26. Inferioridad. Superioridad. Prioridad. Por
supuesto que estos conceptos hirieron el orgullo norteamericano que se basa
en la casi absoluta creencia de su superioridad en todo. Que es parte de su
cultura, y en el de nuestra completa interioridad humana y social.
Actitud dominante que se refuerza con una alta susceptibilidad a todo aquello que los contradiga cuando no están en favor de sus criterios. Se enojó y en forma imprudente nos hizo una pregunta acusatoria antidiplomática. De las que plantean exigencias imperativas sin autoridad para cuestionar.
Actitud dominante que se refuerza con una alta susceptibilidad a todo aquello que los contradiga cuando no están en favor de sus criterios. Se enojó y en forma imprudente nos hizo una pregunta acusatoria antidiplomática. De las que plantean exigencias imperativas sin autoridad para cuestionar.
Quería
saber cuál era el motivo por el cual nosotros perseguíamos los narcóticos. Le
contestamos que, antes de cualquier cosa relacionada con otras naciones y
sociedades, lo hacíamos por defendernos de la amenaza terrorista agresora que
arriesgaba la estabilidad de nuestro país, nuestra salud pública y, sobre todo,
por cumplir nuestras leyes. Usábamos exceso de posesivos con el fin de
evidenciar el sentido de empatía con lo que pensábamos, que era nuestra prioridad.
Claro que
eso también quería decir que si en algún caso los EE UU quisiera deponer un
gobierno colombiano, no era sino que ellos compraran más Coca. Los insurgentes colombianos
serían completamente financiados por sus consumidores y tendrían suficiente dinero para
lograrlo. Sin que los EE UU interviniesen directamente.
No les importaría que esos
terroristas fuesen de ideología antinorteamericana. Y sus jóvenes se
intoxicaran con ella. Pero los adictos harían el trabajo sucio. El que no le quedaba
bien hacer a su gobierno abiertamente, como lo hicieron cuando nos arrebataron Panamá.
De esa manera coca, terroristas y consumidores, son una grave amenaza para la
estabilidad y la existencia de nuestra nación.
Guerra
que la hacíamos, incluso, en contra de nuestra personal convicción. Pues
creíamos, en forma particular, que se debería controlar legislando
preventivamente, como la “legalización regulada” y medios socialmente menos
traumáticos. No con leyes agresivas y punitivas que se centran solo en el uso de la
fuerza armada contra el productor, como acá lo hacíamos, y muy poco contra el
consumidor allá.
Pero nuestros criterios personales los supeditábamos a la
prioridad de la ley, como era nuestro deber fundamental. Lo que acontecía en
otras naciones, donde los consumidores, eran solo efectos colaterales y accesorios.
Que no
ignorábamos que nuestro esfuerzo contribuía mucho también a la solución de su problemas. Que éramos solidarios indirectamente con ellos. Pero el eje central
de los esfuerzos que hacíamos era para contener la agresión terrorista en las zonas
remotas de Colombia. La aislábamos para que no llegase a la población productiva. Así las
personas podían desarrollar los negocios legales y tener la mínima tranquilidad
indispensable para el desempeño laboral con que sostenían sus familias. Sin la amenaza del terrorismo. Nos era
vital defender los centros económicos y de poder de la nación. Pero la
prioridad éramos nosotros.
El riesgo de la convicción.
Sabíamos que con nuestra opinión quizás estábamos arriesgando la ayuda militar
que nos estaban dando. Al tiempo que teníamos que dejar muy en claro que somos
una nación autónoma, que tiene por trascendente sus objetivos primordiales y nuestros intereses nacionales.
De
inmediato intervino uno de sus colegas para solventar la tensión que se había
suscitado con este incidente. De manera hábil sosegó los ánimos de su compañero
dejándole en claro que nosotros estábamos en nuestra propia casa. Que por lo
tanto era totalmente inconsecuente su actitud qué podría deteriorar el ambiente
favorable a sus objetivos.
Con ello continuamos la gira en buenos términos. Aunque era evidente que el mencionado militar estaba bastante incómodo y que lo que más deseaban era poder marcharse lo más rápido posible.
Con ello continuamos la gira en buenos términos. Aunque era evidente que el mencionado militar estaba bastante incómodo y que lo que más deseaban era poder marcharse lo más rápido posible.
