Zonas de
fuego
Plinio Apuleyo Mendoza
Prólogo. Los
diagnósticos políticos sobre el fenómeno de las guerrillas navegan en la
ambigüedad, la retórica y las visiones simplistas establecidas con frecuencia
con base en posiciones de principio e ideológicas.
Primera
crónica
Caquetá:
experimento político de la subversión.
Descubiertos y revelados sus procedimientos terroristas encaminados a
suprimir líderes cívicos, políticos o de acción comunal, vinculados al
liberalismo, las FARC se apresuraron a buscar acuerdos en torno a una nueva tregua.
Carlos Romero, concejal de Bogotá, es un hombre
amenazado de muerte. Se desplacen un Mercedes blindado, color crema, propiedad
del Consejo, siempre seguido por una camioneta llena de guardaespaldas. Me
esperó en el rincón más oscuro del restaurante, con un abultado chaleco
antibalas. Yo del MRL, (Movimiento Revolucionario Liberal, creado por Alfonso
López en la década de 1960), teníamos políticamente muchas cosas en común: la
defensa de la revolución cubana. Carlos no se ha movido un cm de sus convicciones.
Yo sí: bajo el peso de la realidad del mundo comunista, tal como es y no como
se fabula.
FLORENCIA
Me dijo: Estamos en guerra. Una hecatombe que nadie puede ganar, ni las FARC ni el Ejército. Sólo queda claro. Me habló de su vida siempre en peligro. Lo peligroso que es estar aquí, en la ciudad. Pero, yo no puedo hacer otra cosa.
Tenía yo cita con un general recientemente
retirado: con Rafael Peña Ríos. Primer puesto en el curso de Estado Mayor,
entre 800 oficiales occidentales reunidos en Carolina del Norte. Había vivido
desde los 16 años en todas las zonas candentes del país luchando contra la
guerrilla.
El
Caquetá, un plan piloto.
El ejército cumplió una función policial,
preventiva, y no la función que le corresponde, la de repeler y reprimir. Se
necesitaba una legislación que respaldara la doctrina de operaciones del Ejército.
A la subversión no se le podía tratar como insurgencia. Son dos cosas
distintas.
La segunda desaparece cuando se eliminen sus
causas, sean políticas, económicas o sociales. La primera no, pues su objetivo
en la toma del poder. Si se acepta un diálogo lo hace con un sentido apenas
táctico para fortalecerse. Por confundir estos dos conceptos, se trazaban
políticas erróneas.
En el Caquetá era favorable a la subversión
todo el ambiente. Hasta el bajo Caguán. Como no se podía llegar allí por
tierra, ni por vía fluvial, él había querido bombardearlos. Pero el alto mando
no había sido autorizado por el presidente Barco.
La tropa estaba mal equipada. Ni para tiempos
de guerra. Los soldados duermen en los corredores o a la intemperie, por falta
de espacio. Sin trabajo, muerto de hambre, el reservistas con frecuencia
captado por la subversión, que abunda en dinero y equipos.
Como el Ejército no amenaza la población y su
presencia es fugaz, y en cambio la guerrilla está siempre presente y tiene
capacidad de intimidación, el campesino tiende a favorecerla. El Caquetá sería
modelo piloto en la subversión.
Esta
guerra es nuestra.
El Coronel Ignacio Grijalva, comandante de la
Doceava Brigada ha pasado su vida combatiendo la guerrilla. Seis años atrás, en
el Putumayo, en la frontera con el Ecuador, se batió y derrotó al continente el
M 19 que poco antes había desembarcado en el Pacífico. (Operación narrada por
el señor General Ospina en su libro “Batallas no Contadas”).
Ese statu quo es fatal, pues en la zona
dominada por las FARC hay pistas de aterrizaje las cuales llegan aviones
cargados con armas. Aquí y allá, todo el mundo ha visto a los guerrilleros. En
las veredas, los pueblos, de civil, compran víveres y desaparecen. Montañita
está a sólo 40 km de Florencia. El último 17 de diciembre, a las siete de la
noche, más de 100 guerrilleros llegaron en dos camiones a la esquina misma de la
plaza. Al otro lado del cuartel de la Policía. Pusieron un retén en la
carretera. Un letrero decía somos de la Coordinadora Simón Bolívar. Allí
permanecieron desde las siete de la noche hasta la una de la madrugada, cuando
llegó el Ejército.
