AERONAUTAS Y CRONISTAS

lunes, 24 de agosto de 2020

LAS CUALIDADES DEL COMANDANTE

 

EL COMANDANTE Y SUS CUALIDADES

En la crónica “Ideas Raras”, compartida en este mismo blog, expusimos los motivos por los cuales, siendo alumnos, no éramos bien calificados en el área militar para ser aceptados para ingresar al  rango de oficial. El que corresponde a la parte directiva de la Fuerza Aérea.

Según nuestros superiores del momento éramos deficientes en el arte del “Mando”, que es tan fundamental en una institución militar.  Uno de esos motivos era el comportamiento que habíamos mostrado, en el último año de alumno, en el ejercicio de la autoridad. Lo cual se debía a nuestro desacuerdo con la manera de cómo se nos exigía hacerlo.

Comenzando porque no se nos había dado ningún tipo de iniciación teórica ni intelectual sobre el tema. De cómo se consideraba que se debía hacer y cuáles eran los estándares, doctrinas, dogmas institucionales y, sobretodo, los niveles de calidad exigida. Todo era misterioso en ese aspecto y por ello era errático. Ni siquiera existían instructores bien preparados y con amplia experiencia en el tema.

Para agravar la situación, cuando se pasaba de cadete antiguo al rango de alféreces o cadete de último año, con el fin precisamente de aprender y comenzar  a ejercer el “Mando”, sin ninguna capacitación introductoria en el tema, como ya dijimos, éramos los aprendices quienes debíamos demostrar a los superiores que el novato si tenía esas virtudes y destrezas. Pero solo de origen innato y espontaneo. No dirigido y adiestrado con antelación.

Por lo cual todos intentábamos hacerlo comportándonos de la manera más burda, improvisada y errática. Hasta el punto como para que, muchos años después en el mismo EMAVI, en una charla de almuerzo sobre el tema con un veterano y muy inteligente excomandante FAC, recordó su época de alumno contando en algunas ocasiones esa situación había llegado a ser francamente retrógrada.

Por supuesto que eso facilitó que entre nosotros, los compañeros de promoción y eso era lo acostumbrado  hacía tiempo, se generalizó, que el arte se aprendía solo haciéndolo con los demás cadetes menos antiguos. Así resultase en un grotesco comportamiento. En especial con los de primer año más tolerantes y dispuestos a aceptar las exigencias caprichosas. Incluso hasta el abuso agresivo y poco ecuánime.  En ocasiones bastante humillante usando la amenaza atemorizante de descalificación.

Ya que si no se podía expulsar al alumno por las deficiencias reglamentarias también estaba disponible el acoso sicológico. La inquina y el matoneo grupal y social, protegidos bajo el concepto de la subordinación irrestricta a todo aquel que dispusiese de un mayor grado militar. Así no lo respaldase con distinción profesional y calidad intelectual o espiritual. Lo cual terminaba en persecución actitudinal.

Algunos con pésimos antecedentes en formación eran bastante ásperos para mandar. Y aunque se nos había comentado al ingreso que debíamos borrar todo lo aprendido y los prejuicios que se nos habían dicho sobre la vida militar, porque se nos enseñaría toda una nueva filosofía de vida y de pensar, se toleraba las malas costumbres en la manera de mandar.

Muchas veces insoportable para el joven e inexperto alumno que causó muchos retiros de Escuela. Lo cual se evidenció en el hecho de que solo casi una tercera parte de los ingresados nos graduamos. Y estos no porque fuésemos los mas brillantes y selectos. Pues tenemos la convicción que mucho de los que no lo lograron eran excelentes aspirantes a ser oficiales. Pues tenían las calidades y cualidades para serlo. Pero prefirieron partir pensando que el ambiente era totalmente contrario a sus convicciones y méritos personales. Sintieron que nunca se adatarían a un entorno que les era inaceptable.

Los que soportamos la hostilidad, en gran medida, también fue por simple resistencia, y hasta por necesidad y no tanto por idoneidad intelectual, académica o de inteligencia. Pues es también de admitir, que un cuartel no es, ni es necesario que sea, propiamente un centro académico ni de sabiduría. Conceptos que se afianzan posteriormente con la edad. En especial cuando se ingresa a la vida de las Reservas.

Una desviación momentánea de la línea de exposición. Confesamos que en nuestro caso personal y entre varios motivos para persistir, fue la vergüenza que nos causaba el tener que regresar a la familia, de donde salimos contradiciéndola, con cara de derrotados y con el rabo entre las patas. Ellos nos habían insistido en que no aspiráramos a la profesión militar. Por los peligros que en esa época existían, más que ahora, aunque  todavía los hay, motivo por el cual no era una profesión con muchos aspirantes. Solo algunos con sentimientos más patrióticos que económicos. Para nosotros fueron los dos. Según ellos el militar no era bien calificado y apreciado socialmente y por lo cual poco retribuido.

