LO QUE
EL GENERAL NO CONTÓ
LA PARADOJICA AMISTAD
Con el General Alvaro Valencia Tobar tuvimos alguna proximidad. En una ocasión, siendo Teniente estudiante en el Instituto Militar Aeronáutico, fuimos invitados a una charla ideológica con el ya retirado General, en la Escuela de Suboficiales de la FAC en Madrid, Cundinamarca. En ellas se aproximó a ciertas discrepancias que tenía como militar con las políticas nacionales de ese momento.
Como
no me gustó que no fuese directo y totalmente franco en su posición ideológica
y estando yo imbuido de cierto espiritual rebelde con la institución por otros
motivos, pedí la palabra para requerirle que dijese de manera clara si pensaba
que se debía dar un golpe de estado militar. Eso le impactó mucho. De manera controlada
dio una respuesta evasiva y se aplacó la tensa situación que causo mi
intervención en el recinto.
Con
el tiempo, él vivía en el lindante barrio Santana en Bogotá y yo en el Cantón Norte
en los apartamentos fiscales. Por casualidad nos encontramos en el cajero automático
de Davivienda que había en el supermercado Olímpica, próximo a la portería.
En
la primera ocasión que nos encontramos y, siendo de una memoria prodigiosa, me
reconoció recordándome el pasado evento pero sin rencor. Como simple pilatuna de estudiante demasiado
crítico
Admirando
su nivel intelectual y lúcida inteligencia, reflejado en su capacidad para
escribir, aproveché para iniciar una conversación. La misma que él aceptó,
cuando le conté mi gusto por los asuntos históricos sobre los que él escribía y
en los cuales era un experto. Por eso, a veces, conversábamos.
Él
ya estaba jubilado y yo era aún un oficial activo de mayor grado. Tratábamos diversos
asuntos sin ya las prevenciones del joven y atrevido militar del pasado. El
mayor grado me había dado prudencia ante un experto superior en su condición de
respetable veterano.
EL LIBRO
Estando yo ya también retirado del servicio, en el 2009, me resolví leer uno de sus últimos libros, quizás el último, publicado en ese mismo año, de varios que ha escrito.
En su
relato pude darme cuenta que había dejado trunca una parte de sus recuerdos que
me había comentado. En una oportunidad tratamos sobre las grandes paradojas que
afronta el militar entre lo profesional, lo político y lo personal.
Algo me decía que a su libro le faltaba una segunda parte. La del final. La que me había narrado de palabra pero, tal vez, con inducido propósito intencional.
En
los diálogos me había dado unas pautas, con diplomacia de mensaje subliminal,
sin referirse directamente al tema pero si permitiendo dilucidar sus ideas periféricas.
Como él sabía hacerlo con inteligente sutileza. Eran varias cosas.
EL INICIO DE ANORÍ
La
primera paradoja de Anorí. Se inició cuando los restos de la cuadrillas de
Fabio Vásquez Castaño logró huir de la persecución que le hizo Valencia, siendo
Coronel comandante en la brigada de Bucaramanga, donde se produjo la muerte de
Camilo. El aguerrido militar los había hecho pasar, en huida, el rio Magdalena
hacia el noreste de Antioquia por los municipios de Segovia, Remedios y la Serranía
de Simití.
Por
ser otra jurisdicción, Valencia, no pudo continuar su persecución ya que la
brigada colindante no se prestó. Una retrograda decisión, la de no adelantar
una acción de cierre y tenaza. Le perecía inconcebible ya que eran compañeros
de lucha contra el terrorismo y deber de su mutua misión.
Eso
le permitió a los perseguidos unos años sin ofensiva efectiva. Durante ese tiempo
la cuadrilla logró recuperarse hasta juntar una fuerza combatiente de unos 300
hombres. Eso obligó a iniciar la famosa Operación Trinitario. Periodísticamente
llamada, y por eso más conocida, como Operación Anorí.
