AERONAUTAS Y CRONISTAS

miércoles, 9 de mayo de 2018

10. ENTRE LEONES Y RATONES



Búsqueda de más soluciones.
10. El antiguo acueducto. Había que encontrar soluciones contundentes a la necesidad de mas agua. Se tenía que ampliar la capacidad del acueducto existente o construir un acueducto nuevo. Ninguna de las dos opciones estaba en nuestras manos. No teníamos el presupuesto necesario.

Aunque nos habíamos propuesto a que no recurriríamos al prometido apoyo que nos había ofrecido el Comandante General cuando nos hizo el nombramiento, como ya se comentó, a menos que fuese absolutamente indispensable, acudimos a esa alternativa.

Primeros tratamos el asunto con la llamada Dirección de Instalaciones en el comando central en Bogotá, encargada de las construcciones en las bases aéreas. Con tan buena suerte que ellos ya sabían de nuestra necesidad y tenían un plan en desarrollo. Era necesario esperar la asignación de las partidas de dinero. Las que se demorarían algún tiempo. Como la situación era apremiante   debimos recurrir a pedir una agilización ante el Comandante General quien nos prometió que haría lo posible por ayudarnos. Y fue efectivo porque aceleraron los trámites.

Tan solo unos seis meses después ya estaban iniciando la construcción de una nueva y moderna planta modular, toda metálica, de tratamiento de aguas. Construcción que duraría en la ejecución otros seis meses.

Otras alternativas. Siendo bastante el tiempo para construir la nueva planta teníamos que buscar una solución alterna temporal mientras se lograba la finalización del proyecto pues la necesidad no daba mucha espera. Aunque nos alegraba que nos hubiesen tenido en cuenta en tan agobiante inconveniente.

Había otro obstáculo. No solo la demora considerable sino que debía ser construida en el mismo lote donde estaba la vieja planta que nos abastecería. Eso nos arriesgaba a factibles faltas de agua. Se necesitaban hacer algunas demoliciones parciales de la planta vieja para las conexiones a la red. Estábamos en posibilidad de cortes completos del servicio.

Era necesario proveer otra opción de suministro. El río no era lo mejor pues sus aguas eran bastante contaminadas e impotables, física y biológicamente, ya que recorría bastantes kilómetros por entre la selva antes de llegar a nuestra rivera. Las fuentes de agua limpia en la Base eran muy pequeñas y lejanas.

Una era junto al cementerio y sobre la antigua carretera que sale de la Base hacia el municipio de Solano. Había una cavidad en el terreno donde se recogen aguas lluvias por escorrentía que cruzan por debajo de la pista nueva y era difícil de conectar al acueducto por su posición.
Otra era un pequeño nacedero en la rampa por donde se subían y bajaban los hidroaviones al río en el pasado. Ante esta inquietud había que encontrar algunas alternativas. Incluso hasta las más extremas e impensables.

No descartábamos la recolección de aguas de tejados aunque no teníamos suficientes depósitos. Y no era factible que los pudiésemos conseguir porque no se tenían las partidas presupuestales que deben ser previstas desde años anteriores, según las limitantes normas oficiales. Las que están diseñadas para administrar la logística de una fuerza militar en tiempos de paz. Estando nosotros en guerra. Otro anacronismo del alto mando militar y su EMC. 

Se podrían usar las cunetas paralelas de la pista y los bajantes de los techos como extremas alternativas y haciendo un uso muy limitado del recurso. Cada casa podría poner sus propios recipientes y esperar las lluvias, afortunadamente, son abundantes en los dos periodos llamados de invierno, guardando el agua para el tiempo de verano. Que así como llueve mucho en invierno es poco en temporada seca.

Preocupaciones no despreciables. Pues éramos responsables de muchas personas además de las operaciones militares. Las que estaban ambas emparejadas y mutuamente dependientes. Éramos conscientes que sin logística es imposible sostener capacidad de combate y desarrollar operaciones efectivas.

Las aerofotografías. Cuando nos anunciaron nuestro nombramiento en 1994 para esa unidad, habíamos ido al Instituto Geográfico Agustín Codazzi, IGAG, que dispone del material aerofotográfico nacional. Y de nuestra cuenta adquirimos aerofotografías y algunas cartas topográficas y demás material informativo de los terrenos de la Base que pensamos nos serían útiles.
La intención era usarlo en las operaciones de combate. Pero fue lo contrario, fue aplicable en la parte logística y administrativa. No sabíamos que se disponía de información de Internet que para ese tiempo era algo muy nuevo para nosotros.

