AERONAUTAS Y CRONISTAS

viernes, 1 de junio de 2018

33. ENTRE LEONES Y RATONES


33. Cambio de tema. Las circunstancias desfavorables del prestigio institucional, surgido con motivo del combate de Las Delicias, nos habían facilitado la salida de ese escabroso tema de oficinas. Aunque también estábamos dando satisfacción a nuestro deseo de combatir sin ataduras procedimentales injustificadas. Como las existentes en el EMC. Y demostrar que estábamos no sólo necesitados de más autonomía operacional sino también poder actuar con toda la fuerza que demandaban las circunstancias reales y no tan teóricas.

Sin olvidar que uno de los motivos por los cuales asumimos el cargo fue para evidenciar nuestros disgustos con la forma como se manejaban, a nivel central, las batallas acontecidas en la periferia nacional.
Apreciaciones que, con frecuencia, estaban alejadas de la realidad local donde se da la confrontación. Deseábamos, con fervor, dar cabida plena al empeño que habíamos puesto por ser más la cabeza del ratón que combatía con arrojo en la primera línea, que la cola del león, que solo espanta moscas en la retaguardia. El que no era temible a nadie en esos lugares.

Otros cambios. Luego las cosas comenzaron a cambiar. Los tradicionalismos centralistas se fueron lentamente revaluando. Los academistas retóricos, que usan el excesivo conocimiento de la ciencia militar para evadir la capacidad de acción institucional, estaban quedando en entredicho. Así fuese por temor de cometer un error que truncase su carrera, que los paralizaba en los momentos cruciales del combate. 

El hecho fue que no pasó mucho tiempo como para que ese mismo oficial que negó el bombardeo y que exponía profundos razonamientos catedráticos, no actuara con contundencia en otra situación real y por ello fuera despedido. Se confirmaron nuestras dudas sobre su idoneidad para ejecutar cuando dictaban sus lúcidos análisis tecnológicos y científicos.

Entre mente y músculo. La amplia brecha entre lo académico y lo real comenzó a cerrarse. En la contundencia militar es inapropiada la presencia de aquellos que se esfuerzan demasiado en los estudios para sacar los primeros puestos. Pero solo para recibir los elogiosos y exorbitantes reconocimientos. Que cuando se llega el momento de la verdad son totalmente incompetentes en la ejecución, donde, supuestamente, son los que mejor aplicarán las altas calificaciones estudiantiles.
No son capaces de hacer funcionar lo aprendido, evidenciando que solo estudiaron para obtener los ascensos, que les dan réditos personales, y no para elevar la eficacia institucional, que es lo trascendental.

La maratón profesional. De esa manera, la misma institución, con sus acumulados estímulos profesionales en los primeros puestos y nada para los demás, que también logran méritos, propicia esa forma de pensar. Y peor aún, cuando se cree que para quienes no se enfrascan en  competir con métodos poco ecuánimes o antiéticos por el prestigio y las fama, son los que deben ser destinados para los frentes de combate a manera de castigo o demérito.

En la misma forma como los ayudantes de Bolívar le recomendaban mandar al General Maza a las misiones más difíciles para deshacerse de un compañero que los incomodaba con su comportamiento que les dejaba en evidencia sus debilidades para combatir. Y como este lo sabía, solía reportar el cumplimiento de las órdenes con sus lacónicos partes llenos de ironía burlona para todos: Misión toda cumplida. Sin prisioneros. Maza aún vive.

Es necesario reconocer los esfuerzos de quienes se empeñan en capacitarse para ser lo más idóneos profesionalmente para el bien institucional. Pero sin degradar a los que no lo hacen, por evitar la vanidad pero son incompetentes. No por incapacidad y por lo cual se les suele ver como los menos competentes y que por eso son los predestinados a las operaciones que los demás esquivan. Porque habiendo en esas personas prudentes valores bastante útiles no los emplean en los cargos con menores riesgos por una franca lucha por los cargos no peligrosos.  Por ello no solo se dan ínfulas de destrezas imaginarias y coraje militar, pero con la mente puesta en el interés individual antes que en lo fundamental.

