dentro de ellos se escondía muchos agitadores e insurgentes armados, quienes con sus consignas manifestaban el deseo de ingresar a la ciudad. No faltaban quienes hasta ofrecían paga a los manifestantes con saqueo.

Como la situación era extremadamente grave, se creó un anillo de contención alrededor de la ciudad cerrando las vías de aproximación. Al frente de esos puntos de contención, se estacionaron las multitudes, armaron campamentos y se dispusieron a una espera prolongada para obligar a romper el bloqueo del ingreso al casco urbano. Prácticamente la ciudad quedó sitiada.

El recurso judicial insurgente. El comportamiento no era de manifestación pacífica. A los 10 días se presentaron algunos choques con las tropas. Como su actitud beligerante y agresiva no lograba que se les cediera el paso, en uno de los puentes de las vías que conducen a Florencia, intentaron forzarlo con el fin de provocar la lucha física.

Buscaban crear motivos jurídicos para demandas judiciales usando la tutela, contra las autoridades como así lo hicieron. Reclamaciones que algunos jueces de la región, proclives al movimiento armado y la insurgencia delictiva, resolvieron en contra de los comandantes militares a quienes se les condenó al arresto por no haber cedido a las reclamaciones de los manifestantes para entrar a la ciudad.

Usaron el fundamento de los derechos legítimos a la protesta y la expresión. Y por emplear la fuerza para impedirles la libre movilización, supuestamente violando principios constitucionales fundamentales, ilimitados hasta para causar daño. Aplicaban el principio de la guerra irregular. Emplear todas las formas de lucha. Y el poder judicial se prestaba, amigablemente, para ello.

Claro que nada decían sobre su responsabilidad por los delitos que infaliblemente se cometerían, si las tropas les permitían el paso. La actitud violenta y las consignas lanzadas, abierta y clandestinamente, no tenían valor para sus resoluciones.  La insurgencia también había infiltrado la autoridad judicial.

El choque. Parecía que fuese ilegal, aunque si legítimo, pero los comandantes militares se sostuvieron en su posición. Tenían la convicción de que era lo correcto. Pues los derechos son no sólo de permitir la protesta pacífica sino de proteger la población, honra y bienes de los demás. Pero siempre y cuando se haga uso correcto de ellos. Con fines constructivos y no destructivos. Y nunca para justificar el delito.

Si el choque con los marchantes fuese violento de seguro que hasta muertes se hubiera podido causar. Ambos contrincantes se exponían a que se llegara a un uso desproporcionado e impropio de la fuerza, por parte de ambos lados. Aunque la mayor factibilidad era por algún miembro de la institución armada.

El portar armas no solo es una ventaja comparativa cuando se usa para evitar el delito sino que  también un alto riesgo, bastante factible, de que se llegue a un error militar. Hay muchos antecedentes ya históricos de ello.

No es fácil, ni completamente garantizado, el poder alcanzar pleno control de los actos inconscientes de muchos subalternos. Los que por simple miedo o creyendo actuar según su deber o en reflejo instintivo defensivo, use la fuerza letal del armamento.
Y la otra, que la acción previa disuasora, que es la Policía, no tenía la capacidad para actuar ante la magnitud de las marchas. A pesar de esa amenaza adicional, los mandos militares de la Brigada no cedieron.

La justicia en esas regiones sufría de pánico a los terroristas quienes manipulan todos los estamentos y niveles del gobierno local. Estaban al libre albedrío de la criminalidad. Hacía poco un gobernador y tres alcaldes habían sido asesinados. Muchos otros funcionarios estaban amenazados. Hasta en un combate fueron dados de baja insurgentes que eran concejales municipales.


Protesta forzada en el Caquetá cruzando uno de los puentes de ingreso a la ciudad.

La resistencia. Usamos la información de inteligencia proveniente de infiltrados. Y principalmente de algunas fuentes de disidentes que, aunque hacían parte de la protesta, no estaban de acuerdo con ella, pero debieron participar en las marchas ante la amenaza armada. Calculamos que los víveres y recursos de sobrevivencia, llevados por los manifestantes, sólo les daría para sostenerse por máximo 30 o 35 días.
Como se había previsto, a los 40 días se inició un proceso de deserción de manifestantes y 5 días más tarde se había disipado en su mayoría. Solo aguantaron 45 días sitiando a Florencia.

Otra vez, la sensación en la gente fue la de que los narcoinsurgentes, nuevamente, no habían sido capaces de proteger la narcoeconomía de la acción del Estado. También, que no habían apoyado bélicamente a la manifestación para la toma de la ciudad y por ello, ante la inanición, la población se había visto obligada a desistir y regresar a sus lugares de origen.

Otro descrédito. Fue un grave desprestigio de la influencia ejercida por los narcobandoleros, quienes habían dado una demostración real de su debilidad y del poder que supuestamente ejercían. Poder que sólo era efectivo contra la población desarmada de los colonos, más era totalmente incapaz ante la confrontación armada con las Fuerzas Militares.

El resultado final fue otra fuerte crítica colectiva contra los narcoterroristas y un sentido reproche. Aducían que para ese propósito de protección era para lo cual los colonos les habían pagado, durante muchos años, el impuesto del gramaje. Y que según los pobres resultados obtenidos fue muy tímida la acción en el empleo de las armas para cuidar sus intereses.

Estaba demostrado que sólo extorsionaban la economía local con propósitos de simple lucro personal de sus cabesillas, sin ningún interés ni meta en lo social. Que se había reducido a ser un vulgar grupo de delincuentes que delinquían por el solo uso de las armas para vivir sin trabajar ,convirtiéndose en una carga social inútil.

No hacían obras sociales con los dineros recaudados ilegalmente a manera de supuestos impuestos para beneficio comunal y colectivo. Realmente era para el enriquecimiento de la burocracia de su errada ideología socialista interna. La que resultó ser más exigente y menos útil que, incluso, la ineficiente oligarquía oficial.
El reproche era mucho y su fama de ser los salvadores y la solución a las necesidades del pueblo, estaba por el suelo. Estaban perdidos en el apoyo del pueblo que ya no les daba ninguna simpatía ni querían saber más de sus intrincados argumentos comunistas de felicidad sin límite.

Por esa razón la insurgencia de las FARC se sintió fuertemente cuestionada. Nuestras operaciones, a pesar de las graves falencias en la planificación, medios y doctrina operacional, estaban dando excelentes resultados de desestabilización y pérdida de influencia social en el enemigo.

