Misma doctrina, distinto nombre.
15. El entusiasmo. Su
sentido de pertenencia y el cumplimiento del deber habían crecido
considerablemente. Mejoraban ambos aspectos, el logístico y el operacional. El
de los recursos con el del combate. Esquema inventado por los antiguos
ejércitos del acontecer humano y que luego pasó a ser la forma de hacer las
cosas en el campo empresarial. Cuando se desarrollaron las industrias
sistematizadas, organizadas, planificadas y de producción en serie del mundo
moderno. En especial las de la era industrial.
Con
ello queríamos demostrar que era necesario y bueno reingresar la doctrina
empresarial, como la de Alfred Sloam que ya contamos, al entorno militar, Doctrina que había nacido
en la milicia hace miles de años pero la teníamos olvidada: la conjunción de la
gerencia o la administración con la producción. Ideas que, en el campo militar, son la logística y el combate. Y que eran vistas como de inapropiadas, o, al menos, como Ideas Raras, por no incorporar el rígido componente autoritario.
Calificadas de “civilistas”, según contamos. Muchos colegas tenían la firme
creencia que en lo militar era indispensable ejercer la autoridad en forma
obligante antes que adoctrinante.
De lo
contrario se estaba militarmente errado y cobraba el consabido costo de ser
evaluado de poco competente profesionalmente. En especial en el ejercicio del
mando. Al fin y al cabo es más fácil dar órdenes para que se cumplan solo por
la imposición, que lograr que se ejecuten por la fuerza de la convicción. O por el
adoctrinamiento y, sobre todo, con el ejemplo. Lo que demanda bastante esfuerzo
intelectual, retórico, riqueza de ideas y habilidades de liderazgo. Aspectos
que no son muy afines a la severa y poco académica vida de cuartel.
La comunicación silenciosa. las tropas eran bastante parcas en expresar sus sentimientos debidos a las
consideraciones aquí narradas. Inexpresividad ya fuera por su idiosincrasia
cultural y preparación académica. Incluso porque en su medio se consideraba que
una demostración de aprecio a la autoridad era perder esa protección necesaria, para
que el superior no la utilizase en pedirles mejores resultados. Además podía
ser visto como halagos interesados. Pero nada de eso indicaba que son personas
de bastante sensibilidad y agradecimiento cuando ven que sus superiores les tienen
estimación, así estos últimos no reciban la retroalimentación correspondiente de
su parte en expresión verbal mas si en resultado operacional.
Por eso
emplean otros medios. En especial dando todo la que más que pueden en el cumplimiento
del deber. Se dedicaron a más de lo que ellos consideraban sus obligaciones, que
es lo fundamental, o de lo que se les estaba exigiendo. Incluso por fuera de lo que era
su obligación profesional. Por situaciones no explícitas, pero si indirectamente, perfectamente claras, ese crecimiento aumentó. Si se cotejan con otras
circunstancias, se llega a la conclusión de que es muy factible que ellos no solo
respondieron a su deber oficial sino en gratitud en la casi frontera de lo personal.
Acumulando efectos. La
estima por el buen trato a la tropa, que tanta falta les hacía, fue el
detonante de su cambio de comportamiento y desempeño. Sin darles nada especial,
porque era nuestro deber lo que les habíamos aportado. Únicamente lo que se
merecían y lo que se les debía dar, por el simple hecho de ser seres humanos y
que antes se les negaba. El CACOM se continuaba perfilando.
Los
soldados de la FUTACAL lograron que su agrupación fuese tan exitosa y afamada,
que después de pasar de un estado deprimente y ser reprochados por su
comportamiento, fueran tenidos en cuenta para constituir ya no una pequeña
Fuerza de Tarea Conjunta, que es un nivel menor dentro de la organización
militar, sino una Brigada Conjunta. Cuerpo de tropas que es de los más grandes
en capacidades de combate.
Fuerzas
especiales
La mayoría
de los soldados de ese tiempo ya se han jubilado, porque son profesionales, con
excepción a la infantería de aviación, que eran soldados del servicio militar
obligatorio. Logramos un buen nivel de empatía y entendimiento. Llegamos a
sentirnos mutuo aprecio, que aun conservamos.
