EL PRESIDENTE QUE NO ME GUSTÓ
El diploma
A pesar de nuestras inconformidades con la
forma de ejercer la autoridad, los dogmas de la disciplina militar, además de
desacuerdos con el pénsum académico y la calidad pedagógica, en la Escuela
Militar de Aviación, como ya lo hemos contado en otra crónica, llegó el momento
de la graduación para el mes de diciembre de 1976.
Es una ceremonia muy vistosa. Se le da mucho
realce en el campo militar. De tal manera que el invitado principal siempre es
el señor Presidente de la República. Es quien hace entrega de los diplomas a
los graduados a los futuros profesionales militares. Razón por la cual siempre
hace una gira a las tres escuelas de formación de las Fuerzas Militares y a la
escuela de la Policía Nacional.
Para todos los que se gradúan y sus familias,
este es un reconocimiento y un gran honor. Cuando supimos que el presidente que
nos haría ese reconocimiento era el Alfonso López Miquelsen, no consideramos el
acto tan maravilloso.
Aunque estábamos muy jóvenes, habíamos tenido
conocimiento, por tradición verbal familiar con los abuelos, de que su padre,
Alfonso Lopez Pumarejo, en su primer
periodo (34-38), era un liberal puro Los viejos querían adoctrinarnos para que
fuésemos de los de la línea del Liberalismo puro y no la de su segundo periodo donde
comenzaban a simpatizar con la línea comunista. Los que, años después, se
llamaron Liberales Limpios y los otros Liberales Sucios. O también llamados Liberales
Legales y Liberales Comunes. O simplemente Legales y Comunes. Conducta que, después,
terminó llevando al parido liberal a dejarse infiltrar de ideas comunistas y a
simpatizar con esa ideología extranjera importada. Que más tarde se introdujo
al Movimiento Revolucionario Liberal de su hijo López M. El MRL de donde
surgieron los dirigentes guerrilleros de otros grupos terroristas. Tema que aclaráramos
más adelante. Volvamos al tiempo anterior.
Se supone que como para la época de López P. la
ideología comunista era la de moda en muchas partes del mundo y como el Partido
Liberal, era menos fuerte que el Partido Conservador, necesitaba alianzas. La
única posible era la de los Comunistas. Que ya había abordado y conquistado los
movimientos obreros y el sindicalismo. Empezando su demostración hecha con la Huelga
de las Bananeras (1928). Alianza que también les era necesaria a los comunistas
que aspiraba dominar al Partido Liberal, por ser objetivo dictado desde Moscú
en su aspiración de contagiar y conquistar el mundo.
Y para los años 1946 al 1953, aunque en forma
indirecta, también el partido liberal había respaldado la insurgencia de las
guerrillas de los Llanos Orientales. Que aspiraban derrocar la hegemonía
conservadora materializada con Ospina Perez y Laureano Gómez. Aunque en forma muy
sutil y periférica para no comprometerse demasiado. De tal manera que al
partido liberal le quedara fácil salirse de algún problema grave o de
confrontación beligerante con el gobierno conservador de Mariano Ospina Perez. Quien había desbancado la
hegemonía liberal que gobernó entre 1930 a 1946. E iniciaba una nueva hegemonía
conservadora.
Lopez M. siendo hijo de Lopez P. estaba
familiarizado con el mundo de la política. Sus ventajas y desventajas. Además
de su deseo de mandar. Pues ha sido tradición familiar de apellido, de elites
privilegiadas y delfines cachacos, el ejercer el gobierno por delegación o casi
sucesión. Por eso resultó involucrado Lopez M. en dudosas actuaciones en el
caso de la aprehensión y expropiación a los alemanes realizadas en la década de
1940 con motivo de la segunda guerra mundial. Durante del gobierno del liberal
Eduardo Santos. Donde López M. actuó en el famoso caso de la “Trilladora
Tolima”. Además las extrañas actuaciones que lo vinculaba con la muerte del
reconocido boxeador “Mamatoco”.