Por supuesto, también habíamos minado considerablemente su potencia de combate. Veíamos como la ofensiva y tomando la delantera, con defectos y riesgos, era más efectivo que el dejar de hacer y el ponerse en la simple defensiva, así fuese riesgoso. El correr riesgos generaba resultados.

Una acción reivindicatoria. Ante tan grave pérdida del respaldo de la comunidad, estaba el enemigo tan acorralado que se vio en la obligación imperiosa de emprender acciones que demostraran lo contrario y hacer manifestaciones reales de fuerza.

En forma apremiante necesitaban adelantar un ataque o asalto a una población o una unidad militar donde se viera su capacidad y deseos de respuesta armada. Por eso los narcosubversivos decidieron ejecutar una acción contundente. Aunque no lograra recuperar el dominio y control psicosocial, por lo menos, pusiera en evidencia que tenían potencia de combate contra los militares.

Y planearon el asalto y la toma de la Base Militar de Las Delicias, que ya venían valorando desde hacía algún tiempo.

27. ENTRE LEONES Y RATONES


Entre varias, operaciones GASUR antinarcóticos.
27. Operaciones “Conquista”. Mientras la embajada de los Estados Unidos adelantaba una querella judicial contra el contratista incumplido, para lograr la culminación de la construcción de la pista y recuperar los dineros invertidos, nos dedicamos con la FUTACAL, en operaciones contrainsurgentes. Ya sin las injerencias del contratista. Eso incluía operaciones de área, despliegues en profundidad y presencia para dominio y control territorial.

Usábamos tácticas de despliegues furtivos y asaltos sorpresivos, que terminaban con repliegues abiertos y públicos, para causar impacto sicosocial.
El enemigo y los colonos se sorprendían sobre la forma de cómo podíamos infiltrarnos de manera encubierta en sus áreas sin ser detectados y, luego, de los alardes de maniobra y movimiento descubierto en las retirada sin darles oportunidad de contenernos. Con ello mortificábamos la amenaza y le hacíamos perder su reconocimiento como autoridad dentro de la población local. Les dañábamos sus esfuerzos de control y desorganizábamos sus planes operativos. Era una hostilidad constante.


“Piraña”. Bote de combate de la infantería de marina

De todas maneras las cosas no eran fáciles. Las operaciones de inteligencia eran casi nulas debido al miedo y el hermetismo al que el enemigo había sometido a la población. Pero no desistimos en mantener una posición media entre ofensiva/defensiva. De ninguna manera al contrario: la pasiva/reactiva.

Teníamos que sostener la iniciativa como hasta el momento lo habíamos hecho. Debíamos aprovechar que estábamos libres de las trabas y exigencias de los contratistas.  Estábamos saliendo de la extrema pasividad que, con el tiempo, se había convertido en peligrosa inacción. Eran tímidas operaciones, debido a los restringidos medios, el desconocimiento de la magnitud de la amenaza y las pocas fortalezas. Aprovechábamos al máximo las escasas oportunidades de éxito y los sorpresivos blancos de ocasión que fuesen rentables.

Sin saberlo, ni actuando en acuerdo, nuestro accionar coincidía con otro campo geopolítico bastante más amplio ,como lo es casi todo el sur del país. El que solemos llamar “el sur amazónico”.
Lo que acontecía en la región con el orden público y la economía cocalera, no era ajeno ni estaba aislado del resto de la realidad nacional. En el año 96, la opinión y los medios de comunicación, comenzaron a develar el grave problema que se presentaba en la frontera amazónica relacionado con el fortalecimiento de la insurgencia, alimentada con los dineros del narcotráfico.

Los analistas, con sus comentarios, obligaron al gobierno a concentrar su atención en la “región del Guaviare”. Llamada así aunque incluye sectores del sur del Meta, norte del Vaupés y el Guainía. Aunque el narcotráfico, como fenómeno social, también se extendía hacia el norte ingresando en el Vichada.

No se pensó que igual fenómeno y en mayor magnitud, se presentaba en la “región del Caquetá”. Esta otra región tiene territorios en el occidente del Meta. Norte y suroccidente del Caquetá. Y todo el departamento del Putumayo. Y como economía narcótica remonta hasta las montañas de los departamentos de Nariño y el Cauca.

Conquista 1. Por determinación del poder político, presionado desde el extranjero, las Fuerzas Militares planearon la mencionada “Operación Conquista”, en la región del Guaviare. La guarnición que ejecutaría la operación era comandada por un General intelectual, inquieto por los análisis sicosociales, mucho espíritu combativo, capacidad operacional y de una amplia visión nacional.

La problemática narcosubversiva en el Caquetá era lo mismo que la del Guaviare. Pero desconocida en el resto del país, incluido el gobierno nacional. Que estaba metido en su claustro conventual sobre las montañas de la cordillera oriental. En la capital. Eso solo lo captamos los que la habíamos recorrido la región, desde mediados de la década de 1970 y para 1995 vivíamos en ella. A la región se le prestaba poca atención. Y eso que en 1930 había sido de interés pero sólo con motivo del conflicto con el Perú. 

Después, el teatro de operaciones y el pensamiento nacional saltaría como un relámpago del Guaviare al Caquetá. Las verdades y los argumentos que pregonamos, para que no se nos privara del equipo aeronáutico, se hicieron evidentes por sí mismos.

En el planeamiento de la operación del Guaviare, el comandante detectó que su operación fracasaría o tendría resultados muy pobres, si no se ejecutaba una simultánea de contención en la región del Caquetá, colindante, por el occidente, con su jurisdicción.
Entonces, como no disponía de los recursos militares necesarios para hacer su propio cierre, pidió al nivel central que se ordenara adelantar otra operación similar de bloqueo en el Caquetá, que era indispensable. La dimensión de ambas operaciones exigía una coordinación y una concepción de nivel estratégico que debió ser calculada desde el EMC.

Así fue como se dio la orden de hacer otra operación equivalente en el Caquetá. Ya eran dos operaciones: la del Guaviare: "La Operación Conquista 1" y la del Caquetá. "La Operación Conquista 2".

Conquista 2. La Conquista 2 se centró en una contención activa por medio de acciones ofensivas. Con ello evitaría la fuga del enemigo hacia el occidente que buscaría refugio en la región de los ríos Caguán y Yarí. Cuencas fluviales y llanos ubicados al oriente de la ciudad de Florencia, capital del departamento del Caquetá.
En esos lugares tenían un importante foco de recursos, instalaciones y fuentes de financiación, con los cultivos de coca, que venían desde el tiempo de Tranquilandia. Hatos de ganado y tierras robadas. Extorsiones, chantajes y dominio violento contra la población.
Lugar emblemático porque allí fue donde llegó Tirofijo después de su huida cuando fue atacado el 9 de diciembre de 1991 en su refugio de Casaverde, en el alto Guayabero.
Era su centro ideológico y de autoridad donde residía y se concentraba la principal fuerza armada denominada como el Bloque Oriental de las FARC.

