CONSUMIDORES Y PRODUCTORES
La
actividad agrícola, donde se producen los narcóticos de origen vegetal, no es
ilícita en sí misma. Lo que es ilícito es el consumo descontrolado, pues
también se emplean con propósitos terapéuticos. Por lo tanto el ilícito es el
mal uso por parte de quienes los consumen y no de quienes los producen.
Por el
contrario, lo que nos perjudica son las armas que los gobiernos de los
consumidores les venden a los narcotraficantes y a los gobiernos de los productores
para que se enfrenten porque se les destruimos sus cultivos.
HOJA Y ALCALOIDE
No solo lo piden sino que nos amenazan con el bloqueo comercial y para eso se toman el arrogante derecho dizque de darnos una certificación cada año de nuestro comportamiento. Como el profesor que califica los malos resultados de sus alumnos díscolos.
Aunque
sea algo inaudito, en el actual mundo globalizado, puede sucedernos lo mismo
que a Cuba. Porque hemos permitido ser tan dependientes de ellos en el comercio
de nuestros productos. Y por no habernos expandido a otros polos de negocios
mundiales.
FUMIGANDO LA SELVA
La venta de armas es la forma como los consumidores recuperan el dinero salido en su consumo de narcóticos. Nuestro Gobierno le hace el doble juego al mercado de narcóticos: Por un lado eleva los precios con la represión creando un magnifico negocio. Y por el otro hace que el dinero ilegal regrese a su origen de donde se suministran los pertrechos para que los productores continúen el terrorismo. Mientras nosotros nos quedamos, supuestamente, descalificados. Amenazados de no comprar nuestros productos. Con muchos hombres heridos o muertos. El medio ambiente destruido. El trauma social y una guerra sin fin.
Es un
doble propósito de altísimo beneficio. Ellos obtienen grandes utilidades por la
venta de armas dándole ocupación a su gente. Al mismo tiempo disponen de los
dineros para adquirir los estupefacientes que necesitan. Eso concuerda con los
principios de la libre empresa según las reglas del mercado para ellos pero no
para nosotros.
También
con la iniciativa privada y la autodeterminación de los pueblos. Por eso es
imposible que haya un cambio de actitud en los libres consumidores queriendo
encarcelar a todos los productores. El asunto es de tal magnitud que si
nosotros dejáramos de suministrarles los estupefacientes de manera repentina el
Gobierno norteamericano se vería en graves aprietos con las sublevaciones
multitudinarias de consumidores a escala nacional.
La
producción no es una acción buena o mala en sí misma. Lo que es adecuado o
inadecuado, lícito o ilícito, es el abuso de los consumidores de los productos
naturales. Siempre han sido buenos los sicotrópicos para propósitos médicos,
como anestésicos y otros usos. Incluso para producir bebidas placenteras
creando poderosas multinacionales como la Coca Cola.
Pero nunca nadie ha
pensado en el mundo en prohibir y declarar ilegal la producción de refrescos
por ofrecer el adictivo narcótico sobre el cual basaron su publicidad y ganaron
la clientela. Es lícito comercializar el producto narcótico mientras es su buen
negocio como gaseosa refrescante. Y es ilegal cuando ellos no son los
beneficiados. Sobre el daño a la naturaleza.
ARBUSTOS DE CAFÉ
El
cultivo clandestino de narcóticos ha destruido más selva y continuara
acabándola, que ninguna otra actividad. Si hubiéramos legalizado la producción,
las mismas tierras que siempre hemos usado para los cultivos lícitos, pero no
rentables como el Café, las estaríamos empleando en producir sicotrópicos sin
dañar el valioso ecosistema nativo del trópico.
Son
los únicos productos agrícolas que logran ser retributivos en el mercado mundial
sin requerir los subsidios, con los cuales los países desarrollados han
deformado el mercado. Los lugares remotos y despoblados no están siendo
colonizados precisamente por su infertilidad y difícil acceso. Para el cultivo
de los llamados ilícitos en las remotas regiones, que no son aptas para los
lícitos, se requiere destruir áreas mayores de naturaleza virgen que si
sustituyéramos el cultivo lícito por el ilícito, En tierras fértiles ya
conquistadas, reduciendo las perdidas ecológicas.
Muchos caficultores están pensando en cambiar sus cultivos de café por Coca, que les es rentable, porque con el Café están pasando física hambre.
Otros
han creído que en lugar de cosechar del grano del café sería mejor cosechar la
hoja del arbusto, que contiene diez veces más alcaloide, cafeína, que el fruto.
