LA
BRECHA ECOLÓGICA
Las
naciones desarrolladas nos piden, con insistencia, A las naciones en desarrollo
que cuidemos el medioambiente. Más aún, a las naciones de la cuenca amazónica.
Pero es una petición acomodada a sus exclusivos intereses. No los de nosotros,
como suelen argumentar, pretendiendo dar la impresión de ser los Robín Hood del
mundo y de la especie humana. Buscando crear un sentimiento de altruismo falso.
Pues en realidad es solo de su lado particular. Veamos la realidad.
Los altos niveles de su calidad de vida están fundamentados en el alto consumo de energía. En especial la electricidad generada a través de la combustión de millones de toneladas de carbón, gas natural e, incluso, la muy peligrosa energía nuclear. En la quema de ese carbón y de gas, tan sólo para la electricidad, sin mencionar la energía en la combustión de los vehículos y las plantas industriales, se consume el oxígeno disponible en la atmósfera.
Porque
el oxígeno, que también es un recurso natural universal, se mezcla con el
carbono produciendo las moléculas de monóxido y bióxido de carbono, que son un
veneno para la vida de los seres superiores.
Sin
embargo, son esas mismas naciones las que nos piden a los que no hemos
alcanzado esos estándares en calidad de vida, que seamos ecológicos.
Argumentando que es indispensable para la felicidad de sus pueblos. No la
nuestra. Y constantemente nos acosan para que cambiemos nuestras costumbres,
cuando ellos no están dispuestos a hacer lo mismo en sus formas de vida.
Nos
descalifican por la quema de la cubierta forestal para explotación
agropecuaria. Y por los incendios espontáneos de la jungla. Pero estos no
tienen ninguna comparación con los millones de toneladas de carbono que ellos
arrojan diariamente al medio ambiente. Tan sólo un gran incendio de la selva,
en la temporada de fuegos, es una cifra minúscula en relación con lo que ellos
producen en un día.
De tal
manera, no hay derecho ni autoridad moral para tener el descaro de tratarnos
como seres inferiores diciendo que no deseamos proteger la naturaleza. Cuando,
realmente, el daño proviene de ellos mismos.
Si
tienen el verdadero sentimiento y deseo de proteger el medio ambiente, deben
demostrarlo con hechos. Empezando por corresponder al esfuerzo que se nos pide.
Porque además dicen que declaremos nuestros recursos naturales como patrimonio universal cuando ellos no ofrecen consumir menos oxígeno atmosférico, que también es otro bien para toda la humanidad.
Y
aunque ellos no nos niegan el derecho a respirar, si es verdad, pero lo ocultan
maliciosamente, que tampoco ellos tienen el derecho a desperdiciarlo contaminando
con el derroche. Con su actitud consumista y un exagerado deseo de comodidad
humana.
Una
familia norteamericana consume veinte veces más energía que una latinoamericana
sin que sea necesario, ni siquiera para la supervivencia. Sólo por un deseo exagerado
de gastar sin necesidad vital.
Pero
ni siquiera para lo esencial. Para una
vida llena de vicios que son innecesarios además de que los perjudica. Es el
caso del consumo de narcóticos. Los mismos que demandan la deforestación de
grandes áreas de cubierta vegetal virgen. Que son indispensables para que siga
actuando como filtro purificador de la atmósfera.
La
selva absorbe el dióxido de carbono que depositan las termoeléctricas al tiempo
que retorna a la atmósfera miles de millones de toneladas de metros cúbicos de
agua en forma de vapor. Que cuando se condensa y cae, en forma de lluvia, lava
el aire que respiramos.
Pero
si los árboles son derribados para sembrar los narcóticos que consumen las
naciones en desarrollo, el mal es causado por cinco vías:
El
daño a la mente humana con el consumo de los alcaloides, simplemente por
diversión y degradación de las buenas costumbres. La destrucción de la selva
sin necesidad. La contaminación con las quemas forestales. La falta de captura
el dióxido de carbono. Y que lava la atmósfera.
Sin
embargo, no es evidente que esas naciones muestren predisposición a suspender
el consumo de los intoxicantes narcóticos. Por tal razón no se encuentra
justificada sus suplicantes peticiones que llegan a niveles de amenazantes
exigencias.
Las naciones intertropicales tienen el gran privilegio de la naturaleza de contar con altos niveles de lluvias en terrenos montañosos para la generación eléctrica. Por ese motivo es que acostumbramos usarla como fuente de energía no contaminante. Pero vemos como las naciones septentrionales o meridionales no hacen lo mismo. Así sus niveles de lluvias no sean tan altos pero sí bastante disponibles. Prefieren recurrir a la nefasta y muy dañina, a la vida, contaminación nuclear del carbono.
También
acostumbran los cómodos viajes por placer y turismo por la vía aérea, que es un
gigantesco consumidor del combustible. O el automóvil con el cual derrochan
espacio disponible con gran ineficiencia. Usan el petróleo en forma tan
improductiva e innecesaria comparado con otros propósitos más fundamentales.
Como lo es la agricultura y los procesos industriales.
Pero
eso también pasa desapercibido para los gobiernos quejosos y los ecologistas
protestantes. Que presionan exigiéndonos formas de vida más sencillas y menos
perjudiciales. Casi podría decirse que nos están pidiendo que no consumamos lo
que ellos quieren preservar para ellos sin ninguna limitación.
Por
todo lo anterior y muchas otras razones adicionales, es evidente que, quienes
exigen cuidar la naturaleza, no demuestra un sincero deseo de contribuir a la
convivencia humana con igualdad de oportunidades dentro de nuestro mismo
planeta.
Circunstancias
que, mientras no cambien, será imposible pedir sin ofrecer. Porque todos
tenemos el mismo derecho. Más aun, a quienes se nos pide ya estamos dando, de
antemano, demasiado. Entonces el esfuerzo principal para lograr ese propósito
debe venir de quienes más perjudican el planeta y no de quienes ya, con
nuestras costumbres y formas de vida, lo estamos protegiendo.
Que nos demuestren lo que piden y haremos más de lo que ya hacemos y en lo que les llevamos mucha delantera.
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