Cuando se viesen presionados en el oriental del Guaviare, lo más factible, era que buscaran refugio hacia el occidente. Por ser  el otro centro vital donde disponía de recursos para esperar mientras se atenuaba la arremetida.

La Conquista 2 implicaba nuestra participación desde Tres Esquinas. El GASUR fue creado sólo como una unidad básica, con débil capacidad estratégica. Esa condición la daba varios factores tales como su pequeña guarnición circular de solo 60 kilómetros de radio. Aunque dentro del inmenso territorio del municipio de Solano, el más grande del país.  Su misión básica inicial, después del conflicto con el Perú, era la de apoyo a la colonización, mínima presencia de gobierno y solo como disuasor presencial en orden público.

Muchos años después se dio la necesidad de ser usada para control del narcotráfico de manera definida. Y por ello se le dotó con la FUTACAL para dar seguridad a las obras necesarias para desarrollar el CACOM. Sus capacidades no estaban previstas para participar con suficiencia en operaciones como Conquista 2.

C 47 FAC

El lugar inapropiado. De todas formas éramos el tercer punto en importancia, por nuestra posición geográfica, como recurso disponible en el área para establecer el comando de la Operación Conquista 2.

Los primeros, según nuestro concepto, eran el casco urbano del municipio de San Vicente del Caguán, próximo a la oriental cuenca del río Caguán. O también el municipio de Cartagena del Chairá sobre el mismo río.  Si la idea central de Conquista 2, por parte de la Brigada 12 de Florencia, era hacer cierre hacia el oriente, esos municipios, con su batallón Cazadores, eran los más adecuados para adelantar el puesto de mando unos 200 kilómetros hacia el oriente de la capital.

Todo esto lo supimos luego, porque hasta el momento éramos plenamente desconocedores de lo que se estaba organizando en el comando de la Brigada 12 del Ejército. Por eso fuimos sorprendidos cuando, sin ser alertados, ni de la operación ni de la responsabilidad que asumiríamos. Algo normal dentro de la habitual desconfianza entre fuerzas.

De repente, apareció en Tres Esquinas el señor General comandante de la Brigada 12 con su puesto de mando a instalarse en Tres Esquinas. Unos 130 kilómetros al sur de Florencia. Además de raro pues debió ser tenida en cuenta la Fuerza Aérea, que es otra fuerza militar y que no estábamos bajo el mando directo de la Brigada 12. O, como mínimo, nosotros, así fuésemos de menor rango militar.

La actitud soberbia. Indiferencia calculadamente fingida con nuestro cargo y grado, que también vimos en el General, casualmente del Ejército, enviado desde Bogotá y llegado igualmente como a su casa, para verificar lo que el otro General, el comandante de la Brigada 12, estaba ejecutando con respecto a la operación Conquista 2, desde nuestra instalación aérea.
Actuaba de tal forma que se daba el derecho supuesto hasta de indicar nuestra responsabilidad, que no se nos había dado en la Operación Conquista 2. Solo porque su arrogante grado de General del Ejército era más que el grado de Teniente Coronel de la FAC, así fuese el responsable de esa Base Aérea, que debió ser tenido en cuenta para involucrarlo en la ejecución y la participación.

Cosas propias de las formas de mando en el Ejército. Las que por años han distanciado a la Fuerza Aérea del Ejército por diferencia doctrinaria. Una vieja y enquistada idea de que entre las tres fuerzas militares tiene que haber una superioridad espontánea y nada reglamentaria, donde el Ejército tiene prioridad jerárquica sobre las otras dos fuerzas militares.

Un matoneo fastidioso que disgusta. Tradicionalismos inconvenientes para la necesaria acción conjunta y las sinergias militares en el mundo moderno. Paradigmas tan arraigados que se resisten tercamente al cambio. Actualizaciones que se tienen que imponer desde la cúpula militar dentro de la cual se encuentra el EMC.

Enrutando. Regresemos a la ruta crítica de la Operación Conquista 2. Es verdad que GASUR es el lugar, con facilidades militares, más próximo a la parte media del río Caguán y, en especial, del objetivo central de la operación, la población de Remolinos del Caguán. 60 kilómetros al oriente de Tres Esquinas. Es decir, en cuanto a ubicación, simplemente geográfica, es el lugar más ventajoso por estar en el vértice del abanico que se abre y dispersa hacia la línea de contención hasta el río Caguán. Pero si la contención se desplazara hacia el oriente, ya por la sola distancia quedaría el comando muy atrasado.

Las líneas de combate son dinámicas. Ya no existe la guerra de trincheras. Menos en guerra irregular. O si fuese guerra regular, con el modernismo, ya es demasiado mecanizada, tecnológica, relámpago y móvil.
Es necesario prever lo más inmediato que acontecerá. Si habrá que avanzar, sostener o retroceder. Entonces hay que agregar la valoración de otros factores como las facilidades de comunicación, movilización, desplazamiento, obstáculos topográficos e hidrográficos, cubierta del terreno, clima y otros.

Igual que los policías antinarcóticos. Entre Remolinos y Tres Esquinas hay una franja de espesa selva sin facilidades de tránsito terrestre ni vías fluviales que lo conecten. Por tanto estar en Tres Esquinas, con respecto al blanco principal, era autoaislarse militarmente. Además no teníamos capacidad aerotransportada. En Remolinos no hay pista de aterrizaje y no teníamos capacidad helicoportada ni de paracaidista. Es decir que en cuanto a poder aeroterrestre estábamos totalmente anulados.

Ayudábamos según íbamos debelando el plan y lo que se nos pedía, porque no se nos dijo lo que estaba por suceder ni los planes previstos. La idea consistía en usar el río Caguán, que corre de norte a sur, como frontera de la contención. Sobre ese sector se ejecutarían operaciones de destrucción de laboratorios, capturas, incautaciones de cargamentos de drogas, control de tránsito fluvial y de narcotráfico. El río sería cerrado por el norte con las tropas del batallón Cazadores de San Vicente y con la Base Militar de Cartagena del Chairá. Por el sur, en la desembocadura con el río Caquetá, con tropas del batallón de La Tagua. Batallón que está ubicado sobre el istmo entre el río Putumayo y el Caquetá.

