EDUCANDO
A LOS OFICIALES DE LA FUERZA AÉREA
Consideraciones
después de permanecer 20 años en la Universidad del Aire.
CORONEL DENNIS M. DREW. USAF.
Aclaración.
Las conclusiones y opiniones que aparecen en este artículo son del autor y han
sido expresadas al amparo de la libertad de pensamiento de ambiente académico
de la Universidad del Aire. No reflejan la posición oficial del Gobierno de los
EE.UU. Departamentos de Defensa, la Fuerza Aérea de los EE UU o de la
Universidad del Aire.
En el
año de 1997 se celebra el 50° aniversario de la Fuerza Aérea y mi 20° año
consecutivo en la Universidad del Aire, con y sin uniforme. Estos aniversarios
de singular importancia para mí, me llevan a una retrospección personal que fue
la génesis de este artículo.
EL EX
JEFE DE ESTADO Mayor de la Fuerza Aérea, Gen. Michael Dugan, me comentó en una
ocasión que la Fuerza Aérea estaba produciendo una generación de camioneros
analfabetos.
Estaba
preocupado porque los oficiales que aspiraban a ocupar posiciones superiores de
liderazgo sabían mucho sobre aviones y muy poco sobre el poder aéreo. Con las
manos podían hablar con mucho ingenio sobre tácticas aéreas, pero estaban mal
preparados para pensar con la cabeza sobre estrategia aérea.
¿Una
hipérbole? Tal vez un poco, pero hay mucha más verdad en la expresión del
general Dugan de lo que nosotros quisiéramos admitir. Durante 20 años he
observado la llegada de la elite del cuerpo de oficiales de la Fuerza Aérea a
la Escuela Superior de Comando y Estado Mayor Aéreo y a la Escuela Superior de
Guerra Aérea. En su mayoría, esos oficiales ignoraban completamente los
cimientos sobre el pensamiento del poder aéreo. Virtualmente desconocían su
teoría y evolución, y carecían de todo aprecio por su historia y significado.
Esos oficiales eran producto de un sistema de la Fuerza Aérea que no
recompensaba el perfeccionamiento profesional individual, promovía una
educación académica carente y, así, depositaba una carga insoportable sobre el
sistema de educación militar profesional formal.
Antes
de llegar a la médula de este problema, vale la pena analizar porqué todo esto
es importante. Porqué el general Dugan estaba tan preocupado y porqué comparto
esa misma inquietud. Podríamos comenzar diciendo que la próxima generación de
dirigentes de la Fuerza Aérea será más capaz que la actual. Si no es así,
habremos fracasado en uno de nuestros más importantes deberes, preparar a
aquéllos que seguirán nuestros pasos. Habremos fallado en trasmitir la
sabiduría acumulada en el pasado y nuestra propia contribución a esa sabiduría.
Cada generación de líderes de la Fuerza Aérea debería ser mejor que la que le
antecede.
A mi
juicio, la receta que generan los dirigentes militares calificados tiene tres
ingredientes claves: Adiestramiento, experiencia y educación.
La
necesidad del adiestramiento y la experiencia es obvia. El adiestramiento
proporciona las habilidades intelectuales y físicas que se requieren para tener
éxito al enfrentar un gran peligro, la incertidumbre y la confusión.
La
experiencia acrecienta la madurez del juicio mediante pruebas, templando el
cuerpo y el alma y dando la oportunidad de exponerse a los buenos y malos
ejemplos que dan las pautas del liderazgo.
¿Pero
qué pasa con la educación profesional? ¿Por qué es un elemento vital?
En un
sentido, la educación es experiencia concentrada que puede ensanchar una base
de experiencia individual. Nuestra experiencia personal es siempre estrecha,
limitada a las cosas que hemos realizado, lugares donde realmente hemos estado,
y a la gente que verdaderamente hemos conocido.
La
educación profesional nos permite, indirectamente, tomar parte en las
experiencias de otros, en diferentes momentos y en lugares alejados. Entender
lo que le pasó a Billy Mitchell tratando de convencer sobre el poder aéreo a un
Ejército obstinado. O cómo Ira Eaker se enfrentó a las pérdidas desastrosas de
los ataques a Schweinfurt-Regensburg. O porqué Tooey Spaatz discutió con tanta vehemencia con
Dwight Eisenhower sobre el empleo de los bombarderos pesados antes del Día “D”.
Esos y miles de otros temas, a los cuales se puede referir la educación
profesional, crean contexto, perspectiva y discernimiento a nuestra reducida
experiencia personal.
La
educación nos permite el lujo de diseccionar y analizar la experiencia sin la
exigencia del acontecimiento y el análisis de la experiencia que es
críticamente importante.
Como
dijo el rey, filósofo y soldado prusiano, Federico el Grande hace más de 200
años: “Es la habilidad de analizar y aprender de la experiencia lo que separa a
aquéllos de los que serán grandes líderes. De los que estarán ocupados con
temas triviales y enmohecidos por una enorme ignorancia”.
Los
análisis razonados alientan la habilidad para pensar con amplitud, profundidad
y criterio. Alimentan el impulso para hacer análisis honestos, justos y plenos,
o demandan síntesis lógicas y creativas.
La
educación para nuestro cuerpo de oficiales se presenta ende tres formas:
La
primera es la Informal, durante toda la carrera y con esfuerzos personales de
perfeccionamiento profesional. Leyendo periódicos y libros. Asistiendo a
conferencias y otras actividades. Es la clase de actividades de crecimiento
individual que está en el corazón de todas las "profesiones”
tradicionales.
Segundo.
Está la educación Académica formal. Desde hace mucho tiempo existe el
prerrequisito de obtener un grado universitario antes de recibir su asignación
como oficial de la Fuerza Aérea. Y, prácticamente, se requiere un diploma de
posgrado para recibir una promoción a grado de oficial superior.
Finalmente,
está el Plan de Estudios Militares PEM formal. Que para los oficiales
superiores de la Fuerza Aérea se concentra en el AC5C y AWC (2 cursos de
ascenso de grados). Durante el resto de este análisis examinaremos estos tres
modos educativos.
Los
esfuerzos de la Fuerza Aérea para promover el perfeccionamiento profesional
informal, individual y a lo largo de toda la carrera, han sido muy limitados y
mayormente ineficaz. No hay incentivos, recompensas especiales o reconocimiento
para los oficiales que independientemente adquieren conocimientos
profesionales.
En los
formularios para evaluación de oficiales no hay una parte donde se puedan
anotar esos esfuerzos y no se incluye una norma de calificación para quienes,
por su propia iniciativa, hayan leído un buen libro profesional. En los
formularios para recomendar los ascensos, no hay donde darle crédito. Tampoco
la Fuerza Aérea aprecia los esfuerzos de los oficiales que han asumido, por sí
mismos, el estudio del arte de la guerra. Sería muy satisfactorio que no
necesitáramos incentivos.
En una
Fuerza Aérea ideal, los oficiales trabajarían duro para aumentar su
conocimiento, simplemente porque es lo que profesionalmente tiene que hacer.
Lamentablemente, en el nuevo orden mundial, la disminución de fuerzas sin
reducción de responsabilidades, incrementa el tiempo de trabajo. Y otras
tiranías temporales similares hacen que los oficiales evalúen los costos y
beneficios de cada exigencia sobre su propio tiempo. Sin incentivos tangibles,
el progreso profesional personal puede desaparecer fácilmente de su orden de
prioridades.
