GUERRA ANTINARCÓTICOS QUE FINALMENTE OLVIDARÁN
Primero los rusos nos influenciaron con
las ideologías comunistas y ahora los norteamericanos con la guerra
antinarcóticos.
Cuando existía la confrontación entre
los dos bloques, por un lado nos mandaban la ideología socialista
revolucionaria. Los rusos nos consideraban unos atropelladores de las supuestas
clases sociales desprotegidas del país. Así apoyaron ideológicamente a los subversivos haciéndoles
creer que tenían justificación.
Por el otro lado, los norteamericanos
nos ayudaban a protegernos de la influencia comunista, para sostener nuestra
democracia, como el mejor medio para salir del atraso y el subdesarrollo.
Ahora cuando la bipolaridad se ha
disuelto las cosas se han invertido. El único interés que tienen ahora los
rusos en América latina es el de vendernos equipo militar para nuestra
inestabilidad interna, que ellos propiciaron. A precios favorables con el más
puro espíritu capitalista. Se apartaron de su entrañable ideología popular, que
ya no les importa, para que en Colombia les compremos helicópteros para
combatir a los insurgentes que ellos ayudaron a engendrar. Y en Venezuela
aviones de combate para defenderse de colombianos y gringos.
También,
les ha dado a los norteamericanos en sostener las agrupaciones subversivas en
Colombia, comprándoles toda la droga por el precio que sea, aunque son grupos terroristas
que se oponen a su ideología. Al mismo tiempo, quieren combatir la producción
afuera de su frontera sin eliminar el consumo interno que los carcome.
Equipo de combate
Simplemente,
no han cambiado los intereses porque la guerra es la misma y en el mismo lugar.
Porque nunca ha sido ni en Rusia ni en EE UU, donde están los orígenes del
problema. Nosotros somos los afectados con los inventos de ellos, así nosotros
creamos lo contrario. Es decir, nos hicieron pensar que nosotros somos unos
atropelladores de clases sociales, en el primer caso y en el segundo, que
nosotros los inducimos a comprar los narcóticos.
En
realidad nunca hemos querido asumir el régimen comunista y nos infiltraron la
fallida ideología. Tampoco hemos publicitado la venta de Coca y, sin embargo,
crearon la demanda. Fue el comprador de narcóticos, sin recato por el precio,
quien estimuló la producción de los estupefacientes.
Como
no nos ha interesado asumir el sistema socialista, pretendieron implantarlo en
la región a la fuerza hasta cuando se reventó solo. Y como residuo nos quedó la
insurgencia sin base ideológica, que tanto mal y sufrimiento nos han causado.
Igualmente,
no tenemos la culpa que los consumidores se quieran meter en el cerebro la
bomba atómica de la Coca por su propia determinación. Todo indica que no les
inquieta la sangre que a diario perdemos
persiguiendo la producción acá, porque así no se derrama la de ellos combatiendo
el consumo allá.
Al
fin al cabo pregonan las máximas libertades individuales y la autonomía de los
pueblos. Si consumen el narcótico es por su propia voluntad y no por imposición
de los productores.
El
vicio del consumo de narcóticos es una pandemia universal. Ni los norteamericanos
no consumidores, con toda su capacidad, ni los colombianos, no productores, con
nuestro sacrificio, seremos capaces de contener la euforia, si los consumidores
ricos no quieren dejar de comprar a los productores pobres. Es una tarea en la que
nosotros entregamos nuestra vida y ellos gastan su presupuesto. Y no la
podremos hacer si ellos no tienen la determinación de parar la demanda.
Todo está basado en los indetenibles
consumidores que compran estimulando la producción y su gobierno que rechaza la producción, pero no
educa para desestimular el consumo. El gobierno del pueblo comprador, el norteamericano, que no
crea convicción sobre el consumidor, apoya económicamente al gobierno del
pueblo proveedor, el colombiano, para que aplique imposición al productor.
Los buenos contra los malos, que no se
enfrentan allá y piensan que el choque tiene que ser acá. El consumo ha
estimulado, por las vías del mercado, al terrorismo en Colombia. Pero nos
piden que seamos nosotros quienes hagamos la guerra mientras ellos la están
alimentando.
Un funcionario norteamericano afirmó,
actuando como vocero del pensamiento de su país, que en Colombia hay una narcodemocracia (productora). Y en parte dijo
la verdad. Pero omitió afirmar la otra mitad de la verdad para que fuese verdad
completa. No puso en evidencia que en Norteamérica está la narcodemocracia
consumidora.
Su Presidente perdona a los
narcotraficantes por contribuir con fondos a su campaña política, Y su justicia
es benevolente con la adicción al consumo del alcalde de su ciudad capital.