Atacaron el cuartel de la policía. Todavía
están los 12 policías que se batieron con fiereza. Aquí tiene uno que vivir con
el fusil siempre al alcance de la mano. La gente del pueblo, en su mayoría
ayuda la guerrilla. No se puede confiar en ella. Tampoco los refuerzos. Sólo en
ellos mismos, los policías.
Lo sorprendente es que el batallón “Héroes de Guapi”
se encuentra sólo 16 km de distancia. Tardó seis horas en llegar debido a las
emboscadas. Vinieron por los campos cruzando ríos. El avión Fantasma, dotado de
potentes luces de bengala enviado desde Palanquero, sobrevoló el pueblo las 12
de la noche enviado por el mismo ministro de defensa. Sirvió para que los
guerrilleros huyeran.
Más
allá están las FARC.
De Paujil a Cartagena del Chairá está la
carretera muy reciente, construida por el batallón ingenieros. Es estrecha y
sin pavimentar. No permite el paso sino de Jeeps y camiones. Muy rara vez se encuentra
un caserío como el de Versalles. Los habitantes, nos dice un vecino, pasan con
frecuencia, para hacer algunas compras, los guerrilleros de las FARC. A cada
paso nos encontramos soldados. En los puntos difíciles de la carretera, tienden
vigas para el paso de vehículos. Son muy jóvenes, casi niños. Sus uniformes están
en mal estado, a veces burdamente remendados por ellos mismos.
El límite entre el Caquetá, controlado por el
Estado, y la parte de ese departamento bajo el control de las FARC está al final
de aquella carretera. En Cartagena del Chairá. Los soldados que la construyeron,
hace un año, sufrieron más de seis emboscadas, una de ellas con un saldo 27
muertos.
Son tierras selváticas, abandonadas al cultivo
de la Coca. Le preguntó uno de ellos si pasan el río Caguán patrullando y me
responde con risa: Qué va, camuflado que pase por ahí lo bajan.
Son calles de tierra. Tiendas de baratijas.
Cantinas con tangos desgarradores. Hay una sensación de confín. De estar a las
puertas del Sur selvático y profundo, en una frontera. Más allá, en el ardiente
y dilatado horizonte de enmarañada vegetación y nubes bajas, empieza el Caquetá
de la coca y de las FARC. Ninguna barrera armada le impide tomar aún una lancha
y bajar por el río hacia la laguna de Chairá o hacia puertos como Remolino,
Cuba, Cubica, Puerto Argentino, puerto Nápoles o Santo Domingo. El control es
más útil. Desde que alguien no conocido sube a las lanchas, los radios van
advirtiendo. La “Trasfluvial”, virtualmente la única compañía de lanchas
pertenecientes a las FARC. En aquellos puertos ni la sombra de una autoridad
que obedezca al gobierno de Virgilio Barco. Sus hombres andan armados porque
ellos son el Estado.
Época
dorada.
Cobran tributaciones. A los 100,000 campesinos
Los obligan a sembrar al menos una hectárea de coca. Efectúen reclutamiento
forzado. Monseñor Serna, obispo de Florencia dice que las FARC están compuestas
en un 70% por mujeres: los campesinos, pensando en términos productivos,
prefieren darles una hija.
Allí está el germen de lo que sería una
Colombia al estilo de Vietnam, Camboya. Debido a los precios de los tiempos
recientes de bonanza de la coca todo aquí es más costoso. El fusil gobierna. La
máxima autoridad es el comandante. Se imponen fuertes gravámenes. Como por
ejemplo formas de trabajo forzado para los hombres sin empleo.
Los guerrilleros entran a los ranchos y se
hacen servir de comer. A los vendedores ambulantes se les asigna un sitio. No tienen
problemas de deudas ni robos. No hay presos: el castigo es la muerte. A los
sapos, o sospechosos se les da un tiro en la nuca. Cualquier forastero puede
serlo.
Son cosas que todo el mundo sabe aunque el
alcalde militar se anticipó advertirnos: “Tengo instrucciones de no decirles
nada”. No consigue nombrar funcionarios en las veredas. El único inspector de
policía que va a Remolinos es una pobre
secretaria por dos días y regresa antes de que la retengan. Un puñado de policías
allí sería como dejar un canario al alcance de una boa.
