AERONAUTAS Y CRONISTAS

lunes, 18 de marzo de 2013

BOLÍVAR Y SAN MARTIN




BOLÍVAR Y SAN MARTIN

Si Aníbal y Napoleón cruzaron los Alpes para invadir a Italia, Bolívar y San Martín cruzaron los Andes para libertar al Perú partiendo desde la Nueva Granada (actual Colombia) y Argentina, respectivamente.  El primero, con la ayuda de Santander, de los Llanos a la Nueva Granada. El otro, con la de O´Higgins, desde la Argentina a Chile. El uno representaba el sistema republicano y el otro abogaba por un monarquismo criollo. El uno avanzó de sur norte y el otro de norte a sur, para cerrar la tenaza sobre el poderoso Virreinato del Perú.

San Martín se adelantó a Bolívar en llegar a ese reducto español desplazando a la Sierra al Virrey, mas por maniobra táctica defensiva del realista que por derrota en combate. Mientras que Bolívar se adelantó en llegar a Guayaquil, plaza de importancia fundamental de la campaña. Ambos tenían el mismo objetivo, eliminar la peligrosa presencia enemiga peninsular en la América.

Bolívar estaba impedido para atacar a los realistas por su cuenta por falta da autorización del Congreso Neogranadino y por no ser invitado por el Congreso peruano. Invitación hecha a San Martín en espera de hacer innecesaria la intervención de Bolívar. Aunque, a este, deseos no le faltaron de actuar por su cuenta, ignorando los obstáculos y siguiendo los concejos de sus oficiales, pero contuvo sus ansias. Seria peor la medicina que la enfermedad. Sin embargo, San Martín no pudo reunir las fuerzas suficientes para atacar y planeó ayudarse con los auxilios que podría conseguir con Bolívar.

Acordada la entrevista en Guayaquil, entre los dos colosos, para ver que podían hacer, el norteño Bolívar planeó ir al encuentro, previendo lo que el sureño buscaba. Por ello no lo entrevistaría sobre un terreno neutral sino propio. Lo recibiría en un lugar, Guayaquil, donde ya era un hecho cumplido que se trataba de Colombia, suelo libertado y soberano. Así se lo hicieron saber los delegados bolivarianos cuando se presentaron a bordo de la goleta que ancló en la bahía, trayendo al patriota argentino. Lo invitaron a desembarcar en Colombia. Gesto que no podía hacer San Martín en Perú. En el caso que Bolívar hubiese ido al encuentro de San Martín a Lima, este no lo podía autorizar ingresar a si fuese designado el protector. y menos convidar, a suelo argentino. Desde ese momento comprendió que Bolívar ya le había tomado una diplomática delantera.

San Martín pretendía que Bolívar le facilitase 4 mil hombres. Para evitar que se viera como un auxilio puesto bajo su mando, le propuso que serian reemplazos y apoyos de sus tropas perdidas en combate. Era una reserva auxiliar no factible de tener que emplear ya que esperaba ser victorioso. De todas formas sometidas políticamente a su determinación, porque el era el Protector del Perú. Bolívar de ninguna forma podía aceptar esa figura. Sus hombres tendrían que estar bajo su mando directo y además, Bolívar exigía clara declaración de que él pudiese disponer de influencia política debido a la magnitud del auxilio y el alto riesgo a que exponía su ejército.

San Martín no podía tolerar eso porque el ya había sido nombrado máxima autoridad ejecutiva con amplios poderes políticos. Compartir menguaba su capacidad de dominio y control de toda la situación. Además de la diferencia ideológica sobre la forma de gobierno que se debía implantar, estaba esta de carácter político-militar sobre el manejo de la guerra.

