AERONAUTAS Y CRONISTAS

jueves, 10 de mayo de 2018

15. ENTRE LEONES Y RATONES


Misma doctrina, distinto nombre.
15. El entusiasmo. Su sentido de pertenencia y el cumplimiento del deber habían crecido considerablemente. Mejoraban ambos aspectos, el logístico y el operacional. El de los recursos con el del combate. Esquema inventado por los antiguos ejércitos del acontecer humano y que luego pasó a ser la forma de hacer las cosas en el campo empresarial. Cuando se desarrollaron las industrias sistematizadas, organizadas, planificadas y de producción en serie del mundo moderno. En especial las de la era industrial.

Con ello queríamos demostrar que era necesario y bueno reingresar la doctrina empresarial, como la de Alfred Sloam que ya contamos, al entorno militar, Doctrina que había nacido en la milicia hace miles de años pero la teníamos olvidada: la conjunción de la gerencia o la administración con la producción. Ideas que, en el campo militar, son la logística y el combate. Y que eran vistas como de inapropiadas, o, al menos, como Ideas Raras, por no incorporar el rígido componente autoritario. Calificadas de “civilistas”, según contamos. Muchos colegas tenían la firme creencia que en lo militar era indispensable ejercer la autoridad en forma obligante antes que adoctrinante.

De lo contrario se estaba militarmente errado y cobraba el consabido costo de ser evaluado de poco competente profesionalmente. En especial en el ejercicio del mando. Al fin y al cabo es más fácil dar órdenes para que se cumplan solo por la imposición, que lograr que se ejecuten por la fuerza de la convicción. O por el adoctrinamiento y, sobre todo, con el ejemplo. Lo que demanda bastante esfuerzo intelectual, retórico, riqueza de ideas y habilidades de liderazgo. Aspectos que no son muy afines a la severa y poco académica vida de cuartel.

La comunicación silenciosa. las tropas eran bastante parcas en expresar sus sentimientos debidos a las consideraciones aquí narradas. Inexpresividad ya fuera por su idiosincrasia cultural y preparación académica. Incluso porque en su medio se consideraba que una demostración de aprecio a la autoridad era perder esa protección necesaria, para que el superior no la utilizase en pedirles mejores resultados. Además podía ser visto como halagos interesados. Pero nada de eso indicaba que son personas de bastante sensibilidad y agradecimiento cuando ven que sus superiores les tienen estimación, así estos últimos no reciban la retroalimentación correspondiente de su parte en expresión verbal mas si en resultado operacional.

Por eso emplean otros medios. En especial dando todo la que más que pueden en el cumplimiento del deber. Se dedicaron a más de lo que ellos consideraban sus obligaciones, que es lo fundamental, o de lo que se les estaba exigiendo. Incluso por fuera de lo que era su obligación profesional. Por situaciones no explícitas, pero si indirectamente, perfectamente claras, ese crecimiento aumentó. Si se cotejan con otras circunstancias, se llega a la conclusión de que es muy factible que ellos no solo respondieron a su deber oficial sino en gratitud en la casi frontera de lo personal.

Acumulando efectos. La estima por el buen trato a la tropa, que tanta falta les hacía, fue el detonante de su cambio de comportamiento y desempeño. Sin darles nada especial, porque era nuestro deber lo que les habíamos aportado. Únicamente lo que se merecían y lo que se les debía dar, por el simple hecho de ser seres humanos y que antes se les negaba. El CACOM se continuaba perfilando.

Los soldados de la FUTACAL lograron que su agrupación fuese tan exitosa y afamada, que después de pasar de un estado deprimente y ser reprochados por su comportamiento, fueran tenidos en cuenta para constituir ya no una pequeña Fuerza de Tarea Conjunta, que es un nivel menor dentro de la organización militar, sino una Brigada Conjunta. Cuerpo de tropas que es de los más grandes en capacidades de combate.

Fuerzas especiales

La mayoría de los soldados de ese tiempo ya se han jubilado, porque son profesionales, con excepción a la infantería de aviación, que eran soldados del servicio militar obligatorio. Logramos un buen nivel de empatía y entendimiento. Llegamos a sentirnos mutuo aprecio, que aun conservamos.
Cuando en un cuerpo de tropa se desarrolla comprensión entre superiores y subalternos, hay una entrega casi que ilimitada por alcanzar el éxito en las misiones que se le encomiendan.