La
falta de estímulos puede explicar el abandono del proyecto Warrior, que en
parte fue un intento innovador para impulsar a los hombres del aire a estudiar
la teoría y la historia del poder aéreo. El programa incluyó la amplia difusión
de una destacada biblioteca de volúmenes sobre el poder aéreo. Incluyendo
nuevas ediciones de textos clásicos, como “The Command of the Air”, Giulio
Douhet y “General Kenney Reports”, George C. Kenney. Así como también trabajos
originales específicamente preparados para este proyecto.
El
programa comenzó a principios de los años 80 con bombos y platillos, y el apoyo
del entonces Jefe de Estado Mayor Gen. Lew Alien. Terminó indignamente a
comienzos de los años 90, por falta de interés, de resultados y, finalmente, de
dinero.
Pero
si bien no hay incentivos visibles para los esfuerzos de “adelanto profesional
informal”, la Fuerza Aérea acuerda muchas recompensas a aquéllos que obtienen
diplomas en programas de educación académica formal. El más importante estímulo
de la Fuerza Aérea es el registro de los títulos universitarios en los legajos
personales, donde pueden tener una importante consideración (algunos dicen que
crucial) de parte de las juntas de promoción.
Con
este tipo de aliciente, no es sorprendente que alrededor del 50 por ciento de
todos los oficiales en servicio activo posean un diploma universitario. Muchos
de tales títulos, sino la mayoría, provienen de programas de universidades
civiles, promovidos por oficinas locales de instituciones educativas que
ofrecen una gran variedad de oportunidades universitarias. Localizadas en las
proximidades de casi todas las instalaciones de la Fuerza Aérea en todo el
mundo.
¿Pero
qué clase de títulos? Los datos más recientes, en mis manos, indican que de 322
programas dictados en 133 instalaciones de la Fuerza Aérea, que otorgan diploma
de maestría solo, exactamente, dos de ellos se refieren directamente al arte de
la guerra (Un programa sobre estudios de seguridad nacional, y otro sobre historia
militar). Otro grupo de 19 programas tiene relaciones tangenciales con el arte
de la guerra (Diplomas en relaciones internacionales y política internacional).
La
mayoría de los programas más comunes ofrecidos en las bases de la Fuerza Aérea
están relacionados con los negocios (administración de empresas, administración
de recursos humanos, etc.). Por lo tanto, la institución se encuentra en la
paradójica posición de conceder un alto valor a la educación de nivel de
posgrado que no tiene relación con su razón de ser.
La
Fuerza Aérea parece ser incapaz o sin voluntad de distinguir el valor de un
graduado en negocios, de otro diplomado en estudios sobre la seguridad nacional
o en historia militar. No se trata de denigrar la carrera de administración de
empresas sino de señalar que algunos campos de estudios son más afines con el
arte de la guerra. Tal vez necesitemos recordar qué nuestro negocio no son las
empresas. Nuestro negocio es la guerra.
Sin
incentivos para el refinamiento profesional personal y con educación académica,
que no parece tener relación, no es sorprendente que los alumnos lleguen al
ACSC y AWC en una condición que recuerda la expresión del general Dugan
(Camioneros analfabetos).
Por accidente o por designio, hemos llegado a depender casi por entero del sistema PEM formal para enseñar los fundamentos del arte de la guerra en el aire. Es una muy triste situación porque, aún en circunstancias ideales, no hay forma de que en dos visitas de 10 meses a la Universidad del Aire puedan remplazar, adecuadamente, el perfeccionamiento profesional personal a lo largo de la carrera y una educación académica pertinente.
Lamentablemente,
las circunstancias en el ACSC y el AWC no son ideales. Desde los primeros días
de la Universidad del Aire, el ACSC y el AWC han sido asediados por importantes
problemas que tienen mutua correspondencia. Entre los problemas más
inquietantes está la falta de consenso sobre el plan de estudios y el rápido
relevo de quienes dirigen esta institución.
En
toda la historia de la Universidad del Aire, nunca hubo un consenso amplio y
duradero sobre los planes de estudios del ACSC y el AWC. La orientación y el
asesoramiento de los niveles más elevados de comando, comités de congresistas,
juntas de visitantes y paneles especiales, a menudo han sido nebulosos,
conflictivos. O ambos a la vez.
La
falta de consensos estables indujo a que el ACSC y el AWC establecieran nueve
modificaciones mayores sobre la orientación del currículo. En promedio, un
cambio importante cada nueve años, desde los tiempos de la fundación hasta
mediados de los 90. Aún más interesante, las variaciones en el ACSC y el AWC no
se vincularon entre sí, sea en términos de tiempo u orientación. Tales cambios
sin coordinación sugieren que el plan de estudios estaba más influenciado por
los caprichos del momento, que por una doctrina educativa bien pensada.
Las
frecuentes “inyecciones” de “tópicos calientes” (algunos los llamarían
novelería) en el ya muy cargado y muy cambiante currículo complica a aún más la situación.
Aunque
el plan de estudios ha sido modificado con frecuencia, se identifican algunas
tendencias.
En
términos generales, el ACSC y AWC han dividido sus planes de estudios (las
proporciones han variado) entre aquellos temas más relacionados con el empleo
del poder aéreo (teoría, doctrina, estrategia, historia, etc.) y los que están
más vinculados con la administración de una Fuerza Aérea en tiempo de paz
(planeamiento, programación, administración, estadística, recurso humano,
bienes, etc.). Ambas áreas merecen ser estudiadas y cada una puede completar un
currículo anual riguroso.
Sin
embargo, considerados conjuntamente, los currículos justifican la crítica más
frecuente que se realiza a ambas escuelas Por ejemplo, un PEM que tiene una
milla de amplitud y una pulgada de profundidad. Pero simplemente no hay
suficiente tiempo para explorarlas en profundidad.
Este
observador ha defendido denodadamente el PEM de estudios relativo a la
realización de la guerra por varias razones muy concretas:
Primero. Las escuelas civiles pueden y enseñan administración, operaciones gubernamentales y cosas parecidas. Solamente las escuelas militares se pueden especializar en el arte de la guerra. Y más específicamente en el arte de cómo hacer la guerra en el airé.
Segundo. Mi presentimiento es que los contribuyentes norteamericanos no fundaron nuestros institutos de PEM para replicar ni para competir con las universidades civiles en sus programas académicos.
Tercero. El público tiene el derecho de esperar que nuestras cuelas de PEM produzcan expertos en la forma de hacer la guerra, no burócratas uniformados para tiempos de paz.
Algunos,
tal vez, argumenten que el currículo, enfocado sobre el combate, está bien y es
correcto para los estudiantes cuyas especialidades tienen que ver directamente
con las operaciones (aviadores, encargados de proyectiles, inteligencia y de
mantenimiento, etc.) Pero tienen una reducida consecuencia constructiva para
los oficiales que trabajan afanosamente en funciones de apoyo (personal,
finanzas, contrataciones, adquisiciones, etc.). Nada puede estar más alejado de
la verdad.
Es
oportuno que reconozcamos que una de las principales diferencias entre una
fuerza militar de primera clase y una de segunda, es la calidad de la
infraestructura de apoyo. Cuán bien adiestramos, pagamos, alimentamos y
alojamos a la fuerza, más se adquiere poder de combate. Aquéllos que conducen
la infraestructura de apoyo de "nuestra Fuerza Aérea”, en el futuro, deben
comprender la relación entre lo que ellos hacen y la principal misión de la
institución. Deben entender que mucho de lo que aportan, finalmente, afecta a
las capacidades de combate. Más aún, deben saber que ciertas circunstancias
pueden requerir de sus tareas de apoyo para operar en un difícil ámbito de
lucha.