Órdenes sorpresivas. En GASUR fuimos sorprendidos con esas operaciones ya que eran muy secretas y elaboradas sólo en el íntimo entorno del Ejército. Que, aunque necesitaban de nuestra participación, no nos fueron compartidas con antelación. Se daba evidente desconfianza, ya no con la Policía sino entre mismas fuerzas militares y hasta celos institucionales, en especial con el manejo de la información de inteligencia.
Se tenían muchas prevenciones y se creía que las consecuencias de la improvisación, debida a la inadecuada reserva con la información, se podían amortiguar y corregir a fuerza de simple uso de autoridad.

Nos seguía alcanzando la lejana doctrina con la que no estábamos de acuerdo del EMC en Bogotá. Y eso que hacíamos parte del Comando Unificado del Sur, CUS, junto con la misma Brigada 12. Ni aun así nos participaron. Y el comandante de la Brigada 12 había sido nuestro comandante operacional directo durante todo el año anterior. Por ello nos conocía suficientemente y sabia de nuestro desempeño. Sin embargo eso no ameritó como para que se nos participara de la responsabilidad que nos impondrían, de hecho, para el éxito de su Operación Conquista 2.   

Más desconfianzas. De no haber sido inapropiado el hermetismo, se habrían podido prever y destacar apoyos aéreos, en especial helicópteros, para su ejecución. Como pasó con la escuadrilla de la Policía Antinarcóticos.
Por lo cual, nuevamente, lamentamos más la grave reducción del componente aéreo que se nos había ordenado. Sin embargo, seguimos adelante con todo el mayor empeño, ya que veíamos que era una necesidad fundamental del orden nacional.

Rápidamente, la Operación Conquista 2 se planeó geográficamente en los tres sectores naturales del río Caguán. El sector norte, comprendido entre las poblaciones de San Vicente y Cartagena del Chairá. Cubierto por el Batallón Cazadores en San vicente y con una Base Militar en Cartagena. El sector medio: Entre Cartagena y la población de Remolinos, que sería cubierto por tropas de Florencia que se desplazaron hacia Cartagena. Allí se embarcaron por el río hacia el sur hasta llegar a la población de Remolinos. poblado al Este del GASUR. Para el sector del bajo Caguán. Comprendido entre Remolinos y la desembocadura del río Caguán al río Caquetá. No se tendría ninguna maniobra de movimiento. Exceptuando el cierre de la confluencia por parte de las tropas desplazadas por río Caquetá llevadas desde el batallón de la Tagua.

Los resultados. Aproximadamente, a las dos semanas de haberse iniciado las operaciones se había logrado la destrucción de una gran cantidad de laboratorios, capturado señalados terroristas, en especial, quienes manejaban los asuntos financieros, el cobro de vacunas, extorsiones y la cuota del gramaje.
El comercio y la economía de la región se vieron afectados De esa economía ilegal dependían, casi en su totalidad, del cultivo proceso y comercialización de narcóticos. Se bloquearon los ríos Suncilla y Peneya, fundamentales para los abastecimientos de los delincuentes y terroristas.



Destruyendo laboratorios

Ante la sorpresiva acción, los narcoterroristas no pudieron desplegar ninguna respuesta armada para contener la acción de cierre ofensivo. Por el contrario se vieron imposibilitados para apoyar a sus colegas del oriente. No tuvieron tiempo de efectuar ni siquiera maniobras de distracción para perturbar la operación Conquista 1, que se ejecutaba en el Guaviare.
Así que estábamos logrando el éxito militar previsto y el enemigo nuevamente fracasaba ante nuestra intervención. Seguía perdiendo prestigio y respaldo poblacional. Cada día estaba desmejorando su situación.

26. ENTRE LEONES Y RATONES


26. Inferioridad. Superioridad. Prioridad. Por supuesto que estos conceptos hirieron el orgullo norteamericano que se basa en la casi absoluta creencia de su superioridad en todo. Que es parte de su cultura, y en el de nuestra completa interioridad humana y social.
Actitud dominante que se refuerza con una alta susceptibilidad a todo aquello que los contradiga cuando no están en favor de sus criterios. Se enojó y en forma imprudente nos hizo una pregunta acusatoria antidiplomática. De las que plantean exigencias imperativas sin autoridad para cuestionar.

Quería saber cuál era el motivo por el cual nosotros perseguíamos los narcóticos. Le contestamos que, antes de cualquier cosa relacionada con otras naciones y sociedades, lo hacíamos por defendernos de la amenaza terrorista agresora que arriesgaba la estabilidad de nuestro país, nuestra salud pública y, sobre todo, por cumplir nuestras leyes. Usábamos exceso de posesivos con el fin de evidenciar el sentido de empatía con lo que pensábamos, que era nuestra prioridad.

Claro que eso también quería decir que si en algún caso los EE UU quisiera deponer un gobierno colombiano, no era sino que ellos compraran más Coca. Los insurgentes colombianos serían completamente financiados por sus consumidores y tendrían suficiente dinero para lograrlo. Sin que los EE UU interviniesen directamente.

No les importaría que esos terroristas fuesen de ideología antinorteamericana. Y sus jóvenes se intoxicaran con ella. Pero los adictos harían el trabajo sucio. El que no le quedaba bien hacer a su gobierno abiertamente, como lo hicieron cuando nos arrebataron Panamá. De esa manera coca, terroristas y consumidores, son una grave amenaza para la estabilidad y la existencia de nuestra nación.


Guerra que la hacíamos, incluso, en contra de nuestra personal convicción. Pues creíamos, en forma particular, que se debería controlar legislando preventivamente, como la “legalización regulada” y medios socialmente menos traumáticos. No con leyes agresivas y punitivas que se centran solo en el uso de la fuerza armada contra el productor, como acá lo hacíamos, y muy poco contra el consumidor allá.

Pero nuestros criterios personales los supeditábamos a la prioridad de la ley, como era nuestro deber fundamental. Lo que acontecía en otras naciones, donde los consumidores, eran solo efectos colaterales y accesorios.

Que no ignorábamos que nuestro esfuerzo contribuía mucho también a la solución de su problemas. Que éramos solidarios indirectamente con ellos. Pero el eje central de los esfuerzos que hacíamos era para contener la agresión terrorista en las zonas remotas de Colombia. La aislábamos para que no llegase a la población productiva. Así las personas podían desarrollar los negocios legales y tener la mínima tranquilidad indispensable para el desempeño laboral con que sostenían sus familias. Sin la amenaza del terrorismo. Nos era vital defender los centros económicos y de poder de la nación. Pero la prioridad éramos nosotros.


