LAS
ÁNIMAS DEL PURGATORIO
Para el 2 noviembre en todos los pueblos, se dicen misas y se hacen celebraciones por las almas del purgatorio. Es el día las ánimas.
Un 1 de noviembre de los primeros años de la década de 1940 mi mamá confeccionaba ropa por encargo y no pudo poner presentable la lápida de la tumba de mi papa. Yo quise ir a limpiar la lápida. Al otro día debía estar bonita para la misa que celebraría en el cementerio. Normalmente la gente iba temprano el día anterior. Yo no pude y llegué como a las cinco de la tarde a la casa. Le dije a mi mamá que quería arreglar la tumba para la celebración del día siguiente aunque ya estaba relativamente tarde.
Ella me expresó su preocupación. Yo le dije que tenía una hora porque el cementerio lo cerraban a las seis. Que alcanzaba y me llevaba de compañía a mi hermana Olga y a una vecina como de 12 años, que vivía cerca de nuestra casa. Le dije: Tengo tiempo y enseguida me devuelvo. Seguro que estaría de regreso para las seis.
(Esta foto corresponde al cementerio viejo de la década de 1920, aproximadamente. Ocupaba, solamente, la parte superior de la colina, a la cual se llegaba por un camino. A fines de los años 20, el párroco Ceferino Crespo, inició su remodelación para lo cual compró la parte de la loma y el plan de adelante, en donde construyó varias filas de bóvedas y un portal inicial. La actual portada del cementerio remodelado está al frente de la casa de la izquierda sobre el camino. Así era mucho antes de la historia que les estoy
contando).
Para esa hora, en el cementerio ya no había nadie. Pude arreglar y poner unas flores en la tumba. Cuando ya iba a regresar, llegó una amiga en compañía de la hija. Fueron hasta la capilla y yo pensé que por lo tarde sólo iban a rezar unas cuantas oraciones. Decidí esperar para regresar con ellas. Mas los rezos se les alargaron y se oscureció. Yo estaba ya muy preocupada, no me sentí capaz de irme sola. Decidí más bien esperar hasta que ellas acabaran y aprovechar su compañía. Prendieron hasta velas. Los rezos se prolongaron tanto que me dieron como las ocho de la noche en el cementerio.
(Una
de las galerías del actual cementerio)
Repentinamente, en un punto donde la galería hace una esquina, sentí que en ese sitio oraban con una voz muy delgada y rápida. Yo me alegré porque pensé que había más gente y eso me tranquilizó. De pronto, ví que de esa esquina salieron como tres o cuatro personas. Estaban vestidas con unas túnicas de colores verde, azul y gris claro. Caminaron hasta un lugar cercano a la capilla y alli se perdieron. En ese momento también terminaron las voces. Yo me sorprendí sobremanera.
Al poco rato, bajaron las amigas que estaba esperando y nos juntamos muy pegadas las unas de las otras. Por lo que vi, ellas no se dieron cuenta de lo que yo había visto porque estaban entretenidas en sus plegarias. Ellas no me mencionaron nada y yo tampoco les comenté lo que había visto.
Llegamos hasta la portada del cementerio que estaba cerrada. Al lado de la puerta había un muro y por ahí tuvimos que montarnos para poder salir hacia el potrero contiguo. La señora primero. Yo le pasé las dos niñas. Luego yo y, por último, la hija de la señora. Después pasamos por debajo del alambrado que lindaba el potrero con la calle y continuamos caminando.
Nos separamos en una desviación antes de llegar a la casa. Como yo quedé solo con las niñas, arrancamos a correr lo que más pudimos porque me sentía con mucho miedo. No paramos hasta llegar a donde había gente. En la primera esquina del pueblo, ya nos fuimos despacio para qué nadie pensara que estaba sucediendo algo extraño.
Yo estaba muy preocupada por qué me iban a castigar y a recriminar muy fuerte por estar andando sola la calle durante la noche. Mucho menos me creerían que estábamos en el cementerio. Por eso les recomendé a las niñas que no dijera nada. En el caso de que nos preguntaran yo sería quien contestaría lo que primero se me ocurriera. Mucho menos contaran que veníamos del cementerio.
Entramos a la casa y mi mamá ni nadie nos preguntaron dónde estábamos. Por eso el suceso se quedó en secreto.
Así terminó la aventura. Sin embargo, por ese motivo yo sostengo que ví a las almas del purgatorio.
(En el extremo de la esquina inferior derecha, donde llega la carretera perimetral, se puede ver, de canto, la alta y actual portada, de color marrón, de entrada al cementerio moderno. En el tiempo de la crónica, el casco urbano no llegaba hasta el cementerio, como si lo es ahora).
Ligia Urán R. Iván Gonzalez U.
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