AERONAUTAS Y CRONISTAS

miércoles, 9 de mayo de 2018

6. ENTRE LEONES Y RATONES


6. La respuesta. Finalmente, después de larga espera, el Comando FAC nos respondió en forma ambigua. Para no adquirir el compromiso de una decisión rotunda y clara. Que hiciéramos el repliegue pero solo bajo nuestra consideración. Como siempre, las consecuencias por hacerlo o no hacerlo, solo serían de nuestra parte y no tendríamos respaldo si el asunto no era exitoso en cualquiera de las dos formas.

Ante la nubosidad de la respuesta y el no contar con un consentimiento directo por lo que se hiciese y, por otra parte, de la oportunidad de obrar, que tanto valorábamos, retiramos el puesto avanzado de Solano, recibiendo a sus hombres con el mayor agrado. Así estarían más seguros, agrupábamos las fuerzas y se reducía la dispersión local. La cual era insignificante en relación con la relación que debíamos tener entre concentración o dispersión a nivel nacional. Pero para nosotros si era importante para nuestra situación.

Todavía era claro que no se podía actuar con total autonomía en cosas que era natural que fuesen del nivel local en la toma de decisiones. Ha sido tradicional no definir los criterios en lo que se puede o no, actuar con autonomía y delegación. Por ello es inevitable tener que dejar al simple criterio de lo que el superior quiera determinar para cada ocasión.


Eso le permite al superior ejercer la autoridad con el mayor albedrío para calificar de acertado o desacertado lo que ejecuta o deja de ejecutar el subalterno, usando el simple capricho personal y sin referencia de ningún principio o doctrina fundamental. Lo que, por eso mismo, le es apetecible, que esas doctrinas claras no existan. Desde luego, se facilita la valoración según la mejor conveniencia pero para el superior, pudiendo evitar la mayor cantidad de responsabilidad, que le pueda ser endilgada si el resultado de lo que hace el subalterno no es favorable. Y por supuesto ignorando la conveniencia nacional, que es la que debiera guiar sus decisiones.

La exclusividad. Por ejemplo, los requerimientos de bombardeos, que referiremos con detalle más adelante, o no fueron autorizados por el Comandante General de las Fuerzas Militares, quien era el único quien autorizaba esas operaciones. Durante el tiempo de vigencia de esa orden no fue autorizado ningún bombardeo debido al complejo trámite burocrático y los deberes de otra índole que mantenían ocupado al comandante con potestad para ordenarlo o autorizarlo. Y si lo hubiese autorizado habría desaparecido la oportunidad, la sorpresa o habría cambiado la maniobra. 


Pero, gloriosamente las cosas estaban mejorando y ya se notaba cierta libertad de acción jurisdiccional aunque muy poca. Como el repliegue del puesto de Solano, sin tener que recurrir a obtener consentimiento, para casi todo, a los altos mandos como era la tradición.

En eso nos estábamos modernizando, aunque con timidez. Y los certeros y efectivos bombardeos, que se efectuaron contra el terrorismo, años después, demostraron que era un arma poderosa. Pues fueron abatidos bastantes jefes bandoleros con la menor pérdida de vidas de tropa. Hasta tal punto que el mismo presidente, ante lo diezmados que estaba siendo los rebeldes, nos ordenó suspenderlos. Y eso que él mismo visitaba los cuarteles para pedirle a las tropas, personalmente, que mantubiesen la ofensiva. Las dualidades de los políticos en asuntos de la guerra.

En otro campo. Desde otro ángulo geopolítico más amplio, lo que nos acontecía no era ajeno ni estaba aislado del resto de la región y la realidad nacional En el año de 1996, la opinión y los medios de comunicación social, comenzaron a develar el grave problema que se presentaba en la frontera amazónica relacionado con el fortalecimiento de la insurgencia, alimentada con los dineros de narcotráfico. Los análisis obligaron al gobierno a concentrar su atención, especialmente en la región del Guaviare, ignorando completamente que igual fenómeno y en mayor magnitud se presentaba en la región del Caquetá y Putumayo.

Paradójicamente todo lo anterior era en sentido contrario de lo que se nos había dicho, de convertir el Grupo Aéreo en un Comando de Combate.  En lugar de aumentarse la capacidad operacional se reducía con el retiro del componente aéreo. Había que aceptar que esas eran las circunstancias del momento y que, quizás después, se modificarían los criterios y se retomase ese objetivo.

