AERONAUTAS Y CRONISTAS

viernes, 30 de agosto de 2013

LAS DELICIAS (VIII)


LAS DELICIAS (VIII)

LAS REFLECCIONES

La relación costo-beneficio no lo justificaba, si se les mandaba con esas condiciones se perdería toda alternativa de apoyo aéreo futura. A pesar de que eso implicaba una situación más crítica para las tropas de las Delicias. No es una buena decisión de quien sabiendo, de antemano, que su victoria será pírrica la realiza negándose, con ello, oportunidades posteriores más factibles de mejores resultados.

Siempre en estas circunstancias hay algunos que quieren hacer más y otros que no, todos tienen un criterio. Unos creen que pueden y otros que no pueden. En una fuerza militar todos tenemos un horizonte, un punto de equilibrio distinto, entre lo que es el ser y el deber ser. Entre lo que se debe hacer o lo que se puede hacer con éxito. Algunos son más temerarios que otros. Debemos cuidarnos tanto de la excesiva prudencia como de la exagerada imprudencia. Los subalternos suelen pensar en lo inmediato.

El comandante tiene que mediar pensando en la conveniencia macro. En cómo sus decisiones van a influir sobre la victoria, si poniendo en riesgo al momento a sus hombres, su más valioso recurso, o preservándolos porque después le permitirán vencer. Casi que debe proveer el futuro y sobre como todo eso beneficiará al mejor el interés nacional.

CASETA DE COMUNICACIONES
EL COMBATE TERRESTRE.

La batalla en las Delicias duró toda la noche hasta las 07:00 de la mañana. En las primeras horas del día, el Capitán fue herido, pero sobrevivió, tratando salvar a los hombres que le quedaban con una maniobra de retirada. Pretendía llegar furtivamente al rio para ver si podía escabullirse usando la corriente. Para ello ejecutó un cubrimiento con fuego distractor, mientras los pocos hombres disponibles en condición de combate, porque no habían sido rendidos, ni heridos ni habían caído heroicamente, se evadían por una ruta de escape. La mayoría ya estaba fuera de combate. En ese empeño no fue posible por haber sido imposibilitados para el combate.

Más tarde, mientras el capitán suplicaba, en forma incoherente por las heridas recibidas, una cobija para abrigarse del frío que decía sentir,  al cabecilla terroristas, alias el Mocho César quien se burló del Capitán al ordenar a una bandolera que le diera una cobija, al tiempo que le guiñaba un ojo. La cual, cumplió la orden al instante. Le disparo al indefenso oficial asesinándolo aleve y cruelmente. No tuvieron compasión del vencido, como lo manda la altura de la sensibilidad humana. Quien dio la orden fue el bandolero apodado Mocho Cesar, quien antes había emitido mensajes amenazantes contra los comandantes militares de la región haciendo alarde de poder. Años después fue dado de baja por las tropas, dando por terminada su fingida superioridad.

EL RECONOCIMIENTO AÉREO.

Mientras tanto, en el GASUR, tan pronto amaneció vimos que la niebla todavía no se había disipado. El anticuado pero funcional avión de transporte, el C-47, no pudo despegar para hacer un simultáneo vuelo de reconocimiento en las Delicias y un apoyo logístico a la base de naval de Puerto Leguízamo. Necesitábamos un reconociendo para ver si era factible continuar con el apoyo aéreo combate.

Debimos esperar a que calentara un poco el clima para que se levantara la niebla. Para las 08:30 de la mañana el avión pudo despegar y al poco tiempo nos estaba reportando que la nubosidad no permitía ver bien lo que estaba sucediendo en las Delicias. Sin embargo, alcanzo observar que ya no había combate y lo que parecían ser varias construcciones convertidas en cenizas. Por ello no ordenamos más apoyo aéreo de combate. No era aplicable. El avión continuó con la otra misión para que de regreso hiciera otro reconocimiento, ya que la base de las Delicias queda en la ruta aérea que conduce a la frontera con el Perú.

Más tarde nos reportó que ya no se observaba en el lugar ninguna presencia de personal y mucha destrucción. Supimos que el combate había terminado y que lo claro era su total destrucción. No haríamos más ametrallamiento ni cubrimiento aéreo. Nos concentramos en lograr una operación de rescate por vía aérea. Ya por el rio Caquetá se estaban dirigiendo al lugar, de sur a norte, rápidos elementos de combate fluvial y unos lentos trasportes fluviales, que llegarían en las horas de la tarde a Las Delicias, procedentes de la Tagua. 

UNA REFLEXIÓN
Después supimos que los secuestrados habían sido llevados al Ecuador. Por trochas en la selva como trofeo de guerra. Para aprovechar el resguardo que les daba la frontera internacional con la condescendencia de esa nación.
Al mismo lugar donde, bastantes años más tarde, fue bombardeado el campamento de Raúl Reyes dando de baja al peligros terrorista. Así, sobradamente, se compensó la aleve agresión y el sacrifico de nuestros hombres.

Al mismo tiempo que se confirmaba nuestra teoría de que se debían bombardear los blancos enemigos con determinación. Los mismos bombardeos que se nos  habían negado hacer dentro de la nación, cuando era necesario. Usando restricciones burocráticas y con teorías académicas que no concordaban con la realidad que vivíamos en esa área de combate.