Años después y ya en condición de retiro del servicio activo, supimos que el aprecio había llegado a consideraciones tan exageradas que si no fuese porque son aspectos inválidos ni permitidos en la vida militar, podrían calificarse de una secreta y silenciosa adoración. Pensamiento tan exorbitante que no podemos más que calificar de fantasioso. Porque aunque no lo podemos comprobar, pero sí son bastante evidentes. Que en una valoración de contexto razonable merecen esa calificación. Pues sin pedirlo habían realizado actos de dudosa legalidad a nuestro favor simplemente por complacernos y en retribución de lo que habíamos hecho por ellos en ese tiempo.

Pensamiento que  en algo perduraba ese aprecio, aunque lo narrado había acontecido hacía mucho y por su cuenta sin que hubiésemos tenido la oportunidad de prevenirlos. Actos que al no tener forma de confirmarse no podíamos formalizarlos con razonable verificación, para denunciarlos para las debidas causas judiciales. Esta eran conclusiones personales genéricas, vaporosas y erráticas, y por ello no confirmables ni calificables de plena prueba, como las llaman los tribunales.

El extranjero enojado.
Helicópteros rusos. Una de esas circunstancias se dio cuando a la Base Aérea llegaron dos helicópteros de fabricación rusa contratados por el ministerio de defensa quienes prestaban servicio a tropas del Ejército. Las que a su vez daban seguridad a unas empresas explotadoras de yacimientos de petróleo. Nos pidieron protección y alojamiento. Como pudimos les facilitamos por unos pocos días la estadía y resguardo. Las tripulaciones eran de origen ruso y no eran solidarias con nuestras necesidades a pesar de que se lo habíamos solicitado.

En una ocasión nos informaron que la situación era intolerable porque los empleados del servicio les habían pedido reducir el consumo eléctrico. En especial en el uso indiscriminado que hacían de los aires acondicionados. Por ese tiempo teníamos bastante restricción de combustible para las plantas eléctricas y pedíamos a todos el máximo esfuerzo en ahorro de energía.
Decidimos hacerles una demanda más formal y usando nuestra autoridad. Como fuimos informados de su actitud grosera, casi que insultante con las solicitudes anteriores, decidimos ir personalmente.

En los contactos iniciales, cuando llegaron, habían sido amables y moderados. Después resultaron ser atrevidos con nuestros subalternos y empleados. Por ello no les pedimos que fuesen a nuestra presencia. Decidimos ir donde ellos a sus propios alojamientos. Ante la posibilidad de ser mal recibidos, como nos lo advirtieron, mandamos informar a los soldados que nos prestaran alguna seguridad pero con la máxima discreción posible.

El contacto. Cuando tocamos la puerta del alojamiento, que estaba al frente de la zona verde exterior, porque no era de pasillo interior, y ya bastante avanzada la mañana, ellos aún estaban durmiendo y eso parece que les molestó. Les indicamos el motivo de nuestra visita.
Al principio el piloto responsable de ellos nos recibió con amabilidad. Pero uno de los copilotos, que estaba acostado durmiendo, se levantó permaneciendo sentado en la misma cama y comenzó a limpiar, sin razón aparente, una pesada daga como para hacernos saber que no éramos bien recibidos. Pensamos que no faltaría que fuese un brutal mercenario entrenado en el circo ruso para lanzar certeros yataganes a cierta distancia y con suficiente fuerza y letal precisión. Por ello aproximamos con suavidad la mano a la funda de la pistola por si las cosas se ponían demasiado peligrosas. Suspicacia que apreciaron.

En ese momento nos dimos cuenta que nuestra precaución de alerta a la tropa no había sido innecesaria. Parece que los soldados sabían más de la actitud de los extranjeros de lo que se nos había informado. Pues la seguridad que habíamos pedido, que estaba oculta y por ello creíamos ausente, también se percató de la situación. Sin retirar nuestra vista de los dos sujetos nos dimos cuenta de su presencia.
Notamos que algunos soldados, a los que no habíamos visto, que estaban próximos y plenamente alertas, habían salido de su escondite cuando se percataron de la creciente altanería de los visitantes. También fueron vistos por los arrogantes pilotos que se creían con derecho actuar a su libre albedrío con cualquiera. Entonces su actitud cambió y fueron más cordiales, aunque parcos en ofrecer su colaboración.

La actitud de estos sujetos nos fue demasiado enojosa pero mantuvimos la calma. Sabíamos que si actuábamos con impudencia y los provocábamos hasta el límite de su capacidad de tolerancia psicológica, podían actuar por reflejo instintivo e irracional, no controlado, contra nosotros. Pero de seguro se expondrían, irremediablemente, a una densa lluvia de balas sin ninguna compasión.
Por ello no ingresamos a su alojamiento y conservamos una adecuada distancia como para que no fuesen a pensar que los estábamos sometiendo a un condición de irremediable autodefensa por exagerada hostilidad. Desde la puerta les explicamos el motivo de nuestra presencia y se nos dijo que colaborarían.