El embajador. Algo
similar también sucedió cuando nos visitó el embajador de los Estados Unidos
quién quería ver personalmente el avance de la obra de la pista y la situación
en que se encontraban los equipos y materiales que había dejado abandonado el
contratista.
Uno de los que lo acompañaba nos preguntó la opinión de lo que habíamos observado sobre los trabajos ejecutados. Le dijimos que en nuestro concepto el problema principal no era tanto de ingeniería ni capacidad para desarrollar el trabajo, aunque habían tenido algunas deficiencias, como las mencionadas sobre el acopio de materia prima para la obra. Su principal error consistía en que la empresa de ingeniería tenía muy poca habilidad en el manejo gerencial y administrativo. Se notaba especialmente en su capacidad de gestión en la parte financiera Ya que en lo económica no tenían de qué preocuparse porque la embajada, como contratista, era quién les garantizaba los recursos que ellos no habían sabido gastar en la forma apropiada. Y habían llegado a pensar que eran recursos ilimitados. Pues la embajada le había prorrogado y adicionado presupuesto más de lo inicialmente previsto.
Uno de los que lo acompañaba nos preguntó la opinión de lo que habíamos observado sobre los trabajos ejecutados. Le dijimos que en nuestro concepto el problema principal no era tanto de ingeniería ni capacidad para desarrollar el trabajo, aunque habían tenido algunas deficiencias, como las mencionadas sobre el acopio de materia prima para la obra. Su principal error consistía en que la empresa de ingeniería tenía muy poca habilidad en el manejo gerencial y administrativo. Se notaba especialmente en su capacidad de gestión en la parte financiera Ya que en lo económica no tenían de qué preocuparse porque la embajada, como contratista, era quién les garantizaba los recursos que ellos no habían sabido gastar en la forma apropiada. Y habían llegado a pensar que eran recursos ilimitados. Pues la embajada le había prorrogado y adicionado presupuesto más de lo inicialmente previsto.
La opinión disgustó al embajador. Quizás le evidenciaba deficiencias para seleccionar al contratista. Intervino haciéndonos un reclamo injustificado en voz alta y también en actitud bastante altanera diciendo que nosotros no deberíamos emitir ese tipo de opiniones.
Nos sorprendió pues le había sido evidente que la pregunta surgió de su compañero. No había sido una exposición espontánea nuestra de criterios no pedidos. Aceptamos el imprudente reproche en forma tolerante para no agravar más la situación. Era un sujeto irascible y reactivo que actuaba por reflejos con facilidad. Actitud que en Colombia hemos visto bastante en las delegaciones diplomáticas norteamericanas. Desde el mismo nacimiento de nuestra republicana. Desde el mismo Bolívar. Y, en general, en todos los norteamericanos.
Experiencias anteriores. El
incidente anterior nos recordó tres episodios anteriores.
El primero. Entre los finales de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, las relaciones de Colombia con Nicaragua pasaban por fuertes tensiones relacionadas con el tratado limítrofe entre ambas naciones. Esta última aspiraba desconocer el pacto. Por eso Colombia debió desplazar algunos medios militares a las islas. Estando en esas maniobras, no se supo por qué razón, los norteamericanos enviaron uno de sus aviones de reconocimiento supersónico. El tenido como uno de los aviones bimotor más veloces del mundo, que pasó sobre el archipiélago y siguió hacia Nicaragua. El avión fue detectado porque en las islas se sintió el estampido sónico.
El primero. Entre los finales de la década de 1970 y comienzos de la de 1980, las relaciones de Colombia con Nicaragua pasaban por fuertes tensiones relacionadas con el tratado limítrofe entre ambas naciones. Esta última aspiraba desconocer el pacto. Por eso Colombia debió desplazar algunos medios militares a las islas. Estando en esas maniobras, no se supo por qué razón, los norteamericanos enviaron uno de sus aviones de reconocimiento supersónico. El tenido como uno de los aviones bimotor más veloces del mundo, que pasó sobre el archipiélago y siguió hacia Nicaragua. El avión fue detectado porque en las islas se sintió el estampido sónico.
Nadie
dio y Colombia, extrañamente, no protestó ni pidió una explicación. Por eso las
cavilaciones se dieron, incluso en el medio militar, que pudiese ser una misión
muy secreta. O una iniciativa de parte de los EE UU sin poderse saber si fue una
demostración de apoyo a Colombia o por cualquier otro motivo propio de esa nación.
