AERONAUTAS Y CRONISTAS

jueves, 10 de mayo de 2018

28. ENTRE LEONES Y RATONES



28. El informe del comisionado. Los resultados los evidenció claramente José Noé Ríos en apartes de su libro: "Liberación en el Caguán". “El General Harold Bedoya sostenían que la Operación Conquista 2 en 1996 había sido un golpe definitivo contra el narcotráfico. El Coronel Roldán, comandante en Cartagena del Chairá, me hace un detallado análisis. Las cifras que da son escalofriantes. En Remolinos la población se ha disminuido de 4.900 habitantes a 69 en 9 meses. El despoblamiento se debe a la operación. En Remolinos no se repetirá la situación de años anteriores porque la operación redujo de manera considerable el mercado de la coca. El medio y el bajo Caguán, ya no representan la situación crítica de otras épocas.

Lo malo radica en que la población, que quedó en la región, está en pésimas condiciones. El área más afectada ha sido el casco urbano el cual ha perdido vigencia como centro de actividades económicas y comerciales. Demuestra claramente que la misión militar ha sido cumplida. La disminución de la actividad coquera es del 80%.
La inquietud es si Remolinos del Caguán ha dejado de ser un área estratégica y de seguridad del narcoterrorismo o todo el Caguán. El hecho es que la operación Conquista 2 fue un contundente éxito, aunque a un gran costo social. Como decía uno de los 69 moradores que permaneció en el casco urbano: Se acabó la coca pero se acabó el pueblo".

Se observa que la población tiene buen conocimiento de la guerrilla. Se percibe una gran familiaridad pero no es connivencia voluntaria sino la realidad de la región. Ellos están y tienen que convivir. Sería injusto decir que es un pueblo guerrillero. La llegada del Ejército se siente beneficiosa para la región. Les gusta más la legalidad que proviene de las instituciones, que la exigencia basada en las armas.

Aunque sufren de una fuerte influencia guerrillera, que hace proselitismo y busca consolidar espacios. Informé a la presidencia el 11/mayo/1997 así: "Toda la jurisdicción de Cartagena del Chairá presenta una sensible disminución en la actividad del narcotráfico, debido a la Operación Conquista 2, que con la Brigada 12, hicimos desde Tres Esquinas con el control del ingreso de precursores químicos.

La guerrilla tenía mucha desconfianza. Algunos pensaban que por encima de la voluntad de los civiles estaba el poder de los militares. La operación los dejó en una situación muy difícil. Se han producido desplazamientos. Los precios se han encarecido. Los ingresos fueron seriamente afectados y ya no tienen forma de pagar la nómina”.

Repetimos la historia. Estábamos en plena ejecución. Faltaba la etapa de consolidación, aunque ya los resaltos fuesen satisfactorios, cuando surgió algo imprevisto.

Los narcoterroristas, ya casi que por desespero, sacaron a relucir otra arma, que no tenía antecedentes en la historia militar del país. El uso en gran escala de la población civil como escudo y recurso de lucha.

Unos 25 años antes, una operación similar se había efectuado en el mismo lugar, y se logró el control temporal de la región. Más con los años se fue olvidando y las cosas regresaron a su condición inicial. Ahora estábamos recobrando, otra vez, lo que se dejó perder. Todo por no tener planes duraderos, estratégicos y a largo plazo. Los que debía mantener en ejecución el EMC.
En esa oportunidad no se dieron las masivas “marchas campesinas” usadas a manera de escudo de protección y como distractor de nuestra operación Conquista 2 y la operación Conquista 1, en el Guaviare.

El impacto sobre el prestigio bandolero.
Los efectos sociales. Las operaciones hicieron que los terroristas perdieran mucho prestigio, acatamiento e influencia dentro la población del Caquetá. Habitantes que tenía que protegerlos, darles mimetismo y auxiliarlos. Ya fuese por amenaza o por simpatía. Porque hasta aprecio les llegaron a tener dentro de la mentalidad colectiva regional, debido a la ausencia casi total de autoridad legal. 
Con las operaciones se les deterioró su penetración sicosocial y antisocial, en las comunidades urbanas y pobladores que aún viven en una etapa de colonización territorial. Incluso los alcaldes municipales debían consultarles las decisiones que les eran propias de su cargos. Las tenían que supeditar a los pareceres de los ilegales, los bandoleros.