Helicóptero. Internet

Afortunada partida. Después de eso no demoraron mucho en su estadía y se marcharon sin nisiquiera despedirse ni dar las gracias. Dejándonos pésima impresión de la calidad humana y social de lo que son esos mercenarios, que el ministerio de defensa había alquilado.
Parece que los soldados los siguieron sometiendo a una vigilancia estrecha que se les convirtió en franca hostilidad que decidieron no soportar más y mejor se fueron. Prefirieron no correr riesgos innecesarios y para nosotros también fue agradable su partida.     

Y no solo fue el respaldo de la tropa en situaciones como esta sino en otras circunstancias. Notábamos que con su actitud y comportamiento nos estaban agradeciendo nuestro buen trato. Pero esas cosas no las decíamos porque ellos lo negarían con toda vehemencia. En esa silenciosa comunicación quedaba evidente que las cosas sucedían sin que existieran palabras. Motivo por el cual tampoco son confirmables de ninguna forma aunque resaltan en el análisis.

Electricidad inversa.
El relámpago.  En las épocas de lluvias se presentaban fuertes tempestades con descargas eléctricas. En una noche tormentosa un relámpago dañó el transformador elevador a la salida de la caseta de plantas. El trasformador tiene la función de recibir el bajo voltaje de salida de las plantas y subirlo para entregarlo a la red para reducir las pérdidas en la transmisión.

Como es una pieza de alto costo no teníamos como remplazarlo. Pedimos ayuda a Bogotá y nos dijeron que no era factible que nos pudieran suministrar otro con prontitud. Normalmente no están disponibles en el mercado y hay que encargarlos con anterioridad o mandarlos hacer. Quedamos como las Empresas Públicas de Medellín cuando se le fundieron los cables de Guatapé. Se avecinaban varios días sin electricidad. Teníamos que regresar a las técnicas de vida primitivas en todos los campos.

El fundamental problema era que las pocas plantas de emergencia no abastecían con suficiencia las necesidades vitales. Tales como las comunicaciones administrativas, algunas operativas y solo parcialmente las aeronáuticas. Los computadores de las oficinas estaban paralizados.

Lo sabido. La preocupación nos puso a pensar. Primero teníamos que saber cuál era la configuración de la red. Los electricistas, extrañamente, parecían solo saber, según ellos, de la baja tensión y nada de la alta tensión. Dijeron que esos arreglos solo los podían hacer los técnicos que mandaran desde Bogotá. Y eso que también notamos ciertas deficiencias en las destrezas de la red de baja tensión. Nuestros conocimientos eran someros pues solo habíamos estudiado algunos conceptos básicos y eso requería más profundidad. La necesidad era apremiante y necesitábamos una solución. Lo que no supiéramos teníamos que dejarlo a la incertidumbre y correr los riesgos correspondientes exigidos.

La red consistía en una caseta de plantas Diésel ubicada sobre la mitad del recorrido de vía central a lo largo de la Base. Estaba en el punto medio de dicha vía. Tenía dos circuitos de alta tensión, cada uno hacia cada uno de los dos sectores: el noreste y el suroeste. El trasformador elevador fundido estaba ubicado en la parte externa de la caseta de plantas y alimentaba los dos lados. Era el corazón de todo el sistema eléctrico. Su capacidad era bastante alta para procesar toda la potencia del circuito general. Las plantas estaban en perfectas condiciones.

Pensando al contrario. Pensando cómo solucionar el problema, recordamos que si se tenía un elevador también existían los trasformadores reductores para lograr los voltajes de la baja tensión, que es la utilizable por los usuarios. Es decir, los 220 volts y los 110 volts del alumbrado público y el domiciliario y para las oficinas. El transformador reductor de mayor capacidad estaba al final de la red de alta tensión del sector suroccidental.

Se nos ocurrió la idea de que si conectamos el trasformador reductor al contrario, se convertiría en un elevador provisional. Aunque de menor capacidad pero de emergencia. Así no fuese ese su diseño, podíamos obtener al menos uno de los circuitos activo y ese debía ser el de los servicios vitales. Como el de comando y control con sus comunicaciones militares fundamentales.

Las conexiones. El asunto era que como estaba al extremo suroccidental, de la Base teníamos que trasladar una de las plantas a donde estaba ese trasformador. Era difícil movilizar el trasformador. Así lo decidimos. Le mandamos desconectar la salida del bajo voltaje a la red del trasformador reductor. En esos terminales se conectaba el bajo voltaje producido por la planta eléctrica. El sector de baja que nos quedaba aislado se acoplaba al reductor más próximo. Entonces el último reductor quedó convertido en elevador.

