AERONAUTAS Y CRONISTAS

sábado, 25 de enero de 2014

40 DIAS EN EL VAUPES. PARTE 9



40 DÍAS EN EL VAUPÉS
1950
PARTE 9
•         NOSTALGIA. Consolados por la labor del día nos acostamos a dormir. Noche oscura, silenciosa: canta la cachivera, vate el viento, los grillos no cesan en su chirrido eterno, el alma se acongoja, la soledad apremia, la garganta se anuda, unas lágrimas furtivas caen sobre mi almohada de pajas fogueadas por el calor ambiente y por el fardo de mi cabeza. Pobres mis hijos, pensaba, en este Papurí tan lejano que les alborota las nostalgias de los mundos abiertos que han dejado. Podrían sucumbir del tedio mortal en la maraña solitaria y sembrada de tristeza, sino los sostiene el divino principal misionero. O Dios de las soledades. Socorred a mis hijos en esta misión y en todas las misiones.

•         DESCANSO. La pasamos felices con nuestros queridos indios. Vamos a conocer los dos pueblitos aledaños, La Estrella y África, son amables. En Teresita como en todas partes, los indios dependen del misionero bajo todos los aspectos. Había no menos de 500 indígenas, contando los brasileños del otro lado del río, para quienes son también los Javieres, las gracias de Dios.

•         LA ADUANA. 30 octubre. Misión de los padres salesianos, frente a la desembocadura del Papurí sobre el Vaupés. Tenemos que andar a pie. Como esta trocha está en puro bosque, no alcanzamos a ver la cachivera y ser testigos de las peripecias de nuestra pobre canoa sobre tantos precipicios que se suceden uno tras otro y que nuestra embarcación tiene que superar. Son tan hábiles estos indios en sus oficios marinos, que nada les pasó, y les ha ocurrido nada en nuestro viaje. Gracias a Dios. Llegaríamos a las cinco de la tarde a las bocas del Papurí sobre el Vaupés, pero no. Ya casi siendo las seis cuando vimos en la orilla izquierda, en la boca de una trocha, al señor Dimas Gómez, empleado de la aduana colombiana en este lugar, quien fue hasta la orilla para recibirnos. La aduana, situada en un bellísimo promontorio se embelesa la divisa panorámica, donde respiramos ampliamente el ver izar la bandera colombiana a nuestra llegada. Nuestra canoa baja sola la última cachivera y el Papurí ruge convulso y desafiante al morir engullido por el Vaupés.


EL RIO VAUPES

•         YAVARATÉ. 31 de octubre. Hoy amanecimos en la misión salesiana brasileña en tierras que fueron colombianas. Nos llevó el padre Antonio a mostrarnos todas las dependencias de la casa. La iglesia, salones, aulas, la casa de los padres, la casa de las hermanas con su colegio y talleres para niños indígenas, los huertos donde cultiva toda clase de hierbas silvestres con basuras caseras descompuestas. Los talleres de artes y oficios indígenas. Estos salesianos son admirables. A las tres nos llevó él padre Martínez Marthinus Maltan, gran sabio de origen alemán, salesiano de la casa, a conocer el observatorio de meteorología que les confió el gobierno de Río de Janeiro. Esto tiene su fin científico pero busca también la manera de asegurar la posesión de unos terrenos conquistados, y prevenir futuros reclamos de la despojada Colombia. Admirable el observatorio con sus termómetros, sus termógrafos y demás medidores, como el de la humedad, la altura, de la fuerza del sol, del viento, de la lluvia. Y, entretanto, Colombia no tiene sino un rancho de pobre, que no infunden ningún respeto al invasor.


MUSEO INDIGENA
•         EL MUSEO. Mientras termina la preparación de la canoa de quilla más honda, que nos prestan amablemente los padres para la subida a Mitú, vamos a conocer el museo indígena de la misión que está empezando a fundar el padre Enrique Fiorani. Algún día lo tendremos nosotros en Mitú pero, sobre todo, en Yarumal. Vamos por entre ambos ríos ya juntos en dirección del ángulo o punta de tierras colombianas que forman los dos ríos, y en donde están la aduana y el mojón de cemento. Igual al que habíamos visto en Melofranco, bajando hasta el Papurí. Repetimos: Así, con éste arreglo ignominioso se protocolizó en ese año el despojo que en fecha detestable consumó el Brasil fue el 1 enero el 12 enero 1933.
•         FUERZAS SIN COMIDA. Nuestra navegación comienza a esa hora, río arriba. Gastaremos buenos ocho días con motor, a remo limpio 14 días. Y no es que esté malo el motor, es que no tiene fuerza suficiente, pues dicen que es de 10 caballos no más. Atravesamos cinco cachivera más. Los pobres marinos tienen que llevar en peso, con el agua a la nuca, esta embarcación tan primitiva. Francamente yo no me explico de dónde sacan tanta fuerza estos bogas para remar y arrastrar la canoa por entre pedregales tremendos y corrientes pavorosas. No les veo comer sino fariña, fuera de algún banano y pedazo de carne que les da el padre. Si hasta hoy había querido mis indios, ahora sí que los amo de corazón. El calor del día nos tenía ardidos, no obstante los asperges continuos de los remos. Por la noche, encorvados, en nuestras hamacas dormimos poco.

•         DÍA DE ÁNIMAS. 2 noviembre. El desayuno resultó, no de ánimas, sino de primera, porque la jornada es larga y dura. Ya fusilados con el pan de Los Ángeles tres veces y con el pan material una vez, partimos hacia arriba. Casi hasta el medio día llovió, de modo que no avanzamos mucho y nos mojamos por parejo. Atravesamos cuatro cachiveras más. Esta no la pasamos porque ya se había llegado la noche y es sumamente peligrosa. En la noche usamos unas cáscaras largas, de una pulgada de ancho, ya secas, que hacen las veces de farol o vela. Esta cáscara se saca del árbol llamado Turí, que contiene una resina muy tenue y da una llama clarísima.

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