El hecho es que, días después, su pudo saber que esos aviones habían salido de una Base Aérea ubicada en la costa oeste del estado de la Florida. Y que para distraer la atención, los norteamericanos hicieron algunas, supuestas, espontáneas demostraciones de amistad con Colombia. En especial con la Fuerza Aérea Colombiana. Era quien más factiblemente podía sospechar o caer en cuenta que esa operación de reconocimiento o imaginario apoyo, había sido sin consentimiento nuestro. Por eso las dudas y los resquemores quedaron.
El hecho es que, días después, su pudo saber que esos aviones habían salido de una Base Aérea ubicada en la costa oeste del estado de la Florida. Y que para distraer la atención, los norteamericanos hicieron algunas, supuestas, espontáneas demostraciones de amistad con Colombia. En especial con la Fuerza Aérea Colombiana. Era quien más factiblemente podía sospechar o caer en cuenta que esa operación de reconocimiento o imaginario apoyo, había sido sin consentimiento nuestro. Por eso las dudas y los resquemores quedaron.
La
segunda. Unos pocos años después solíamos permanecer largas temporadas en el archipiélago
de Sanandres y Providencia. La misión era
patrullar las aguas en el Caribe colombiano en detección de aviones furtivos
ilegales y efectuar los vuelos comerciales entre las dos islas. En uno de esos patrullajes,
sobre los cayos de Bajo Nuevo, descendimos por entre un amplio colchón de nubes
para poder ver el mar y los cayos.
Es una
extensa barrera de islotes arenosos de bajo fondo que forman un amplio arco
desde el archipiélago hasta casi la isla de Jamaica. En ellos se encuentran
muchos restos de barcos encallados a donde han llegado para el fin de sus días.
Además hay algunos puestos de la Armada Nacional de Colombia custodiando nuestra
soberanía. Nuestro sobrevuelo era un gesto de solidaridad y moral desde el aire
para las tropas de infantes de marina que en ellos se encuentran haciendo
soberanía.
Cuando
salimos de las nubes, repentinamente, se nos apareció, muy próximo y en una
dirección inconveniente, cruzando la proa del avión, otro avión. Era un Orión. Cuatrimotor
gris turbohélice de la armada de los EE UU que estaba en el sector. Tenía un motor
perfilado y no se había declarado ninguna emergencia por parte de algún avión
en el área.
Es una técnica militar que se usa cuando, sin que existan condiciones de
emergencia, para ahorrar combustible y poder efectuar cruceros de larga duración
o alcance. Lo que nos indicó que se trataba de otro vuelo regular de patrullaje
furtivo por parte de nación extranjera, en nuestro espacio aéreo colombiano,
sin reportar. Eso configuraba una violación de nuestra soberanía aérea. Cómo
actuábamos de copiloto subalterno quisimos informar el incidente pero se nos
negó por alguna extraña razón. Nos quedó la inquietud y cierto desencanto de
frustración que guardamos en silencio.
La tercera.
Regresando a Tres Esquinas. Un día, al comienzo de la tarde, apareció un avión,
completamente igual al del suceso
anterior, sobrevolando nuestra Base Aérea. Estaba tan bajo y próximo que lo
identificamos visualmente. Preguntamos de quién se trataba al centro de
comunicaciones y control del tránsito aéreo. Puesto que los vuelos de
naturaleza no regular nos eran informados, por razones de seguridad, para
conceder permisos excepcionales. Nos comunicaron que era un vuelo no reportado.
El avión cruzó sobre la estación y siguió su camino sin ningún contacto radial
ni explicación alguna. Eso nos recordó el de San Andrés.
Algunos
nos pidieron claridad al respecto. Para no causar ninguna suspicacia, sobre
nuestra incapacidad de ejercer dominio de nuestro espacio aéreo, que era real,
lo disculpamos diciendo que era un vuelo secreto. Que sólo nosotros conocíamos
y que estaba consentido previamente. Pero fue una mentira necesaria.
El percance también reforzó nuestra disgusto con lo sucedido años antes. De alguna forma esas imprudencias debían corregirse antes de que sucediera algo grave por falta de adecuado manejo. Como lo sucedido con el Fantasma en Puerto Leguízamo y contado en otra parte de este relato, pero menos traumático.