Pero tercamente insistimos porque creímos fielmente que era una maravillosa forma de servir y de realización personal, a si fuese bastante austera materialmente. Que era más por vocación, como así lo fue finalmente, que por profesión. Y en este aspecto creo que todos nuestros compañeros de promoción, igualmente lo sentían. Tanto los que terminamos de Reservistas, habiendo hecho el recorrido completo, como los que se retiraron antes. Y bastante más los que por sacrifico al servicio entregaron sus vidas.

Regresamos al tema. Entonces, era el ejercicio de la autoridad por la vía del miedo. Pues con ello el Alférez quedaba  muy bien ante sus superiores que se habían ahorrado el esfuerzo de enseñar, especialmente con su ejemplo, como son las Características del Buen Comandante. Lo cual les resultaba imposible demostrar porque tampoco se lo habían explicado. Menos preocupado de aprender por su cuenta para trasmitirlo a sus dirigidos. Solo unos pocos eran buenos por naturaleza propia. Para el resto, la gran mayoría, eso era una teoría totalmente desconocida y casi que un arte de brujería.

Por ello habían optado porque los alféreces o cadetes de último año, aprendieran por si mismos haciendo su libre albedrío. Sin importar los graves errores que cometieran por ensayo/error, con los demás cadetes.  No solo exigiéndoles hacerlo como pudieran y tolerándole sus errores y su falta de idoneidad.

De todo eso éramos conscientes. Pues habíamos, afortunadamente,  aprendido bastante al respecto antes de ingresar a la Escuela Militar de Aviación,  en otros institutos de estructura casi que idéntica a la castrense. Donde el ejercicio de la autoridad es más por la vía de la convicción, como frecuentemente lo hemos expresado, que por la de la imposición ruda y grosera. Que recurre, incluso, afortunadamente pocas veces, hasta la degradación de la persona, cuando un superior bruto es incapaz de hacerlo correctamente. Pero con inevitable necesidad de hacerse obedecer de cualquier manera para impresionar y calificar. Sin recatar técnicas de sometimiento.

Lo que después, cuando ya éramos oficiales en ejercicio, a bastantes compañeros de curso les era motivo de retiro voluntario del servicio. Algunos decepcionados con el ambiente laboral, bastante pesado. Debido, en gran parte, al deficiente uso de la autoridad. Una manera de deserción formal y leal,  que no se expresaba de manera oficial y abierta pero si era motivo de conversiones privadas. O, por lo menos, de actitudes que lo indicaban subliminalmente. No habían encontrado ambiente propicio para armonizar sus logros personales con los de la misión institucional.

Retiros que resultaron muy costosos  a la nación. En el caso de los pilotos, el país pierde un calificado capital humano en el que se ha invertido bastante dinero y tiempo. Quienes terminan beneficiándose indirectamente, es la aviación comercial. Por ese medio adquiere un valioso recurso no solo  técnicamente bien preparado sino humanamente bien formado. Así la sociedad recupere en algo los gastos causados en la instrucción y el entrenamiento de los pilotos militares. Pero se supone que el gobierno debería obtener un mejor aprovechamiento social de la inversión de sus recursos económicos por conducto de la aviación militar.

Por ello, luego, nos dimos a la tarea de lograr el automejoramiento en el tema. Pero ya sobre el ejercicio de la autoridad con lo poco aprendido en la escuela para dar ejemplo de cómo no se debía hacer. Pues un error en ese aspecto deja rencores y secuelas mentales en los subordinados que pueden quedar para toda la vida militar. Y eso hace que la profesión, muchas veces, sea simplemente tolerada por necesidad personal que por satisfacciones y realización de satisfacciones profesionales. Somos conscientes que únicamente logramos un mediano grado de perfeccionamiento. Pero en algo superamos esos traumas de estudiantes debido a la deficiente ilustración y manejo pedagógico, cuando fuimos alumnos.

Por ello, ahora, recordamos algunas de las ayudas que usamos para ilustrar a los que fueron nuestros dirigidos. En un tiempo en el cual no existían las modernas, ilustrativas e impresionantes facilidades de los computadores y de los sistemas de información modernos. Son casi que una curiosidad de antigüedad pues en el Internet existen muchas y mejores facilidades que estas. Sin embargo, por ser principios universales no pierden vigencia. Incluso, así su presentación sea más bien ordinaria. Creemos que a alguien le pude ser útil este compendio de conceptos tan discutido de “Las Características del Comandante”.