Posteriormente, para 1960, fue el político que
más se opuso al pensamiento del Frente Nacional. Pacto con el cual los dos
partidos, mayoritarios y tradicionales, conservadores y liberales, habían
acordado una fórmula de alternarse la presidencia con el fin de acabar con la
brutal y muy sanguinaria “Violencia Política”.
La que causó miles de muertes y muchos
sufrimientos. Así como el atraso económico y social a toda la nación. Si este
pacto no se hubiese hecho habría continuado la denominada “Época del Terror” o
“El Tiempo Malo”. Cuando, casi todo el pueblo colombiano, especialmente en el
campo, divididos entre liberales y conservadores, se armaron para atacarse
mutuamente y despedazarse sin ninguna consideración humana.
Pero López M. no aceptó el pacto del Frente Nacional
porque, para él, violaba la constitución y por eso creo su propio movimiento,
como disidencia del Partido Liberal. Denominándolo “Movimiento Revolucionario Liberal”,
MRL. Sus pensamientos y actitudes rebeldes, en parte aprendidas de su padre,
con influencias comunistas, derivaron en euforia bastante revolucionaria, con
nivel de beligerancia casi que armada y violenta.
Como esta tendencia no progresó en sus filas,
en parte por el miedo colectivo de regresar al Tiempo Malo, entonces algunos de
sus seguidores decidieron apartarse de su movimiento. Ellos fueron los líderes
que, posteriormente, crearon el peligroso y muy terrorista movimiento “Ejército
de Liberación Nacional”, ELN, surgido del MRL. Este movimiento fue adoctrinado
por el comunismo de línea rusa, europaoriental y cubana. Llamada “Línea Moscú”.
Grupo que aún existe.
Otros disidentes del MRL crearon el grupo
denominado “Ejército Popular de Liberación”, EPL. Que aunque no tuvo un impacto
de nivel nacional, en cuanto a su capacidad de exaltar el pensamiento colectivo
nacional, si causó mucho daño y crímenes. Especialmente en las regiones del
departamento de Córdoba, norte de Antioquia, Urabá y otras áreas de menor
influencia nacional. Adoctrinados por el comunismo Chino. Denominada Línea
Maoísta.
Éste grupo posteriormente se acogió a una
amnistía y cesó todos sus actuaciones criminales.
Los del ELN si continuaron en su accionar
delictivo. Después, algunos de ellos se unieron con otros exaltados
revolucionarios de las FARC, para crear el también muy peligroso movimiento
criminan, el M 19. Este último grupo se asoció a la línea política del partido
Anapo. Fundado por el Expresidente General Gustavo Rojas Pinilla.
Otro antecedente de Lopez M. fue la fraudulenta
campaña con la que llegó a la presidencia. Era bien sabido que había lanzado su
candidatura en la convención liberal nacional de su partido, realizada en
Medellín. Este acto llevado a cabo, en forma poco tradicional, en una capital
de provincia y no en la nacional, tenía dos propósitos. Conquistar el máximo
posible del electorado liberal en el departamento de Antioquia.
Que aunque este departamento no ha sido
tradicionalmente mayoritario en liberales, pues sus costumbres han sido más de
ideología conservadora. Región muy influenciada por el gran poder de adoctrinamiento
que ejercía la Iglesia católica, como las homilías y las cartas pastorales de
Monseñor Builes, obispo de Santa Bárbara, con las que ejerció mucho impacto en
la beligerancia ideológica contra la ideología liberal. Influencia que desde hacía
muchos años se venía promoviendo. Pues en esa beligerancia fue donde surgió el
famoso caudillo liberal Rafael Uribe Uribe. Protagonista de primer orden en la
impactante Guerra de los Mil días. Entre los últimos años del siglo XIX y
comienzos del siglo XX.
Sin embargo, el propósito de Lopez M. con su convención
paisa, no era el objetivo principal. Ya era bien sabida la capacidad de las
mafias del narcotráfico. Por su descomunal nivel económico dentro de la
población local y que estaban expandiendo su influencia a nivel nacional. Su
jefe de campaña, Ernesto Samper, conferenció con los poderosos mafiosos para
que contribuyeran a la financiación de la costosa campaña.