En
ella salió derrotado nuevamente y casi totalmente esa cuadrilla. Su completo
aniquilamiento no fue posible por una inaceptable intervención política que se
contara más adelante.
Tal derrota
quiso cobrársela, años después, el grupo criminal del ELN con el atentado que
le hizo, siendo General comandante del Ejército, para asesinarlo. Lo que,
afortunadamente, no logró.
Incomprensible
que la brutalidad criminal convierta en rencor personal lo que se supone que es
una diferencia institucional y social. Pero esas con las cosa arbitrarias a las
que se expone el militar por darle estabilidad a la nación. Lo contó en el
libro más sin decir que, para él, había sido otra de las paradojas de su vida.
EL SACRIFICADO AMIGO CAMILO
La
otra. Aconteció con la persecución del ELN en Santander. En ella se cruzaron y
aproximaron los interese nacionales y los profesionales con los personales o
hasta familiares. Situación muy comprometedora. Por eso creo que él no me
declaró directamente los hechos, pero si los dejó entrever a manera de
confianza amistosa y basada en la pulcritud de la reserva profesional que me
advirtió. Pero solo, según él, hasta el momento de cuando fuese debido.
Se trata de la muy próxima y fraternal amistad que el General tenía con el sacerdote Camilo Torres. Nacida de la relación que, como médico de familia, tenía el padre de Camilo con el padre del General. En una ocasión el médico le salvó a vida a Valencia siendo niño. Años después, Alvaro y Camilo se encontraron en la ESAP. Siendo profesores de esa institución, continuaron y fortalecieron sus relaciones de jóvenes y compartieron similitud de ideólogas sociales. Todo esto también lo dijo en su libro sin agregarle los sentimientos personales por los que pasó.
Fue
mucho el dolor moral que le causó, al aun Coronel, la muerte de su amigo por
acción de las tropas que él comandaba. Todo debido al engaño venenoso que le
hizo al prelado el sanguinario terrorista Fabio Vásquez Castaño, del brutal
ELN, abusando de la ingenuidad clerical.
Ideas
que dejó muy claras en el ya mencionado libro “Mis Adversarios Guerrilleros”
(tercera edición de mayo del 2009 de Editorial planeta, paginas 166, 182, 184 y
otras). El sacerdote fue sacrificado por puros celos guerrilleros. El sacerdote
le podía arrebatar el mando de comandante de cuadrilla por su mayor destreza
intelectual y cualidades personales y morales para dirigir el grupo. Posición que
cuidaba a cualquier precio.
Las
circunstancias hicieron que fuera el Coronel Valencia, precisamente su amigo de
infancia, quien comandara las tropas que dieron de baja al sacerdote el 15 de
febrero de 1966. Algo que hirió profundamente el alma de militar. Nunca pensó
que dos amigos se pudiesen confrontar hasta esa situación tan dolorosa.
Contrasentido inexplicable.
EL GESTO DE HUMANIDAD
Para
cumplir la orden de dar sepultura a los enemigos sacrificados en combate, como
un gesto humanitario, en el mismo lugar del hecho, así lo ordenó. Dejó constancia
muy clara del lugar de la sepultura. Lo hizo con el debido secreto para que sus
restos mortales no fuesen usados a manera de icono y símbolo heroico por parte
de los compinches.
En
ese momento se hizo el propósito de rescatar, después, las cenizas de su familiar
amigo y, luego, contrincante ideológico. Pasados los 3 años, cuando se podía
hacer una exhumación, los llevaría a un lugar más digno. No solo por la jerarquía
del eclesiástico, que había sido revestido del sacerdocio, sino también por su
sacrificio y, sobretodo, por su estimación.
Durante
los siguientes 5 años que él permaneció en la brigada de Bucaramanga, construyó
un mausoleo militar para sus subalternos caídos en combate. En ese lugar, reservó
un sarcófago para destinación específica del comandante.
Pasado
el tiempo reglamentario, exhumó los restos del sacerdote del campo donde los
había enterrado y los hizo llevar, en secreto, a la cripta construida por él en
la brigada.