Un
ejemplo clásico de la clase de desavenencias, que aparecen entre el apoyo y las
operaciones de combate, quedó plasmado en un estudio efectuado hace más de una
década en el Instituto de Investigaciones del Poder Aéreo. El informe dejó al
descubierto que el sistema automatizado y computadorizado de pagos militares,
tan eficiente en el ámbito nacional, dejó a la Fuerza Aérea sin aptitud para
realizar los pagos de rutina en entornos hostiles.
Con
todas las buenas intenciones y obvia ignorancia de la situación real en las
operaciones militares, los que planearon el sistema se concentraron en la
eficiencia en tiempo de paz, antes que en la efectividad durante tiempo de
guerra. El resultado del estudio concluyó con un esfuerzo multimillonario para
corregir la situación.
El
asunto es que debe existir un contacto sólido entre la punta de la lanza y el
asta. La comprensión de la forma de hacer la guerra en el aire no es sólo una
necesidad para los oficiales operativos. Quienes apoyan el poder aéreo también
deben comprender qué es lo que están apoyando, que se requiere de ellos y bajo
qué circunstancias deben actuar. El plan de estudios de PME enfocada al combate
es esencial para toda la fuerza, no solamente para los operativos.
La turbulencia, confusión y falta de consenso en los currículos han sido acompañadas, o tal vez causadas, por varios factores:
El primero. La corta permanencia en el cargo de los Directores del ACSC y del AWC. Medio siglo después de su fundación, el ACSC ha tenido 34 comandantes y 25 el AWC. El promedio de permanencia en el cargo para el ACSC ha sido de solamente 18 meses. En el AWC, la estadía del comandante ha sido ligeramente mayor, promediando los 24 meses.
Mis contactos con la academia civil me han demostrado que, típicamente, se requieren cinco años para diagnosticar lo que debe hacerse para diseñar y poner los programas en marcha, y luego evaluar y corregir, tales programas. Aun cuando asumamos que la naturaleza altamente disciplinada y jerarquizada del ámbito militar podría acortar drásticamente la "regla civil de los cinco años”, la permanencia de un comandante en las academias todavía sería insuficiente para completar el ciclo de cambio, actualización y modernización de los currículos.
Segundo. El hecho de que virtualmente ninguno de los comandantes haya tenido alguna experiencia en academias, salvo el hecho de haber sido alumnos, exacerba el problema de la breve estadía. Revisé los antecedentes de los 21 comandantes de los dos institutos que prestaron servicio durante los 20 años que pasé en la Universidad del Aire, y encontré solamente uno que tenía alguna experiencia real de dirección en ambiente académico. Eso me causa un impacto extraño puesto que, la Fuerza Aérea nunca pondría a alguien que no sea aviador, al mando de un escuadrón de cazas o bombarderos. Pero si coloca rutinariamente á neófitos al frente de las escuelas de las cuales depende, totalmente, para educar a sus futuros Jefes principales.
Los esfuerzos para mejorar significativamente, en ambas escuelas superiores, las cualificaciones académicas de la facultad y el gradual cambio del plan de estudios, enfocándolo sobre la guerra, han sido de particular importancia. Ambas tendencias son, en mi opinión, muy alentadoras e importantes para el continuo éxito del poder aéreo norteamericano.
Esto no quiere decir que las cortas permanencias de los comandantes hayan sido ineficaces. Por el contrario, algunos de ellos han sido responsables de considerables progresos en los últimos 20 años. Lo cual es más elogiable teniendo en cuenta la falta de experiencia y permanencia con la que ellos han trabajado.
El progreso, en las pasadas dos décadas, no fue siempre suave, y no todos los comandantes han estado iluminados.
Por ejemplo: A lo largo de los años, dos comandantes de escuela me dijeron que no eran importante que los miembros de la facultad debían ser académicamente altamente calificados puesto que los alumnos aprendían por sí mismos.
Otro
se preguntaba ¿Por qué los alumnos necesitan aprender historia militar y sobre
poder aéreo? si "ya los habían vivido a lo largo de 15 años".
Muchos han expresado durante años, “que la Fuerza Aérea tiene una inclinación anti intelectual”. En 1947, el Coronel Parrish opinaba, en un artículo de la Revista Trimestral de la Universidad del Aire: Que: "las actividades aéreas han atraído mayoritariamente a los hombres que deseaban un aprendizaje dinámico antes que literario. O que la Fuerza Aérea nunca se ufana de tener un alto porcentaje de eruditos.”
Tales opiniones troglodíticas de oficiales superiores podrían dar credibilidad, a que el Cr. Parrish estaba en lo cierto. Posiblemente el problema básico en la educación de los oficiales de la Fuerza Aérea sea el cultural. Decía: “Los hombres del aire son "hacedores", hombres y mujeres de acción, antes que de introspección o pensadores. Que la gloria de los aviadores esta en las tradiciones románticas de los pañuelos de cuello ondeando con el aire de la hélice. Caballeros valientes del aire, avanzando para confrontar al enemigo en mortal combate”.
Los que no vuelan tienden a ser técnicos, consumidos por las misteriosas complejidades de sus especialidades. Pero pilotos o no pilotos se tienen que inclinar, con mayor frecuencia, ante el altar de la catedral de la tecnología avanzada y de la estrategia aérea superior. Que demanda alta capacidad de pensar. Debiendo dejar sus pensamientos románticos de solo heroísmos fantásticos.
A menudo, las tradiciones activistas y las tecnocráticas nos sirvieron adecuadamente en épocas de plenitud. Cuando operábamos desde una posición de gran potencia y nos apoyábamos en la superioridad de nuestros recursos para abrumar a nuestros enemigos. ¿Nos servirán esas tradiciones durante los momentos de escasez, cuando cada salida sea críticamente importante? ¿Y cuándo difícilmente podamos permitirnos el lujo de derrochar nuestros medios en rápida disminución? Si usted tiene un poder aéreo de enorme capacidad, las ideas sobre cómo emplearlo son menos importantes. Cuando no se puede enfrentar al adversario con un gran flujo de recursos militares, se hace necesario recurrir al pensamiento.
El dilema es que debemos remodelar nuestra cultura sin destruir las tradiciones que nos han servido tan bien en el pasado. De alguna manera, imperativa, tenemos que hacerlo profesionalmente aceptable. Para convertirnos en guerreros del aire bien instruidos en la teoría, doctrina e historia de la guerra aérea. Los combatientes deben conocer al poder aéreo tan bien como a sus aeroplanos. Tenemos que establecer sinergias entre los pañuelos que ondean con el viento de la hélice y los libros en el aula. La clave para formar a la próxima generación de líderes de la Fuerza Aérea, mejor que la actual, es reformar nuestra cultura sin destruir nuestras tradiciones.
¿Cómo haremos para realizar un cambio cultural tan monumental? En opinión de este observador, se debe comenzar por arriba, en los niveles de comando más elevados. Debe iniciarse con actitudes y políticas que vayan más allá de un simple crecimiento intelectual alentador. Estar correctamente instruido en el arte de la guerra, puede convertirse en una necesidad. Un requerimiento absoluto para un cargo de oficial superior y más arriba. El perfeccionamiento intelectual profesional personal debe ser una exigencia continua para cada oficial.
¿Qué acciones específicas debemos efectuar? Consideremos las siguientes posibilidades:
Promocionar la educación académica
universitaria importante. Instruir a los funcionarios de las instituciones
locales de educación para que lleven a las Bases, por lo menos, un programa
universitario, directamente relacionado con el arte de la guerra.
Volver a recalcar el cultivo profesional personal durante toda la carrera.
Reconstruir las versiones PEM para no residentes en un sistema para el crecimiento profesional durante toda la carrera. Estableciendo un esquema de fases temporales para adquirir el conocimiento que necesitan todos los oficiales. Incorporar en el sistema un programa de lectura profesional rigurosamente estructurado.