Para ello se reunió en secreto en el Hotel Intercontinental
de Medellín con los cabecillas de las familias que sobresalían dentro de la
sociedad élite antioqueña. Éstos a su vez tenían interés que llegase a la
presidencia un personaje que mostrara, al menos, las más ligeras inclinaciones
a favorecer sus exuberantes negocios. Puesto que ya se daban cuenta que su
riqueza dependía en gran parte la influencia que consiguieran en las políticas del
gobierno central de la nación.
Por esa razón su presidente de campaña, Ernesto
Samper, recibió, quizás, las primeras y más grandes contribuciones de los capos
del narcotráfico. Años después esta figura la repitió en la ciudad de Cali con los
hermanos Rodríguez Orejuela. Ya para la campaña de la aspiración presidencial
del mismo Ernesto Samper. Quien tenía adelantados algunos contactos con ellos
en España donde fue embajador.
Entonces, para el año de nuestra graduación,
diciembre de 1976, todos estos actos eran antecedentes del presidente López M.
Pero como no era posible ser evidente, todo lo
debíamos callar. A menos de sufrir una grave retaliación. O perder los muchos
esfuerzos hechos para llegar a esa distinción. La de ser un oficial de la
Fuerza Aérea. Y por ello recibimos el diploma sin ninguna demostración de
rechazo pero tampoco de euforia y satisfacción.
Después del acto nos sentíamos más encartados
con el documento que propiamente complacidos. También nos entraban dudas de si
debíamos perderlo o destruirlo. Pues, al fin y al cabo también debíamos aceptar
que no era una graduación como cualquier otra sino que era un acto
inevitablemente especial.
Entonces decidimos salir para el aeropuerto con
el documento en la mano. Pues pensamos regalárselo a la familia como un
reconociendo al esfuerzo que habían hecho en favor de nuestra preparación
académica y cultural. O por si tuviesen algún interés de tipo particular o de
satisfacción. Porque de histórico no era nada.
Ya dentro del avión, un Electra tetramotor de
la empresa SAM, lo pusimos en el bolsillo del asiento que teníamos al frente.
Terminado el vuelo, en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, olvidamos que
habíamos dejado el mencionado pergamino en ese lugar y no volvimos a saber más
de él ni lo recordamos.
Saltando unos siete años después, para rematar
la historia del diploma, no desempeñábamos en una dependencia del Comando Aéreo
de Transporte Militar. Un día nuestro superior nos preguntó si teníamos el
diploma de graduación de oficiales. Nos extrañó pues normalmente ese documento
no se utilizaba para nada. Creímos que nos lo iba pedir para alguna diligencia
oficial. Le contestamos que creíamos que si lo teníamos pero que no estábamos
seguros. Pero que si lo necesitaba lo buscaríamos.
Entonces nos dijo que una persona había llamado
para decir que tenía en su poder nuestro diploma y que lo podíamos ir a
reclamar. Parece que era un empleado de la compañía SAM del servicio de
limpieza de aeronaves. En su rutina lo había encontrado y lo guardó. Así
acordamos que iríamos a recibirlo pero la verdad era que teníamos poco interés
y, nuevamente, olvidamos el asunto. No hicimos la diligencia. De ahí en
adelante se perdió el documento. Al fin y al cabo no era indispensable para
desempeñarnos como militares.
Regresando a lo acontecido. Después de la graduación,
a los pocos meses, el 14 de septiembre de 1977 se presentó un fuerte Paro
Cívico Nacional en protesta por las medidas antipopulares del gobierno de López
M. En esa jornada, durante la cual murieron unos pocos civiles y bastantes trabajadores
fueron heridos dentro de las refriegas contra la fuerza pública. Todos entre ellos
mismos por su forma indiscriminada de lanzar piedras y sin ningún orden ni plan
preestablecido. Fue necesario que López M. impusiera el toque de queda.