El percance también reforzó nuestra disgusto con lo sucedido años antes. De alguna forma esas imprudencias debían corregirse antes de que sucediera algo grave por falta de adecuado manejo. Como lo sucedido con el Fantasma en Puerto Leguízamo y contado en otra parte de este relato, pero menos traumático.
Pasó un tiempo considerable, y cuando ya nadie
recordaba el último hecho y nosotros los recordábamos todos, sucedió un
desastre aéreo. En las estribaciones de la cordillera oriental, entre los
límites de los departamentos del Putumayo y Nariño, un avión de esas mismas
características y, supuestamente, efectuando otro de esos vuelos que no se nos
avisaban, se estrelló. Perecieron todos
los tripulantes. Dentro de los cuales estaba, desgraciadamente, uno de nuestros
valientes hombres quien ofrendó su vida por el bien de la nación.
Estaba abordo participando en la captación de
trazas de vuelos ilegales que se efectuaban en el área movilizando narcóticos.
Tanto las trazas procedentes de los países del sur, trayendo narcóticos, como las
que salían de nuestro sector llevándolos a norteamérica. Vuelos ilegales
que nosotros no teníamos medios para detectar ni hacer interdicción aérea.
Solo podíamos hacer algún control terrestre
somero. Por tanto lo que hacía el avión accidentado tenía muy poco valor
práctico para nosotros. Aunque era factible que sí lo tuviese para otras
instancias del comando central de la FAC, que nunca nos los dijeron. No nos
participaban de esas cosas. Aunque si nos pedían hacer cuanto fuese posible en
contrarrestar a la amenaza terrorista alimentada con el tráfico aéreo de los
narcóticos.
Quizás solo querían demostrar resultados y
ganar indulgencias de manera independiente considerando innecesario nuestro
esfuerzo. Que por el solo hecho de estar dentro del espacio aéreo que ellos
usaban, también furtivamente, y en un sitio tan aislado, sin contar con
nosotros, era más que suficiente para hacernos partícipes de lo que,
secretamente, ellos hacían dentro de la jurisdicción. Tal vez celos profesionales
internos de evidente inconveniencia con la solidaridad que debe darse entre
dependencias subalternas.
Acontecimientos que ya no son reversibles porque
son del pasado. Pero si nos sirven de lección sobre cómo debe darse suficiente doctrina
y criterios claros, generales y hasta particulares, sobre la manera de actuar
en la ejecución de las operaciones aéreas.
La falta de autonomía y la dependencia intelectual. Estás experiencias nos demostraron que la tradicional arrogancia de las misiones militares, solicitadas por los gobiernos colombianos a los extranjeros, desde los comienzos del siglo XX, no han desaparecido totalmente del panorama militar colombiano. Experiencias históricas que aún tienen sus rezagos y han sido debidas a nuestra falta de un buen desarrollo académico y cultural autónomo.
Es doloroso descubrirlo. Por ello hemos tenido que recurrir a adaptar reglamentos e imitar ideologías y culturas extranjeras. Cómo nos sucedió cuando posteriormente se nos presentó el conflicto con el Perú. Debimos contratar personal extranjeros de último momento y bajo condiciones de alto apremio regresando con ello a la edad de hierro. Luego participamos en la guerra de Corea. Hemos servido en los cuerpos de Paz en el Oriente Medio. En años recientes en el Asia.
Afortunadamente
la deficiencia la hemos estado corrigiendo con la modernización emprendida en
la última mitad del siglo XX con Corea. Que aunque lenta, en sus comienzos, ha
acelerado en las dos últimas décadas. Aunque en los años 90, en Tres Esquinas,
todavía sentíamos coletazos de esa falta de autonomía y autosuficiencia en lo
material y lo mental de la vida militar.
Operación policial antinarcóticos.
El policía atrapado. No
nos conocíamos personalmente. Solo habíamos tenido una conversación telefónica
cuando nos había llamado para darnos las gracias por un apoyo aéreo que le
habíamos facilitado en una de sus operaciones antinarcóticos donde las
circunstancias no le habían sido favorables.
No
estábamos enterados en ese momento de cuán peligrosa fue la situación de la que
lo habíamos salvado y por eso solo nos pareció que se trataba de una habitual y
rutinaria cortesía. La ausencia de detalles no nos permitió saber lo grave de
los acontecido. Y, de todas formas, los combates se habían convertido en algo rutinario
que no tenían nada de peliculezco. Era lo diario. Lo visualizamos bastante
tiempo después.