Los adoctrinamientos. Pero cómo esa evolución no solo era desde el punto de vista material y físico sino especialmente mental y operacional, retomamos en esa dirección. Era necesario un plan de adoctrinamiento que sacara a la gente del GASUR de sus pensamientos de inferioridad, como se consideraban los residentes debido a tantos años de olvido.


Habían llegado hasta tal punto que no escatimaban ningún recato en expresar sus puntos de vista desde su ya muy arraigada mentalidad perdedora. Creían con firmeza que ellos no representaban ninguna importancia para las altas esferas militares. También que, en general, la región no era considerada como parte importante hasta de la misma nación.

La colonia. Tal criterio era más notorio en el personal de empleados civiles permanentes de planta. Muchos habían nacido, educado, vivido y jubilado dentro de la misma Base Área. Algo que no es corriente en instalaciones militares. La Base Aérea formaba un pequeño poblado, con todo lo que compone un casco urbano pero en pequeñas proporciones. Casas, escuela, Iglesia, cementerio, hospital, acueducto, aeropuerto, juzgado, tienda de víveres, matadero, red eléctrica, clubes sociales (casinos), talleres, puerto fluvial, telefonía, policía y demás.


Mandalay de la época.

Y los empleados civiles conformaron una pequeña colonia que se había originado con el campamento de los jornaleros contratados para el desmonte el lugar. Allí se asentaron dentro de la instalación militar en los años de 1930 llama do Mandalay.


Creemos que así fue bautizado haciendo alusión a la remota ciudad del sudeste asiático en el confín del mundo. Y porque era un lugar de vida relajada cual micro Sodoma moderna. Como sus habitantes permanentes convivían en íntima relación con el personal militar, ese pensamiento se había propagado a la mentalidad de los militares, así fuesen estos temporales. En especial a los mandos medios.


La separación social. Existía una clara división de sectores sociales y residenciales. El componente más importante de la instalación militar era la pista de aterrizaje, paralela a la rivera del río Orteguaza. Con orientación noreste, sureste. Entre el río y la pista y a todo su largo, se construyó la única vía vehicular a cuyos lados se ubican las oficinas, residencias, lugares recreativos e instalaciones logísticas. En el extremo suroccidental está la parte más desarrollada en donde se encuentran las instalaciones militares, talleres, habitan los oficiales y los lugares de recreación. En el sector intermedia de la calle vivían los suboficiales y el personal de soldados. También la caseta de plantas eléctricas Diésel. En el extremo nororiental está el poblado del personal civil quienes son en su casi totalidad empleados de la misma Base Aérea.  
Está la capilla, la escuela de niños, un parque central en tierra, la planta del acueducto y un pequeño quiosco a manera de sencillo casino.

Esa configuración y estrecha convivencia, aunque parecía haberse creado una separación física, había propiciado que se homogenizara la idea de que todos los que en la Unidad habitaran, compartían el mismo concepto de ser los parias de la institución. Una actitud extremadamente inconveniente porque ellos pensaban que solo debían esforzarse en sobrevivir de manera silvestre y como mejor se pudiera.
Los habitantes permanentes civiles para hacerse la vida lo menos incomoda posible y los militares temporales, albergando la esperanza que su corta estadía no resultase demasiado traumática. El mérito era esperar su tiempo para salir trasladados después de su tiempo reglamentario.

El cambio de mentalidad. Había que hacer algo fuera de lo común para comenzar a vencer esa barrera mental. Decidimos empezar por continuar con las habituales charlas semanales que el comandante anterior había implementado. 

En ellas se informaban las actividades importantes de la semana. Se asignaban tareas y se evaluaban resultados de las ejecutadas. Se presentaba el estado de seguridad del área y sobre los planes futuros. Se tomaban acciones correctivas de asuntos disciplinarios y sobre la mentalidad participativa relacionada con la seguridad y la amenaza enemiga.

Eran de carácter muy administrativo. Poco sobre lo operacional, como debían ser. Por ello sin mayor mentalidad proactiva, entusiasta, enriquecedora y gananciosa.  Antes se hacían dos reuniones separadas: Una para los oficiales, que es la parte directiva y la de más rango. Otra para los suboficiales, que son el mando medio en la jerarquía militar. Es el equivalente a la de los supervisores en las estructuras civiles.

Cambiamos la forma. Sería una sola reunión conjunta entre oficiales y suboficiales. El propósito era el de lograr una mayor unificación del pensamiento colectivo en una misma dirección de esfuerzo. La otra era disolver una odiosa y muy contraproducente separación, que junto a otros motivos se fue creando entre los niveles de mando.

