AERONAUTAS Y CRONISTAS

jueves, 10 de mayo de 2018

22. ENTRE LEONES Y RATONES



SEGUNDA PARTE
LAS OPERACIONES

22. Cambio de frente. Hemos narrado las limitaciones logísticas, que eran obstáculos para el combate. Ya es apropiado mencionar el factor operacional. Esos esfuerzos tenían que concluir en acciones de armas. Fueron bastantes las operaciones que se ejecutaron durante esos 24 meses. Para dar claridad mencionaremos solo las sobresalientes, que comenzaron a dar resultados significativos y generaron, igualmente, reacciones violentas. Eran actividades de combate que no estaban separadas de las logísticas en tiempo y lugar. Todo acontecía simultáneamente. Teníamos que conjugar la parte administrativa con la operacional. Las que, entre, las dos conforman un solo aspecto, el de Comando o Gerencia.

Otro aporte de verificación. Para evidenciar la incompatibilidad que produce la diferencia entre lo que ve el General y lo que el Soldado siente, cuando no hay real conocimiento de la situación nacional, estas experiencias operacionales nos las aclararán. Ellas ilustran las razones por las cuales estábamos insatisfechos en el EMC. Al tiempo que asocia nuestros esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de la tropa con las operaciones de combate. Las que poco hemos mencionado en esta narración y las que daban razón de ser de un futuro Comando de Combate para dejar de ser un simple Grupo Aéreo.

Las debilidades mentales. Durante el año anterior que pasamos en el EMC, antes de ser comandantes de GASUR, nos incomodaba ver la falta de determinación y las restricciones burocráticas para actuar con contundencia según los principios de la guerra. Por ejemplo, se desconocían conceptos como la sorpresa y la oportunidad. Algunas veces aparecían blancos valederos que ofrecían todas las características apropiadas para ejecutar bombardeos con la mejor rentabilidad. Sin embargo, los torpes criterios acostumbrados dentro de las tradiciones militares, paralizaban toda acción categórica y efectiva. Y esa inconformidad se nos acrecentaba cuando nos vimos limitados, estando ya en GASUR, por esa manera de pensar. Razonamientos producto de la evidente sicología de incompetencia militar.

Tropa profesional.
La FUTACAL. El origen de la Fuerza de Tarea Conjunta Cándido Leguízamo, FUTACAL, bautizada así en honor al valeroso soldado colombiano que se enfrentó a las fuerzas atacantes del Perú en la década de 1930, era nuestro más poderoso cuerpo ofensivo. Esta agrupación tiene un inicio especial que nos fue contado.
Según sus soldados más antiguos, que conocían su origen, sus comienzos no fueron en la selva del Amazonas sino precisamente en la ciudad de Bogotá. Parecía como si hubiésemos hecho el mismo camino.

El orden público. Hubo un tiempo en que la situación de orden público era delicada en todo el país y hasta la misma capital se creía amenazada por los grupos insurgentes que la rodeaban. Incluso los medios de comunicación hablaban de planes de tomársela, como lo explicamos en el retiro del componente aéreo de la FUTACAL.

Si eso era en la capital, igual sucedía en las demás ciudades del país. El problema era generalizado y los dueños de fincas se refugiaron en los cascos urbanos dejando de visitar sus propiedades rurales. Muchas de las cuales ya estaban abandonadas o las dirigían a distancia. Y la movilización comercial, entre ciudades, estaba muy limitada.
Hasta la mayoría de los alcaldes de los pequeños municipios estaban despachando desde las capitales departamentales. Eran autoridades desplazadas. Incluso aun en nuestras residencia existía tal situación pues por esos días el gobernador del departamento del Caquetá fue asesinado junto con el alcalde del municipio de Solano, próximo a nuestro Base. Todo porque nos visitaron en acto protocolario. Ceremonia que los bandoleros asumieron como una reafirmación política, de nuestra parte, a su autoridad. Y del cómo les dábamos respaldo militar. Lo que era totalmente cierto pero para ellos eso era un acto hostil y motivo de alto disgusto.

Ese ambiente tan peligroso y destino poco apetecido, fue el que nuestros detractores capitalinos pensaron que era el momento y el lugar propicio para que nos enviaran a cumplir nuestros deberes profesionales. Hasta los mismos militares pensaban con aprensión que fuesen destinados a los temerosos lugares llamados las “Zonas de Orden Público”.

La conformación. Ante tal situación, el cuerpo diplomático pidió adecuadas medidas de protección a sus delegaciones. Entre ellas y quien más hacia presión sobre el gobierno era la de EE UU. Y las autoridades sabían que era indispensable dar esa seguridad. Para ello reforzó los servicios de escoltas pero lo consideraron insuficiente.

