AERONAUTAS Y CRONISTAS

sábado, 28 de diciembre de 2019

DESCUBRIENDO UNA PROPIEDAD PERDIDA


DESCUBRIENDO UNA PROPIEDAD PERDIDA

Berlín y Calimita

A comienzos de la década de 1990  siendo encargados de la parte logística de la Escuela Militar de Aviación EMAVI, nos pusimos en la tarea de poner al día la documentación relacionada con la finca raíz de la Base Aérea.

Sabíamos de palabra que algunos terrenos eran de propiedad oficial pero no teníamos los registros documentales que lo respaldara. Por tal razón, fue necesario buscar en distintas notarías y en algunos de los pocos archivos que disponíamos.

La tradición indicaba que junto al lago Calima teníamos dos lotes donde se encuentran dos cabañas para propósitos recreacionales. Una de ellas es la asignada al personal de oficiales y la otra al personal de suboficiales.

Entre las dos cabañas media la carretera que va de Buga al municipio de Darién. Por esa razón damos por hecho que los dos terrenos estaban perfectamente identificados y con linderos definidos.

Sin embargo, cuando pudimos encontrar las escrituras de estas propiedades, comparando lo conocido de memoria de antiguos empleados de la Base y estudiamos la minuta, daba la impresión que lo definido en ella no coincidía con la realidad. Los dos lotes mencionados, los de las dos cabañas, lo denominaba la escritura como uno solo.

Nosotros dábamos por hecho que esos eran los dos lotes. Porque inconscientemente suponíamos que el hecho de que la carretera dividiera esa propiedad en dos partes, era porque eran dos propiedades separadas. Sin embargo la escritura decía que era una sola. La denomina como Berlín.

Adicionalmente la escritura menciona otro lote, en otro sector, que no conocíamos y por lo tanto teníamos tendencia a pensar que era otra tercera propiedad. Que quizás era un error de escritura y que eso debía ser una propiedad ajena.

Como existía la duda decidimos hacer una verificación precisa, bajo la convicción plena de que teníamos una tercera propiedad. Que habíamos olvidado desde hacía muchos años y de la cual ya nadie sabía que existía. Informamos a los superiores del asunto y hasta nos expusimos. Pues sirvió para que se nos hiciera la advertencia de que podríamos estar cometiendo una grave imprudencia. Porque de resultar infundada nuestra sospecha, estaríamos no adquiriendo una propiedad sino un complicado pleito judicial. Por cometer actos indebidos de atropello a propiedad particular.

En tal caso que las consecuencias debíamos asumirlas nosotros, a título personal, pues no era una orden que estuviésemos acatando. Aunque existía la orden de revisar las propiedades. Provenía del mismo Ministerio de la Defensa para todas las FF AA.

Esa era la costumbre. La de que los subalternos no deben hacer nada más de lo que con mucha precisión se les ordena hacer. Aunque la orden no daba esos parámetros tan milimétricos de ejecución. Pero así son las cosas. Si se cumple con deficiencia lo ordenado es descalificable. Si se hace solo lo necesario, se considera falta de iniciativa o de pobreza de espíritu, por no poner creatividad en el beneficio institucional. Y si hace más, es un atrevimiento imprudente y por fuera de los reglamentos.

Aunque era válida la advertencia decidimos confiados en nuestra convicción de que teníamos la razón y que acertaríamos en la idea. Decidimos seguir adelante.

Entonces enviamos al Teniente encargado de las instalaciones en varias visitas de investigación, guiándose inicialmente por las indicaciones de la escritura. Aunque pudo definir el sector no le fue posible determinar exactamente cuál era la propiedad. Los alambrados que se usaban para linderos prácticamente no existían. Había mucha duda con relación a las demás propiedades. Además de ser un sector extremadamente ya casi que selvático por la abundancia de rastrojos y malezas.

Estando a punto de darse por vencido y habiéndole insistido en que lo hiciera por tercera y última vez, cuando ya se disponía a regresar, dando por caso perdido, se encontró con un campesino de edad que parecía ser del lugar. Tomó la valiosa iniciativa de consultar con el señor por si sabía algo al respecto de las propiedades del lugar. El señor, viendo que, por el uniforme, era un militar, le señaló una de ellas. Al tiempo que le decía que había  escuchado hacía tiempo que era una propiedad de los militares.

Agregó que se comentaba que existían personas de la región predispuestas a invadir ese lote en vista de que los propietarios no mostraban ningún interés por la propiedad. Además por ser un terreno muy valioso por estar próximo al Lago Calima y ser un sector de alto turismo. Quizás, lo que los había contenido era la tradición oral que indicaba que era una propiedad militar. Sin embargo a cualquier momento de todas maneras lo harían.

