AERONAUTAS Y CRONISTAS

lunes, 20 de enero de 2020

EXPERIENCIAS DE LOS TURISTAS EN SAN ANDRÉS


Félix Antelo.
Viva Air

Usuarios del transporte aéreo

Carta abierta.

El domingo 27 de octubre de 2019 tomamos el vuelo de las 11:30 de la mañana de Río Negro a San Andrés en la empresa Viva Air, con mi señora madre, con el fin de pasar una semana de veraneo. Fue un magnífico vuelo.

Al llegar al aeropuerto Rojas Pinilla, decidimos desabordar de últimos. Mi progenitora, con casi un siglo de edad, camina despacio y entorpece la salida rápida, que tanto gusta a los pasajeros de las aerolíneas.



Algo que también le interesa a la empresa para evitar demoras pudiendo reducir al mínimo el tiempo en tierra de la aeronave. Forma como se evitan costos operacionales, según lo enseña la Cátedra de Ingeniería Aeronáutica.

Saliendo de la aeronave, por la puerta delantera, tuvimos el grato encuentro del Comandante del avión. Un compañero de estudios universitarios, el Capitán Pedro Juan Múnera.

Fue un corto saludo, por los mismos motivos mencionados. Pero sin dejar pasar su amabilidad y gran caballerosidad, que lo caracterizan como un auténtico hombre del aire.
Continuamos nuestro recorrido por el túnel de abordaje acompañando a mi señora madre adelante, caminando un poco lento y mi esposa ayudándola.

A la mitad del mismo comenzamos a escuchar, detrás de nosotros, una fuerte voz femenina. Vociferaba en tono altanero, acosador y abusivo. Nos exigía que aligeráramos la marcha.

Ante tal circunstancia, mi señora se devolvió para pedirle en tono bajo y muy moderado, en actitud cordial y casi que suplicante, que tuviese un poco de paciencia en vista de que era una señora de bastante edad.

La petición, en lugar de ser motivo de una prudente consideración y, contrastando totalmente con la actitud del Comandante del avión, lo que hizo fue arreciar sus atrevimientos. En la forma más burda, tosca y ramplona. Elevo más la voz y la actitud agresiva.



Asimilándose, completamente, a los arrieros de mulas, que fustigan a las recuas, cuando disminuyen la marcha por caminos de montaña.

Debido a tal ofensa, me vi obligado a intervenir para pedirle, también, que por favor no nos apremiara y que tuviese un poco de prudencia. Pero nada de eso le ameritó y continuó su gritería.

Motivo con el cual nos hizo enfurecer. De tal manera, que pensamos que si le poníamos en evidencia que éramos educados, caballerosos y cultos militares, profesión sobre la cual mucha gente supone qué somos arbitrarios, abusivos y torvos y que, sin embargo, no actuábamos de esa manera, cambiaría de actitud. Tal vez que pensara que somos los no los hemos dejado caer en las garras de la atrazada nación comunista que los quieren dominar. Una idea fantástica e ilusa con esta clase de personas, pero una alternativa de ultima oportunidad. 

Entonces recurrió a la amenaza personal diciendo que llamaría a la Policía para una supuesta intimidación. Tal vez creyendo que esa institución se utiliza a manera de verdugo para dar látigo a esclavos insumisos. Al mejor estilo colonial. Quizás es su rezago mental que le ha quedado del tiempo de la conquista. O su frustración genética de sus ancestros de otro continente menos civilizado. Razón por la cual se le enquistó en incontenible rencor social.

Observamos que justo, en ese momento, un joven Policía había ingresado, detrás de ella, al túnel en la dirección que llevábamos. Nos pareció muy apropiado y le dijimos que nos gustaría mucho que lo hiciera. Que precisamente ya se aproximaba el que, para ella, era su supuesto buen Policía salvador.

No notó que por su comportamiento ya le habíamos hecho señas al joven uniformado pidiéndole que se aproximara para que mediara en el asunto. Y que por eso su amenaza no nos amedrentaba. Que, por el contrario, nos sería de mucha utilidad, lo cual le sorprendió. Esperamos que de esa forma suspendieran sus abusos.