La embajada de los EE UU propuso crear un cuerpo de reacción inmediata de choque defensivo con disponibilidad permanente. Como los recursos económicos colombianos no estaban disponibles ellos ofrecieron cubrirlos con dotación y sostenimiento. Era primordial para la seguridad del cuerpo diplomático norteamericano. Con el ofrecimiento que sería de uso general para las demás representaciones. Recordaban el nefasto suceso del secuestro masivo de diplomáticos en la embajada de Santo Domingo en Bogotá por parte del M 19. Otro grupo terrorista que hizo con ello noticia mundial.

Así se creó y entrenó un cuerpo de tropas profesionales que permanecía disponible en las instalaciones del Cantón Militar del Norte en Bogotá. Una de las condiciones era que debía estar a órdenes directas del Comandante General de las FF MM de Colombia para que fuese confiable en el momento de ser requerido. La máxima autoridad militar de la nación. Algo exagerado pues a ese cargo y rango no le corresponde comandar cuerpos directos de combate, pero así se hizo ante la exigencia diplomática.

El destierro. Pasado algún tiempo esa fuerza se fue ignorando y casi que olvidando por parte del alto mando. Era más una incomodad distracción a sus obligaciones estratégicas. Las fundamentales de protección de la soberanía y los intereses máximos de la nación. Permanecían solo bajo la supervisión y mando directo de subalternos. Ante la poca posibilidad de que se necesitaran, sus hombres se fueron relajando en el comportamiento y entrenamiento. Se habituaron al ocio y la comodidad, y hasta de disgusto, porque vieron que realmente habían dejado de ser trascendentes. Lo que, como es normal, comenzó a derivar en indisciplinas y a malos y graves comportamientos. En lugar de ser un beneficio se convirtieron en una intolerable incomodidad para el alto mando.

La solución más fácil a tal inconveniente, era ignorar el propósito que había justificado su creación y ante el desinterés de quienes habían solicitado su conformación. Contribuyeron los frecuentes relevos de los mandos militares y los cambios de embajadores que se olvidaron de tal tropa. 
Por ello un comandante del Ejército, fuerza militar a la cual ellos pertenecían, decidió quitarse el problema mandándolos lo más lejos posible a manera de, supuestamente, castigo. El mismo criterio usado con los asignados a GASUR en la FAC. Claro que era castigo, pero para la tropa y no para quienes las habían descuidado, siendo su deber cuidarlas.

La misma técnica de destierro aplicada con quienes eran asignados a la Base Aérea de Tres Esquinas. Pues, dicha tropa fue a para a una base militar de frontera retirada en la selva en límites con el Brasil. Lo más adentro de la selva posible. El puesto avanzado en la, también histórica, localidad de Tarapacá por haber sido uno de los lugares donde debimos defender nuestra soberanía ante los atrevidos intentos peruanos de invasión. En ese lugar se sufría de escases de recursos, mucho aislamiento, ambiente malsano y por supuesto con menos supervisión.

Después de ser un cuerpo de tropas elitistas y privilegiadas, dotados del mejor armamento y equipo de combate moderno facilitado por los EE UU, fueron degradados y reprochados. Su moral de combate se afectó sobremanera y se sintieron agredido. Pensaron que había sido una deslealtad injusta por parte de los superiores con sus subalternos. Lo que les era insoportable pues la culpa del reproche no había surgido de su desobediencia sino del mal manejo de los superiores y su incapacidad para ejercer el mando.

Con ellos se había demostrado que los altos mandos no les compete ejercer el comando directo de unidades de combate. Pero ellos no debían ser el conejillo de indias de un experimento militar que se sabía, por antecedente históricos que nunca había funcionado. Y, sin embargo, lo estaban repitiendo con ellos. 


Comandos de Jungla

Otra misión. Pasado algún tiempo apareció la necesidad de dar la seguridad del proyecto del CACOM, en Tres Esquinas, para el control del narcotráfico por parte de los norteamericanos. Proyecto en que la misma embajada invertiría considerable dinero y era ejecutado por ingenieros norteamericanos que requerían seguridad.
Alguien recordó que la fuerza destacada en Tarapacá y sostenida con sus fondos diplomáticos,. Era la apropiada para tal fin sin necesidad de crear otra fuerza militar de protección. Se ordenó trasladar dicha tropa desde la frontera con el Brasil hasta Tres Esquinas. Del sureste del país al suroeste. A mil kilómetros de selva. Con ella se conformaría la denominada FUTACAL.

Cuando dichas tropas arribaron al GASUR estaban en pésimas condiciones de disciplina, entrenamiento y descuido. Eran altaneras, insubordinadas y amenazantes contra cualquier exigencia de buen comportamiento. Se emborrachaban con frecuencia y algunos eran adictos al consumo de mariguana. Lo que se agravaba con el hecho de que se les dotaría con moderno y potente armamento. Llegaron casi que a ser exigentes en forma atrevida.