El riesgo de la convicción. Sabíamos que con nuestra opinión quizás estábamos arriesgando la ayuda militar que nos estaban dando. Al tiempo que teníamos que dejar muy en claro que somos una nación autónoma, que tiene por trascendente sus objetivos primordiales y nuestros intereses nacionales.

De inmediato intervino uno de sus colegas para solventar la tensión que se había suscitado con este incidente. De manera hábil sosegó los ánimos de su compañero dejándole en claro que nosotros estábamos en nuestra propia casa. Que por lo tanto era totalmente inconsecuente su actitud qué podría deteriorar el ambiente favorable a sus objetivos.
Con ello continuamos la gira en buenos términos. Aunque era evidente que el mencionado militar estaba bastante incómodo y que lo que más deseaban era poder marcharse lo más rápido posible.

El embajador. Algo similar también sucedió cuando nos visitó el embajador de los Estados Unidos quién quería ver personalmente el avance de la obra de la pista y la situación en que se encontraban los equipos y materiales que había dejado abandonado el contratista.

Uno de los que lo acompañaba nos preguntó la opinión de lo que habíamos observado sobre los trabajos ejecutados. Le dijimos que en nuestro concepto el problema principal no era tanto de ingeniería ni capacidad para desarrollar el trabajo, aunque habían tenido algunas deficiencias, como las mencionadas sobre el acopio de materia prima para la obra. Su principal error consistía en que la empresa de ingeniería tenía muy poca habilidad en el manejo gerencial y administrativo. Se notaba especialmente en su capacidad de gestión en la parte financiera Ya que en lo económica no tenían de qué preocuparse porque la embajada, como contratista, era quién les garantizaba los recursos que ellos no habían sabido gastar en la forma apropiada. Y habían llegado a pensar que eran recursos ilimitados. Pues la embajada le había prorrogado y adicionado presupuesto más de lo inicialmente previsto. 

La opinión disgustó al embajador. Quizás le evidenciaba deficiencias para seleccionar al contratista. Intervino haciéndonos un reclamo injustificado en voz alta y también en actitud bastante altanera diciendo que nosotros no deberíamos emitir ese tipo de opiniones.

Nos sorprendió pues le había sido evidente que la pregunta surgió de su compañero. No había sido una exposición espontánea nuestra de criterios no pedidos. Aceptamos el imprudente reproche en forma tolerante para no agravar más la situación. Era un sujeto irascible y reactivo que actuaba por reflejos con facilidad. Actitud que en Colombia hemos visto bastante en las delegaciones diplomáticas norteamericanas. Desde el mismo nacimiento de nuestra republicana. Desde el mismo Bolívar. Y, en general, en todos los norteamericanos. 

Experiencias anteriores. El incidente anterior nos recordó tres episodios anteriores.
El primero. Entre los finales de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, las relaciones de Colombia con Nicaragua pasaban por fuertes tensiones relacionadas con el tratado limítrofe entre ambas naciones. Esta última aspiraba desconocer el pacto. Por eso Colombia debió desplazar algunos medios militares a las islas. Estando en esas maniobras, no se supo por qué razón, los norteamericanos enviaron uno de sus aviones de reconocimiento supersónico. El tenido como uno de los aviones bimotor más veloces del mundo, que pasó sobre el archipiélago y siguió hacia Nicaragua. El avión fue detectado porque en las islas se sintió el estampido sónico.

Nadie dio y Colombia, extrañamente, no protestó ni pidió una explicación. Por eso las cavilaciones se dieron, incluso en el medio militar, que pudiese ser una misión muy secreta. O una iniciativa de parte de los EE UU sin poderse saber si fue una demostración de apoyo a Colombia o por cualquier otro motivo propio de esa nación.
El hecho es que, días después, su pudo saber que esos aviones habían salido de una Base Aérea ubicada en la costa oeste del estado de la Florida. Y que para distraer la atención, los norteamericanos hicieron algunas, supuestas, espontáneas demostraciones de amistad con Colombia. En especial con la Fuerza Aérea Colombiana. Era quien más factiblemente podía sospechar o caer en cuenta que esa operación de reconocimiento o imaginario apoyo, había sido sin consentimiento nuestro. Por eso las dudas y los resquemores quedaron.

La segunda. Unos pocos años después solíamos permanecer largas temporadas en el archipiélago de Sanandres  y Providencia. La misión era patrullar las aguas en el Caribe colombiano en detección de aviones furtivos ilegales y efectuar los vuelos comerciales entre las dos islas. En uno de esos patrullajes, sobre los cayos de Bajo Nuevo, descendimos por entre un amplio colchón de nubes para poder ver el mar y los cayos.

Es una extensa barrera de islotes arenosos de bajo fondo que forman un amplio arco desde el archipiélago hasta casi la isla de Jamaica. En ellos se encuentran muchos restos de barcos encallados a donde han llegado para el fin de sus días. Además hay algunos puestos de la Armada Nacional de Colombia custodiando nuestra soberanía. Nuestro sobrevuelo era un gesto de solidaridad y moral desde el aire para las tropas de infantes de marina que en ellos se encuentran haciendo soberanía.

Cuando salimos de las nubes, repentinamente, se nos apareció, muy próximo y en una dirección inconveniente, cruzando la proa del avión, otro avión. Era un Orión. Cuatrimotor gris turbohélice de la armada de los EE UU que estaba en el sector. Tenía un motor perfilado y no se había declarado ninguna emergencia por parte de algún avión en el área. 

Es una técnica militar que se usa cuando, sin que existan condiciones de emergencia, para ahorrar combustible y poder efectuar cruceros de larga duración o alcance. Lo que nos indicó que se trataba de otro vuelo regular de patrullaje furtivo por parte de nación extranjera, en nuestro espacio aéreo colombiano, sin reportar. Eso configuraba una violación de nuestra soberanía aérea. Cómo actuábamos de copiloto subalterno quisimos informar el incidente pero se nos negó por alguna extraña razón. Nos quedó la inquietud y cierto desencanto de frustración que guardamos en silencio.

La tercera. Regresando a Tres Esquinas. Un día, al comienzo de la tarde, apareció un avión, completamente igual al del suceso anterior, sobrevolando nuestra Base Aérea. Estaba tan bajo y próximo que lo identificamos visualmente. Preguntamos de quién se trataba al centro de comunicaciones y control del tránsito aéreo. Puesto que los vuelos de naturaleza no regular nos eran informados, por razones de seguridad, para conceder permisos excepcionales. Nos comunicaron que era un vuelo no reportado. El avión cruzó sobre la estación y siguió su camino sin ningún contacto radial ni explicación alguna. Eso nos recordó el de San Andrés.