Después debimos hacer esos bombardeos pero dentro de esa nación vecina. Pasando las fronteras territoriales con consecuencias diplomáticas internacionales. A riesgo de provocar una confrontación internacional. Es decir, los riesgos que habíamos visualizado que podrían suceder, por desconocimiento, cuando estuvimos en el EMC. Y, después, los verificamos con el ataque contra el campamento de Reyes en el Ecuador. Pero ni en el EMC se conocía. Y si alguien lo evidenciaba la realidad de la periferia nacional, se desconocía y hasta descalificaba con rudeza.

Ni, luego, cuando pedíamos los apoyos de combate, desde Tres Esquinas nos prestaban atención. Dos Colombias diferentes: la de los cómodos escritorios de la burocracia militar central y la de las trincheras de las tropas en combate en las fronteras.  



RESCATE.

 Ese día, posterior al ataque a la Base de las Delicias, nos concentramos en coordinaciones de apoyo sanitario, inteligencia y planeamiento de una factible reacción por tierra y persecución.


En cuanto a operaciones de combate aéreo y apoyo de fuego ya no eran conducentes. Mientras esto acontecía habíamos planeado un rescaté por vía aérea. Eso implicaba usar helicópteros, los que no disponíamos en el GASUR por haber sido retirados antes. Acudimos nuevamente al nivel central. Del COA ordenaron el desplazamiento de un helicóptero “Halcón Negro” para esta misión.

El helicóptero más cercano estaba a 3 horas de vuelo, en San José del Guaviare. Se encontraba prestando apoyo final a la operación Conquista 1. En el vuelo de traslado se le hizo de noche y aunque no estaba dotado para operación nocturna, logró rescatar varios heridos.


LA TENEBROSA MISIÓN DE RESCATE.

Esa espeluznante misión de rescate es contada en la crónica escrita por el copiloto de la aeronave, tiempo después. y que se anexamas adelante. El informe pone en evidencia la crueldad de los hechos acontecidos en Las Delicias. Se pone como anexo, mas adelante de esta narración, por razón de guardar la necesaria secuencia de los hechos vistos desde el GASUR.

Cuando esa noche llegaron los primeros heridos, sentimos muchas cosas. Lógicamente, lástima y congoja. Teníamos que mantener el control y un dominio para poder actuar con racionalidad. No queremos decir que el comandante deba tomar una posición de insensibilidad. Todo lo contrario, hay que mantener la cordura, la lucidez para actuar con el mejor tino. Lo cual no significa que no sea consciente de la barbarie y el dolor de sus hombres.

La tripulación del helicóptero, de por sí, había hecho mucho ese día por rescatar a los heridos. Incluso había actuado por fuera de las normas de vuelo, ya que no estaba dotado para operación nocturna. Y, sin embargo, con una descomunal entrega había arriesgado su vida para ayudar a los heroicos soldados heridos.

Las normas no pueden ser absolutas cuando son superadas por las exigencias de un deber mayor. Aspectos que solo se pueden evaluar en el momento en que se presentan. Circunstancia que tampoco son vistas por los posteriores jueces de los hechos desde cómodos lugares y tranquilos ambientes de las oficinas. Sin los apremios de las situaciones. Aunque lo legal es fundamental, está por abajo cuando hay excepciones legítimas. Las mismas que confirman las reglas. Y dentro de esos motivos está el ayudar a la sobrevivencia de quienes no solo son seres humanos, sino que han arriesgado lo más valioso que poseen, que es su vida, por la máxima causa, la patria.

Le preguntamos a la tripulación si podía efectuar un segundo vuelo a lo cual respondió que no era posible a costa de correr grandes riesgos contra la seguridad de vuelo. Igual que la tripulación de la escuadrilla que había hecho el apoyo aéreo de combate la noche anterior.

Comprendimos perfectamente la explicación ya que ante tal posibilidad no se ameritaba arriesgar a una tripulación sana, una aeronave en perfectas condiciones de operación, además de la vida que los heridos que pudiera rescatar. En caso de accidentarse la aeronave, en lugar de aliviarse, los pondríamos nuevamente en condición segura de perder la vida.

Esa noche no hicimos más vuelos de rescate y los heridos que no pudieron ser recuperados esa noche debieron esperar hasta el otro día. La situación era desesperante pero era lo mejor que podíamos hacer ante la falta de recursos aéreos para ejecutar otras maniobras de rescate.

También estaba pendiente la recuperación de los caídos en combate. Ordenamos al teniente, juez penal militar de Tres Esquinas, que fuera en el primer vuelo de rescate del helicóptero  a identificar a los soldados fallecido.

Por experiencias personales anteriores, de rescate de personas perecidas en desastres aéreos, sabíamos lo difícil que es la identificación de las personas. En tan solo 12 horas después de su muerte, por la muy rápida degradación de los cuerpos en esas condiciones climáticas de humedad, temperatura y, especialmente, por la desfiguración producida por las heridas o la acción de los depredadores.

Le aconsejamos llevar rollos de tela adhesiva. De la más ancha que encontrará. De la usada para cerrar heridas que le sería facilitada en el hospital. Que pusiera a lo largo del pecho un trozo grande a manera de etiqueta. Además de un marcador de tinta indeleble para escribir sobre la misma los respectivos nombres de los soldados. Los nombres debería consultarlos rápidamente con los soldados heridos sobrevivientes porque en pocas horas, después, sería imposible reconocerlos. Incluso, por sus propios compañeros.

La recomendación le causó una ligera sonrisa burlona creyéndola una exageración. Expresó, con cierto aire de suficiencia, que no era necesario pues su tarea era fácil y la haría correctamente por su capacitación profesional. No insistimos en el tema pero si recalcamos que confiamos que la identificación no podía fallar, para no equivocar la entrega de los peritos a las familias dolientes.

