EL
SUEÑO CUMPLIDO
CUARTA
PARTE
ESCUELA
MILITAR DE AVIACIÓN
Presenté
la segunda fase viajando a Bogotá y tan sólo para la penúltima semana del año
recibí la notificación que había sido admitido en EMAVI.
Descubrí
que el cursar estudios en condiciones de internado con dedicación exclusiva, en
un horario bien organizado y con adecuada disciplina, rendía sus buenos frutos
intelectuales. Los tabús no siempre se cumplen y los prejuicios se deshacen.
Son más producto de la imaginación negativa que infunde temores que de la
realidad. El nivel académico de mi colegio de secundaria, en el municipio de
Jericó, era bueno y había dado más que suficientes resultados.
EL
SEMINARIO DE JERICÓ
Esas
bases académicas me fueron de mucha utilidad en años posteriores en el manejo
de múltiples situaciones de alta exigencia a las cuales lleva la vida militar.
Por eso aquí y ahora hago el merecido reconociendo a mis abnegados maestros que
con mucho empeño nos sacaron del mundo de las tinieblas de la ignorancia y nos
dieron las luces del conociendo y la formación humana. Más a su esfuerzo como
profesores que a la virtud personal del alumno, se deben los méritos.
Fue
una gran alegría porque para esa alternativa los mecenas familiares si estaban
dispuestos a ayudarme ya que los estudios en el exterior eran imposibles y en
las escuelas de aviación comercial resultaban caros.
Ellas
eran principalmente dos tías solventes pero abrigaban cierto temor a esa
profesión porque para ese tiempo todavía era peligroso ser piloto. Trataron de
disuadir diciéndome que me proporcionarían otros estudios universitarios que no
implicaran riesgo desde el punto de vista tanto militar como operacional. Más,
yo ya estaba resuelto porque era lo único que me acercaba a la fantasía de los
aviones como ingeniero, sobre lo que no había insistido más, pero que había
abrigado desde los tiempos de la infancia en la finca de "El
Pedrero".
MOMENTO DE INGRESO DE LA PROMOCIÓN 86
Iniciamos
los estudios en la última semana de enero de 1974 para un período de tres años
de una alta rigurosidad militar y una gran intensidad académica. Fuimos la promoción numero 50. En todo el
país nos habíamos presentado como unos 2.600 aspirantes de los cuales sólo
seleccionaron a unos 180 para la segunda fase. De estos últimos fuimos
admitidos a EMAVI, aproximadamente, unos 120 alumnos. En el primero año se dio
una altísima deserción. Después de terminado el proceso de capacitación y entrenamiento
nos graduamos en el último mes de 1976, 34 oficiales con el grado de
subteniente, el primero en el escalafón de los oficiales, y tan sólo 24 con la
especialidad de pilotaje.
El
proceso calificación se da más por competencia entre los mismos alumnos que por
exigencia institucional en el campo académico, ya que todos procuran estudiar
lo máximo posible por qué solo los más competentes terminarán. La cantidad y la
intensidad de las materias eran demasiado altas. Aunque el principal factor de
selección lo da la excesiva rigurosidad en el campo militar donde las materias y
la vida cotidiana es desgastante. Se exigen unos niveles de demanda física,
mental, psicológica y de disciplina, tan altos que muchos cadetes desisten de
la profesión. Esa fue la razón de tanta deserción y tan poca cantidad de
graduados.
El
estrés y la tensión mental eran tan altas que en ocasiones los cadetes
superiores, los alféreces, actuaban de manera retrograda. Con frecuencia, no
eran mucho lo que formaban y adoctrinaban al principiante en lo que realmente era
requerido en el desempeño profesional. A ellos les exigían que practicaran el
mando con los cadetes menos antiguos con el supuesto fin de aprender a ejercer
la autoridad. Un aprendizaje empírico donde se cometían muchos errores. De no
hacerlo ellos no calificaban en la calidad exigida y por eso recurrían a los
excesos para asegurase de ser bien evaluados e impresionar a su superiores.
INGRESO DE UNA NUEVA PROMOCIÓN
Pero logramos sobrevivir, porque así es como debe calificarse tales rigurosidades que consideramos injustificadas. Personalmente yo sufría con estoicismo esas exigencias por qué, en mi caso eran innecesarias. Que mis anteriores maestros me habían enseñado a actuar más por convicción y motivos fundamentados que por imposición y caprichos personales. Estos últimos se justificaban erradamente bajo el falso ropaje de ser indispensables para el sacrificio y la abnegación de la dura vida militar que iniciábamos. Por eso, en algunas ocasiones, llegue a tener diferencias conceptuales con algunos de mis superiores. Cosa que era relativamente peligrosa para la permanencia en la Escuela Militar de Aviación. Traté de ser demasiado evidente en mis inconformidades o de lo contrario habría salido mal librado.
INGRESO DE UNA NUEVA PROMOCIÓN
Pero logramos sobrevivir, porque así es como debe calificarse tales rigurosidades que consideramos injustificadas. Personalmente yo sufría con estoicismo esas exigencias por qué, en mi caso eran innecesarias. Que mis anteriores maestros me habían enseñado a actuar más por convicción y motivos fundamentados que por imposición y caprichos personales. Estos últimos se justificaban erradamente bajo el falso ropaje de ser indispensables para el sacrificio y la abnegación de la dura vida militar que iniciábamos. Por eso, en algunas ocasiones, llegue a tener diferencias conceptuales con algunos de mis superiores. Cosa que era relativamente peligrosa para la permanencia en la Escuela Militar de Aviación. Traté de ser demasiado evidente en mis inconformidades o de lo contrario habría salido mal librado.
En
una oportunidad en que discutíamos sobre lo infundado de algunas órdenes y
algunas prácticas que consideramos inútiles, llegué a confesarles que yo era
más disciplinado antes de ingresar que lo que era al poco tiempo después. La
razón era que yo estaba acostumbrado a la disciplina por mi propio impulso motivado
por el logro de mis propios esfuerzos que por darle satisfacción a algunos de
mis superiores, quienes sólo buscaban ser satisfechos por vanidad de demostrar
que ellos ejercían una simple autoridad. Que me había visto obligado aceptar
esa forma de pensar, sin ser de mi convicción porque de lo contrario chocaría
permanentemente y en forma catastrófica, contra esas formas tan rudas y poco
fundamentadas del ejercicio del mando.
Ya
establecido en el escalafón del oficial, como militar de carrera profesional,
dedicación exclusiva y disponibilidad permanente, mi siguiente objetivo fue el
de estudiar, aprovechando el poco tiempo disponible que me permitían los
deberes, para continuar preparándome. El fin consistía no sólo en aprender lo
mejor posible la operación del vuelo en los distintos tipos de aeronaves a los
que era asignado, sino conocer esas materias en mayor profundidad que me
acercara a la ingeniería aeronáutica. Me agradaba el hecho de que se iniciaba
volando aeronaves livianas, luego medianas y terminaba con las pesadas. En esa
trayectoria se pasaba por muchos y diversos modelos de aviones. Tanto los de
pistón, que eran mis preferidos, monomotores y multimotores. Los turbohélices y
los jet. Primero como copiloto y luego de comandante e instructor. En este
último caso se terminaba aprendiendo más que como alumno, pues era necesario
dictar las clases las clases de conocimiento y dar el entrenamiento de vuelo
con idoneidad.
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