Prácticas
de combate.
23.
El muelle y los diferenciales. Desde
comienzos de la creación de la Base Aérea se había construido un hidropuerto
fluvial sobre el río Orteguaza. Consistía en un muelle metálico flotante sobre en el río donde atracaban los hidroaviones. Tenia una rampa en piso de concreto que
parte del río y sube una pronunciada pendiente hacia el terreno alto, donde
están las instalaciones aeronáuticas. Disponía de argollas, cables y poleas
para subir las aeronaves desde el agua. Termina en una plataforma alta al frente de la entrada del
hangar dotado de talleres donde se hacen las preparaciones mayores.
El muelle estaba acoderado a la orilla del río
por medio de amarras flexibles que le permitían seguir los cambios de nivel del agua. Los tensores fueron descuidados algunos años antes y una creciente se lo
llevó. Se fue navegando a la deriva como a unos 60 kilómetros de
distancia. Allí se encalló en una de las playas y fue olvidado. Parece que el
muelle se fue en búsqueda de su antecesor “Puerto Boy”, construido
provisionalmente cuando el conflicto con el Perú. Lo contamos porque, donde se
detuvo, está próximo a ese lugar. Es un valioso recurso, costoso material
militar y hasta patrimonio de valor histórico.
Pensando
en un rescate. Creímos que
valdría la pena rescatarlo. No solo nos serviría para complementar los
planchones que usábamos para alojamiento de los infantes de marina de la
FUTACAL sino de atraque de sus lanchas de combate, “Las Pirañas”. Botes de
casco blindado en fibra de vidrio, dos potentes motores fuera de borda y
dotadas de poderoso armamento de combate. Material muy valioso al que hay que
ponerle el mayor cuidado.
El
remolcador. Para el
rescate contábamos con nuestro remolcador “El Marandúa”. Herramienta
indispensable en la maniobra. Es de suficiente potencia pues tiene dos propelas
impulsadas con dos motores Diesel de buen caballaje y diseñado para operaciones
de empuje o remolque.
Había un hábil piloto. El nivel de las aguas, en invierno, era suficientes para usar una de las dragas de succión empleadas en la extracción de material de aluvión para la pavimentación de la pista. Con ellas podíamos escavar los alrededores del muelle para liberarlo y hacerlo flotar nuevamente. Quizás, de una vez, reexplorar el viejo Puerto Boy porque nos habían dicho que aún se podían encontrar, entre la selva, abandonados viejos motores y otras cosas de los antiguos biplanos que participaron en la guerra. Objetos históricos.
Había un hábil piloto. El nivel de las aguas, en invierno, era suficientes para usar una de las dragas de succión empleadas en la extracción de material de aluvión para la pavimentación de la pista. Con ellas podíamos escavar los alrededores del muelle para liberarlo y hacerlo flotar nuevamente. Quizás, de una vez, reexplorar el viejo Puerto Boy porque nos habían dicho que aún se podían encontrar, entre la selva, abandonados viejos motores y otras cosas de los antiguos biplanos que participaron en la guerra. Objetos históricos.
Muelle flotante similar
Pensando
en el combate.
Simultáneamente, el otro punto de vista era el operacional, el más importante.
Desplegábamos la FUTACAL. En especial sus tres elementos de combate fluvial
para hacer presencia y operaciones en las proximidades de la Base Militar de
Las Delicias en demostración de apoyo y acompañamiento. La misma que fue
arrasada a finales de 1996. Además de hacer patrullajes por el río Mecaya.
Por el Mecaya los terroristas ingresaban mucho
armamento desde el Ecuador con la complicidad de sus autoridades. Situación que quedó en abierta evidencia pública cuando se comenzaron a revelar muchas cosas de los terroristas de las FARC en los diálogos de La Habana, años después. Aunque nosotros lo sabíamos desde mucho antes.
Que los militares ecuatorianos corruptos no hacían nada por contener el contrabando de armas. Al contrario, cobraban por facilitarlo. Como ya muchos lo saben porque los medios de comunicación y las redes sociales lo han difundido. Y se ha sabido masivamente que eran patrocinadores del terrorismo.