Lo acontecido luego, cuando dos familias se quejaron porque les habían entregado los féretros que no correspondían a sus familias, nos dio la razón y fue motivo de mucha vergüenza para el oficial. Que fue su merecido castigo por no acatar un consejo que era más que eso, una orden.

De inmediato, le ordenamos al  oficial ir a distintos cementerios en el país para hacer las exhumaciones con el fin de hacer los cambios respectivos y la entrega de los cuerpos a las correspondientes familias. Tarea bastante desagradable y de pésima presentación Institucional por no haber dado el merecido valor que tenía una recomendación basada en viejas experiencias de la vida militar.


LA VERIFICACIÓN
Como complemento a lo expuesto, transcribimos aparte del libro “De las Delicias al Infierno”, publicado por Intermedio Editores.

“El gobierno cotejó la lista de las FARC con la del Ejército difiriendo en dos de los féretros: Edith Morales Tavares y Carlos Alberto Rodríguez Rodríguez, basándose en la identificación de cadáveres que se hizo por intermedio de los sobrevivientes en las Delicias.

El gobierno solicitó oficialmente al Ejército la exhumación de los cadáveres y pidió que se aclarara de quienes eran los cuerpos que habían sido enterrados con esos nombres. Pero el Ejército se había anticipado. El juez penal militar 132, teniente Luis Eduardo Peláez, había iniciado la investigación 20 días antes, luego de registrarse la inconsistencia en las cartas de identificación de los 2 militares.

Según Peláez, los cuerpos que supuestamente eran de los soldados Morales y Rodríguez presentaban heridas en la cara, lo que hacía, prácticamente, imposible reconocerlos sin que se confrontarán sus huellas. Las dudas también habían asaltado el Ejército cinco días después del ataque las Delicias, cuando Estrella y José Élmer, padres del Soldado Rodríguez, velaban en la sala de su casa en San Vicente Caguán el cuerpo que el Ejército les había entregado.

Varios de sus amigos forzaron la tapa del ataúd que, antes de salir de la funeraria en Florencia, había sido sellado con puntillas muy pequeñas. El cuerpo calcinado y un poco hinchado de un hombre quedó al descubierto.
Cuando Ismael, el sepulturero de San Vicente del Caguán, en donde reside la familia Rodríguez, se disponía a enterrarlo, escuchó que amigos de soldados decían en susurros: “El del cajón no es Carlos Alberto”. Sin embargo, las dudas no trascendieron.

Algo similar ocurrió el día del entierro del que se creía que la era Edith Morales Tavares. Su familia había llevado el cadáver hacia Circasia (Quindío), donde había nacido el muchacho. Después de que el militar, encargado en Florencia de coordinar el traslado de los cadáveres dentro de las condolencias, les pidió que no abrieran el ataúd porque el cuerpo presentaba un alto grado de descomposición y las heridas lo habían dejado irreconocible.

Amaris, madre del soldado Angedis Tavares, lloró desconsolada cuando le entregaron el ataúd. Aseguraba una y otra y otra vez que no era su hijo, por un “presentimiento de madre”, pero no fue capaz de abrirlo porque su esposo, Gustavo, se opuso.
“Ya conformarse con el hijo muerto y no busquemos más dolor”, le dijo en Circasia. Resignada, Amaris enterró a su hijo en el cementerio de esa población.

Dos meses más tarde y sin que los familiares de las víctimas lo supieran, un fiscal, un odontólogo, un médico forense y el teniente Peláez iniciaron los trámites de exhumación de los dos cadáveres. Cuando apareció la lista de las FARC, las huellas necrodactilares del cuerpo enterrado con el nombre de  Angedis Morales Tavares ya iban rumbo a Bogotá para que miembros del cuerpo técnico de investigaciones de la fiscalía las confrontarán con las que reposan en la Registraduría bajo el número 89000241.

El 8 de octubre, el sepulturero de Circasia buscó afanosamente a Patricia, prima hermana del soldado Morales Tavares, para avisarle que el cuerpo estaba siendo exhumado porque, al parecer, Angedis estaba vivo.
Patricia acudió de inmediato el cementerio acompañada de Doña Josefa, la abuela del soldado, para presenciar la diligencia, que se inició a las 10 de la mañana en la tumba número 31.

“Del ataúd salió un cuerpo verdoso de un hombre joven”, recuerda Patricia. El juez Peláez les pidió que intentaran reconocer las características y facciones de Angedis y le sugirió que tuvieran en cuenta que las esquirlas de granada le habían destrozado parte del rostro. Doña Josefa estaba llorando. Patricia y ellos se inclinaron durante algunos minutos sobre los despojos del soldado. La impresión y el hedor que manaba del cuerpo las obligaron a repetir la operación en varias ocasiones.

Buscaron una cicatriz de un alambre que había dejado en la pierna izquierda de Angedis y el tatuaje de la letra “A” en una mano. También buscaron las cejas pobladas y sus extremidades delgadas. Luego de unos minutos de aseguraron a Peláez que, definitivamente, no era el Soldado Morales.

En el cementerio de San Vicente del CAGUAN (Caquetá), al otro lado del país, se efectuó la exhumación del cuerpo de Carlos Alberto Rodríguez. El viernes 18 de octubre, en presencia de sus familiares y el personero de la localidad, Jaime Martínez Pico, se inició la labor.