Para esa fecha no desempeñábamos como oficiales
en el Cuerpo de Infantería de Aviación. A pesar de que éramos de la
especialidad de pilotaje. Por eso teníamos muy pocos conocimientos en cuanto al
manejo y administración de la infantería. La necesidad institucional, por mejorar
la infantería de aviación en la Fuerza Aérea, hizo que nos ordenaran a varios
pilotos trabajar en esa especialidad. La Fuerza Aérea pidió una comisión de
oficiales del arma de infantería del Ejército Nacional para que mejorara el
entrenamiento de las tropas y capacitara a los oficiales, que no éramos
competentes en el arte.
Las circunstancias hicieron que, aun siendo
novatos y bastante empíricos, nos ordenaran actuar como si fuésemos militares
veteranos en esas lides. Incluso no solo como oficiales de infantería corriente
sino que, en forma muy rápida, nos dieron instrucciones sobre algunas técnicas
de Policía Militar. Así, tan precariamente capacitados, nos asignaron todo el
municipio de Fontibón para controlar el orden público durante la gigantesca
manifestación.
AGITADORES
El municipio ya había dado muestras de ser un bastión
de grupos insurgentes. Población adoctrinada en asuntos comunistas
revolucionarios violentos y era el foco más exaltado de las protestas en toda
la ciudad capital. Nuestro área específica, dentro de un amplia sectorización
de toda la ciudad, era una franja urbana comprendida entre la avenida 26, o
avenida El Dorado, y el parque central del municipio. Con un ancho aproximado de
seis cuadras a cada lado de la vía central. La que conduce del parque a la
autopista del aeropuerto.
Llevábamos varios turnos de patrullaje de este
sector cuando se dieron las multitudinarias manifestaciones del 14 de
septiembre. Las que llenaron de gente toda la franja del tramo de la vía férrea
entre la Estación Fontibón hasta el sector denominado “los moteles”. Que es la
salida para el municipio de Mosquera.
Por supuesto que nuestra novatada, junto a nuestra
inexperiencia y ante la magnitud de este fenómeno social, nos sentimos bastante
abrumados. Pero pudimos mantener la calma.
Aunque hubo momentos en que la exaltación de la
masa humana parecía casi que a punto de arrasarnos. Muy próximos a tener que ordenar
abrir fuego. Y sabíamos que, desafortunadamente, era contra personas desarmadas,
pero que nos tenían acorralados. Y que faltaba muy poco para que pereciese
nuestra integridad personal. Afortunadamente no sucedió tal hecho. Ya para las
horas de la tarde los núcleos humanos se fueron disolviendo.
MULTITUD
Casi a la medianoche, fuimos relevados y pudimos
pasar a un descanso. Que fue de pocas horas. No había amanecido cuando, en
forma brusca, nos llamaron nuevamente a regresar a las filas porque había
sucedido algo grave e inesperado.
En otro sector, aledaño al nuestro, dos oficiales
compañeros, terminando las horas de la tarde, hacían un recorrido por una de
las calles de su área asignada. Cuando, repentinamente, desde una terraza alta
les hicieron unos disparos que, afortunadamente, no causaron daño a ninguno de nuestros
soldados. Pero sus tropas, por puro reflejo instintivo defensivo, abrieron
fuego contra el sector de donde provenían los disparos. Ellos ingresaron por un
callejón bastante peligroso, por lo cerrado y por la poca iluminación que disponía,
para tratar de apresar a los atacantes.
Estando en esa maniobra, algunos habitantes
salieron a protestar airadamente porque la acción defensiva de las tropas,
según ellos, había causado la muerte a una niña y herido a dos personas. Uno de
los heridos era la mamá de la joven y otra persona más. La situación se puso
muy grave. Era casi seguro que podría, nuevamente, reagruparse la multitud con
el fin de ir contra ellos a cobrar lo que consideraban una actitud de violencia
exagerada.
Una agresión contra una manifestación que, para
ellos, era pacífica. Menos mal que los agresivos agitadores no aparecieron. Ya
estaba bastante agotados de lanzar ofensivas consignas y epítetos contra el
gobierno y nosotros, las Fuerzas Armadas. La mayoría del público se había
retirado y no lograron reunir suficiente población para tal propósito.