Algunos nos pidieron claridad al respecto. Para no causar ninguna suspicacia, sobre nuestra incapacidad de ejercer dominio de nuestro espacio aéreo, que era real, lo disculpamos diciendo que era un vuelo secreto. Que sólo nosotros conocíamos y que estaba consentido previamente. Pero fue una mentira necesaria.
El percance también reforzó nuestra disgusto con lo sucedido años antes. De alguna forma esas imprudencias debían corregirse antes de que sucediera algo grave por falta de adecuado manejo. Como lo sucedido con el Fantasma en Puerto Leguízamo y contado en otra parte de este relato, pero menos traumático.

Pasó un tiempo considerable, y cuando ya nadie recordaba el último hecho y nosotros los recordábamos todos, sucedió un desastre aéreo. En las estribaciones de la cordillera oriental, entre los límites de los departamentos del Putumayo y Nariño, un avión de esas mismas características y, supuestamente, efectuando otro de esos vuelos que no se nos avisaban, se estrelló.  Perecieron todos los tripulantes. Dentro de los cuales estaba, desgraciadamente, uno de nuestros valientes hombres quien ofrendó su vida por el bien de la nación.

Estaba abordo participando en la captación de trazas de vuelos ilegales que se efectuaban en el área movilizando narcóticos. Tanto las trazas procedentes de los países del sur, trayendo narcóticos, como las que salían de nuestro sector llevándolos a norteamérica. Vuelos ilegales que nosotros no teníamos medios para detectar ni hacer interdicción aérea.

Solo podíamos hacer algún control terrestre somero. Por tanto lo que hacía el avión accidentado tenía muy poco valor práctico para nosotros. Aunque era factible que sí lo tuviese para otras instancias del comando central de la FAC, que nunca nos los dijeron. No nos participaban de esas cosas. Aunque si nos pedían hacer cuanto fuese posible en contrarrestar a la amenaza terrorista alimentada con el tráfico aéreo de los narcóticos.

Quizás solo querían demostrar resultados y ganar indulgencias de manera independiente considerando innecesario nuestro esfuerzo. Que por el solo hecho de estar dentro del espacio aéreo que ellos usaban, también furtivamente, y en un sitio tan aislado, sin contar con nosotros, era más que suficiente para hacernos partícipes de lo que, secretamente, ellos hacían dentro de la jurisdicción. Tal vez celos profesionales internos de evidente inconveniencia con la solidaridad que debe darse entre dependencias subalternas.

Acontecimientos que ya no son reversibles porque son del pasado. Pero si nos sirven de lección sobre cómo debe darse suficiente doctrina y criterios claros, generales y hasta particulares, sobre la manera de actuar en la ejecución de las operaciones aéreas. 

La falta de autonomía y la dependencia intelectual. Estás experiencias nos demostraron que la tradicional arrogancia de las misiones militares, solicitadas por los gobiernos colombianos a los extranjeros, desde los comienzos del siglo XX, no han desaparecido totalmente del panorama militar colombiano. Experiencias históricas que aún tienen sus rezagos y han sido debidas a nuestra falta de un buen desarrollo académico y cultural autónomo.

Es doloroso descubrirlo. Por ello hemos tenido que recurrir a adaptar reglamentos e imitar ideologías y culturas extranjeras. Cómo nos sucedió cuando posteriormente se nos presentó el conflicto con el Perú.  Debimos contratar personal extranjeros de último momento y bajo condiciones de alto apremio regresando con ello a la edad de hierro. Luego participamos en la guerra de Corea. Hemos servido en los cuerpos de Paz en el Oriente Medio. En años recientes en el Asia.

Afortunadamente la deficiencia la hemos estado corrigiendo con la modernización emprendida en la última mitad del siglo XX con Corea. Que aunque lenta, en sus comienzos, ha acelerado en las dos últimas décadas. Aunque en los años 90, en Tres Esquinas, todavía sentíamos coletazos de esa falta de autonomía y autosuficiencia en lo material y lo mental de la vida militar.

Operación policial antinarcóticos.
El policía atrapado. No nos conocíamos personalmente. Solo habíamos tenido una conversación telefónica cuando nos había llamado para darnos las gracias por un apoyo aéreo que le habíamos facilitado en una de sus operaciones antinarcóticos donde las circunstancias no le habían sido favorables.

No estábamos enterados en ese momento de cuán peligrosa fue la situación de la que lo habíamos salvado y por eso solo nos pareció que se trataba de una habitual y rutinaria cortesía. La ausencia de detalles no nos permitió saber lo grave de los acontecido. Y, de todas formas, los combates se habían convertido en algo rutinario que no tenían nada de peliculezco. Era lo diario. Lo visualizamos bastante tiempo después.
Para entenderlo nos iremos al futuro de esta narración para mostrar el impacto de lo que aconteció en ese momento y que no lo notamos.

Años después tuvimos una charla personalmente donde él quiso rememorar el aconteciendo. De repente, nos dijo que aún estaba muy agradecido con nosotros. Nos sorprendió diciendo algo que nos pareció extraño: que le habíamos salvado la vida. Como no recordábamos pedimos que nos ampliara el motivo del sentimiento.

Nos explicó la casi fallida operación de destrucción de laboratorios de cocaína, en las inmediaciones del municipio del Remolinos del Caguán, al oriente de la Base Área de Tres Esquinas, en el límite de nuestra jurisdicción. El y sus hombres habían podido salir a salvo debido al apoyo con fuego aéreo que le dimos con el helicóptero artillado que les habíamos enviado para superar su muy crítica situación. 

Casi en el mismo lugar donde nosotros habíamos ejecutado  nuestra operación y en donde habíamos pedido el negado bombardeo. Los bandoleros de las FARC, que cuidaban las instalaciones ilegales, los tenían casi que copados y a punto de ser arrasados. El apoyo aéreo de fuego cercano les permito salvarse logrando una retirada exitosa.

Un plan algo cojo. Volvamos al presente. Todo comenzó cuando a primeras horas de ese día nos informaron que una escuadrilla de unos 5 helicópteros de la Policía Antinarcóticos, que había salido al amanecer de Bogotá y había hecho escala técnica en Florencia, llamó a la torre de control de la Base Aérea pidiendo permiso para aterrizar. No teníamos conocimiento de esa operación y les dimos el mejor recibimiento.

El Teniente Coronel, Comandante de la escuadrilla antinarcóticos, fue a nuestra oficina y nos explicó que no se habían reportado antes porque su operación era de máximo secreto. Que por eso no podía informarnos cuál era su blanco a atacar ese mismo día. Se nos hizo extraño que una operación de esa magnitud se iniciase a una distancia tan considerable para ser ejecutada en solo un lapso de 12 horas de luz diurna y un entorno tan exigente.