Para entenderlo nos iremos al futuro de esta narración para mostrar el impacto de lo que aconteció en ese momento y que no lo notamos.
Para entenderlo nos iremos al futuro de esta narración para mostrar el impacto de lo que aconteció en ese momento y que no lo notamos.
Años
después tuvimos una charla personalmente donde él quiso rememorar el aconteciendo.
De repente, nos dijo que aún estaba muy agradecido con nosotros. Nos sorprendió
diciendo algo que nos pareció extraño: que le habíamos salvado la vida. Como no
recordábamos pedimos que nos ampliara el motivo del sentimiento.
Nos explicó la casi fallida operación de destrucción de laboratorios de cocaína, en las inmediaciones del municipio del Remolinos del Caguán, al oriente
de la Base Área de Tres Esquinas, en el límite de nuestra jurisdicción. El y sus
hombres habían podido salir a salvo debido al apoyo con fuego aéreo que le
dimos con el helicóptero artillado que les habíamos enviado para superar su muy
crítica situación.
Casi en el mismo lugar donde nosotros habíamos ejecutado nuestra operación y en donde habíamos pedido el negado bombardeo. Los bandoleros de las FARC, que cuidaban las instalaciones ilegales, los tenían casi que copados y a punto de ser arrasados. El apoyo aéreo de fuego cercano les permito salvarse logrando una retirada exitosa.
Casi en el mismo lugar donde nosotros habíamos ejecutado nuestra operación y en donde habíamos pedido el negado bombardeo. Los bandoleros de las FARC, que cuidaban las instalaciones ilegales, los tenían casi que copados y a punto de ser arrasados. El apoyo aéreo de fuego cercano les permito salvarse logrando una retirada exitosa.
Un plan algo cojo. Volvamos
al presente. Todo comenzó cuando a primeras horas de ese día nos informaron que
una escuadrilla de unos 5 helicópteros de la Policía Antinarcóticos, que había
salido al amanecer de Bogotá y había hecho escala técnica en Florencia, llamó a
la torre de control de la Base Aérea pidiendo permiso para aterrizar. No
teníamos conocimiento de esa operación y les dimos el mejor recibimiento.
El
Teniente Coronel, Comandante de la escuadrilla antinarcóticos, fue a nuestra
oficina y nos explicó que no se habían reportado antes porque su operación era
de máximo secreto. Que por eso no podía informarnos cuál era su blanco a atacar
ese mismo día. Se nos hizo extraño que una operación de esa magnitud se
iniciase a una distancia tan considerable para ser ejecutada en solo un lapso de
12 horas de luz diurna y un entorno tan exigente.
Policía
antinarcóticos helicoportada
Nos
preguntó si teníamos alguna forma de apoyarlo con otro helicóptero de
transporte. Ellos eran muchos y estaban apretujados dentro de sus naves, lo
cual no era favorable. Inicialmente pensamos que solo nos pediría suministro de
combustible para las aeronaves, del cual disponíamos una pequeña reserva. O
para servir de base de lanzamiento y recuperación en caso de ser necesario.
Nada de esto mencionó ni cualquier otro tipo de apoyo.
Según
su plan, luego de cumplir con lo que tenía previsto, dentro de lo cual parecía
que no estaba en su mente un combate, se replegarían hacia la misma ciudad de
Florencia de donde procedían. Es decir, que solo habían llegado a nuestra
unidad sólo para ver si podíamos prestarles el helicóptero solicitado. Ni siquiera como destino alterno si fuese necesario. Nada más.
El consuelo a nuestras dudas. No
disponíamos del helicóptero de transporte. Solo un helicóptero liviano
artillado destinado para hacer ametrallamientos. Pero en ese momento solo
estaba en actitud defensiva de nuestras instalaciones porque no estábamos en
posibilidad de adelantar operaciones ofensivas.
Viendo que esa operación estaba como bastante coja en planificación, se lo ofrecimos. Como a manera de simple cortesía ya que no podíamos dejarle en evidencia que estábamos en desacuerdo con sus cálculos con respecto a la doctrina a aplicar para una operación helicoportada en la Fuerza Aérea. La policía ya tenía sus propios criterios en el uso de lo que es el medio aéreo y nos correspondía, en ese momento, ponernos a mostrarle las diferencias institucionales.