Esa fue la razón por la cual nos llamaron nuevamente
al amanecer para que relevar a las tropas que habían pasado por esta situación de
tanta tención sicológico. Y, lamentablemente, con consecuencias físicas graves
para las tres personas.
Aunque quedaba la duda que los heridos y la
niña fallecida hubiera sido por parte de la reacción de las tropas. Algunos
detalles sutiles indicaban que era muy factible que los terroristas,
adoctrinados por la violenta ideología comunista, hubiesen ejecutado tal acción.
Con el fin de convertirlos en héroes y mártires para mantener el espíritu
revolucionario del pueblo contra el gobierno de turno.
Sin haber recuperado las suficientes fuerzas y
tomado el necesario descanso, acudimos a relevar a nuestros compañeros. Desde
ese amanecer hasta las horas de la tarde, estuvimos en constante patrullaje y
control del orden público.
Puesto que las honras fúnebres reunieron,
nuevamente, una gran cantidad de gente. La que, después de los servicios
religiosos, se dirigió al cementerio para la exhumación. Allí fueron arengados
familiares y muchos acompañantes por los agitadores exaltando, otra vez, los
ánimos. Con el inconveniente que, cuando la procesión regresara del campo santo,
pasarían por nuestro sector. El punto más crítico era en la carrilera y
alrededor de la Estación Fontibón.
Allí se encontraba apostada una de nuestras
escuadras, al mando de un suboficial con el grado de Cabo. Que no era
precisamente el más veterano porque apenas disponía de su primer grado. Ante
tal debilidad y la magnitud de la amenaza, le dimos las mejores instrucciones
posibles de cómo comportarse.
Consistían en que mantuviese, como primera
medida, la mayor calma. Segundo, que no retrocediera. Por nada entrara en
retirada y, mucho menos, en desbandada, si fuese agredido. Que, en forma
secuencial, ordenase las formaciones propias de cuerpos de Policía Militar para
control de multitudes. Tales como la línea de frente. En cuña. Diagonales, por
la izquierda o la derecha, según lo demandara la situación y fuera lo más
favorable.
Si eso no resultaba efectivo, ordenara calar
bayonetas demostrando la determinación de adelantar una carga propia de
infantería ligera. Todo sería ordenado según puntos de referencia acordados
para establecer las distancias del objetivo y según la velocidad de la carga opuesta.
Debido al perfil de la amenaza y como fuerza militar, tuvimos que pensar en un
combate contra un enemigo armado con intención letal. No nos era dado actuar
como organización policial pues de eso no teníamos ni idea de cómo se manejaba.
Aunque sabíamos que eran nuestros propios compatriotas. Pero que era factible
que no tuviésemos ninguna otra oportunidad. Pues era evidente que habían sido mentalmente
adoctrinados y fanatizados en los principios de las revoluciones comunistas, cuyos
dogmas son los de la violencia irracional.
Luego, si todo era infructuoso, ordenara rodilla
en tierra. Apuntar y por último, después de todas estas demostraciones de voluntad
en defenderse, desgraciadamente, ordenar disparar. Pero antes de este último
paso tan letal, y ya por fuera de procedimiento estándar, habíamos acordado que
el comandante de la escuadra efectuara un único disparo al aire. Que sus
hombres no accionaran las armas sino solo y únicamente por orden, de viva voz,
del comandante de la escuadra.
Teníamos que tener la confianza que había adoctrinado
a sus hombres lo suficiente como para que solo actuaran bajo su orden y no bajo
efecto de la emoción y el miedo contenido. Para algo nos debía servir la
serenidad que nos habían enseñado en la instrucción de vuelo como pilotos en casos
d máxima exigencia.
