AERONAUTAS Y CRONISTAS

miércoles, 9 de mayo de 2018

9. ENTRE LEONES Y RATONES


9. Lo que vimos. Volvamos al problema del aseo de las tropas. Era notoria la falta de limpieza de las instalaciones, los uniformes, las áreas de baños y alojamientos. Los dormitorios olían a fuerte sudor humano acumulado. Los camarotes no estaban adecuadamente limpios y, en general, en las barracas reinaba un descuido sanitario bastante evidente. Pensamos que era un ambiente propicio para una epidemia que nos habría sido peligrosa. El asunto no era simplemente del mal olor del soldado estafeta para su intención personal sino de consideración humana con sus compañeros transmitiéndonos el mensaje.

Sospechamos que esa condición se daría en otras áreas. Por ello fuimos a “El Rancho” de tropa, como llamamos la cocina donde se preparan los alimentos. Era igual.

Pedimos explicación al ranchero encargado y también nos expuso el mismo problema del agua. Como tenía un pequeño tanque próximo a la puerta de entrada de la cocina, le preguntamos porque no la usaba para el aseo general. La razón, el agua era tan escasa que solo le alcanzaba para cargar las marmitas donde se cocinan los alimentos. Si le daba otro uso se quedaba sin cómo preparar los alimentos. Era tan grave el asunto que debía cuidar con mucho celo esa agua pues los Soldados, ante la necesidad primordial de calmar la sed, se la robaban. Ni siquiera para el aseo personal. Sus menajes debían limpiarlos con papel o trapos húmedos después de comer porque no había agua para lavarlos.

Eran las cosas que todos sospechaban y a las que temían afrontar cuando se buscaba evadir el nombramiento de Comandante de la macondiana Base Aérea. En la vida militar no siempre son combates de balas sino fundamentales asuntos de supervivencia. Porque quien no sobrevive jamás podrá vencer en el combate. Estará muerto desde antes y mucho menos lograr la victoria.

Las trampas ocultas. La situación era muy crítica. De regreso a la oficina, bastante preocupados, tratamos el asunto con el encargado del acueducto junto con el Mayor Comandante de la tropa.
Usábamos el agua del río Orteguaza para abastecer el acueducto. El fontanero decía que la planta de tratamiento era anticuada y no solo no daba el rendimiento previsto sino que el consumo había aumentado en la medida en que había crecido la población en los últimos años. Sin tener en cuenta la capacidad de abastecimiento.

El contratista de la obra de construcción de la pista había hecho llegar muchos obreros. Además de la Fuerza de Tarea FUTACAL conformada para darle seguridad a la obra. Por eso tenía que programar el bombeo por sectores. Y, por supuesto, daba prelación al personal militar de alto rango y para ellos, los empleados civiles also cuales la mismos militares los habían acogido dándoles trabajo.
Pero dejando a los soldados de últimos por ser los de menor rango. Y para lo que sobrara, si sobraba. Para que no se notara procuraba que los oficiales no sufrieran de falta de agua. Algo que hacía desde bastante tiempo atrás. Era la forma como agradecia el ser gente muy favorecida por la institución. 

Lo que omitió. Por supuesto que no dijo nada del bombeo para el pueblo de Mandalay dónde él y sus compañeros empleados civiles vivían. Por eso sospechamos que había sido una omisión premeditada. Se lo pusimos en evidencia y se puso bastante incómodo. Su sustentado argumento y sin ningún recato, era que como la planta está ubicada dentro de los predios del poblado ellos tenían la primera prioridad. Incluso antes que los militares de bajo rango. Es decir los soldados.
Es una persona bastante inculta pero demasiado astuta.  Lo que le faltaba de lo uno lo tenía de lo otro. Perteneciente a la famosa familia del más viejo colono de esa región. Familia a la cual se le ha dado a  casi todos su miembros muchas plazas laborales dentro de la Base Aérea. Como si fuesen los privilegiados caídos del Olimpo. Y como sujeto de pésima educacion académica también sabía cómo compensar esa grave deficiencia espiritual con actitud de odio y rencor hacia lo militar. Lo que evidenciaba su pésimo calidad humana.

Justo los militares quienes éramos los creadores de esa instalación militar. En una región de colonización y el motivo por el cual ellos tenían plazas laborales. Ellos que por varias generaciones habían tenido esa fuente económica de la que vivir. Era su clase de gratitud y sentido de pertenencia con la institución que los había ayudado por más de medio siglo. 