Cuando en un cuerpo de tropa se desarrolla comprensión entre superiores y subalternos, hay una entrega casi que ilimitada por alcanzar el éxito en las misiones que se le encomiendan.
Cuando en un cuerpo de tropa se desarrolla comprensión entre superiores y subalternos, hay una entrega casi que ilimitada por alcanzar el éxito en las misiones que se le encomiendan.
Años
después y ya en condición de retiro del servicio activo, supimos que el aprecio
había llegado a consideraciones tan exageradas que si no fuese porque son aspectos
inválidos ni permitidos en la vida militar, podrían calificarse de una secreta
y silenciosa adoración. Pensamiento tan exorbitante que no podemos más que
calificar de fantasioso. Porque aunque no lo podemos comprobar, pero sí son bastante
evidentes. Que en una valoración de contexto razonable merecen esa calificación.
Pues sin pedirlo habían realizado actos de dudosa legalidad a nuestro favor simplemente por complacernos y en retribución de lo que habíamos hecho por ellos en
ese tiempo.
Pensamiento que en algo
perduraba ese aprecio, aunque lo narrado había acontecido hacía mucho y por su cuenta sin
que hubiésemos tenido la oportunidad de prevenirlos. Actos que al no tener
forma de confirmarse no podíamos formalizarlos con razonable verificación, para denunciarlos
para las debidas causas judiciales. Esta eran conclusiones personales genéricas, vaporosas y erráticas, y por ello no confirmables ni calificables de
plena prueba, como las llaman los tribunales.
El extranjero enojado.
Helicópteros rusos. Una
de esas circunstancias se dio cuando a la Base Aérea llegaron dos helicópteros
de fabricación rusa contratados por el ministerio de defensa quienes prestaban
servicio a tropas del Ejército. Las que a su vez daban seguridad a unas empresas explotadoras de yacimientos de petróleo. Nos pidieron protección y alojamiento. Como pudimos
les facilitamos por unos pocos días la estadía y resguardo. Las tripulaciones eran de origen
ruso y no eran solidarias con nuestras necesidades a pesar de que se lo habíamos solicitado.
En una
ocasión nos informaron que la situación era intolerable porque los empleados
del servicio les habían pedido reducir el consumo eléctrico. En especial en
el uso indiscriminado que hacían de los aires acondicionados. Por ese tiempo
teníamos bastante restricción de combustible para las plantas eléctricas y
pedíamos a todos el máximo esfuerzo en ahorro de energía.
Decidimos hacerles una demanda más formal y usando nuestra autoridad. Como fuimos informados de su actitud grosera, casi que insultante con las solicitudes anteriores, decidimos ir personalmente.
Decidimos hacerles una demanda más formal y usando nuestra autoridad. Como fuimos informados de su actitud grosera, casi que insultante con las solicitudes anteriores, decidimos ir personalmente.
En los
contactos iniciales, cuando llegaron, habían sido amables y moderados. Después
resultaron ser atrevidos con nuestros subalternos y empleados. Por ello no les pedimos
que fuesen a nuestra presencia. Decidimos ir donde ellos a sus propios alojamientos.
Ante la posibilidad de ser mal recibidos, como nos lo advirtieron, mandamos informar
a los soldados que nos prestaran alguna seguridad pero con la máxima discreción
posible.
El contacto. Cuando
tocamos la puerta del alojamiento, que estaba al frente de la zona verde
exterior, porque no era de pasillo interior, y ya bastante avanzada la mañana,
ellos aún estaban durmiendo y eso parece que les molestó. Les indicamos el
motivo de nuestra visita.
Al principio el piloto responsable de ellos nos recibió con amabilidad. Pero uno de los copilotos, que estaba acostado durmiendo, se levantó permaneciendo sentado en la misma cama y comenzó a limpiar, sin razón aparente, una pesada daga como para hacernos saber que no éramos bien recibidos. Pensamos que no faltaría que fuese un brutal mercenario entrenado en el circo ruso para lanzar certeros yataganes a cierta distancia y con suficiente fuerza y letal precisión. Por ello aproximamos con suavidad la mano a la funda de la pistola por si las cosas se ponían demasiado peligrosas. Suspicacia que apreciaron.