Como la Base había sido construida partiendo de la nada, tumbando la selva virgen y sin casi ningún estudio previo, pensamos que de alguna manera los pioneros y trabajadores debieron abastecerse de agua. Tenían que tener sus métodos. Así que comenzamos a buscar esas factibles fuentes. Lo más lógico era en los lugares donde el terreno era bajo.

Allí las aerofotografías funcionaron para iniciar. en ellas no se apreciaban esos lugares con claridad. Solo ciertas ligeras ondulaciones del terreno próximos a la pista. Los que eran los potreros de la finca ganadera en donde nos abastecíamos de carne. Si los veíamos en las fotos nos indicarían a donde llegarían las aguas lluvias. En especial las de los desagües de la pista de aterrizaje.
Debido a lo antiguo de esas obras y a los considerables cambios del terreno no eran claros en las imágenes. Las cunetas debían conducir a los reservorios, naturales o artificiales, donde podíamos encontrar agua almacenada. Las del costado sur desembocaban directamente hacia la finca y los del costado norte no sabíamos. Estando la pista al pie de los alojamientos podíamos recogerla con facilidad y hacerla llegar a donde la necesitábamos.

Los drenajes. Hicimos una inspección del terreno y descubrimos que la berma norte desaguaba a través de unos viejos túneles abovedados con arcos de ladrillo cocido que pasaban por debajo de la pista hacia el lado sur. Allí se unían a las aguas de la berma de ese lado para terminar vertiendo las aguas en las suaves depresiones longitudinales de los potreros.

Además encontramos mucha agua acumulada en la cuneta norte aunque hacía días no llovía. Los túneles estaban casi que totalmente colmatados y por eso las aguas de ese lado de la pista permanecían mucho tiempo estancadas, remojando todo el piso de la pista. Dichos drenajes no funcionaban.

Era la inexplicable razón del porqué, cuando llegaba le época lluviosa, la mitad de la pista, que aún no se había pavimentado y era en superficie de tierra, se volvía un pantanero bastante liso y no soportaba el peso de los aviones. Era de arcilla roja expansiva. Los aviones se enterraban y se exponían a patinazos peligrosos durante las carreras de despegue y aterrizaje.
Nos dificultaban los abastecimientos debiendo, en diversas ocasiones, esperar varios días a que el agua que inundaba la pista bajara de nivel y el piso endureciera lo suficiente. Era un inconveniente que tenía muchos años contra el cual los comandantes anteriores habían luchado casi que infructuosamente.

Y la compañía contratista que estaba pavimentando la pisa, como aun su trabajos no habían llegado  a ese tramo, no le hacia mantenimiento ni había afrontado el problema. Varias veces debimos llevar una Compañía completa de soldados para ayudar a tirar del viejo avión DC 3 sacándolo del atolladero de fango y despejar la pista. No podía permanecer bloqueada pues la podrían necesitar otros aviones en caso de emergencia.





PISTA FANGOSA

Teníamos que limpiar los túneles y hacer que funcionaran. Vimos que salían justo al frente de las suaves ondulaciones del terreno descendentes que se apreciaban en los potreros. Los vistos en las fotos aéreas del IGAG. Ya eran dos problemas, el de encontrar los reservorios a donde debían llegar esas aguas y el de hacer que la pista drenara rápidamente para que secara evitando la paralización de las operaciones aéreas.

La fuerza medieval. Los días viernes en la mañana realizábamos la Relación General donde todos nos reuníamos en fila, como para una parada militar. Se leía la orden de la semana y se daban algunas informaciones administrativas. Iba ser un día diferente. Después de la parte formal, expusimos a oficiales, suboficiales, soldados y civiles, lo grave que era el estado de la pista y las consecuencias.
Nos podíamos quedar sin suministros de víveres. Sin poder trasladar los enfermos a los centros de atención médica de más alto nivel del que podíamos darles en nuestro hospital. Además de ser un factor de alto riesgo a la seguridad física debido al cierre temporal de los vuelos de apoyo operacional.