Entonces nos dijo que le importaba cualquier cosa, por no decir una vulgaridad, quienes éramos ni lo que pidiéramos ni los motivos qué presentáramos.

Fue tanta la furia provocada que pensamos que sí también recurríamos a la ofensa personal, quizás moderara su comportamiento. Fue así como, sin usar palabras vulgares, pero sí conceptos muy fuertes, le pusimos en evidencia su calidad primitiva, salvaje y de mala procedencia. Que hacía quedar pésimamente a la compañía y a la población local.

Que se creía con derecho a cualquier tipo de agresión simplemente por portar el uniforme que distingue a la empresa que le ha dado una oportunidad laboral. Que tanta falta les hace a los habitantes de la isla. Uniforme que, supuestamente, se debe portar con gallardía y dignidad. Porque, de lo contrario, arruina completamente el prestigio empresarial, comercial y aeronáutico de la compañía.

Además de que, por ser una nativa isleña, también desacredita a todos sus coterráneos. A los que tanto aprecio les tenemos los colombianos continentales mientras que ellos nos desprecian. Hasta el punto de que pagamos, con mucho agrado, el impuesto de visita a la isla. Como si se tratara de otra república diferente a la colombiana. Pero que todos sabemos que están necesitados de nuestro apoyo y solidaridad.



Pues la productividad local no les permite para bastarse por sí mismos y ser autosuficientes. Y les es de mucha utilidad no sólo la contribución fiscal sino de la presencia del turismo. El que los visita para apoyar, pagando los servicios recreacionales. Para que puedan tener un mejor nivel de vida y suficiente actividad económica.

Fue tan evidente lo acertado de nuestra posición que, aun siendo el agente de la policía también isleño y cuando ya ella no nos veía, nos extendió la mano ofreciendo apretar la nuestra, en solidaridad y respaldo a nuestro comportamiento y la integridad demostrada.

El propósito de este informe no es para pedir una retaliación laboral contra esa burda empleada de tan pésimo gusto, qué arruina, desde el primer segundo, la estadía a los viajeros a la isla. Y lo que el Capitán Múnera y su tripulación demostraron durante el vuelo.
Nuestro propósito es que estos empleados sean mejor escogidos y entrenados. Que comprendan que ellos son la imagen de la compañía ante el público y de la Isla. Que por lo tanto deben disponer de un mínimo criterio de calidad, bajo la cultura del perfeccionamiento continuo.

Que tengan sentido de pertenencia. No es posible que una empleada de tan baja calaña derrumbe todos los esfuerzos de los altos directivos institucionales por crear el prestigio empresarial. Que es extremadamente difícil de ganar y fácilmente destruible en un instante.

Quizás pensando de que los pasajeros nunca se quejarán de sus osadías. Ya sea ante la compañía, los consumidores del servicio o, en forma abierta, con el público en general. Ni que tendrán el talante y la entereza para evidenciar sus groserías. Que creen que los turistas son gente fácilmente apabullable y humillable porque se asustan tanto como para doblegarles el coraje.



Es muy claro que dejamos en evidencia que nos pareció excelente el servicio en un 98%. Y que el 2% faltante final destruyó todo lo anterior. Lo ganado con mucho empeño empresarial. Desde la compra del tiquete hasta el último momento de abandonar la puerta del avión en el destino.

También es verdad que una empresa no puede lograr formación mental, social y corporativa con un corto curso de entrenamiento a personas semihumanas. Y más cuando el material oriundo disponible para tales menesteres trae grandes falencias de origen local en virtudes. Y en méritos familiares, particulares y espirituales.

De todas formas, se podrá ganar bastante si se despliega un esfuerzo para mejorar la calidad de quién es la cara de la compañía ante la clientela.

Porque tenemos la firme convicción de que el servicio aéreo de bajo costo no implica un trato desprovisto de la más mínima cordialidad, educación, comprensión y prudencia para con los usuarios, colombianos y extranjeros.

Cordialmente: Iván González.    Cédula: 14.997.005

UNA DOCTRINA DE VUELO


UNA DOCTRINA DE VUELO

Nuestro concepto sobre la actitud a tomar por el tripulante que no esta al mando del avión en relación con las decisiones que para el desarrollo del vuelo están siendo ejecutadas por el piloto al mando de una aeronave.

