AERONAUTAS Y CRONISTAS

viernes, 17 de mayo de 2019

GUERRA ANTINARCÓTICOS QUE FINALMENTE OLVIDARÁN




GUERRA ANTINARCÓTICOS QUE FINALMENTE OLVIDARÁN

Primero los rusos nos influenciaron con las ideologías comunistas y ahora los norteamericanos con la guerra antinarcóticos.
Cuando existía la confrontación entre los dos bloques, por un lado nos mandaban la ideología socialista revolucionaria. Los rusos nos consideraban unos atropelladores de las supuestas clases sociales desprotegidas del país. Así apoyaron  ideológicamente a los subversivos haciéndoles creer que tenían justificación.
Por el otro lado, los norteamericanos nos ayudaban a protegernos de la influencia comunista, para sostener nuestra democracia, como el mejor medio para salir del atraso y el subdesarrollo.

Ahora cuando la bipolaridad se ha disuelto las cosas se han invertido. El único interés que tienen ahora los rusos en América latina es el de vendernos equipo militar para nuestra inestabilidad interna, que ellos propiciaron. A precios favorables con el más puro espíritu capitalista. Se apartaron de su entrañable ideología popular, que ya no les importa, para que en Colombia les compremos helicópteros para combatir a los insurgentes que ellos ayudaron a engendrar. Y en Venezuela aviones de combate para defenderse de colombianos y gringos.

También, les ha dado a los norteamericanos en sostener las agrupaciones subversivas en Colombia, comprándoles toda la droga por el precio que sea, aunque son grupos terroristas que se oponen a su ideología. Al mismo tiempo, quieren combatir la producción afuera de su frontera sin eliminar el consumo interno que los carcome.











Equipo de combate

Simplemente, no han cambiado los intereses porque la guerra es la misma y en el mismo lugar. Porque nunca ha sido ni en Rusia ni en EE UU, donde están los orígenes del problema. Nosotros somos los afectados con los inventos de ellos, así nosotros creamos lo contrario. Es decir, nos hicieron pensar que nosotros somos unos atropelladores de clases sociales, en el primer caso y en el segundo, que nosotros los inducimos a comprar los narcóticos.

En realidad nunca hemos querido asumir el régimen comunista y nos infiltraron la fallida ideología. Tampoco hemos publicitado la venta de Coca y, sin embargo, crearon la demanda. Fue el comprador de narcóticos, sin recato por el precio, quien estimuló la producción de los estupefacientes.

Como no nos ha interesado asumir el sistema socialista, pretendieron implantarlo en la región a la fuerza hasta cuando se reventó solo. Y como residuo nos quedó la insurgencia sin base ideológica, que tanto mal y sufrimiento nos han causado.

Igualmente, no tenemos la culpa que los consumidores se quieran meter en el cerebro la bomba atómica de la Coca por su propia determinación. Todo indica que no les inquieta la sangre que a diario  perdemos persiguiendo la producción acá, porque así no se derrama la de ellos combatiendo el consumo allá.
Al fin al cabo pregonan las máximas libertades individuales y la autonomía de los pueblos. Si consumen el narcótico es por su propia voluntad y no por imposición de los productores.

El vicio del consumo de narcóticos es una pandemia universal. Ni los norteamericanos no consumidores, con toda su capacidad, ni los colombianos, no productores, con nuestro sacrificio, seremos capaces de contener la euforia, si los consumidores ricos no quieren dejar de comprar a los productores pobres. Es una tarea en la que nosotros entregamos nuestra vida y ellos gastan su presupuesto. Y no la podremos hacer si ellos no tienen la determinación de parar la demanda.

Todo está basado en los indetenibles consumidores que compran estimulando la producción y su  gobierno que rechaza la producción, pero no educa para desestimular el consumo. El gobierno del pueblo comprador, el norteamericano, que no crea convicción sobre el consumidor, apoya económicamente al gobierno del pueblo proveedor, el colombiano, para que aplique imposición al productor.
Los buenos contra los malos, que no se enfrentan allá y piensan que el choque tiene que ser acá. El consumo ha estimulado, por las vías del mercado, al terrorismo en Colombia. Pero nos piden que seamos nosotros quienes hagamos la guerra mientras ellos la están alimentando.

Un funcionario norteamericano afirmó, actuando como vocero del pensamiento de su país, que en Colombia hay una narcodemocracia (productora). Y en parte dijo la verdad. Pero omitió afirmar la otra mitad de la verdad para que fuese verdad completa. No puso en evidencia que en Norteamérica está la narcodemocracia consumidora.