Documentar en las hojas de vida de los oficiales, el esfuerzo individual por su perfeccionamiento profesional.
Registrar en los informes de desempeño, que tanto éxito tuvo el estímulo de los supervisores y comandantes en materia de su crecimiento profesional de sus subalternos.
Requerir que se incluya en los formularios de recomendaciones de ascenso anotaciones sobre el progreso en el cultivo profesional.
Instruir a las Juntas de promoción que den mayor importancia al perfeccionamiento profesional.
Formular e establecer una doctrina del PME formal para la Fuerza Aérea. Que, como mínimo, establezca lineamientos sobre los planes de estudio y cualidades de la facultad.
Utilizar los programas de PEM reformados para no residentes, como base para establecer los requerimientos de ingreso al PEM para residentes.
Refinar el currículo de PEM para residentes con el fin de aprovechar la mínima experiencia para el ingreso.
Ampliar y estabilizar la permanencia de los comandantes del ACSC y AWC en el cargo, y de otros dirigentes superiores de la PEM.
Volver a recalcar el cultivo profesional personal durante toda la carrera.
Reconstruir las versiones PEM para no residentes en un sistema para el crecimiento profesional durante toda la carrera. Estableciendo un esquema de fases temporales para adquirir el conocimiento que necesitan todos los oficiales. Incorporar en el sistema un programa de lectura profesional rigurosamente estructurado.
Documentar en las hojas de vida de los oficiales, el esfuerzo individual por su perfeccionamiento profesional.
Registrar en los informes de desempeño, que tanto éxito tuvo el estímulo de los supervisores y comandantes en materia de su crecimiento profesional de sus subalternos.
Requerir que se incluya en los formularios de recomendaciones de ascenso anotaciones sobre el progreso en el cultivo profesional.
Instruir a las Juntas de promoción que den mayor importancia al perfeccionamiento profesional.
Formular e establecer una doctrina del PME formal para la Fuerza Aérea. Que, como mínimo, establezca lineamientos sobre los planes de estudio y cualidades de la facultad.
Utilizar los programas de PEM reformados para no residentes, como base para establecer los requerimientos de ingreso al PEM para residentes.
Refinar el currículo de PEM para residentes con el fin de aprovechar la mínima experiencia para el ingreso.
Ampliar y estabilizar la permanencia de los comandantes del ACSC y AWC en el cargo, y de otros dirigentes superiores de la PEM.
Algunas de estas propuestas podrían encontrar una fuerte resistencia. Por ejemplo, los que creen que no deberían existir diferencias en el PEM para no residente y el para residente. Aquéllos que no son seleccionados para asistir al ACSC y AWC como residentes podrían decir que este sistema es injusto. Yo los contradigo afirmando que las equivalencias entre los programas para residentes y no residentes han sido siempre una ficción conveniente. La mencionada injusticia es irrelevante. Pues la Fuerza Aérea no es y no debe hacerse una organización igualitarista con los intereses particulares sin efecto institucional. La mejor justica es lo contrario. Dar créditos a los méritos y esfuerzos individuales por mejorar profesionalmente. Tanto en lo operacional como en lo directivo por la vía de la meritocracia intelectual.
En el
lado positivo de la ecuación, estas acciones generarían una aproximación
razonable, sostenible, y organizada para el perfeccionamiento profesional
personal durante la carrera. Además podrían asegurar que los esfuerzos para
preparar un combatiente más inteligente, mejorarían las perspectivas de su
carrera y le proporcionarían una gran motivación para su crecimiento
profesional personal.
Tales
propuestas nos llevarían a hacer preguntas sobre el sistema PEM formal. Por
ejemplo, el conocimiento básico más avanzado entre los estudiantes que
ingresan, les permitirla a las escuelas PEM adecuar sus planes de estudio y
técnicas de enseñanza para alcanzar metas académicas con niveles bastante más
elevados.
Aunque
el general Dugan estuviese sólo parcialmente correcto sobre la formación de
“camioneros analfabetos”, tenemos que adoptar acciones fuertes y positivas si
deseamos que la próxima generación de líderes de la Fuerza Aérea sea mejor que
la actual. No debemos tolerar una cultura anti-intelectual entre los hombres
del aire.
Nuestros
futuros dirigentes tendrían que ser muy inteligentes y muy bien educados para explotar, a fondo, las
opciones casi sin límites que proporciona el poder aéreo. Y para cumplir con
las demandas casi sin límites sobre nuestros menguantes medios aéreos. Nuestros
futuros dirigentes deberán ser inteligentes y mentalmente disciplinados para
actuar efectivamente con la incertidumbre y demandas, que los hombres del aire
enfrentarán en el “nuevo desorden mundial”.
Nuestros
futuros líderes tendrán que conocer el poder aéreo. No solo el de los aviones.
Tendrán que ser capaces de formular pensamientos críticos, hacer análisis
totales y efectuar síntesis lógicas.
No hay
ningún medio mágico para producir la clase de individuos que ocupen las posiciones
directivas que necesitaremos en el futuro. Requerirán un adiestramiento
sobresaliente y una voluminosa experiencia. Más importante aún, necesitarán un
crecimiento profesional personal, una educación académica muy pertinente y una
destacada educación militar profesional.
Notas del autor:
Notas del autor:
1. Es
justo preguntar que quiero significar por “su mayoría”. Mi mejor estimación,
basada en años de observación, dialogo y enseñanza, indica que 80 a 90 por
ciento de los oficiales que ingresan al ACSC y 50 a 60 por ciento de los que lo
hacen al AWC ignoran esencialmente los fundamentos intelectuales de su
profesión.
2. Como una prueba de que la experiencia,
por si sola no era suficiente, Federico decía que “una mula que ha transportado
su carga durante diez campañas no será experta en tácticas por eso”.
3. La Escuela de Oficiales de Escuadrón
también está considerada en el PME. Pero la educación profesional de los
oficiales subalternos utiliza técnicas muy diferentes para alcanzar el
resultado exclusivo que procuran. Por eso. No me referiré a la SOS en este
artículo.
4. En septiembre de 1995, el 49.5 por ciento
de todos los oficiales activos poseían una maestría y el 1.43 por ciento tenían
un doctorado.
5. Air
Force Panflet 213-2. Educational Opportunities on Air Force Bases, 1 de Abril
de 1987. Supuestamente, hay una versión actualizada de este manual.
Pero no la pude conseguir. Sospecho que si bien en una nueva versión puede
cambiar el número absoluto, las proporciones relativas se mantendrán totalmente
estables.
6. TC.
Harvey J. Crawford, “Officer Professional Military Education Study”, (Maxwell
AFB, Ala. Este estudio no se publicó pero existen varias copias, dos
en manos Del autor. A mi entender, sigue siendo el único estudio completo sobre
PME en la Fuerza Aérea, y el único basado casi totalmente en documentación de
primera mano.
7. Uno de los ejemplos más recientes, de lo
que el autor considera un hecho mágico, es la inserción en los planes de
estudios del ACSC y AWC de una excesiva cantidad de enseñanza. Relativa al
movimiento sobre la 'calidad'. La última de una larga lista de técnicas de
administración civil adoptada por los militares a pesar de su frecuente y
dudosa pertinencia. Otros ejemplos de este tipo que van hasta comienzos de los
60, incluye el “Defecto Cero”, PRIDE. Presupuesto
de base Cero y Administración por Objetivos.
8. TC. Bill
D. Brogdon, Support the Troops Paying Our People In Hostile Forewarn Areas,
Informe N° AU-ARI-88-5 (Maxwell AFB. Ala. Air University Press, diciembre
1998).
9. Cr. Noel
F. Parrish. “New Responsibilities of Air Force Officers”, Air University
Quarterly Review. Primavera 1947, 29-42.