Ese único disparo al aire, como no teníamos
medios técnicos de comunicación, era para alertarnos pidiendo refuerzo, pues estábamos
a unas cuadras de distancia. Donde habíamos instalado el puesto de mando de
nuestro sector y manteníamos contacto con las demás escuadras bajo nuestra
responsabilidad. El disparo era un aviso de situación muy crítica para que acudiésemos,
por distintas direcciones, a reforzarlo haciendo un movimiento envolvente. De
esa forma tratar de disuadir las intenciones de choque de la multitud. Por
supuesto que sabíamos, sin haberlo mencionado, que una serie de disparos ya indicaba
que había tenido que ordenar abrir fuego indiscriminado por ser un asunto de supervivencia.
Exactamente como habíamos dado las
instrucciones, el Cabo, cuando vio regresar a la gente en forma altanera y con
intenciones de arrollarlo físicamente, aunque no era evidente que estuviesen
dotados de armas de alto poder, pero podrían tener ocultas algunas armas de
fuego, ligeras de tipo defensa personal, y que algunos habían tomado piedras y
palos, comenzó la secuencia establecida.
Para su fortuna y la nuestra, tan sólo debió
llegar al paso donde ordenó calar bayonetas. Lo hizo con tal energía y
determinación que las tropas obedecieron en forma precisa y rápida, haciendo
una demostración muy clara de su disposición al combate.
Eso hizo que la multitud, inmediatamente,
rompiera la masa desviándose por las calles laterales donde se encontraba la
escuadra. Más en actitud de huida y hasta de casi estampida. Disolviéndose la
gritería y las demostraciones de agresión.
Los hombres de su escuadra se mantuvieron
firmes y esperaron que se fuese disolviendo, como así aconteció. No necesitaron
hacer ninguna demostración adicional y la gente no regresó para un nuevo
intento de ataque.
Después fuimos a darle nuestro respaldo y
relevarlo de su posición, que nunca abandonó. Un suboficial de baja graduación,
con unos pocos hombres reclutas, pues no eran tropas veteranas, pero muy
conscientes y confiados en su comandante, fueron capaces de dominar la
situación. Sin necesidad de llegar al acción de fuego letal. Solo a puro efecto
psicológico.
Demostrando disciplina, precisión, obediencia y
espíritu solidario. Actuando como una máquina de combate perfectamente
funcional y poderosa. Con unificación de esfuerzos, casi que de falange romana.
Aunque solo eran dos escuadras reforzadas. Doce hombres cada una. Habían pasado
por una situación extremadamente comprometedora poniendo a prueba su
resistencia mental y física.
Regresando al factor político. Posteriormente a
los hechos de Fontibón, el Ejército Nacional acorraló y tenía casi diezmado al
ELN en la serranía de San Lucas, la promocionada operación Anorí. Estando ya
casi a punto de dar de baja al pequeño reducto, que logró sobrevivir después de
perder a los jefes importantes, hermanos del máximo cabecilla Fabio Vásquez
Castaño, fue informado el presidente López M. de la situación. Entonces, le
ordenó al comandante del Ejército que no los rematara. Que él lograría la
entrega bajo un acuerdo político para evitar el derramamiento de sangre.
El Ejército Nacional, por su sensibilidad
cristiana, de consideración humana y la obediencia plena a su superior
jerárquico, no sólo se condolió de los ya casi vencidos, sino que hasta aceptó
las muchas muertes de sus heroicos soldados. Los que habían dado la vida persiguiendo a estos
criminales cuadrilleros.
Acató la orden dada por el Presidente López M.
Quien no sólo suspendió la ofensiva sino que ordenó, al mismo Ejército,
suministrarles alimentos, medicinas y vestuario. Exigencias que hizo el grupo
bandolero al mandatario político como demostración, supuestamente, de buena
voluntad para entrar en negociaciones.
El comandante del Ejército sabía perfectamente
que ese sería otro de los muchos engaños que acostumbran los terroristas,
adoctrinados en la ideología comunista de usar todas las armas de lucha. Y
tácticas de combate y estrategias de confrontación. Pues nunca han cumplido
ningún acuerdo.
Así aconteció. Cuando el presidente fue a
iniciar las conversaciones estos ya se habían escapado del difícil cerco. Aprovechando
la tregua que él les había concedido. Concesión que les dio debido a las
simpatías mutuas del pasado cuando, como él lo sabía, muchos de los cabecillas del
ELN habían surgido de su MRL. De esa forma la agonía eterna continuó.