Al principio el piloto responsable de ellos nos recibió con amabilidad. Pero uno de los copilotos, que estaba acostado durmiendo, se levantó permaneciendo sentado en la misma cama y comenzó a limpiar, sin razón aparente, una pesada daga como para hacernos saber que no éramos bien recibidos. Pensamos que no faltaría que fuese un brutal mercenario entrenado en el circo ruso para lanzar certeros yataganes a cierta distancia y con suficiente fuerza y letal precisión. Por ello aproximamos con suavidad la mano a la funda de la pistola por si las cosas se ponían demasiado peligrosas. Suspicacia que apreciaron.
En ese
momento nos dimos cuenta que nuestra precaución de alerta a la tropa no había sido
innecesaria. Parece que los soldados sabían más de la actitud de los
extranjeros de lo que se nos había informado. Pues la seguridad que habíamos
pedido, que estaba oculta y por ello creíamos ausente, también se percató de la
situación. Sin retirar nuestra vista de los dos sujetos nos dimos cuenta de su
presencia.
Notamos que algunos soldados, a los que no habíamos visto, que estaban próximos y plenamente alertas, habían salido de su escondite cuando se percataron de la creciente altanería de los visitantes. También fueron vistos por los arrogantes pilotos que se creían con derecho actuar a su libre albedrío con cualquiera. Entonces su actitud cambió y fueron más cordiales, aunque parcos en ofrecer su colaboración.
Notamos que algunos soldados, a los que no habíamos visto, que estaban próximos y plenamente alertas, habían salido de su escondite cuando se percataron de la creciente altanería de los visitantes. También fueron vistos por los arrogantes pilotos que se creían con derecho actuar a su libre albedrío con cualquiera. Entonces su actitud cambió y fueron más cordiales, aunque parcos en ofrecer su colaboración.
La actitud
de estos sujetos nos fue demasiado enojosa pero mantuvimos la calma. Sabíamos
que si actuábamos con impudencia y los provocábamos hasta el límite de su capacidad de tolerancia psicológica, podían actuar por reflejo instintivo e irracional, no controlado, contra nosotros. Pero de seguro se expondrían, irremediablemente, a una
densa lluvia de balas sin ninguna compasión.
Por ello no ingresamos a su alojamiento y conservamos una adecuada distancia como para que no fuesen a pensar que los estábamos sometiendo a un condición de irremediable autodefensa por exagerada hostilidad. Desde la puerta les explicamos el motivo de nuestra presencia y se nos dijo que colaborarían.
Por ello no ingresamos a su alojamiento y conservamos una adecuada distancia como para que no fuesen a pensar que los estábamos sometiendo a un condición de irremediable autodefensa por exagerada hostilidad. Desde la puerta les explicamos el motivo de nuestra presencia y se nos dijo que colaborarían.
Helicóptero.
Internet
Afortunada partida. Después
de eso no demoraron mucho en su estadía y se marcharon sin nisiquiera despedirse ni dar las gracias. Dejándonos pésima impresión de la calidad humana
y social de lo que son esos mercenarios, que el ministerio de defensa había
alquilado.
Parece que los soldados los siguieron sometiendo a una vigilancia estrecha que se les convirtió en franca hostilidad que decidieron no soportar más y mejor se fueron. Prefirieron no correr riesgos innecesarios y para nosotros también fue agradable su partida.
Parece que los soldados los siguieron sometiendo a una vigilancia estrecha que se les convirtió en franca hostilidad que decidieron no soportar más y mejor se fueron. Prefirieron no correr riesgos innecesarios y para nosotros también fue agradable su partida.
Y no
solo fue el respaldo de la tropa en situaciones como esta sino en otras circunstancias.
Notábamos que con su actitud y comportamiento nos estaban agradeciendo nuestro buen
trato. Pero esas cosas no las decíamos porque ellos lo negarían con toda vehemencia. En
esa silenciosa comunicación quedaba evidente que las cosas sucedían sin que
existieran palabras. Motivo por el cual tampoco son confirmables de ninguna
forma aunque resaltan en el análisis.
Electricidad inversa.
El relámpago. En las
épocas de lluvias se presentaban fuertes tempestades con descargas eléctricas.