Según Selena, la hermana menor de Carlos Alberto, “todos teníamos la boca tapada. El sepulturero del cementerio abrió el cajón con una pala y salió un señor que no era mi hermano”.

El juez Pelaez le pidió a la familia Rodríguez que observara con detenimiento ese cadáver. Luego de unos minutos, la sentencia de José Raquel, padre del Soldado, fue contundente: “A él no lo conozco”. Lo mismo opina Mauricio, hermano de Carlos Alberto.

La noche anterior a la diligencia, los tres se habían reunido en la sala de la casa del militar para ver, una vez más, las fotos que el soldado Rodríguez les había enviado cuando juró bandera. Para ellos era inconfundible: un cuerpo mediano, algo robusto y bastante moreno.

Pero el hombre que estaba en el ataúd era diferente: más alto, mucho más delgado y de rasgos finos. Para Lus Elena, Élmer y Mauricio no cabía duda: se trataba de otra persona.

Un cuerpo más fue exhumado ese mismo mes en Lérida (Tolima). Ese cadáver era, supuestamente, el del Soldado Armando Sandoval Martínez. Su familia tuvo que sufrir el doloroso proceso de identificación, y el resultado también fue el mismo: Todo indicaba que se trataba de otra persona. Los resultados de la diligencia salieron tres meses después y fueron divulgados en el oficio ID000D56 del 9 de enero de 1997, del Ejército nacional. En este, el juez penal militar 132, teniente Luis Eduardo Peláez, informaba: La identidad final de tres cadáveres exhumados es la siguiente: En la sepultura de Carlos Alberto Rodríguez estaba el Cabo Primero Armando Sandoval Martínez. En la tumba de Angedis Morales Tavares estaba soldado Luciano Vargas y en la de Sandoval se encontraban militar José Antonio Tupué Ortiz.

El cadáver de Armando Sandoval fue enviado a Lérida y el de Tupué Ortiz lo sepultaron en Florencia, a petición de sus familiares. Los restos de Luciano Vargas fueron reclamados por sus padres y enterrados en El Doncello (Caquetá). Ya no había duda: Dos de los militares, que figuraban en la lista del Ejército como muertos, habían “resucitado”.

Para entonces, Estrella Rodríguez y Amaris de Morales se habían unido al grupo de madres que se habían tomado la sede de la Defensoría del Pueblo para pedir la pronta liberación de sus hijos”.


EL VUELO AMBULANCIA.

El Comandante de la FAC estaba altamente preocupado por la situación de los soldados rescatados esa noche. Cuando el helicóptero de apoyo volaba de las Delicias a Tres Esquinas, aproximadamente a las 19:00 horas, nos llamó para decir que existía la posibilidad de ordenar un vuelo ambulancia, con un avión Hércules, que llegara esa misma noche al GASUR y continuará el rescate de los heridos llevándolos directamente a Bogotá donde serían mejor atendidos en el Hospital Militar.

Por todo lo que ya hemos mencionado, con respecto a las facilidades para vuelos nocturnos que tenía EL GASUR, se requería que el avión ejecutará el aterrizaje iluminándose por sus propios medios. Por nuestra parte repetiríamos las mismas improvisadas facilidades de la noche anterior. Esta era una maniobra que las tripulaciones de los aviones C-130 habían ejecutado muy poco y no estaban actualizadas en el procedimiento. Sin embargo, habían encontrado a una tripulación que creía poder ejecutar con éxito el aterrizaje y en caso de no lograrlo podrían abortar el intento.

Para ello se necesitaba que nosotros indicáramos si la situación de gravedad de los heridos ameritaba correr ese riesgo nocturno o, en caso contrario, esperar hasta las primeras horas del otro día. Para dar ese concepto solicitamos al señor Comandante una espera mínima de una hora mientras hacíamos la necesaria valoración de los heridos, que estaban por llegar. Pedimos a los médicos disponibles de nuestro pequeño hospital que nos dieran su apreciación lo más rápido posible para transmitir el concepto al superior.

La opinión de los médicos fue la de que la mayoría de los heridos que había traído el helicóptero estaban en alto riesgo de perecer esa noche si no recibían un nivel máximo de asistencia médica, el cual no disponíamos en GASUR. El señor comandante nos había sido enfático en que teníamos que considerar el alto riesgo que implicaba la operación nocturna de un pesado avión ambulancia, contra los beneficios que se pudieran lograr. Sopesando la situación de los heridos y las circunstancias de la maniobra aérea, decidimos recomendar la ejecución del vuelo ambulancia. El comandante lo ordenó de inmediato.






BENGALA LANZADA POR EL C 130 AMBULANCIA PARA FACILITAR EL ATERRIZAJE EN MEDIO DE LA OSCURIDAD.







De esa forma el avión pudo llegar y hacía la medianoche los primeros heridos, que eran los más graves, estaban recibiendo la mejor asistencia médica que la institución militar les podía brindar en Bogotá.

El día domingo, el helicóptero efectuó otros vuelos desde las Delicias al GASUR trayendo los otros heridos y los fallecidos. Para el caso se improvisó el proceso de embarque de los heridos, los trámites administrativos y el servicio de morgue con los caídos en combate. El avión Hércules hizo de ambulancia aérea y vuelo funerario a los lugares de destino.