Policía antinarcóticos helicoportada

Nos preguntó si teníamos alguna forma de apoyarlo con otro helicóptero de transporte. Ellos eran muchos y estaban apretujados dentro de sus naves, lo cual no era favorable. Inicialmente pensamos que solo nos pediría suministro de combustible para las aeronaves, del cual disponíamos una pequeña reserva. O para servir de base de lanzamiento y recuperación en caso de ser necesario. Nada de esto mencionó ni cualquier otro tipo de apoyo.

Según su plan, luego de cumplir con lo que tenía previsto, dentro de lo cual parecía que no estaba en su mente un combate, se replegarían hacia la misma ciudad de Florencia de donde procedían. Es decir, que solo habían llegado a nuestra unidad sólo para ver si podíamos prestarles el helicóptero solicitado. Ni siquiera como destino alterno si fuese necesario. Nada más.

El consuelo a nuestras dudas. No disponíamos del helicóptero de transporte. Solo un helicóptero liviano artillado destinado para hacer ametrallamientos. Pero en ese momento solo estaba en actitud defensiva de nuestras instalaciones porque no estábamos en posibilidad de adelantar operaciones ofensivas.
Viendo que esa operación estaba como bastante coja en planificación, se lo ofrecimos. Como a manera de simple cortesía ya que no podíamos dejarle en evidencia que estábamos en desacuerdo con sus cálculos con respecto a la doctrina a aplicar para una operación helicoportada en la Fuerza Aérea. La policía ya tenía sus propios criterios en el uso de lo que es el medio aéreo y nos correspondía, en ese momento, ponernos a mostrarle las diferencias institucionales.

Solo nos consolaba el hecho de saber que la Policía Nacional había progresado bastante en capacidad y fuerza de choque. Sus hombres estaban bien entrenados en combate y dotados. Además de ser francamente valerosos. Porque otros no se habrían atrevido a emprender una operación de guerra irregular, bajo esas condiciones.

No sabíamos hasta dónde eran sus capacidades. Pero era un aliciente pensar que nuestra Policía ya podía asumir confrontaciones, ya no de simples protestas ciudadanas y prevención del delito, sino de confrontaciones en conflictos de baja intensidad. Pensamos que llegaban directo desde Bogotá con las mencionadas preconcepciones deformadas sobre lo que era la vida en el sur de la periferia nacional. Era mejor no poner en duda su profesionalismo que podía ser causa de disgusto, además de inconveniente, en especial en ese momento. Sería inoportuno.

La receptividad. A la oferta no le prestó mayor atención. Nos pareció que no entendió su importancia o no conocía cuán útil podría ser, porque no expresó nada al respecto. Le dijimos que lo solicitado se lo habríamos podido dar si nos hubiese informado antes. Que acabábamos de enviar el helicóptero de transporte pedido a mantenimiento, unos pocos días antes. Pensamos que ese mantenimiento lo habríamos podido aplazar para ayudarlo si hubiese compartido su necesidad, aún bajo su duda en cuanto a la confidencialidad, pero ya el helicóptero no estaba.

Se dio cuenta que el exceso de compartimentación del secreto también puede ser inapropiado. Creemos que desconfió de nosotros. Tal vez pensando que nuestra permanencia en el área era motivo razonable para sospechar que pudiésemos filtrar la información en favor de los delincuentes. O, mejor, que hubiésemos desarrollado tolerancia o hasta contubernio con la amenaza. Especulando todo era factible, aunque sin importar el motivo.

Algunos, en el centro de país pensaban que podríamos estar cohonestando el delito del narcotráfico, por omisión, por no luchar con suficiente empeño contra el terrorismo. Como se lo imaginó el norteamericano que se disgustó. O para hacernos la estadía lo menos incómoda posible mientras se cumplía el tiempo de traslado. Sobre todo eso incluía el no hacer enojar al tigre. Algunos ligeros rumores se habían sabido al respecto.

La indebida desconfianza. La corrupción interna también se da y los policías recelaban bastante de los militares y al contrario, en ese momento. Con el tiempo eso cambió. No era justo su temor pero, en la Fuerza Aérea, no lo merecíamos sin conocernos a fondo. Más cuando nuestra solidaridad era importante para lo que ellos y nosotros estábamos ejecutando.

De todas formas nos informaba, en general, de su presencia, casi que por protocolo. Aunque lo vimos más como subliminal petición de algún nivel de alerta porque calculaba que lo que pensaba hacer era riesgoso. En algo lo podíamos auxiliar, aunque él quería mostrarse completamente autosuficiente en el resto de conceptos. No fue explícito, como debió serlo.

El Teniente Coronel no nos comentó que su comandante, el Coronel Jefe de Antinarcóticos, la máxima autoridad nacional en ese campo de la Policía Nacional, participaría personalmente. No había llegado con ellos. Luego supimos que cuando ellos efectuaran el asalto aerotransportado y tuviesen dominada el área, el Coronel, volaría después, en otro helicóptero, directo desde Florencia al blanco.

Como unas dos horas más tarde de su partida, nos llamó desde Bogotá, un ayudante del Coronel, pidiendo algún tipo de ayuda. Estaban en una crítica situación combatiendo rodeados de enemigos. El Coronel se podía comunicar con Bogotá, que estaba lejos y con nosotros, los más próximos y confiables amigos, que les podían dar algún apoyo, así fuese somero aunque vital, no tenía ningún contacto.
Se comenzó a poner en evidencia las falencias que habíamos sospechado del plan de operación. Faltó la armonización de las comunicaciones. Por intermedio del auxiliar supimos que la operación era en inmediaciones del municipio de Remolinos del Caguán, y la ubicación aproximada. Ellos si sabían dónde era con precisión. No la compartieron con nosotros con antelación sino ya cuando vieron que la cosa era grave.

El asalto. Cuando los policías cayeron sobre el objetivo, los terroristas FARC se replegaron al monte y luego regresaron. Los estaban hostigando con fuego nutrido. Nos pedían alguna ayuda con un apoyo de tropas. Habían olvidado que les habíamos dicho que no teníamos la facilidad de trasportar tropas en forma rápida y menos a esa distancia, estando de por medio un buen tramo de selva. Por eso no podíamos hacerles un efectivo apoyo próximo de combate, ni en reserva ni en retaguardia, con tropas.