Nada les faltaba para que fácilmente pudiesen sentir que debería estar más de parte de los insurgentes, nuestros enemigos, que del gobierno y, por supuesto de la nación.
El espíritu patriótico y nacionalista no era asunto de ellos. Eso era ciencia oculta y brujería en su medio. Creímos que sus compañeros y residentes, que eran familiares en su mayoría entre sí, hasta lo habrían amenazado si les restringía el agua. Por eso a ellos nunca les faltaba. Pero a los soldados si.

El altanero ofendido. Nos dejó saber que lo habíamos ofendido por ponerle en evidencia ese mal proceder y trató de mostrarse altanero para que no se le recriminara su atrevimiento. Aunque se esforzaba por conservar la prudencia porque sabía que si no lo hacía le podría acarrear graves consecuencias legales.
Más de las que con sus compinches del poblado de Mandalay, donde el también habitaba, le podrían acontecer. Por lo menos con nosotros tenía la seguridad de que no actuaríamos ilegalmente contra él o sus aliados. Los demás ¿Quién sabe?

No escatimó en dejarnos en evidencia que nadie antes se había atrevido a hablarle de esa manera que para él era muy ofensiva. Nuestras palabras eran educadas, no salidas de tono, en volúmenes moderados y nada insultantes. Pero los conceptos no eran los que él siempre había esperado y aspiraba se le expusieran. El decirle la verdad le ofendía. Vimos que eso le acontecía porque aunque era un empleado que cumplía con su deber, con bastante autonomía, casi sin ninguna supervisión y en un lugar apartado donde podía actuar a su gusto para usar el horario según su parecer, no lo valoraba.
Por eso no veía bien que en sus más de veinte años de servicio se le hiciese un reclamo por actuar incorrectamente. Había desarrollado mucha soberbia y susceptibilidad exagerada considerándose tan indispensable como para que ningún superior le demostrase autoridad.

Los favorecidos. Pertenecía al clan familiar de un tradicional apellido cuya familia había recibido muchos cargos en la Base Aérea por años. Y, sin embargo, la institución le era de poca importancia y hasta despreciable. Le dejamos claro que si los otros sectores de la Base Aérea teníamos que acogernos a un racionamiento, los habitantes del poblado también. Pero no podían seguir siendo los privilegiados. Que los soldados eran seres humanos tanto como ellos y que las pocas vacas flacas tenían que ser tan compartidas por igual como cuando se disponía de las gordas. No debía ser caridad solo de lo que sobraba sino también de lo que faltaba.

De por sí ya eran muy bien considerados permitiéndoles vivir dentro de una instalación militar y disfrutando de muchas facilidades del mundo moderno, que en ningún otro lugar cercano existían.

El entorno solo eran selvas casi vírgenes. Y ellos sabían que por fuera del cobijo de nuestra seguridad las cosas eran a otro precio con la amenaza que nos rodeaba.
Hasta en algunas ocasiones llegaron a hacernos saber que ellos eran un poblado aparte de la Base Aérea, estando dentro de ella y siendo ellos nuestros subalternos, al que no debíamos imponerle reglas de comportamiento en su modo de vida. Ni siquiera las policiales. Sin importar si sus actuaciones llegaban a causarnos problemas disciplinarios y logísticos.

Un osado atrevimiento cuando ellos disfrutaban hasta del costoso transporte aéreo, la electricidad, el acueducto, el servicio de salud y muchas otras cosas para tener una elevada calidad de vida en muchos kilómetros la redonda de esa inmensa región inhóspita.

Eso no podía seguir aconteciendo de ninguna manera y así fuese a cualquier costo. Incluso a si desease abandonar el cargo, lo que bastante deseábamos. O que nos causase cualquier otro inconveniente. Teníamos que ser categóricos pero no podíamos dejarnos chantajear por un empleado que se creía con poder de apabullarnos.  

Dimos órdenes para corregir lo mejor posible el reparto equitativo del agua y los soldados comenzaron a recibir un trato más ecuánime entre la aún latente e inevitable escasez, por el momento.

La piedra alumbre. Menos mal que personas de su talante siempre tienen justificaciones reservadas y coartadas para atenuar las culpas cuando se les descubren sus errores. Otro aspecto adicional en la justificación que argumentaba el operario para atenuar su mal proceder, era la falta de insumos químicos para tratar el agua.

Decía que desde hacía bastantes días había informado que no le entregaban en el almacén de suministros la piedralumbre necesaria para el proceso de floculación del agua que era extraída del río Orteguaza. Como es un río lodoso es fundamental hacer un proceso de precipitación y filtrado.
Descubrimos que eso era verdad debido al descuido del almacenista, también su familiar. Y a los encargados de comprar y transportar los suministros. Los que se adquirían en la ciudad de Florencia, 120 Kms al norte, y debían ser llevados en lancha por río o en avión. Nos parecía extraño que algo tan fundamental se hubiese ignorado.