LOS ALTOS MANDOS Y LAS AUTORIDADES DE CONTROL

En esos mismos vuelos comenzaron a llegar muchos altos mandos militares y autoridades de supervisión interna, que estaban interesadas conocer, de primera mano, tanto lo que había acontecido como lo que se estábamos haciendo. Los atendimos a todos en la mejor forma. En especial a las autoridades civiles de control del estado y otras personalidades, a quienes les dimos la información preliminar. Con ella nos debían adelantar las investigaciones de tipo penal, disciplinario y administrativo, por todo cuanto presumían que no habíamos actuado con la debida suficiencia o acierto. No prevalecía el principio de la buena fe y menos el de la presunción de la inocencia. Y eso que ya teníamos nueva Constitución Nacional. La prioridad era la vieja tradición de pensar, de antemano, que siempre las cosas están mal hechas, evaluadas por quienes casi nada saben del asunto y observan los toros desde la segura barrera. Si mucho desde el burladero. La idea era la de encontrar alguna deficiencia en el apoyo que dimos, ya fuese por defecto o por error en nuestras decisiones y procedimientos. No importaba que esa deficiencia fuese consecuencia de órdenes dadas por ellos mismos. De esa forma buscaban un culpable en quien direccionar las culpas para reducir la posibilidad de que alguien descubriera que gran parte de las culpas habían sido el producto de sus mismas actuaciones.

Esos organismos de control estaban más concentrados en lo que faltaba por hacer, así fuese en lo que no podíamos hacer por insuperable deficiencia de recursos, que en lo mucho que habíamos logrado con los pocos medios disponibles.
Después de eso terminó la parte bélica y se inició la batalla más difícil para un soldado, la jurídica. La tropa teme más al enemigo interno que al externo. El último puede acabar con su vida en un instante. El otro le ocasiona una agonía eterna.

lunes, 26 de agosto de 2013

LAS DELICIAS (VII)


LAS DELICIAS (VII)
EL LANZAMIENTO
A la media noche llamaron de Bogotá diciendo que habían mandado una escuadrilla de apoyo, compuesta por dos aviones armados. Con las tripulaciones nos comunicamos una hora más tarde. En su trayectoria directa al blanco, Las Delicias, pasarían aproximarían a la Base de Tres Esquinas. La noche no dejaba verlos pero los escuchamos. Estaban un poco retirados de la Base de Tres Esquinas, ya que la trayectoria de vuelo, en línea recta viniendo del centro del país, les ahorraba combustible.

EL COMBATE AÉREO.

Sobrevolaron Las Delicias a la 01:30 horas aproximadamente. Desde el aire nos informaban. En la oscuridad veían los fogonazos de las armas, las explosiones, el bombardeo y las construcciones incendiadas. Eso indicaba un fuerte combate en progreso. El humo, algo de lluvia y una ligera niebla dificultaban la visibilidad. Los sobrevivientes contaron después que había llovido casi toda la noche.

Para intentar una identificación entre amigos y enemigos, de las instalaciones y del terreno, de los cuales no tenían información previa, las tripulaciones, lanzaron vengalas. Con ello pudieron hacer ametrallamientos hacia las posiciones que se suponían serían las de los narcoterroristas. Parece que acertaron ya que disminuyó la intensidad del combate.

LA RECUPERACIÓN.

Aproximadamente después de una hora de sobrevolar el blanco y hacer presencia disuasiva, el comandante de la escuadrilla aérea nos llamó para decir que debía suspender el apoyo para regresar a Villavicencio por agotamiento de combustible. Dijo que podía prolongar su permanencia sobre el blanco por una hora más si le asegurábamos el aterrizaje en la Base de Tres Esquinas.

La verdad es que esa posibilidad no solo era bastante remota sino muy riesgosa. No disponíamos de las facilidades aeronáuticas en tierra para asegurar un aterrizaje nocturno confiable.

DIFÍCIL SITUACIÓN.

Teníamos solo comunicación con los aviones que es algo insuficiente para una maniobra de aterrizaje nocturno. Además de eso se necesitan ayudas de radio navegación, procedimientos de aproximación, una pista dura con demarcaciones visuales, medios para medir visibilidad horizontal y la altura del techo de las nubes (ceilómetro) y señales con alumbrado, como mínimo de borde de pista. Debido a esa grave limitación habíamos pensado en fabricar un dispositivo de esta naturaleza con recursos primitivos y en forma artesanal pero no nos fue posible debido a la prioridad de otros factores y la escasez de recursos. Pero en esa oportunidad vimos lo importante que sería contar con esa facilidad así fuese al estilo antiguo. Como se hizo durante la segunda guerra mundial. La verdad es que no estábamos muy lejos de esas épocas, aunque ya terminaba el siglo XX, debido a nuestro atraso técnico.
 

REFLECTORES DE GIBRALTAR EN 1942 MOSTRANDO LA ALTURA DE LAS NUBES

Solo teníamos 1.000 metros en pisa de concreto, de los 1.300 que requerían los aviones. Fuera de los mil metros de concreto disponíamos de otros mil más pero en terreno destapado, en piso de grava, aunque bien nivelado y firme. El faro giratorio de acercamiento visual no funcionaba desde hacía muchos años, tantos que ni los más viejos recordaban cuando había dejado de iluminar, Como mínimo 40 años. La meteorología y la vicivilidad horizontal la mediamos a puro ojímetro y en la forma más empírica posible.