Este concepto tiene el propósito de contribuir a la ampliación de las ideas que permitan establecer una doctrina sobre la mencionada condición.



Existen dos situaciones de "Alerta Progresiva" AP, extremas sobre el desarrollo de un vuelo que son contraproducentes, para la seguridad, cuando se presentan diferencias conceptuales entre los dos pilotos que podrían derivar en errores fatales.

La primera es por omisión debida a un alto respeto a la autoridad, temor a las represalias, bastante consideración a la diferencia en la experiencia profesional y, en nuestro caso institucional, a la antigüedad y el rango.

Esto factores pueden llegar a ser tan fuertes que se convierte dogmas culturales que impiden, con frecuencia, formular al comandante de la aeronave, la advertencias necesarias para la seguridad del vuelo.

Porque puede molestarlo en el campo personal o profesional. Pero que de todas formas podrían ocasionar errores fatales.

La otra condición extrema consiste en el desconocimiento total, por parte del segundo al mando, de la autoridad del piloto comandante.

En forma abierta que lo llevaría actúa sobre los mandos del avión sin previo acuerdo ni consentimiento de su superior.



Esta situación propicia que pueda presentarse una confrontación verbal y acalorada entre los pilotos o, incluso, el forcejeo físico sobre los comandos del avión.

Situación también totalmente contraproducente para la seguridad del vuelo.

La institución debería oficializar, dictando doctrinas, sobre estas dos condiciones. Por la evidente inconveniencia de ambos casos.

Porque la falta de criterios al respecto es el comienzo propiciador de un error. Con el primero se permitiría la comisión de deficiencias y la imposibilidad de corregirlas por omisión

En el segundo caso por el desconocimiento de un nivel de jerarquía por acción.

En caso de que no se quiera afrontar desde esos dos puntos de vista por lo exagerado, como mínimo, se debería, dictar doctrina sobre la actitud y el comportamiento de los pilotos para condiciones intermedias, entre estos dos casos extremos. Que podrían ser de tres niveles así:

Primero. Una sugerencia moderada cuando el riesgo sea poco probable. Es una recomendación de tipo cordial que se mantiene dentro de los parámetros de la administración de recursos de cabina. Donde el piloto está dispuesta a recibir constantemente este tipo de recomendaciones.

Es lo que se hace ordinariamente. No demanda una permeabilidad y receptividad especial
 Pues es la actitud espontánea y natural que se espera dentro de un equipo que se colabora mutuamente.

El copiloto también debe haber sido orientado previamente sobre la necesidad de contribuir a la seguridad del vuelo con sus opiniones dentro de un ambiente de cordialidad. Estas situaciones no requieren de ningún tipo de reportes y análisis posterior al vuelo.



Segundo. Si la condición de inseguridad lo llegara a ameritar, las advertencias deben ser reiterativas y más exigentes, debido a la condición de peligro.

De todas maneras debe hacerse evitando una discusión que haga perder el tiempo necesario para la decisión.

En este caso la situación justifica un reporte de riesgo operacional, que debe ser analizado por un comité de seguridad. Quien decidirá sobre el nivel de riesgo presentado y, así mismo, decidirá sobre lo acertado por cada uno de los pilotos.

Tanto en la recomendación del copiloto como por la decisión tomada por el piloto con propósitos meramente preventivos.

Estos antecedentes deberán formar parte del historial profesional y con el tiempo servirán de ayuda para tomar futuras determinaciones. En casos de que sea necesario con respecto al desempeño profesional de cada uno.

Tercero. Si el peligro llegar a ser inminente, cualquier miembro de la tripulación estaría en la obligación de hacer una demanda impositiva al piloto al mando para alejar la posibilidad de un accidente fatal.

Es indispensable ser reportado para que se tome alguna acción correctiva inevitable por parte de los encargados de la seguridad del vuelo dentro de la estructura empresarial.

Los pilotos deben ser conscientes de que algún día su tripulación puede llegar a actuar de esta manera con él y por lo tanto disponer de una razonable flexibilidad.

Que así lacere sus conceptos personales de autoridad, es necesario que lo admita, por el bien general de la preservación de la seguridad del vuelo.