Viendo que esa operación estaba como bastante coja en planificación, se lo ofrecimos. Como a manera de simple cortesía ya que no podíamos dejarle en evidencia que estábamos en desacuerdo con sus cálculos con respecto a la doctrina a aplicar para una operación helicoportada en la Fuerza Aérea. La policía ya tenía sus propios criterios en el uso de lo que es el medio aéreo y nos correspondía, en ese momento, ponernos a mostrarle las diferencias institucionales.
Solo
nos consolaba el hecho de saber que la Policía Nacional había progresado
bastante en capacidad y fuerza de choque. Sus hombres estaban bien entrenados
en combate y dotados. Además de ser francamente valerosos. Porque otros no se
habrían atrevido a emprender una operación de guerra irregular, bajo esas
condiciones.
No
sabíamos hasta dónde eran sus capacidades. Pero era un aliciente pensar que
nuestra Policía ya podía asumir confrontaciones, ya no de
simples protestas ciudadanas y prevención del delito, sino de confrontaciones en
conflictos de baja intensidad. Pensamos que llegaban directo desde Bogotá con
las mencionadas preconcepciones deformadas sobre lo que era la vida en el sur
de la periferia nacional. Era mejor no poner en duda su profesionalismo que
podía ser causa de disgusto, además de inconveniente, en especial en ese
momento. Sería inoportuno.
La receptividad. A la
oferta no le prestó mayor atención. Nos pareció que no entendió su importancia
o no conocía cuán útil podría ser, porque no expresó nada al respecto. Le
dijimos que lo solicitado se lo habríamos podido dar si nos hubiese informado
antes. Que acabábamos de enviar el helicóptero de transporte pedido a
mantenimiento, unos pocos días antes. Pensamos que ese mantenimiento lo
habríamos podido aplazar para ayudarlo si hubiese compartido su necesidad, aún
bajo su duda en cuanto a la confidencialidad, pero ya el helicóptero no estaba.
Se dio
cuenta que el exceso de compartimentación del secreto también puede ser
inapropiado. Creemos que desconfió de nosotros. Tal vez pensando que nuestra
permanencia en el área era motivo razonable para sospechar que pudiésemos
filtrar la información en favor de los delincuentes. O, mejor, que hubiésemos
desarrollado tolerancia o hasta contubernio con la amenaza. Especulando todo
era factible, aunque sin importar el motivo.
Algunos,
en el centro de país pensaban que podríamos estar cohonestando el delito del
narcotráfico, por omisión, por no luchar con suficiente empeño contra el
terrorismo. Como se lo imaginó el norteamericano que se disgustó. O para hacernos la estadía lo menos incómoda posible
mientras se cumplía el tiempo de traslado. Sobre todo eso incluía el no hacer
enojar al tigre. Algunos ligeros rumores se habían sabido al respecto.
La indebida desconfianza. La
corrupción interna también se da y los policías recelaban bastante de los
militares y al contrario, en ese momento. Con el tiempo eso cambió. No era
justo su temor pero, en la Fuerza Aérea, no lo merecíamos sin conocernos a
fondo. Más cuando nuestra solidaridad era importante para lo que ellos y
nosotros estábamos ejecutando.
De
todas formas nos informaba, en general, de su presencia, casi que por
protocolo. Aunque lo vimos más como subliminal petición de algún nivel de
alerta porque calculaba que lo que pensaba hacer era riesgoso. En algo lo podíamos
auxiliar, aunque él quería mostrarse completamente autosuficiente en el resto
de conceptos. No fue explícito, como debió serlo.
El
Teniente Coronel no nos comentó que su comandante, el Coronel Jefe de
Antinarcóticos, la máxima autoridad nacional en ese campo de la Policía Nacional, participaría
personalmente. No había llegado con ellos. Luego supimos que cuando ellos
efectuaran el asalto aerotransportado y tuviesen dominada el área, el Coronel,
volaría después, en otro helicóptero, directo desde Florencia al blanco.
Como
unas dos horas más tarde de su partida, nos llamó desde Bogotá, un ayudante del
Coronel, pidiendo algún tipo de ayuda. Estaban en una crítica situación
combatiendo rodeados de enemigos. El Coronel se podía comunicar con Bogotá, que
estaba lejos y con nosotros, los más próximos y confiables amigos, que les podían
dar algún apoyo, así fuese somero aunque vital, no tenía ningún contacto.