Para completar las restricciones propias de las operaciones aéreas nocturnas, se estaban dando limitaciones por factores meteorológicos por techo bajo de nubes y niebla. Los inconvenientes se estaban conjugando para reducir nuestras posibilidades de apoyo aéreo de combate y una segura recuperación de la escuadrilla aérea. Aunque no éramos una unida dotada ni determinada como Comando de Combate Aéreo, las necesidades tan apremiantes nos habían convertido, repentinamente, en una unidad primaria de combate con medios improvisados. 
RAPIDA DECISIÓN.

La decisión era de alto riesgo pero debíamos tomarla en forma rápida, cada minuto que se demorara significaba menos combustible en los aviones y más imposibilidad de llegar a un lugar seguro. Evaluamos la alternativa de aterrizar en el aeropuerto comercial de Neiva, por ser más próximo que el de Villavicencio y disponer de iluminación nocturna.

Esa alternativa debió preverla el COA por ser un asunto de nivel central, ya que implicaba la interacción entre las dos direcciones máximas del poder aéreo nacional, el militar y el comercial. Es decir, las capacidades que dispone la aviación militar actuando en consonancia con los medios que le son aplicables de la aviación civil. Esas previsiones no fueron tomadas y se dejaron a quienes estábamos absorbidos por el torrente de circunstancias del combate local. En quienes estábamos en el nivel táctico y no teníamos acceso al nivel estratégico.

Esa opción resultó imposible. El aeropuerto comercial había suspendido las operaciones a primeras horas de la noche y abrirlo no era algo lograble con la rapidez que demandaban los hechos. Faltó la aplicación de un previo convenio entre la aviación militar con la administración de la aviación civil. No era una alternativa que pudiese improvisarse con suficiente confiablidad operacional a nivel local. Debía estar prevista bajo calculados planes de contingencia del nivel nacional con antelación. Teníamos que decidir entre un aterrizaje en el GASUR cercana y poco dotada o en la Base Aérea de Apiay, bien dotada pero lejana, a medio país, en Villavicencio.

A pesar de tantas dudas y factores adversos, haciendo una mental y somera valoración de la relación costo-beneficio, las cosas resultaban con un ligero margen de éxito. De todas formas y a muy alto riesgo de comando, decidimos que continuaran apoyando. Mientras tanto tomábamos todas las máximas medidas posibles para logar un regreso y aterrizaje seguro.

LOS RIESGOS.

Apurar y acertar en la toma de la decisión, en ese instante, significaba un regreso seguro de las tripulaciones (4 personas) con sus 2 aviones. Demorar o errar, la perdida de las tripulaciones y los aviones.

Si les asegurábamos que la escuadrilla podría aterrizaje en GASUR y luego no se lograba efectuar con éxito, las tripulaciones se tendrían que eyectar, con posibilidades de perecer en la arborizada. Maniobra que efectuada en paracaídas es peligrosa, además de perder los aviones. Por otra parte, si permanecían más tiempo apoyando, la posibilidad de sobrevivencia de las tropas que combatían en Las Delicias, serian también mayores.

Estábamos corriendo riesgos muy altos. Abrigábamos una leve esperanza que si se eyectaban lo harían, al menos sobre la Base, si les iluminábamos lo mejor posible el lugar para que lo usaran de blanco del salto en paracaídas, para facilitar su rescate. En un lugar fuera de la Base y dentro de la selva, como la que rodeaba al GASUR, es difícil lanzar una operación de búsqueda, recuperación y rescate, de una tripulación, con relativos márgenes de sobrevivencia.

LAS IMPROVIZACIONES.

Para ayudar al máximo al aterrizaje, ordenamos poner en marcha todos los generadores Diesel a plena potencia, encender las luces, incluyendo las domésticas y el alumbrado público. Algunos mecheros con ACPM improvisados y los pocos vehículos con las luces prendidas, fueron puestos en la pista. Además de cuantas linternas de mano y lámparas portátiles se encontrara.

Despertamos e incomodamos a todos, incluidos los hogares, pero era necesario. Debían poner su grano de arena alumbrando con sus casas. Era el momento de la verdad. En medio de la jungla cualquier luz, por tenue que sea, debido a la intensa oscuridad del cielo, que se confunde con la de la selva, vista desde la cabina de un avion, se capta desde muy lejos. Es una gran ayuda para que las tripulaciones, carentes de combustible, puedan viajar en línea recta para aterrizar o eyectarse a salvo lo más pronto.

Cuando la escuadrilla llamó finalmente, solicitando autorización de regreso, le dimos nuestro inmediato consentimiento y pusimos en el máximo nivel de alerta a todo el personal de la unidad. El avión líder de la escuadrilla informó que la nubosidad no le permitía posicionarse adecuadamente para el aterrizaje. Que haría un primer intento. Además de que tenía que tener en cuenta que su compañero de ala sufriría un considerable retardo ya que era el turno dos para aterrizar.

 
LAS PELIGROSAS MANIOBRAS.

 Para no ser deslumbrado por el reflejo en la nubosidad, que estaba empezando a cubrir el terreno, inició la aproximación con las luces de aterrizaje apagadas. Las encendió estando lo más próximo a la pista. En ese instante pudimos ver los faros de aterrizaje como puntos de luz difusa en medio de la niebla. Estaba más alto de lo que debía para lograr aterrizar en la corta pista disponible. Dejamos que el piloto siguiera sus mismas conclusiones. En ese momento, el mismo ya se había dado cuenta de la situación y estaba iniciando un sobrepaso. Habíamos fallado el intento de aterrizar el primer avión.

