AERONAUTAS Y CRONISTAS

martes, 11 de marzo de 2014

SUR PARTE 16 Y 17



PARTE 16
LA DISCIPLINA
•         Se perdió la disciplina por completo durante la comandancia del mayor Agudelo. Los soldados desafiaban a sus superiores a pelear, se emborrachaba continuamente. Unos y otros se perdieron el respeto y los escándalos eran continuos en el puerto. Aquello se convirtió en un pequeño infierno. El mismo Mayor Agudelo no tenía autoridad moral para poner remedio a tanto desafuero. Ejemplo de indisciplina militar. Cuando Agudelo regresó de Bogotá, ascendió a Mayor, llevó la moza para su vergüenza.
•         Cuando pasaban lanchas enemigas, se daba el lujo de ir a visitarlas y a ofrecer licor a los oficiales peruanos. Uno de estos oficiales rechazó la mano del Mayor diciéndole: "un oficial peruano no da la mano a un enemigo de su patria y nosotros tenemos un concepto de patria muy distinto del que tiene el señor Mayor". Así quedan los países cuando los representan hombres sin decoro y sin personalidad moral, como el Mayor Jesús Antonio Agudelo.

AVION CURTISS CYCLONE
•         Portelo era un soldado del batallón Pichincha, a quien le llegó la evacuación en tiempos del coronel Gálviz. Era motorista en el Putumayo. Había muy pocos motoristas y por eso hizo un contrato personal con el coronel Gálviz. Se quedaba como motorista y se le daba de baja en las filas de la tropa. Cuando llegó el Mayor Agudelo estaba ya enfermo y por lo tanto solicitó ser evacuado. El Mayor Agudelo le negó la evacuación. No sólo se la negó el déspota Agudelo sino que le dio de baja. Pero le dio de alta en la fila otra vez. Abuso imperdonable ya que se trataba de un civil que había prestado su servicio militar.
•         Un día pasó una lancha peruana con tropas frente a Puerto Leguízamo. Se tocó alarma y las tropas formaron en sus puestos. Portelo estaba enfermo y débil. Sin embargo salió ocupar su puesto como todos, portando su fusil. En el camino se detuvo en una tienda a comprarse una aspirina. En eso estaba cuando pasó el Mayor Agudelo, quien lo sacó a patadas de la tienda y lo hizo desarmar insultándolo soezmente tratándolo de traidor. Luego lo hizo amarrar como un bandido. Y amarrado lo envió a la Tagua con los soldados Villa y Correa del batallón Girardot. Portelo enfermo iba a pie y sus guardianes a caballo.
•         Cuando llegó a la Tagua el Mayor Reyes le abofeteó la cara amarrado como estaba y lo insultó también groseramente. Luego lo hizo trasladar a la orilla opuesta de la Tagua en una solitaria ribera del río Caquetá. El pago por el servicio de más de un año en la frontera en medio de toda clase de penalidades. Después lo enviaron a Florencia dizque para hacerle un consejo de guerra. Se fue buscando justicia y quién sabe si la hallaría.



PARTE 17
LA HUNDIDA. EL SUSCRIPTOR. LA COCA. LAS RATAS.
•         Un día "Uno de Tropa” regresaba de llevar comida al otro lado del río para un castigado y cuando desembarcó al regreso se encontró de repente con el Sargento Cortez y se asustó de tal manera que cayó al río. "Uno de Tropa" estaba con todo el uniforme completo además de machete la cintura y con los trastos en que había llevado la comida en la mano. Salió de inmediato hacia el fondo. Nadó hacia arriba pero cuando estaba llegando la superficie pegó con la cabeza en la quilla de la canoa y volvió a hundirse. La ropa y el machete le pesaban exageradamente. Sin embargo, logró salir nuevamente a flote y en ese momento un guarda que estaba tratando de encontrarlo lo vio y lo izó hasta la lancha. Esto le costó dos días de fiebre.
•         Después de recuperado, como era el único suscriptor de cromos y de “El Tiempo" de Bogotá, fue hasta el correo a reclamar la prensa que, aunque atrasada, era su único medio de comunicación con todo lo que estaba más allá de aquel reducido Puerto Leguízamo. En la enferma orilla del Putumayo el simpático viejo Roca, padre del incorregible Rubayata, le preguntó: -Porque no averigua por sus cartas. Le contestó. -Nadie me escribe. -A mí tampoco mi amiga Blanca promete escribirme pero no lo ha hecho. Yo no quiero comprar cartas ajenas. "Uno de Tropa" le dijo: -A mi no me escribe sino Eduardo Santos. El de El Tiempo. Pero, amigo, tienes una carta. Se la dio a Roca para que la abriera y la abrió con ansiedad sin fijarse que tenía un membrete. Lo celebró con una carcajada. Era una cuenta de cobro de El Tiempo. La casa de comerciantes mejor organizada que tiene el país.
•         Un grupo de soldados que acaba de llegar de La Tagua comentaba que el Mayor Agudelo, cuando era comandante de aquella guarnición, había hecho amarrar y darles sable, porque no trabajaban, a varios obreros de la carretera, entre ellos a uno de apellido Sánchez y a Raúl Tobón, de San Pedro.

•         Por este mismo tiempo "Uno de Tropa" se hizo amigo del Cabo Cardona, almacenista de drogas. Éste le enseñó a tomar cocaína y se envició a ella morbosamente. Con la droga se le quitaba el sueño y el hambre. Una noche, "Uno de Tropa", tuvo la alucinación de que todo se prendía a su alrededor. En medio de la noche no veía si no destellos rojos y salió despavoridos huyendo de ellos y gritando. Recordó que así era como el veía a sus compañeros cuando salían despavoridos. Al Cabo Primeros cuando se enloqueció y entonces hizo un gran esfuerzo sobre sí mismo para controlarse. No fue sino un choque nervioso, pero desde aquel día no volvió a tomar cocaína.
•         Algunas noches no era muy placenteras por las malditas ratas que empezaban a chasquear sus dientes afilados y a corretear por los techos de paja moviendo latas de gasolina y por entre las camas rústicas de los pocos soldados que las tenían. Los soldados se desesperaban porque no los dejaban dormir. Entonces les lanzaban las botas cual si fueran granadas de combate. No hacían blanco pero asustaban a estos animales que después de un rato volvía nuevamente con carcajadas burlonas que llenaban de rabia a los soldados. En la mañana todo mundo tenía que ponerse a buscar sus propias botas que habían lanzado como proyectiles durante la noche.
•         Cuando llegó el sargento antioqueño, Medina, que insultaba a los soldados y hacía trabajar a los enfermos, "Uno de Tropa" le ofreció caritativamente un rejo para su hamaca. Una noche las ratas mascaron el rejo y el Sargento, ventajoso y reseco, cayó al suelo desde una altura de 2 m. De ahí en adelante insultaba y abusaba más de sus pobres subordinados. "Uno de Tropa", al oírle, recordaba el himno de los reclutas: “Soldado de Colombia, me llamo con orgullo. Mis caras ilusiones las tengo en ti”. Mis caras ilusiones serían las de estrangularte, pensaba, mientras miraba de soslayo al viejo Sargento.

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