Así que todos debíamos contribuir a solucionar el problema. Tanto hombres como mujeres. Las secretarias, las esposas y hasta los visitantes. Se exceptuaban los niños y quienes no fuesen absolutamente indispensables en servicios esenciales. Tales como los enfermeros, médicos, el fontanero, el operador de plantas eléctricas, controladores de tránsito aéreo, cocineros y los que cuidaban niños o personas de edad. Los que estábamos en condición de hacer trabajo físico teníamos que ayudar. Las mujeres, como mínimo, preparando limonadas y refrescos para la mayoría de hombres que ejecutaríamos el trabajo pesado.

Ellos nos habían visto limpiando los desagües de la calle principal y sabían que no éramos del talante de quienes se limitan mandar y a mirar lo que otros hacen. Les dimos media hora para prepararnos. Buscaríamos en los depósitos, talleres y casas todas aquellas herramientas manuales de mango largo que sirviesen para remover tierra.
La maquinaria de la obra para la pavimentación de la pista estaba, desde hacía días, paralizada sin posibilidad de ser usada por razones técnicas. No podíamos contar con ella. Equipo que tampoco estaba a nuestra disposición así le prestáramos seguridad, pues hacía parte de un pleito judicial.

A la hora citada todos estábamos de regreso dotados de cuanto instrumento encontramos. Parecía un espontáneo ejército armado con herramientas agrícolas. Estaba listo, cual si se tratara de ir a contener la invasión de una poderosa legión romana en época medieval. Algo bastante raro en esos tiempos modernos para una fuerza militar, aunque real.

El entusiasmo. Los animamos a actuar con el mejor empeño. Se veía que estaban estimulados tomando el asunto casi como una diversión fuera de lo común. Algunos de los que daban el ejemplo más notorio, fueron personas como el peluquero. Cambió sus tijeras y la barbera de rasurar por una pala.  El matarife que tomó una pica. Comprendieron lo importante que era el aeropuerto para nuestra subsistencia. Les indicamos las salidas de los túneles donde debían iniciar las excavaciones para buscar los canales para que salieras el agua acumulada en ellos y nos dijeran donde terminaban. Suponíamos que serían los reservorios escondidos.

Como cosa contradictoria, los más desinteresados fueron los trabajadores civiles de la sección de Instalaciones. Los encargados del mantenimiento de la infraestructura de la Base. Dijeron que eso era trabajo para soldados porque a los soldados se les podía obligar por la fuerza a trabajar. Mientras que a ellos nunca les había faltado el agua pues vivían en Mandalay, donde su aliado fontanero nunca los racionaba. Ni los víveres porque los militares siempre nos la ingeniábamos para que los vuelos de abastecimiento no faltaran. Y eso que este era su trabajo y que entre todos les estábamos ayudando a cumplir. Y los más empeñosos, como siempre, los Soldados, a quienes los anteriores acostumbraban dejar sin agua. 

El hallazgo. Secar la pista se convirtió en lo primero cuando no había sido ese nuestro objetivo inicial. Surgió en el camino. Y lo segundo era adonde se dirigían los desagües y que nos llevaran a los viejos depósitos en donde se abastecieron los primeros constructores de la Base años antes.
Por ello les advertimos que si encontraban algún ladrillo, muro o ruina informaran. Como a las dos horas de haber emprendido la obra descubrieron un pequeño muro de ladrillo cocido próximo a una de las bocas de uno de los túneles.

Fue limpiado con cuidado y al poco tiempo se puso en evidencie que era uno de los canales. También de ladrillo, al igual que el encofrado de los túneles. Estaba debajo de las ondulaciones del potrero perpendiculares a la pista que veíamos en las fotografías aéreas. Que a pesar de ser de material bastante meteorizable y haber permanecido muchos años tapado con tierra, estaba en perfecto estado. Comenzó a funcionar conduciendo la mucha agua aposada en las cunetas. Con la corriente también limpiaron los túneles.


Túnel con encofrado de ladrillo

Debido a la falta de mantenimiento de los canales , las malezas los cubrieron. Se llenaron de sedimentos y con el cruce el ganando habían desaparecido totalmente. Solo se preciaba como si fuese terreno natural cubierto de pastos. Ya no se veía nada de lo que había sido antes una obra de ingeniería que debería estar en perfecto estado y funcionando.
De esa forma la pista secaría rápido y la arcilla no se convertiría en lodo. Habíamos ganado algo importante.