La angustia que nos causó la falta de éxito de esa maniobra nos invadía por completo. Los que estamos en tierra observando desde en lugar próximo a la pista de aterrizaje, vimos pasar del avión a poca altura sin poder hacer ninguna otra cosa por ellos. Nos quedamos mudos conteniendo los impulsos de hacer recomendaciones a las tripulaciones, fingiendo una muda serenidad, ya que ello les causaría más embarazos y para que actuaran por su cuenta.

El piloto reportó que intentaría nuevamente la maniobra y que creía poderla lograr con éxito. Lo repitió y se acomodó mejor que en la primera oportunidad. Cuando aterrizó todos sentimos que se nos quitaba un gran peso encima, aunque todavía faltaba su compañero. La tripulación ya en tierra le hizo recomendaciones al avión que sobrevolaban en espera de su turno para aterrizar. Las orientaciones fueron tan adecuadas que al primer intento aterrizó. De esa forma terminó la calcinante preocupación.

Los reabastecimos y mientras tanto surgió otro inconveniente: empezó a caer una llovizna, con nubes bajas y densa neblina. Los aviones, en esas circunstancias podrían despegar, pero si lo hacían era definitivo que no volverían a aterrizar. Si dábamos la orden de despegar, estaríamos mandando a sus tripulaciones a una muerte casi que segura. Decidimos no despegar.

domingo, 25 de agosto de 2013

LAS DELICIAS (VI)


LAS DELICIAS (VI)

REACCION DEL ENEMIGO
Para solventar la situación, los narcoterroristas recurrieron a la presión social. Adoctrinaron y amenazaron a los colonos exigiéndoles dejar sus parcelas y desplazarse en manifestación pública hacia la ciudad de Florencia. En una semana llegaron a los alrededores de la capital del departamento, aproximadamente 40,000 personas. Una masa humana compuesta por hombres mujeres y niños, con actitud agresiva donde se escondían gran cantidad de agitadores e Insurgentes armados, quienes dentro de sus consignas manifestaban el deseo de ingresar a la ciudad para saquearla.

Como la situación era extremadamente grave, la operación Conquista 2 debió suspenderse para proteger la capital y controlar el orden público. Se creó un anillo de contención alrededor de la ciudad cerrando las vías de aproximación. Al frente de esos puntos se estacionaron las multitudes, armaron campamentos y se dispusieron a una espera prolongada para obligar a las autoridades a permitirles la llegada al casco urbano.

El comportamiento no era de manifestación pacífica. A los 10 días se presentaron algunos choques con las tropas. Como su actitud beligerante y agresiva no lograba que se les cediera el paso, en uno de los puentes de las vías que conducen a Florencia, intentaron forzarlo con el fin de provocar la contención física. Buscaban crear motivos jurídicos para demandas, por vía tutela, contra las autoridades como así lo lograron. Reclamaciones que algunos jueces de la región, proclives al movimiento armando y la insurgencia delictiva, fallaron en contra de los comandantes militares a quienes se les condenó a penas de arresto por no haber cedido a las reclamaciones de los manifestantes para en entrar a la ciudad. Y por haber usado la fuerza para impedirles la libre movilización, supuestamente violando principios constitucionales fundamentales.

La justicia en esas regiones sufre de pánico a los terroristas quienes manipulan todos los estamentos y niveles del gobierno local, que está al libre albedrio de la criminalidad. Hacía poco un gobernador había sido asesinado y muchos otros funcionarios municipales estaban amenazados. En un combate fueron dados de baja tres insurgentes que resultaron ser concejales del municipio de Solano.

MARCHA CAMPESINA
Calculamos, basados en la cantidad de víveres y recursos de sobrevivencia llevados por los manifestantes y las informaciones de inteligencia provenientes de algunos disidentes que, aunque hacían parte de la protesta, no estaban de acuerdo con ella y debieron participar ante la amenaza armada, que la situación sólo podría ser sostenida por máximo de 30 a 35 días. Como se había previsto, a los 40 días se inició un proceso de deserción de manifestantes y 5 días más tarde se había disipado en su mayoría.

LOS RESULTADOS.

La sensación en la gente fue la de que los narcoinsurgentes no habían sido capaces de proteger a la población y su narcoeconomía, de la acción del estado, en la operación Conquista 2. También, que no habían apoyado bélicamente a la manifestación para la toma de la ciudad y por ello, ante la inanición, la población se había visto obligada a desistir de tal propósito y regresar a sus lugares de origen.

Fue un grave descrédito para la influencia ejercida social de los narcobandoleros, quienes habían dado una demostración real de su debilidad y del poco poder que supuestamente ejercían. Poder que sólo era efectivo contra la población desarmada de los colonos, más era totalmente incapaz ante la confrontación armada con las Fuerzas Militares.

El resultado final fue la de una fuerte crítica social contra los narcoterroristas y un sentido reproche. Aducían que para ese propósito de protección era para lo cual los colonos les habían pagado durante muchos años el impuesto del gramaje. Y que según los pobres resultados obtenidos fue muy tímida la acción en el empleo de las armas para cuidar sus intereses. Estaba demostrado que sólo extorsionaban la economía local con propósitos de simple sobrevivencia y lucro personal, sin ningún interés ni meta en lo social. Que se había reducido a ser un vulgar grupo de delincuentes que delinquían por el solo uso de las armas.