Eso es no tener principios sino
intereses y doble moral. La actuación es
contraria a las palabras. Se han olvidado que son la tradicional
whiskydemocracia al estilo Kennedy. Sus ancestros eran contrabandistas de
licores durante la prohibición y así se hicieron ricos. Y su padre le pidió ayuda
a sus viejos colegas mafiosos para financiar la campaña de su hijo.
El contagio de nuestra democracia con la
producción, es el resultado de la
tolerancia de su democracia con el consumo. Incluso la Coca se convirtió en símbolo
nacional con la publicidad a su famosa gaseosa carbonatada de cola,
placentera al consumidor por el extracto de Coca, originaria de Georgia. Ahora
que se percataron del error, la maldad pasó a estar en la producción y no en el
consumo. Costumbre difundida con la publicidad del refresco mundialmente
famoso.
La
revolución comunista y el consumo de narcóticos
no son inventos latinoamericanos. Son importaciones que nos han llegado
sin haber hecho el pedido. Según la opinión
de algunos, incluso nacionales, tenemos deudas con la humanidad por lo
mal como nos hemos portado vendiendo Coca, actuando por nuestra propia iniciativa y libre
albedrío, sin ninguna influencia ni participación externa.
Si
inicialmente al bloque socialista no le hubiese dado por adoctrinar al pequeño
grupo de ignorantes, fácilmente manipulables, que se convirtieron en
bandoleros, en lugar de ayudar a educarlos para lo bueno. Y, posteriormente, si
al bloque capitalista no se le hubiese ocurrido financiarlos comprándoles
narcóticos que los transformó en terroristas, en lugar de crear fuentes de
trabajo. Ni antes ni ahora hubiesen existido y nosotros seriamos más felices o
como mínimo, menos infelices. Los unos los han aleccionado y los otros los han
capitalizado. Sin embargo, supuestamente todo el pueblo Colombiano, somos los
agresores cuando en realidad somos los agredidos.
Con
el sólo hecho de no haber podido crecer, porque el conflicto nos ha impedido
generar bienestar, mas el haber perdido lo que teníamos, porque la guerra lo ha
destruido, somos un país con lento
progreso. Tanto en lo material como en lo espiritual. Por la inmensas pérdidas
de tranquilidad, de armonía social, de serenidad y de un futuro seguro. Por el
contrario hemos aprendido a agredirnos y
a atemorizarnos creando zozobra paralizante. Y cuando no hay confianza, la productividad
decrece exponencialmente.
Nos
hemos dejado engañar conceptualmente, aceptando perder la buena fama y ganar el
descrédito mundial. Pensamos que eso es normal, como si fuese el destino
inevitable que nos ha elegido para ser los despreciables del planeta. Ante tal
mentira nos tenemos que pronunciar de inmediato. No somos verdugos, somos
víctimas.
Con respecto al orden y la influencia en
la seguridad mundial, la verdad es la contraria de la que se nos ha dicho. No
somos nosotros un peligro para las naciones. Por el contrario: "Los grandes países consumidores son una peligrosa
amenaza para la seguridad nacional de los pequeños países productores".
Hemos
permitido, por nuestra inacción, ausencia de ideas propias y falta de carácter,
ser convertidos en indeseables. Nos han infiltrado intereses disfrazados de
supuestos principios, ya sean socialistas o capitalistas, que cambian según el
beneficio del momento. Así en nuestra ingenuidad nos parezca lo contrario.
No es posible que combatamos los
narcóticos por la fuerza, para que no los consuman quienes no quieren dejar de
hacerlo por convicción. Es verdad que debemos controlar el consumo acá. Pero
que se combate decididamente el consumo allá. Tenemos que hacer es la guerra antinarcóticos preventiva con
educación, en lugar de la destructiva con agresión.
El único motivo que justifica nuestra acción represiva contra la producción es para proteger nuestro recurso humano, el orden social y la estabilidad nacional de acá. Amenazados con el terrorismo financiado por el consumidor de allá. Que los demás países hagan lo correspondiente con el consumo y su mercado interno.
Cultivos
Porque la realidad es que cuando
la sociedad norteamericana acepte el consumo de la Coca y la heroína, como lo
hizo con la Coca Cola, el tabaco, la marihuana, la prostitución y el licor,
debido a su incontenible transformación en sociedad cada vez mas tolerante. Y
cuando su gobierno comience a percibir grandes ingresos por la
comercialización, se olvidará de “La Guerra Contra las Drogas”. Le darán el manejo
fiscal que ahora le niegan y protegerán esos impuestos si es preciso, con otra
guerra pero en su favor.
