AERONAUTAS Y CRONISTAS

viernes, 7 de febrero de 2014

EL PILOTO DE PUENTES


JOSÉ MARÍA VILLA, EL INGENIERO DE LOS PUENTES


José María Villa.
(Fotografía de Melitón Rodríguez)

Luis Fernando Muñera López. lfmunera@une.net.co

José María Villa Villa, un campesino inteligente y trabajador, lleno de sueños por cumplir, escaló las más grandes alturas de la ingeniería de su tiempo y dejó su huella en el desarrollo de Antioquia, en especial del Suroeste y del Occidente.
Conocimientos matemáticos y científicos, ética, conciencia social, capacidad de análisis y habilidad práctica fueron las calidades que lo distinguieron y le permitieron desarrollar su profesión con tanto éxito y tanto beneficio para la comunidad.

COMENTARIO: “En el encabezado del Blog comento que este es relacionado con temas aéreos e históricos. Esta hermosa crónica reúne las dos cosas, porque aeronautas no solo somos los que hemos tenido la fortuna de volar aeronaves sino muchas otras personas dotadas de una poderosa actitud por afrontar retos. También vuelan los ingenieros puenteros sobre los ríos y los abismos, como el viaducto del ferrocarril en Amagá, para darnos grandes facilidades que hacen grata la vida. Obras que fueron no solo fueron osadas aventuras sino grandes éxitos del ingenio humano, como las aeronaves. Por tales razones tengo el gusto de compartir a los Amigos Aeronautas, esta estimulante crónica escrita con el deseo de estimular a las actuales y futuras generaciones en las satisfacciones del triunfo y el éxito de un pueblo que no permite dejarse vencer por las dificultades. Disfrútenla”. 

Nació en La Siberia, La finca de sus padres, localizada sobre la ladera de la montaña en la zona donde hoy está e corregimiento Horizontes de Sopetrán, a treinta kilómetros del casco urbano y a 2.100 m. s. n. m. La casa aún existe, yo estuve en ella y me emocionó sentir que esos fueron los terrenos, el paisaje, los campos de cultivo, los caminos que vio, pisó y amó José María Villa. Su vida transcurrió entre 1850 y 1913.

Paisaje del río Cauca y finca La Siberia, cuna de José María Villa.
(Foto de Cristina Salazar)

Es un regalo inesperado para el espíritu encontrar que desde el corredor de esa casa puede verse a lo lejos (tal vez a unos cinco o seis kilómetros de distancia y mil setecientos metros más abajo) el puente de Occidente sobre el río Cauca, maravilla de la ingeniería antioqueña, construido por él hace ciento veinte años.

Villa Ingresó a la Escuela de Artes y Oficios de Medellín y después a la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Antioquia. La guerra civil de 1876 obligó al cierre de la Universidad. Ante la imposibilidad de continuar sus estudios en Colombia y gracias al apoyo de Pedro Justo Berrío, gobernador de Antioquia, viajó a Estados Unidos y se matriculó en el Instituto Stevens, en Hoboken, Nueva Jersey.




La Siberia, en Sopetrán. Finca donde nació José María Villa.

(Foto del autor)



La continuación de la guerra obligó a suspender la ayuda que el Estado le enviaba, cuando apenas iba en la mitad de la carrera de ingeniería. Entonces recurrió a una propuesta brillante y atrevida: solicitó a la institución que le permitiera presentar los exámenes de las materias correspondientes a los dos años que le faltaban. Contra toda lógica, la universidad le aceptó el reto y, contra todo pronóstico, aprobó todas las pruebas y obtuvo el título. Fruto de la inteligencia y la tenacidad.



El método que utilizó para preparar los exámenes es ingenioso y altamente meritorio. Tomó los libros de referencia de los cursos y leyó su tabla de contenido. Sin estudiar los textos y basado sólo en la lógica y en sus conocimientos, ensayó a desarrollar esos temas. Luego comparó sus resultados con los de los libros y encontró que coincidían en un alto porcentaje. Entonces decidió enfrentar los exámenes. Y ganó.



Su tesis de grado, sobre la Mecánica del calor, fue laureada. Rápidamente fue reconocido en el exigente medio estadounidense como un gran talento científico y práctico en matemáticas e ingeniería. Tomas Alva Edison, el gran físico e inventor, lo conoció, lo apreció y repetidamente lo invitó a trabajar con él.



José María Villa se vinculó como ingeniero en la construcción del puente colgante de Brooklyn, en Nueva York. Allí no sólo aprendió la teoría y la práctica de estas obras monumentales, que aplicaría más tarde en Antioquia, también observó cómo se desarrollaban, sobre la marcha, a medida que el trabajo avanzaba, teorías y técnicas nuevas para su diseño y construcción. Ese método de trabajo dejó honda huella en su espíritu analítico y práctico.