La reunión conjunta de oficiales y suboficiales llamó la atención de ambos lados. Algunos opinaban que debía existir una mínima separación en el manejo de conceptos que no debían ser compartidos. Duda que se disolvió asegurándoles que no se tratarían asuntos que fuesen de exclusiva reserva profesional de cada uno. Que cuando eso fuese necesario se harían reuniones extraordinarias para ello. A las que aspirábamos que fuesen las mínimas posibles, como así lo fueron.

Los paradigmas del pasado. Las reuniones eran una tarea algo dispendiosa para el Comandante quien las presidia. Por ello durante el transcurso de la semana recopilábamos las ideas que se expondrían en la siguiente reunión a las primeras horas de cada lunes. Para generar más confianza se usaba el salón social. No el del casino de oficiales sino el de los suboficiales con el fin de no sacar al personal subalterno de su entorno más familiar. Era más aceptable que los militares de mayor rango fuesen al salón destinado para los de menor rango, que hacer que estos se sintiesen cómodos en el templo social de los de alto rango, donde nunca se les había considerado admisibles.

Aunque también existía otro paradigma a romper, que los oficiales nunca deben asistir y que ni siquiera, por ninguna razón, ingresar a los lugares recreativos de sus subalternos. Lo que no sería bien visto ya que se exponía a que se cometieran imprudencias donde se podía perder el respeto que los subordinados les debían dispensar a sus superiores. Pero era necesario vencer el viejo tabú de que era posible compartir ciertas actividades con los subalternos sin que eso implicara tal inconveniente. No solo en lo personal sino en la autoridad y lo profesional.

Salón de conferencias

Para los oficiales dependía si ellos se comportaban con dignidad y conservaban la relación social dentro del margen de la prudencia. Y por parte de los suboficiales, con la debida consideración al rango, permitiendo que la confianza fuese siempre adecuada. Ambos ganarían solidaridad y armonía en el trato que redundaría en beneficios mutuos. Ese fue el segundo paradigma que se comenzó a romper. En forma lenta pero segura.

Con los civiles. Hicimos solo una reunión con el personal de empleados no militares, que acostumbramos llamar Los Civiles. La conferencia para poner a prueba su criterio. Como nunca habían tenido una reunión con el Comandante, llegaron creando desorden. Querían demostrar desinterés para indicar que la autoridad les tenía sin cuidado. Charlaban sin poner atención para dar inicio. Lograda la mínima atención comenzamos. 

Para ella decidimos reservar la gran noticia, no antes revelada a los militares para que se dieran cuenta de la trascendencia que, en adelante, se le daría a su aporte profesional. De que el objetivo primordial, además de combatir la insurgencia, el narcotráfico y propiciar el desarrollo regional, era el de hacer que esa Unidad fuese un Comando de Combate.

Necesitábamos saber cuál sería el impacto y le receptividad, así como la disposición para lograr esa meta de parte de tan importante recurso humano. Por ser ellos los residentes permanentes, su pensamiento era fundamental pues, prácticamente, eran ellos los que le darían la continuidad a ese objetivo a largo plazo.

La reacción. Fue tanta la impresión que los asistentes no pudieron contener la risa, casi que burlona. Creyeron que les estábamos haciendo un chiste y una solemne mentira. Espontáneamente manifestaron los motivos. No solo por lo exorbitante de la aspiración sino de lo que había sido la tradición de la FAC con respecto a esa Unidad Aérea.

Fueron sorprendidos, no era fácil de creer tal idea. Les explicamos que posiblemente eso no se lograría en los años que estábamos programados para permanecer en la Base. Como así lo creíamos plenamente también nosotros. Aunque por ello no podíamos bajar el entusiasmo.

Debíamos trabajar en el cambio de pensamiento y en la preparación de esa meta. Se contentaron con pensar que tal vez se lograría pero en tiempos remotos en los cuales no era lógico tratar con tanta antelación.

Eran crónicamente escépticos y se fueron creyendo que era una idea más bien medio loca. Dejamos que los hechos posteriores dijeran quien tenía la razón. Y si no resultaba tal como habíamos anunciado, tampoco estábamos perdiendo nada. Más bien ganando para el beneficio nacional si en algo cambiaba su actitud.

La sorpresa se debía a que nunca ellos se habían sentido lo suficientemente confiables para sus superiores como para que se les llamase a reuniones compartidas. Se suponía que dentro de la cultura institucional los oficiales deberían tener una logia casi que secreta y sacramental a la que los demás grados no deberían acceder. Temor que se extinguió casi que por sí mismo cuando vieron que era una realidad la lealtad y la confianza mutua que les ofrecíamos.