En una noche tormentosa un relámpago dañó el transformador elevador a la salida
de la caseta de plantas. El trasformador tiene la función de recibir el bajo
voltaje de salida de las plantas y subirlo para entregarlo a la red para reducir
las pérdidas en la transmisión.
Como
es una pieza de alto costo no teníamos como remplazarlo. Pedimos ayuda a Bogotá
y nos dijeron que no era factible que nos pudieran suministrar otro con
prontitud. Normalmente no están disponibles en el mercado y hay que encargarlos
con anterioridad o mandarlos hacer. Quedamos como las Empresas Públicas de
Medellín cuando se le fundieron los cables de Guatapé. Se avecinaban varios
días sin electricidad. Teníamos que regresar a las técnicas de vida primitivas
en todos los campos.
El
fundamental problema era que las pocas plantas de emergencia no abastecían con
suficiencia las necesidades vitales. Tales como las comunicaciones
administrativas, algunas operativas y solo parcialmente las aeronáuticas. Los
computadores de las oficinas estaban paralizados.
Lo sabido. La
preocupación nos puso a pensar. Primero teníamos que saber cuál era la
configuración de la red. Los electricistas, extrañamente, parecían solo saber,
según ellos, de la baja tensión y nada de la alta tensión. Dijeron que esos
arreglos solo los podían hacer los técnicos que mandaran desde Bogotá. Y eso
que también notamos ciertas deficiencias en las destrezas de la red de baja
tensión. Nuestros conocimientos eran someros pues solo habíamos estudiado
algunos conceptos básicos y eso requería más profundidad. La necesidad era
apremiante y necesitábamos una solución. Lo que no supiéramos teníamos que dejarlo
a la incertidumbre y correr los riesgos correspondientes exigidos.
La red
consistía en una caseta de plantas Diésel ubicada sobre la mitad del recorrido de vía central a lo largo de la Base. Estaba en el punto medio de dicha vía. Tenía dos
circuitos de alta tensión, cada uno hacia cada uno de los dos sectores: el
noreste y el suroeste. El trasformador elevador fundido estaba ubicado en la
parte externa de la caseta de plantas y alimentaba los dos lados. Era el
corazón de todo el sistema eléctrico. Su capacidad era bastante alta para
procesar toda la potencia del circuito general. Las plantas estaban en
perfectas condiciones.
Pensando al contrario.
Pensando cómo solucionar el problema, recordamos que si se tenía un elevador
también existían los trasformadores reductores para lograr los voltajes de la
baja tensión, que es la utilizable por los usuarios. Es decir, los 220 volts y
los 110 volts del alumbrado público y el domiciliario y para las oficinas. El transformador
reductor de mayor capacidad estaba al final de la red de alta tensión del
sector suroccidental.
Se nos
ocurrió la idea de que si conectamos el trasformador reductor al contrario,
se convertiría en un elevador provisional. Aunque de menor capacidad pero de
emergencia. Así no fuese ese su diseño, podíamos obtener al menos uno de los
circuitos activo y ese debía ser el de los servicios vitales. Como el de
comando y control con sus comunicaciones militares fundamentales.
Las conexiones. El
asunto era que como estaba al extremo suroccidental, de la Base teníamos que
trasladar una de las plantas a donde estaba ese trasformador. Era difícil
movilizar el trasformador. Así lo decidimos. Le mandamos desconectar la salida
del bajo voltaje a la red del trasformador reductor. En esos terminales se
conectaba el bajo voltaje producido por la planta eléctrica. El sector de baja
que nos quedaba aislado se acoplaba al reductor más próximo. Entonces el último
reductor quedó convertido en elevador.
Transformador
Siendo
ese trasformador de menos potencia que el grande deteriorado, solo podíamos
alimentar una parte de las cargas. Para ello mandamos separar el sector nororiental
de alta tensión de la Base. Que no era el vital reduciendo a la mitad el
consumo total. Además de los otros trasformadores reductores del sector
suroccidental que tampoco fueran indispensables. No sabíamos cuánto se reducía
la carga. Con un cálculo somero, basado en la potencia individual nominal
impresa en las carcasas de cada trasformador, nos aproximamos a la potencia
requerida. Decidimos que con una de las plantas Diésel pequeña podíamos
absorber las demandas dejando un margen apreciativo de tolerancia.