10. Siempre se pueden encontrar excepciones que
confirman la regla. Por ejemplo, la tradición tecnocracia activista no nos
sirvió muy bien en Vietnam donde, por una variedad de razones contenciosas,
fuimos incapaces de transformar una superioridad material abrumadora en una
victoria final. De modo contrario, en el sudoeste del Pacifico durante la II
Guerra Mundial, el general Kenney demostró que los hombres del aire
norteamericanos pueden superar y derrotar a sus adversarlos aun cuando estén
operando con muy escasos recursos logísticos.
11. Si se considera que los programas PEM para
no residentes son equivalentes a los programas para residentes, entonces
podemos inquirir porqué deberemos tener a estos últimos que son mucho más
caros. En esa coyuntura, no creo que nadie píense seriamente que los programas
para residentes y no residentes tengan un valor educativo análogo. La Interacción
cara a cara y el intercambio de ideas, con ilustrados miembros de la facultad,
distinguidos oradores huéspedes y entre estudiantes, es capital para elevar el
nivel de aprendizaje. Por lo tanto, la calidad y el nivel educativo de los
egresados. En este punto, no deben ser duplicados según un formato para no
residentes. No obstante, la marcha de la tecnología y particularmente nuestra
habilidad para interconectarnos en tiempo real puede significar que en el
futuro los programas para residentes tengan muy pocas ventajas, sí que
conservan algunas, sobre aquéllos para no residentes.
Fuimos
incapaces de transformar una superioridad material abrumadora en una victoria
final. De modo contrario, en el sudoeste del Pacifico durante la II Guerra
Mundial, el General Kenney demostró que los hombres del aire norteamericanos
pueden superar y derrotar a sus adversarios aun cuando estén operando con muy
escasos recursos logísticos.
NOTAS PERSONALES
Las coincidencias
Este
artículo es un compendio de valiosas reflexiones hechas por instructor con
amplia experiencia en formar el personal profesional de rango directivo de oficiales
y los suboficiales de cualquier Fuerza Aérea. Visualizando los objetivos más
convenientes para los alumnos. Tanto desde el comienzo como Cadetes y Alumnos
como en los cursos obligatorios de promoción.
Igualmente
en los estudios complementarios que algunos entusiastas hacen, por su cuenta en
academias no militares, porque los consideran útiles para su mejoramiento
profesional. O porque es la realización de su sueño de infancia de aprender
alguna ciencia o arte que le ha sido apasionante. Y que termina siendo un
complemento cultural importante en el nivel intelectual de quien se dedica, de
carrera, al buen uso del poder de las armas.
De tal
forma que la ilustración sobre los viejos fundamentos teóricos, los de la
experiencia profesional y los de la ciencia y las tecnologías modernas, no sean
solo una carrera académica de supervivencia del estudiante en el medio militar.
Donde el exceso de información sin direccionamiento definido no produce la
mejor eficiencia profesional. Y por ello
sin crear la estimulante pasión vivencial para el crecimiento humano del
individuo y la realización de su vida. Para su benéfico personal y el
institucional.
Las
ideas de este artículo fueron publicadas en Feb. de 1999, siendo Subdirector en EMAVI. Un cargo primordialmente administrativo. Encontrando en
la publicación, muchas apreciaciones iguales a las que habíamos observado desde
el mismo momento en que ingresamos a comienzo de 1974 y durante los tres
siguientes años. Hay simetrías y hasta perfectas coincidencias de cómo se propone
mejorar el programa de capacitación. Tanto el nuestro como el USAF, como lo
plantea el autor. Al fin y al cabo son circunstancias y fines similares.
Por
supuesto que en una permanencia en el cargo de tan solo el año de 1999, fue imposible
implantar reformas sustanciales al respecto. Muchos motivos lo impidieron. Como
el miedo a innovar, la inercia institucional, la paquidermia burocrática, los
escasos profesores militares especializados, la contratación de profesorado
civil con aspectos presupuestales, legales y tráfico de influencias inconvenientes
y la poca amplitud de visión intelectual.
Sin
embargo, procuramos crear inquietudes. Las que hasta generaron conflicto
conceptual. Lo que indicó que se había destapado una deficiencia que se
acostumbraba barrer bajo la alfombra. Pues desestabilizaba bastante uno de los tradicionales nichos de confort en que estaba
la Escuela y que su evidencia desacomodó la fácil opción profesional para ascender
sin contratiempos.
Uno de
esos aspectos está en el manejo contractual del profesorado. La interpretación de
la doctrina disciplinaria punitiva. La falta del Plan de Estudios Militares PEM.
La diversidad de conocimientos contra la especialización. Y otras cosas más.
Algunos
de estos temas mostrados en crónicas de este Blog. Razón por la cual, además de
las notas del autor, agregamos estas que amplían la similitud con lo expresado
por el autor. Incluso algunos por cadetes en sus solicitudes de desacuartelamiento.
La flexibilidad
La operación
Marquet Garden, fue un catastrófico error. Por las muchas bajas de los aliados paracaidistas
en relación con los pocos éxitos en el objetivo. Fue debido a que hasta los cocineros,
tropas logísticas alemanas, tomaron sus armas y participaron en el combate para
contener la arremetida aerotransportada. Y cuando el ataque fue contenido regresaron
a su tares habituales. Así, luego, hubiesen sido derrotados. Si esa
flexibilidad es válida a nivel tropa de combate, más a nivel de conducción de
la guerra. Adaptación a ls circunstancias dada porque se ha entrenado en
proporción adecuada según el desempeño esperado para circunstancias
imprevistas.
Dos comandos
Los logísticos
deben saber tanto de las necesidades de los comandantes combatientes como estos
de los recursos disponibles y los apoyos para calcular sus maniobras. De igualmente
la parte operativa. Porque de quedar aislados y sin líneas de abastecimientos o
sin suministros pueden fracasar todos sus planes y ser derrotados. Deben saber lo
necesario sin que deban ser ambos especializados en ambas cosas. Hay una zona de
traslapado sin pretender que los dos sean plenamente toderos pero si ser
totalmente multifacéticos ni polifuncionales.
Aunque
en la FAC, actualmente, es necesaria tal figura porque no se ha definido la
proyección de desempeño de las especialidades. En especial la del personal de
vuelo. Se piensa debe estar en capacidad de hacer de todo, pero sin profundidad
en ambas cosas. Porque se considera, erradamente, que el piloto es el mejor
líder y por ello tiene que desempeñar cargos administrativos y de combate simultáneamente.
Para ir aprendiendo en el desempeño, a manera de aprendizaje empírico, las dos
cosas. Pues cuando ascienda en graduación y responsabilidades será el destinado
para comandar unidades aéreas o cargos de amplio espectro y en ambos sentidos:
el administrativo y en el de combate. Aunque esa forma de aprender implique
muchos desaciertos o, como mínimo, no con la mejor eficiencia y eficacia en las
dos cosas.
Como
es una trasformación progresiva, en la medida en que ascienda en el escalafón,
debe seguir un plan de capacitación constante, institucional y/o personal durante toda su vida profesional. Y no todo dese
el comienzo. Lo cual es ya muy factible usando los sistemas de conectividad de
educación a distancia. Que es un programa de perfeccionamiento continuo.
La naturaleza del oficial
El
rango de oficial es más de naturaleza directiva que operacional. Su forma de combatir
es dirigiendo el poder aéreo. Como el combate aéreo es de un alto nivel tecnológico,
por la clase de armas que utiliza, demanda un alto conocimiento sobre la mejor
forma de usar esa tecnología. Eso en cuanto a lo material.