Entonces, el oficial ingresó por entre la maleza y encontró unos cercos ya muy viejos. Todo indicaba que coincidían con los linderos que definía la escritura.  Con ello dedujo que era casi seguro que esa era la propiedad que nos asignaba la escritura pero que nosotros no teníamos la más remota idea de que era nuestra. El terreno había sido donado a la Base Aérea en tiempo lejano.

Entonces pensamos que lo mejor era tomar la determinación de afirmar nuestra presencia como propietarios para que no fuese a convertirse en bien mostrenco. O que astutos declaran posesión y con ello derecho de propiedad. Enviamos una cuadrilla de soldados que rehicieron los alambrados e iniciaron un trabajo de limpieza. Se materializaron los mojones y los linderos.

En el caso de que fuese de otra persona, lo más seguro sería avisado de lo que se estaban haciendo. Pues era una alerta justificada ya que estaríamos invadiendo una propiedad privada. Después supimos que, por el contrario, el comentario que se regó entre los vecino, como es costumbre en el sector rural para manejar muchas cosas de palabra,  fue el de que por fin los militares habían ocupado y mostrado su interés por el lote de su propiedad. Lo que les favorecía, pues era aún factor de seguridad para el vecindario. Los asaltantes que estaban con intención de invadir ya  no lo podían hacer.

Como no disponíamos de presupuesto ni de mucho personal para estas tareas, decidimos entonces asignar el lote al personal de empleados civiles de la Unidad para que ellos pusieran de su parte en dichas tareas. El fin fue que construyeran una cabaña vacacional para que tuvieran las mismas posibilidades recreativas que las que gozan los oficiales y los suboficiales.

Al comienzo no creyeron que tal decisión fuese realidad. Nunca se imaginaron que pudiesen disponer de un lugar de recreo campestre tan exclusivo. Pero  lentamente se fueron convenciendo y pusieron todo su empeño en aprovechar esa magnífica oportunidad. Entonces organizaban paseos de fin de semana con sus familias y de paseo de olla para poder adelantar los trabajos de acondicionamiento. La tarea se convirtió en diversión. La idea tomó fuerza y progresó con rapidez. Ambos terrenos son denominados en el documento como Berlín y Calimita.

Cuando ya se hubo definido cuáles eran los factibles linderos se hizo una verificación minuciosa topográfica con la escritura encontrando que coincidían perfectamente. Se confirmaba, sin ninguna duda, que era una propiedad olvidada que habíamos redescubierto. Ya que durante muchos años, desde cuando ese terreno fue donado a la Base Aérea, nadie le prestó atención corriendo un alto riesgo de pérdida.

Casi 10 años después regresamos nuevamente a la Base Aérea y supimos que no sólo estaba bien conservado sino que el personal había construido ya no sólo una cabaña, como nosotros pensamos, sino tres. Entonces deducimos que no había sido inútil la investigación esculcando los archivos notariales sino también la insistencia en encontrar el lote salvándolo de una complicada invasión. Como es lo habitual en muchas propiedades del gobierno. Cuyos empleados por ser temporales, no tener sentido de pertenencia y pensar que la propiedad oficial no tiene dueño, las olvidaban. Actualmente está prestando un valioso servicio para el bienestar y la moral del personal. Y EMAVI rescató un valioso patrimonio.

Desde el primer momento en que iniciamos el proceso de rescate y debido a lo peculiar de lo sucedido, creamos un archivo especial permanente de las escrituras y sus respectivos registros. Así se pudiese tener plena evidencia de tan valiosa información, que es indispensable para proteger la propiedad pública. Y al mismo tiempo dimos la orden permanente de que se guardara en la oficina de Instalaciones, que es donde se administra toda la finca raíz. Con la esperanza de que no se volviesen a extraviar.

Pues en ellos también consignamos las antiguas y valiosas escrituras con las que, a comienzos de la década de 1930, algunos de los terrenos de EMAVI, fueron adquiridos con motivo de la guerra con el Perú y otros donados. En especial una hacienda aportada por la familia Domínguez. La que, después, fue convertida en el alojamiento para las tropas de la infantería de aviación.

Dicha donación establecía, como lo pudimos leer en copia del documento original y la cual incluimos en la carpeta del referido archivo, que dicha propiedad sería destinada sólo y exclusivamente para uso militar. Pero que en caso de querer darle alguna otra aplicación o de vender, la familia adquiría nuevamente el derecho de reintegro sin ninguna otra condición de compensación económica. Es decir, con restricción de dominio. Solo es un derecho de usufructo con destinación específica. Como desde esa época se viene haciendo hasta el presente. Con gran provecho para la Escuela Militar de Aviación.

Esta anécdota hace parte de otras varias de nuestras varias estadías en la apreciada academia de la Fuerza Aérea Colombiana. Experiencias que disfrutamos con mucho agrado y recordamos con cariño.

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