El mismo terrorismo que, años después, por el cual Colombia debió bombardear su campamento dentro del territorio ecuatoriano. La famosa operación donde fue abatido el cabecilla Raúl Reyes que causó un fuerte choque diplomático entre las dos naciones.
Y con disgusto de otras como Venezuela y Nicaragua. El que fue atendido por el Señor Presidente Alvaro Uribe ante el foro de la OEA a donde debió ir a dar explicaciones. Situación que nos habríamos evitado si hubiésemos podido eliminar la presencia terrorista en la frontera con antelación.
Que los militares ecuatorianos corruptos no hacían nada por contener el contrabando de armas. Al contrario, cobraban por facilitarlo. Como ya muchos lo saben porque los medios de comunicación y las redes sociales lo han difundido. Y se ha sabido masivamente que eran patrocinadores del terrorismo.
El mismo terrorismo que, años después, por el cual Colombia debió bombardear su campamento dentro del territorio ecuatoriano. La famosa operación donde fue abatido el cabecilla Raúl Reyes que causó un fuerte choque diplomático entre las dos naciones.
Y con disgusto de otras como Venezuela y Nicaragua. El que fue atendido por el Señor Presidente Alvaro Uribe ante el foro de la OEA a donde debió ir a dar explicaciones. Situación que nos habríamos evitado si hubiésemos podido eliminar la presencia terrorista en la frontera con antelación.
Múltiple
propósito. Era pues una operación
logística y, al mismo tiempo, de operaciones de combate. El fin era esconder una operación militar en profundidad con la supuesta intención de rescatar una antigüedad que, a la larga, no tenía mayor importancia militar.
Algo complejo y costos en ambos campos, pero interesante y de interés nacional. Tenía varios objetivos simultáneos aunque, legalmente, estaba algo por fuera de nuestra guarnición y sin causar mayores inconvenientes a las demás jurisdicciones.
Pensamos, ahora, que si hubiésemos logrado hacer la operación, que tuvimos que aplazar por falta de recursos, quizás habríamos podido disuadir el ataque a Las Delicias. Aunque en ese momento no estábamos seguros pero si sospechábamos que sucedería. Como disuasor era el bombardeo de otro campamento que solicitamos meses antes del ataque a Las Delicias y que nos negaron. El que narraremos más adelante.
Algo complejo y costos en ambos campos, pero interesante y de interés nacional. Tenía varios objetivos simultáneos aunque, legalmente, estaba algo por fuera de nuestra guarnición y sin causar mayores inconvenientes a las demás jurisdicciones.
Pensamos, ahora, que si hubiésemos logrado hacer la operación, que tuvimos que aplazar por falta de recursos, quizás habríamos podido disuadir el ataque a Las Delicias. Aunque en ese momento no estábamos seguros pero si sospechábamos que sucedería. Como disuasor era el bombardeo de otro campamento que solicitamos meses antes del ataque a Las Delicias y que nos negaron. El que narraremos más adelante.
La realidad es que esa conclusión, ya tardía,
confirma que lo mejor, en cuanto a la iniciativa en la ejecución de acciones
militares, siempre es provechoso tomar la delantera, cuando hay motivos de duda razonable, así no existan sospechas firmes
sobre los sucesos del futuro.
La doctrina dice que si se hacen acciones que demuestren capacidad de movilidad, alcance, presencia, maniobra y otros conceptos de la guerra, son altamente disuasoras de posteriores amenazas. Estábamos convencidos del antiguo refrán latino del “Si vis pachen, para belllum”: "Si quieres la paz, preparate para la guerra".
La doctrina dice que si se hacen acciones que demuestren capacidad de movilidad, alcance, presencia, maniobra y otros conceptos de la guerra, son altamente disuasoras de posteriores amenazas. Estábamos convencidos del antiguo refrán latino del “Si vis pachen, para belllum”: "Si quieres la paz, preparate para la guerra".