Aunque la cafeína es menos potente que la cocaína también es verdad que es
mucho más abundante y está disponible en grandes cultivos, con múltiples
cosechas anuales en tierras ya agrícolas, evitándose destruir la jungla
Amazónica.
Ese
también es uno de los narcóticos de los muchos que tienen las plantas en forma
natural, que desarrollaron durante años de evolución espontánea. Son las armas
de la guerra química que acontece en la naturaleza por la competencia entre las
especies por la supervivencia.
La
Café Cola es otra opción tan rentable y tiene tantas opciones comerciales, como
la famosa Coca Cola. Nombre con el cual se dio a conocer el narcótico a todo el
mundo, cuando solo era una ancestral costumbre de tribus aisladas en la América
Andina. Y eso sin contar el Cacao que contiene niveles más altos de Cafeína que
el mismo Café. En el Cacao existe la posibilidad de crear otro refresco
sustituto. La Choco Cola, imitando el rentable ejemplo de la multinacional.
Los
países consumidores de Café, que ahora son más de Coca que de café y otros
narcóticos, lograron destruir la economía cafetera no solo de Colombia sino de
todo el mundo, haciendo caer los precios. Restringieron las compras que
generaron excedentes en el mercado cafetero.
En la
misma medida en que se limite la libre comercialización de narcóticos,
pretendiendo destruir la producción, se estimulan los precios y con ello la
oferta. Si quieren los consumidores acabar la producción de narcóticos deben
permitir la caída de los precios con la sobreoferta por sobreproducción.
En la
misma forma como se hizo con el café, sin haber disparado plomo ni fumigado
herbicidas en ninguna parcela de un pobre campesino andino. Quien trata de
sobrevivir aislado en las cordilleras Suramericanas con cultivos de Café a
paupérrimos precios.
Cuando
la producción sea lícita, que lo será, el terrorismo por su causa se acabará.
Primero porque los precios no lo ameritarán y segundo porque los impuestos al
mercado irán para la prevención del consumo y demás obras sociales dando
trabajo a quienes actualmente se dedican a la producción por necesidad, así ni
siquiera lo deseen.
La
demanda de trabajadores competirá libremente por la mano de obra empleada en
los negocios declarados actualmente ilícitos. La producción será sostenible
solo en la medida que crezca la demanda de narcóticos. Será una lucha por la
oferta y la demanda laboral en el mismo campo y con las mismas armas, que no
son letales como las que
actualmente
usamos.
Siendo
la producción de narcóticos una actividad económica, se combate con los métodos
y reglas de la competencia comercial y no con la guerra que traumatiza y hiere
a las gentes.
Las
plantas y sus químicos naturales, las armas y sus municiones, son buenas o
malas solo en la mentalidad de quienes las usan. Sin embargo, las armas de
fuego que empleamos en combatir a los productores, destruyen la vida de manera
sanguinaria que el daño que causan los narcóticos a los consumidores. La
adicción se puede prevenir y las personas se pueden recuperar, mientras que la
guerra únicamente ofrece la muerte instantánea y daños irreversibles.
Los
norteamericanos no deberían cometer el mismo error de Viet Nam donde se
pretendió reprimir las ideologías sociales y políticas, de un país extranjero,
descargando bombas en Asia. Y someter la conciencia colectiva de un pueblo de
economía agrícola, por parte del pueblo norteamericano, de desarrollo
industrial. Además de que también les daban garrote a sus jóvenes en América
cuando manifestaban en contra de esa injusta guerra.
Por
ello terminó esa guerra en una monumental catástrofe militar y en un
indescriptible error político de gobernantes. Es lo mismo en nuestro caso con
la guerra antinarcóticos. Mientras ellos se hacen tratamientos sicológicos allá
nosotros nos damos bala acá.
La
única diferencia con la persecución de los licores y el tabaco en los años
treinta, es que fue su conflicto interno y por eso terminó rápido. Los
contrabandistas Norteamericanos terminaron teniendo la razón así hubiesen
tenido que pagar por su oposición y sus ideas, con persecución y prisión. El
consumo se legalizó.
Ahora,
como el conflicto nuevamente es en exterior lo han prolongado. Cuando sea real
su confrontación interna, entre quienes apoyan el consumo y quienes lo niegan,
correrán a darle solución al problema legislando para legalizar el comercio. Y
también se solucionará nuestro problema. Claro está que ya la guerra nos habrá
dejado tan lisiados como internos de hospital de veteranos.
Todo
eso por nada, porque el consumo continuará y con él la producción, ilegal o
legal. Entonces mejor de la última manera, reduciendo el daño que nos estamos
autoinfringiendo. Dizque por defender, supuestamente, a los jóvenes
consumidores extranjeros que no desean dejar de serlo.
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