Se comenzó a poner en evidencia las falencias que habíamos sospechado del plan de operación. Faltó la armonización de las comunicaciones. Por intermedio del auxiliar supimos que la operación era en inmediaciones del municipio de Remolinos del Caguán, y la ubicación aproximada. Ellos si sabían dónde era con precisión. No la compartieron con nosotros con antelación sino ya cuando vieron que la cosa era grave.
Se comenzó a poner en evidencia las falencias que habíamos sospechado del plan de operación. Faltó la armonización de las comunicaciones. Por intermedio del auxiliar supimos que la operación era en inmediaciones del municipio de Remolinos del Caguán, y la ubicación aproximada. Ellos si sabían dónde era con precisión. No la compartieron con nosotros con antelación sino ya cuando vieron que la cosa era grave.
El asalto. Cuando
los policías cayeron sobre el objetivo, los terroristas FARC se replegaron al
monte y luego regresaron. Los estaban hostigando con fuego nutrido. Nos pedían
alguna ayuda con un apoyo de tropas. Habían olvidado que les habíamos dicho que
no teníamos la facilidad de trasportar tropas en forma rápida y menos a esa
distancia, estando de por medio un buen tramo de selva. Por eso no podíamos
hacerles un efectivo apoyo próximo de combate, ni en reserva ni en retaguardia,
con tropas.
Policía
en combate desembarcando de un helicóptero
Nuestros sentimientos. Sufríamos angustia de saber que podía ser una
catástrofe que tendríamos que presenciar sin poder hacer algo efectivo. Nos
sentimos inclinados a no hacer un apoyo de ametrallamiento con el único
helicóptero liviano artillado que disponíamos. El mismo que les habíamos
ofrecido. Debido a lo imprevisto de esa operación, ni ellos nos lo habían pedido
y menos nosotros habíamos calculado la necesidad de una operación de combate
con apoyo de fuego aéreo activo. Cuando les habíamos mencionado el recurso, al
Comandante de la escuadrilla antinarcóticos, no mostró interés en ello, como
está dicho antes, y por eso no abordamos el tema en detalle.
Entonces,
no acordamos los parámetros básicos tales como medios, frecuencias de radio,
claves, encriptamiento de comunicaciones, codificación, identificación de blancos,
ubicación, maniobra y demás cosas importantes para el caso. Con bastante temor,
de todas formas, mandamos al helicóptero artillado para hacer fuego periférico,
presencia de apoyo aéreo y ablandamiento disuasor. Todo improvisado.
Decidimos
correr el alto riesgo de causar bajas con fuego amigo, por ser el menor peligro
que pudiese suceder, ante la opción de la terrible masacre de los
aproximadamente 45 policías que estaban combatiendo. La alternativa de no dar
la peligrosa ayuda podría ser más grave que la de hacerlo. Aun a riesgo de ser,
luego, acusado de ordenar operaciones de alto riesgo sin la debida evaluación y
planificación.
Las consecuencias jurídicas. Nos
venía a la mente lo que la prensa tanto había molido publicando argumentos
descalificantes sobre el bombardeo en el poblado de Santo Domingo en los Llanos
Orientales. Era una situación casi que idéntica. Estábamos violando todas las
reglas de combate. Algo bastante mal hecho pero era lo menos peor.
Sabíamos
de las terribles consecuencias jurídicas por las que pasaban unos queridos
oficiales compañeros que tripulaban el helicóptero en los Llanos Orientales.
Estaban detenidos y a punto de ser condenados a largos años de cárcel por haber
ejecutado un bombardeo en la localidad de Santo Domingo. Eran acusados de haber
causado muertes de habitantes. Sobre todo, por los medios de comunicación, los
señaladores estaban exigiendo condena y de esa forma eran nuestros pilotos. Dados,
de antemano, de culpables.
Entonces,
era preferible, en este caso, así fuese legalmente y penalmente muy peligroso,
proceder pecando por exceso y acción, que no por defecto o pasividad. Paradoja
que teníamos que asumir y resolver aun a costa de mucho desprestigio
profesional posterior. Se nos podía acusar por improvisación e incompetencia
profesional por no hacer nada, con culpabilidad penal. Y también por lo
contrario, el no prestar el apoyo aun
riesgo de la amenaza judicial.