Cuando comenzamos a ambientar la idea, como
siempre, le salieron opositores. Algunos con mucha razón. Como la escasez de
recursos en materiales y equipo para el combate. Otros no tan razonables. Su
argumento más fuerte era que éramos demasiado imaginarios y fantasiosos en
cosas que no ameritaban esos esfuerzos. Como los logísticos.
Claro que el comandante ve, con mucha
frecuencia y desde otros muchos puntos de vista o criterios, no siempre tan visibles para los
demás. Como el mantener la mente y el cuerpo de sus hombres en permanente
actividad. Tiene que sacarlos de sus nichos de confort y anquilosamientos
totalmente contraproducentes para las tropas. Por ejemplo, el de ponerse a
pensar en brujas imaginarias y espantos fantásticos.
Una
dificultad. Salió un
inconveniente no previsto. La drástica pérdida de potencia de los motores del
“Marandúa”. En viajes anteriores, desde la Base hasta la ciudad de Florencia a
traernos abastecimientos, había mostrado reducción de la fuerza. Tratamos con
el piloto el asunto y nos dijo que había revisado todo sin encontrar el motivo.
Que se daba por vencido.
Le ayudamos, a manera de cazafallas improvisado, con ideas factibles. Como los malos ajustes de las bombas de inyección del combustible, pérdida de recorrido en los aceleradores, filtros de aire saturados y otras razones. Todo lo había verificado y estaba bien.
Le ayudamos, a manera de cazafallas improvisado, con ideas factibles. Como los malos ajustes de las bombas de inyección del combustible, pérdida de recorrido en los aceleradores, filtros de aire saturados y otras razones. Todo lo había verificado y estaba bien.
Tendríamos que hacer una muy costosa
reparación recuperativa a ambos motores enviándolos a Bogotá por vía aérea y
pagar los costos del mantenimiento. Dinero no disponible en el presupuesto.
Otra solución parecía imposible.
Se nos iluminó el bombillo. Pensando en ello, recordamos que teníamos unos grandes expertos en los temas de la navegación fluvial. Nosotros éramos unos primíparos en ese campo y solo manejábamos la
navegación aérea. La Base Naval de la Armada Nacional sobre el río
Putumayo a 160 kilómetros al sur. A la
que le hacíamos frecuentes vuelos de apoyo. Ellos nos podían dar una mano con
mucho agrado y profesionalismo.
Coordinamos con el comandante y nos
comprometimos a enviarle nuestra pequeña reliquia aérea, pero cumplidora, el avión Beaver, para que trajese a un ingeniero naval y nos diera un diagnóstico de las
máquinas. El avión de pistón y hélice de los años 30 era una fiel y útil
locomotora, aunque lenta, pues nos transportaba hasta media tonelada de víveres
en cada vuelo. No importaba la edad sino el servicio. Un carguerito muy
estimado. De museo pero trabajador. Así fue. Temprano llegó el oficial y abordó
el asunto con pleno empeño.
Beaver U6A
Tan solo era el medio día cuando se presentó
el oficial a la oficina, con el resto de mecánicos que le habíamos asignado
para ayudarle. Quería decirnos que las máquinas estaban en perfecto estado, no
necesitaban reparación costosa y que ya habían solucionado el problema.
Consistía en una elemental limpieza de los filtros del aceite de los diferenciales. Por nuestros pocos conocimientos navales no les habíamos hecho el mantenimiento preventivo básico. Los filtros son internos pero de acceso externo. Están debajo de unos tapones que no sabíamos para qué eran. Son metálicos, lavables y bastó limpiarlos para que el aceite pudiese circular adecuadamente recuperándose la fuerza en los propulsores.
Consistía en una elemental limpieza de los filtros del aceite de los diferenciales. Por nuestros pocos conocimientos navales no les habíamos hecho el mantenimiento preventivo básico. Los filtros son internos pero de acceso externo. Están debajo de unos tapones que no sabíamos para qué eran. Son metálicos, lavables y bastó limpiarlos para que el aceite pudiese circular adecuadamente recuperándose la fuerza en los propulsores.
