HISTORIA
DE LA NIÑA SALVAJE
Esta
historia la cuenta mi mamá, la Señora Ligia Urán Rivera.
Cuando
yo era niña y estudiaba en la escuela, nos contaban historias.
Para
esos tiempos, mi mamá, o sea mi abuela, nos contaba que cuando ella estaba pequeña casi
todas esas regiones del valle de Urrao estaban cubiertas de selva que llegaba
casi hasta el pueblo. Sólo estaba despejado el lugar donde estaban las casas
que conformaban el caserío.
Tanto
que, donde actualmente construyeron la plaza de mercado a varias cuadras del
parque principal, eran mangas. Eran unas fincas que iniciaban en las afueras
del pueblo. El monte llegaba prácticamente hasta la actual Plazuela de la Madre,
a la entrada del casco urbano. Solo había una casona grande parecida a la de la
hacienda del Espinal. La que luego se tumbó para construir la actual plaza de
mercado y el circo.
Durante
el tiempo de la colonia abrían el monte para sembrar maíz, poner ganado y crear
fincas.
Llegó
una familia de colonizadores provenientes posiblemente de Santafé de Antioquia.
Un día, el señor, por el camino se encontró a un indiecito que lloraba.
Preguntándole el motivo éste le dijo, en su lengua, que era debido a un castigo
de su papá. Además le indagó por la tribu pero éste le dijo que vivía muy
lejos.
Teniendo
compasión con el niño le propuso que se fuera a vivir con ellos y le
facilitaría el sustento. La familia colonizadora llegó al valle del rio Pavón.
Al señor le gustó mucho el lugar por lo plano y por los ríos. En el lugar
construyó una casa muy grande en forma alta (en palenque) para protegerse de
los animales y que sirviera para las facilidades que requerían crear una finca.
Con el
tiempo, el niño fue creciendo e hizo una travesura y por ello lo castigó. Como
los indios son tan rencorosos, no le gustó la reprensión y buscó el camino para
regresar donde sus ancestros. En la tribu contó que el señor lo había castigado
y esto disgustó a sus familiares.
Un día
cualquiera se vinieron muchos indios armados con sus flechas y armas rodeando
la casa. Los atacaron y mataron a todos.
En
esta refriega una niña logró evadirse y liberarse de la muerte segura que
corrieron los demás. Se escondió en el monté y cuando los indios acabaron con
todo y robaron cuanto más pudieron, se fueron y no volvieron más.
La
niña no tuvo más remedio que vivir entre las vacas y los animales salvajes
comiendo frutas. Se alimentaba con la leche del ganado y en la noche dormía en
medio de ellas para protegerse del frío. Fue creciendo y con el tiempo se le
crecieron los bellos, las uñas, olvidó hablar. Andaba con el ganado y en los
árboles como si fuera un mico (simio). Se bañaba en el río y comía raíces
convirtiéndose en un ser salvaje.
Años
después, habiéndose ya poblado más la región, unos cazadores en medio de sus
correrías la alcanzaron a ver y pensaron que era un animal. La persiguieron
para atraparla pero ella no se dejó. Como era tan hábil se encaramó a un árbol
alto. Viviendo que no era posible atraparla derribaron el árbol y con redes la
apresaron.
La
pusieron en una jaula y se la llevaron donde vivían alimentándola como si se
tratara de una fiera. En la medida en que ella escuchaba hablar a la gente y,
especialmente a los niños, fue recordando su capacidad del habla. Cuando menos
piensa pudo hablar y esa familia se llenó de temor porque la creían un ser
extraño. La ropa se le había acabado y vivía en el monte con los animales.
Le pusieron
conversación y ella fue recobrando aún más su habilidad de expresión. Le
preguntaron sobre su origen y el por qué vivía en el monte y ella contó su
historia. Dijo todo por lo que había pasado y la razón por la cual se había
convertido en lo que era.
Comenzaron
a tratarla como a un ser humano y recobró su condición anterior.
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