PARTE 16
LA DISCIPLINA
• Se perdió la disciplina por completo durante la comandancia
del mayor Agudelo. Los soldados desafiaban a sus superiores a pelear, se
emborrachaba continuamente. Unos y otros se perdieron el respeto y los
escándalos eran continuos en el puerto. Aquello se convirtió en un pequeño
infierno. El mismo Mayor Agudelo no tenía autoridad moral para poner remedio a
tanto desafuero. Ejemplo de indisciplina militar. Cuando Agudelo regresó de
Bogotá, ascendió a Mayor, llevó la moza para su vergüenza.
• Cuando pasaban lanchas enemigas, se daba el lujo de ir a
visitarlas y a ofrecer licor a los oficiales peruanos. Uno de estos oficiales
rechazó la mano del Mayor diciéndole: "un oficial peruano no da la mano a
un enemigo de su patria y nosotros tenemos un concepto de patria muy distinto
del que tiene el señor Mayor". Así quedan los países cuando los
representan hombres sin decoro y sin personalidad moral, como el Mayor Jesús
Antonio Agudelo.
AVION CURTISS CYCLONE
• Portelo era un soldado del batallón Pichincha, a quien le
llegó la evacuación en tiempos del coronel Gálviz. Era motorista en el
Putumayo. Había muy pocos motoristas y por eso hizo un contrato personal con el
coronel Gálviz. Se quedaba como motorista y se le daba de baja en las filas de
la tropa. Cuando llegó el Mayor Agudelo estaba ya enfermo y por lo tanto
solicitó ser evacuado. El Mayor Agudelo le negó la evacuación. No sólo se la
negó el déspota Agudelo sino que le dio de baja. Pero le dio de alta en la fila
otra vez. Abuso imperdonable ya que se trataba de un civil que había prestado
su servicio militar.
• Un día pasó una lancha peruana con tropas frente a Puerto
Leguízamo. Se tocó alarma y las tropas formaron en sus puestos. Portelo estaba
enfermo y débil. Sin embargo salió ocupar su puesto como todos, portando su
fusil. En el camino se detuvo en una tienda a comprarse una aspirina. En eso
estaba cuando pasó el Mayor Agudelo, quien lo sacó a patadas de la tienda y lo
hizo desarmar insultándolo soezmente tratándolo de traidor. Luego lo hizo
amarrar como un bandido. Y amarrado lo envió a la Tagua con los soldados Villa
y Correa del batallón Girardot. Portelo enfermo iba a pie y sus guardianes a
caballo.
• Cuando llegó a la Tagua el Mayor Reyes le abofeteó la cara
amarrado como estaba y lo insultó también groseramente. Luego lo hizo trasladar
a la orilla opuesta de la Tagua en una solitaria ribera del río Caquetá. El
pago por el servicio de más de un año en la frontera en medio de toda clase de
penalidades. Después lo enviaron a Florencia dizque para hacerle un consejo de
guerra. Se fue buscando justicia y quién sabe si la hallaría.
PARTE 17
LA HUNDIDA. EL SUSCRIPTOR. LA
COCA. LAS RATAS.
• Un día "Uno de Tropa” regresaba de llevar comida al
otro lado del río para un castigado y cuando desembarcó al regreso se encontró
de repente con el Sargento Cortez y se asustó de tal manera que cayó al río.
"Uno de Tropa" estaba con todo el uniforme completo además de machete
la cintura y con los trastos en que había llevado la comida en la mano. Salió
de inmediato hacia el fondo. Nadó hacia arriba pero cuando estaba llegando la
superficie pegó con la cabeza en la quilla de la canoa y volvió a hundirse. La
ropa y el machete le pesaban exageradamente. Sin embargo, logró salir
nuevamente a flote y en ese momento un guarda que estaba tratando de
encontrarlo lo vio y lo izó hasta la lancha. Esto le costó dos días de fiebre.
• Después de recuperado, como era el único suscriptor de
cromos y de “El Tiempo" de Bogotá, fue hasta el correo a reclamar la
prensa que, aunque atrasada, era su único medio de comunicación con todo lo que
estaba más allá de aquel reducido Puerto Leguízamo. En la enferma orilla del
Putumayo el simpático viejo Roca, padre del incorregible Rubayata, le preguntó:
-Porque no averigua por sus cartas. Le contestó. -Nadie me escribe. -A mí
tampoco mi amiga Blanca promete escribirme pero no lo ha hecho. Yo no quiero
comprar cartas ajenas. "Uno de Tropa" le dijo: -A mi no me escribe
sino Eduardo Santos. El de El Tiempo. Pero, amigo, tienes una carta. Se la dio
a Roca para que la abriera y la abrió con ansiedad sin fijarse que tenía un
membrete. Lo celebró con una carcajada. Era una cuenta de cobro de El Tiempo.
La casa de comerciantes mejor organizada que tiene el país.
• Un grupo de soldados que acaba de llegar de La Tagua
comentaba que el Mayor Agudelo, cuando era comandante de aquella guarnición,
había hecho amarrar y darles sable, porque no trabajaban, a varios obreros de
la carretera, entre ellos a uno de apellido Sánchez y a Raúl Tobón, de San
Pedro.
• Por este mismo tiempo "Uno de Tropa" se hizo amigo
del Cabo Cardona, almacenista de drogas. Éste le enseñó a tomar cocaína y se
envició a ella morbosamente. Con la droga se le quitaba el sueño y el hambre.
Una noche, "Uno de Tropa", tuvo la alucinación de que todo se prendía
a su alrededor. En medio de la noche no veía si no destellos rojos y salió
despavoridos huyendo de ellos y gritando. Recordó que así era como el veía a
sus compañeros cuando salían despavoridos. Al Cabo Primeros cuando se
enloqueció y entonces hizo un gran esfuerzo sobre sí mismo para controlarse. No
fue sino un choque nervioso, pero desde aquel día no volvió a tomar cocaína.
• Algunas noches no era muy placenteras por las malditas ratas
que empezaban a chasquear sus dientes afilados y a corretear por los techos de
paja moviendo latas de gasolina y por entre las camas rústicas de los pocos
soldados que las tenían. Los soldados se desesperaban porque no los dejaban
dormir. Entonces les lanzaban las botas cual si fueran granadas de combate. No
hacían blanco pero asustaban a estos animales que después de un rato volvía
nuevamente con carcajadas burlonas que llenaban de rabia a los soldados. En la
mañana todo mundo tenía que ponerse a buscar sus propias botas que habían
lanzado como proyectiles durante la noche.
• Cuando llegó el sargento antioqueño, Medina, que insultaba a
los soldados y hacía trabajar a los enfermos, "Uno de Tropa" le
ofreció caritativamente un rejo para su hamaca. Una noche las ratas mascaron el
rejo y el Sargento, ventajoso y reseco, cayó al suelo desde una altura de 2 m.
De ahí en adelante insultaba y abusaba más de sus pobres subordinados.
"Uno de Tropa", al oírle, recordaba el himno de los reclutas:
“Soldado de Colombia, me llamo con orgullo. Mis caras ilusiones las tengo en
ti”. Mis caras ilusiones serían las de estrangularte, pensaba, mientras miraba
de soslayo al viejo Sargento.
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