Otra revista. Por eso decidimos hacer otra inspección en el almacén y corroborar la verdad. Lo que apreciamos fue otro desastre inconcebible. Materiales sin clasificar. En lamentable estado de preservación. No se actualizaba el registro de existencias y mucho menos se hacía control de niveles mínimos. Solo desorden y evidente mal manejo.

Casi nos habíamos dado por vencidos de encontrar la indispensable piedralumbre aunque fuese para unos pocos días mientras se lograba hacer llegar un nuevo suministro. El fontanero estaba por lograr su empeño de imponer su deseo de doblegarnos.
En forma totalmente abandonada pudimos ver unos sacos de un fuerte papel de empaque. Que aunque sucios y tirados en un rincón se nos hicieron extraños puesto que estaban rotulados en inglés. Sus letreros, en ese idioma, indicaban que contenían un producto químico de origen extranjero. Más aún, que el contenido estuviese en perfecto estado de conservación a pesar del largo tiempo que parecían tener de olvido.

Consultado el almacenista sobre el contenido, también del clan familiar del operario del acueducto y de otros varios operarios de la Base aérea, como si fuese en contubernio, dijo que no lo sabía. No estaban en la relación de existencias y ni siquiera se había percatado de que en ese rincón estuviesen tales bultos.
Así era de pobre el conocimiento de su lugar de trabajo. Pues le hicimos caer en cuenta que esos sacos contenian la necesitada piedralumbre que él había estado negando durante bastantes días, a su hermano, para purificar el agua.

La capacitación. Que el único problema era que se denominaba químicamente como Sulfato de Aluminio y cuyo nombre vulgar o común es Piedralumbre. Que estaba simplemente en el idioma Inglés pero era lo mismo.
Pues él no lo sabía y podría decirse que era razonable que no supiese alguna de las tres cosas o todas tres. Pero como almacenista, si su educación no era suficiente, debía no solo buscar quien le identificara los elementos a su cargo sino que no podía guardar cosas que no supiese sobre el contenido.

Piedralumbre. Internet

Podría ser material peligroso. Como el potente explosivo C4, que se hacía pasar por simple e inofensiva plastilina que tan parecidos son. O ya fuese porque fuesen materiales peligrosos por lo corrosivos, cáusticos, incendiarios o tóxicos.  Y que en caso tal de no poder clasificarlo y darle el adecuado manejo, se tenía que deshacer de ellos por el riesgo que implicaban.
Claro que, en este caso, fue un paradigma el que su incompetencia profesional nos hubiese salido útil. Bastante era el nivel de ignorancia que hasta ponía en riesgo su propia vida por no actuar con la iniciativa que estábamos buscando para generar la forma de pensar en aras de lograr un Comando de Combate. Por supuesto que para la picardía y para incumplir deberes si eran brillantemente ingeniosos.

Le dimos la orden de entregar lo solicitado a su familiar, el fontanero, y a este darle uso. Quien realmente se asustó demasiado, aunque nos pareció que era otra argucia para obstaculizar el servicio.

Dijo que tenía miedo de causar una tragedia si ese producto resultaba ser venenoso a la población y podría causar una enfermedad colectiva. Era normal que una persona con poca educación tuviese miedo a lo desconocido.
Debíamos convencerlo de que el producto estaba en perfecto estado de conservación y era el adecuado. Que para garantía estaba que nosotros mismos consumiríamos el agua que él purificaría con ese Sulfato de Aluminio. Sustancia que para él era un término misterioso de ciencias ocultas de una alquimia atemorizante. Nos aseguró que éramos nosotros los responsables del cumplimiento de esa orden si algo salía mal, pero la acataba.

El indispensable control. Cumplió y dispusimos del agua mientras conseguíamos otro nuevo pedido. Por ello no tenía ya más justificaciones para restringir, de mala fe, el suministro de agua a los soldados. Sabía que ellos soportaban todos los abusos que les viniese en gana sin protestar y por tanto, el daño que les hacía con premeditación, pasaría desapercibido a los superiores. Por eso era cuidadoso para que a estos últimos no les faltara del todo.  

Aunque esta situación dejó en evidencia que si no se hace un control efectivo de los empleados estos no tienen ningún recato en tomar acciones por su cuenta sin consideraciones morales ni sociales. Que dan prioridad a sus propios intereses individuales sin importar el beneficio comunal e institucional. Aun con los recursos esenciales y de primera necesidad.

Su poca capacitación y formación profesional son contribuidores fuertes de su desinterés por la solidaridad comunal y los beneficios compartidos poniendo por delante lo particular. Uno de los aspectos a los que esa unidad había llegado debido a errores de comando y control por los responsables de turno en todos los niveles.

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