Recordemos cuanto presupuesto, vidas y
esfuerzos gastamos en la lucha contra la “mala hierba” en nuestra costa norte
en los comienzos de los años ochenta. La economía de la región se deformó
completamente y las bandas se exterminaban entre sí atemorizando al resto de
habitantes. Las autoridades eran casi incapaces de controlar la violencia y la
delincuencia. Pero todo eso se solucionó cuando los norteamericanos la
legalizaron y comenzaron a cultivar en su propio país. Mientras tanto
nuestras autoridades fueron
desestimuladas después de tanto sacrificio y solo nos quedaron los muertos en
los cementerios.
También, una sociedad atropellada por
hacer la guerra creyendo que estábamos cumpliendo el deber de proteger a los jóvenes
consumidores extranjeros. Adictos que no dejaron de consumir, ni dejarán, sin
importar si la cultivan ellos o nosotros.
Es suficiente con pensar lo que
sucedería si todos los productores dejáramos en forma repentina de suministrar
el narcótico a los consumidores. Los
millones de adictos y amigos del consumo, con terrible síndrome de abstinencia,
nos declararían la guerra, después de unos meses sin remesas, para que no
suspendamos el suministro. De hecho, la actual agresión de los terroristas
contra nuestro pueblo, es para proteger las zonas de producción que abastece a
los consumidores externos.
Es decir, los consumidores ya nos están haciendo
la guerra, por medio de los grupos terroristas, porque les destruimos los cultivos
de los que se abastecen. Las FARC son los
defensores de la fuente de los consumidores gringos de narcóticos. El ejército
de los consumidores gringos. Y no importa que los terroristas FARC se declaren antinorteamericanos y procomunistas y socialistas. ni que digan que no cometen delitos contra los DD HH. Eso no les importa
a los consumidores, siempre y cuando les protejan sus cultivos de Coca. Es ignorada
hipocresía gringa.
Los abstencionistas de allá apoyan y
financian a los antidrogas colombianos para que combatamos a los productores de
acá. Mientras que los consumidores de allá apoyan y financian a los productores
para que se nos enfrenten, pero acá. Así la guerra sangrienta es acá y no allá. Que es
donde se debe controlar. Porque sin compradores no hay vendedores.
los terroristas de acá usan el dinero y las armas que
recolectan en las calles de los países consumidores, allá. Las mismas que
emplean para asesinar, secuestrar, atemorizar y chantajear a los no productores
de acá. Así termina el mismo gringo, que nos pide que nos defendamos de los
criminales y terroristas acá, vendiendo armas y financiando a los que nos secuestran
y chantajean acá. Armas capitalistas usadas con mentalidad comunista. Mezcla
altamente explosiva para nosotros y para todos.
Solo es necesario recordar que el
narcotráfico, como problema internacional, existe desde hace más de un siglo
cuando su comercio ilegal fue impuesto en 1842 por el Imperio Británico a la China
en la Guerra del Opio. Y eso debido a las grandes utilidades que representaba
para la economía productora Inglesa.
Entonces las guerras por narcóticos son
según las conveniencias del momento. Unas veces
contra el consumidor extranjero por no comprar el opio británico y la nuestra
contra el productor por vender la Coca al gringo. Siempre según el parecer del mismo
lado, el de allá. Además, ¿Donde venderían sus precursores químicos y las
municiones, que son negocios tan rentables como los mismos narcóticos?
La actual guerra
antinarcóticos la olvidarán dentro de un
tiempo, cuando pase
el entusiasmo. Como sucedió con la de Viet Nam y eso que su presidente gringo era
consciente de la imposibilidad de ganarla. Sin embargo, mandó los primeros
contingentes de tropas en la década del sesenta. O como pasó con el pacto con Rusia sobre el
control de armas atómicas, que se firmó cuando les convino y se retiran ahora
porque no les parece. Eso es ser un aliado no confiable.
Nos quitarán el apoyo moral y económico
dejándonos abandonados, puesto que nunca renunciarán al consumo. Seremos
burlados. Traicionaremos a nuestros héroes militares y policiales, inmolados
por patriotismo. Cuando realmente es por complacer un capricho gringo.
Esta guerra antinarcóticos, para ellos, es
simplemente uno más de sus caprichos del presente y pronto será otra crónica
del pasado. Mientras para nosotros si es un riesgo de proporciones fatales y
consecuencias duraderas.
Es la forma como funciona el mundo.
Amanecerá y veremos. Que nos desmienta el futuro y lo confirme la historia.
Siempre y cuando podamos ver. Porque ya nos estamos quedando ciegos y lisiados con
la inútil y falsa guerra antinarcóticos.
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