Los reclamos. Los pobladores comenzaron a reclamarles su inefectividad en protegerlos de las acciones del gobierno nacional. Hasta los acusaron de falta de valor contra las Fuerzas Armadas. Especialmente contra los militares. Eran valientes solo con los habitantes desprotegidos e indefenso contra sus exigencias y atropellos. Además contra su capacidad para atemorizar, con suficiente fuerza, a los líderes políticos y comunitarios, para que controlaran ideológicamente al pueblo en favor de sus intenciones insurgentes. Las de hacerse al poder político local, regional y, finalmente, nacional.

Lo que después condujo al secuestro y asesinato del senador Turbay. Después a la masacre de su familia en una carretera al norte del departamento. El asesinato del gobernador González y tres alcaldes del municipio de Solano. Siendo estos los más notorios, pues fueron muchos los líderes comunales, a si fuesen caciques populistas, los que fueron sus víctimas.

Los sublevados no esperaban llegar a esa caída de prestigio. Algo inaceptable por ellos, que decían ser valeroso contra el Estado y a la hora de la verdad estaban siendo incapaces de demostrarlo. Lo que causaba una profunda herida al orgullo de esas personas ignorantes que tenían la certeza, así la ocultaran, de que su único mérito para el prestigio social y la autoridad, era la fuerza usando las armas. Porque de valores morales, sociales y menos intelectuales, sabían que no tenían ninguno.

Como eran conscientes perfectamente de esa falencia, trataban de enmascarar arreciando la amenaza psicológica, que llevaban fácilmente a la física. Incluida la de la pérdida de la vida si no eran simplemente acatados y mucho más si eran rechazados.
Para cualquier particular, el mostrar el más mínimo síntoma de debilidad en respaldarlos, era motivo suficiente de ejecución. Para ellos eso es traición así no sea miembro de su movimiento terrorista ni simpatizante o militante de su ideología política.
Un dantesco mundo del terror para los pobres e indefensos colonos donde lo que reinaba era la dictadura criminal. El mismo régimen Stalinistas a la colombiana.

El compromiso. Los cocaleros, cosecheros y comercializadores mafiosos les pagaban los impuestos revolucionarios que cobraban con hombres armados y llamaban, descaradamente, contribuciones voluntarias. Como el gramaje, el uso de pistas, la circulación fluvial, la vigilancia y otros. Y al momento de responder no estaban dando los resueltos esperados y por ello eran descalificados por las comunidades.
Tenían que demostrar lo contrario para no dejar decaer más la respetabilidad y recuperar la que bastante habían perdido. Con todos esos motivos debieron idear acciones de espectacularidad e impacto para lograr ese objetivo.

Planearon y ejecutaron las famosas y multitudinarias “marchas campesinas”, para invadir la ciudad capital del departamento, Florencia. Con ellas buscaban detener la Operación Conquista 2. Manifestaciones que no les dieron los suficientes resultados esperados y al contrario fue demostración de otro fracaso rotundo. En lugar de ser positivo se devolvió en su contra. Reforzó lo que se sospechaba y comentaba en los mentideros informales, cuán débiles eran a la hora de la verdad.

Operación de orden público.
El cambio de frente. La Operación Conquista 2 debió ser cambiada, rápidamente, de un plan militar previsto contra un enemigo armado, a una operación imprevista e improvisada, de contención de la población civil y desarmada, que surgió del área. En los asuntos militares es corriente que se planifique mucho y se termina improvisando. Y quien triunfa es aquel que muta rápidamente con acierto.

Aunque ya dijimos los reparos que teníamos con respeto a la Operación Conquista 2, en este caso esos errores de planeamiento fueron fortaleza y pudimos sacar ventaja a la adversidad con la errada ubicación del puesto de mando. 
Nos sonó la flauta por casualidad. Un golpe de suerte que no habíamos previsto pero nos fue positivo. Es muy improbable que eso suceda pero aconteció, el error se convirtió en fortaleza.

El repliegue rápido. Fue bastante favorable que el puesto de mando estuviese en el corazón del fenómeno. Salió de Tres Esquinas rápidamente para situarse nuevamente en sus dependencias del comando de la Brigada 12, dentro del casco urbano de Florencia. Les pusimos el avión a su disposición que en vuelos de solo 20 minutos los regresó de donde habían llegado. Un repliegue efectivo. Además resultó útil estar cerca de la Florencia para atender algo imprevisto: “Las Marchas Campesinas”.

Nuestro viejo transporte aéreo cumplió con fidelidad otra misión de su muy larga historia de éxitos. No importaba su antigüedad porque funcionaba aún como si estuviese recién salido de la línea de ensamblaje, a pesar de que eso había sido, quizás, antes o durante la segunda guerra mundial.