Si lo considera necesario, después, puede reportar lo sucedido con el fin de analizar si también pudo existir un desconocimiento de autoridad innecesario.

Como puede verse, una omisión completa o una confrontación y disputa física sobre los comandos del avión, no están dentro de estas tres posibilidades. Pues sería la última situación a la que se tendría que recurrir por una condición de inminente fatalidad.

Que sólo depende de situaciones muy particulares que requieren un análisis individual y que, por lo tanto, no podría establecerse dentro de las doctrinas generales que al respecto dicte una autoridad.



Tampoco formarían parte de los programas de capacitación para pilotos. De esta manera se estaría considerando que la situación es casi que absolutamente improbable de suceder.
Debido al alto profesionalismo y el entrenamiento recibido por todas las tripulaciones de vuelo.

En caso de que se llegase a presentar, el copiloto estaría en condición de un libre albedrío para actuar por su propia cuenta.

Es conveniente dejar en claro, en forma abierta y como criterio institucional, que cualquier informe y discusión sobre estos temas no deben ser considerados como motivo de vergüenza por parte de los miembros de cabina.

Ni debe ser utilizado como un demérito profesional por parte de un subalterno de vuelo. O  por motivos menores que no contribuyan a la seguridad operacional.

Consideramos que el solo hecho de discutir estos temas, en forma clara y cordial, ya es un avance  en las alternativas de mejoramiento institucional para el perfeccionamiento de las operaciones aéreas.



Que en tiempos pasados nos han causado considerables pérdidas de vidas y equipos qué fueron evitables por medio de una cordial e inteligente y discusión.
Pero que en el entorno no favorecía porque, de antemano, eran calificados como áreas vedadas a la naturaleza y al carácter militar de nuestra organización.

Intentar hablar sobre estos temas era un irrespeto a la autoridad que no admitían ningún tipo de objeción.

Estos conceptos se han hecho muy evidentes en distintos desastres aéreos. Como fue el caso de la pérdida del avión C 130 que acuatizo en el Atlántico procedente de Europa, cerca de las Islas Bermudas.

El del accidente del vuelo del Avianca 052 en Nueva York el 25 de enero de 1990. Donde no se tuvo en cuenta el concepto de la "Intervención Progresiva" IA, debida.
Que en el caso de haberse aplicado, de seguro, lo habría evitado. Hechos muy evidentes en la investigación judicial y en la técnica que fueron contados 20 años después con mucha claridad.

La intervención progresiva es un tema doctrinario poco estudiado y menos normatizado. Y, por ello, considerado como un tabú o una ciencia oculta.

Parece que la única dependencia que lo abordó en 1997 fue cuándo el Inspector de la institución, una persona intelectualmente inquieta e innovadora en el campo de la calidad militar y del vuelo, pidió opiniones al respecto.

Al anterior criterio fue respondido en los siguientes términos:

"Sinceramente no existe en la Fuerza Aérea un piloto comandante que haga caso omiso a las advertencias de su tripulación cuando ha ocurrido en algún error de apreciación o decisión.

No obstante se considera que tal extremo, como usted también lo considera, que es muy improbable el intento del piloto, que no está al mando de la aeronave, que recurra a suplantar y sólo cuando es casi inminente el accidente.

En general, consideramos que sus propuestas coinciden con nuestro propósito de fortalecer al máximo la comunicación de la tripulación.

A pesar de la aparente discrepancia, en la parte relacionada con la disputa del comando del avión, por el solo compromiso del piloto para escuchar, en forma permeable, las recomendaciones de su tripulación, lo podemos considerar como un significativo avance en el campo de la prevención".

Respuesta en la que estamos de acuerdo. Puesto que las dos situaciones extremas es poco factible que se den por exceso o por defecto. Por acción o por omisión exageradas.



En lo que diferimos es en qué es necesario dictar norma y doctrina al respecto para que sea una referencial conceptual en la actitud y el comportamiento en las comunicaciones y en el empleo de los recursos humanos de cabina.

Esto es apenas una parte del concepto más amplio, denominado en la aviación civil, como Administración de Recursos de Cabina, CRM.