Regresó a Antioquia en 1880. Además de la inestabilidad política y las guerras, el Estado estaba inmerso en una agitada ebullición social y económica. La colonización antioqueña hacia el sur y el occidente, amén de las actividades de minería, comercio y cultivo del café, hacían indispensable sortear el aislamiento geográfico por falta de medios de comunicación. Éste era un propósito tanto del Estado como de los empresarios privados.



El río Cauca constituía una barrera de envergadura. Los viajeros podían cruzarlo con gran dificultad y alto riesgo mediante barcas cautivas, vados o nado, cuando las aguas lo permitían. El ingeniero Villa centró su atención en la solución de las comunicaciones en el gran río.



La primera iniciativa concreta nació en Suroeste antioqueño, específicamente el proyecto de un puente sobre el Cauca para el camino entre Jericó y Fredonia. Don Alonso Ángel obtuvo el privilegio para construir y explotar esa obra en el sitio Las Piedras, creó la sociedad constructora respectiva y contrató a José María para emprenderla. Este puente colgante tuvo una importancia enorme porque facilitó las comunicaciones entre el Suroeste y el resto de Antioquia, dando paso a las recuas de muías, el transporte de ganado y el tránsito de pasajeros, fundamentales para el progreso de la región. La obra se hizo entre 1881 y 1885.



Puente colgante de la Iglesia, sobre el río Cauca entre Fredonia y Jericó. Obra de José María Villa.

(Foto Melitón Rodríguez)



Cuando se terminó, la gente empezó a llamarlo el Puente de la Iglesia, por sus bellas torres con arcos góticos. Algunas mujeres se negaban a cruzarlo sin cubrir su cabeza con un pañuelo, por reverencia. Más adelante se llamó “Puente Iglesias”. El peaje que se cobraba para el paso valía quince centavos por cada caballo, muía o res y cinco centavos por cada viajero de a pie o para el ganado menor. Esta maravilla, ¡ay!, fue dinamitada en el siglo XX para dar paso a otra construcción moderna.



Mientras esta obra estaba en proceso, un grupo de empresarios buscó a José María Villa para proponerle la construcción de otro puente sobre el Cauca en el camino entre Yarumal e Ituango, en el sitio Pescadero. Obviamente, Villa consideró difícil aceptar, por la enorme distancia entre los dos sitios, pero terminó recibiendo el contrato. Inició obras en 1882. Sin estar culminado, el puente tuvo que prestar servicio para el paso de tropas en la guerra de 1884 y 1885. Fueron tiempos difíciles por las confiscaciones y falta de dinero generados por la guerra. Villa tramitó préstamos en los que actuó como tomador y fiador. Finalmente el puente se entregó en 1886. También se destruyó en el siglo XX para dar paso a otra estructura. El sitio quedará inundado por el embalse de la central Hidroituango.




Puente colgante de Pescadero, sobre el río Cauca, entre Yarumal e Ituango. Obra de José María Villa.



Esos dos puentes permitieron a la gente conocer de primera mano la calidad de José María Villa, cuyo prestigio había llegado bien acreditado del exterior. Inclusive, algunos representantes del gobierno del Estado manifestaron que los trabajos de este hombre eran impecables en su eficacia, economía, calidad y firmeza. Agregaron, incluso, que la remuneración obtenida no compensó los sacrificios que se había impuesto el ingeniero Villa en tan penosa labor.



Villa se destacaba también como persona sencilla y amable, sobria en el vestir, aunque orgulloso y respetuoso de su dignidad de ingeniero. La robustez de sus obras daba fe de la firmeza de su persona y de sus conocimientos. Le gustaban las tertulias con sus amigos, en medio de los aguardientes, en las cuales conversaban agradablemente de todo lo que ocurría a su alrededor.



En enero de 1887 el Ministerio de Fomento y el gobernador Marceliano Vélez concedieron a los señores Gómez Hermanos y Braulio Chavarriaga permiso "para construir un puente colgante sobre el río Cauca en el paso de La Pintada, en el camino de Lomitas a Arquía, pasando por los distritos de Santa Bárbara y Valparaíso". El sitio se llamaba así por una casa de hacienda cercana, la única que tenía la fachada pintada. El contrato también le fue adjudicado a José María Villa. La obra, culminada en 1892, permitió mejorar la comunicación de Antioquia con el sur de Colombia y reforzar el transporte desde el Suroeste antioqueño hacia el centro.