Sin historia. En la
caseta teníamos dos generaciones de plantas. Las modernas, potentes, grandes y
pesadas, con refrigeración por agua. Y otras plantas antiguas, livianas y de
menos potencia. Pero con la característica fundamental que eran refrigeradas
por aire. Lo que era importante porque demandan menos atención ya que estaría a
la intemperie y eran menos propensas a fallar. A pesar de su edad funcionaban
perfectamente. Escogimos la que parecía la más confiable a la vista. Porque
cuando preguntamos por las hojas de vida de los equipos nadie sabía ni siquiera
que era eso. No les registraban nada relacionado con su vida útil ni su
historial técnico.
El Alejandro. Se
presentó otro obstáculo. Para sacarla de su antigua morada en la caseta nos
fueron a consultar un delicado problema porque no cabía por la puerta. Fuimos a
ver. Se nos hacía raro la forma de cómo la habían entrado. Era verdad lo que
nos decían.
Los curiosos, como siempre en búsqueda de diversión morbosa, estaban expectantes para ver si desistíamos admitiendo nuestra
imprevisión o de cómo les resolvíamos ese inconveniente. Se necesitaba una
solución al estilo de nudo Gordiano.
A Alejandro Magno los sacerdotes de uno de los dioses de la ciudad de Gordio
le plantearon que, por tradición y para que su campaña fuese exitosa, debía primero desatar un fuerte nudo que estaba amarrado a un madero dentro del templo. Alejandro fue
a ver como lograba superar esa condición. Al momento de resolver el inconveniente
sacó la espada y de un tajo lo cortó. Así siguió su triunfal conquista.
Nosotros tampoco dudamos. Entramos al taller de herramientas y salimos con una de las pesadas almadanas del mecánico. Dimos el primer golpe fuerte al muro del frente, rompiendo unos ladrillos por donde debía salir y les dijimos, entregándoles la masa: “Así se hace”. De inmediato lo derribaron. Después de muchos años de habitar en la caseta podía salir la planta vieja (casi todo era antiguo) a la luz del sol rumbo al nuevo anclaje.
Nosotros tampoco dudamos. Entramos al taller de herramientas y salimos con una de las pesadas almadanas del mecánico. Dimos el primer golpe fuerte al muro del frente, rompiendo unos ladrillos por donde debía salir y les dijimos, entregándoles la masa: “Así se hace”. De inmediato lo derribaron. Después de muchos años de habitar en la caseta podía salir la planta vieja (casi todo era antiguo) a la luz del sol rumbo al nuevo anclaje.
Al hombro. Otro inconveniente
era como cargarla pues es una máquina de varias toneladas. La misión se la
encomendamos a la Infantería de Aviación donde están las máquinas de guerra más
fuertes que habían escavado el canal de desagüe del pantano.
El Comandante y
sus hombres se idearon una extraña anda. Al estilo de las usadas para cargar los
santos en las procesiones de semana santa o las viejas turegas de arrieros.
Tenía dos maderos largos colocados al costado longitudinal de la máquina.
Además de otros dos al través, adelante y atrás. Los ocho brazos sobresalientes de las cuatro crucetas, con su pesada carga
central, fue tomada por una buena cantidad de hombres que la levantaron sobre
los hombros como si fuese algo ligero.
Para
ellos eso fue más una diversión que un trabajo pues era poco frecuente que se
hicieran cosas por fuera de lo rutinario. A menos que se les ocurrieran cosas
diferentes a sus superiores. Con divertida marcha acompasada , para no causar tropiezos y algo de diversión, que dentro de la tropa no falta para solventar sus necesidades, llegó a su destino. Hombres que cantaban y marchaban a un mismo ritmo para no perder el paso de su divertido jolgorio.
Fue
conectada en la forma como lo habíamos previsto y aunque esperábamos una
explosión del vetusto trasformador no pasó nada. Al contrario la red se
energizó. Los voltajes fueron correctos. Lentamente fuimos poniendo cargas sin
novedad. De esa forma estuvimos bastantes días hasta que nos enviaron un nuevo
trasformador. Cuando llegó el nuevo trasformador deshicimos el esperpento
eléctrico y todo regresó a la normalidad. Además de la guerra de balas también
estaba la guerra de la logística.
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