Los huecos en la pista. Comandantes anteriores habían tratado de corregir el problema del ablandamiento de la pista llevando gravilla de aluvión desde una balastrera cercana. La mezclaban con la arcilla del suelo y llenaban las brechas que hacían los aviones. Otros rellenando con escombros sobrantes de construcción, arena, piedras y canto rodado de rio.
Incluso, nos contaron que algunos comandantes anteriores habían ordenado demoler unas casas desocupadas para rellenar y endurecer el piso. A un alto costo porque no solo era una pérdida de alojamientos construidos en el pasado con grandes esfuerzos sino de materiales, que en esa región son valiosos. Pero impulsados por la necesidad de no quedarse sin la comunicación aérea. De seguro muchos ladrillos estarían enterrado en la pista. Pero la apremiante necesidad los había conducido a actuar así.

Lo lógico era que si se necesitaba material duro como ladrillos, debían producirlos en lugar de demoler construcciones ya terminadas. Tampoco era una solución efectiva pues, a la próxima temporada de lluvias, se revivía el fantasma. Era un remedio solo momentáneo que no atacaba el origen del mal. El problema no eran las frecuentes y fuertes lluvias o el tener un terreno arcilloso, sino el no evacuar las aguas con rapidez para que el piso no se ablandara.



PISTA BLANDA

Una desviación.
La ingeniería de catálogo. Estando en estos asuntos solíamos observar lo que el contratista estaba haciendo en la construcción de la pista de aterrizaje con lozas de concreto para los norteamericanos. Aunque el proyecto estaba casi paralizado, el contratista fundía algunas losas, en forma lenta y solo como para dar la impresión que no había abandonado la obra totalmente. Quizás le era favorable evitar que se usara ese motivo en la querella judicial para cancelarle el contrato. Ya había hecho media pista faltando el resto.

Observamos que usaban la técnica de hacer un vaciado continuo de una larga cinta de concreto. Después, hacían cortes con una cuchilla en el concreto semi endurecido para crear las separaciones que se requieren para absorber las dilataciones. Un corte transversal superficial de unos pocos centímetros de profundidad con una cuchilla de motor para concreto. Corte que actuaba igual que el punto débil de un fusible. Un debilitamiento parcial por donde se debía generar una grieta completa hasta el fondo de todo el espesor de la placa, que era como de unos 30 centímetros. Este fenómeno era de esperarse que se produjera durante el fraguado en las horas siguientes.

Para que funcionara correctamente hacían un control minucioso de varios parámetros tales como la temperatura de la mezcla y la ambiental, que en la región es bastante alta en algunas horas. Con bombas aspersoras de espalda rociaban sobre la loza una solución antisolar lechosa. Cubrían o destapaban, según demandara la situación, con un gran armazón hecho de perfiles metálicos que sostenía una pesada carpa. Con ella se protegían del sol y de las lluvias, que son frecuentes, repentinas y abundantes en algunas épocas, aunque, normalmente, cortas. Pero también podían ser, en algunas ocasiones, tres días continuos de indetenible precipitación.

Las díscolas grietas. A pesar de esas precauciones, las díscolas grietas, con frecuencia, no seguían el corte inicial. Caprichosamente se salía de la trayectoria y causaba rotura en otras direcciones. Eso no inutiliza totalmente el trabajo hecho pero retardaba y descalificaba, en gran parte, el esfuerzo de ingeniería.
Eran bastantes las difíciles y costosas operaciones para lograr hacer cada una de las losas. Además del que implicaba corregir haciendo perforaciones con un taladro a lo largo de la desviada grieta, para inyectar un fuerte adherente catalítico para pegar las partes separadas. Era un dolor de cabeza tanto para el contratista colombiano como para los interventores y los contratantes norteamericanos.

Aunque nuestros conocimientos sobre ingenieria civil eran demasiado elementales, nos creímos con derecho a hacer algunas sugerencias. A manera de conversación informal, que propiciamos con uno de los ingenieros extranjeros, le dijimos que podrían evitar ese inconveniente si tenían en cuenta algunos factores adicionales.
Como lo sospechamos, nuestra apreciación no le pareció sustentada y, de inmediato nos refutó diciendo que ellos estaban procediendo según los valiosos parámetros establecidos en los manuales del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los EE UU, que tenía gran experiencia en todo el mundo. Y en especial en construcciones en el África. Era una gruesa carpeta de minuciosas normas técnicas.

Fracturas imprevistas por fuera de los cortes

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