Le llegó la hora a la obra cumbre del ingeniero Villa, con la que soñaron tanto el joven José María como su padre allá arriba en La Siberia, su casa de Horizontes: El puente de Occidente para unir Sopetrán con Santa Fe de Antioquia. El gobernador Vélez estaba empeñado en mejorar las vías de Antioquia, en este caso el camino de occidente, buscando salida al mar por Urabá.



Puente colgante de Occidente, sobre el río Cauca, entre Sopetrán y Santa Fe de Antioquia. Obra de José María Villa.



En Santa Fe de Antioquia se conformó la Sociedad Puente de Occidente S. A. liderada por Enrique White y por el mismo gobernador, con la participación como socios, entre otros, del Estado de Antioquia, Carlos del Corral, Julio C. del Corral, Federico Villa, Julio Ferrer, Lucio Martínez y Alonso Ángel. Iniciaron labores en noviembre de 1887. Villa estaba feliz y optimista. Sabía a lo que se enfrentaba y ya había dicho: "La obra es practicable y está al alcance de los recursos con los que podemos contar".



Para garantizar esa factibilidad técnica y financiera, José María Villa se esforzó en encontrar un diseño que se acomodara a la magnitud del puente, 291 metros de largo, 167 toneladas de peso muerto y 95 toneladas de carga viva admisible. Y, lo más importante, la selección de los materiales que cumplieran con la resistencia, el peso y la durabilidad, y cuyo costo fuese accesible. Era fundamental planear cuidadosamente cuáles materiales y piezas debería importar y cuáles fabricarlos o procurárselos en la región.



El sitio de la obra se convirtió en una verdadera fábrica. Montó dos tejares para los ladrillos; varios aserríos para la madera de cedro amarillo, cedro negro y comino; una trenzadora para los cables, y un taller de forja y fundición. Cada una de las piezas se seleccionó mediante un riguroso análisis técnico y económico: millares de tuercas y tornillos, péndolas de suspensión, abrazaderas, guarda cables, cables, alambres, varillas, galápagos, anclas, piezas de madera y más. Contrató en la región los artesanos más expertos y hábiles para cada labor.



Los cables son el principal elemento de soporte de la estructura y merecen mención detallada. Debían importarse, pues no había producción nacional, para transportarlos en vapor hasta Puerto Berrío y desde allí a lomo de muía hasta la obra. No podían venir trenzados, porque las mulas no podrían con el peso. Los hilos de acero del calibre N.° 11 se trajeron en rollos pequeños.



Mediante ensayos de carga que les hizo a muestras del alambre, Villa calculó que debía sostener el puente con cuatro cables, cada uno conformado por un total de 798 alambres o hilos individuales. Después de un cuidadoso análisis, decidió que cada cable estaría conformado por 21 manojos de alambres y que cada manojo contendría 38 alambres trenzados. Los manojos se amarrarían entre sí mediante abrazaderas para formar un cable. De paso, digamos que la longitud total del alambre requerido ascendió a casi un millón de metros.



COMENTARIO: “Para facilitar la comprensión de la dificultad de construir una obra confiable, agrego estos detalles sobre lo que implicaba calcular el proyecto en ese tiempo, en términos de ingeniería muy elemental.



El metal y el calibre de un alambre deben ser de tales propiedades que pueda no solo pasar de un lado al otro del rio resistiendo su propio peso, sin estirarse y menos romperse, sino soportar el peso de los componentes adicionales (amarres, herrajes y la calzada en madera, que sube de peso cuando se moja con las lluvias) y los vientos. Y, por supuesto, la carga útil, animales y vehículos que lo cruzaran.

Pero también la tensión se incrementa mucho en la medida en que el cable se jala para que quede a la altura necesaria en la parte más baja de la curva (llamada catenaria) sin exponerse a las crecientes del rio.



Si el puente se ancla alto en las oriyas, aumenta la longitud del puente debido a la pendiente del terreno en los lados, los alambres no resistirán su peso y menos las cargas adicionales. Es necesario calcular el punto óptimo combinando la altura de la catenaria sobre el rio, la altura de los estribos en las oriyas, la altura de las torres, la longitud, la carga muerta y la útil deseada, mas un margen de seguridad adicional para definir la resistencia de los materiales.



Sabida la capacidad de un alambre se puede determinar cuántos alambres deben cruzar el rio para lograr el resultado deseado. Para mayor seguridad se hacían pruebas reales sometiendo un alambre a un lastre llegando hasta la rotura. De esa forma se lograba una idea bastante aproximada de lo que sería la fortaleza de la estructura final.



Es increíble que con elementos tan sencillos como alambres simples de acero, que no eran ni trenzados ni con altas especificaciones metalúrgicas como los cables actuales, ladrillo y madera, pudieran atreverse a construir tales ingeniosidades. Es admirable la forma de pensar de estos pioneros”. Fin del comentario.      