El problema no era solo de actitud sino también en lo logístico. El armamento estaba casi que inservible, los uniformes harapientos y los equipos destrozados. Flacos, pálidos, enfermos, sucios y peludos, porque hasta el estado personal se había descuidado. Se habían "enmaniguado", como se dice de quien se habitúa a vivir entre el monte.


Ya les faltaba muy poco para ser idénticos al cuerpo de tropas narcotizadas que, en Viet Nam, protaganizaban masacres, como la de My Lai. Cabalgando en helicópteros al son de la marcha de las Valquirias, reproducida con potentes parlantes para aterrorizar, durante sus asaltos armados. Las modernas huestes mongólicas.

La separación. Como el comandante de la Base captó que los recién llegados serían más un problema que una solución, consideró que eran casi que peligroso mezclarlos con los soldados voluntarios de la Fuerza Aérea, que él ya tenía desde antes que ellos llegaran. De seguro sus obedientes soldados se contagiarían de los malos comportamientos de los recién llegados. Para atenuar el inconveniente decidió algo similar a lo que ya Bogotá había hecho con ellos, tenerlos de lejos.

Los puso a vivir en campamento primitivo, hecho de ranchos o trojas, como los llaman los campesinos. En una estrecha y larga vega húmeda desmontada a la orilla del río Orteguaza y al lado contrario de los alojamientos de la Infantería de Aviación. La que estaba conformada por soldados de servicio obligatorio que acataban de mejor manera la autoridad.
Les tenía restringidas los acceso a las instalaciones. Debían patrullar con frecuencia y en profundidad, los alrededores selváticos.
Se les hacía saber, con esa forma de trato, que el solo hecho de haberlos aproximado al centro del país lo debían considerar como un privilegio.

La confluencia de nombramientos. Cuando recibimos el comando de la Base Aérea se nos hizo advertencia clara del mal comportamiento de la tropa de la FUTACAL y se nos recomendó continuar con la misma política que se les venía aplicando en el trato. Todo por el riesgo que representaban.
Tuvimos la fortuna de llegar al cargo de Comandante de la Base al mismo tiempo cuando fue relevado el nuevo comandante de la FUTACAL, de grado Mayor del Ejército Nacional y del Arma de Ingenieros.

Un valioso oficial. Es un oficial de la mejor formación profesional, culto y con buenos antecedentes académicos. Además de altas habilidades para ejercer el mando con liderazgo y exigencia en el cumplimiento de las normas militares.
Ejercía la autoridad por la vía de la convicción antes que de la imposición. Sin descartar todos los recursos legales para hacerse obedecer si llegase a ser necesario. Para ello le era muy útil su amplia capacitación militar donde había ocupado los primeros puestos en sus estudios militares y prestigiosas instituciones de educación superior.
Sus dotes personales y profesionales fueron fundamentales para cambiar de mentalidad a las tropas que comandaría. Las cuales respondieron mejorando significativamente el comportamiento.

Solía informarnos constantemente de las operaciones y los avances en cuanto a la moral de las tropas.  Fueron modificando el perfil tan deprimente que nos habían presentado. Nos subía el nivel de confianza que le teníamos en su desempeño pero, especialmente, en el de sus tropas.

La FUTACAL era integrada por tres Contraguerillas profesionales del Ejército que recibieron nuevo y moderno armamento. Además de intendencia y equipo de la mejor calidad.
Tres Elementos de Combate Fluvial de la Infantería de Marina, también profesionales y dotados con poderosas lanchas de ataque. Y un Elemento de Infantería de Aviación de servicio militar obligatorio, provenientes de la Fuerza Aérea.
Era apoyada con un destacamento aéreo conformado con algunos aviones y modernos helicópteros de transporte. Uno de los cuales estaba artillado para apoyo de fuego aéreo. Era grande la responsabilidad del Mayor Comandante.

Los resultados. Después de los buenos tratos, las consideraciones sobre su facilidades de alojamiento y la creciente confianza, contadas antes, las operaciones comenzaron a dar resultados con destrucción de laboratorios, hostilidad al enemigo con patrullajes en profundidad, bajas de bandoleros y ampliación de la zona de influencia en toda la jurisdicción.
Nos fuimos convirtiendo en un factor desestabilizador de la amenaza y le arrebatábamos el dominio y control. Las cuadrillas de bandoleros ejercían autoridad clandestina, creada durante varios años usando el terror contra los moradores y colonos. Expandíamos nuestra autoridad legal. La que prácticamente se había evitado anteriormente. Casi que por el, no mencionado pero sí sentido, temor de despertar a un tigre dormido.