Se requiere la competencia por ser propiciadora de la superación. Sin que sea una fiera carrera de vanidades y orgullos que deprecia los verdaderos méritos y valores militares. Muchos, con celos profesionales, aprovechan ese prestigio para lograr puestos cómodos y privilegios. Y, eso sin estar exentos de tráfico de influencias.
Donde los riesgos de combate o de no lograr la promoción profesional, sean los mínimos. Cuando supuestamente los más capacitados deberían ser los que más involucrados deberían estar en la lucha. Actitud que se ha convertido en una poderosa cultura, que en lugar de favorecer a la institución militar la perjudica.

Insignia de Almirante. Internet.

El Almirante Comandante General. Después de la visita del señor General del Ejército, comandante General, con quien aconteció el asunto de los Mirage, este se retiró del cargo y fue remplazado el señor Almirante más antiguo del país. Como parte de su familiarización con su nueva responsabilidad también nos visitó en Tres Esquinas para recibir la información directamente del lugar de los hechos. Lo acompañó el comandante de la FAC. El mismo que nos había visitado cuando inauguramos la planta de tratamiento de aguas. Se les dio todo un recuento de los hechos y quedaron enterados de lo acontecido y de nuestras circunstancias. Tanto en recursos para combatir como los para vivir.

No supimos si la idea del cambio de las órdenes sobre el uso de los bombarderos fue transferida en el relevo del mando pero quedamos, por lo menos, con la satisfacción de haberlo informado al Comandante anterior. El hecho es que, años después, con motivo de las negociaciones en La Habana, esa facultad fue nuevamente truncada. Porque fue la presidencia, la máxima autoridad nacional en el empleo del poder aéreo, quien suspendió el uso de tan vital capacidad de combate.   

Conclusiones.
Tratábamos de controlar la parte emocional, que en estos casos es más peligrosa que la racional. Sin dejarnos llevar por la sensibilidad porque debíamos concentrarnos con lo operativo. Cuando se dan instrucciones sabiendo que pueden costar vidas o evitar rescates posteriores, se siente una combinación de sensaciones que se deben moderar. 

Primero, es la emoción y la euforia de la adrenalina que fluye con muchos deseos y empeño por colaborar. Y segundo. Al mismo tiempo hay mucha tristeza debido a la adversidad, al darse cuenta que no podíamos hacer lo que queríamos hacer, sintiendo física impotencia.

De esta experiencia, tanto nosotros como el país, aprendimos lo que debíamos mejorar en el campo militar. Actualmente somos más fuertes. Tenemos más equipo para el combate nocturno, mayor capacidad de reacción y de sorpresa, y estamos mejor preparados.

Confirmamos que conocíamos mucha teoría analítica pero nunca la habíamos verificación con la realidad. Las doctrinas suele ser muy generales y las simulaciones, por más reales que sean, nunca se aproximan a la verdad. En esas situaciones pudimos ver cómo funcionaban nuestros criterios y eran útiles en la vida práctica en un momento específico.

El caso de las Delicias solo fue un evento intermedio de muchos reveses anteriores y de otros posteriores. Por mencionar solo unos pocos, como los de Girasoles, Patascoy, Puerres, la Hormiga, Orito, El Billar, La Carpa, Dagua, Miraflores, Mitú y demás. Recordemos que una patrulla completa de nuestros hombres fue masacrada en el Cauca durante los diálogos en Cuba. Sin posibilidad de apoyarla con fuego aéreo por la orden de no bombardear al enemigo. Quien sí tenía toda la libertad de actuar a pesar de haberse acordado el cese al fuego.

Eso no significa que hayamos sido vencidos en la guerra sino que las cosas, aun siendo buenas, deben mejorar. Son oportunidades para ganar en lugar de perder. Y para ello no se puede evaluar ignorando que se hizo mucho y lo mejor posible, sin concentrarnos en solo valorar lo poco imposible de hacer.