Su Presidente perdona a los narcotraficantes por contribuir con fondos a su campaña política, Y su justicia es benevolente con la adicción al consumo del alcalde de su ciudad capital.
Eso es no tener principios sino intereses y doble moral.  La actuación es contraria a las palabras. Se han olvidado que son la tradicional whiskydemocracia al estilo Kennedy. Sus ancestros eran contrabandistas de licores durante la prohibición y así se hicieron ricos. Y su padre le pidió ayuda a sus viejos colegas mafiosos para financiar la campaña de su hijo.

Ametrallando campamentos 

El contagio de nuestra democracia con la producción, es  el resultado de la tolerancia de su democracia con el consumo. Incluso la Coca se convirtió en símbolo nacional con la publicidad a su famosa gaseosa carbonatada de cola, placentera al consumidor por el extracto de Coca, originaria de Georgia. Ahora que se percataron del error, la maldad pasó a estar en la producción y no en el consumo. Costumbre difundida con la publicidad del refresco mundialmente famoso. 

La revolución comunista y el consumo de narcóticos  no son inventos latinoamericanos. Son importaciones que nos han llegado sin haber hecho el pedido. Según la opinión  de algunos, incluso nacionales, tenemos deudas con la humanidad por lo mal como nos hemos portado vendiendo Coca, actuando por nuestra propia iniciativa y libre albedrío, sin ninguna influencia ni participación externa.

Si inicialmente al bloque socialista no le hubiese dado por adoctrinar al pequeño grupo de ignorantes, fácilmente manipulables, que se convirtieron en bandoleros, en lugar de ayudar a educarlos para lo bueno. Y, posteriormente, si al bloque capitalista no se le hubiese ocurrido financiarlos comprándoles narcóticos que los transformó en terroristas, en lugar de crear fuentes de trabajo. Ni antes ni ahora hubiesen existido y nosotros seriamos más felices o como mínimo, menos infelices. Los unos los han aleccionado y los otros los han capitalizado. Sin embargo, supuestamente todo el pueblo Colombiano, somos los agresores cuando en realidad somos los agredidos.

Con el sólo hecho de no haber podido crecer, porque el conflicto nos ha impedido generar bienestar, mas el haber perdido lo que teníamos, porque la guerra lo ha destruido,  somos un país con lento progreso. Tanto en lo material como en lo espiritual. Por la inmensas pérdidas de tranquilidad, de armonía social, de serenidad y de un futuro seguro. Por el contrario hemos aprendido  a agredirnos y a atemorizarnos creando zozobra paralizante. Y cuando no hay confianza, la productividad decrece exponencialmente.

Héroes colombianos en combate
por culpa de un vicio extranjero

Nos hemos dejado engañar conceptualmente, aceptando perder la buena fama y ganar el descrédito mundial. Pensamos que eso es normal, como si fuese el destino inevitable que nos ha elegido para ser los despreciables del planeta. Ante tal mentira nos tenemos que pronunciar de inmediato. No somos verdugos, somos víctimas.

Con respecto al orden y la influencia en la seguridad mundial, la verdad es la contraria de la que se nos ha dicho. No somos nosotros un peligro para las naciones. Por el contrario: "Los grandes países consumidores son una peligrosa amenaza para la seguridad nacional de los pequeños países productores".
Hemos permitido, por nuestra inacción, ausencia de ideas propias y falta de carácter, ser convertidos en indeseables. Nos han infiltrado intereses disfrazados de supuestos principios, ya sean socialistas o capitalistas, que cambian según el beneficio del momento. Así en nuestra ingenuidad nos parezca lo contrario.

No es posible que combatamos los narcóticos por la fuerza, para que no los consuman quienes no quieren dejar de hacerlo por convicción. Es verdad que debemos controlar el consumo acá. Pero que se combate decididamente el consumo allá. Tenemos que hacer es la  guerra antinarcóticos preventiva con educación, en lugar de la destructiva con agresión.

El único motivo que justifica nuestra acción represiva contra la producción es para proteger nuestro recurso humano, el orden social y la estabilidad nacional de acá. Amenazados con el terrorismo financiado por el consumidor de allá. Que los demás países hagan lo correspondiente con el  consumo y su mercado interno.

Cultivos

Porque la realidad es que cuando la sociedad norteamericana acepte el consumo de la Coca y la heroína, como lo hizo con la Coca Cola, el tabaco, la marihuana, la prostitución y el licor, debido a su incontenible transformación en sociedad cada vez mas tolerante. Y cuando su gobierno comience a percibir grandes ingresos por la comercialización, se olvidará de  “La Guerra Contra las Drogas”. Le darán el manejo fiscal que ahora le niegan y protegerán esos impuestos si es preciso, con otra guerra pero en su favor.

