AERONAUTAS Y CRONISTAS

lunes, 9 de septiembre de 2013

LAS DELICIAS (XI)

LAS DELICIAS (XI)
LOS PRIMEROS RESCATADOS
Treinta minutos después llamamos: Torre Tres Esquinas, Tres Esquinas; helicóptero FAC 4122… FAC 4122. Contestaron: Siga FAC 4122, Control Tres Esquinas”. Informamos la hora de llegada y el número de heridos. Encontramos el punto de aterrizaje en la oscuridad, señalizado solo con los precarios medios de iluminación disponible en el lugar. Mecheros, luces de los pocos vehículos y linternas hacían de señalaros en el lugar de aterrizaje. Adicionalmente habían puesto en operación todos los medios de generación eléctrica disponibles para ayudarnos. Habían prendido el alumbrado público, las dependencias y viviendas, para que en algo nos sirvieran de orientación a la aeronave. Se pretendía crear una mancha de luz en medio de la infinita selva.
Tres Esquinas era una base aérea enclavada en medio de la jungla con el fin de hacer presencia nacional y desarrollo fronterizo. Misión asignada desde el ya olvidado conflicto con el Perú y por ello sin dotación especifica como unidad de combate y poder aéreo. Aterrizamos y pronto, aparecieron las destellantes luces de las ambulancias mezcladas con las voces de los médicos y las enfermeras.
Sin embargo, no era el fin de tan dramático rescate. Faltaba trasladar a los heridos a un centro de salud con mejores servicios. Transcurrieron 20 minutos cuando, desde lo profundo del negro cielo, se escuchó el distintivo rumor de un avión Hércules ambulancia que se aproximaba. No lo veíamos ni entendíamos cómo conseguiría aterrizar, más si lo sentimos sobre nosotros trayendo una esperanza de salvación.
De repente y cuando más próximo se sentía, la potente luz de una bengala abrió un gran hueco en lo alto de la ignota bóveda celeste e iluminó el espacio. Instantáneamente la noche se había convertido en día. El avión apareció suspendido en el aire, dentro de una resplandeciente burbuja de luz, cual musculoso y alado Dios griego, que acude a cuidar de sus guerreros.

ALADO DIOS GRIEGO

La silueta, en forma de cruz, giró majestuosa para aterrizar contrastando con el negro fondo del cielo. Cuando tocó tierra, dejó en claro su llegada con un potente chillido de ruedas, frenos y una nube de humo de caucho quemado. Los motores rugiendo a máxima potencia para contener la veloz y pesada mole salvadora. Sus hélices brillaron en cuatro grandes círculos reflejando los últimos destellos de la bengala. Todos nos unimos a la celebración con gritos de espontáneo júbilo. Lo había logrado y los sobrevivientes se salvarían.

Rápidamente embarcamos a los soldados y, a la media noche, despegó desapareciendo nuevamente en el oscuro velo. Exhaustos y complacidos respiramos profundo por la satisfacción de una nueva misión cumplida con aquel fatídico rescate. Nuestro mejor premio fue el saber que estos hombres pronto llegarían a un lugar donde curarían sus heridas debidas a su invaluable valor y entrega a la patria.

Las condiciones meteorológicas empeoraron con nubes bajas, espesa neblina y algo de llovizna, que no permitían otro vuelo seguro del helicóptero. De por si esa operación había sido muy peligrosa ya que el helicóptero ni la tripulación no estaban equipados para operación nocturna. Los que quedaron fueron rescatados al otro día cuando las condiciones fueron favorables.

Después de estos hechos las cosas comenzaron a cambiar significativamente para las Fuerzas Armadas en su lucha contra los inhumanos y violentos. El cansancio no lo sentíamos porque nos embargaba el gratificante estimulo del deber cumplido.

Mayor Ricardo Torres.  Coronel Iván González. Oficiales FAC.