Aprendimos que se debe tener en cuenta la parte emocional del ser humano para así tomar las decisiones de mayor conveniencia. Y que quienes juzgan  los hechos deben ser expertos y conocedores de tales circunstancias. Los mismos hechos que, hasta para los profesionales de las armas, les resultan difíciles de comprender y analizar.

Bastante más para quienes no los han experimentado y solo tienen referencias didácticas y dialécticas en discusiones bizantinas de contexto. O teorías filosóficas en las academias del derecho y las leyes. En especial en los tribunales judiciales a quienes también se les nota claras empatías más por la ilegalidad que por la legalidad procedente de los adoctrinamientos universitarios en su vida de estudiantes.

En estos acontecimientos, lo vivencial es siempre lejano a lo ideal. Vivirlos y sentirlos por experiencia propia es diferente a escucharlos y calificarlos, por referencia ajena.

La justicia. Si los sucesos militares han de juzgarse, quienes mejor los pueden sopesar son aquellos quienes los vivieron y los contaron. Aunque no son los más apropiados en cuanto la equidad para valorarlos, por ser parte interesada. Pero sí son quienes más se pueden aproximar a la verdad.

Por acción u omisión, por exceso o por defecto, con o sin intención, por quitar o agregar, por exagerar o reducir y por intereses patrióticos, también los tribunales militares pueden ser subjetivos y los actores, no son los aptos  para sentenciarlos objetivamente, pero sí para esclarecerlos.

La justicia ordinaria es experta en procesar hechos de diversa índole. Sin embargo, las victorias y las derrotas militares, son de tal complejidad que requieren especialización en el tema. Los tribunales regulares podrán juzgar por lo que saben y se les cuenta, más nunca por lo vivido. Por ello ha existido la justicia militar desde su mas antiguo origen de la profesión de las armas.

Es evidente que el sistema de justicia ordinaria carece de la multitud de oportunidades vivenciales, así tenga los intelectuales, para acertar en sus conclusiones. Aunque ilustrada en el campo académico no lo es tanto en la experiencia operacional. De tal forma que no resultan ser tan poco los más aptos para disculpar o inculpar.

Quienes juzgan esos hechos, no sólo debe ser imparciales sino, también, idóneos y especializados en calificar hechos históricos. Esas dos circunstancias anteriores son la razón por la cual las naciones han creado la Justicia Castrense, mal llamada Justicia Penal Militar.

Ella tiene las mayores luces para ver con acierto, ya que sus magistrados están próximos a los campos de batalla, palpan las circunstancias que rodean los acontecimientos y han visto tanto el gozo de las victorias como el dolor de las derrotas.
Tienen amplia experiencia adquirida durante un largo actuar profesional, ponderando el comportamiento de los hombres en armas o durante prolongadas vidas en estrados judiciales, calificando combates.

Es quien puede saber, con mayor acierto, La veracidad o la deformación de la realidad. Estando, pues, en medio de las dos partes, la más o menos interesada y la más o menos ilustrada, es la alternativa menos mala y por ello la mejor para juzgar la guerra. No será la ideal ni la perfección absoluta, porque la perfección completa, dentro el ser humano es una utopía inexistente. Pero es siempre lo mejor que podemos alcanzar.

Es la única forma de cerrar la diferencia entre el ser y el deber ser o entre lo real y lo ideal. Ya que nos es imposible lograr, en el mundo terrenal la pulcritud celestial, estamos obligados a juzgar dentro de las posibilidades más perfectas, que nuestra mente nos pueda dar. Y esa aproximación es la que nos ofrece una potente Justicia Castrense, con doctrinas y dogmas, amplia y claramente establecidos. Y con mucho conocimiento de los acontecimientos militares y del entorno que los condicionan y los influyen.


Avión militar carguero. Austero transporte funerario para los héroes.