Por esa razón la insurgencia se sintió fuertemente cuestionada. Ante tan grave pérdida del respaldo social se vio acorralada quedando en la obligación imperiosa de emprender acciones que demostraran lo contrario y hacer manifestaciones reales de fuerza. En forma apremiante necesitaban adelantar un ataque o asalto a una población o una unidad militar que demostrara su capacidad y deseos de respuesta armada. Para ello decidieron ejecutar una acción contundente y que aunque no lograra recuperar el dominio y control psicosocial, por lo menos, si pusiera en evidencia que tenían potencia de combate, contra la operación Conquista 2 cuando los militares les habían cerrado el paso durante la manifestación.
Así fue como planearon el asalto y toma de la Base militar de Las Delicias, que ya venían valorando desde hacía algún tiempo. Calcularon la capacidad de reacción, el aislamiento, las posibilidades de apoyo y las condiciones del área para una aproximación furtiva, debido a la densa selva que la rodea.

MOVIMIENTO DEL DISPOSITIVO.

Como la Operación Conquista 2 se había paralizado casi en su totalidad, y las tropas, desplazadas para el cierre de la desembocadura del río Caguán, necesitaban un descanso de combate, el comando del Batallón dispuso un relevo con otro personal salido de la Tagua. El destacamento que ya llevaba tiempo prolongado en dicho cierre, fue enviado a la Base de las Delicias donde, aunque no era un lugar de descanso, por lo menos, era razonable suponer que por la distancia, tendría una menor amenaza al alejarlo del foco central de la operación Conquista 2.

Esa nueva ubicación les daría un relativo descanso sin modificar ni debilitar el esquema de las operaciones. El Capitán Comandante de la tropa ya había sido comandante de esa Base Militar, en ocasión anterior, y por ello era buen conocedor del lugar, así como lo relativo a las fortalezas y debilidades del destacamento.

Aunque se encontraba desmotivado debido a que se le había aceptado la solicitud de retiro de la institución, por voluntad propia, debido a los inconvenientes personales de indisciplina, no se le había dado el permiso de desacuartelamiento, demorando su salida sin motivo aparente. Posiblemente debido a las dificultades de su remplazo por las razones ya dichas sobre la resistencia que el personal ponía para ir a esos destinos aduciendo toda clase de motivos e inconvenientes personales o profesionales.

LOS PREPARATIVOS DEL ATAQUE.

Los narcoterroristas adelantaron una minuciosa acción de inteligencia de las facilidades activas y pasivas de la unidad, estudiaron con detalle el terreno, los lugares donde sacarían el recurso humano y de armamento para el asalto, evaluaron la distancia, confluencia y mimetismo de las vías de aproximación. Elaboraron una maqueta de las instalaciones y del terreno e hicieron prácticas simuladas del ataque. Todo lo registraron documentalmente. Hasta lo plasmaron en ayudas audiovisuales, las cuales usaron para perfeccionar la maniobra. Todo eso lo supimos después de la toma de la Base por medio de documentos abandonados por los insurgentes ante la fuerte presión a que fueron sometidos durante la posterior persecución.

Calcularon que debían emplear una correlación de fuerza de 4 a 1 en hombres y armamento para el asalto y de 6 a 1 considerados a quienes prestaron los apoyos. 400 narcobandoleros contra los aproximados 100 militares, que era la dotación en las Delicias.


HEROES EN  COMBATE 

EL ATAQUE
Para el comandante del GASUR, el día 30 de agosto de 1996 las labores habituales terminaron sin inconvenientes. Como a las 19:30 horas se presentó el Mayor comandante de la FUTACAL para informar que había recibido comunicación del Batallón de la Tagua, en la que se pedía estar alerta por un posible apoyo aéreo en Las Delicias, donde había sucedido algo pero no sabía que podría ser. La solicitud era más de alerta que un requerimiento claro de combate.

Estando de noche y como no teníamos capacidad aérea ofensiva, de manera preventiva llamamos a Bogotá, al Centro de Operaciones Aéreas COA de la Fuerza Aérea, para hacer una alerta sobre lo que se pudiese necesitar. Nos dijeron que harían todo lo posible aunque todo indicaba que sería muy difícil debido a que se encontraban en múltiples operaciones en diversas partes en todo el país.

Alrededor de las 20:00 horas nos llega otra comunicación de la Tagua donde se nos dice que el Capitán Comandante en Las Delicias, había llamado para anunciar que la situación era muy grave, que lo estaban atacando, los bombardeaban y que necesitaba toda la ayuda posible. La comunicación se había cortado y no había sido posible saber más detalles. Narrarían, después, los sobrevivientes que luego de ese mensaje los guerrilleros volaron la caseta de comunicaciones, no hubo más llamados y el Capitán se dedicó a dirigir el combate y la defensa de su unidad.

Ante nuestras limitaciones, pedimos, por intermedio del COA, en Bogotá, al Comandante de la Fuerza Aérea, un apoyo aéreo de ametrallamiento e iluminación. Nos informaron que el apoyo más factible sería desde la Base Aérea de Villavicencio. Esta se encuentra a una distancia de unos 400 km del sitio del combate. Además durante esa noche hubo otros ataques a poblaciones (27), donde toda la capacidad de la FAC estabas comprometida, incluido el Comando de Combate de Villavicencio, el más factible que podía prestar el apoyo.

Eso nos indicaba que los terroristas lo planearon predeterminadamente, para disminuir la capacidad de reacción de la Fuerza Aérea causando la mayor dispersión del poder aéreo. Hubo mucha angustia, no sabíamos nada, no teníamos otras alternativas y solo nos queda el esperar.

LOS ALOJAMIENTOS DESPUÉS DEL COMBATE