Quizás sintió lástima porque su conciencia le
acusaba de que si el ELN estaba en posición de agresión armada, era debido al
adoctrinamiento y a la orientación ideológica que les había dado en su
movimiento político MRL. O algo de residual simpatía sentía por ellos. A pesar
de estar en contra de su gobierno. No lo sabremos porque no fue capaz de
aclararlo en su libro “Palabras Pendientes”. Pero los hechos son más que motivo
razonable para llegar a esas deducciones.
Nada consiguió el ingenuo mandatario. El pequeño
reducto, que se escapó, fue a parar a una rica región petrolera y ganadera como
lo es el departamento de Arauca. Región donde se recuperó y reanudó. Donde aún no
termina la acción terrorista y criminal. Causando inmensos daños económicos a
la infraestructura petrolera, a la productividad ganadera y al progreso
nacional. Todo por una ingenuidad política basada en su culpa. El error
político del pasado de un presidente que no supo valorar ni los sacrificios de
sus tropas ni la confiabilidad de sus partidarios ni el más alto nivel del
interés nacional.
En Fontibón siempre pensábamos que estábamos
protegiendo la autoridad de un presidente que, él mismo, era uno de los que
habían incitado los sentimientos de altanería, desobediencia y desacato a las
autoridades legítimas con sus ideologías revolucionarias. Un líder que había
adoctrinado a sus seguidores para desconocer el buen Pacto del Frente Nacional.
Acuerdo que solo buscaba la pacificación y la tranquilidad del país.
Siendo, tanto él mismo, víctima de su propio
invento y el causante del Paro Nacional, éramos los militares los que teníamos
que enfrentar la situación. Nuevamente éramos
las víctimas de la pobre destreza para gobernar políticamente y dirigir la
guerra. Que aunque disentíamos de su autoridad moral para exigirnos mantener el
orden social, no teníamos otra alternativa que apoyarlo. Porque así había sido
la voluntad de la mayoría del pueblo cuando lo escogió para Presidente. Sabíamos
que el mismo pueblo se había equivocado, como años después se volvió a
equivocar con Belisario Betancur, Andrés Pastrana y Juan Manuel Santos. Presidentes
que creyeron erradamente que la guerra se gana con inútiles diálogos y concesiones
indulgentes que son se merece un enemigo bárbaro y letal. Pero a las Fuerza
Armadas le toca escoger entre dos males, el menos peor. Ese es su duro y
doloroso destino.
Entonces tuvimos razón cuando pensamos que no
era, ni seria, ninguna distinción, personal ni tampoco
profesional, recibir el diploma de graduación que nos entregaba el Señor Lopez
M.
Por esa razón no extrañamos ni extrañaremos en
nada nuestro diploma. Mejor los hechos y las verdades reales. Antes que las
vanidades que se pueden colgar en la pared pero sin capacidad de acción y ejecución.
Que, es muy probable, que sea hasta sin méritos para lucirlas.
Pos Data: En Colombia aun estamos en los
tiempos donde el buen gobernante no es quien alcanza los máximos aciertos sino
el que consigue los mínimos desaciertos. Y los mandatarios que creen que la
mejor manera de lograr ese fin es no hacer nada, para no errar. Siendo ese el
mayor error.
Eso por la pésima cultura sobre el manejo de conflictos
bélicos de baja intensidad de los mandatarios políticos. O por su ignorancia en
técnicas de negociación. Razón por la cual muchos miembros de las Fuerzas
Armadas han llegado a creer que la misma insurgencia tiene apoyo político de
alto nivel y gubernamental. Ya sea por razones de simpatía ideológica, temor de
ser descubiertos sus errores doctrinarios o hasta miedo de ser víctimas de sus
mismos seguidores que se les descarriaron por su pésimo liderazgo.
Pero que, finalmente, quien ha terminado sostenido
a la nación han sido sus Fuerzas Armadas, ante la incapacidad política de
mantener estable el país durante doscientos años de continuo conflicto
irracional.
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