Los diferenciales son las cajas de trasmisión
de la potencia entre los motores y las propelas que reducen la velocidad de
rotación. Acción indispensable para que las hélices funcionen a las
revoluciones apropiadas en el agua. Tiene un sistema de engranajes que emplean
aceite que pasa continuamente por los filtros. Si estos se saturan, el aceite no
circula y se pierde la potencia. Eso no lo sabíamos por ser un campo sobre el cual no estamos familiarizados. De no haber tenido la profesional
asesoría habríamos incurrido en un alto costo sin motivo. Es lo valioso de
tener buenos amigos y nuestros colegas de la ARC son ideales.
Agradecimos tan valiosa ayuda del experto
naval y nos aliviamos de una preocupación. Por supuesto que esperábamos que el
comisionado debería permanecer algunos días haciendo la reparación, porque
pensamos que era algo grave. Pero ante tanto éxito le facilitamos el avión de
inmediato para que regresara a su hogar. Y aprendimos otra cosa más.
La
espera. Estaba solucionado el
problema. Faltaban los demás. Y cómo las cosas se nos complicaban cada día, en
cuanto al combate, fue pasando el tiempo y, finalmente, no logramos ejecutar la
operación del rescate del muelle. Nos quedó la satisfacción de haberlo
intentado aunque sin lograrlo.
Con frecuencias las circunstancias nos superan
y no todo se lleva a buen término. El muelle tendrá que esperar bastantes años
más descansando en su playa. O pereciendo para siempre en una solitaria playa
de un serpenteante río que circula lentamente, cual gigante anaconda, en medio de la inmensa selva. Y el
hidropuerto seguirá sin su muelle. La operación de combate tampoco la logramos.
Disparando mortero
Bombardeo
parabólico.
Artillería
liviana. Nos preocupaba la capacidad
de respuesta de la Base Aérea ante un ataque. Por eso
determinamos hacer un reentrenamiento del plan de defensa. El esquema incluía
defensas pasivas y el emplazamiento de armas de mano junto con seis morteros
como defensas activas.
Era importante hacer prácticas del plan. Por
ello se programaron varios simulacros donde se debían hacer disparos de tiro
parabólico. Para accionar estas armas se hizo un repaso teórico y algunos
ejercicios de tiro simulado. Todo marchaba muy bien en la práctica diurna. Se
programó una diurna de pocos disparos que se efectuó sin novedad. Después de
ello otra nocturna, basado en los buenos resultados del anterior, dos días
después, confiando en los buenos resultados, para los que no habían disparado
en la primera.
Uno de los artilleros, en esa segunda
oportunidad, era uno de los hombres más antiguos de la infantería. Por una
casual coincidencia no había podido asistir al refresco teórico. Para estar
seguro de que actuaría correctamente, se hizo una charla directa preguntándole
si recordaba bien las técnicas de manejo del arma. Aseguró que tenía claros los
procedimientos de disparo. Además era razonable el creerle. Es un arma
propia y común en su especialidad en defensa de bases.
Cuando se activó la segunda alarma simulada
nocturna los encargados de estas armas, a orden individual, harían tres
disparos reales a blancos imaginarios, ubicados a dos kilómetros de distancia,
en azimut prefijado, en un área selvática y despoblada. Condición que se había
verificado con anterioridad.
La primera pieza hizo los tres lanzamientos
que eran seguidos y a discreción del jefe del arma. Se escucharon las
explosiones de los impactos. Los vigías de tiro dieron sus reportes de las
explosiones y las correspondientes correcciones. Eso nos indicaba la precisión
y la activación efectiva de las ojivas.
Extraños
disparos. Cuando le correspondió el
turno a la segunda pieza. El primer disparo dio un extraño ruido de lanzamiento
y no causó ninguna explosión de impacto. Sin embargo, como se había dado
libertad de hacer los tres disparos a discreción del responsable del arma, este
siguió con los otros dos lanzamientos.