Los
detalles los cuenta el General bien claro en su libro. Lo recuento para poder
hacer comparación con lo adicional que me referenció.
Lo que
escribió el General en su libro fue parcial. Le faltó decir que ese acto humanitario
lo hizo porque no solo era un deber cristiano sino también privado y por ello justificado.
Una contradicción que por razones de no exponer su ética profesional a críticas
malintencionadas debía mantener en secreto un sentimiento humanitario
particular. Fue su íntima paradoja.
EL FINAL DE ANORÍ Y EL POLÍTICO
Mas
paradoja. De lo que aconteció en la Operación Anorí contra el ELN, donde ese
grupo bandolero fue casi que totalmente derrotado militarmente, y de donde,
luego, salieron las cenizas que le permitieron resurgir, política y
delictivamente en el departamento de Arauca.
Victoria
que se frustró por la condescendencia irracional y la intervención
antipatriótica de Alfonso López M. siendo presidente.
López
ordenó suspender las operaciones contra los restos ya casi que diezmados de esa
cuadrilla. Además de ordenar al Ejército entregarle ayudas logísticas
consistentes en uniformes, botas, alimentos y medicinas.
Todo
porque creyó erradamente que con esos actos de misericordia lograría doblegar
la voluntad de sublevación de ese grupo insurgente que había sido creado por
varios de sus partidarios cuando, en los años de 1960, él era el líder el
mencionado Movimiento Revolucionario Liberal. El MRL.
Absurdas
situación para el político, que fuese precisamente el dirigente social, quien
había creado las bases ideológicas del grupo insurgente, también fuese el
mandatario de las tropas que perseguían a ese grupo rebelde. La paradoja de López.
Tal
vez, conservando en sus pensamientos tal realidad, se dejó convencer por otro
viejo colega en el MRL de que, por ese superfluo medio y errada clemencia,
obtendría un acuerdo político para finalizar el conflicto. Pero fue un fatal
error. Deuda pública que el pueblo colombiano no le cobró ni él ingenuo
político fue capaz de pagar por dignidad.
Todo
eso lo veía el militar al tiempo que tenía que callarlo y acatar lo que se le
ordenase aunque fuese igualmente absurdo.
Por
la obediencia debida y la subordinación del poder militar al poder civil, debió
aceptar tal infamia. Les dio el auxilio a sus enemigos aun a costa de sus
convicciones. No importaba que con ello se ignorase el descomunal esfuerzo que
habían hecho las tropas para salvar al país de tan criminal flagelo.
Sapo
que debió tragar para evitar un mal mayor, como el que yo le pregunté en la
descrita conferencia para alumnos en el municipio de Madrid, en caso de no habérselo
tolerado el obediente militar.
Reacción
militar peligrosa que el presidente intuía. Por ello le guardaba recelos al
General, que terminaron, luego, con la destitución del militar de su alto rango
y cargo pasándolo a las Filas de las Reservas. Insuperable encrucijada.
El
político solo tuvo el coraje de admitirle, en privado y en un momento
inapropiado, por ser un evento social para que no pudiese darle
contrarespuesta, su error diciéndole que no lo volvería a cometer.
Le
aseguró que no intervendría más en los asuntos íntimos de las operaciones
militares. Pero López no fue capaz de aceptar que su equivocación había sido
pública y de mucho impacto nacional como máximo, pero mezquino, dirigente
social. Por eso no era con el General con quien debía reivindicarse sino con el
pueblo.
Absurdas
situaciones para ambos aunque vistas desde distintos puntos.
OTRA MÁS
En
sus consideraciones con el caído sacerdote es donde se junta lo profesional con
lo personal. Que sin dejar de seguir los dogmas militares en el cumplimiento
del deber se dan, también, satisfacciones a cosas particulares.
No
es ni siquiera necesario que se haga con premeditación lo primero, lo oficial y
legal, para que se dé cumplimiento a lo segundo.