Ante la mutua intransigencia, en la conversación, San Martín cayó en el error de decir, por provocador alardeo, que las fuerzas del Virrey eran inferiores y que los comandantes militares no eran tan capaces como se creía. Ello quería decir, por deducción lógica, que se declaraba superior en fuerzas a su enemigo el Virrey y que podía batirlo por si solo. Por supuesto que la gloria y los meritos serian todos de los argentinos. No tanto de los chilenos, aunque ellos eran el 70% de su expedición, puesto que él siempre se refería a ella como fuerza Argentina. Su sangre lo inducía a dar crédito mayor a su patria.  

Si triunfaba sobre los realistas, dejaba sin réditos al afamado militar caribeño por no participar. Cosa que Bolívar sabía que de todas formas sucedería, puesto estaba enterado de como el argentino ignoraba el esfuerzo de sus aliados chilenos. También que era su forma de actuar debida a su ideología monárquica, que coincidía con los imperantes pensamientos europeos, totalmente contrarios a las ideas republicanas que Bolívar profesaba. Por eso esa inoportuna fanfarronería era una incitación para aceptar su propuesta, con la idea de no comprometerlo en mayores peligros porque seria fácil. 

Ante esta apreciación Bolívar vio, de inmediato, la forma de llevarlo a una encrucijada. No solo se quitaba sus insistencias y el peligro de ser inducido a una campaña dudosa, sino la de poder emprender, por si solo, la destrucción de los realistas. Para cerrar el dilema, de inmediato, le entregó 1.800 hombres, a mucho riesgo, que tanto él como San Martín sabían que eran insuficientes. San Martín no podía rechazar porque le eran indispensables. Y si los recibía, estaba aceptando que no era tan fuerte, ante el Virrey, como acaba de decir. Que había pretendido ponerle una trampa a Bolívar, con una mentira. Y a eso no se podía exponer su alto prestigio. Ante dos males, el menos peor es el mejor, así duela. Aceptó y se marchó. El cazador resultó cazado.

Estando irremediablemente incapacitado para derrotar al Virrey, San Martín debió dejar el Perú. Solicitó el retiro del Ejército apartándose de sus propósitos de someter a los españoles y abriendo la puerta donde las victorias serian de Bolívar. Pudo ver que la derrota de los realistas no seria posible bajo sus exigencias y, de todas formas, se consumaría. Así se lograría él objetivo primordial, que favorecería a su patria, así fuese sin él. Ante tan grabe situación, los peruanos, de inmediato llamaron a Bolívar y el Congreso Granadino autorizó a Bolívar marchar. El Libertador asumió la campaña tanto con sus soldados patriotas como con las tropas republicanas peruanas, además de las argentinas y chilenas que había llevado San Martín.

San Martín fue un brillante militar de muchas virtudes. No tan diestro en los manejos políticos y diplomáticos. Bolívar era un hombre de maniobras militares y visiones continentales. Y aunque sus combates estuvieron llenos de vicisitudes, traiciones, fugas y derrotas, fue grande en el manejo del presente y futurista de sus objetivos. Después San Martín en las cartas a los amigos reconocía la grandeza de Bolívar, que un principio había juzgado con cierto desdeño y de poca claridad.

Triunfó la ideología republicana sobre la monárquica. Así luego no hubiese sido ningún paseo la libertad del Perú, más bien un doloroso tránsito por el infierno. Fueron grandes los engaños y reproches de los que fue victima, por parte de los mismos que lo llamaron para que los sacaran de la esclavitud. Como las dificultades que se dieron con Torre Tagle y Riva Agüero. Este ultimo quien hizo un nuevo llamado personal a San Martín para que lo ayudara a mantenerse en el gobierno. San Martín, establecido en Chile, enojado rechazó por haber interpretado sus buenas intenciones nacionalistas de propósitos personalistas.

También Bolívar nos dejó la clara lección de que la espada nunca se desenvaina sin razón para no tener que envainarla sin honor. Y es mejor ser amo de lo que se calla y no esclavo de lo que se dice. Pero eso se evidencia mejor en otra historia.