Transformador

Siendo ese trasformador de menos potencia que el grande deteriorado, solo podíamos alimentar una parte de las cargas. Para ello mandamos separar el sector nororiental de alta tensión de la Base. Que no era el vital reduciendo a la mitad el consumo total. Además de los otros trasformadores reductores del sector suroccidental que tampoco fueran indispensables. No sabíamos cuánto se reducía la carga. Con un cálculo somero, basado en la potencia individual nominal impresa en las carcasas de cada trasformador, nos aproximamos a la potencia requerida. Decidimos que con una de las plantas Diésel pequeña podíamos absorber las demandas dejando un margen apreciativo de tolerancia.

Sin historia. En la caseta teníamos dos generaciones de plantas. Las modernas, potentes, grandes y pesadas, con refrigeración por agua. Y otras plantas antiguas, livianas y de menos potencia. Pero con la característica fundamental que eran refrigeradas por aire. Lo que era importante porque demandan menos atención ya que estaría a la intemperie y eran menos propensas a fallar. A pesar de su edad funcionaban perfectamente. Escogimos la que parecía la más confiable a la vista. Porque cuando preguntamos por las hojas de vida de los equipos nadie sabía ni siquiera que era eso. No les registraban nada relacionado con su vida útil ni su historial técnico.

El Alejandro. Se presentó otro obstáculo. Para sacarla de su antigua morada en la caseta nos fueron a consultar un delicado problema porque no cabía por la puerta. Fuimos a ver. Se nos hacía raro la forma de cómo la habían entrado. Era verdad lo que nos decían. 

Los curiosos, como siempre en búsqueda de diversión morbosa, estaban expectantes para ver si desistíamos admitiendo nuestra imprevisión o de cómo les resolvíamos ese inconveniente. Se necesitaba una solución al estilo de nudo Gordiano.

A Alejandro Magno los sacerdotes de uno de los dioses de la ciudad de Gordio le plantearon que, por tradición y para que su campaña fuese exitosa, debía primero desatar un fuerte nudo que estaba amarrado a un madero dentro del templo. Alejandro fue a ver como lograba superar esa condición. Al momento de resolver el inconveniente sacó la espada y de un tajo lo cortó. Así siguió su triunfal conquista.
Nosotros tampoco dudamos. Entramos al taller de herramientas y salimos con una de las pesadas almadanas del mecánico. Dimos el primer golpe fuerte al muro del frente, rompiendo unos ladrillos por donde debía salir y les dijimos, entregándoles la masa: “Así se hace”. De inmediato lo derribaron.  Después de muchos años de habitar en la caseta podía salir la planta vieja (casi todo era antiguo) a la luz del sol rumbo al nuevo anclaje.

Al hombro. Otro inconveniente era como cargarla pues es una máquina de varias toneladas. La misión se la encomendamos a la Infantería de Aviación donde están las máquinas de guerra más fuertes que habían escavado el canal de desagüe del pantano.

El Comandante y sus hombres se idearon una extraña anda. Al estilo de las usadas para cargar los santos en las procesiones de semana santa o las viejas turegas de arrieros. Tenía dos maderos largos colocados al costado longitudinal de la máquina. Además de otros dos al través, adelante y atrás. Los ocho brazos sobresalientes de las cuatro  crucetas, con su pesada carga central, fue tomada por una buena cantidad de hombres que la levantaron sobre los hombros como si fuese algo ligero.
Para ellos eso fue más una diversión que un trabajo pues era poco frecuente que se hicieran cosas por fuera de lo rutinario. A menos que se les ocurrieran cosas diferentes a sus superiores. Con divertida marcha acompasada , para no causar tropiezos y algo de diversión, que dentro de la tropa no falta para solventar sus necesidades, llegó a su destino. Hombres que cantaban y marchaban a un mismo ritmo para no perder el paso de su divertido jolgorio.

Fue conectada en la forma como lo habíamos previsto y aunque esperábamos una explosión del vetusto trasformador no pasó nada. Al contrario la red se energizó. Los voltajes fueron correctos. Lentamente fuimos poniendo cargas sin novedad. De esa forma estuvimos bastantes días hasta que nos enviaron un nuevo trasformador. Cuando llegó el nuevo trasformador deshicimos el esperpento eléctrico y todo regresó a la normalidad. Además de la guerra de balas también estaba la guerra de la logística.

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