Lo que por muchos medios se nos ponía de presente y recomendaba evitar. No oficialmente pero sí en sugerencias y comunicaciones informales, que debíamos moderar ser tan ofensivos, mantener un perfil pasivo y reducirnos a solo sobrevivir dentro de los muy limitados predios de las instalaciones.
Que deberíamos llevar la capacidad de influencia no más lejos de los 60 kilómetros de radio de nuestra jurisdicción circular. Mucho menos pasar dicha frontera invisible pero legal. A pesar que las jurisdicciones colindantes no tenían posibilidad de hacer ninguna presencia en esos alejados y selváticos lugares para apoyar nuestro desempeño.


Campamento selvático temporal que luego se hacía permanente

La distinción. Después de un año, el Mayor del Ejército se hizo acreedor a una condecoración de la FAC por su excelente desempeño. Lo que nos fue criticado por ser él un oficial de otra fuerza militar, pero bajo nuestro mando. Persistían aún los viejos celos entre fuerzas. Se nos decía que a ellos los acogíamos en la FAC por necesidad, para cubrir nuestra seguridad, pero sin que pudiesen ser merecedores de los reconocimientos institucionales. A pesar de todo insistimos en contra de los desacuerdos y le fue concedida la distinción.

Había tenido que hacer un considerable esfuerzo personal y familiar. En el que lo acompañó su solidaria y comprensiva esposa, junto con su pequeña y delicada hija, que habían tenido que quedarse en la ciudad de Bogotá debido a las necesidades de educación de la niña. Además de que no disponíamos de alojamientos adecuados para ellas por nuestras pocas disponibilidades.
Debiendo alejarse de ellas a quienes tanto aprecia. Pero por su alto sentido del deber con la nación su familia aceptó con resignación la situación con abnegación. Con los años posteriores este oficial ha alcanzado los más altos y honoríficos grados militares y cargos nacionales por sus distinguidos méritos.

La emboscada. Uno de los resultados fue la baja de tres insurgentes en un combate que se dio contra una cuadrilla de las FARC. Este grupo de bandoleros se desplazaba en la noche desde la cuenca del río Suncilla hasta el municipio de San Antonio. En esa población se efectuarían unas fiestas populares. Hicimos creer que no haríamos presencia en ellas para mantener el orden y evitar desmanes, los que suelen suceder en esos jolgorios populares. De esa forma sabíamos que los insurgentes, de seguro, aprovecharían para demostrar que ellos sí eran la autoridad, para mejorar su imagen social y que se presentarían a suplir ese supuesto servicio, ya que el Estado no lo haría. Como así lo dejaron saber a la población y, por intermedio de ella, a las autoridades civiles.

La verdad es que sabíamos, por análisis de contexto de la inteligencia de combate, que también harían lo contrario y que la población seria atacada para provocar el terror con que ellos acostumbran lograr dominio y control de las poblaciones indefensas. 
Con el fin de evitar que fuese el pueblo tomado por los insurgentes, la FUTACAL montó retenes sobre las trochas de acceso a la población. En medio de una impenetrable oscuridad y con la ayuda de visores nocturnos de alta tecnología, facilitados dentro del equipo de las ayudas extranjeras, captaron un desplazamiento de hombres armados y uniformados irregulares, que no eran propias tropas ni reportadas. Les dieron la orden de hacer alto y pidieron la contraseña de identificación, que no respondieron. Al contrario, la sorpresa fue tanta que de inmediato reaccionaron con fuego nutrido e indiscriminado contra nuestro apostado destacamento.

En el combate perecieron tres insurgentes y otros resultaron heridos, que lograron escaparse cuando se detuvo la confrontación. Los tres terroristas dados de baja resultaron ser miembros del concejo del municipio de Solano. El próximo a nuestras instalaciones. Los rastros encontrados en la manigua, cuando amaneció, indicaron que otros habían salido mal librados. Nuestras tropas no sufrieron ninguna lesión.
Combate que no ameritó ningún comentario favorable por parte de los comandantes centrales de la FAC.

El precavido y extraño silencio que guardaron ante el hecho era casi que de evidente miedo. Quizás por las repercusiones políticas y las factibles retaliaciones legales y penales que pudiera provocar a ambos. De por sí ya estaban prevenidos con los inconvenientes causados por el bombardeo en Santodomingo. Pero más por la incomodidad para ellos que por la suerte de nuestra unidad militar, y sí que menos por nosotros en lo personal. Fue uno de los éxitos más significativos, dentro de otros, que obtuvimos en el momento. Resultado que se sumaba a otro importante como lo fue la destrucción de bastantes laboratorios al oriente sobre el río Caguán y próximo al municipio de Remolinos.

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