En
la profesión las necesidades públicas, irremediablemente, se equiparan por si
mismas con las necesidades íntimas sin inducirlas. Al contrario, son inevitables. Lo segundo es simplemente consecuencia, no calculada
ni prevista, de lo primero. El militar no puede dejar de ser parte del pueblo
cuando cumple con su deber. Por eso, él mismo, resulta beneficiado o
perjudicado, con los efectos periféricos y colaterales, sin que sea su
intención primordial y personal, cuando cumple su misión.
Mucho
menos es el deseo de usar la fuerza legal para venganzas personales escudándose
en la legitimidad. El General nunca abrigó, ni remotamente, dichas inclinaciones
ni bajos deseos. El también fue una víctima de la ambivalente vida colombiana
llena de estigmas tan dolorosos y cruentos, como lo fue Camilo. Lo demuestra lo
acontecido cuarenta años más tarde.
EL DESEO DEL HERMANO
El
hermano del sacerdote, afectado por grave enfermedad, creyó que los restos se
quedarían en el olvido en un lugar montañoso y remoto. Le pidió que le revelara
en donde los había dejado para hacer lo que ya el General había hecho y su
hermano no lo sabía. Quería ponerlos en un sarcófago más apropiado que las soledades
de una selva inhóspita.
Sintiendo
Valencia que ya había dado cumplimiento a un deber más que humanitario, le
reveló al hermano su secreto y le entregó los restos. Enterado el hermano de lo
que ya se había hecho decidió dejarlos, inicialmente, en el mausoleo mientras
encontraba su propio sitio secreto para que no fuesen profanados por
inescrupuloso admiradores.
Luego,
dispuso de ellos en un lugar que el General no supo con certeza, pero si tenía razones
para sospechar. Cuando el hermano los hizo llevar a otra parte, sin revelarle a
donde, solo insinuó su destino. Con la muerte de los dos quedó en secreto ese destino.
Aunque es factible que sea donde, ya por segunda mano, también lo dejó entrever
en la charla el veterano General.
Lo raro fue que lo que tanto cuidó, después,
no supo cuál fue su descanso.
EL OTRO DESEO
La
nación necesitaba que las cosas no terminasen de esa manera. Pero el remate
también involucraría al General.
Pasado
el tiempo, para 1974, el General llegó a ser el Comandante del Ejército. Con el fin de extinguir el grupo de Fabio
Vásquez, que se había logrado salvar de su operación en Santander, donde ya se
dijo que murió Camilo, se inició y ejecutó la militarmente denominada Operación
Trinitario u Operación Anorí. El objetivo oficial era acabar con esa cuadrilla
de bandoleros.
Aunque
otro deseo interno y secundario del militar era que Fabio Vásquez pagase las descomunales
infamias cometidas, además de la social, contra el sacerdote y contra él.
Las
que produjeron, así no lo hubiese premeditado el criminal, el que los dos
amigos apreciados se enfrentaran hasta causar la muerte de uno de los dos. Un
desenlace fatal que no se ameritaba desde ningún punto de vista.
La persecución
en Anorí fue implacable. Fabio vio como sus dos hermanos, Antonio y Manuel, que
también eran terroristas de su misma pandilla, fueron dados de baja junto con
casi todos sus compinches en unos pocos días.
Fue
tal el pánico y la desesperación que el bandido previó que ese mismo fin seria
el suyo y decidió salvar el pellejo cometiendo el más alto grado de traición
con sus camaradas. De lo contrario lo alcanzaría la igual suerte que le causó a
Camilo.
Fabio a la derecha.
No tuvo más salida que incurrir en la traición. La que él mismo castigaba en su pandilla con la muerte. La deslealtad la cobraba con el fusilamiento. La gobernando por la vía del terror y el pánico colectivo.
No tuvo más salida que incurrir en la traición. La que él mismo castigaba en su pandilla con la muerte. La deslealtad la cobraba con el fusilamiento. La gobernando por la vía del terror y el pánico colectivo.
