EL DERRUMBE DEL PEDRERO. (Narración de Luis Fdo. González)
El señor Alberto Restrepo, comerciante y hacendado, de familia muy
tradicional de Concordia, me dijo una vez en el pueblo que él quería ir a la
finca del Pedrero. Hacía muchos años no iba desde cuando era un niño. Le dije
que con mucho gusto, que iba mandar traer una bestias ensilladas para que
fuéramos.
Me contó que quería volver a ese sitio porque unos de sus ancestros
habían perecido en el derrumbe de El Pedrero.
Le comenté que yo había oído la historia de un derrumbe muy grande sucedido
hacía muchos años. Que debajo de una piedra muy grande, casi como del tamaño de
una pieza, que hay junto a la actual casita de paja y cancel, en esa parte de
la finca que llamábamos El Balsal, había quedado sepultada la casa que había
cuando se vino el derrumbe.
El señor Restrepo me dijo que sí. Además se decía que el dueño de la
finca era muy avaro. Una mañana pasó una viejita por la finca, cuando estaban
ordeñando las vacas y pidió qué le dieran un poco de leche y se la negaron.
Que entonces la viejita les dijo que por hambrientos iba a ver un
derrumbe que les iba a tapar la casa.
Efectivamente ese mismo día, que era un domingo, se vino un derrumbe que
arrasó con todo y que no se salvó sino el abuelo de Alberto. En ese entonces él
era un niño y lo habían mandado al pueblo a traer el mercado.
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