El problema ya no era hacer contención de una amenaza proveniente desde el Guaviare sino el de una multitud conformada con miles de habitantes ribereños de las cuencas de los ríos Yarí, Caguán, Guayas, Sunsiya, Peneya, Caquetá, Pescado, Bodoquero, y los del Orteguaza, con sus afluentes. Marchaban en protesta hacia Florencia por la operación Conquista 2.

Las marchas campesinas. La Operación Conquistas 2 causó tanto impacto que los bandoleros se vieron acosados por el pueblo y no pudiendo soportar las demandas de los coqueros. Los acusaban de no defenderlos de la acción oficial. Habían incumplido el deber. Ya que la vía armada no les había dado resultado, recurrieron a la presión social y la revuelta pública.
El método, las marchas forzadas de más de 45 mil campesinos amenazando con llegar a Florencia para protestar, lo que infaliblemente terminaría en el saqueo de la ciudad. Por eso la premura del comando de la Brigada en salir de GASUR y regresar a sus instalaciones de comando original.

Las marchas tuvieron que hacerlas amenazando porque realmente el campesino no es enemigo del orden y la ley. Lo hace por miedo y no por convicción. Solo eran pocos con la creencia en la ideología comunista y en que la violencia  es la adecuada para lograr las reivindicaciones sociales y la solución para mejorar su calidad de vida.

Para solventar la situación, los narcoterroristas adoctrinaron y, primordialmente, atemorizaron a los colonos exigiéndoles dejar sus parcelas y desplazarse en manifestación pública hacia Florencia. En una semana llegó, a los alrededores y las entradas a la capital del departamento, una masa humana compuesta por hombres, mujeres y niños, con actitud agresiva.
Dentro de ellos se escondía muchos agitadores e insurgentes armados, quienes con sus consignas manifestaban el deseo de ingresar a la ciudad. No faltaban quienes hasta ofrecían paga a los manifestantes con saqueo.

Como la situación era extremadamente grave, se creó un anillo de contención alrededor de la ciudad cerrando las vías de aproximación. Al frente de esos puntos de contención, se estacionaron las multitudes, armaron campamentos y se dispusieron a una espera prolongada para obligar a romper el bloqueo del ingreso al casco urbano. Prácticamente la ciudad quedó sitiada.

El recurso judicial insurgente. El comportamiento no era de manifestación pacífica. A los 10 días se presentaron algunos choques con las tropas. Como su actitud beligerante y agresiva no lograba que se les cediera el paso, en uno de los puentes de las vías que conducen a Florencia, intentaron forzarlo con el fin de provocar la lucha física.

Buscaban crear motivos jurídicos para demandas judiciales usando la tutela, contra las autoridades como así lo hicieron. Reclamaciones que algunos jueces de la región, proclives al movimiento armado y la insurgencia delictiva, resolvieron en contra de los comandantes militares a quienes se les condenó al arresto por no haber cedido a las reclamaciones de los manifestantes para entrar a la ciudad.

Usaron el fundamento de los derechos legítimos a la protesta y la expresión. Y por emplear la fuerza para impedirles la libre movilización, supuestamente violando principios constitucionales fundamentales, ilimitados hasta para causar daño. Aplicaban el principio de la guerra irregular. Emplear todas las formas de lucha. Y el poder judicial se prestaba, amigablemente, para ello.

Claro que nada decían sobre su responsabilidad por los delitos que infaliblemente se cometerían, si las tropas les permitían el paso. La actitud violenta y las consignas lanzadas, abierta y clandestinamente, no tenían valor para sus resoluciones.  La insurgencia también había infiltrado la autoridad judicial.

El choque. Parecía que fuese ilegal, aunque si legítimo, pero los comandantes militares se sostuvieron en su posición. Tenían la convicción de que era lo correcto. Pues los derechos son no sólo de permitir la protesta pacífica sino de proteger la población, honra y bienes de los demás. Pero siempre y cuando se haga uso correcto de ellos. Con fines constructivos y no destructivos. Y nunca para justificar el delito.

Si el choque con los marchantes fuese violento de seguro que hasta muertes se hubiera podido causar. Ambos contrincantes se exponían a que se llegara a un uso desproporcionado e impropio de la fuerza, por parte de ambos lados. Aunque la mayor factibilidad era por algún miembro de la institución armada.

El portar armas no solo es una ventaja comparativa cuando se usa para evitar el delito sino que  también un alto riesgo, bastante factible, de que se llegue a un error militar. Hay muchos antecedentes ya históricos de ello.

