PRIMERA
PARTE
Hasta
los ocho años de edad, la mínima para ingresar a la escuela, vivíamos en una
finca cafetera en el municipio de Concordia llamada "El Pedrero".
FINCA DE "EL PEDRERO"
Queda
en las estribaciones de la cordillera occidental con vista al cañón del río Cauca
en el departamento de Antioquia. Es un paisaje grandioso donde se puede
observar, al otro lado del río, las faldas de la cordillera central llenas de
fincas de ganado, cafetales y muchos cultivos de frutas y pancoger. Y el
pintoresco “Cerro Tuza”, que es un pico de roca en forma de pirámide alta y
afilada.
CERRO
TUZA
El Ferrocarril
de Antioquia bajaba de Medellín por el cañón de la quebrada Amagá y después por
la Zinifaná hasta su desembocadura en el río Cauca en donde torcía hacia el sur
siguiendo la orilla del río en dirección a la estación de Bolombolo. Después la de Puente Iglesias y más lejos la
de La Pintada para continuar hacia el muy lejano departamento del Valle del
Cauca.
Desde
la casa se escuchaba y se podía observar, especialmente en la noche, el característico
traqueteo de las locomotoras de vapor y la luz del reflector que transcurría en
enigmático serpentear por las estribaciones de las montañas. Como niños, que no
teníamos contacto con tales medios de transporte y tan avanzados inventos, era
toda una curiosidad ese fenómeno.
CAÑÓN
DEL RÍO CAUCA
Consultábamos
a nuestro padre quien trataba de explicarnos con los términos más sencillos esos
fenómenos. Nos enseñó a imitar el traqueteo de los émbolos y las correderas.
Las que distribuían el vapor para mover las bielas y las ruedas de la
locomotora, palmoteando alternadamente con una mano en una pierna y con la otra el
pecho. Así nos divertíamos creyéndonos todos unos operarios de tan poderosas
maquinas que corrían entre las montañas anunciando su titánico transitar.
LAS
PODEROSAS LOCOMOTORAS DEL FERROCARRIL
Usaba
su habilidad pedagógica, que había adquirido de estudiante en la normal de
Medellín y su posterior desempeño de docente como joven profesor en el
municipio de Yolombó. Actividad que dejó cuando comenzó a descubrir que
existían situaciones irregulares en el manejo de la profesión que no estaban
propiamente dirigidos al mejoramiento de la cultura social. Situación que lo
llevó a dedicarse al cultivo del café. Sin embargo, nunca dejó su gran afición
por la lectura debido a su avidez por el conocimiento y el mejoramiento
continuo. La misma que hacia en las horas del anoche a la luz de una vela porque no se disponíamos de electricidad.
Procuraba
darnos claridad de todo cuanto nos inquietaba como niños preguntones que todo lo querían saber antes de tiempo. En raras ocasiones pasaban por el cielo
aviones que desataba un torrente de inquietudes. No era fácil explicar la forma
como el avión podía mantenerse en el aire y como lograra avanzar apoyándose sólo
en un elemento tan volátil como el aire. Nos mencionaba las hélices que era impulsada
por potentes motores y para hacerse entender debía recurrir a muchos gestos con
las manos que sin embargo en lugar de disipar las dudas nos creaban más
curiosidades.
EL AVIÓN
DC 3
Uno
de los hermanos de mi madre era telegrafista en el pueblo y nos visitaba
durante las vacaciones. En ese tiempo la telegrafía era el único medio rápido
de comunicación entre los pueblos por medio del código Morse. Este trasmitía
las letras del alfabeto con golpes de un continuo martilleo de conexiones y
desconexiones de potentes electroimanes. Los que eran activados por un
interruptor manual que daba paso a la corriente eléctrica de artesanales
baterías que se fabricaban caseramente.
BATERÍAS ARTESANALES
De
esa forma un telegrafista estaba en la cúspide del conocimiento y el desarrollo
tecnológico. El mismo tio que después de ser descontinuado por cambio de tecnología
nos regaló ese manipulador y es ahora un recuerdo familiar.
MANIPULADOR TELEGRÁFICO DE MORSE
(El antecesor del actual ratón de computador)
Aprovechando
su disponibilidad y sus habilidades, nuestro padre le explicó y pidió que nos
fabricara una hélice de madera para que pudiéramos ver cómo funcionaba. No se
limitó a hacer una figura estática sino que aplicando un poco de creatividad le
colocó un palillo central que servía de eje. Al comienzo solo la hacíamos girar
friccionando entre las palmas de las manos.
HÉLICE DE MANOS
Como
de esa manera le daba un bajo impulso y se elevaba poco, se ingenió otro método.
Introdujo la varilla de la hélice por el orificio de un listón y a través de
otra perforación lateral también podía pasar una cuerda en sentido
perpendicular que se enrollaba en el eje de la hélice. Al tirar de la cuerda la
hacía girar con velocidad como a un trompo y cuando la piola se terminaba
liberaba a la hélice que por su inercia salía volando alto.
LANZADERA PARA LA HÉLICE O PARA UN TROMPO
Era
un gran invento que nos asombraba a todos y nos permitía comprender la forma como
el hombre había logrado hacer que los aviones pudieran volar.
Años
más tarde descubrimos que en las ferias del pueblo se vendía un alambre
enrollado en espiral que se introducía a través de un carrete de madera, en los que se embobinaban los hilos de coser, que servía
para empujar una hélice hecha de latón. La hélice tenía un orificio cuadrado en
el centro por donde pasaba el alambre enroscado de tal forma que al ser
empujada por el tubo deslizante comenzaba a girar. Cuando terminaba la espiral salía volando. Un divertido juguete para hacer volar la imaginación.
HÉLICE DE ESPIRAL
Por
todas estas circunstancias se fue creando una inquietud por los inventos, los
desarrollos técnicos y un incontenible deseo de saber sobre cómo funcionaba todo. En
especial lo que estaba relacionado con la mecánica, la carpintería, la
electricidad y la ciencia en general. Antes de ingresar a la educación primaria
fue cuando hice el paseo al municipio de Urrao donde aconteció el “Sueño de
Volar” que ya he contado en crónica anterior.
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