El aburrimiento. La actitud lentamente fue cambiando y todo avanzaba en mejora del servicio. Como consecuencia de disolver estos inconvenientes se presentó otro de carácter muy personal.
Como es una instalación cerrada y aunque tiene facilidades de recreación, esparcimiento y deportivas, la monotonía era un problema frecuente para el personal. Se organizaban campeonatos, tardes de ejercicio físico y algunas fiestas, que no eran suficientes. Se necesitaba sobretodo entretener el tiempo libre. La jornada laboral era continua. De las seis de la maña hasta las tres de la tarde con algunos cortos recesos para tomar alimentos.

Después de ese tiempo, la gente no sabía qué hacer. En especial los solteros. Al fin y al cabo los casados podían compartir con sus familias y algunos allegados que los visitaban y les permitíamos vivir dentro de la unidad por algunos periodos de tiempo. Eso contribuía a la estabilidad familiar, sicológica y de ánimo bastante útil a la convivencia. Había algunas limitaciones debido a que la población flotante de invitados y amigos, implicaba algunas sobrecargas a nuestros servicios comunales tales como la producción de agua potable, electricidad, salud, transporte de alimentos y otros. Pero, con prudencia eran tolerables.

La mente anestesiada. Por eso se fue creando, dentro de los aburridos, la costumbre de dedicar el tiempo de ocio al consumo de licor. En algunas ocasiones llegamos a ver, entre semana y en las noches, a algunos tan embriagados que no sabían ni donde estaban ni para donde iban. Totalmente inconscientes de la realidad. Situación hasta peligrosa.

Como era necesario suspender el fluido eléctrico durante unas horas en la noche, debido a la escasez de combustibles para generar electricidad, podían fácilmente ser víctimas de la misma tropa de guardia. Si no recibían positiva identificación en la oscuridad, de los fantasmas deambulantes y borrachos, cuales zombis descerebrados, les podían disparar con plena justificación.

Descubrimos que se debía no solo a la desmotivación ya mencionada sino a la casi absoluta falta de capacidad de iniciativa personal. Se nos ocurrió que como habían sido adoctrinados dentro de un esquema demasiado piramidal, rígido, tradicional, jerarquizado y conservador, habían perdido toda capacidad de generar ideas nuevas, por y para sí mismos. Así tuviesen ideas nuevas en el campo laboral no sabían cómo dar buen uso a su tiempo libre. Existía un castramiento mental inconsciente. Había que sacarlos de ese marasmo.

El ocio productivo. Expusimos en una de las reuniones el problema y todos estuvieron de acuerdo en que ese era uno de sus mayores problemas. La productividad se afectaba demasiado, corrían peligros y era contraproducente a la disciplina, el que se diera la conjunción de embriagados con armas de alto poder. Por eso en una reunión abordamos el tema y se creó tensa expectativa. Se guardaba un sepulcral silencio en espera de lo que ellos imaginaban sería una gran reprimenda y una casi que imposible propuesta de solución real y práctica.

Aprovechando esa profunda incertidumbre. Comenzamos por proponerles diversas formas de distracción sana y hasta beneficiosa a su vida privada. No sin antes advertirles que lo que les sugeriríamos sería para ellos inicialmente bastante extraño. Era necesaria la aclaración porque no compaginaba con la arraigada tradición del comportamiento que ellos consideraban propia para hombres rudos y valientes, acostumbrados y destinados solo para el fiero combate con armas. Que posiblemente les parecería casi que afeminado. Pero que ese prejuicio mental no tenía nada que ver con el valor cuando se tiene personalidad bien formada donde se aprecia la entereza.

Las propuestas era que les dábamos todas las facilidades posibles para emplear su tiempo libre haciendo cosas recreativas, agradables, benéficas e ilustrativas, tales como creando un club de pesca. Tenían un gran río rico en pesca al pie de sus casas. No solo se entretenían sino que llevan algo para surtir a sus familias. Detrás de eso se podían hacer muchas otras cosas. Tareas de ebanistería y tallas de madera, que abundaban en la selva cercana. Mecánica teniendo un taller que, aunque pobremente dotado, se podía usar. Grupos de teatro, danza, pintura, música y muchas otras actividades lúdicas donde podían involucrar a sus esposas, hijos, familiares y amigos dándoles un buen ejemplo de sanas costumbres y constructiva ocupación.

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