Supuso que la primera granada había fallado la denotación, quizás por daño debida a la alta humedad o a descuido en las condiciones de almacenamiento. No dio mucha importancia al hecho y terminó haciendo los dos disparos restantes con el mismo resultado. Lo preocupante era que como estaba de noche no se podía hacer verificación inmediata del impacto.
Supuso que la primera granada había fallado la denotación, quizás por daño debida a la alta humedad o a descuido en las condiciones de almacenamiento. No dio mucha importancia al hecho y terminó haciendo los dos disparos restantes con el mismo resultado. Lo preocupante era que como estaba de noche no se podía hacer verificación inmediata del impacto.
Ante esta situación, fue demasiado evidente
que era necesario suspender la operación de los demás morteros hasta que se
pudiera hacer una aclaración exacta de tan extraño resultado, cosa que solo se
podía hacer en el día. Además, si no se aclaraba, era necesario restringir
una zona por contaminación con municiones activas sin ubicación definida.
La
búsqueda. Al otro día se inició la
búsqueda de las municiones, la verificación del arma, la comprobación de la
calidad y condición del resto de proyectiles del lote utilizado, encontrando
que funcionaban correctamente. Sobre las direcciones empleadas, se hicieron
rastreos, partiendo de la distancia máxima prevista de impacto y en cercanías
al emplazamiento. Aunque se tuvo mucha precaución porque tenían las espoletas activas. Pero no se podían encontrar las
ojivas ni rastros de penetración en el follaje selvático. Al final del día todo
parecía inútil.
El mortero estaba en una fosa de un montículo
próximo a una bodega. Esta quedaba en un nivel inferior y en la trayectoria de
disparo. El arma disparaba por encima de ese depósito. Pero debido a la poca
distancia, que solo era de unos veinte metros, a nadie se le había ocurrido
pensar que se debía buscar en ese lugar.
El
hallazgo. Un soldado persistente
ingresó al lugar y se sorprendió cuando vio tres agujeros en el techo del
tamaño de las granadas. Y más cuando pudo ver que estaban en el piso sin
activar y armadas. Con el debido procedimiento se manejaron y se corrigió la
peligrosa condición. Afortunadamente, por la poca elevación alcanzada, con el impacto
de la caída, no se activó la espoleta. De haberse accionado estas
habrían explotado muy próximas a los operadores. Como era de noche no había
nadie en el lugar y no contenía ningún material en eso días.
Granada de mortero
El motivo fue que el armero, que tan seguro
estaba de sus conocimientos y habilidades, olvidó un detalle fundamental. El
arma usa una carga iniciadora, que, a su vez, da fuego a un tren de cargas
propulsoras en serie, cuya cantidad se calcula según la distancia que se desea
alcanzar. El personaje solo puso la carga iniciadora y olvido poner las cargas
propulsoras. Eso solo le dio potencia al arma para sacar los proyectiles del
tubo sin mucha fuerza, cayendo a poca distancia.
Aunque los componentes de ensamble deben ser organizados en un estricto orden de secuencia, para simular un combate más real, extremó las condiciones de maniobra y por eso no usó ninguna iluminación. En la oscuridad, se saltó las “galletas”. Nombre coloquial dado por la tropa a las cargas de empuje. Por eso, las granadas salieron del arma solo impulsadas por el fulminante que inicia la secuencia de lanzamiento. Con el inconveniente que la ojiva ya tiene su espoleta de detonación activada y lista para detonar al suficiente impacto con el objetivo. Por eso desactivar municiones armadas para explotar es altamente peligroso.
Cargas de impulso
Fue necesario hacer todo un nuevo
reentrenamiento teórico y práctico, para asegurar la idoneidad del personal que
había perdido la destreza del manejo del arma.
Una experiencia bastante peligrosa y desagradable,
pero muy aleccionadora para todos. Incluidos nosotros, ya que nos recordó que
hay cosas en las cuales es indispensable hacer verificaciones positivas sin
ninguna duda. Y que los refrescos teóricos son indispensables. Infortunadamente
estas experiencias demandan no solo las debidas medidas correctivas sino que
dejan antecedentes de deméritos profesionales en los folios de vida.
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