No
pagó con su muerte física pero si con su muerte espiritual, mental y
psicológica.
Se escapó
para Cuba llevándose un cuantioso y ensangrentado botín, para pagar su acogida
y protección al mayor patrocinador del terrorismo en Latinoamérica, Fidel Castro.
Fidel lo había entrenado, apoyado y designado para ser el comandante del
movimiento guerrillero años atrás. Cosas pendientes debió contar Fidel antes de
momificarse.
No
se conoce con claridad todo el fin del terrorista, similar al de los restos de
Camilo. Fidel le dio protección para que no se sepa el real estado del bandido.
Pero se filtró, con alta confiabilidad, que el delincuente perdió la razón ante el remordimiento de tantos crímenes cometidos. Los mismos que luego le perdonó, pero espiritualmente mas no eclesiásticamente, el también bandolero Cura Pérez. Triste final para cualquier ser humano. De quien tampoco se sabe dónde fueron a parar sus cenizas.
De
todas formas el objetivo nacional se cumplió. Y, además, las pasadas ofensas al
honorable militar se resarcieron en la misma forma absurda como el descerebrado
pandillero las había provocado.
El
delincuente fue víctima de su propia esquizofrenia depravada de ignorante
inmoral. Un ser extremadamente homosexual vanidoso, ególatra, megalómano y
autólatra que solía autodenominarse con el alias de Helios. Él mismo fue su
propia víctima sin que mediara intervención directa del militar. Sin embargo,
fue consecuencia de la presión que le infringió con la operación Trinitario,
sin que fuese ese su propósito íntimo. Situación por fuera de la lógica para el
militar.
Además
de que el ELN no pudo constituirse en una alternativa social para el pueblo
colombiano. Razón por la cual están pidiendo diálogos porque su sanguinario pasado,
que ha sido totalmente perdido porque no ha logrado nada. Han sido actos sin gloria
ni razón.
LA ÚLTIMA
Por sus convicciones políticas y su
actuación en la cátedra de sociología, que el sacerdote implantó en sus clases,
Camilo fue destituido diplomáticamente sugiriéndole que pidiese su separación
del clero, por parte de monseñor Concha, máximo superior de la iglesia católica
en ese momento en Colombia.
Así lo hizo el sacerdote para no afectar
su iglesia y se dedicó a la acción proselitista política con bastante éxito en
la plaza pública.
Su principal teoría era que la violencia
se debía combatir con acción social buscando una solución compartida entre
pueblo y gobierno, donde ambos pondrían sus esfuerzos. Algo muy próximo a los
principios de la Teología de la Liberación que buscaba que las dolencias del
pueblo se superan reuniendo los esfuerzos de una autoridad civil más humanista y menos materialista. Y una iglesia más socializante y menos teórica
en ideas celestiales.
Pero esos criterios lo llevaron a su
trágico final.
El General se aproximaba en mucho al amigo
porque pensaba que como militar sus esfuerzos no debían ser únicamente de tipo
bélico. Que era necesario llegar más al alma del adversario armado que a su
destrucción física. Un militar más civilizado que humanizaba
la guerra.
Por eso promulgaba la teoría de la Acción
Cívico Militar. Antes que echar balas se debían a hacer primero esfuerzos de
aliviar las penurias de las gentes. Las que por física necesidad se veían
irremediablemente impelidos a tomar las armas.
Sus ideas lo pusieron bastante en contra de
sus superiores que traían una viaja tradición de solo usar la fuerza para
someter antes que de convencer.
Cuando ya había alcanzado alto rango militar,
su opositor ya era la clase política que miraba todo cuanto fuese de interés y
sensibilidad social como peligroso comunismo. El mismo que era inaceptable
porque fomentaba revoluciones, alzamientos y choque armados en muchas partes
del mundo. Se le consideraba como la única solución salvadora.