El apoyo. El
helicóptero artillado se guío por unas referencias muy someras. Desde Bogotá ya
nos habían confesado que la operación se ejecutaba en un lugar cercano a
Remolinos del Caguán. Solo hasta ese momento supimos del sector. Era el mismo
donde un tiempo antes habíamos destruido parte de los laboratorios con la
operación ya descrita.
La que no culminamos con el solicitado bombardeo. En
este día el humo de los laboratorios ya incendiados y el combate le permitió a
la tripulación identificar el lugar mas no los blancos a batir. Ametralló de la
mejor forma que pudo orientada únicamente por apreciación visual, ya que no había
contacto radial.
Logró
que el enemigo bajara la ofensiva de tal manera que la escuadrilla de
helicópteros, que los habían desembarcado y que estaban en espera en Florencia,
los pudieron evacuar. Lograron salir con vida en retirada improvisada pero a
salvo. Más no sin haber cumplido la misión de destrucción de una considerable
cantidad de laboratorios donde las FARC procesaban la hoja de coca.
Helicóptero
artillado
Cambio de pensamiento. El
municipio de Remolinos era donde se producía la mayor cantidad de pasta de coca
en la región. Luego, y ya más tranquilo,
el Coronel nos llamó desde Bogotá para expresarnos su gratitud.
Con esta operación improvisada se inició un cambio de mentalidad en cuanto a la confianza mutua entre las dos fuerzas: la Fuerza Aérea y la Policía Nacional, que por tradición siempre habían actuado separadamente, casi que hasta con recelo profesional, e institucional y por ello sin ninguna unificación. Confianza que fue creciendo con los años.
Con esta operación improvisada se inició un cambio de mentalidad en cuanto a la confianza mutua entre las dos fuerzas: la Fuerza Aérea y la Policía Nacional, que por tradición siempre habían actuado separadamente, casi que hasta con recelo profesional, e institucional y por ello sin ninguna unificación. Confianza que fue creciendo con los años.
Para comienzos
de la década del 2.000 nos encontramos en Medellín y revivimos eso sucesos, en
la charla personal mencionada y a manera de anécdotas profesionales. Para ese tiempo
ya era General y nosotros militares en condición de jubilados. De todas formas compartimos
algunos detalles sobre el área metropolitana, que fueron la base de algunas de
sus tareas. La necesidad, en su máxima expresión en ese momento, fue la
necesaria para romper las barreras intraorganizacionales.
La sinergia trilateral. Tanto con el rescate en Remolinos, la FAC realizó con mucho éxito las operación contra
el bandolero FARC llamado El Negro Acacio, al occidente del país. El responsable
del lanzamiento en paracaídas en los Llanos de un cargamento de armas traídas
desde el África con aviones de carga rusos. Negociado hecho con el siniestro personaje
político peruano, intrigante internacional y mercenario. Nuevamente aparecen los
rusos y los peruanos. La operación de abatimiento del Negro Acacio, que fue ejecutada
totalmente y de manera exclusiva por el CACOM 2, ubicado en Villavicencio.
Cuando la Policía vio los
resultados de ese ataque, se reforzó aún más la confianza entre las dos fuerzas
armadas. El efecto fue que para finales de la década del 2010 ya daba muchos
resultados positivos con la sinergia que comenzó producir la conjunción de la invaluable
información de inteligencia que disponía la Policía con el poder certero del bombardeo
aéreo.
El
éxito de muchas de las intervenciones de la FAC puso en evidencia que es una fuerza
pequeña, demasiado discreta, prudente y de bajo perfil, pero decisoria en la confrontación
por su letalidad, flexibilidad, alcance y sorpresa. Todo debido al uso de
sofisticada tecnología que se hace realidad con alto conocimiento y
preparación en el empleo de la ciencia. Luego se sumó el Ejército. Quien vio que
debía hacer un cambio en lo que era su apreciación sobre la capacidad del combate
aéreo.
Con
ello se dieron mejores resultados, que fueron tan evidentes que los contingentes
terroristas se vieron obligados a negociar con el gobierno llegando a la firma del
acuerdo en el 2016. Dentro de las
condiciones, quizás la más exigida, fue la suspensión de los bombardeos aéreos, que ya causaba pánico y deserción en las filas terroristas. Clemencias que el
gobierno les concedió.
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