Pero como comandante en la dirección de la guerra requiere alto nivel intelectual en la estrategia sobre el poder aéreo. En eso se fundamenta que en sus primeros grados debe ser más pilotos operacionales que piloto directivo. Con el tiempo se invierten los roles.
Pero como comandante en la dirección de la guerra requiere alto nivel intelectual en la estrategia sobre el poder aéreo. En eso se fundamenta que en sus primeros grados debe ser más pilotos operacionales que piloto directivo. Con el tiempo se invierten los roles.
Esa mutación
es buena en cuanto obliga a aprender al oficial muchas cosas pero inconveniente
en cuanto no hay la mínima especialización exigida por la guerra aérea. En una
ocasión argumentamos que el oficial debería ser polifacético y multifuncional.
Más no porque pensáramos que es el mejor perfil profesional del personal
directivo de la FAC.
Debimos
aceptarlo ya que era lo mejor que podíamos hacer. Por la forma como la Fuerza
Aérea ha funcionado por años como lo hemos descrito y no se veía posibilidad de
que las cosas cambiarían. Entonces, era obligatorio seguir ese criterio
académico, así, tan poco lo compartiéramos. Pero inevitable, mientras no se
configurara con claridad el perfil profesional del oficial FAC.
Los antecedentes
Es que no habido consenso al respecto a pesar del tiempo. En la década de 1940 el oficial era un comandante con más criterios militares de autoridad que un piloto. Aunque algo se veía, de lejos lo que se hacía durante la II Guerra Mundial y lo que aprendíamos con los pocos oficiales enviados en comisión de estudios al exterior. Después, cuando dejó de ser otra arma del Ejército, se constituyó en una fuerza independiente. Con la llegada de la era del jet de combate y lo visto por nuestras FF MM en la guerra de Corea, para la década de 1950, comenzó a perfilar mejor su misión y su cultura institucional. Lo que exigió mejoras de la capacitación del oficial.
Es que no habido consenso al respecto a pesar del tiempo. En la década de 1940 el oficial era un comandante con más criterios militares de autoridad que un piloto. Aunque algo se veía, de lejos lo que se hacía durante la II Guerra Mundial y lo que aprendíamos con los pocos oficiales enviados en comisión de estudios al exterior. Después, cuando dejó de ser otra arma del Ejército, se constituyó en una fuerza independiente. Con la llegada de la era del jet de combate y lo visto por nuestras FF MM en la guerra de Corea, para la década de 1950, comenzó a perfilar mejor su misión y su cultura institucional. Lo que exigió mejoras de la capacitación del oficial.
Solo
en la década de 1960 fue cuando se dio el mejor ajuste en el currículo de estudios.
Se decidió agregar al pensum de materias militares, que es la base fundamental
de la profesión, conceptos de ingenierías. Como la eléctrica, la electrónica y
la mecánica. Pensando que como los aviones son producto de la tecnología esos conocimientos
le eran indispensables. Después se vio que la naturaleza del oficial debería ser
más directiva y se orientaron los estudios hacia la administración.
Y se
inició la trasformación. Que, para la década de 1970, terminó siendo una revoltura
de todo un poco. Lo cual ha durado por mucho tiempo como ya se ha dicho. Así sigue
siendo ambiguo el plan de estudios indicando que el perfil profesional de oficial
no está definido con claridad. Y es en este aspecto por donde se debe iniciar
la concepción de cómo debe ser el pensum.
El entrenamiento físico
Un
caso especial del pensum es el acondicionamiento físico de los alumnos. Los
conceptos de incorporación establecen niveles de exigencia con el fin de que
todos los aspirante, inicialmente, sean aptos para el vuelo. Con el fin de
lograr el máximo de idóneos para pilotear aeronaves desde el mismo momento de ingreso.
Ya que, posteriormente, debe supera exigencias adicionales de mayor rigor para
ese desempeño.
Como, de todas formas, algunos no alcanzara ese nivel de destrezas y conocimientos, es necesario buscar que la mayoría puedan ser pilotos. Y si no alcanzan el nivel mínimo exigido, por otros factores, de todas formas podrá optar por otras especialidades contando con una buena salud mental y física.
Como, de todas formas, algunos no alcanzara ese nivel de destrezas y conocimientos, es necesario buscar que la mayoría puedan ser pilotos. Y si no alcanzan el nivel mínimo exigido, por otros factores, de todas formas podrá optar por otras especialidades contando con una buena salud mental y física.
Por
ello el acondicionamiento físico del alumno debe ser concebido para lograr tal propósito.
Algunos de esos criterios están consignados en estudios sobre la “Fisiología y
la Sicología del Vuelo”. Como los del Instituto de la Seguridad Aeroespacial de
la Universidad del Sur de California. Y los especializados de la “Medicina de
Aviación” que son base de selección de los alumnos y determinación de la aptitud
psicofísica del personal de vuelo. En especial los pilotos de combate.
Muchos
de eso estudios. Los cuales, por ser adoptados por la FAC, deben tenerse en cuenta durante la instrucción
inicial del aspirante. Porque de no hacerlo se puede errar en lograr el mejor
recurso humano. O, incluso, malograr al alumno con entrenamientos físicos y
tratos sicológicos innecesarios, inapropiados o hasta excesivos para su vida
profesional.
Allí
se lee: “Desde los comienzos de la aviación militar se puso en evidencia la
importancia del entrenamiento y el acondicionamiento físico según las nuevas
necesidades para la nueva fuerza militar. Para el año de 1935 ya se había visualizado
la necesidad de hacer clasificación detalla de los aspirantes. En ese año fueron seleccionados sólo 450 aspirante entre
los 1874 examinados que se presentaron.
Al
considerar el gran número de hombres no aptos, que deben ser entrenados para
pilotear con eficiencia, es obvio que deben tenerse en cuenta las aptitudes
adquiridas por el aspirante durante toda su vida anterior. Lo cual es un proceso
de muchos años y no de pocas semanas.
El entrenamiento para lograr coordinación, exactitud y percepción necesita comenzar quizás hasta desde la misma cuna y después va creciendo a través de las actividades deportivas y escolares. La destreza es el resultado de la integración de los reflejos conscientes e inconscientes. Los reflejos perceptuales más finos establecen con los deportes de gran coordinación y precisión como por ejemplo el béisbol o el basquetbol o conducir un automóvil para conquistar los complejos ajustes musculares que demanda el vuelo. Para cuando deba dejar al aviador libre para la observación y las decisiones de combate. En gran parte debido al bajo grado de aptitud de los jóvenes del país”.
El entrenamiento para lograr coordinación, exactitud y percepción necesita comenzar quizás hasta desde la misma cuna y después va creciendo a través de las actividades deportivas y escolares. La destreza es el resultado de la integración de los reflejos conscientes e inconscientes. Los reflejos perceptuales más finos establecen con los deportes de gran coordinación y precisión como por ejemplo el béisbol o el basquetbol o conducir un automóvil para conquistar los complejos ajustes musculares que demanda el vuelo. Para cuando deba dejar al aviador libre para la observación y las decisiones de combate. En gran parte debido al bajo grado de aptitud de los jóvenes del país”.
También en los "Considerandos para un Plan Académico en la ESMIC". (De autor desconocido). En su numeral 2. titulado: "Aspectos que requieren cambios". literal E. Calidad de los contenidos académicos:
"Superar la excesiva instrucción física y deportiva. Disciplina (materia) excesivamente rígida. Mas memorista que conceptual. Educación alejada de la realidad del país. Una instrucción reiterativa, repetitiva y cuantitativa. Con duplicidad innecesaria. Que reprime todo pensamiento original y creativo. Que solo genera mentalidad de rebaño. Que en lugar de hacer mas fuerte la cohesión, la debilita.