Esos racionamientos, que hasta lo
aproximaban a ideologías revolucionarias, según la clase dominante, como la del
MRL de López y violentas, como la del ELN del cura Pérez (quien a pesar de ello
atentó contra su vida), lo llevaron a tener que finalizar su carrera militar de
manera traumática.
De esa forma no afectaba las filas de su institución militar.
De no aceptarlo podría caer en una supuesta medicina nacional que sería más
dolorosa que la enfermedad.
Así pudo sobrevivir un poco más que su
amigo. Pero a costa de no lograr que se produjera el cambio suficiente de
mentalidad deseada para la nación. Principio en el que concordaban los protagonistas
en el fondo, mas no en la forma. En el qué. Mas no en el cómo.
Retirado se dedicó a promulgar sus ideas,
como el prelado. No por medio de la academia y la tribuna pública. Usó la
prensa y sus libros en los que era un maestro.
La paradoja es que ambos terminaron de
manera agreste por lo que, de muy buena intención, buscaban. Pero los dos
dejaron, a su manera, valores que han cambio las viejas creencias que, después,
han ido germinado en nuevos horizontes. Tanto en la iglesia como en la milicia.
Y, por supuesta, en la nación.
Se cumplió el sagrado designio de que para
que una nueva planta nazca es necesario que otra tenga que morir para legar sus
semillas.
POS DATA:
Parece
ser que el libro fue escrito por el General para contar la historia de un
descarriado y desadaptado grupo terrorista, totalmente desorientado por un
alocado fanatismo. Por eso dedicó más espacio del acostumbrado en sus últimos
capítulos.
También
lo inconveniente que es, para una nación, el que sus líderes políticos no
tengan claro el límite entre lo político y lo militar. Desacierto muy frecuente
en nuestra trágica historia nacional.
Su
libro lo inició con las otras crónicas sobre los bandoleros con los cuales el
General combatió con acierto, tanto militar como socialmente. Ideas en gran
parte aprendidas durante su experiencia en la Guerra de Corea. Y lo terminó con
su lucha contra el ELN.
Por
respeto a los protagonistas, el General, el Cura, el hermano, además de sus
demás ancestros familiares y la forma vaporosa como me la contó, no me es
factible in siquiera aproximar el descanso de Camilo.
Además
tengo la firme convicción que eso no es importante pues es un asunto de forma y
no de fondo para los intereses nacionales. Si realmente fue un personaje
trascendente en la ideología social nacional, lo importante serían sus ideas
mas no su lugar de reposo. Es mejor que no se perturbe la paz eterna de sus
personajes. Solo me es debido completar la historia, que en el libro no terminó
el General.
El
militar no quiso contar en su libro más de lo que tenía por seguro y puso en la
incertidumbre el resto de los sucesos. En especial el de sus secundarios
efectos sobre él, más no como propósitos personales.
De
todas maneras dejó constancia de un claro ejemplo de cómo los militares dan
digna sepultura hasta sus mismos contrincantes guardándoles el debido respeto.
Y que la vida militar no es simplemente una tragedia de disparos sino también
del alma.
Es
decir, el General no escribía todo lo que sabía pero si lo expresaba de palabra
para que pudiese conocerse cuando ya no causase efectos indeseados. Que fuesen
referencia histórica por interés nacional. Como fue el motivo primordial de
todos los libros que escribió.
Por
ello doy, con este relato, satisfacción al deseo de complementar el libro, al
que fui atado por simple casualidad por parte de un buen amigo.
Después
de su muerte, acontecida hace poco, me siento libre y dejo cumplida la reserva
debida mientras él viviera. Yo interpreté su confianza como su interés por que
alguien lo descubriera, cuando no tuviese ninguna aplicación práctica para sus
adversarios y menos para su conciencia. Aunque si para la nación.
Además
de una casi que irracional vida por la que pasan los hombres que se dedican a
la milicia, y hasta a los pastores de la iglesia, sin poder evitarlo.
Las paradojas de la vida colombiana.
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