Policía en combate desembarcando de un helicóptero

Nuestros sentimientos. Sufríamos angustia de saber que podía ser una catástrofe que tendríamos que presenciar sin poder hacer algo efectivo. Nos sentimos inclinados a no hacer un apoyo de ametrallamiento con el único helicóptero liviano artillado que disponíamos. El mismo que les habíamos ofrecido. Debido a lo imprevisto de esa operación, ni ellos nos lo habían pedido y menos nosotros habíamos calculado la necesidad de una operación de combate con apoyo de fuego aéreo activo. Cuando les habíamos mencionado el recurso, al Comandante de la escuadrilla antinarcóticos, no mostró interés en ello, como está dicho antes, y por eso no abordamos el tema en detalle.

Entonces, no acordamos los parámetros básicos tales como medios, frecuencias de radio, claves, encriptamiento de comunicaciones, codificación, identificación de blancos, ubicación, maniobra y demás cosas importantes para el caso. Con bastante temor, de todas formas, mandamos al helicóptero artillado para hacer fuego periférico, presencia de apoyo aéreo y ablandamiento disuasor. Todo improvisado.

Decidimos correr el alto riesgo de causar bajas con fuego amigo, por ser el menor peligro que pudiese suceder, ante la opción de la terrible masacre de los aproximadamente 45 policías que estaban combatiendo. La alternativa de no dar la peligrosa ayuda podría ser más grave que la de hacerlo. Aun a riesgo de ser, luego, acusado de ordenar operaciones de alto riesgo sin la debida evaluación y planificación.

Las consecuencias jurídicas. Nos venía a la mente lo que la prensa tanto había molido publicando argumentos descalificantes sobre el bombardeo en el poblado de Santo Domingo en los Llanos Orientales. Era una situación casi que idéntica. Estábamos violando todas las reglas de combate. Algo bastante mal hecho pero era lo menos peor.

Sabíamos de las terribles consecuencias jurídicas por las que pasaban unos queridos oficiales compañeros que tripulaban el helicóptero en los Llanos Orientales. Estaban detenidos y a punto de ser condenados a largos años de cárcel por haber ejecutado un bombardeo en la localidad de Santo Domingo. Eran acusados de haber causado muertes de habitantes. Sobre todo, por los medios de comunicación, los señaladores estaban exigiendo condena y de esa forma eran nuestros pilotos. Dados, de antemano, de culpables. 

Entonces, era preferible, en este caso, así fuese legalmente y penalmente muy peligroso, proceder pecando por exceso y acción, que no por defecto o pasividad. Paradoja que teníamos que asumir y resolver aun a costa de mucho desprestigio profesional posterior. Se nos podía acusar por improvisación e incompetencia profesional por no hacer nada, con culpabilidad penal. Y también por lo contrario, el no prestar el apoyo  aun riesgo de la amenaza judicial.

El apoyo. El helicóptero artillado se guío por unas referencias muy someras. Desde Bogotá ya nos habían confesado que la operación se ejecutaba en un lugar cercano a Remolinos del Caguán. Solo hasta ese momento supimos del sector. Era el mismo donde un tiempo antes habíamos destruido parte de los laboratorios con la operación ya descrita. 
La que no culminamos con el solicitado bombardeo. En este día el humo de los laboratorios ya incendiados y el combate le permitió a la tripulación identificar el lugar mas no los blancos a batir. Ametralló de la mejor forma que pudo orientada únicamente por apreciación visual, ya que no había contacto radial.

Logró que el enemigo bajara la ofensiva de tal manera que la escuadrilla de helicópteros, que los habían desembarcado y que estaban en espera en Florencia, los pudieron evacuar. Lograron salir con vida en retirada improvisada pero a salvo. Más no sin haber cumplido la misión de destrucción de una considerable cantidad de laboratorios donde las FARC procesaban la hoja de coca.

Helicóptero artillado

Cambio de pensamiento. El municipio de Remolinos era donde se producía la mayor cantidad de pasta de coca en la región.  Luego, y ya más tranquilo, el Coronel nos llamó desde Bogotá para expresarnos su gratitud.
Con esta operación improvisada se inició un cambio de mentalidad en cuanto a la confianza mutua entre las dos fuerzas: la Fuerza Aérea y la Policía Nacional, que por tradición siempre habían actuado separadamente, casi que hasta con recelo profesional, e institucional y por ello sin ninguna unificación. Confianza que fue creciendo con los años.

Para comienzos de la década del 2.000 nos encontramos en Medellín y revivimos eso sucesos, en la charla personal mencionada y a manera de anécdotas profesionales. Para ese tiempo ya era General y nosotros militares en condición de jubilados. De todas formas compartimos algunos detalles sobre el área metropolitana, que fueron la base de algunas de sus tareas. La necesidad, en su máxima expresión en ese momento, fue la necesaria para romper las barreras intraorganizacionales.

La sinergia trilateral. Tanto con el rescate en Remolinos, la FAC realizó con mucho éxito las operación contra el bandolero FARC llamado El Negro Acacio, al occidente del país. El responsable del lanzamiento en paracaídas en los Llanos de un cargamento de armas traídas desde el África con aviones de carga rusos. Negociado hecho con el siniestro personaje político peruano, intrigante internacional y mercenario. Nuevamente aparecen los rusos y los peruanos. La operación de abatimiento del Negro Acacio, que fue ejecutada totalmente y de manera exclusiva por el CACOM 2, ubicado  en Villavicencio. 

Cuando la Policía vio los resultados de ese ataque, se reforzó aún más la confianza entre las dos fuerzas armadas. El efecto fue que para finales de la década del 2010 ya daba muchos resultados positivos con la sinergia que comenzó producir la conjunción de la invaluable información de inteligencia que disponía la Policía con el poder certero del bombardeo aéreo.

El éxito de muchas de las intervenciones de la FAC puso en evidencia que es una fuerza pequeña, demasiado discreta, prudente y de bajo perfil, pero decisoria en la confrontación por su letalidad, flexibilidad, alcance y sorpresa. Todo debido al uso de sofisticada tecnología que se hace realidad con alto conocimiento y preparación en el empleo de la ciencia. Luego se sumó el Ejército. Quien vio que debía hacer un cambio en lo que era su apreciación sobre la capacidad del combate aéreo.

Con ello se dieron mejores resultados, que fueron tan evidentes que los contingentes terroristas se vieron obligados a negociar con el gobierno llegando a la firma del acuerdo en el 2016.  Dentro de las condiciones, quizás la más exigida, fue la suspensión de los bombardeos aéreos, que ya causaba pánico y deserción en las filas terroristas. Clemencias que el gobierno les concedió.