Cuando el buen líder es ante todo un integrador de valores, mentes, voluntades y propósitos individuales, sin egoísmo, a la causa patriótica. No solo de capacidades para hacer muchos ejercicios ejecutados mecánicamente. Como si fuese la forma de mentalizar en la aceptación de argumentos sin compresión ni maduración intelectual.
Algo bastante similar en nuestro caso cuando no imaginamos que se exigiera tanta capacidad atlética y física para ser ser pilotos ni tampoco oficiales. La única explicación que encontramos era la de que existía una tradicional competencia entre escuelas de formación de oficiales de las distintas fuerzas. Por medio de unas Olimpiadas en las que se buscas demostrar cuál es la mejor entre ellas basado, exclusivamente, por la capacidad de la resistencia física y la fuerza muscular. Sin ser evidente que tal aspecto no aportaba idoneidad profesional al oficial de la Fuerza Aérea donde lo prioritario es la capacitación intelectual y tecnológica más que la muscular y física.
"Superar la excesiva instrucción física y deportiva. Disciplina (materia) excesivamente rígida. Mas memorista que conceptual. Educación alejada de la realidad del país. Una instrucción reiterativa, repetitiva y cuantitativa. Con duplicidad innecesaria. Que reprime todo pensamiento original y creativo. Que solo genera mentalidad de rebaño. Que en lugar de hacer mas fuerte la cohesión, la debilita.
Cuando el buen líder es ante todo un integrador de valores, mentes, voluntades y propósitos individuales, sin egoísmo, a la causa patriótica. No solo de capacidades para hacer muchos ejercicios ejecutados mecánicamente. Como si fuese la forma de mentalizar en la aceptación de argumentos sin compresión ni maduración intelectual.
Algo bastante similar en nuestro caso cuando no imaginamos que se exigiera tanta capacidad atlética y física para ser ser pilotos ni tampoco oficiales. La única explicación que encontramos era la de que existía una tradicional competencia entre escuelas de formación de oficiales de las distintas fuerzas. Por medio de unas Olimpiadas en las que se buscas demostrar cuál es la mejor entre ellas basado, exclusivamente, por la capacidad de la resistencia física y la fuerza muscular. Sin ser evidente que tal aspecto no aportaba idoneidad profesional al oficial de la Fuerza Aérea donde lo prioritario es la capacitación intelectual y tecnológica más que la muscular y física.
Pero
la arraigada tradición impedía que eso fuera entendido y por lo tanto se
llegaba incluso a dedicar tanto tiempo y esfuerzo a tal propósito que afectaba
el rendimiento académico. Era indispensable aceptar ese criterio y dar
cumplimiento a lo exigido. Aunque era evidente que algunos trataban de ganar un
alta calificación y reconocimiento de instructores y superiores haciendo todo
lo posible por complacer en ese campo. En especial
si no había clasificado en el pilotaje. Sin importar si lo fundamental
resultaba perjudicial tanto para él como para la institución. De alguna forma
no podían arriesgarse a no clasificar dentro de los no aptos a la profesión.
Por
supuesto que el entrenamiento físico tanto individual como grupal es importante
no sólo en resistencia, reflejos y coordinación. Y como una forma para formar
el espíritu de competencia grupal. Asimismo el carácter y la personalidad que
son necesarios para mantener el empeño de combate y el deseo de triunfo, parte
importante de la actitud militar para la guerra.
La
siguiente anécdota ilustra la importancia del entrenamiento físico en el
pilotaje militar. Unos extranjeros interesados en que les compráramos sus
aviones, nos comentaron que también los habían ofrecido en otros países con
poco desarrollo social. Allí les había exigido que les entrenarán a un grupo de
pilotos locales. Para iniciar la primera generación de instructores en el tipo
de aeronave que comprarían logrando independencia en ese aspecto.
Su
sorpresa fue grande. Encontraron que los
alumnos no habían tenido las experiencias que se dan la vida rutinariamente en
las demás naciones con mejores niveles de progreso. Para que los alumnos de
vuelo alcanzaran la habilidad psicomotora mínima requerida para el vuelo fue necesario
que primero aprendieran destrezas de coordinación elementales tales como
deportes en grupos o individuales (por ejemplo natación). O usar una bicicleta,
practicar la gimnasia olímpica, montar a caballo, conducir una moto o un
vehículo.
Así fuese solo una o varias de estas experiencias y mejor aún si se
hacían prácticas mentales, analíticas, manejo de las emociones y los reflejos
inconscientes. Desarrollar el sentido autocrítico, la capacidad de ponderación,
la tolerancia a la frustración, la constancia e, incluso, el razonamiento
abstracto, la lógica mecánica y la orientación espacial geográfica y esta
corporal. Sin embargo, consideramos que para superar estas deficiencias tampoco
es necesario llegar a los niveles de máxima resistencia corporal. Porque el
objetivo no es lograr capacidad competitiva física para superar grupos
atléticos rivales sino para lograr alta capacidad física y mental en el
individuos. A la que se agrega el poder de la tecnología aérea. Y que reunidas
en el grupo crean sinergia que termina siendo importante en la capacidad de
lucha.
Las
personas que tienen tendencia a un excesivo sentido de competencia deportivo
también se inclinan a mantener dicha actitud en el campo profesional. Convirtiéndose
en una obsesión o adicción por la adrenalina que genera el sentido de alta
competencia. Y hasta podría llegarse al nivel de riesgo cuando se desea
utilizar la aeronave para demostrar, ante los demás, altos niveles de destreza
y por lo tanto de idoneidad profesional.
Podría
argumentarse que esto es necesario cuando se trata del combate aéreo pero que
no debe hacer parte de la forma de vida cotidiana. Menos entre compañeros
porque se podría llegar incluso el uso de métodos y procedimientos no sólo de
riesgo para la seguridad de vuelo sino también para la tranquilidad mental que
demandan las condiciones de operación de una aeronave de alta sofisticación.
EL SERVICIO ES LO PRIMERO.
En una ocasión, a la mitad de la carrera militar con grado Mayor, surgió una confiable amistad con un superior de alto rango, General. De actitud bastante competitiva. Tanto profesionalmente como atléticamente, a pesar de su edad. Basado en la mutua confianza, nos preguntó cuál era nuestro objetivo de ascenso dentro del escalafón militar y a qué grado aspirábamos llegar.
En una ocasión, a la mitad de la carrera militar con grado Mayor, surgió una confiable amistad con un superior de alto rango, General. De actitud bastante competitiva. Tanto profesionalmente como atléticamente, a pesar de su edad. Basado en la mutua confianza, nos preguntó cuál era nuestro objetivo de ascenso dentro del escalafón militar y a qué grado aspirábamos llegar.
En las
conversaciones informales, había observado, lo que para él era un ligero desinterés
profesional nuestro en ese sentido. Porque no compartíamos el mismo nivel tan
intenso por las prácticas deportivas como él solía hacerlo. Y que por ello podríamos ser vistos como alguien
de desempeño mediano con poco empeño por llegar a un grado similar al suyo. No quería
que fuésemos vistos como alguien de los que solo hacen lo indispensable para alcanzar
el tiempo de pensión.
Por
ello se sorprendió cuando le indicamos que no teníamos en mente ningún grado
previsto al cual queríamos llegar. Que nuestro objetivo y mayor empeño diario era
lograr el máximo nivel de idoneidad que nos fuese posible. Por la vía de la calidad
total y el perfeccionamiento continuo. Sin tener en mente ninguno grado en
particular. Que el principal objetivo que nos debía motivaba en el desempeño era
el de ser militares lo más capaces que nos fuese posible.
