AERONAUTAS Y CRONISTAS

jueves, 10 de mayo de 2018

21. ENTRE LEONES Y RATONES




21. El bastón de mando. En otra oportunidad, con motivo de una comisión científica holandesa que patrocinaba investigaciones en el Amazonas, junto con el embajador y el señor General Matallana, los trasportamos a ese exótico lugar. Los extranjeros quisieron aproximarse a los rápidos. Los colonos nos llevaron en sus botes hasta donde se podía. 
Debido al movimiento del oleaje, el General debió asirse mejor del bote dejando caer al agua su bastón de mando. Que allí debe estar pues los lugareños dijeron que era imposible recuperarlo. Si no es que una de las grandes bestias no se lo ha engullido y un pescador lo encuentre en sus tripas.

El bastón del General

Los radares. Con los años, el gobierno colombiano, en coordinación con el norteamericano y en aplicación del plan contra los narcóticos, instalaron un radar militar para interceptar los aviones ilegales. Tanto la base militar que protegía las instalación como los mismos operadores del radar, eran abastecidos por medio de aviones militares que periódicamente aterrizaban en la vieja pista hecha por los penitenciarios. Este plan se acabó después.

El ACPM preparado. En una de la visitas a esa estación de radar nos llamó la atención que para sus generadores Diésel los norteamericanos no emplearan el ACPM (Aceite Combustible Pesado para Motores). Preguntamos y nos explicaron que cuando llegan los aviones les extraían una cantidad del kerosene que usan las turbinas. 
Para aumentarle la densidad lo mesclaban con aceite lubricante en un 30% por volumen. De esa forma obtenían un combustible muy energético y no detonante que iniciaba la combustión con la alta compresión de los cilindros propia de ese tipo de motores. De esa forma evitaban el tener que disponer de distintas clases de combustibles y tenían una fuente transportada en forma segura y apropiada, llevada en los mismos aviones.

Esa técnica la tuvimos en cuenta para aplicarla en nuestros generadores cuando teníamos problemas de abastecimiento de ACPM. Aunque no se presentó la ocasión de tener que hacer uso de ella. Algo similar habíamos hecho años antes cuando nos vimos obligados a volar aviones DC 3 con aceite pesado para maquinaria de ingeniería o con combustible automotor.

El radar civil. Luego y allí mismo, el gobierno se comprometió a instalar un radar de vigilancia por medio de la Aeronáutica Civil. La estación funcionaba de manera automática enviando las señales a los centros de control de navegación en el interior del país. Pero con una planeación tan insuficiente que no consideraron la debida seguridad. El resultado final fue que los terroristas de las FARC dinamitaron el costoso complejo tecnológico, echando a perder bastantes millones de dólares debido a la pobre previsión de las autoridades aeronáuticas encargadas.

Si estos lugares se explotaran adecuadamente serian una gran fuente de riqueza como recurso turístico ecológico. Y de preservación científica de la gigantesca cuenca amazónica, de interés para toda la humanidad.

Radar táctico


Aspecto final de la primera parte.
Todo eso se enmarcaba dentro del principal objetivo propuesto por el alto mando cuando nos destinó de comandantes de esa unidad. Consistía en comenzar a crear las condiciones necesarias y producir los cambios de mentalidad indispensables para convertir el Grupo Aéreo del Sur, GASUR, en un Comando de Combate. Lo que se cumplió varios años después cuando ya no estábamos en el lugar.

Por supuesto que también a nosotros, los asuntos profesionales nos habían cambiado favorablemente desde cuando nos desempeñábamos en el aburrido cargo en el EMC. Del cual, supuestamente, nos habían desplazado para ese destino. Lo solicitando al Comandante de la FAC para que nos destinara a ese alejado lugar.

Adujeron para ello muy poca competencia y profesional y poca empatía nuestra con la vida militar. Criterio, que ante los demás, como así lo fue, en especial los oficiales de nuestra generación y similar grado, pareciese que no nos favorecía a título profesional. Lo que no sabían era que ello nos había sido grato a nuestro carácter personal. Aunque debemos admitir que fue una tarea pesada que nos demandó mucho esfuerzo. Lo que no gusta cuando lo que se busca es la comodidad personal antes que la dedicación profesional. 

El apoyo familiar. Propósito en el cual nos fue muy útil el apoyo y solidaridad familiar. Por eso les debemos tanto. Pues el criterio que profesábamos era el de que si ellos no podían seguirnos en ese fin, preferíamos retirarnos del servicio para no dañar nuestra calidad de vida familiar. En especial la armonía psicológica y la espiritualidad interna del núcleo familiar. Así fuese necesario admitir ciertas limitaciones materiales. Tanto dentro del servicio como fuera de él. 

Entonces, con esa destinación, pasaba rápidamente a dejar de ser una incómoda cola de león y era ya una libre y autónoma cabeza de ratón. Como lo pregonaba el sabio gracejo popular. Los detractores creyeron que sería un merecido castigo. Por no empatizar con las doctrinas que imponían los oficiales del Ejército en ese alto organismo militar burocratizado e incompetente. Para pasar a atender y cuidar los interese y las necesidades estratégicas nacionales en el campo real.

La experiencia no fue fácil por diversas razones. Pero esos eran los retos que deseábamos pues el trabajo de oficinista nunca nos ha sido realmente grato. Por algo nos fue tan satisfactorio ser piloto. Y más volando los aviones anticuados, de baja tecnología, inseguros y retadores a las destrezas humanas para el vuelo. Cuando los demás buscaban siempre ser asignados a los aviones más modernos y seguros. Algunos incluso casi que por solo miedo a sufrir un fatal accidente. A los que, también, nosotros bastante temíamos pero los confrontábamos.

Por inevitables razones de grado y antigüedad, teníamos que admitir cargos más administrativos. Aunque podíamos convertirlos en otros retos, así fuesen de distinta naturaleza, para demostrar, tal vez con arrogancia, que los podíamos vencer. Pero no de tanta emoción en la profesión. Porque la operación tenía carácter casi que de aventuras novelescas.

La emoción era la que nos recompensaba sobre cualquier otro concepto demeritante. El que los demás colegas se habían creado de nosotros. Por eso el folio de vida en esos dos años, fue el más calificado y estimulante de toda muestra vida militar. Nuestro superior operativo, un Señor General del Ejercito, que tenia sus dependencias de comando en Leticia, el CUS. Como nuestro evaluador dejó su apreciación en nuestra hoja de vida.
La que en esos veinticuatro meses, se llenó de felicitaciones y sin ningún demérito. A tal punto que cuando terminó nuestro tiempo de comando, y el documento fue enviado al comando de  FAC, en Bogotá, extrañamente sufrió una pérdida. Decía todo lo contrario de lo que se creía de nosotros y el motivo para ser asignados a esa misión. 

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