AERONAUTAS Y CRONISTAS

sábado, 13 de abril de 2024

 LO QUE MENOS SE ESPERA


Apartes del libro "Testimonio en el Aire" de Rafael Torres Fernández, que agregamos por encontrar sus experiencias, con respecto a la Base Aérea de Tres Esquinas, muy similares a las nuestras en 1995.

Corría el mes de agosto de 1943 cuando fuimos designados para traer desde los Estados Unidos seis aviones adquiridos por la Fuerza Aérea. La comisión de pilotos estaba dirigida por el mayor Jesús García Espinel.

Cuando hicimos escala en la ciudad de Veracruz, México, el mayor García había planeado decolar al día siguiente muy temprano de modo que arruinó nuestras esperanzas de divertirnos un poco en esa ciudad. Según lo convenido con el mayor Jesús García Espinel, alguien golpeó en su puerta de su habitación en hora muy temprana del amanecer y desde afuera una voz lo despertó diciéndole "mayor, es la hora".

Sin pensarlo el mayor se levantó y tomando un baño, arregló su maleta dirigiéndose a la recepción del hotel convencido de que eran las 6 de la mañana cuando realmente serían las 4. La venganza se había consumado y él nunca pudo saber quién "fui" El ejecutor de esa broma. Un tiempo después, cuando estuvimos bajo sus órdenes en Tres Esquinas, me prometió guardar el secreto si le contaba quién lo había hecho amanecer sentado en una banca. Yo lo convencí de que fue posiblemente la comida que le había hecho daño y había soñado que lo llamaban.

Soy de los que piensan que desde cualquier lugar, incluso desde aquellos que se consideran de reclusión o castigo, hay siempre algo que hacer por la sociedad y por la patria sacando provecho de lo que se cree que es una adversidad.

A comienzos de septiembre, después de entregados los aviones, el comandante de la base de Palanquero, el coronel Téllez me anunció que por orden de Bogotá, el día 10 partiría con el vuelo que llamábamos "Correo al Sur", que constituía un honor para el piloto escogido.

Por esos días había arribado a la base un nuevo jefe de operaciones, el mayor Luis F. Pinto quién, 24 horas antes de que yo partiera al Amazonas, me llamó para anunciarme que, sin fórmula de juicio, él sería quien realizaría el viaje, porque él lo había pedido a la Dirección de Aviación.

Mi reacción ante esta deslealtad entre compañeros no fue de subteniente a mayor sino de hombre a hombre. En realidad, todo el respeto que debían merecer sus estrellas lo acababa de perder por haber maniobrado a espaldas solo por envidias profesionales.
Le dije, entonces, dos o tres verdades, sobre las cuales fue informada la Dirección de Aviación. Resultado: se dispuso mi traslado inmediato a la Base de Tres Esquinas, a manera de castigo.

MIAMI EN LA SELVA.

Mientras volaba el avión Junker W-34 FAC 407, aeronave que también había sido asignada a la Base de la Selva, como se solía denominar en forma despectiva, me hacía el propósito de aceptar con alegría esta nueva misión. Lejos de amargarme con la medida disciplinaria que se me aplicó, la recibí positivamente. Resolví que ese tiempo en la selva no sería de "reclusión militar". Sino más bien una oportunidad para hacer algo por esa región olvidada.

Por fortuna el comandante de esa Unidad era precisamente el mayor Jesús García Espinel. Se sorprendió al verme. Conferenciamos largamente y apoyó los planes de remodelación de la Base que le presenté pocos días después. Me prestó toda la ayuda para emprender, primero, una reforma total a la apariencia triste de las instalaciones. Era preciso cambiar la cara opaca y lánguida de los edificios por una cara alegre, tropical y llena de vida. Para que los ocupantes no nos sintiéramos presos sino habitantes de un lugar de veraneo.

Dirigir la tropa a fin de rellenar y nivelar un terreno desmontado para construir una pista en tierra entre las dependencias de oficinas y el lugar donde teníamos el horno del ladrillo, paralelo a la recta del río. (El mismo horno que muchos años después en 1995 descubrimos con el fin de producir ladrillo y mejorar las instalaciones).

La verdad, pues, es que no nos quedamos quietos, contra lo que pudieran pensar quienes dispusieron el supuesto castigo. La estancia allí resultó mucho más agradable de lo que podía pronosticarse porque había un excelente personal. (En cuanto a lo familiar prácticamente estábamos disfrutando de una nueva luna de miel porque las ocupaciones y los ajetreos de la vida moderna en la pesada y congestionada ciudad de Bogotá no nos facilitaban suficiente convivencia familiar).

Teníamos una pareja de recién casados. El teniente Manuel Navia y doña Hilda, su digna señor. Luego del cambio de maquillaje, su luna de miel en la manigua, empezó a parecerse a la que pasan hoy en día los que van a Miami. Ahora, 34 años después, siguen siendo la misma pareja feliz de ese entonces.
Manuel Navia pertenecía al curso 15. Estaba recién graduado en naves de flotadores y había viajado para adquirir experiencia en ese equipo.

García Espinel tuvo la idea de darle una aplicación social al entrenamiento de sus pilotos creando una ruta que la llamó de "Servicio Social". Cubríamos el camino Tres Esquinas - Solano - Puertoboy - Curiplaya y la Tagua.
Por lo menos una vez a la semana realizábamos la travesía aérea para ver si había ayuda que prestar, enfermos graves que movilizar al hospital de Florencia. También visitábamos los puertos principales sobre el Orteguaza. Comprábamos elementos en Florencia de acuerdo con los encargos, del personal de la base y vecinos. Llegábamos a extender esa ruta menor de las selva, hasta Araracuara y la Pedrera. Eran aviones que cumplieron una labor de gran utilidad cívica.

El avión usado era Junker W-34. Si el avión Douglas DC-3 ha sido admirado por toda una generación de pilotos, esta máquina tendría que quitarse el sombrero y saludar al Junker W34. Para la prueba un botón. En el año de 1928 hizo un vuelo sin escalas por el Atlántico Norte, de este a oeste. Hoy en día el FAC 407, siempre arrogante, esta sobre un pedestal en el museo de la FAC en "El dorado".

A mi regreso a Palanquero, los Falcon y los Hawk estaban semiarchivados y reinaban el BT-15 y el AT-6. Que más tarde fueron vendidos como chatarra a los gitanos. No se tuvo la precaución de preservarlos con destino al museo aeronáutico, que es otra forma de hacer historia".
Rafael Torres Fernández.