No es fácil, ni completamente garantizado, el poder alcanzar pleno control de los actos inconscientes de muchos subalternos. Los que por simple miedo o creyendo actuar según su deber o en reflejo instintivo defensivo, use la fuerza letal del armamento.
Y la otra, que la acción previa disuasora, que es la Policía, no tenía la capacidad para actuar ante la magnitud de las marchas. A pesar de esa amenaza adicional, los mandos militares de la Brigada no cedieron.

La justicia en esas regiones sufría de pánico a los terroristas quienes manipulan todos los estamentos y niveles del gobierno local. Estaban al libre albedrío de la criminalidad. Hacía poco un gobernador y tres alcaldes habían sido asesinados. Muchos otros funcionarios estaban amenazados. Hasta en un combate fueron dados de baja insurgentes que eran concejales municipales.


Protesta forzada en el Caquetá cruzando uno de los puentes de ingreso a la ciudad.

La resistencia. Usamos la información de inteligencia proveniente de infiltrados. Y principalmente de algunas fuentes de disidentes que, aunque hacían parte de la protesta, no estaban de acuerdo con ella, pero debieron participar en las marchas ante la amenaza armada. Calculamos que los víveres y recursos de sobrevivencia, llevados por los manifestantes, sólo les daría para sostenerse por máximo 30 o 35 días.
Como se había previsto, a los 40 días se inició un proceso de deserción de manifestantes y 5 días más tarde se había disipado en su mayoría. Solo aguantaron 45 días sitiando a Florencia.

Otra vez, la sensación en la gente fue la de que los narcoinsurgentes, nuevamente, no habían sido capaces de proteger la narcoeconomía de la acción del Estado. También, que no habían apoyado bélicamente a la manifestación para la toma de la ciudad y por ello, ante la inanición, la población se había visto obligada a desistir y regresar a sus lugares de origen.

Otro descrédito. Fue un grave desprestigio de la influencia ejercida por los narcobandoleros, quienes habían dado una demostración real de su debilidad y del poder que supuestamente ejercían. Poder que sólo era efectivo contra la población desarmada de los colonos, más era totalmente incapaz ante la confrontación armada con las Fuerzas Militares.

El resultado final fue otra fuerte crítica colectiva contra los narcoterroristas y un sentido reproche. Aducían que para ese propósito de protección era para lo cual los colonos les habían pagado, durante muchos años, el impuesto del gramaje. Y que según los pobres resultados obtenidos fue muy tímida la acción en el empleo de las armas para cuidar sus intereses.

Estaba demostrado que sólo extorsionaban la economía local con propósitos de simple lucro personal de sus cabesillas, sin ningún interés ni meta en lo social. Que se había reducido a ser un vulgar grupo de delincuentes que delinquían por el solo uso de las armas para vivir sin trabajar ,convirtiéndose en una carga social inútil.

No hacían obras sociales con los dineros recaudados ilegalmente a manera de supuestos impuestos para beneficio comunal y colectivo. Realmente era para el enriquecimiento de la burocracia de su errada ideología socialista interna. La que resultó ser más exigente y menos útil que, incluso, la ineficiente oligarquía oficial.
El reproche era mucho y su fama de ser los salvadores y la solución a las necesidades del pueblo, estaba por el suelo. Estaban perdidos en el apoyo del pueblo que ya no les daba ninguna simpatía ni querían saber más de sus intrincados argumentos comunistas de felicidad sin límite.

Por esa razón la insurgencia de las FARC se sintió fuertemente cuestionada. Nuestras operaciones, a pesar de las graves falencias en la planificación, medios y doctrina operacional, estaban dando excelentes resultados de desestabilización y pérdida de influencia social en el enemigo.

Por supuesto, también habíamos minado considerablemente su potencia de combate. Veíamos como la ofensiva y tomando la delantera, con defectos y riesgos, era más efectivo que el dejar de hacer y el ponerse en la simple defensiva, así fuese riesgoso. El correr riesgos generaba resultados.

Una acción reivindicatoria. Ante tan grave pérdida del respaldo de la comunidad, estaba el enemigo tan acorralado que se vio en la obligación imperiosa de emprender acciones que demostraran lo contrario y hacer manifestaciones reales de fuerza.

En forma apremiante necesitaban adelantar un ataque o asalto a una población o una unidad militar donde se viera su capacidad y deseos de respuesta armada. Por eso los narcosubversivos decidieron ejecutar una acción contundente. Aunque no lograra recuperar el dominio y control psicosocial, por lo menos, pusiera en evidencia que tenían potencia de combate contra los militares.

Y planearon el asalto y la toma de la Base Militar de Las Delicias, que ya venían valorando desde hacía algún tiempo.

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