Recordemos cuanto presupuesto, vidas y esfuerzos gastamos en la lucha contra la “mala hierba” en nuestra costa norte en los comienzos de los años ochenta. La economía de la región se deformó completamente y las bandas se exterminaban entre sí atemorizando al resto de habitantes. Las autoridades eran casi incapaces de controlar la violencia y la delincuencia. Pero todo eso se solucionó cuando los norteamericanos la legalizaron y comenzaron a cultivar en su propio país. Mientras tanto nuestras autoridades fueron desestimuladas después de tanto sacrificio y solo nos quedaron los muertos en los cementerios.

También, una sociedad atropellada por hacer la guerra creyendo que estábamos cumpliendo el deber de proteger a los jóvenes consumidores extranjeros. Adictos que no dejaron de consumir, ni dejarán, sin importar si la cultivan ellos o nosotros.

Es suficiente con pensar lo que sucedería si todos los productores dejáramos en forma repentina de suministrar el narcótico a los consumidores. Los  millones de adictos y amigos del consumo, con terrible síndrome de abstinencia, nos declararían la guerra, después de unos meses sin remesas, para que no suspendamos el suministro. De hecho, la actual agresión de los terroristas contra nuestro pueblo, es para proteger las zonas de producción que abastece a los consumidores externos.

Destruyendo laboratorios

Es decir, los consumidores ya nos están haciendo la guerra, por medio de los grupos terroristas, porque les destruimos los cultivos de los que se abastecen.  Las FARC son los defensores de la fuente de los consumidores gringos de narcóticos. El ejército de los consumidores gringos. Y no importa que los terroristas FARC se declaren antinorteamericanos y procomunistas y socialistas. ni que digan que no cometen delitos contra los DD HH. Eso no les importa a los consumidores, siempre y cuando les protejan sus cultivos de Coca. Es ignorada hipocresía gringa.

Los abstencionistas de allá apoyan y financian a los antidrogas colombianos para que combatamos a los productores de acá. Mientras que los consumidores de allá apoyan y financian a los productores para que se nos enfrenten, pero acá. Así la guerra sangrienta es acá y no allá. Que es donde se debe controlar. Porque sin compradores no hay vendedores.

los terroristas de acá usan el dinero y las armas que recolectan en las calles de los países consumidores, allá. Las mismas que emplean para asesinar, secuestrar, atemorizar y chantajear a los no productores de acá. Así termina el mismo gringo, que nos pide que nos defendamos de los criminales y terroristas acá, vendiendo armas y financiando a los que nos secuestran y chantajean acá. Armas capitalistas usadas con mentalidad comunista. Mezcla altamente explosiva para nosotros y para todos.    

Solo es necesario recordar que el narcotráfico, como problema internacional, existe desde hace más de un siglo cuando su comercio ilegal fue impuesto en 1842 por el Imperio Británico a la China en la Guerra del Opio. Y eso debido a las grandes utilidades que representaba para la economía productora Inglesa.

Entonces las guerras por narcóticos son según las conveniencias del momento. Unas veces  contra el consumidor extranjero por no comprar el opio británico y la nuestra contra el productor por vender la Coca al gringo. Siempre según el parecer del mismo lado, el de allá. Además, ¿Donde venderían sus precursores químicos y las municiones, que son negocios tan rentables como los mismos narcóticos?

Por la trocha hacia el combate

La actual guerra antinarcóticos la olvidarán  dentro de un tiempo, cuando pase el entusiasmo. Como sucedió con la de Viet Nam y eso que su presidente gringo era consciente de la imposibilidad de ganarla. Sin embargo, mandó los primeros contingentes de tropas en la década del sesenta. O como pasó con el pacto con Rusia sobre el control de armas atómicas, que se firmó cuando les convino y se retiran ahora porque no les parece. Eso es ser un aliado no confiable.

Nos quitarán el apoyo moral y económico dejándonos abandonados, puesto que nunca renunciarán al consumo. Seremos burlados. Traicionaremos a nuestros héroes militares y policiales, inmolados por patriotismo. Cuando realmente es por complacer un capricho gringo.
Esta guerra antinarcóticos, para ellos, es simplemente uno más de sus caprichos del presente y pronto será otra crónica del pasado. Mientras para nosotros si es un riesgo de proporciones fatales y consecuencias duraderas.

Es la forma como funciona el mundo. Amanecerá y veremos. Que nos desmienta el futuro y lo confirme la historia. Siempre y cuando podamos ver. Porque ya nos estamos quedando ciegos y lisiados con la inútil y falsa guerra antinarcóticos.