Puente de Occidente. El puente se sostiene en cuatro cables, cada cable está compuesto de 21 manojos y cada manojo, de 38 alambres. Esta foto muestra en detalle los 84 manojos de alambres.



Para el diseño del puente eran fundamentales las torres de apoyo y los anclajes de los cables. Igualmente, la resistencia de la estructura contra los fuertes vientos que soplan sobre el cauce del río. Para el diseño se ayudó de pequeños modelos del puente a escala que montó a la orilla del cauce para observar su comportamiento. Era indispensable conseguir que al soplar el viento, el puente no oscilara como si fuera una hamaca y, menos aún, que fuera a dar vuelta sobre sí mismo. Para ello había que comprobar la proporción adecuada entre la altura de las torres y la longitud del puente, así como la eficacia de los cables tensores laterales para contrarrestarlo.



Para poner los cables de lado a lado del río, el ingeniero Villa tendió sobre el cauce un puente peatonal de treinta centímetro de ancho y un cable delgado sobre el cual se desplazaba una polea o roldana, de su invención, que halaba lentamente el cable. Seleccionó cuidadosamente los trabajadores que harían este delicado trabajo, no podían sufrir vértigo.



El puente se entregó el 27 de diciembre de 1894. Hasta el lugar llegaron gentes de Santa Fe de Antioquia, Sopetrán y Medellín, en alegres grupos. El día era una fiesta. En presencia de la concurrencia, encabezada por el gobernador de Antioquia y el obispo de Santa Fe de Antioquia, se hizo la prueba de carga de la estructura, metiendo en ella un elevado número de reses, que quedaron quince minutos mugiendo y pateando. El examen posterior mostró que la estructura no había cedido con la carga. El público estalló en aplausos y en gritos de "¡viva José María Villa!", a los cuales éste contestaba: "¡Que beba!"



La presa de la central Hidroituango se está construyendo actualmente, segunda década del siglo XXI, a unos setenta kilómetros aguas abajo del puente de Occidente. Es pertinente mencionar que la altura de esta presa se limitó de tal manera que el embalse no fuera a inundar esta obra maestra de la ingeniería.



De esta historia hay todavía mucho para contar, pero suspendo aquí. Recomiendo leer los libros José María Villa, un genio desconocido, de Hernán Echeverri Coronado, y José María Villa, el violinista de los puentes colgantes, de Pilar Lozano, en los cuales se basa esta crónica.



Para cerrar retomo la reflexión inicial, aquella en la que destaqué las cinco principales características de la personalidad y el carácter de José María Villa. Pienso que el ejemplo de su vida entregada al estudio y al trabajo, su capacidad de análisis, su sentido práctico de la ingeniería, su honradez a toda prueba como individuo y como ingeniero, hacen de él un paradigma, un modelo de vida. Antioquia siempre estará en deuda con él.



COMENTARIO: “Aun se pueden ver en la orilla del rio los antiguos estribos de los puentes de Puenteiglesias y La Pintada. En ambos caso fueron remplazados por puentes colgantes hechos completamente de metal que se conservan.

El primero está aún en uso aunque en condiciones descuidadas por falta de manteniendo. Hace días no se le trata la corrosión y le hace falta una mano de pintura. El de La Pintada esta mejor cuidado y se usa para vehículos livianos y peatones. El tránsito pesado cruza por un puente echo de concreto con la técnica de pórticos y vigas pretecionadas.



El puente de Pescadero desapareció completamente.



En Santafé de Antioquia también se construyó otro puente metálico colgante moderno pero, afortunadamente, se ha conservado el viejo a pesar de que sus componentes originales en madera demandan muchos remplazos ya que no es un material tan durable al medio ambiente como lo son el concreto y el acero de alta resistencia. Actualmente, solo le faltan los pasadizos peatonales laterales. Es un monumento al esfuerzo del pueblo antioqueño”. Fin del comentario.



Estos cuatro puentes colgantes sobre el río Cauca fueron mojones en el camino del progreso de Antioquia. No fueron fáciles, pero tampoco imposibles, pues en ellos se dio la conjunción perfecta del liderazgo y los conocimientos de un hombre excepcional como José María Villa, que supo acompañarse por artesanos y obreros hábiles y experimentados en tareas de albañilería, herrería, aserrío, carpintería, montaje de piezas, todos ellos trabajadores, osados, honrados y valerosos, capaces de enfrentarse a grandes retos y esfuerzos titánicos. Entre otras cosas ¿qué es todo esto si no una síntesis del espíritu antioqueño? El de antes, ¿y el de ahora?

Barca cautiva en el río Cauca, para transporte de personas, animales y carga. (Dibujo de Hildebrand. Grabado de Moynet)

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