El sacrifico de las tropas, en la batalla de las Delicias, fue una valiosa lección de entrega, sacrificio y lealtad patriótica, que nos condujo a reflexionar sobre la guerra que hemos librado por tantos años. De tal forma que la sangre de sus soldados fertilizó las doctrinas militares futuras, donde han germinado los éxitos que en el presente estamos cosechando. Así sean más tardíos que oportunos de lo que deben ser.
Su sacrificio no fue inútil ni estéril. Es fecundo y por ello, en lugar de condenas y descalificaciones, merecen nuestros honores y recompensas. Para esos valientes un: “Dios se los pague”. Aunque ellos suelen contestar en su coloquial y sencillo lenguaje, cuando reciben esa esperanza: “Él si paga, aunque se demora mucho”.
Aspiramos a que esta simple crónica sea solo una muy pequeña parte de la inmensa deuda que con ellos tenemos.



Tumba para el Capitán heroico.

Acostumbramos pensar que lo militar es la causa cuando realmente es el efecto. Quien más anhela no tener que combatir es el soldado, ya que es quien más sufre los dolores de la guerra.
En las democracias, el soldado, está supeditado a las circunstancias sociales y a los designios políticos. El militar es consciente que le obliga corregir con dolor, en los arrasados campos de la guerra, lo que sus líderes civiles no han sabido sembrar con amor, en los fértiles campos de la paz.

Por tanto, el militar merece especial consideración, como el del fuero de la Justicia Castrense, que lo juzgue con acierto. Donde la primera intención no sea la de presumir la culpa sino la inocencia, como ordena el máximo mandato, la Constitución. 

No hagamos inculpaciones para condenar sino conclusiones para mejorar. La mejor justicia es la que corrige en lugar de degradar. Incluso para disolver el rencor que produce el dar tanto por la nación y recibir de ella improperio. No la vengadora sino la reparadora. La que es constructora en lugar de destructora.

Tres Esquinas. Inexpugnable.
Lo que vino luego. De lo que aconteció después nos lo da la crónica de Orlando Restrepo con el título de “Tres esquinas, inexpugnable”. Publicada en la prensa nacional, que trascribimos.

“La gigantesca carpa verde oliva parece un hangar para aviones. Emerge, desafiante, desde un costado de la pista de aterrizaje. Fuera de ella, antenas parabólicas y otras estructuras metálicas miran al cielo y escudriñan cada movimiento que se produce en los miles de kilómetros de las selvas y llanuras del sur de Colombia.

“La descomunal instalación, que esconde en su interior equipos de inteligencia y tecnología de punta en comunicaciones. Fue levantada en menos de dos meses por asesores estadounidenses en Tres Esquinas (Caquetá). Una antigua base aérea construida durante la guerra contra Perú, situada a una hora y 20 minutos de Bogotá, por avión, y en medio de 77.000 hectáreas de cultivos de hoja de coca.

Su estratégica posición, cerca de las zonas de producción cocalera más importante del país (Putumayo, Caquetá y noroccidente del Amazonas), pesó para que el gobierno de EE UU concentrara sus esfuerzos en convertir a Tres Esquinas en la fortaleza antinarcóticos más grande de Colombia.
La mayor parte de la ayuda estadounidense, 1.300 millones de dólares aprobados por la Cámara de Representantes del Congreso de ese país, será destinada a esta base. Una fortaleza abanderada de la nueva batalla contra el cultivo, producción y comercio de coca.


De arriba a abajo. Selva. Pista. Casas. Hospital y río.

En Tres Esquinas, bajo la carpa, oficiales de las FF MM de Colombia coordinan desde ella, la más grande fuerza élite del país: 8.000 hombres de la FUTACAL y el recientemente creado Batallón contra el narcotráfico del Ejército, apoyados por miembros de las otras fuerzas y de la Policía Nacional.

Selva pantanosa alrededor de la carpa, en una actividad febril. Militares de la FAC, el Ejército, la Infantería de Marina y la Policía Antinarcóticos acarrean sacos de arena y forman una trinchera cercana a la malla periférica. Para ellos, esto es solo seguridad preventiva.
Uno de los uniformados que ayudan a levantar la trinchera es el soldado Martínez, un bogotano de 21 años que llegó el miércoles a la Base. El no cree en un ataque de la guerrilla. Con toda esta selva sería suicida que la guerrilla intentara un asalto. No saldrían vivos, dice con vehemencia.