Y
dentro de ese empeño confiar qué la institución, con justicia, nos asignaría los
ascensos que consideraran merecidos. Por lo cual nos era imposible pensar cuál
de ellos debería ser nuestra máxima aspiración. Se extrañó con ese punto de
vista ya que para él no había sido su motivo primordial de estímulo profesional.
Pues tenía en mucho aprecio personal el orgullo que le deparaba el llegar a los más altos niveles de la jerarquía. Y en ese fin había usado su fama en ser un atleta de alto rendimiento y un ejemplo ante sus superiores y subalternos. Siendo ese el pensamiento general acostumbrado por la mayoría de los oficiales y, en general, en la vida del militar. (Ver el aparte del libro "El Ego es el Enemigo". Sobre el Coronel Boyd, USAF. Reproducido en este blog como complemento de este concepto).
Pues tenía en mucho aprecio personal el orgullo que le deparaba el llegar a los más altos niveles de la jerarquía. Y en ese fin había usado su fama en ser un atleta de alto rendimiento y un ejemplo ante sus superiores y subalternos. Siendo ese el pensamiento general acostumbrado por la mayoría de los oficiales y, en general, en la vida del militar.
Dice
el manual: “También está el perfil psicológico del aviador militar donde haya
una respuesta adecuada al deseo de obrar con éxito. De ser capaz de solucionar
constantemente nuevos problemas. Y sobreponerse a los moldes sociales que
actúan fuertemente influenciado la conducta.
Así
los problemas de liderazgo, familiares y otros factores clasificados en el
campo moral, son también fuertes determinantes de la actitud de un aviador.
Como es el caso de una broma malintencionada que puede resultar tan deprimente
como para hacer que una persona no esté apta para volar durante algún tiempo.
Entonces
para el personal de vuelo lo adecuado es un moderado nivel de ejercicios para
lograr un cuerpo sano, músculos firmes y un buen sistema respiratorio y circulatorio.
Evitando alguna posible lesión corporal o mental que no aporte beneficios o
dañe la aptitud requerida. Nunca deben sacrificarse los miembros de las
tripulaciones aéreas en competiciones atléticas. Los ejercicios tales como los
denominados aeróbicos son un nivel bastante adecuado. Que junto a los
ejercicios militares de coordinación grupal, tales como el orden cerrado y la
gimnasia militar, son bastante apropiados.
Los
programas de aptitud física deben preparar al personal de vuelo para misiones
aéreas y no para competiciones atléticas especializadas. Por ello se puede dedicar
una hora tres veces a la semana como parte de una rutina regular. Y que dicho
programa también incluye un moderado nivel de naturaleza competitiva para crear
espíritu de cuerpo”.
La incertidumbre
Nosotros
tampoco hemos previsto si el oficial debe ser un militar con especialidad en
pilotaje, un administrador aeronáutico o un eficiente líder en el empleo del
poder aéreo. O una combinación de las
tres donde la única opción es ser todero, como se hace actualmente. Y definido
el objetivo, construirse el PEM de la FAC.
Queremos
que los oficiales pilotos sean buenos
aviadores, directivos y líderes simultáneamente y eso desde los tempranos días
de la escuela. Y que con solo darles base generales de las tres cosas, ellos
con la sola experiencia empírica logran adquirir esos el nivel mínimo requerido
por la FAC. En un proceso donde el ensayo-error es muy incierto y costoso.
Tanto en vidas como en material.
Porque
no existe un programa bien claro sobre el perfeccionamiento profesional del
oficial a lo largo de su desempeño. Porque como la tecnología sigue avanzando a
la alta velocidad, como lo ha hecho en los últimos años, la guerra aérea ya no será
con aeronaves tripulación a bordo sino en tierra, en centros de control, con
mucho automatismo para vuelo cibernético preprogramado o teledirigido.
De tal
forma que lo más importante será un oficial con la habilidad de aprovechar con
eficiencia el muy valioso recurso humano
y el sofisticado y costoso material técnicos. Una tarea más intelectual que
física. Más cerebral que muscular. Más acción de liderazgo.
La poca duración en los cargos
La
alta rotación es debida a que hemos tratado de priorizar el escalafón de cargos
sobre el de grados. Cuando este último es bastante rígido porque da mucha
preponderancia al tiempo en el grado y, después, en las evaluaciones sobre una
larga lista de aspectos diversos. Lo que surgió del ya viejo criterio primordial
de que entre más tiempo en la profesión se es más idóneo. Porque se supone que
por ello tiene más experiencia que equivale a idoneidad. Lo que significa que
la idoneidad es solo producto de las vivencias y no del aprendizaje académico y
los méritos como líder. Idea que desprecia bastante la meritocracia
intelectual.
Mientras
que el de cargos es flexible. Porque el de cargos es solo por la capacidad para
desempeñar el oficio, que es el interés primordial institucional. Debiéndose
premiar esas virtudes para los cargos con las promociones en los grados. Por lo
cual el ascenso en el grado no debe impedir el ejercicio de un cargo. Donde,
por ello, resulte, con el tiempo, que un alto grado, por fuera de la línea de
mando, se encuentre desempeñando muy bien un cargo de menos impacto
institucional. Mientras que la línea de mando sea ejercida por otros oficiales
de menor grado.
Porque
lo que cuenta, realmente, para el beneficio nacional son los buenos resultados.
Por supuesto que se buscara que no existan grandes asimetrías entre ambos escalafones.
Pero eso no debe ser una rígida limitante para emplear a los mejores en determinada
habilidad. Por ejemplo. Un buen instructor de vuelo o académico puede tener alto
grado hasta cuando eso sea conveniente. Y si no lo es puede seguir siéndolo
como militar no uniformado. Pero eso facilita el aprovechamiento de su alto conocimiento
y experiencia. Que resulta en mucho beneficio para la institución.
Conceptos
relativos al tema extraídos de la Revista Aguiluchos Edición N° 23. 1999:
“Eduquemos
para una libertad responsable con valores como el compromiso, disciplina y
superación que engendra líderes integrales”. Gonzalo Gallo González.
“La
guerra del Vietnam dejó como enseñanza que no hubo líderes para desarrollar en
forma eficiente los diferentes combates. Que la guerra no sólo requiere de
excelentes administradores sino mucho más que sólo
conocimientos. El liderazgo es la esencia de la cultura militar y la base fundamental
para combatir eficientemente”. T.C Alvaro Fernando Díaz Meluk
“La
FAC, estás obligada a convertirse en una organización altamente productiva, sin
desperdicio de recursos, en la que no tienen cabida los individuos y procesos
ineficientes”. TC. José Perdomo Alvarez.
“La
misión es no solo la formación típica militar sino encausar al futuro Oficial
hacia el liderazgo de excelencia. La búsqueda constante del
conocimiento haciendo parte de la cotidianidad”. TC. Mario Fernando
Canales Rodríguez.
“La
necesidad de tener líderes diestros, confiables y eficientes, en el empleo del
poder aérea en un conflicto, usando hombres y mucha tecnología aeronáutica, ha
sido el dilema en la capacitación del Oficial FAC. Surge
la paradoja. ¿Cuál es la habilidad prioritaria?
¿La gestión o el tecnicismo?
Algunos
dicen que a ambas. Lo que nos ha llevado a un campo donde hay bastante
extensión sin profundidad. La respuesta más factible es la de liderazgo por
convicción y comandar con autoridad. Que es la destreza de conducir esfuerzos
centrados en la victoria. Lo que lograremos perfeccionando nuestro actual perfil,
que es lo mejor que hemos alcanzado: el oficial multifacético y polifuncional. Y
que nos causa incertidumbre por no saber si es lo más correcto”. TC. Iván González U.
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