El alcalde, capitán Acevedo nada le falta. Ni
el desaliento ante un pueblo sin luz ni alcantarillado y en tierra enemiga. Las
FARC intentaron dinamitar muchas veces la carretera. Dos años antes, en la zona
también controlada por las FARC, los compradores de coca colocaban mesas en las
puertas de los hoteles, con una balanza y fajos de billetes encima. Los
campesinos hacían largas colas frente a ellos. Cantinas y burdeles florecieron
junto al puerto.
La Unión Patriótica es la principal fuerza
política en las veredas de tierras robadas a la selva. Detrás de ella, estaba
el fusil de las FARC. En las instituciones electorales aparecieron planchones en
el río que traía más de 1,000 hombres, de las profundidades del Bajo Caguán. Formaron
largas colas dóciles y ordenadas, sujetos a una férrea disciplina. Volverán a
votar el 12 de marzo. El alcalde militar deberá pues entregar la alcaldía a la
Unión Patriótica. “Es la democracia”.
El
mapa terrible.
Las FARC actúan como un estado en más de la
mitad del departamento. En la otra actúan como guerrilla. Mucha gente el
Caquetá me dijo: “Si, FARC y la UP son la misma cosa”.
El dirigente de la UP, Henry Millán, está
rodeado de guardaespaldas. Me sorprendió el despliegue, el mismo que sigue a
todas partes al senador Fernando Turbay y su familia. Me dijo: “Somos tan
ajenos a las FARC, como el senador Turbay de los grupos paramilitares. Su
suplente la Cámara, Iván Márquez, fue acusado del secuestro de un helicóptero.
Ahora, se había incorporado a la guerrilla. Millán dice: “no sé nada, hace
cuatro meses no lo veo”.
Un mapa desplegado en la mesa de su despacho
del obispo de Florencia, Monseñor José Luis Serna, pensé que allí estaban sus
parroquias. Pero se trataba de los frentes de la FARC primorosamente marcados
con óvalos color naranja. Las FARC estaban, como Dios, en todas partes. La zona
oriental los frentes 14 y 15. Al occidente, desde el Huila hasta la Bota Caucana,
cuatro frentes más, el segundo, el tercero, el 13 y el 32, formando una
herradura amenazante.
Las FARC son a la vez ejército regular y
guerrilla en la otra. La UP trabaja con gran habilidad realizando alianzas
electorales con liberales disidentes, que juega un papel de idiotas útiles.
Pero existe un tercer nivel de acción, el de las FARC como terroristas. Me
habían dicho el senador Fernando Turbay, comentando esa ola de asesinatos. La que
se abatía sobre dirigentes liberales y los mantienen con la vida colgada de un
hilo. “Es un plan”. (Nota: en 1996 lo asesinaron junto con su familia en la
carretera a San Vicente del CAGUAN”).
Nota: Cuando
estuvo en el Caquetá el general Peña Ríos (1987) gobernaba Virgilio Barco y no
se podía bombardear. Después de él estuvo el Coronel Grijalva y tampoco se podía.
Cuando estuvimos en la Base Aérea de Tres Esquinas (1997), durante el gobierno de
Daniel Samper, las cosas eran exactamente las mismas. Se nos negó el bombardeo.
Más tarde, cuando ya gobernaba Álvaro Uribe, se
permitió el uso del poder aéreo. En especial el bombardeo que diezmó el
terrorismo. Si se hubiese hecho desde esas épocas anteriores las cosas habrían
sido diferentes y mucho sufrimiento se le habría evitado al pueblo colombiano.
Pero su sucesor, Juán Manuel Santos, lo prohibió
nuevamente. Para ser restablecido, en el (2018), por el presidente Iván Duque en
el 2018.
Lo único estable es el patriotismo, el esfuerzo
y la lucha de la institución militar. Desafortunadamente supeditada a la débil
y voluble autoridad política. Ya sea por ignorancia o por miedo del manejo de
los asuntos militares.
Este sencillo y rápido panorama, de tres décadas,
del 1987 al 2018, nos muestra lo poco que de este fenómeno subversivo sabe el
pueblo colombiano. Pero que sus FF AA lo
tienen perfectamente claro. Sin poder hacer mucho para cambiar las ideas por su
supeditación al poder político. Aún al elevadísimo costo del máximo sacrificio
de sus jóvenes tropas.
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