En apariencia, la afirmación del militar es cierta. Tres Esquinas, una guarnición de 1.500 hectáreas, es casi inaccesible. Sobre la margen izquierda del río Orteguaza, en el que confluye el río Caquetá, la Base está resguardada por espesa selva, ríos, pantanos y soporta siete meses de lluvia ininterrumpida cada año.

Es un aislamiento aparente, porque los aviones no tienen limitaciones de tiempo ni de condiciones atmosféricas. Pueden llegar las 24 horas del día desde cualquier punto del país, sostiene el Coronel Mario Alberto Rodríguez, comandante del Grupo Aéreo del Sur, unidad que existió hasta hace dos años”.

La seguridad también se ha fortalecido. En las instalaciones construidas por EE UU, la base cuenta con equipos técnicos para recibir imágenes satelitales y para interceptar señales de radioteléfono en los departamentos de Caquetá, Putumayo y Amazonas.

Los equipos son manejados conjuntamente por militares colombianos y asesores estadounidenses. También controla las estaciones de radar de Tres Esquinas, Marandúa, Araracuara y Mecana.

El radar

¿Otro Vietnam? Pero el aislamiento geográfico de la base podría ser contraproducente. En opinión de un estadounidense experto en movimientos contrainsurgentes durante la guerra en Centroamérica, Tres Esquinas puede considerarse la Dien Bien Phu colombiano.
El experto se refiera a una base militar francesa, situada en lo profundo de la selva indochina, y tomada por las fuerzas norvietnamitas en 1953, durante la guerra de Vietnam. Su aislamiento fue su perdición.

Todo es posible, pero estamos alerta las 24 horas del día. Tenemos facilidad de movilización y un sistema de detección de aeronaves y de grupos de personas en la selva. Tampoco descuidamos los centinelas en los alrededores, agrega el coronel Rodríguez.

Pista actual

El oficial señala la pista de aterrizaje, de 2.060 metros de longitud, que está en el lado opuesto a la margen del río Orteguaza. La pista es el eje en torno al cual fueron construidas las instalaciones: hangares, sedes administrativas, alojamientos, casinos y centros de reentrenamiento para oficiales, suboficiales y soldados. Al igual que un pequeño barrio, Mandalay, para 60 familias que trabajan en la guarnición. El pequeño pueblo tiene una escuela, iglesia, un hospital de segundo nivel y tiendas comunales.

En la Base permanecen un promedio de 15 aeronaves, entre helicópteros Bell 212 y Hughes 500 y aviones Caraván y Gavilán, que realizan vuelos de seguridad día y noche. Cerca de la pista, como un pequeño cultivo de hongos verdes, se levantan las tiendas de campaña de los soldados del batallón contra el narcotráfico del Ejército. Desde hace unos meses construyen trincheras y defensas antiaéreas, saben que permanecerán allí por mucho tiempo y quieren estar preparados.

Estamos rodeados de 2.500 terroristas del bloque sur de las FARC, son ocho frentes, que tienen el monopolio del comercio de la coca y nosotros venimos a acabar con eso, asegura el general Mario Montoya Uribe, actual comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta.
Él y sus 8.000 hombres tendrán la tarea de utilizar los recursos estadounidenses y mostrar resultados contra el narcotráfico, a corto plazo, en una zona donde está más del 55 por ciento de los cultivos de hoja de coca de Colombia. Estos cultivos producen anualmente 517 toneladas y con ellas la guerrilla se gana aproximadamente 1.800 millones de dólares.

Son casi las 5 de la tarde. Grupos de 20 soldados pasan trotando por las calles de barro rojo que unen las distintas instalaciones de la Base. Revisan sus armas y el oficial señala, entonces, una leyenda escrita sobre madera en uno de los cambuches de los soldados: “Dios concede la victoria a la constancia”.

Las modernas obras  actuales.

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