AERONAUTAS Y CRONISTAS

lunes, 7 de abril de 2014

EL SUEÑO CUMPLIDO. CUARTA PARTE

EL SUEÑO CUMPLIDO
CUARTA PARTE

ESCUELA MILITAR DE AVIACIÓN

Presenté la segunda fase viajando a Bogotá y tan sólo para la penúltima semana del año recibí la notificación que había sido admitido en EMAVI.

Descubrí que el cursar estudios en condiciones de internado con dedicación exclusiva, en un horario bien organizado y con adecuada disciplina, rendía sus buenos frutos intelectuales. Los tabús no siempre se cumplen y los prejuicios se deshacen. Son más producto de la imaginación negativa que infunde temores que de la realidad. El nivel académico de mi colegio de secundaria, en el municipio de Jericó, era bueno y había dado más que suficientes resultados.

EL SEMINARIO DE JERICÓ

Esas bases académicas me fueron de mucha utilidad en años posteriores en el manejo de múltiples situaciones de alta exigencia a las cuales lleva la vida militar. Por eso aquí y ahora hago el merecido reconociendo a mis abnegados maestros que con mucho empeño nos sacaron del mundo de las tinieblas de la ignorancia y nos dieron las luces del conociendo y la formación humana. Más a su esfuerzo como profesores que a la virtud personal del alumno, se deben los méritos.

Fue una gran alegría porque para esa alternativa los mecenas familiares si estaban dispuestos a ayudarme ya que los estudios en el exterior eran imposibles y en las escuelas de aviación comercial resultaban caros.

Ellas eran principalmente dos tías solventes pero abrigaban cierto temor a esa profesión porque para ese tiempo todavía era peligroso ser piloto. Trataron de disuadir diciéndome que me proporcionarían otros estudios universitarios que no implicaran riesgo desde el punto de vista tanto militar como operacional. Más, yo ya estaba resuelto porque era lo único que me acercaba a la fantasía de los aviones como ingeniero, sobre lo que no había insistido más, pero que había abrigado desde los tiempos de la infancia en la finca de "El Pedrero".

MOMENTO DE INGRESO DE LA PROMOCIÓN 86

Iniciamos los estudios en la última semana de enero de 1974 para un período de tres años de una alta rigurosidad militar y una gran intensidad académica. Fuimos la promoción numero 50. En todo el país nos habíamos presentado como unos 2.600 aspirantes de los cuales sólo seleccionaron a unos 180 para la segunda fase. De estos últimos fuimos admitidos a EMAVI, aproximadamente, unos 120 alumnos. En el primero año se dio una altísima deserción. Después de terminado el proceso de capacitación y entrenamiento nos graduamos en el último mes de 1976, 34 oficiales con el grado de subteniente, el primero en el escalafón de los oficiales, y tan sólo 24 con la especialidad de pilotaje.

El proceso calificación se da más por competencia entre los mismos alumnos que por exigencia institucional en el campo académico, ya que todos procuran estudiar lo máximo posible por qué solo los más competentes terminarán. La cantidad y la intensidad de las materias eran demasiado altas. Aunque el principal factor de selección lo da la excesiva rigurosidad en el campo militar donde las materias y la vida cotidiana es desgastante. Se exigen unos niveles de demanda física, mental, psicológica y de disciplina, tan altos que muchos cadetes desisten de la profesión. Esa fue la razón de tanta deserción y tan poca cantidad de graduados.

El estrés y la tensión mental eran tan altas que en ocasiones los cadetes superiores, los alféreces, actuaban de manera retrograda. Con frecuencia, no eran mucho lo que formaban y adoctrinaban al principiante en lo que realmente era requerido en el desempeño profesional. A ellos les exigían que practicaran el mando con los cadetes menos antiguos con el supuesto fin de aprender a ejercer la autoridad. Un aprendizaje empírico donde se cometían muchos errores. De no hacerlo ellos no calificaban en la calidad exigida y por eso recurrían a los excesos para asegurase de ser bien evaluados e impresionar a su superiores.

INGRESO DE UNA NUEVA PROMOCIÓN

Pero logramos sobrevivir, porque así es como debe calificarse tales rigurosidades que consideramos injustificadas. Personalmente yo sufría con estoicismo esas exigencias por qué, en mi caso eran innecesarias. Que mis anteriores maestros me habían enseñado a actuar más por convicción y motivos fundamentados que por imposición y caprichos personales. Estos últimos se justificaban erradamente bajo el falso ropaje de ser indispensables para el sacrificio y la abnegación de la dura vida militar que iniciábamos. Por eso, en algunas ocasiones, llegue a tener diferencias conceptuales con algunos de mis superiores. Cosa que era relativamente peligrosa para la permanencia en la Escuela Militar de Aviación. Traté de ser demasiado evidente en mis inconformidades o de lo contrario habría salido mal librado.


ESTRÉS MILITAR

En una oportunidad en que discutíamos sobre lo infundado de algunas órdenes y algunas prácticas que consideramos inútiles, llegué a confesarles que yo era más disciplinado antes de ingresar que lo que era al poco tiempo después. La razón era que yo estaba acostumbrado a la disciplina por mi propio impulso motivado por el logro de mis propios esfuerzos que por darle satisfacción a algunos de mis superiores, quienes sólo buscaban ser satisfechos por vanidad de demostrar que ellos ejercían una simple autoridad. Que me había visto obligado aceptar esa forma de pensar, sin ser de mi convicción porque de lo contrario chocaría permanentemente y en forma catastrófica, contra esas formas tan rudas y poco fundamentadas del ejercicio del mando.


CADETES FAC


Ya establecido en el escalafón del oficial, como militar de carrera profesional, dedicación exclusiva y disponibilidad permanente, mi siguiente objetivo fue el de estudiar, aprovechando el poco tiempo disponible que me permitían los deberes, para continuar preparándome. El fin consistía no sólo en aprender lo mejor posible la operación del vuelo en los distintos tipos de aeronaves a los que era asignado, sino conocer esas materias en mayor profundidad que me acercara a la ingeniería aeronáutica. Me agradaba el hecho de que se iniciaba volando aeronaves livianas, luego medianas y terminaba con las pesadas. En esa trayectoria se pasaba por muchos y diversos modelos de aviones. Tanto los de pistón, que eran mis preferidos, monomotores y multimotores. Los turbohélices y los jet. Primero como copiloto y luego de comandante e instructor. En este último caso se terminaba aprendiendo más que como alumno, pues era necesario dictar las clases las clases de conocimiento y dar el entrenamiento de vuelo con idoneidad. 

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